ii. llamada rusa


LA VIOLENCIA Y LA CAÍDA,
capitulo dos: llamada rusa!



          IRINA MORGAN MANTENÍA LA MIRADA EN EL TECHO, ya que era lo único que podía hacer, porque se encontraba demasiado aburrida. Pero se planteaba cientos de preguntas, ¿Qué pasó?¿HYDRA ya no existía?¿La habían derrotado?¿Qué habría pasado con Tatyana y Soldat?¿Los habrían matado? Sabía que SHIELD existía, sabía del proyecto de los vengadores, sabía quienes lo conformaban. Pero aquel golpe en la cabeza que ella misma se propinó, la dejó con alguna especie de amnesia.

          —Yesli vyvesti ikh iz tam so mnoy (Debería haberlos sacado de allí conmigo)—dijo la muchacha en voz alta.

          —Komu? (¿A quienes?)—escuchó una voz femenina.

          Morgan se paró repentinamente, observando a la dueña de aquella voz, era una chica — de más o menos su edad — con cabello negro recogido en una trenza. Tenía los ojos azules, de piel pálida pero con labios rojizos. Llevaba unos pantalones camuflados negros y una musculosa haciéndole juego. Llevaba unos guantes extraños que Irina pudo reconocer completamente, eran guantes de arquero así que supuso que ella era la hija de Clint Barton.

          —Puedo entenderte, Barton—replicó la castaña.

          La cara de la chica Barton tenía una mezcla de confusión y de asombro, aunque luego se mantuvo seria—¿Cómo sabes eso?—preguntó, algo hostil.

          —Además de ver que traes los guantes de un arquero, también pude ver una foto familiar que tu padre tenía guardada en su chaleco antibalas—respondió, haciendo una sonrisa torcida.

          —¿Conociste a mi padre?

          —No solo lo conocí—Morgan se mofó—. Tuve el honor de pelear contra él, solo que él no veía mi rostro—se acercó a ella—. Aunque, debo admitir que no tiene miedo al momento de pelear contra una mujer.

          Erika soltó una ligera carcajada—He visto tu expediente, Irina Morgan. Y ahora me estoy dando cuenta de que encontré un arma letal.

          —¿Ese es el nombre que me describe?—inquirió Irina—. Soy más fuerte de lo que tú crees, Barton.

          —Primero, mi nombre es Erika—declaró, observándole con hostilidad—. Segundo, ¿Crees que yo no sé tus antecedentes?¿Sabes, Morgan? Muchas agencias te están buscando, pero siempre tienes un as bajo la manga y simplemente desapareces. Has cometido más de 20 homicidios en este siglo, pero siempre estás limpia. ¿Por qué? Porque eres una asesina a sangre fría. He escuchado de que vienes de HYDRA, pero déjame decirte que HYDRA ya no existe.

          Morgan observó a Erika con parsimonia, procesando toda la información que la muchacha le daba. Se giró y se sentó en la cama de metal, para observar de nuevo a la joven arquera—Tú fuiste quien me encontró, ¿Verdad?

          Erika se quedó muda.

          —¿Porqué lo hiciste?—preguntó, seria, intentando descifrar su rostro—. ¿Porque me trajiste a SHIELD sabiendo que soy el enemigo?

          —Porque no lo sabía—respondió seca—. No hasta que investigué por mis propios medios.

          —Tu madre sabe que soy una asesina a sangre fría, ¿Verdad?—preguntó y recibió un asentimiento de Erika Barton—. ¿Sabes que ella te guarda secretos?

          —Lo sé—respondió—. Pero es preferible saberlos por tu propia cuenta que saberlos por alguien más.

          —Exacto—respondió Irina, en un susurro—. Pero mi pregunta aquí es otr...

          —No—Erika le cortó—. Aquí las preguntas las hago yo—dijo y tragó saliva—. Dime, Irina. ¿Porqué estabas tendida en el suelo cuando te encontré?

          Morgan realmente tenía miedo en decirle la verdad, de que ella había escapado de HYDRA por sus demonios. Realmente sabía que cuando ella lo dijera, no le creerían—Porque estaba escapando de HYDRA—respondió, seca y horrorizada, mientras que sentía una escalofrío muy profundo—. De aquella organización que me lo arrebató todo con tal de convertirme en su marioneta con hilos. De convertirme en aquella persona que cometió aquellos homicidios.

          Erika se cruzó de brazos, haciendo un paso hacia adelante.

          —Yo soy aquel monstruo—siguió—. Erika, sé que no me conoces, que solo me juzgas por lo que he hecho. Pero en cuanto me planteé la opción de irme, no paré. Quiero hacer las cosas bien, quiero usar mis habilidades para eso.

          —Lamento decirte que ese veredicto no lo doy yo—habló Erika—. Lo da el director Fury. Aunque creo que este interrogatorio me sirvió bastante para ver que no tienes intenciones hostiles. Pero realmente, no te creo.

          Morgan suspiró con frustración.

          —Lo siento, básicamente soy rusa y no puedo confiar en nadie—dijo Erika encogiéndose de hombros—. O bueno, no puedo entrar en confianza tan rápido.

          —Tranquila, ese principio también lo tengo.

          —Gracias, por tu colaboración—habló la muchacha.

          —Un placer conocerte, Erika Barton.

          —Pienso que eso deberías decírselo a Steve, él te tiene en la lista negra, básicamente.




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          Erika se sentó en uno de los sillones de la oficina del director de SHIELD, observando a Steve Rogers quien se encontraba allí. Luego su vista fue hasta la del director.

          —¿No sería mejor que vayas tú en vez de Steve?

          —¿Piensas que va a matarme?—preguntó el mencionado—. Leí su expediente.

          —¿Y eso que tiene que ver?—le preguntó Natasha—. ¿Realmente quieres conocerla?

          Steve dudó un poco en su respuesta, debía admitir que tenía muchas preguntas para hacerle, además su belleza le había cautivado. Realmente quería ir e interrogarla, indagar más acerca de ella. Conocer su violencia. ¿Pero como podía hacerlo? Siendo hostil con ella, podría funcionar ya que Steve había leído todo sobre ella. Pero sabía que un vidrio—lo suficientemente resistente hasta para un golpe de Hulk—le protegería.El capitán asintió levemente, observando con seriedad a la espía y a su hija.

          —Quiero hablar con ella.

          —Está bien, me rindo—dijo Erika saliendo, pero antes de cruzar el umbral observó a Rogers—. Te lo advertí.

          Y sin más, salió de la oficina. Natasha observó a Steve, con rostro serio, mientras que le tendía el expediente—Steve, ten cuidado.

          El rubio asintió mientras que giraba sobre sus talones y se encaminaba hacia la puerta, salió sin despedirse y fue directamente hacia el ascensor. Las puertas se abrieron y no había nadie dentro, entró y observó por el vidrio a la ciudad de Washington.

          —Ala de detención—ordenó.

          'Confirmado.'

          Las puertas se cerraron y el ascensor comenzó a bajar. Steve abrió la carpeta y miró la foto de la joven, pero esta vez la miró con detenimiento, examinando cada rasgo de la muchacha. Cabello castaño, ojos verdes, piel más o menos pálida. Steve se sintió algo atraído por aquella muchacha pero lo que más le decepcionó fueron sus antecedentes. Realmente se preguntaba si ella pudo ser capaz de cometer muchos homicidios en su sano juicio, realmente era un arma letal. Siempre que intentaban buscarla, nunca la encontraban. Rogers sabía que dentro de la cara bonita de Irina había una muchacha con violencia, demasiada violencia. Y Rogers se encargaría de verlo con sus propios ojos.

          Las puertas del ascensor se abrieron, permitiendo la salida del super soldado, mientras que observaba el largo pasillo. Caminó con tranquilidad, avanzando a un paso normal, mientras que veía la puerta blindada que se encontraba custodiada por dos guardias. En cuanto se detuvo para presenciarla, los guardias se hicieron a un lado y Rogers entró. Vio un ventanal enorme que daba hacia una habitación blanca y gris, con una camilla de metal en el centro. Y ahí fue cuando la vio.

          La muchacha estaba de recostada, boca arriba y mirando el techo, jugando inconscientemente con los dedos. Steve se detuvo para examinarla, lentamente, descubriendo que solamente era una muchacha común y corriente pero al ver sus ojos, juró que estos eran azules. No verdes.

          Steve dejó el expediente en el panel que había allí y se cruzó de brazos.

          —Así que tú eres Irina.

          La muchacha giró su cabeza y observó al rubio. Juró que había quedado hipnotizada.





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