EXTRA: El trato | parte 2

NOTA: Las conversaciones entre Erica y Vanyusha serán siempre en francés, pues él no sabe español y ella no sabe ruso. Recuerden eso cada vez que hablen.

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El sol era fuerte pese a ser otoño, pero ese ambiente cálido le gustaba bastante. Habían hecho un viaje para disfrutar como familia, por lo que Erica se encontraba sentada sobre una manta en el pasto mientras miraba a Jack y Sveta jugar en el río con Lucas.

Había hablado poco a poco con los niños para explicarles que se iría un tiempo, pero Sveta, siendo apenas una bebé, aún no entendía lo que pasaba. Jack, por el contrario, se mantuvo a su lado en todo momento.

Se sirvió un mate y sorbió la bombilla disfrutando del ambiente tranquilo, de los árboles que la rodeaban y de la compañía de Hund recostado a su lado. Acarició su lomo con cariño, porque el noble perro siempre estaba cerca de ella o de los niños para protegerlos.

Cuando Lucas regresó junto a los pequeños, estos dos envueltos en una toalla, él se dejó caer en el pasto junto a Erica, pero bajo el sol para poder secarse. Ella secó con la toalla a Sveta para poder cambiarle el pañal y vestirla, pero Jack no se dejó secar y se puso al sol de la misma forma que Lucas, incluso en la misma posición.

Erica acomodó a Sveta en su seno para hacerla dormir. Trataba de darle menos pecho para que no sufriera tanto su partida, por lo que solo le daba a veces. Y mientras hacía dormir a la pequeña observó a Lucas bajo el sol, recostado sobre el pasto con las manos tras la nuca y una alegre sonrisa en el rostro, con sus ojos cerrados. Estaba con un short de playa que usaba como bañador y su torso desnudo.

Lucas tampoco había dejado de entrenar en ningún momento, y también había hecho volumen junto a ella, por lo que a diferencia de dos años atrás, ya no era tan delgado y sus músculos estaban bien moldeados. Tenía pectorales marcados y su abdomen tonificado, por lo que tragó saliva al correr la mirada muy nerviosa.

Cuando Sveta se quedó dormida la recostó con cuidado sobre la manta, y a su lado también se ubicó Jack, bastante cansado. Erica se alejó para apoyar la espalda contra el árbol y permitir que los niños durmieran allí tranquilos. Lucas se levantó solo para poder acomodarse junto a ella en la sombra, con la espalda apoyada en el tronco de ese gran árbol.

Él tenía la mirada fija en la copa, con una sonrisa relajada.

—Tiene un lindo sonido —dijo con esa sonrisa de paz.

Erica dirigió su mirada hacia él.

—¿Qué cosa?

—El árbol —dijo y dirigió su mirada hacia ella—. Es distinto. Cerrá los ojos y escuchá el sonido que hace el viento cuando pasa entre las hojas.

Erica obedeció. Cerró los ojos y trató de concentrarse en el sonido del viento y en el roce que hacían las hojas entre sí, y aunque sí era un bonito y relajante sonido, no conseguía encontrar la diferencia con otros árboles. Él, sin embargo, siempre notaba la diferencia en las texturas, en cada sonido y cada color, y aunque para Erica era algo bonito que le gustaba mucho de él, era consciente de que se debía a haber estado encerrado por tanto tiempo.

Dirigió con tristeza la mirada hacia la mano izquierda de él, tenía puesto sus epítesis. Imitaba a la perfección los dedos de la mano y habían sido hechos específicamente para él, con su exacto tono de piel e incluso forma de las uñas. Nadie era capaz de notar la diferencia entre las epítesis y sus dedos reales, pero Erica sí lo notaba, porque ella sabía que faltaban dos.

—Mañana ya te vas —dijo Lucas de repente, cortando el silencio—. Quiero dejarte en claro que no tenés que preocuparte por nosotros, que vamos a estar bien y voy a cuidar y proteger a los peques en todo momento.

—No sé cuándo voy a regresar, puede ser una semana como pueden ser meses, Vanya no me dijo una fecha exacta —suspiró Erica—. Pero no quiero que dejes de vivir, Lu. Quiero que continúes saliendo con esa chica que te gustó, que salgas a divertirte. Rata puede encargarse de los nenes.

—No tengo pensado salir con nadie mientras vos arriesgás tu vida en Rusia —siseó Lucas—. Mi prioridad siempre vas a ser vos, Jackie y Sve. El resto no me interesa.

—Lu…

—¿Realmente pensás que mientras vos estés en el otro lado del mundo rodeada de mafiosos, yo sería capaz de dejar a mis peques con cualquiera para irme con una mina? ¿En verdad creés que me importan tan poco como para hacer eso? ¿Que vos me importás tan poco?

Erica bajó la mirada con tristeza.

—Yo solo quiero que seas feliz, Lu, ya suficiente… suficiente te hice sufrir, y ahora que empezás a salir, que te sentís listo, vuelvo a cagarte todo…

—No me cagás nada, Eri —dijo Lucas con voz suave y apoyó sus dedos en la barbilla de ella, para instarla a mirarlo—. No necesito salir con nadie para ser feliz. Soy feliz cada día en casa con Jackie, Sve y vos. No necesito más.

—Pero merecés disfrutar, Lu, es obvio que tenés necesidades también —dijo en voz baja.

—¿Y vos no las tenés?

—No es lo mismo…

—Sí lo es.

—¡No, no lo es! —chilló y bajó la voz al ver a Sveta moverse—. No lo es, soy viuda, mi esposo murió.

Lucas la miró con tristeza.

—Lo sé, Eri, lo que quiero decir es que vos también sufriste mucho y también merecés disfrutar, y creo que ya pasó tiempo y tenés que seguir adelante —dijo con su voz más suave posible—. Vas a ir a Rusia, vas a ver a Vanyusha que está loco con vos, y él sabe que sos viuda. ¿Creés que él no va a intentar seducirte? Lo intentaba estando Jack aún, ¿creés que no lo va a intentar ahora que estás sola?

—No voy a caer en su red.

—Tal vez no lo hagas, tal vez sí, y estarías en tu derecho de querer disfrutar y relajarte, de permitirte caer. Nadie puede juzgarte por eso —Acarició el rostro de ella con cariño—. Pero cuando llegues a Moscú vas a tener que dejar de ser la Erica mamá que cocina delicias y lee adorables cuentos por la noche, para convertirte nuevamente en la Bombita sexy que hacía poner de rodillas a sus pies al Loco de Mörder y al jefe de la mafia rusa.

—No era tan sexy…

Él se rió, primero lento y luego a carcajadas.

—¡No te rías! —lo golpeó en el hombro.

—Ay, por favor, sos una gran espía porque tenés, incluso hoy siendo una adorable mami, el don de la seducción. ¿Creés que no recuerdo cómo sedujiste al desquiciado para poder liberarme, cómo tenías a tus pies a Vanyusha Volkov y a Jack? —La miró fijo a los ojos grises—. Vas a pisar Moscú siendo la Bombita, y aunque ese ruso intente seducirte para dominarte, él va a terminar otra vez a tus pies porque vos vas a seducirlo para conseguir todo lo que necesites y desees.

Erica dejó caer su cabeza en el hombro de él, que le dio un tierno beso en la coronilla de la cabeza.

—¿Cómo voy a poder seducirlo con mi cuerpo actual? Perdí mis tetas, estoy más musculosa, ya no soy sexy… —susurró con preocupación.

—Sos tan poco sexy ahora que en el jardín de Jackie ninguna mamá hizo una queja porque sus esposos te miraban, ¿verdad? —dijo con una risita y pasó su brazo tras la espalda de ella, para poder abrazarla—. No seas tonta, sos hermosa y ardientemente sexy. No sé si queda bien que lo diga estando sobrio, peeero… con ese flor de culazo que tenés ya lo vas a dejar caliente.

Erica se rió, sintiendo sus mejillas encenderse.

—Tuve un bebé, ¿en verdad pensás que soy tan hermosa, tanto como antes? —susurró encogiéndose de hombros—. Perdí la forma bonita de mis pechos y tengo biceps como para noquear a alguien…

—Pienso que te ves incluso más hermosa que antes, mucho más cada día.

Ella alzó la mirada para verlo, Lucas la miraba de forma intensa pero al instante él corrió la mirada hacia el río.

—Sos hermosa, Eri, y podés lograr que cualquier hombre o mujer caiga a tus pies y te entregue el mundo con las manos. No lo dudes ni por un segundo.

No dijeron nada por largos minutos, se mantuvieron en silencio solo disfrutando del paisaje, de la brisa otoñal y del bello clima. Lucas le hacía caricias al cabello y a veces en el hombro, porque aunque él no se lo iba a decir, sí tenía miedo de que se fuera y perderla para siempre, pero necesitaba verse fuerte para que Erica obtuviera la suficiente confianza para sentirse segura.

Más tarde, cuando los niños despertaron, subieron al auto y regresaron a la casa. Chris iría a despedirla esa noche, antes de que ella partiera a Rusia.

Erica volvió a hablar con Jack y Sveta para explicarles que se iría, jugó y abrazó a cada uno, incluso se dio el gusto de tener a casa uno en una pierna para poder abrazarlos al mismo tiempo.

—Sve, bebita mía —le dijo al acariciarle el rostro con cariño, mirándola fijo a los grandes ojos celestes—. Mami va a irse por un tiempo, no va a haber más titi.

—¿No mami titi? —dijo Sveta y la abrazó.

—Vas a estar con Lucas y el tío Chris, te van a cuidar por mami.

Chris, que le estaba ayudando a Lucas a preparar la cena, solo las miraba de lejos con una mezcla de tristeza y preocupación.

Erica no quería soltar a ninguno de los dos niños, intentaba no llorar al abrazarlos con fuerza. Los llenó de besos, sintiendo su garganta escocerle por la angustia. Sentía un hueco en su pecho que había estado controlado por un tiempo, pero que ahora se agrandó y amenazaba con tragarla entera. Respirar era un martirio, y soportar el fuerte deseo de llorar aún más.

—Mami los va a llamar todo el tiempo, todos los días sin importar qué. Van a ver a mami en video, y no nos vamos a dar cuenta del tiempo que pase —les dijo, intentando convencerse a sí misma—. Los amo con toda mi alma y todo mi corazón, más que a nada en el mundo.

—Te amo mucho, mami —le dijo Jack con tristeza y la abrazó con fuerza—. Mucho te amo.

—Amo mami —agregó Sveta y le lanzó un beso con las manos, como había aprendido recientemente.

Luego de cenar Erica los bañó a los dos, les puso su pijama y se acostó junto a ellos para leerles un cuento, pero no perdió oportunidad de volver a repetirles que al despertar ella ya no estaría allí, porque no quería crearles falsas ilusiones. Disfrutó de ese momento más que cualquier otro, disfrutó de leerles y acariciarlos, de llenarlos de besos y memorizar el aroma de cada uno.

Cuando los dos se durmieron le costó mucho salir de ahí, quería quedarse con ellos pero sabía que debía levantarse. Fue hacia la cocina y cada paso fue peor que el anterior, llegó hasta sus amigos con el rostro cubierto de lágrimas. Chris fue el primero en abrazarla.

—Más te vale volver —le dijo y la aferró con fuerza—. No seas estúpida y no caigas en sus mentiras para ser ninguna reina de la mafia.

—¿Y si acepto y me caso? —bromeó Erica con una risita, aunque con mucha angustia a la vez.

—Me tomo el primer avión a Moscú y te traigo de los pelos de la cajeta, para que se te pase lo estúpida.

—No tengo pelos en la cajeta, tengo la definitiva —se rió Erica y se alejó un poco.

—Cerda asquerosa, no necesitaba tanta información.

Erica se rió pero volvió a abrazar a Chris con cariño. Había perdido a tanta gente que no quería volver a separarse de ellos, y alejarse de él dolía mucho. Con Thamma hablaban muy poco, ella había rehecho su vida alejándose de todo lo referido a Mörder, y eso incluía a Erica. Chris era el único que seguía ahí.

—Te quiero mucho, Erica, sos mi mejor amiga, mi familia —dijo Chris en un susurro y la aferró con fuerza—. Cuidate, no le creas a nadie nada, no seas ingenua, no caigas en mentiras. Sé más fuerte, más rápida y más astuta que todos, y volvé a casa.

—También te quiero, Chris, sos mi mejor amigo y mi hermano del alma —dijo ella en un susurro y se alejó para acunar su rostro—. Y voy a volver pronto.

Él solo asintió y se hizo a un lado para dejarle espacio a Lucas, pero se fue hacia el patio para poder fumar fuera de la casa como excusa para dejarlos solos.

Lucas apoyó su mano en la mejilla de Erica, con los ojos empañado en lágrimas. Acarició su bonito pómulo con el pulgar y la observó directo a los ojos grises. Quería decirle tantas cosas, pero sabía que solo le haría daño, que la dejaría distraída y preocupada y que eso, por sobre todas las cosas, podría costarle la vida. Por eso le dirigió una sonrisa lo más alegre que pudo, pese a las lágrimas en sus ojos.

—No te preocupes por nosotros, Eri. Vamos a estar bien y me voy a encargar de los peques —dijo con esa sonrisa—. Hacé tu trabajo y volvé con nosotros, vamos a estar esperándote.

—Te quiero, Lu —le dijo viéndolo fijo a los ojos verdes—. Te quiero mucho.

Él apretó los labios y parpadeó para evitar que las lágrimas de sus ojos lo traicionaran.

—Voy a estar esperándote, Eri, llamá cuando quieras, sin importar qué hora sea —dijo y la abrazó—. También te quiero mucho, y sé que vas a estar bien.

El teléfono de Erica había comenzado a sonar, lo que significaba que Fosa ya estaba afuera. Erica intentó no volver a llorar frente a ellos y se esforzó por dedicarles su mejor sonrisa, pero antes de salir con su bolso en la mano abrió la puerta de la habitación para ver a sus hijos dormir.

Se apresuró a salir antes de que Fosa, furioso por la tardanza, comenzara a tocar la bocina sin parar. Se despidió de sus amigos con un movimiento de mano en el aire y luego se metió en el auto sin mirar atrás, porque si miraba atrás terminaría por romper su promesa a Vanyusha.

—No te preocupes, Erica —le dijo Fosa mientras manejaba—. Me voy a asegurar de que regreses con ellos.

—Tengo mucho miedo de dejarlos —sollozó ella—. Como me pasó con mi hermana, la dejé ahí y le dije que la amaba, y luego…

—Eso no va a pasar, Omar envió gente a vigilar tu casa. Están a salvo —explicó con un suspiro—. Nos consiguió también un avión privado, va a ser un viaje tranquilo.

Ella solo asintió y lloró en el auto todo lo que no quiso llorar en la casa, porque sabía que su maestro no le diría nada por las lágrimas. Fosa la animaba a sentir y expresar todas las emociones que él no podía expresar con facilidad.

Cuando Fosa estacionó en el lugar vip reservado para ese viaje, antes de bajar del auto le extendió a Erica un pasaporte.

—Era de Gretchen, lo hice modificar y ahora es tuyo —dijo con el rostro serio.

Erica abrió el pasaporte, su foto estaba allí pero el nombre era falso.

—«Giannina Estévez» —leyó—. ¿No se van a dar cuenta?

—¿Realmente creés que gente como nosotros usa su pasaporte real? Incluso Jack tenía documentos y pasaportes falsos —explicó con una sonrisa torcida—. Me sorprende que no haya mandado a hacer uno para vos, pero por suerte tenés a tu maestro.

Bajaron e hicieron el protocolo antes de acercarse al jet privado, donde se encontraron con Rata allí cruzado de brazos, vestido de traje negro muy elegante y rodeado de sus fieles guardias. Aunque todos sabían que Rata, entre todas las personas, era quien menos necesitaba guardias para protegerse, pero tenía a su servicio a los hermanos Tanaka que no lo dejaban desprotegido. Akihiko y Ruriko se mantenían tras él, uno con una sonrisa bromista y la otra con su rostro serio.

—Dijiste que estabas muy ocupado para venir a despedirnos —siseó Fosa.

—Y no mentí, estoy muy ocupado pero me escapé —se rió Rata y apoyó su pesada mano en la cabeza de Erica—. Me alegra verte, Bombita, cuidate mucho. No te vayas a la cama de cualquier ruso, teniendo este galán en Argentina, ¿eh?

—También me alegra verte, Ratita —se rió ella.

—Nahuel —dijo Rata para llamar su atención, porque Fosa ya estaba por subirse—. Estuviste fuera de acción mucho tiempo, mantenete con los ojos abiertos. Cuídense.

—No soy un novato —gruñó Fosa.

Rata solo sonrió al verlo subir al jet, pero Erica primero lo abrazó con cariño y él devolvió el abrazo con una risita. Luego subió al avión siguiendo a su maestro, pero giró para ver a Rata que le guiñaba un ojo y a los guardias tras él, Akihiko que sonreía de lado y Ruriko que solo asintió con respeto hacia ella.

Se acomodó en un asiento cerca de Fosa, con su equipaje ya guardado. Él se había sentado cruzado de piernas y colocaba un cigarrillo en sus labios.

—Es un viaje largo, te recomiendo descansar —dijo Fosa y sopló el humo de su cigarrillo—. ¿Tenés tu teléfono?

Erica tomó el teléfono de su bolso y se lo extendió.

—Lo voy a tener yo, para evitar cualquier posibilidad de que quieran espiarte —dijo con el rostro serio—. Al llegar a Moscú te voy a dar uno nuevo.

—¿Y cómo voy a hablar con mi familia?

—Hay seis horas de diferencia entre Buenos Aires y Moscú, escogé un horario y en ese momento te daré el teléfono. El resto del tiempo lo tendré yo —Dirigió su mirada hacia ella, vestida de entrecasa para estar cómoda en el viaje—. Tengo conseguí un vestido especial. Ahora descansá o te voy a noquear.

Erica suspiró y se acomodó en el asiento con los ojos cerrados. No estaba segura de poder descansar, estaba nerviosa y tamborileaba con sus dedos en el asiento. Luego de unos minutos oyendo sus propios pálpitos por la ansiedad abrió los ojos y se miró las uñas. Como ya no hacía trabajos como asesina o barrendera sus uñas estaban bien arregladas y prolijas, y aunque tenían un tamaño medio las lucía con un bello tono rosa.

Tomó un trago de vino que le habían ofrecido y, en algún momento que no conseguía recordar, se había quedado dormida. Cuando Erica volvió a abrir los ojos, en su asiento como cama y cubierta por una manta, vio a Fosa cruzado de piernas con una copa de vino en la mano.

—¿En qué momento me dormí?

—No lo hiciste, te drogué —dijo él con mucha calma y sorbió un trago de vino—. No ibas a dejar de pensar y llorar por tus monstruos, así que tomé el camino fácil.

—¡¿Me drogaste?!

—Sí.

—¡Pasaste un límite! —chilló Erica con molestia—. ¿Cómo pudiste drogarme?

—Son dieciocho horas de viaje, Erica, tenías que descansar para estar atenta a todo al llegar —explicó y meneó la copa en su mano—. ¿Querés almorzar? Técnicamente sería un desayuno para vos, pero en Rusia sería la hora del almuerzo.

Fosa alzó su mano para pedir el servicio de gastronomía, pero Erica se mantuvo seria y cruzada de brazos con molestia. Solo se levantó para poder ir al baño y lavarse el rostro.

Estaba muy enfadada, comprendía las intenciones de su maestro pero no le gustaba esa clase de actitudes. Sabía que entre él y Rata era algo usual, y nunca creyó que se lo harían a ella. No tenía buenos recuerdos de ser drogada.

Almorzó en silencio, pensando en Sveta con sus vestidos rosados y sus piernas regordetas al corretear, con sus ojos celestes y su cabello castaño claro en pequeñas coletitas. Pensó en Jack, abrazando sus peluches al dormir, en él que siempre era tan cariñoso y servicial. Y pensó, también, en Lucas, porque lo imaginaba dormido sobre esa pila de libros y apuntes de medicina, esforzándose igual que siempre.

Luego, más tarde y ya cerca de entrar en Rusia, Erica se desvistió frente a Fosa que la analizó por completo.

—Sí, te quedará bien —dijo al verla en ropa interior—. Lástima que perdiste pecho.

—¡Ya lo sé!

Se colocó un largo vestido rojo vino de gala con unas sandalias doradas y joyería a juego. Se maquilló con mucho cuidado, haciendo énfasis en sus ojos que tanto le gustaban a Vanyusha, y pintó sus labios en un tono rojo intenso que le quedaba muy bien.

—¿Me voy a morir de frío? —le preguntó a Fosa con un resoplido.

—Te ves hermosa —dijo y sonrió de lado—. Tus piernas y glúteos compensan la disminución de escote.

—Dejá de hablar de mis tetas, te hice una pregunta.

—No me interesan tus tetas, pero a él sí —Fosa se colocó un cigarrillo en los labios y lo encendió—. Sí, hace frío incluso siendo primavera, pero te preparé un abrigo de piel para que no te quejes.

Erica se acomodó en el asiento con un resoplido y esperó a que el avión llegase a tierra. Estaba nerviosa, pero el juego había comenzado de nuevo y debía estar lista para ello. Respiró hondo y alzó la barbilla, dispuesta a ser nuevamente la Bombita.

Antes de bajar, Fosa le extendió el abrigo de piel y dieron aviso a Vanyusha de su llegada, aunque estaban seguros de que ya lo sabía.

El jefe de los Capa Roja les había enviado un auto y guardias, pero cuando quisieron separar a Erica y Fosa él tomó del cuello a uno de ellos.

Vamos juntos, si tocan mis cosas mueren —dijo en ruso.

—Tenemos órdenes de llevar a la Princesa con nuestro jefe —dijo una voz familiar en español, con un fuerte acento ruso.

Erica giró para ver a Misha ahí, firme y con sus brazos tras la espalda. Estaba serio y tenía el cabello rapado a los lados.

—¿Misha?

—Tanto tiempo, Princesa. No hagas un escándalo y suban al auto, yo seré su guía.

Fosa lo miró con dureza, dando a entender con su mirada qué le pasaría si intentaba algo. Luego se subieron al auto y viajaron hacia la residencia de los Volkov mientras que Erica observaba por la ventanilla. El cielo era oscuro pero la ciudad se veía bonita iluminada por las luces de la calle.

Sintió la mano de Fosa sobre la suya y fue así que se dio cuenta de que estaba temblando. Respiró hondo e intentó relajarse para poder cruzar esas grandes rejas de la residencia. Una gran mansión se levantaba allí, y al descender del auto fueron guiados al interior.

—La visita de Pietrzak es inesperada, pero preparamos un asiento más —explicó Misha mientras los guiaba dentro—. Están invitados a cenar con el jefe.

Fosa, entonces, le habló en lengua de señas a Erica, para explicarle que no debían hablar durante la cena, eso para los Volkov era una falta de respeto.

Erica miró con disimulo todos los guardias en zonas estratégicas, las múltiples cámaras de seguridad y los muchos controles que había para poder acercarse a Vanyusha. A Erica la revisaron antes de entrar en la sala, al igual que a Fosa.

Allí, sentado a la cabecera de la mesa, se encontraba Vanyusha Volkov, jefe de la mafia rusa. Él alzó la barbilla y se puso de pie, luciendo su altura y su traje elegante.

—Sean bienvenidos a Rusia —dijo Vanyusha en francés y clavó su mirada en Erica, dando un paneo por su cuerpo cubierto con ese abrigo de piel—. Por favor, el ambiente está climatizado. Tomen su abrigo.

Al instante unos sirvientes tomaron el abrigo de Erica y ella asintió con respeto pero lo miró fijo a los ojos oscuros.

—No esperaba la visita de Pietrzak —dijo en francés al mirar hacia Fosa.

—Solo he venido como traductor, mi querida Bombita no sabe ruso aún —explicó Fosa también en francés con el rostro serio—. No interferiré en sus asuntos siempre que no interfieran en los míos.

Con un educado ademán los invitó a acompañarlo a cenar. Vanyusha volvió a acomodarse en la cabecera de la mesa, mientras que Erica se ubicó a uno de sus lados y Fosa fue ubicado frente a ella.

Un plato de sopa fue servido para ellos, Erica lo bebió en silencio y con la espalda recta, lo que le costó bastante porque quería encorvarse para beber, pero necesitaba verse elegante. Luego el plato fue reemplazado por otro con carne y papas asadas que Erica degustó con placer, pero en silencio por la recomendación de Fosa.

Aprovechó a mirar a su alrededor, no era muy diferente a la mansión Moms, estaba decorado en blanco y dorado, aunque los Volkov parecían ser más ostentosos.

Otro plato, esta vez con un postre, fue servido frente a ellos. Erica sintió que no podría comer un bocado más, pero se esforzó en comer el postre.

Solo cuando finalizaron la cena fue que Vanyusha bebió un trago de vino y miró fijo a Erica.

—He pedido que preparen el té, debe ser un clima muy frío para ti —dijo en francés, con su acento ruso.

—Es un clima agradable, no tuve mucho tiempo de notar qué tan frío era —admitió Erica.

—Supongo que estarás ansiosa por hacer negocios, si me acompañan a la sala de té podré explicarme con mayor comodidad.

Se puso de pie y tanto Erica como Fosa lo imitaron para seguirlo a una habitación contigua, con sillones y una mesa baja donde ya estaba preparado el té con distintos pasteles dulces.

—Dios, voy a reventar —murmuró Erica en español y Fosa la regañó por eso.

Se acomodó en uno de los sillones junto a su maestro, para poder ver a Vanyusha que se había acomodado frente a ella cruzado de piernas y con los brazos descansando en el respaldo. Tenía una mirada intensa al observarla, Erica tragó saliva pero se cruzó de piernas para que sobresaliera un poco por el tajo, y así permitir que él viera algo de su piel.

Funcionó, porque Vanyusha dirigió su mirada al instante hacia sus largas y fuertes piernas, y alzó una ceja con interés, para luego mirarla fijo a los ojos grises mientras tomaba un poco de té.

—He sido traicionado por quien menos lo esperaba, me avergüenza admitirlo —dijo Vanyusha con su voz profunda y seductora, aunque no grave—. Mi gente se está encargando de gran parte del trabajo, pero esta persona es muy talentosa. Confío en que tus talentos, Bombita, puedan ser de mayor utilidad.

—¿Me libraré de mi deuda con esto? —preguntó con la barbilla en alto y su mirada fija en él.

—Oh, han pasado dos años, por supuesto que todo trato conmigo acarrea sus propios intereses con el tiempo —sonrió—. Tendrás que hacer más por mí que solo matar a un traidor.

Erica apretó la mandíbula, porque Vanyusha jamás había hablado sobre esas especificaciones al hacer el trato.

Él alzó su mano en el aire y al instante se acercó Misha con una carpeta en la mano que le extendió a Erica.

—Todo lo que necesitas saber está ahí. Tienes diez días para analizarlo y formular un plan, diez días más para haber finalizado el trabajo y luego hablaremos de tu siguiente misión —dijo Vanyusha y sorbió otro poco de té.

—De acuerdo, Volkov —dijo Erica y entrelazó sus dedos sobre la carpeta—. Supongo que me quedaré aquí para tenerme cerca, ¿verdad?

—Tus objetos personales han sido llevados a una habitación, por supuesto, Pietrzak también goza de ese privilegio —dijo al mirar a Fosa.

—No —dijo Fosa con su ceño fruncido y comenzó a hablar en ruso—: Mis objetos serán transportados a la misma habitación que la Bombita, o me la llevaré de regreso.

Si te la llevas de regreso romperá su trato, y me veré en la triste obligación de limpiar su existencia —dijo Vanyusha en ruso con una sonrisa, pero con su mirada amenazante—. Sería una verdadera pena perder semejante ejemplar de mujer.

—Entonces ordena que junten nuestros objetos en una misma habitación —dijo Fosa sin dejar de mirarlo de esa forma dura, como si pudiera atravesar su alma—. No quisiera tener que limpiar todo este lugar…

Vanyusha miró hacia Misha, quien solo asintió con respeto y se alejó para hacer cumplir esas órdenes. Él sabía que tener como enemigo a Nahuel Pietrzak no era una buena idea, y que justo su existencia era el motivo por el que su abuelo y Jonathan Moms tenían un trato cordial.

Los Capa Roja podían deshacerse de muchas personas, y quizá intentar deshacerse de Nahuel, pero Vanyusha sabía muy bien que Nahuel no dejaría de existir sin llevarse con él a todos ellos.

—Te ves realmente hermosa, Bombita —dijo Vanyusha con su mirada fija en ella, y la escrutó entera sin disimulo alguno—. Espero disfrutes tu estadía en mi territorio, me aseguraré de que tu experiencia aquí sea placentera.

Se miraron fijo a los ojos hasta que Erica comenzó a ponerse nerviosa, pero no corrió la mirada sino hasta que Misha regresó para murmurar algo al oído de su jefe.

—Su habitación está lista, por si desean descansar. A menos que tú, hermosa, desees acompañarme con un trago.

La miró de forma intensa nuevamente y Fosa se puso de pie, pero asintió hacia Erica para demostrarle que él iría a ver esa habitación. Sin embargo no perdió oportunidad en mirar de forma amenazante al jefe de los Capa Roja antes de seguir a uno de los sirvientes hacia la habitación.

Fosa quería inspeccionar el lugar, descubrir si había cámaras o micrófonos en el cuarto, para ver qué tanto podían hablar Erica y él en privado.

—Parece que no tendremos privacidad en ningún momento con Pietrzak rondando, ¿es acaso tu padre? —dijo Vanyusha y movió un mechón de cabello negro hacia atrás.

—Solo será mi traductor. Para poder investigar y formular un plan necesitaré hablar con locales —dijo Erica y dejó la carpeta a un lado—. Lamentablemente no estoy instruida en la lengua rusa, pero como verá, Volkov, mi francés es fluido y natural.

Él asintió y observó el cabello castaño de Erica que caía como una cascada sobre un hombro, su escote que lucía un collar de oro y su hermosa figura envuelta en ese vestido rojo vino, que permitía ver una de sus piernas.

—¿Sigues de luto? —preguntó con una sonrisa socarrona—. Por ese rojo tan intenso yo diría que no.

—Vine a cumplir mi trato con usted, Volkov.

—Puedes llamarme «Vanya» —dijo él y aceptó la copa de vino que le extendía un sirviente—. Respeto tu profesionalismo, pero me veo en la obligación de decirle, señora Wolff, que se ve realmente hermosa.

—No soy la señora Wolff, en Argentina la esposa conserva su apellido de soltera, Vanya —dijo y tomó la copa de vino que le extendían, pero antes la olió y observó con atención—. Soy simplemente Erica, la Bombita.

Bebió un trago de vino y conversó con él sobre el clima de Rusia, la transformación de Assassin en la única Sede de D.E.A.T.H., y las conversaciones de negocios que solían mantener él y Rata.

Vanyusha no perdía oportunidad en intentar seducirla con su mirada de fuego, su voz profunda o sus elegantes movimientos, pero aunque Erica había decidido jugar ese juego, se dio cuenta que lo que mantenía a Vanyusha mucho más interesado era que, justamente, ella lo rechazara.

Luego de beber unas copas más de vino, Misha escoltó a Erica hacia la habitación. Él se mantuvo atento a cualquier movimiento sospechoso en ella, sin embargo Erica estaba agotada por el cambio de horario y solo quería dormir.

Antes de que Erica pudiera entrar en la habitación, Misha la retuvo con su voz.

—Quítate eso, antes de que lo vea mi jefe —dijo en español, con su marcado acento ruso.

Ella volteó para verlo. Misha estaba observando el anillo de compromiso de Jack en su dedo anular.

—Tu jefe no me interesa, y ni cortándome el dedo van a conseguir que me saque este anillo —dijo Erica entre dientes—. ¿Entendiste, Misha?

—Te recomiendo guardarlo, si es que te importa. Antes de que mi jefe lo haga desaparecer —dijo con el rostro serio—. No le gusta que sus mujeres piensen en otros hombres.

—Qué bueno que yo no sea una de sus mujeres. Buenas noches, Misha.

Él solo se rió por ese orgullo inútil, sabiendo que no duraría mucho tiempo con vida si contradecía a Vanyusha. Por eso solo asintió con respeto y se alejó de allí para permitirle entrar en la habitación.

Erica cerró la puerta tras de sí y observó a su alrededor. Era una habitación en suite muy amplia y con una gran cama size king. Tenía calefacción, un gran televisor y lejos, en unos elegantes sillones, se encontraba Fosa bebiendo un trago mientras armaba las piezas de sus armas.

—¿Ya terminaron de coquetear? —preguntó Fosa en lo alto y dejó su pistola apoyada en la mesa delante.

—Solo hago mi trabajo.

—Entonces hacelo mejor, estabas tan nerviosa que parecías un conejo frente a un lobo. Vos no sos un conejo, sos un zorro, una bomba. ¿Estamos claros?

—¿Es seguro hablar acá?

Fosa señaló un par de objetos destrozados delante, parecían ser cámaras de seguridad y micrófonos.

—Es seguro, me encargué de que lo sea. Instalé un anulador de frecuencias así que podés quedarte tranquila —explicó sin mirarla, mientras armaba otra de sus pistolas—. ¿Qué te tiene como un conejo?

—No hago misiones desde… desde esa noche —dijo con tristeza, pensando en la muerte del Loco—. Y mi cuerpo ya no es lo que era.

Fosa alzó la vista para verla.

—Tu cuerpo está bien, es estéticamente bello y bien formado. Fuerte, entrenado y con curvas. Respecto a las misiones estás más que capacitada para esto.

Extendió su mano para recibir la carpeta que Erica tenía con la información del blanco. Ella se ubicó a su lado y lo revisaron juntos, la foto de una mujer de tal vez unos cuarenta años se veía allí, de cabello rubio y ojos azules, bonita aunque no especialmente hermosa.

—Oksana Petrovna Sorókina —leyó Erica.

—Va a ser un trabajo difícil, Erica —dijo Fosa con el rostro serio.

—¿Por qué? Tengo veinte días para tenerlo resuelto.

—Oksana es para los Volkov lo que yo era para los Moms —explicó con un siseo—. Aunque claro, yo soy mejor que ella.

Erica abrió los ojos con consternación. Su nivel había mejorado mucho porque jamás dejó de entrenar, pero no estaba segura de ser capaz de derrotar a su maestro o a alguien cercano a su nivel.

—Descansá, yo me encargo de conseguir la información, vos vas a encargarte de hacer cumplir tu trato —dijo Fosa y continuó leyendo el archivo—. Por cierto, ¿cuándo ha sido la última vez que tuviste un orgasmo?

—¡¿Qué carajo te importa?! —chilló Erica con molestia.

Él alzó la vista para verla.

—Sinceramente no me importa, pero si querés tener el favor de Volkov tenés que ser linda y sexy, y te ves como una inexperta. ¿Dónde quedó la Bombita seductora? —dijo con el ceño fruncido—. Si pasó tanto tiempo te recomiendo sumergirte en el jacuzzi y complacerte a vos misma, para recuperar ese fuego que te caracterizaba y no estar tan tensa.

—Sos un tarado.

Erica comenzó a quitarse el vestido con molestia, quedando en ropa interior mientras se quitaba las sandalias. Luego se acercó al tocador para poder desmaquillarse, sabiendo que Fosa estaba vigilando sus movimientos.

Estaba cansada. Por eso, aunque quería hablar con él, no bien tocó la suave almohada quedo dormida al instante. Fosa no la molestó, la dejó descansar porque a partir del día siguiente comenzaría el trabajo, y necesitaba estar lista para ese momento.

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