EXTRA: Rata | Final
Con guantes puestos y una mascarilla, Omar se encargaba de limpiar correctamente la casa, en especial su habitación y el cuarto de juegos de Tahiel. Siempre había sido muy estricto con la limpieza por las enseñanzas de su madre, aunque en eso Nahuel era incluso más exigente.
—No me digas, otra vez viene tu monstruo —siseó Nahuel con molestia.
—Sí, Nahuel, obviamente va a venir siempre si esta es su casa —resopló Omar mientras se quitaba los guantes para poder ir hacia la cocina.
—Ya limpié la cocina, y mejor que vos.
—¿Te quedás a tomar unas cervezas conmigo y con Pam, o te intimida un niño de casi tres años? —se burló.
—Ojalá fuera un simple niño de tres años, es una bestia incontrolable —gruñó Fosa—. Voy a estar en mi habitación muy tranquilo, sin soportar a tu bicho ese.
Omar se rió de buen ánimo y encendió un cigarrillo con tranquilidad, para luego subir las botellas de cerveza al freezer y que estuvieran al punto exacto para beber. Revisó la carne en el horno, que se cocía a fuego mínimo para quedar jugoso y perfecto, pues la carne era la comida favorita de Pamela.
Su teléfono comenzó a sonar así que lo tomó del bolsillo para atender.
—Hola, mi vida, mi reina —dijo con ánimo y sopló el humo mientras revisaba las papas y verduras.
—Mi tigre, ya preparé a Tahi, en unos minutos salimos para allá —dijo Pamela, y en el fondo se podía oír la voz de Tahiel muy entusiasmado—. ¿Va a estar mi bellísimo y culeable Nahuel?
—Se va a encerrar como el ermitaño amargado que es.
—Aw, nunca voy a poder estar con él. Unas ganas de probar qué hay bajo todo ese mal humor —dijo ella con una risita—. ¿Qué hay de la chica esa?
—¿La Bombita? —se rió Omar—. No estaría conmigo ni aunque fuera el último hombre en la tierra.
—Bueno, yo no puedo cogerme a Nahuel y vos no podés con la Bombita, parece que no tenemos suerte —dijo con voz animada—. Subí las cervezas, ya estamos saliendo de la habitación.
Pamela colgó la llamada, por lo que Omar continuó preparando las cosas. Abrió unas bolsas de snacks que comenzó a servir en distintos cuencos, porque a Tahiel le gustaban mucho, aunque Pamela casi nunca comía un bocado de esos snacks.
No pasaron muchos minutos antes de que su teléfono volviera a sonar.
—¡Palomita, ya está todo listo!
Sin embargo no se escuchaba su voz, se oía el sonido de algo que se refregaba, como tela rozarse. Pensó que quizá el teléfono se había desbloqueado en su bolsillo, hasta que oyó el llanto de Tahiel.
—¿Hijo? ¿Tahi, sos vos? —preguntó con preocupación.
—¿Papi? Papi… —sollozó Tahiel con más fuerza.
—Tahi, ¿estás bien? ¿Qué pasó? Pasame con mamá.
—¡Vení por Tahi, ahora! —gritó Pamela—. ¡Sabatini se liberó y estoy herida!
Se irguió en ese mismo instante, con su pulso acelerado.
—¡Pamela, alejate de ahí!
—Ya es tarde —su respiración se oía acelerada, y con su clásica voz seductora y bromista agregó—: Se suspenden las cervezas, tigre.
—¡Pame, salí de ahí con Tahi! —gritó Omar y tomó las llaves de su auto al instante.
—¡Estoy herida, pedazo de imbécil! —gritó. Se oían más disparos detrás—. Tigre, si Nahuel le toca un pelo voy a volver para matarlo, ¿me escuchaste?
—¡Pam, Pamela por amor al mundo salí de ahí!
Gritó con fuerza, pero ella ya había colgado la llamada. Tomó rápidamente una pistola y un cargador del mueble y corrió hacia el garaje para sacar la camioneta e ir hasta Assassin.
—¡Omar!
Giró al instante para ver a Nahuel allí, pero estaba tan lleno de ira que se acercó a él y le lanzó un fuerte puñetazo al rostro.
—¡TUVISTE CINCO MALDITOS AÑOS PARA MATARLO, CINCO MALDITOS AÑOS! —gritó y volvió a lanzarle un puñetazo que Nahuel frenó al instante—. ¡Si Pamela muere va a ser tu culpa, hijo de puta!
—¿Yo qué mierda tengo que ver? Rehice mi vida, ¡¿por qué no lo culpás a Jack que también tuvo mil oportunidades que nunca tomó?!
Y pese a que estaban discutiendo, y a que Omar estaba furioso, se subió a la camioneta y Nahuel se colocó a su lado en el asiento del acompañante.
El silencio dentro era sepulcral, con un ambiente frío y tenso. Parecía haber gas dentro, porque todo podría explotar a la primera chispa.
—Me avisaron mis vocecitas… —murmuró Nahuel con molestia—. No me culpes, que no fue mi idea capturar a Sabatini, ni torturarlo, ni tenerlo encerrado.
Omar no respondió, solo presionó con más fuerza sus dedos al volante mientras manejaba a gran velocidad. No sentía esa desesperación desde que lo habían llamado para avisarle que María había sido asesinada. No le temblaban las manos, ni tenía el corazón así de exaltado, desde ese día, muchos años atrás.
—Si algo malo le pasa, no voy a poder soportarlo, Nahuel. No sé qué voy a hacer, no sé de qué sería capaz —murmuró con un miedo muy notorio en su tono de voz.
Nahuel dirigió su mirada hacia él, preocupado, porque jamás lo había visto tan alterado, ni con tanto miedo, ni siendo capaz de destruir el mundo y autodestruirse después.
—Ya no estás solo, Omar. Tenés a Tahiel. No lo olvides.
Omar, sin embargo, no respondió. Apretó los labios con fuerza y estacionó sin preocuparse mucho en hacerlo bien, allí en el estacionamiento de Assassin. Ambos caminaban a paso acelerado por los pasillos del lugar, y subieron al ascensor con sus rostros serios e intimidantes.
Nahuel, pese a la furia de su amigo, notó el temblar en sus manos.
—Estas cosas no pasaban con Óscar —masculló Omar con odio—. Inaceptable.
—Óscar tuvo un múltiple ataque en las tres sedes en un mismo día y perdió a cada hijo y nieto, no es un gran ejemplo de liderazgo.
Omar lo colocó contra la pared, con furia.
—¡Porque Jonathan tenía a Kasch y Brunhilde! —gruñó contra el rostro de Nahuel—. ¡¿Vas a decirme que Sabatini está al nivel de los Wolff?!
Ninguno dijo nada más, solo se dirigieron a la oficina de Julio para poder enfrentarlo y exigir explicaciones. Nahuel estaba tranquilo, pues alguien debía controlar a Omar y solo él era capaz de hacerlo en ese momento, cualquier otro moriría en ese instante.
Con Tahiel en sus brazos y la explicación del escape de Sabatini, ambos volvieron a recorrer los pasillos hasta llegar a donde yacía Pamela. La sola imagen de ella era ya demasiado para Omar, verla con sus grandes piernas ensartadas en los trozos de vidrios de la ventana, o su cuerpo destrozado. Ver tanta sangre, era la imagen de una película de terror que jamás creyó tener que vivir.
Nahuel debió sostener al niño, con un gran gesto de asco por tener que tocarlo, mientras que Omar retiraba a su amada con mucho cuidado de allí.
Le limpió el rostro con tanto cariño, con tanta devoción, que ni siquiera sabía cómo lograba hacerlo sin llorar. Luego depositó un beso en la frente de Pamela.
—Lo voy a cuidar bien, palomita.
Diciendo eso la alzó en sus fuertes brazos, sin importar lo pesada que era. La aferró con fuerza, con decisión, sin poder creer que ya no existía. Que Pamela se había ido, y que ya no volvería a oír su risa, ni ver su hermosa sonrisa, ni oír sus suaves suspiros al hacer el amor o sentir sus caricias en el rostro por la mañana.
Estaba tanto furioso como adolorido, y quería gritar y matar a alguien a golpes, pero también quería sentarse y mirar la nada. Porque ni siquiera conseguía entender qué había pasado.
La colocó con delicadeza en la parte trasera de la camioneta, para luego limpiarse la sangre de encima y así recibir a su hijo, antes de que Nahuel lo arrojara al suelo por ya no tolerar el tacto. Abrazó a Tahiel con fuerza, sintiendo su corazón destrozarse, porque el pequeño tenía impregnado en él el aroma de su madre.
—Todo va a estar bien, Tahi. Vas a quedarte en casa con papi y…
—Ni se te ocurra —gruñó Nahuel—. No soy tío de nadie.
Omar no agregó nada, solo acomodó a su hijo sobre sus piernas, mientras que Nahuel manejaba hacia la morgue, donde debían cuidar el cuerpo de Pamela con un buen trato.
La forma en que Omar apretaba sus nudillos hasta crujir, que marcaba las venas en sus brazos, puso en alerta a Nahuel.
—Somos neutrales, Omar…
—Mató a la madre de mi hijo, mi mejor amiga, mi palomita —dijo entre dientes.
—¡Somos neutrales!
—Si te metés en esto no te lo voy a perdonar nunca.
Nahuel dejó ir un largo suspiro mientras estacionaba en la morgue.
—Pedile ayuda a la Bombita con tu bicho ese.
Omar solo asintió, con su ceño fruncido y lleno de odio. Dejó sentado a Tahiel en el asiento del acompañante, para poder llevar él mismo a Pamela hacia el interior del lugar. Había pensado hacer que Tahiel se despidiera de ella, pero pensó que ver a su madre de esa forma sería demasiado para él, y que era mejor que mantuviera en sus recuerdos a la Pamela con vida.
Con ayuda de los trabajadores del lugar limpió el cuerpo de Pamela, y cada limpieza dolía más. Limpiar el cuerpo de su amada, de la única mujer que había amado alguna vez, dolía una infinidad. Sin embargo aún no era capaz de llorar, la furia que sentía, todo ese odio dirigido hacia un solo hombre, no le permitía derramar ni una sola lágrima.
—Nos vemos al otro lado, palomita —le dijo con cariño mientras le hacía caricias en el rostro—. No sé cuándo llegaré allá, tal vez mañana, tal vez en unos años, pero esperame. Esperame con unas cervezas, que voy a ir hacia vos cuando sea el momento. Te amo, Pam.
Diciendo eso salió de allí sin querer mirar hacia atrás, porque si veía cómo la metían en una de esas heladeras, significaría que era real. Que ya no había vuelta atrás.
Que Pamela se había ido para siempre.
Cuando llegaron a la casa Omar se cambió la remera y se lavó muy bien, para poder sentarse y darle de comer a su hijo. Tahiel se sentaba solo en su silla, y comía de forma muy prolija y limpia, sin ensuciar. Él no tenía hambre, había perdido el apetito, pero disfrutó de ver a Tahiel comer con tanta tranquilidad, luego del caos que había vivido en Assassin.
—Ya no más, hijo —le dijo y lo peinó con los dedos—. Ya estás en casa.
Pese a que Nahuel no soportaba a los niños, especialmente a Tahiel que era tan inquieto, travieso y malhablado como su padre, se sentó frente a ambos y se sirvió un trozo de carne, papas y una copa de vino. Y aunque no dijo ni una sola palabra, Omar supo que estaba haciendo ese gran esfuerzo para no dejarlo solo.
Luego de jugar con Tahi en la sala de juegos, donde él solía golpear todo, romper cosas y treparse libremente, Omar le dio un cálido baño y lo acostó a dormir. Tahiel siempre era complicado para dormir, en especial porque hacía poco que había dejado de amamantarse. Le hizo caricias al rostro, tan parecido al de Pamela. Ver a Tahiel al rostro era ver la belleza misma de ella.
Verlo era tan doloroso que Omar apretó los labios y salió de allí para poder fumar sin que el humo pudiera molestarlo. Caminó de un lado a otro por la casa, sin dejar de fumar, y abrió también una de esas botellas de cerveza que había preparado especialmente para tomar con ella.
—Omar —dijo Nahuel al acercarse a él—. Hablé con Jack, él mañana no va a estar pero la Bombita sí, hablá con ella.
—Te voy a ser muy sincero, Nahuel —comenzó a decir Omar con el rostro impasible luego de bajar su vaso de cerveza—. El único motivo por el que no me pego un tiro es porque tengo a Tahi.
Dirigió su mirada hacia él.
—Si algo le pasa a mi hijo yo no pienso seguir viviendo, Nahuel. Si lo pierdo podés quedarte con todo, porque ya no voy a vivir.
—¡No digas pelotudeces! —gritó Nahuel con molestia—. ¡Somos asesinos, la muerte es a lo que nos dedicamos, lo viste y lo viviste toda tu vida!
—No lo voy a repetir.
Con un suspiro Omar tomó su teléfono y buscó el chat de Erica, porque debía pedirle ayuda para cuidar de Tahiel. Él era un buen padre, atento, cariñoso y muy responsable con su hijo, pero debía trabajar y en ese momento no confiaba en nadie más que ella para que cuidase de su hijo.
Erica tardó unos minutos en responder.
Esposita ;) : Hola Rata, lo lamento mucho, contás conmigo para lo que necesites. Cómo vas a hacer con tu bebé?
Esposita ;) : Querés que lo cuide así podés trabajar? Traelo que yo lo cuido el tiempo que necesites, y si necesitás hablar podés escribirme cuando quieras
Omar: Gracias, Bombita. Estoy al límite de matar a todos o pegarme un tiro, gracias por el apoyo
Esposita ;) : Mátalos a todos, pero no mueras. Tenés a tu bebé con vos. Lo tenés a él, tenés a Fosa, tenés a Jack, y también me tenés a mí.
Habló con Erica por largo rato, pasaba de la ira a la tristeza, pero ella por mensaje lograba mantenerlo estable. Lo suficiente estable como para convencerlo de acostarse a dormir unas horas.
Al siguiente día Omar continuaba furioso, y aún no se había permitido una lágrima en sus ojos. Lo único en lo que lograba pensar era en venganza, y mientras más oía a Tahiel preguntar por su madre, más crecía su deseo de matar a Aarón Sabatini y tirar abajo la neutralidad de los barrenderos.
Trataba de sonreír y mantenerse tranquilo por Tahiel. Le había preparado el desayuno y corrió con él en el gran patio trasero, pues correr le ayudaba a su hijo a gastar energías y ser menos travieso. Lo perseguía y era inevitable para él sonreír al oír la dulce risa de su hijo.
Sin embargo los juegos de corridas nunca eran solo juegos, era también parte del entrenamiento de Tahiel. Quizá no para convertirlo en un asesino, pero sí para volverlo un superviviente.
Por la media tarde, luego de almorzar, preparó la mochila de Tahiel con sus cosas. Julio le había enviado hasta la casa todas las pertenencias, tanto de Pamela como de su hijo. Acomodó su ropa, algunos pañales, pues Tahiel estaba aprendiendo a ir al baño pero aún le costaba dejar los pañales.
También, a escondidas de Nahuel, había guardado distintas armas en el baúl. Un par de pistolas con sus arneses, cuchillos de lanzar y también algo de artillería pesada.
Nahuel ya se había ido al lugar de la limpieza donde debían trabajar, pues él siempre era el primero en llegar. Omar dejaría a su hijo en lo de Erica y Wolff, para luego ir hacia allí.
—Ahora vas a quedarte con una amiga, Tahi —le dijo mientras lo miraba por el espejo retrovisor—. Papá tiene que ir a trabajar.
—¿Como mami?
—No, Tahi. Es un trabajo distinto —dijo y apretó los labios—. Voy a buscarte a la noche, no le saques canas verdes a la Bombita y sé bueno con Jackie.
Cuando llegaron a la casa desabrochó sus cinturones de seguridad en la sillita, le colocó la mochilita en la espalda y luego lo alzó en sus brazos, para poder tocar el timbre de la casa. Comenzó a reírse al ver que Erica acudía a abrirle y tras ella, como su sombra, la seguía Jack, tan enorme e intimidante como siempre.
Saludó a cada uno, pero primero notó la vestimenta extraña en él, con una camisa negra abierta hasta el tercer botón, sus pantalones de igual color y zapatos bien lustrados. Lo olfateó, porque un delicioso aroma a colonia provenía de Jack.
—¿Te pusiste perfume? —volvió a olfatearlo—. Raro, y hasta estás arreglado. Sospechoso.
—Uno ya no se puede poner colonia en paz.
Habló con Erica de Tahiel, sus gustos y los cuidados, tratando de evitar el tema de Pamela. Sin embargo Jack, luego de oírlos hablar de Nahuel y del niño, dijo en alemán.
—¿Qué estás planeando, Rata?
—No te metas, Jack. Harías lo mismo si fuera ella —escupió en alemán también.
—Lamento mucho lo de Pam, pero pensá en frío.
—¿Pensar en frío? ¿Qué tal si le disparo en la frente a Erica y después te digo que pienses en frío? ¿Qué harías vos, eh?
—Rata, no te pases —gruñó Jack—. Solo te pido que tengas cuidado y no arriesgues tu vida, Erica no va a poder cuidar de tu hijo por siempre, tenés que estar vivo.
Omar dejó ir un largo suspiro.
—Voy a matarlo yo mismo, y si no logro hacerlo entonces al menos le voy a robar fuerza al deshacerme de su gente —dijo con molestia—. No debió meterse con mi palomita, no debió meterse con la mujer de uno de los mejores elementos.
—Está bien, Rata. Pero tenés que vivir.
Jack le dio una palmada en el hombro y Omar pareció relajarse ante la comprensión de su amigo. Se despidió de él y de Erica, y también de Tahiel con un beso en la frente.
Miró la hora en su reloj de muñeca mientras encendía el auto. Había calculado media hora para resolverlo todo, sin embargo había perdido tiempo con Jack. Tenía solo quince minutos para resolver lo de Aaron, y luego otros quince para llegar a la limpieza antes de que Nahuel se enfadara por su tardanza.
Llegó a Mörder en un tiempo récord. Lo quisieron increpar cuando entró, porque inspeccionaban todos los autos que ingresaban a la sede, pero él le quebró el cuello a uno de los guardias con las manos y le disparó a los otros dos. Abrió con tranquilidad el baúl del auto, de donde tomó los arneses de cuchillos y pistolas y se los puso muy rápido, para luego entrar en Mörder.
Él era un intruso allí, por lo que muy rápido se marcó una alerta y una luz roja comenzó a parpadear por los pasillos. Le trajo recuerdos de su infancia, del ataque de Jonathan a las sedes. De la vez que Kasch Wolff mató a sus hermanos.
Tal y como había hecho ese asesino alemán que solo Nahuel pudo superar, se deshizo de cada asesino que se cruzó tan rápido que no les dio tiempo ni a pestañear. Disparó a cada uno, quebró cuellos mientras recorría los pasillos en busca de Aaron Sabatini, hasta que vio a dos de los mayores socios de este: Piero y Noelia.
—¡¿Dónde está?! —gritó luego de quebrarle el cuello a un asesino que lo atacó.
Piero, que era uno de los mejores asesinos de Mörder cuando aún estaba Gretchen en el poder, se acercó para detenerlo. Fue el único al que Omar no pudo quebrarle el cuello, pues era muy bueno.
—¿Dónde está? —escupió al lanzarle un puñetazo al rostro con toda su fuerza—. ¡¿Dónde está?!
—¿Creés que voy a decírtelo? —se rió Piero y escupió sangre—. Esa puta debió aceptar la invitación de Sabatini, le habría ido mejor, en vez de serle leal a Julio.
Omar tomó un cuchillo para pelear con él de esa forma, pero como era mucho más fuerte que Piero en muy pocos minutos lo tuvo en el suelo con el cuchillo al cuello.
—Ella era leal a Assassin —escupió y le cortó la yugular.
Levantó entonces la mirada hacia Noelia, quien retrocedió unos pasos. Él sabía quién era ella, la única asesina especializada en venenos, había sido la asesina favorita de Ornella Vannucci, y quizá por eso es que Omar le tenía tanto desprecio.
Cuando se puso de pie, Noelia lo apuntó. Parecía asustada de tener que enfrentarlo, y no era para menos. Luchar contra Omar era como luchar contra el mismo Jack Wolff, más en ese momento donde estaba cegado por el odio.
—No lo voy a repetir —dijo entre dientes.
Esquivó el disparo de Noelia y se cubrió con el cuerpo de Piero, a quien utilizó como escudo humano. Tras él disparó hacia una pierna de ella y también a su brazo, porque necesitaba respuestas y muerta ella no podría dárselas.
Noelia cayó al suelo lanzando un grito, fue en ese momento que Omar soltó al asesino y caminó hacia ella, que quiso alcanzar su pistola. Sin embargo él le pateó la pistola lejos y le pisó la mano con fuerza, sin dejar de mirarla fijo a los ojos con todo el desprecio y el fuego del odio en su mirada.
—¿Dónde-está? —dijo entre dientes y le lanzó un fuerte puñetazo al rostro.
—¡No lo sé! —chilló ella.
Omar volvió a golpearla, con el rostro transformado en locura.
—¡¿Dónde está?!
—¡No lo sé, en verdad no lo sé! —chilló por el dolor de esos fuertes puñetazos que salpicaban sangre por todos lados—. ¡La puta siciliana se lo llevó, no nos dijo dónde! ¡No lo sé!
Omar volvió a golpearla con fuerza, pero vio el reloj en su muñeca. Había llegado a su tiempo límite, por lo que le colocó la pistola en la frente.
—Si me estás mintiendo, Noelia, voy a volver y tu cuerpo va a aparecer colgado del Obelisco.
Ella asintió con desesperación.
Omar, así como llegó, así se fue. Rápido, deshaciéndose de aquellos valientes que querían detenerlo. El resto, los cobardes según él, lo miraron alejarse, sin atreverse a enfrentarlo.
Antes de salir arrojó, solo por diversión, una granada en la oficina de Aaron, para quitarle más poder aún. Salió de allí tras esa explosión y viajó, aunque sin una pizca de paz o tranquilidad, hacia el lugar de la limpieza.
No se limpio la sangre en él, si lo paraba la policía o lo veía alguien, también se uniría a la montaña de cadáveres que había dejado.
Cuando llegó al lugar de la limpieza entró con sus músculos trabados y caminó por ese inmenso lugar en busca de los cuerpos que había que limpiar. Era un trabajo de Mikhail Sokolov, por lo que fue sangriento pero efectivo, y no tan sucio como Wolff.
—Llegaste tarde, ¿dónde mierda estabas? —dijo Nahuel al verlo pasar.
—No me rompas las pelotas, Fosa.
Nahuel vio toda la sangre en él y abrió los ojos con sorpresa.
—¡¿Qué mierda hiciste?! ¡Somos neutrales!
Omar lo ignoró y le arrebató el hacha a un barrendero novato, pues quería y necesitaba destrozar un cuerpo, a falta del cuerpo de Aaron. Impulsó sus brazos con fuerza, con tanta fuerza que al tercer golpe partió la cerámica del suelo.
—¡Rata!
Volvió a hacerlo con otro más, y nuevamente, por la furia, volvió a romper las cerámicas. Nahuel le dio un empujón por arruinar el trabajo y comenzó a insultarlo, sin embargo vió las lágrimas en los ojos de Omar y la forma en que sus fosas nasales se abrían por su respiración acelerada. Vio la desesperación en su rostro.
—¡Sigan ustedes! Les enviaré su pago —ordenó Nahuel al resto de los barrenderos, y entonces tomó de un brazo a Omar—. Vamos, movete.
—¡No me toques, Nahuel, o te voy a re partir la puta cara!
—Intentalo, veremos quién queda con la cara rota.
Omar le lanzó un puñetazo que Nahuel frenó en el momento, así que comenzaron a atacarse y frenar mutuamente cada golpe, pero luego Nahuel logró arrojarlo al suelo y se subió sobre él para lanzarle un puñetazo. Omar, sin embargo, le hizo una llave de estrangulación al cuello con fuerza.
Fueron los barrenderos quienes los separaron. Era usual que esos dos se pelearan, pero era la primera vez donde creyeron que en verdad uno de los dos podría morir.
Nahuel, jadeante por la falta de oxígeno, miró fijo a Omar.
—Movete, hijo de puta, vamos a casa. Ellos se encargan.
Con molestia Omar le dio un empujón y se alejó para poder subir a su auto y viajar hacia la casa. Nahuel fue tras él en su propio auto, lo seguía de cerca, y eso le molestaba mucho más. Apretó con fuerza el volante del auto mientras rechinaba sus dientes de odio, pero no por culpa de Nahuel. Odio porque no había podido matar a Sabatini, porque no pudo vengar a Pamela.
Ese pensamiento lo torturó durante todo el viaje, hasta que al descender del vehículo perdió el equilibrio y cayó al suelo de rodillas, jadeante. Pequeños círculos se formaban en el suelo bajo él, marcas de las gotas de sus lágrimas que caían una a una por su rostro, hasta llegar al frío suelo del garaje.
—Mi palomita… —gimoteó con mucho dolor, presionando sus puños en el suelo—. Mi palomita…
—Omar.
No alzó la vista para ver a Nahuel, estaba concentrado en ver el suelo gris oscuro que se humedecía más y más por sus lágrimas.
—No pude matarlo —sollozó con mucho dolor—. No sé dónde está, no pude vengarla. No pude hacer nada, soy un inútil de mierda, un maldito inútil de mierda.
Sintió la mano de Nahuel posarse en su espalda y alzó sus ojos, empañados en lágrimas, para ver a su amigo allí que lo miraba con pena.
—Está bien —le dijo Nahuel con el rostro serio—. Lo voy a encontrar para vos.
—Mi palomita…
—Omar —dijo y presionó sus dedos en la fuerte espalda de él—. Vos sí podés llorar, aprovechá que vos podés.
Omar reposó la espalda contra el auto, allí sentado en el suelo y se cubrió el rostro con las manos para llorar con fuerza, con sus fuertes alaridos de dolor. Recordaba cuando recomendó a Pamela para ser líder de los Profesionales, sin saber que años después se convertiría en el amor de su vida. Recordaba cuando iba a verla a Assassin, rogando que le prestará atención, pero ella siempre lo esquivaba con asco. Y recordó, especialmente, cuando hizo veintiséis dominadas para ganarse el derecho a salir con ella una noche.
Su llanto se volvió más desesperado, más cargado de dolor. Todo lo que no lloró por sus hermanos, por su madre. Toda esa desesperación que estaba sintiendo, el dolor y el vacío en su pecho, no lo había sentido ni siquiera con María. La muerte de Pamela dolía más que cualquier otra cosa en su vida.
Nahuel se quedó allí a su lado, no dijo una sola palabra, tampoco lo abrazó o buscó tocarlo. Omar sabía lo mucho que a su amigo le costaba expresar emociones, afecto o incluso consolar personas. Por eso para Omar su sola presencia era suficiente. Que alguien tan profesional como Nahuel, que jamás abandonaba sus misiones, haya dejado el trabajo por él. Que estuviera ahí a su lado en silencio, sentado en el suelo pese a que estaba cubierto de sangre. Eso lo valía todo.
Luego de unos minutos Omar dejó de llorar, solo sollozaba con espasmos, pero estaba algo más tranquilo. Nahuel fue el primero en ponerse de pie, se quitó sus guantes negros que acomodó estratégicamente en un bolsillo, para luego extenderle la mano.
—Vamos adentro, Omar. Tomemos algo juntos.
Aceptó la mano desnuda de su amigo, que se había quitado los guantes específicamente para sentir el contacto. Para demostrarle que, a su manera, él estaba ahí.
Nahuel le ayudó a quitarse la sangre de encima, lo lavaba como si fuera un niño, porque Omar no tenía fuerzas ni para estar en pie.
Luego se sentaron en la isla de la cocina, donde Nahuel sirvió whisky en dos vasos y le pasó uno a él. Tomaron juntos esos tragos, en silencio. Luego Nahuel comenzó a preparar la cena, pero Omar seguía allí sin moverse, solo mirando su vaso en la mano en completo silencio.
Después de largos minutos alzó la vista para ver a Nahuel allí que saltaba verduras en un wok, al cual balanceaba en su mano con habilidad para mover las verduras. Tomó entonces su paquete de cigarrillos del bolsillo y se encendió uno, mientras miraba cómo su amigo preparaba la cena en silencio.
—Nahuel…
—Qué.
—¿Puedo pedirte un favor?
—No me voy a quedar con todo si morís —gruñó Nahuel mientras tapaba la olla de arroz.
—¿Podés tocar el violín para mí?
Nahuel giró para verlo, porque aunque Omar era inmenso, una gran masa de músculos intimidante, se veía allí tan pequeño, tan roto y frágil. Parecía que solo bastaba de un suspiro para que se cayera en mil pedazos.
Sin decir nada fue en busca de su violín, tenía dos en ese momento. El que le había regalado Omar años atrás, y el que le habían dado sus padres antes de morir. No estaba seguro de cuál tomar, uno simbolizaba su amistad con él, y el otro la comprensión de la pérdida. Decidió, entonces, usar el que le había regalado Omar.
—¿Algo en especial que desees?
—No sé nada de música clásica, lo que sea, que sea bonito.
—Académica —corrigió Nahuel—. Es música académica, no clásica.
—Es la misma mierda, Nahuel.
Él solo sonrió y ubicó el violín para poder tocar, tranquilo de que la cena ya estaba lista y solo había que servirla. Comenzó a tocar Nocturne en C menor, de Chopin, no solo porque era lo que tocaba Gretchen para él cuando quería tranquilizarlo, sino también porque era lo que a Pamela le gustaba oírlo tocar cuando iba.
Omar oyó con atención cada nota, impregnó sus oídos de esa bella música, de la pieza que a Pamela le gustaba. Sintió nuevamente sus ojos llenarse de lágrimas y una a una comenzaron a caer por su rostro, mientras veía a su amigo tocar para él.
Al finalizar la pieza, Nahuel guardó el violín en su estuche y comenzó a servir la comida. Omar se mantuvo en silencio con esas lágrimas que caían por su rostro, mientras miraba la nada.
Con música de piano que sonaba allí, cenaron juntos y sin hablar, aunque a veces Nahuel alzaba la vista para asegurarse de que su amigo estaba bien, y de que no estaba acercándose al vacío.
Con el paso de las horas Omar logró estar más tranquilo, y también sentirse menos culpable, aunque estaba seguro de que se sentiría así por mucho tiempo más. Luego, cerca de la medianoche, fue a buscar a Tahiel a la casa de Jack, lo encontró dormido, y ese rostro lleno de paz fue todo lo que necesitaba para sentirse fuerte otra vez.
—Todo va a estar bien, hijo —susurró mientras le acariciaba la cabeza cuando lo recostó en la cama—. Vamos a estar bien.
Al salir de la habitación, que dejó iluminada por un velador que hacía luces de universo, fue hacia la cocina porque quería tomar un trago de vino, de cerveza o la primera bebida alcohólica que se cruzara. Vio allí a Nahuel, que sacaba los platos del lavavajillas para guardarlos poco a poco.
—Descorché un vino —dijo Nahuel de repente—. Yo en tu lugar tal vez me tomaría la vinoteca entera, así que descorché uno.
Omar sirvió en dos copas, dejó preparada una para Nahuel y sorbió un trago con mucho placer, pues necesitaba en verdad un trago.
Solo cuando Nahuel finalizó de guardar la vajilla es que se acercó para tomar la copa, y se sorprendió cuando Omar se puso de pie muy rápido, y mucho más se sorprendió cuando este lo abrazó.
—Nahuel —murmuró con angustia y lo aferró con fuerza—. Gracias…
Nahuel se quedó inmóvil por un momento, por ese contacto inesperado, pero lentamente llevó sus manos hacia la espalda ancha de Omar y respondió el abrazo.
—Yo también quería mucho a Pam —susurró Nahuel y lo aferró—. Perdón, Omar. Perdón por no haberlo matado.
—Lo sé, Nahui, sé que la querías —suspiró y luego se alejó para poder ver los ojos de azul grisáceo de su amigo—. Y está bien. Está bien.
—Vos no me dejaste caer, yo no voy a dejarte caer.
~ • ~
A Omar le tomó mucho tiempo adaptarse a la pérdida de Pamela, y aunque seguía bromeando y riendo, a veces, por las noches, regresaba a llorar cuando veía el rostro dormido de Tahiel. El apoyo de sus amigos, Nahuel, Jack y Erica, había sido fundamental para seguir adelante.
Había presenciado la boda de sus amigos, y mientras los veía bailar el vals de boda, se miró el dedo anular. Pensaba en qué habría sido distinto si se hubiera casado con Pamela, si hubieran tenido una relación tradicional como Jack y Erica. Si no hubieran escogido amarse a su manera, en libertad. ¿Qué habría sido distinto?
Y solo unas semanas después de la boda, luego de la muerte de Svetlana Kolzova y de que él se había mudado por dos semanas con Jack, para ayudarle con su hijo, recibió una invitación de Julio para una cena privada. Suponía qué era, porque ya había cenado con Nahuel y él le contó sobre la descabellada propuesta, pero tenía deseos de escuchar qué tenía para decirle.
Dejó a Tahiel a cargo de Erica, y fue en dirección a ese restaurante de la familia Moms, que antes había sido manejado por Héctor, para poder encontrarse con Julio. Estaba acompañado de su pareja, Serge, el hijo adoptivo –solo de palabra– de Nahuel.
—Imagino que tu amigo, amante, esposo, lo que sea Nahuel, ya te debe haber contado algo al respecto —dijo Julio mientras cortaba un trozo de carne.
—No a todos nos gusta chupar vergas, Julio —dijo Omar con una risotada—. Amigo, simplemente.
—Dicen por ahí que son pareja —sonrió Julio, de forma provocadora—. Me pregunto si serán versátiles como Wolff, o con roles definidos como Serge y yo.
Omar golpeó la mesa con molestia, con sus ojos marrones y pequeños fijos en los oscuros de Julio.
—¿Qué mierda querés, Julio? Vayamos al grano, y no me provoques que llevo unos meses complicados desde que, por tu inutilidad, murió mi mujer.
—¿Mi inutilidad? —siseó Julio—. De haber sido por mí nunca hubiera frenado las torturas y lo habría dejado morir desangrado, pero lamentablemente tuve la estúpida idea de creer que mis hermanos mayores eran capaces de sostener mis ideas. Me equivoqué, lo admito.
—Sabatini tiene poder y es asquerosamente admirado por otros igual de traidores que él —acotó Serge, para evitar que Omar mate a Julio, que gustaba de provocarlo—. Sin Gretchen ni Héctor, sin más herederos que Julio...
—Y sin la posibilidad de tener más herederos —agregó Julio—. Necesito dejar asentado un heredero que lo obtenga todo en caso de que algo me suceda. Estamos en épocas difíciles, y aunque soy mejor que mis estúpidos hermanos, no soy inmortal.
—Se lo propusiste a Nahuel —se rió Omar y sorbió un trago de vino—. ¿No se te ocurrió que proponerle heredar todo D.E.A.T.H. como un Moms era el peor insulto de todos? Luego de lo que tu padre le hizo, ¿en verdad creíste que aceptaría?
—No —admitió Julio—. Pero creí que Serge lo haría cambiar de opinión, por el cariño que le tiene.
—Perdón, pequeño —dijo Omar con una sonrisa torcida al ver a Serge—. El hijo de perra te adora, pero su odio por Jonathan es más grande que cualquier otra cosa.
—Lo sé, no lo juzgo —suspiró Serge.
—¿Cuál es la propuesta? —miró hacia Julio y alzó la barbilla—. ¿Qué te hace creer que voy a aceptar?
—Que Assassin es tu vida, tu hogar. Siempre lo fue y siempre lo será —dijo Julio con el rostro serio—. No tengo hijos, si muero entonces Sabatini intentará conquistar Assassin.
—No va a poder, son leales. Assassin es una familia.
—Es verdad —admitió Julio—. ¿Y a cuántos va a matar hasta lograrlo? Te ofrezco ser mi heredero. Tras mi muerte vos, Omar Leiva, serías el dueño de todo. Este bello restaurante y todos los de la cadena, los boliches que dirijo, la industria de la moda de Gretchen, y las tres sedes, además de la mansión.
—¿Y qué querés a cambio? —gruñó Omar—. Vos siempre tenés algo pensado, siempre hay una trampa.
—No hay trampa. Fue tu madre, Marta Leiva, quien hizo que D.E.A.T.H. fuera mundial, fue ella quien hizo crecer Assassin, Mörder y Naemniki. Fue tu hermano Raúl quien mantuvo Assassin en pie cuando el estúpido ignorante de mi padre dejó abandonada la sede —siseó—. Y fuiste vos quien, siendo el mejor elemento, dejaba su sueldo para mejorar las instalaciones. Por ende, Omar, es digno e incluso poético que sea un Leiva quien herede todo, porque nada existiría de la forma en que lo conocemos de no ser, justamente, por los Leiva.
—Sin embargo tu primera opción fue Nahuel.
—Porque es Nahuel Pietrzak, el monstruo de las sombras. Porque su nombre causa miedo en el mundo.
Omar se quedó en silencio y se concentró en finalizar la cena mientras oía la propuesta de esos dos. Oyó su oferta y cada palabra que brotó de sus labios. Sorbió un trago de vino y asintió ante una de las cosas que dijo Julio.
—¿Sabés por qué perdieron? —inquirió al ver a Julio a los ojos—. Se lo dije hace muchos años a tu hermana. Porque nos tratan como a cosas, objetos desechables. Si tu hermana me hubiera hecho caso no solo seguiría con vida, sino que jamás Sabatini habría intentado eliminarla. Habrían tenido verdadera lealtad.
—Yo tengo verdadera lealtad —sonrió con perspicacia—. Y podés ir a Assassin en este momento y preguntar cuál es el trato que les doy. ¿No tuvo Pamela un año libre por respeto a su embarazo, luego a su periodo de apego y lactancia? ¿Creés que Gretchen le habría dado un año libre, qué hay de Héctor?
—Héctor tenía mano suave, pero era estricto con las reglas —acotó Serge.
—¿Wolff en Mörder se podía ir libremente cuando quería visitar a su hijo? —alzó sus cejas con una sonrisa—. ¿O debía esperar al domingo para escapar? ¿Pamela acaso esperaba al domingo, o acaso podía ir a verte cuando lo deseaba?
Omar frunció el ceño con molestia.
—Nunca lo hiciste por verdadero interés por la gente, lo hiciste porque era conveniente para tus propósitos.
—No importa el motivo, tengo la lealtad de Assassin. Voy a esperar tu respuesta, te doy tiempo a pensarlo.
Diciendo eso Julio se puso de pie y se alejó de allí junto a Serge, quien asintió con respeto hacia Omar antes de alejarse.
Tuvo tiempo de pensarlo. Lo meditó en el mausoleo de su familia, sintiendo que allí estaban todos sus hermanos y también su madre. Necesitaba de su guía, porque no era algo de lo que podía hablar con Nahuel, no con el resentimiento que este tenía a los Moms.
Decidió, luego de mucho pensar, que aceptaría ser el nuevo heredero. Julio quizá tardaría décadas en morir, y quizá para ese momento ni siquiera él estuviera con vida, pero seguiría estando Tahiel. Seguiría estando su hijo, y quería asegurarle el futuro a él y también a su gente.
Sin embargo Julio no tardó décadas en morir. Tocaron su timbre una noche, Nahuel había salido a toda velocidad sin dar explicaciones unos minutos antes, y allí en el buzón encontró un sobre rojo punzó. Los papeles que demostraban que él era el dueño de todo D.E.A.T.H.
—No puede ser, Julio era incluso mejor que Jonathan —murmuró al ver los papeles en sus manos—. Sabatini no pudo matarlo.
Se subió enseguida al auto, pues estaba seguro de que su amigo había ido hacia allí. Si algo le había pasado a Julio, era probable que también le hubiese pasado a Serge.
Cuando ingresó en Assassin los asesinos del lugar le abrieron el paso, con un movimiento tan entrenado y perfecto que demostraba el trato que Julio les había dado siempre. Llegó hasta el patio central, donde vio a Nahuel intentando atravesar una barrera humana de asesinos. Los amenazaba con una pistola, pues no le permitían ver a Serge.
—Déjense de joder, déjenlo ver a su niño —gruñó mientras caminaba hacia allí.
Los asesinos asintieron y se hicieron a un lado con respeto, dejando sus armas a un lado del cuerpo. Más que asesinos parecían un ejército muy bien entrenado, pues sus movimientos eran sincronizados y perfectos.
—¿Qué carajo pasa, Omar? —Nahuel lo miraba con el ceño fruncido.
—Vos rechazaste ser el nuevo heredero —dijo y levantó el sobre rojo punzó con las escrituras—. Entonces Julio vino a mí. Estás viendo al nuevo jefe de todo D.E.A.T.H., el dueño innegable de Assassin.
Nahuel estaba alterado por esa información, por lo que luego de una discusión terminó por resoplar y concentrarse en Serge, que había muerto en los brazos de Julio. Aunque él no sabía reconocer las emociones que sentía, Omar pudo notar su desesperación, el dolor que lo atravesaba y sus fuertes deseos de llorar que era incapaz de liberar.
Para darle su espacio, Omar comenzó a dar órdenes a los asesinos del lugar, quienes obedecían al instante como si frente a ellos estuviera Julio Moms.
—Supongo que vos vas a pagarme entonces —gruñó Nahuel al ver a Rata dando órdenes—. ¿Qué hay con Jack, vas a perseguirlo entonces, por buscar su libertad?
—Muchas cosas van a cambiar. Los Moms perdieron porque nos trataban como cosas, como sus esclavos, conmigo eso no va a ser así. El que quiera formar su familia puede hacerlo, el que quiera quedarse acá puede hacerlo. Solo tendré conmigo a los que deseen trabajar, y ni siquiera va a ser necesario que todos vivan acá. Solo ante mi llamada tendrán que acudir, el resto del tiempo pueden hacer con sus vidas los que les plazca —dijo con su rostro serio y oscuro—. Y no, respondiendo bien tu pregunta, Jack va a tener su libertad si es lo que en verdad desea, él y cualquiera.
—Con esas ideas vas a perder D.E.A.T.H. en un año.
—Ya veremos.
Los barrenderos llegaron para ocuparse de la limpieza, mientras que los asesinos del lugar se atendían en la enfermería. Omar recorrió todo el lugar, observando cada rincón, en busca de aspectos a mejorar. Julio había hecho un gran trabajo, pero aún había cosas que podían ser mejor.
De los tres herederos Moms que fallecieron, Julio era el más digno de manejarlo todo.
Entró en la oficina de Julio, el vidrio de la ventana había sido cambiado a uno blindado. Se acercó hacia el escritorio y pasó suavemente su mano por la madera.
—Ahora las cosas van a ser diferentes.
La limpieza tomó un par de días, pues debieron cambiar vidrios y otros artefactos destrozados. Esos días habían sido difíciles, pues fueron los primeros días que Omar pasó lejos de su casa, y lejos de Nahuel.
Había llevado el gran cuadro de su madre para colgarlo en la pared, pues había movido el escritorio de lugar para que esa bella pintura estuviera detrás. Estaba acomodando otros cuadros más cuando la puerta fue golpeada y, luego de su permiso, ingresó allí una pequeña mujer japonesa, con el torso inclinado en una reverencia respetuosa.
—Leiva-san —dijo Ruriko, aún inclinada—. Disculpe la tardanza, vengo a presentarle mis respetos y mis servicios.
—Ruriko, el Shinigami, segundo sello dorado de tu familia —dijo Omar y se acercó a ella para tomarla del mentón con suavidad—. ¿Cómo está tu hermano?
Ella apretó los labios.
—Grave, señor. Esperamos que mejore —volvió a inclinarse—. Acepto el castigo que crea pertinente por mi ausencia estos días.
—No es necesario, Ruriko. ¿Ya conociste a Tahiel? —dijo y llamó al pequeño que estaba allí en la oficina, jugando con unos autos—. Él es Tahi, mi hijo.
El pequeño alzó la vista para verla y le dirigió una sonrisa.
—¡Sos muy linda! —dijo Tahi con alegría y corrió hacia ella.
Ruriko alzó una ceja con desconfianza, pero cuando el pequeño estiró sus brazos para ser alzado, ella no dudó en tomarlo en los suyos. Con una sonrisa le picó la naricita, y eso lo hizo reír.
—Me aseguraré de que usted y su hijo estén siempre a salvo, Leiva-san.
A Ruriko se le dificultaba pronunciar la «L» del apellido, pues lo pronunciaba como una suave «R», por eso Omar le sonrió.
—Rata está bien.
Tahiel había invitado a Ruriko a jugar con él allí en el suelo, por lo que ella se sentó junto a él a jugar, mientras que Omar continuó acomodando los cuadros allí. Se oía la risa de Tahiel y la voz dulce de Ruriko al hablarle.
Omar supo que si su hijo tenía a esa asesina a su cuidado, alguien que era incluso más temible que Nahuel, entonces no tenía nada que temer. Tahiel estaría a salvo.
Se alejó unos pasos para admirar la imagen de ese escritorio, con una foto de Pamela junto a una paloma pequeña de madera, que le había regalado Jack. Luego dirigió su mirada hacia esa gran y bella pintura de su madre, que sería la primera imagen que tendría aquel que ingresara a la oficina. Verían la intimidante mujer que lo dio a luz y lo crió.
A los lados, en fotos más pequeñas para no opacar a su madre, estaban las fotos de todos sus hermanos. Cinco de cada lado. Miró a todos y cada uno de sus rostros. Pensó en Fabricio, que minutos antes de morir a manos de Kasch había dicho que un Leiva jamás podría dominar D.E.A.T.H.
—Raúl, te superé como querías —murmuró al ver su bello rostro joven, luego miró a sus demás hermanos—. Laura, Carlos, Juan y Fabri, que murieron por ser bastardos Moms. Malena, que murió por salvarme la vida. Aníbal, Mauro, Román, y mi precioso y querido corazón, María.
Los miró en silencio a cada uno, a cada uno de ellos que se había ido y que, de alguna manera, aportaron para que él llegara hasta ahí.
—Esto es por ustedes —dijo y miró el rostro de su madre—. Esto es por vos, mi reina madre. Tu sangre, tu semilla, un Leiva, domina todo D.E.A.T.H.
Se acomodó entonces en el mullido asiento que una vez perteneció a su maestro, Óscar Moms, luego pasó a su nieto Julio. Y ahora, en el presente, era de él. Del hijo menor de Marta Leiva. Era el asiento de Omar, de Rata.
—Es el comienzo de una nueva era. La nuestra, madre.
~ NOTA ~
Espero les haya gustado conocer sobre nuestra Ratita, les comento que van a haber más extras de otros personajes, por eso necesito que, ya que no son de comentar mucho, al menos pongan corazón al nombre que pondré en los comentarios de esta sección. El que tenga más corazones (votos) será el próximo extra, aunque claro, pueden proponer más ideas <3
Acá pueden votar >>>>
Recordatorio de que Fosa no tendrá extra porque él tendrá libro propio.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top