Gon
Hay quienes consideran que la conexión que existe entre dos auténticas almas gemelas es algo demasiado único y etéreo para la simple mente humana.
Las almas gemelas cuyos lazos son más fuertes que otros, tienen la capacidad de sentir el dolor físico del otro, incluso las cicatrices quedan grabadas en ambos cuerpos; porque estas personas no sólo deben compartir vivencias, recuerdos y amor, también dolor. Ese sería el lazo que los ataria por siempre.
A Gon le gustaba creer en las historias que su tía Mito solía contarle antes de dormir cuando era pequeño. Su favorito era el de las almas gemelas y su dolor compartido. Para su infantil mente era fascinante el hecho de que dos personas estén destinadas a estar juntas, sin importar género, clase social o el lugar donde estén. Su secreto era que soñaba con tener una historia así de bonita con alguien... Encontrar a la persona para la que nació y ser felices juntos.
Pero por ahora eso debía esperar. Él mismo se puso el cargo de ser quien llevaría el alimento a su casa. Vivía en el campo junto a su tía Mito y la abuela Abe, así que todos los días salía al bosque a recoger frutas y pescar. A veces no podía evitar lastimarse, ya que trepaba árboles muy altos o algún animal lo perseguía y debía correr.
Los moretones y raspones empezaron a formar parte de su cuerpo día a día, pero eran mínimos, casi irreconocibles. Hasta que un día sufrió una fuerte caída que resultó en un gran moreton en una de sus mejillas que, por supuesto, tía Mito no pudo pasar por alto. Regañó a Gon, pero él continuaba saliendo, ya sea para recoger frutas o simplemente correr por el bosque.
La herida más grande que había sufrido fue el ataque de un oso, aunque logró escapar a tiempo no pudo evitar que el animal lo arañara en el lado derecho del abdomen. La sangre había traspasado su ropa y Mito lo había notado. Fue castigado sin salir durante una semana.
Pero Gon no podía resistirse a corretear por el bosque y trepar por los árboles. Al criarse sin ningún tipo de tecnología más que una radio y un pequeño televisor, ese era su centro máximo de diversión. Así que se escapaba; se encerraba en su cuarto con la excusa de que iba a leer un libro, así no lo molestarian por algunas horas. La primera salida le salió cara, pues persiguiendo a un conejo rodó por una colina y al caer el impacto en su rostro fue tan fuerte que su visión se borró unos segundos y cuando fue consciente sangre goteaba de su nariz. Al llegar a casa a curarse fue cuando notó el raspon en su rodilla.
Al día siguiente, Gon decidió que se quedaría en casa pues aún le dolía la cabeza por la caía anterior. Se encontraba desayunando tranquilamente junto a su tía y su abuela, cuando sintió algo así como un impacto en su boca, seguido de un palpitar en sus labios. Instintivamente se llevó una mano hacia la zona.
—¿Ocurre algo, Gon? —preguntó tía Mito.
—No, nada. —Quitó su mano y la cara de su tía se transformó en una expresión del susto y preocupación.
—¡Gon! ¿Que te hiciste?
—¿Qué? —Volvió a tocar la esquina de sus labios y sintió la humedad. Inspeccionó sus dedos y los encontró manchados de sangre.
¿Habria sido la caída de ayer? No era posible...
—¡L-lo siento! D-debo haberme golpeado en algún lugar.
La tía Mito lo curó con paciencia y amor mientras que la abuela Abe observó la situación en silencio y de forma analítica.
Al día siguiente la situación quedó olvidada y Gon volvió a escaparse. Ésta vez regresó a casa con arañazos en sus piernas y leves raspones en sus brazos. No era nada grande, y estaba aliviado porque así Mito no lo notaría.
Pero, mientras le ayudaba a su tía a lavar los platos notó el moreton en uno de sus brazos. Intentó cubrirlo con su manga y en cuanto termino rápidamente se marchó de allí. Antes de llegar a su habitación se encontró con su abuela, quien tenía una leve sonrisa en su rostro.
—El destino está algo juguetón, eh. —Se marchó mientras reía. Gon no supo interpretar sus palabras en ese momento.
Llegó a su habitación, aún con las palabras de su abuela rondando por su mente.
Destino... destino... destinado... persona destinada... alma gemela... ¡alma gemela!
Recordó la historia del dolor compartido y tuvo que tomarse unos segundos para procesarlo.
—¿De verdad...?
Miró su mano. Si de verdad su alma gemela estaba detrás de aquellos misteriosos golpes, debía comprobarlo. Salió al patio y buscó una roca enorme. Una vez encontrada, la golpeó con toda la fuerza que tenía. Revisó sus nudillos y notó que estaban rojos y cubiertos levemente de sangre.
Si mañana aparece otro golpe, sería oficial. Tenía un alma gemela en algún lugar del mundo que está sufriendo de todos esos golpes.
Y en efecto, al día siguiente al entrar a ducharse notó dos cortes en uno de sus muslos.
—¡¿Eh?! ¡No exageres, alma gemela! —Se sintió algo extraño al hablarle a la nada.
Vaya que ardieron esos cortes al entrar en contacto con el agua.
—Así vamos, eh...
Esta vez no fue una caída accidental la que tuvo, ahora fue a propósito. ¿El resultado? Un chichon en su frente y un raspon leve en el codo.
La venganza de su alma gemela se manifestó al día siguiente en forma de moreton en una de sus costillas. Y Gon le respondió con un corte en la rodilla.
Así fue durante varios días, teniendo que ocultar sus marcas a tía Mito y aguantando constantes dolores. Su ultimátum, fue cuando su padre llegó de visita. Estaban sentados frente a frente. Gon le contaba acerca de sus días con su tía y su abuela, Ging lo miraba aburrido pero aún así escuchaba... Hasta que cierto suceso lo distrajo. Gon paró de golpe y su mirada se perdió durante unos segundos.
—¿Estas bien? —Alzó una ceja.
—Si, si. Dame un segundo. —Se tocó arriba de la ceja por un breve momento y para cuando quitó su mano ya había un corte sangrante allí.
—¿Que demonios...?
Gon no lo ocultó más y le contó todo. Quizá el sepa algo... pero no supo interpretar su silencio y su mirada juzgadora.
—¿Y? ¿Sabes si es real la historia? ¿Deberia preocuparme?
—Oh, la historia es real. Muy real. Hay casos comprobados aunque no son muchos.
—Entonces... estoy destinado a alguien. —Sin querer una leve sonrisa se formó.
—Te aconsejo que dejes de responder con golpes también. Sé que sales al bosque y se que te lastimas constantemente ¿no has pensado que esa persona debe estar enojada por eso?
—Eh... no lo consideré —rio nervioso.
Luego de esto Ging habló con Mito acerca de la paga del colegio, que ya estaba a punto de iniciar. Puede que su padre no esté con él muy seguido, pero para "compensarlo" paga la cuota de un colegio privado realmente caro, pero con buenas referencias.
Esta vez Gon consideró lo que le había dicho Ging y dejó de lastimarse a propósito, pero aún así debía salir al bosque a recoger frutas y aunque trató de no lastimarse mucho, aún terminaba con heridas leves.
—Espero que no estés molesto, alma gemela —susurró a la nada.
La noche antes del primer día de de clases salió a dar una vuelta. Caminaba en silencio y con la mirada clavada en sus pies. El helado viento se colaba en su ropa y le provocaba leves temblores de vez en cuando. Estaba a punto de regresar a casa cuando escuchó un grito.
—¡D-dejenme! —Era una voz aguda e infantil. Gon no dudó en correr hacia el lugar donde provenía.
Dentro de un estrecho y oscuro callejón, dos adolescentes altos y corpulentos acorralaban a un niño. Dedujo por sus sonrisas maliciosas y la manera en que registraban los bolsillos del niño que seguramente estaban intentando robarle.
—¡Oigan idiotas! —Rápidamente corrió y empujó al que tenía al niño agarrado de su camisa. Éste cayó al suelo junto a su atacante.
—¡¿Que te pasa?! —le gritó el otro con la intención de golpearlo pero Gon lo esquivó ágilmente y sujetó su brazo.
—Huye —le dijo al niño, quien no perdió tiempo y aún con su inocente mirada llena de temor, huyó de la pelea que estaba empezando.
En resumen, Gon no los golpeo, jamás se rebajaría a eso, solo esquivaba mientras trataba de buscar la forma de escapar. Justamente cuando lograron acercar el primer golpe en su boca que logró tumbarlo al suelo, llegó más gente que detuvo la pelea. Las personas de alrededor sabían que Gon era un buen chico y que decía la verdad cuando les contó lo que pasó, así que lo dejaron ir. Al llegar a casa y mirarse al espejo, notó el feo moreton que se había formado bajo su labio...
Al día siguiente tuvo que levantarse pronto ya que vivía algo lejos del colegio y tardaría en llegar. Los rumores de su pelea ya habían llegado a oídos de Mito, pero esta vez no lo regaño de forma severa. Ging llegó por él, notó el golpe pero no dijo nada.
A pesar de levantarse muy temprano, el tráfico le hizo llegar tarde. Para cuando ingresó ya solo habían dos o tres estudiantes corriendo por los pasillos. Estaba por ir a su salón cuando la señora que hacía la limpieza se cruzó en frente. Ya era una señora de edad avanzada y a pesar de eso cargaba en sus brazos una caja con varios objetos metálicos dentro, vaya que debía pesar. Suspiro, no podía resistirse a ayudarla. La anciana al principio dudó, alegando que ella podía pero Gon termino convenciendola.
Y ahora le tocaba correr hacia el armario para guardar la caja y no llegar tan tarde. Pero cuando ya estaba por llegar sintió un gran impacto y luego el golpe contra el suelo, seguido el ruido que produjeron los objetos al chocar contra el suelo. Soltó un leve quejido al sentir ardor en su mejilla.
—¡Lo siento! ¿Estas bien? —Alzó la mirada y su corazón dio un vuelco.
Había chocado con un chico. Su cabello desordenado asemejaba a la nieve, pulcra y brillante; sus grandes ojos eran de un intenso azul y sobre ellos habitaban unas largas pestañas; le pareció increíble lo pálida que era su piel; sus labios rosados formaban una mueca de dolor y bajo ellos había un moreton... ¡un moreton! ¡Era el mismo que él tenía! Su mueca se debía al corte que se había hecho en la mejilla, seguramente con una de las cosas que sobresalía de la caja. Inevitablemente tocó su mejilla también y notó la sangre que empezaba a salir de su resiente corte.
Ambos se mantuvieron en trance, mirando al otro sin saber cómo reaccionar. Hasta que finalmente Gon salió de la hipnosis que los ojos azules habían provocado en él y solo pudo articular:
—¿Eres tú?
Sabía que debía estar sonriendo. Su voz salió tan suave y esperanzada.
El chico albino aún se mantuvo inmóvil durante unos segundos más hasta que su cara se deformo en una mueca de enfado. La sonrisa de Gon se borró.
—¡Eres tú! —soltó un grito lleno de cólera.
Sé que sales al bosque y se que te lastimas constantemente ¿no has pensado que esa persona debe estar enojada por eso?
Ahora pudo comprobar que Ging si tenía razón.
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