EXTRA: Rata | parte 5


Llevaba tiempo siendo el líder de los Barrenderos. Tenía el respeto de todos ellos, y aunque era un trabajo pesado por ser jefe también era mucho más ligero que ser el mejor elemento de D.E.A.T.H. Omar estaba dispuesto a hacer crecer la agencia como una muestra de respeto a su madre.

Iba seguido a ver a su familia al mausoleo. Solía conversar con ellos y contarles los logros en los barrenderos. Cuando se unían nuevas personas, cuando los contrataba alguien importante, o los trabajos que eran tan raros que siempre formaban parte de una anécdota divertida.

Omar era un buen líder, muy apreciado por su gente y también muy respetado. Era usual que al finalizar un trabajo bebieran unos tragos juntos, como una gran familia.

A veces también iba de visita a Assassin, y aunque no tenía una buena relación con Julio –debido a las amenazas que él envió—, se tenían mucho respeto mutuo. Julio tomaba muy en cuenta la opinión de Omar.

Le gustaba ver a los novatos entrenar y descubrir los nuevos talentos. Podía saber el futuro de cada uno solo con verlos. Los que se rendían, los que se convertirían en grandes asesinos, o los talento nato. Estaba mirando el entrenamiento de los novatos cuando vio a una enorme mujer pelirroja dar órdenes a un par de novatas. Era alta y fornida, de grandes músculos y volúmen, con un físico que avergonzaba incluso a los hombres de allí. Tenía el cabello pelirrojo por los hombros y una mirada dura al regañar a sus aprendices.

—¡Diosito querido, matame y haceme renacer entre ese culazo! —dijo con una sonrisa al verla, entonces miró a Julio a su lado, que siempre le hacía compañía en sus visitas—. ¿Quién es esa diosa amazona?

—¿Quién? —preguntó Julio, algo distraído, pues estaba más concentrado en ver a unos fuertes novatos entrenar.

Omar lo miró de reojo y sonrió, porque era muy notorio para todos en Assassin cuáles eran los intereses de Julio.

—La pelirroja que parece una amazonas —repitió, porque sabía que esos músculos lo tenían distraído a Julio—. ¿Quién es?

—Pamela. Vos la recomendaste para líder de los profesionales.

—¡¿Esa es Pamela?! —chilló.

—¿Algún maldito problema? —gruñó ella desde lejos, pues lo había oído.

Omar se puso de pie muy rápido y caminó hacia ella con una sonrisa de galán, mientras que Pamela se había cruzado de brazos para verlo con una ceja alzada. Él la miró de arriba abajo con una sonrisa claramente libidinosa, y apreció cada uno de sus fuertes músculos, especialmente sus grandes piernas.

—La última vez que te vi te faltaban varios kilos de músculos —dijo con una sonrisa—. ¿Pelo rojo?

—Me gusta el pelo rojo, ¿algún problema con eso? —volvió a gruñir ella—. ¿Tengo que preguntarte primero de qué color teñirlo?

—Prefiero que me preguntes cuándo voy a ir a tu cama.

—Unite a la fila —Alzó una mano y chasqueó los dedos—. La fila de los imbéciles que creen tener oportunidad.

—Uy, qué ruda. ¡Me encanta! —se rió y posó sus dedos bajo la barbilla de ella, para poder verla fijo a los ojos verdes—. Una noche conmigo y se te pasa.

Pamela le dio un puñetazo con molestia.

—¡No me molestes!

—Ufff, qué rico. Pegame otra vez.

Ella torció sus labios en un gesto asqueado y se alejó enseguida de allí, dando por finalizada sus clases a las novatas. Omar quiso seguirla, sin embargo oyó la voz de un hombre tras él.

—Con ella no tendrá suerte, Leiva, rechaza a todos. Y si por milagro acepta una salida es muy quisquillosa, y es probable que te mande a la mierda a los cinco minutos.

—¡Me encanta! —se rió, siguiéndola con la mirada.

Se acercó hacia Julio para despedirse de él. El joven jefe de Assassin estaba fumando un cigarrillo mientras observaba el entrenamiento de su gente, esta vez con verdadero interés por la forma y no tanto por sus cuerpos.

No era ningún secreto en Assassin los gustos y preferencias de Julio. Todos sabían quiénes frecuentaban su habitación, pero era un secreto que no salía de Assassin, pues todos respetaban a su jefe. Eran verdaderamente leales a él.

—El rubio te mira bastante, Julio —dijo Omar al pasar a su lado—. ¿Dónde suele estar Pamela?

Julio primero miró hacia el asesino de cabello rubio que daba volteretas en el aire y, a veces, dirigía una mirada interesada hacia su jefe. Julio alzó sus cejas con interés, pero dirigió su mirada fría y oscura hacia Omar.

—Cuando escapa de los degenerados como vos suele ir a la terraza a tomar aire.

—Qué ganas de tomar aire…

Sin embargo, aunque quería ir a las terrazas, Omar tenía trabajo que hacer y debió irse a limpiar una escena de Wolff. Eran trabajos muy divertidos para él, porque aunque Wolff era muy sucio le gustaba adivinar las emociones que atravesaban a su cliente para haber dejado ese desastre.

Los días que tenía libre regresaba a Assassin en un nuevo intento por conseguir la atención de Pamela. Ella siempre lo rechazaba, a veces con palabras, a veces con golpes, otras tantas con un simple silencio que acompañaba a una mirada despreciativa. Él se lo tomó como un reto, porque mientras más lo rechazaba, más le atraía.

—¿Pamela? —preguntó Jack con sorpresa, mientras tomaban una cerveza—. La conozco de nombre, renunció a ser líder de los profesionales para poder entrenar a las novatas.

—¿Solo novatas?

—Solo novatas.

—¿Y por qué solo novatas?

—Qué carajo sé yo, soy de Mörder, vos sos el de Assassin, Rata —se rió con ánimo—. Tiene la edad de Gretchen, se supone que tenés que conocerla.

—Qué sé yo, no soy un enfermo, no miraba a las nenas cuando estaba en Assassin —gruñó, para luego suspirar—. Y la última vez que la vi siendo adulta era muy distinta a cómo se ve ahora.

—Puedo hacer averiguaciones.

—Por favor —dijo al alzar su vaso de cerveza para darle énfasis a su pedido.

Con Wolff se llevaba bien, a veces se juntaban a tomar algo solo por salir un rato, sin necesidad de que hubiera un trabajo entre medio. Tenían mucho en común y la pasaban bien cuando estaban juntos. A veces terminaban en peleas con otras personas porque Omar no se quedaba callado ante nada.

Para los dos, que siempre fueron tan solitarios y no tenían amigos, esos momentos donde se juntaban a tomar unos tragos eran muy valiosos.

Omar continuó yendo a Assassin en un intento por conquistar a Pamela. Ella era tan arisca, tan agresiva al rechazarlo, que a él le gustaba mil veces más. Se encontraba en las noches observando el techo mientras pensaba qué método utilizaría esa mujer para mandarlo a la mierda la siguiente vez.

—¡Por Dios! —chilló Pamela cuando lo vio entrar en la zona de entrenamiento—. ¿No te vas a rendir nunca?

—¿Yo, rendirme? —se rió él mientras se cruzaba de brazos—. Eso nunca.

Ella dejó ir un largo suspiro muy agotado y lo analizó de arriba hacia abajo, observando el cuerpo fuerte de Omar.

—¿Qué es lo que querés conmigo? —siseó ella.

—Solo una cena —sonrió ampliamente—. Una sencilla comida y una conversación.

Pamela alzó una ceja y volvió a mirarlo de arriba hacia abajo.

—Si hacés veinte dominadas tal vez lo piense.

Omar sonrió incluso más y con un gesto divertido se acercó a la barra. Le dirigió a ella un guiño y se acomodó para poder levantar su propio peso, que no era poco. Comenzó a levantarse en la barra y a veces le dirigía una sonrisa pícara, pero luego se concentró en levantar veinte veces sus ciento diez kilogramos de peso.

Al principio Pamela solo lo miraba con una sonrisa de triunfo porque nadie en Assassin era capaz de hacer esa cantidad de dominadas sin parar, pero mientras más lo hacía Omar, más le cambiaba el rostro a ella. Él no se detuvo en veinte, aunque le costó un poco se esforzó en llegar hasta veintiséis y luego bajó. Estaba cansado pero colocó sus manos en la cadera para mirarla con una sonrisa.

—Bueno, dijiste veinte, mi amor, e hice veintiséis. ¿A qué hora paso por vos?

Pamela masculló cientos de insultos por lo bajo pero alzó su barbilla al cruzarse de brazos, firme ante él.

—Solo una cena, nada más —gruñó ella.

—Paso por vos a las nueve —le guiñó un ojo y se alejó de allí, muy contento.

Fue silbando todo el camino con mucho ánimo, aunque tuvo que estirar los músculos de sus brazos un par de veces. La última vez que había competido en dominadas fue contra Jack, quien pesaba más que él y había hecho más levantamientos.

Cuando llegó a su casa se sentó frente a la isla de la cocina para tomar una taza de café. Pensaba mucho en su madre, en Raúl y María. Pensaba en cada uno de sus hermanos, especialmente los días en donde el silencio de la enorme casa se hacía más notorio. A veces miraba hacia el comedor y recordaba a sus hermanos en los asientos, las risas y bromas. Recordaba a su madre en su gran asiento, cual trono, en la cabecera de la mesa.  Recordaba el aroma de sus comidas.

Omar extrañaba tanto a su familia, y se sentía tan solo. Siempre se había sentido solo, especialmente siendo el mejor elemento de D.E.A.T.H., pero la presencia de Raúl siempre había sido un alivio. Su ausencia era muy notoria, y muy dolorosa.

No era alguien que le gustara ser melancólico, así que con un suspiro fue hacia el baño privado de su habitación para darse una larga ducha. Debía prepararse para llevar a Pamela a cenar, y aunque quería llevarla a un gran restaurante sintió que eso no iba con él. Sería él mismo en la cena, si a ella entonces no le gustaba la dejaría en paz.

Con una sencilla remera negra, un pantalón de igual color, en compañía de un cinturón y sus botas a cordones, se sintió listo para partir. Se colocó colonia y un reloj de muñeca que le había regalado su hermano Raúl cuando cumplió treinta. No pensaba ponerse una camisa ni ninguna otra ridiculez.

Cuando estacionó dentro de Assassin dio aviso a los guardias de su llegada, quienes le desearon suerte con Pamela. Muchos en Assassin habían hecho apuestas de cuándo se rendiría él, cuándo cedería ella, incluso cuánto tardaría ella en partirle nuevamente la nariz. Todos sabían el carácter difícil que Pamela tenía y cómo prefería estar sola antes que aceptar que un hombre se le acercara.

Cuando ella apareció por allí, Omar sonrió ampliamente al verla. Lucía un bonito vestido negro y corto que enseñaba sus musculosas piernas, sandalias y maquillaje en su rostro. Hizo un silbido de admiración al verla y no dudó en agregar:

—Qué buen día para estar vivo, carajo. Tanta carne argentina y yo con hambre.

—Soy muy fuerte y el primer dedo que quieras ponerme encima te lo voy a partir —dijo ella al picarle el pecho con su dedo índice.

Con un ademán educado la invitó a subir al auto y ella, con desconfianza, se acomodó en el asiento del copiloto. Él se ubicó al instante en el asiento del conductor para poder salir de Assassin.

—Estás acostumbrado a que todos te chupen el culo, ¿verdad? —gruñó ella, cruzada de brazos.

—Prefiero que me chupen la verga.

Pamela rodó los ojos y miró por la ventanilla con impaciencia, esperando ya llegar hasta el lugar donde cenaría para poder finalizar rápido con esa cita. Quería volver a Assassin y recostarse en su cama a dormir luego de un largo día de entrenamientos.

Se detuvieron en un bar, por lo que ella alzó una ceja y dirigió sus ojos verde claro hacia él.

—Creí que iríamos a un restaurante.

—¿Querías ir a un restaurante? —preguntó él al verla.

—No —admitió ella, dejando ir un suspiro—. Me siento más cómoda en un bar.

Él sonrió por lo bajo, porque aunque no tenía ni idea de sus preferencias, él prefería que fuera algo más informal para no asustarla. Se ubicaron en una mesa para dos y pidieron ambos una cerveza. Al principio Pamela se mostró muy incómoda, por eso fue él quien comenzó a hablar para aligerar el ambiente.

—Sé que soy exasperante, pero en verdad me volvés loco —dijo con una sonrisa y sorbió un trago de cerveza—. Naciste en Assassin también, ¿verdad?

—Sí. Cuando Jonathan hizo el fraticidio para tener el poder yo tenía dos años —dijo ella y lo miró fijo a los ojos—. Mi padre nos encerró en una habitación para que no nos sucediera nada, aunque él murió a manos de Brunhilde Wolff por intentar proteger al líder de Assassin.

Él se mantuvo en silencio por un momento, porque ese no era un buen día para recordar. Cinco de sus hermanos habían muerto, dos lo hicieron frente a sus ojos.

—No es un grato recuerdo —dijo y sonrió—. Kasch Wolff me rompió las costillas.

—Pero eras un niño en ese momento, ¿verdad?

—Sí. Le arranqué un buen trozo de oreja y lo apuñalé —dijo con una risita—. Su hijo ahora es mi mayor cliente. Curiosidades de la vida.

Pamela sonrió por eso y bebió otro trago de cerveza, mientras que él la observaba con atención. Podía ser incluso una muñeca Barbie, una Barbie amazonas o vikinga, pues su rostro era tan bello y perfecto. Era el rostro más hermoso que había visto alguna vez, de rasgos delicados y nariz pequeña y fina, con unas casi imperceptibles pecas en su nariz.

Conversaron de Assassin más que de cualquier otra cosa, pues era lo que tenían en común al haber nacido ambos allí. Él le contaba sobre el periodo de Óscar al mando, ya que ella solo había conocido el de Jonathan y Julio. Y luego de un par de cervezas él pidió comida, dos hamburguesas cuádruples.

—Estás en volúmen, ¿verdad? —dijo él con una sonrisa—. Una buena hamburguesa te va a venir genial.

Pamela sonrió al asentir. Las pocas veces que aceptaba alguna invitación solía ser con otros asesinos de Assassin o Naemniki, quienes la llevaban a restaurantes finos para alardear su fortuna. Le invitaban ensaladas o sushi, sin embargo Omar sin mucho problema le ofreció una sencilla hamburguesa.

—Fuiste el mejor elemento —dijo ella luego de darle un mordisco a su comida—. Yo presencié esa pelea con Pietrzak, eras bueno.

—Dejar de serlo fue un alivio —dijo él y dio un sorbo a su cerveza—. Soy más feliz limpiando. Supongo que es muy poco romántico o sexy decir que me siento más cómodo entre cadáveres, pero esa es la verdad.

Ella lo miró con atención mientras que Omar comía esa hamburguesa. Había esperado que se pusiera a alardear ese puesto único al que más de un asesino aspiraba tener. Muchas de sus citas se basaban en cómo los hombres alardean su poder, sus contactos y relación con Julio.

—¿No vas a alardear sobre eso? ¿Siendo tan imbécil siempre?

—Nah —se rió Omar—. ¿Por qué alardearía de dormir solo tres horas y apenas tener tiempo para respirar? Me deshago de los cadáveres, ¿sabés cómo quitar manchas de sangre de la ropa? Eso me parece mucho más interesante.

—No, la desecho.

—¡¿Qué?! ¡¿Cómo vas a desecharla?! No, mi reina, yo te enseño —dijo con una sonrisa amistosa y su dedo índice en lo alto, para dar énfasis a sus palabras—. El truco es agua oxigenada.

Pamela se rió pero prestó atención a su explicación, porque Omar no le explicaba como si se estuviera burlando de ella, ni siquiera como si la tratara de ignorante. Lo hacía con tranquilidad y amabilidad, y al hacerlo se notaba su pasión por su trabajo de barrendero, pues le brillaban los ojos ante cada nuevo truco.

—¿Querés otra hamburguesa? —preguntó él al señalar el plato vacío—. Los cuerpos grandes deben comer bien.

Diciendo eso llamó al camarero para pedir dos hamburguesas más.

—Sos menos imbécil de lo que creí en un principio —se rió Pamela.

—No intentes coquetearme, palomita, que soy un hombre de Dios y no puedo ir a tu cama sin anillo en mi dedo —dijo y guiñó un ojo.

Pamela explotó en una carcajada y él la imitó. Sus risas eran estruendosas y llamaban la atención de las personas en el bar, quienes los miraban con curiosidad.

Pasaron el resto de la noche conversando de diversos temas, desde música –pues a Omar le gustaba el heavy metal mientras que a Pamela el rock nacional–, hasta aspiraciones a futuro. Luego, cuando sintieron que estar allí en el bar ya era suficiente, decidieron dar por finalizada la cita. Omar manejó hacia Assassin para poder dejarla allí, pues tal y como había prometido solo sería una cena con una agradable conversación.

—Que descanses bien, palomita.

Pamela le dedicó una sonrisa y lo saludó con un beso en la mejilla antes de bajar, pero se apoyó en la ventanilla abierta para poder hablarle.

—Gracias por no presionarme.

—Técnicamente hablando te presioné para salir conmigo hoy —dijo él con una risita.

—Me refiero al «después» de cenar. Gracias por no presionarme para hacer nada más —dijo con una sonrisa.

Omar cambió los gestos en su rostro, se volvieron más serios y oscuros.

—Palomita, no deberías agradecer esa clase de cosas, es lo básico.

Ella apretó los labios pero le dedicó una última sonrisa y lo saludó con un movimiento de mano antes de entrar en las instalaciones de Assassin.

—¡Tal vez pronto te invite otra hamburguesa! —le gritó antes de que ella cerrara la puerta.

Y aunque no recibió una respuesta, y tal vez ella no había llegado a oírlo, se sintió tranquilo. No sentía esa paz desde hacía muchos años.

~ • ~

Debido a que estaba saturado de trabajo no había podido ir a Assassin a ver a los novatos entrenar, o a Pamela. Estaban teniendo mucho éxito en los barrenderos y cada vez más asesinos contrataban sus servicios.

Omar guiaba a su gente, aunque él personalmente solo se encargaba de los trabajos del Wolff. Sin embargo hubo un contrato de emergencia por parte de un asesino anónimo que les había pagado por adelantado y en efectivo. Si pagaban, ni a Omar ni a los demás Barrenderos les importaban las explicaciones.

Viajaron hacia el lugar de la limpieza, con todos sus elementos y la camioneta lista para transportar los cuatro cadáveres requeridos. Sin embargo ya desde afuera todo se veía sospechoso, y esto empeoró no bien ingresaron en la casa. Las paredes estaban llenas de hollín al igual que el techo, cristales rotos se encontraban en el suelo.

—Este lugar huele asqueroso, limpiar esto va a ser difícil.

Solo bastó un pequeño vistazo para notar que todo estaba lleno de hollín y ceniza, los muebles quemados, y el desagradable olor a carne y cabello chamuscado llenaba todo el lugar. Omar se alegró de tener una buena mascarilla.

—Rata, hay alguien acá...

—¿El blanco?

Diciendo eso se acercó al rincón de esa sala de estar cubierta de hollín y cenizas, donde un cuerpo se veía allí. Era un hombre adulto, gran parte de su cuerpo había sido tocado por el fuego, su ropa estaba quemada y su piel chamuscada y retorcida al rojo vivo. Tenía heridas de bala en una pierna y en la espalda, y aunque sangre había a su alrededor, no parecía continuar sangrando de sus heridas, quizá por el mismo fuego.

Uno de los barrenderos lo movió con el pie y, al hacerlo, el rostro con la piel retorcida de ese hombre se vio allí. Omar lo reconoció, pudo reconocerlo pese a su mal estado, y no dudó en agacharse en el suelo para fijarse si estaba muerto. Colocó sus dedos en la arteria carótida del hombre, tenía pulso, muy débil pero aún estaba con vida. Quizá harían tiempo para salvarlo.

—¡Es Pietrzak! —dijo Omar y se puso de pie al instante—. Comiencen a limpiar los blancos, no se preocupen por el hollín. Tengo que hacer una llamada...

Se alejó de allí unos metros solo para asomarse por una ventana destrozada por el fuego, el vidrio se había reventado. Vigiló el exterior en un rápido vistazo, pues claramente alguien había traicionado a Pietrzak, alguien lo quería muerto, y quizás ese alguien aún estaba cerca. Tomó su teléfono una vez se aseguró de que no habían ojos curiosos o espías en las cercanías, y se oyó el tono un par de veces hasta que esa voz grave le atendió.

—Rata, ¿qué pasa? Estoy volviendo de...

—Necesito que vengas ya mismo, encontré el cuerpo de Pietrzak en el lugar de la limpieza —dijo Omar con el rostro serio.

—¿El cuerpo? Eso no es posible.

—Está vivo, pero no sé por cuánto tiempo, vení ya.

—¡Estamos hablando de Nahuel, eso no es posible!

—Te sorprendería todas los imposibles que se vuelven posibles, Wolff —siseó Omar.

Se oyó un suspiro preocupado al otro lado del teléfono.

—Enviame la ubicación, estaré en cinco.

Luego de esas palabras Wolff colgó la llamada. Omar entonces se acercó nuevamente a Nahuel en el suelo, en un estado patético. Se aseguró de que ya no sangrara de sus heridas, para evitar que muriera desangrado.

—Debería alegrarme por esto, hijo de perra —murmuró al ver el rostro inconsciente de Nahuel—. Debería bailar en una pata por mi viejita, pero hay algo muy raro en todo esto, Pietrzak. Muy raro.

Cuando Wolff llegó encontró que Omar había limpiado el cuerpo de Nahuel y también sus heridas. Jack solo pudo mirar al mejor asesino de D.E.A.T.H. en ese estado, y pese a sus heridas lo tomó en los brazos allí en el suelo.

—¡¿Qué pasó?! —le gritó a Omar.

—No lo sé, lo encontramos así.

—Hay que llevarlo a la clínica o va a morir.

Se puso de pie con el fuerte y pesado asesino en sus brazos para poder acomodarlo en el asiento trasero del auto. Nahuel hizo un sonido cargado de dolor cuando lo apoyó allí.

—Nahuel, Nahuel escuchame —dijo Jack al tomarlo de la mejilla, del lado sano—. Nahuel abrí los ojos.

Él, con dificultad, abrió su ojo derecho que estaba sano, pues el párpado izquierdo estaba herido.

—Saba… tini… —masculló con una furia muy notoria en su ojo sano.

—Podemos ir ahora a Mörder, te llevo en este momento y le decís a Gretchen lo que pasó para que ella misma lo mate —dijo con el rostro serio—. O podemos ir a la clínica a que te atiendan hasta recuperarte, pero para eso tenés que estar muerto.

—Muerto…

Jack giró hacia Omar, quien asintió al instante y comenzó a dar órdenes a los barrenderos. Debían conseguir un cuerpo de contextura física similar a Nahuel, causarle las mismas heridas de bala y quemarlo hasta que estuviera irreconocible.

—Voy con ustedes —dijo Omar con el rostro serio.

Se subió al asiento del acompañante para poder ir hasta la clínica donde Jack solía tratarse heridas graves, pues allí no hacían preguntas y todo era confidencial, siempre y cuando pagara lo suficiente. Jack pagaría por la atención de Nahuel y todo lo que se necesitase para su tratamiento.

Omar fue todo el camino con el rostro serio. Había odiado por años a Nahuel, por ser un engreído, por el peligro que simbolizaba, por ser el lameculos de los Moms, y especialmente por haber matado a su adorada madre.

—¿Quién es Sabatini? —le preguntó a Jack mientras esperaban que los doctores atendieran el grave estado de Nahuel.

—Un pendejo de mierda, el aprendiz de Gretchen —gruñó Jack—. Un enfermo que debí matar hace años.

—¿Quería el puesto de mejor elemento?

—Al morir Nahuel ese puesto pasa a mí al instante —siseó—. Si ese era su plan le salió muy mal, pero ese enfermo solo quiere poder. Hay algo más ahí.

Se quedaron en silencio cuando salió una enfermera de la sala de cirugía donde estaban atendiendo a Nahuel. Ella, con su barbijo puesto, asintió con respeto hacia ellos y le extendió a Jack un papel.

—Estuvo consciente unos minutos antes de comenzar y me pidió que le diera esto.

Luego volvió a ingresar en la sala.

Jack abrió el papel doblado, había una dirección y contraseñas de sus cuentas escrito con una delicada letra que no pertenecía a él, por lo que era claro que lo había dictado.

—Ante su muerte Gretchen va a tomar el poder de sus cuentas. Tengo que irme, Rata. ¿Puedo confiarte su cuidado?

—Soy neutral así que no voy a matarlo —dijo Omar con el rostro serio—. Pero si se muere en cirugía probablemente descorche un champagne.

Jack dejó ir un suspiro.

—¿Por favor?

—Está bien, si me lo pedís así no puedo negarme, Wolffcito —dijo con una risotada y le dio una palmada en el hombro—. Andá tranquilo, si lo quisiera muerto no te habría llamado en primer lugar.

Omar se quedó ahí mientras esperaba que finalizara la cirugía, y estuvo también cuando fue pasado a una habitación al siguiente día. Le permitieron quedarse a su lado allí, con Nahuel aún inconsciente.

Sentado en un cómodo sillón de cuero a un lado lo miró allí en la cama de la clínica, con su cuerpo y rostro cubierto por gasas antiadherentes sobre las quemaduras. Algunas eran menos graves que otras, pero todo su aspecto agraciado y atractivo había desaparecido. Nahuel siempre había sido considerado sexy y muy bello físicamente, pero todo eso se había perdido bajo grandes y rojizas heridas por el fuego.

Jack iba a verlo todos los días, le contaba las novedades aunque Nahuel no podía oírlo, pues debido al dolor estaba constantemente sedado. Gretchen había organizado un enorme funeral en su honor, y lo lloró tanto que debió ser sedada.

—Jonathan me nombró el mejor elemento de D.E.A.T.H. —le dijo a Omar ahí a un lado.

—Mis condolencias.

—Pude sacar gran parte del dinero de Nahui, pero no pude hacer nada respecto a su departamento —dijo con un suspiro al mirar a Nahuel—. Gretchen es la dueña actualmente. Voy a conseguirle algo para cuando le den el alta, no sé qué va a hacer él.

Omar no dijo nada pero lo despidió cuando Jack se fue.

A Nahuel le tomó un mes volver a abrir los ojos, y uno más en poder ponerse de pie. Todo lo que él era ya no existía, toda su grandeza, el miedo que imponía, su intimidante mirada, nada existía. Estaba continuamente en silencio y con la mirada baja, y no se animaba a verse en un espejo.

—No puedo regresar —dijo con un leve temblar de manos—. No puedo regresar junto a Gretchen, no soy nada. Me robaron de mi casa para ser un asesino, no soy nada si no estoy en Mörder.

No estaba hablando con Omar, hablaba solo mientras intentaba entender su nueva situación. Sin embargo Omar lo vio temblar, el espasmo de sus manos y su rostro consternado.

—Mi violín, ni siquiera tengo mi violín…

—Pietrzak —dijo con su grave voz—. Tal vez no puedas regresar a Mörder porque estás oficialmente muerto, pero sos más que un asesino. Sos un buen limpiador, y por eso los Barrenderos te detestamos.

Nahuel alzó la vista para verlo, como si recién notara la presencia de ese gran hombre en la habitación. Lo reconoció al instante y por eso se puso a la defensiva, aunque aún muy adolorido. Omar entonces levantó sus manos para demostrar no tener malas intenciones.

—Podés unirte a nosotros, los Barrenderos no tenemos nombre. Somos neutrales y usamos apodos, ni siquiera va a hacer falta mostrar tu rostro porque usamos mascarillas —explicó con sus manos alzadas—. Sos talentoso, podrías ser de utilidad para nosotros y te aseguro que ganarías mucho más. Las limpiezas son más caras que los asesinatos.

—Lo dudo, me pagan diez millones por misión, veinte si requiere de mayor logística —gruñó Nahuel, aún a la defensiva.

—Te robaron de tu casa, vos mismo lo dijiste, y te obligaron a ser un asesino. Ahora estás muerto oficialmente y podés elegir qué hacer con tu vida —insistió Omar—. Serías un buen barrendero, sos muy talentoso.

Nahuel no respondió, sus fuertes medicamentos lo tenían muy cansado constantemente, por lo que no tardó en recostarse otra vez para dormir.

Omar a veces se iba de la clínica para descansar más cómodo, otras salía nuevamente con Pamela. Aunque solo conversaban y tomaban cerveza le gustaba disfrutar de esos momentos con ella, sin necesidad de nada sexual. Entre todo el caos que estaba siendo su vida, Pamela le daba la paz y la normalidad que jamás había tenido.

Cuando a Nahuel le dieron el alta, Jack y Omar estuvieron ahí. Aún se le dificultaba caminar pero conseguía movilizarse despacio, y aunque en un principio se había negado, terminó por aceptar unirse a los barrenderos. Y, debido también a que ya no tenía hogar ni identidad, Omar le había ofrecido alojamiento en su casa.

—Es muy grande, tiene un gimnasio propio, baños privados en habitación —explicó mientras manejaba—. Ni siquiera tenemos que vernos la cara.

—Será solo momentáneo —siseó Nahuel al observar por la ventanilla—. Hasta que pueda conseguir un lugar para mí una vez esté mejor.

Nahuel no permitía que nadie le ayudara, por eso cuando bajó lentamente del auto se enfado con Jack por llevar sus bolsos que había recuperado de las distintas viviendas de Nahuel. Sin embargo no podía levantar ese peso y no le quedó más opción que permitir que esos dos hombres cargaran todo por él.

Omar le enseñó la casa, cada rincón y la habitación que estaba enfrentada a la de él, que pasaría a ser de Nahuel. Sintió un nudo en su garganta al entrar allí, porque había sido la habitación de Raúl por tantos años que cada rincón tenía un recuerdo.

Jack no podía quedarse mucho tiempo debido a que era el nuevo elemento de D.E.A.T.H. y debía mantenerse junto a Gretchen, por lo que se despidió de Nahuel con una palmada amistosa. Omar se quedó junto al tan temido asesino que pasaba su dedo por las superficies, para asegurarse de que todo estaba limpio.

—Me sorprende que esté tan limpio —dijo.

—Estás en la casa de un barrendero, no vas a encontrar una sola telaraña ni una pizca de polvo o grasa por ningún lado —siseó Omar, algo ofendido—. Ponete cómodo, voy a preparar la cena, su majestad.

Lo dejó a solas para que se pusiera cómodo. Sabía que convivir con Nahuel sería una pésima idea, pero su madre siempre le había enseñado a ayudar a los otros, especialmente a alguien que lo había perdido todo como Nahuel.

Comenzó a preparar la cena con música de Judas Priest que sonaba allí. Sabía que Nahuel se había criado como un Moms, por lo tanto además de egocéntrico era igual de fino que ellos. Pensó hacerle una broma justo por crecer con almohadas de plumas y sábanas de seda, y decidió preparar un menú apto para un «concheto» como él.

Cuando finalizó con todo fue a buscar a ese hombre que parecía estar en silencio hacía un buen rato. Pensó que quizá se había quedado dormido, por lo que abrió lentamente la puerta. Sin embargo lo encontró hecho un ovillo con un rostro lleno de pánico, en completa consternación. Nahuel parecía estar en shock, con su respiración acelerada.

—¿Pietrzak?

Él dio un salto algo asustado y cuando dirigió sus ojos de azul grisáceo hacia Omar, este no vio en ellos al monstruo de las sombras. No estaba el tan temido Nahuel allí. Ahí en el suelo solo había un niño asustado.

—Por Dios, no puedo creerlo —dijo Omar con los ojos abiertos de par en par, lleno de sorpresa—. El tan temido Nahuel… ¿solo es un niño asustado?

—¡Andate a la mierda! —gruñó Nahuel al ponerse de pie con dificultad.

—En tu estado no podrías ni enfrentarte a un novato, menos aún contra mí. Ni siquiera lo intentes —se burló Omar y le dedicó una sonrisa egocéntrica—. La cena está lista, niñito.

Regresó a la cocina, donde encendió un cigarrillo mientras colocaba los platos sobre la isla de mármol. Abrió también una botella de vino y sirvió en dos copas, pues ambos necesitaban beber algo fuerte para tolerarse mutuamente.

Cuando Nahuel regresó, con su caminata lenta y adolorida, se ubicó frente a Omar y observó todo a su alrededor con curiosidad. Aunque aún se veía muy frágil y asustado.

—No voy a comerte, no me gustan los hombres —bromeó Omar mientras pinchaba un par de espárragos para saborearlos.

Nahuel observó la comida en el plato, con una bonita preparación. Había estado a dieta líquida por mucho tiempo, y luego la comida de la clínica no era tan buena ni nutritiva. Incluso había perdido su estado físico y sus músculos por la falta de movimiento en meses.

—¿Qué es? —preguntó con desconfianza.

—Si quisiera matarte no sería con veneno, eso es para cobardes. Simplemente te partiría el cuello —dijo con una risita—. Un buen plato de salmón con espárragos para su majestad, no puedo darle polenta con queso a un Moms.

—¡No me digas Moms! —gritó con furia y golpeó la mesa con sus manos, con su mirada fija en Omar.

—No lo intentes, no podés contra mí en tu estado actual —dijo con seriedad, mirándolo fijo y sin miedo a los ojos—. Tal vez debí ofrecerte caviar o alguna de esas comidas pedorras que comen los M…

—No me digas Moms —insistió entre dientes, antes de permitirle terminar la palabra.

Omar solo se rió sin darle mayor importancia, mientras comía tranquilamente su cena, a sabiendas de que él no podía enfrentarlo.

Nahuel solo miró el plato con curiosidad y pinchó primero un espárrago que olió con desconfianza, para después introducirlo en su boca. Imitó la acción con el salmón y cerró los ojos al hacer un suave sonido de placer ante el sabor, lo que llamó la atención de Omar.

—¿No habías comido salmón antes? ¿Qué mierda te daba de comer Jon?

—Comía salmón con… mis padres, de niño —dijo Nahuel casi en un susurro—. Jon decía que el salmón era para mediocres que se creen ricos. Yo comía cualquier cosa que me ayudara a mantener el físico, así que nunca comía cosas sabrosas salvo que las preparara yo mismo.

Omar lo miró con sorpresa.

—Pero fuiste criado con los Moms…

—Por alguna razón todos creen que por ser adoptado por Jonathan tuve una vida de lujos —siseó y volvió a hacer un sonido de placer ante el sabor.

—¡Fuiste criado en la mansión!

—¿Criado? —el tono de voz de Nahuel era irónico—. Fui torturado en una habitación por años, ¿criado de qué? Si me daban un pan debía sentirme agradecido.

Y fue en ese instante en que Omar se dio cuenta de que, en realidad, no sabía absolutamente nada sobre Nahuel Pietrzak. Lo observó comer, los gestos placenteros que hacía ante el salmón. Incluso repitió una porción más con mucho ánimo. Parecía un niño pequeño que probaba chocolate por primera vez, con ilusión y un brillo único en sus ojos.

Omar no podía creer que en verdad ese fuera Nahuel Pietrzak, el tan temido monstruo de las sombras. El asesino que había superado todos los récords de Kasch y que había recibido una caja de oro con solo dieciocho años.

En la madrugada se despertó por el grito de Nahuel, por lo que entró en la habitación de este con una pistola apuntada. Sin embargo allí solo había oscuridad y al encender la luz lo vio nuevamente en el suelo mientras se sujetaba la cabeza, con un rostro lleno de pánico.

—¿Pietrzak?

—El vacío… —masculló Nahuel con el sudor que lo recorría—. Estoy en el vacío… El vacío…

—¿Qué vacío? ¿De qué carajo estás hablando? —resopló Omar y guardó la pistola en su cadera, con fastidio—. Ya dormite y dejate de joder, pensé que había pasado algo.

—El vacío…

Nahuel se veía tan asustado que, pese a tener veintisiete años, parecía un pequeño niño perdido. Ni siquiera parecía ver a Omar allí en la habitación, pues miraba sin mirar, con ojos vacíos. Omar tuvo un pequeño recuerdo de un niño con la misma mirada sin vida, con ojos grises azulados muertos.

—Nahuel —dijo, llamándolo por primera vez por su nombre—. ¿Qué te hizo Jon?

—Las emociones son debilidad, las emociones son debilidad —repetía Nahuel en un murmullo varias veces—. El llanto es debilidad…

Repitió entre murmullos tantas veces las mismas frases que Omar solo pudo observarlo en silencio, con la consternación muy notoria en su rostro. No sabía siquiera qué hacer, porque aunque Nahuel estaba débil y herido estaba seguro de que podría matarlo si se acercaba a él. Luego de unos minutos de repetir incansablemente cada frase, los gestos de Nahuel cambiaron y se volvieron fríos, con esa mirada de crueldad y de hielo que siempre lo había caracterizado.

—No te autoricé a entrar en mi habitación —le dijo con molestia a Omar.

—Es mi casa, puedo entrar donde se me cante.

—Solo si querés morir.

Omar se alejó, aunque sorprendido por ese cambio de actitud en Nahuel. Regresó a su habitación pero aunque intentó dormir fue imposible, no dejaba de pensar en el temible asesino que se veía como un frágil niño en el suelo. Decidió escribirle a Jack para hacer averiguaciones al respecto, aprovechando de que este estaba en línea.

Wolffcito: No estoy seguro, Rata, pero recuerdo haberlo visto bajo una gotera desnudo mientras repetía frases que Jon le decía. Nahuel fue entrenado a base de distintos tipos de tortura para convertirlo en el asesino perfecto, sin emociones.

Wolffcito: Ahora dormite que estaba en medio de un chat súper caliente y arruinaste el momento JAJAJAJA

Omar: El que come y no convida tiene un sapo en la barriga ;)

Dejó el teléfono a un lado y colocó sus brazos tras la nuca, mientras observaba el techo en esa habitación oscura, solo iluminada por la luz de la luna en la ventana.

«Óscar fue duro conmigo, pero parece que Jonathan es peor» pensó con molestia.

—Creo que el viernes voy a volver a hacer salmón.

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