Capítulo N° 6
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El sol era fuerte, tan fuerte que quemaba lenta y dolorosamente sobre su cabeza. Podía sentir cómo el sol del mediodía impactaba con sus rayos en su piel que no tardó en enrojecer, quemándose. Su voz gritaba por agua, era el segundo día que llevaba allí, atada y desnuda, rodeada de su propia orina y con la sangre de sus heridas seca, pero el dolor siempre presente. Rogó y rogó por un trago de agua, a veces pudo ver a Chris y a Cele que intentaron acercarse a ella, pero siempre eran alejados por un grupo de profesionales. En un momento juró haber visto al Loco observándola desde una de las terrazas, pero no estaba segura puesto que el sol le estaba jugando malas pasadas.
Sintió que se desmayaba y un gran ardor en su nariz y párpados, prontamente la sangre no se hizo esperar y comenzó a resbalar por sus labios y mentón desde sus fosas nasales. Erica supo ahí que el sol había cumplido con su deber, estaba insolada. Sus extremidades temblaban y respirar se le estaba dificultando, incluso hubo un instante donde cerró los ojos, para ella fue solo un instante, pero para los demás había sido poco más de treinta minutos.
Cuando Erica volvió a abrir los ojos sintió una suave y delicada caricia en su mejilla, apenas fue capaz de reconocer una sonrisa alegre y unos ojos avellana que la miraban con tristeza.
—Tenés que beber algo de agua —dijo Aaron mientras le daba de beber con un vaso de metal.
—Si te ven... te...
Él colocó en los labios de ella su dedo índice, como una forma de pedirle silencio y solo incitarla a beber agua. Necesitaba rehidratarse.
—Gretchen fue a una reunión... —dijo de forma cortante mientras soltaba sus cadenas, la estaba liberando—. Se me dio el permiso de liberarte, tenemos una apuesta que cumplir y necesitás recuperarte, ¿te acordás? Tenés que demostrarle a Gretchen que aprendiste bien de mí.
Erica cayó de golpe al suelo, haciendo un sonido seco acompañado de un quejido de dolor. Aaron no tardó en cubrirla con su camisa a cuadros rojos y negros para luego tomarla de atrás de la rodilla y la cintura. La tomó entre sus brazos y rápidamente atravesó cada pasillo de Mörder para poder dirigirse a la enfermería. Él era consciente de que Erica necesitaba atención médica urgente, no solo para sanar sus azotes antes de que estos se infectaran, sino también por el tiempo que había estado expuesta al sol. Necesitaba hacerse chequeos, refrescar el cuerpo y otras cosas de las que Aaron no estaba seguro.
Cuando llegó a la enfermería recostó de lado a Erica y a gritos llamó a Noelia, la enfermera principal de Mörder. Esta no tardó mucho en acercarse con su típico contoneo de caderas seductor, pero al ver a Erica sacudió su mano y con un gesto de repulsión se negó a atenderla.
—Vas a atenderla —dijo Aaron entre dientes al sujetarla de la ropa.
—¿O qué? Cariño, este es mi lugar, no el tuyo.
—O... —Aaron le dirigió una sonrisa extraña y chasqueó sus dedos frente al rostro de Noelia—, nuestra bonita relación se acaba.
—¿Creés que no puedo reemplazarte, cariño? —dijo con un guiño.
—Por supuesto, y sabés perfectamente que soy tu mejor opción.
Noelia lo miro fijo un instante con los labios fruncidos en un gesto de asco, luego terminó por rendirse y revoleó los ojos. Se dedicó desde entonces a cuidar de Erica, llamó a otros compañeros para que le hicieran los correspondientes chequeos de sangre y orina, mientras que ella se ocupaba de todo lo demás.
Aaron, antes de retirarse, apoyó su mano con delicadeza en la cabeza de Erica para darle una suave caricia.
—No merecés esto, princesa. No lo merecés... —susurró.
Erica había tardado un par de días en recuperarse al menos un poco, y aunque Noelia aún no le daba el alta se vio obligada a regresar a su entrenamiento de disparo. Necesitaba aprender a disparar con una sola mano y sin cerrar un ojo, porque habría misiones donde necesitaría ambas manos para disparar o un cuchillo en una y un arma de fuego en la otra. Su espalda estaba llena de gasas y vendas y las heridas tras estas le molestaban demasiado. Estaba obligada a tomar medicamentos, analgésicos para el dolor y antibióticos para la infección que había comenzado a formarse en ella, a la cual, para su suerte, habían podido atender a tiempo.
Entrenó lo que pudo y soportó el dolor de su cuerpo por un solo motivo: ganarle a Gretchen. Necesitaba ganarle, demostrarle que no era una inútil y que si lo deseaba podía incluso llegar a acabarla, aunque ese era solo un pensamiento vengativo que aparecía en su mente de forma recurrente. Erica era conocida, entre sus amigos del barrio, como una chica buena y cariñosa, pero muy vengativa si se la provocaba.
Gretchen le había declarado la guerra a Erica, y esta pensaba devolver los ataques con igual fuerza.
Entonces llegó el momento decisivo, donde Erica Núñez conocería su destino. En un asiento mantenían a su hermana Cele sujeta con un arma apuntando su sien, como una forma de mantenerla controlada y evitar que, cegada por la ira, pudiera atacar a Gretchen.
Se encontraba de pie en la zona de tiro, con una magnum calibre 50 en su mano derecha y frente a ella se encontraban aquellos blancos que debía agujerear. El lugar estaba rodeado de espectadores, curiosos que deseaban saber en qué acababa ese desafío. Gretchen y Aaron la observaban de cerca, deseaban ver quién ganaba la apuesta. Los novatos y algunos profesionales observaban de lejos, ansiosos por ver qué aprendió la «princesa» del lugar, querían comprobar si Gretchen le había errado el día que la tomó como aprendiz o si, por el contrario, había sido una buena decisión. Para su pesar también se encontraba el «líder» de los locos, aquel inmenso hombre de apellido Wolff a quien todos llamaban «el Loco». Él la miraba desde su asiento contra una pared, con sus brazos cruzados y un cigarrillo en sus labios.
—Ya es hora, princesa. —Gretchen sonrió con una notable muestra de desdén, y Erica asintió con un intento de ocultar su propia sonrisa.
—No lo olvides, Gretchen, vas a ascenderme y a besar al Loco si yo gano —le dijo Aaron con una sonrisa de lado.
—Si es que ganás, si perdés la pequeña Celeste va a morir y eso no es todo, la princesa va a atenderme como una esclava, y vos, Aaron, vas a ser nuevamente un novato, sin un sueldo y solo recibiendo puntos de vez en cuando, con Christopher como tu igual y Martín como tu superior.
Aaron no respondió ante aquella provocación, solo sopló el humo de su cigarrillo mientras colocaba su otra mano en el bolsillo. Le estaba mostrando a su líder, con esa posición, que estaba confiado. No pensaba permitir que lo provocara y, menos aún, que un novato «con aires de grandeza» se convirtiera en su superior.
Luego de que acomodaran todo para Erica, ella apuntó con una sola mano mientras que un profesional movía los blancos para que pudiera actuar. Ella concentró su vista tal y como Aaron le había enseñado y, luego de exhalar, disparó varias veces a los distintos blancos que se encontraban a metros de ella. Ella acababa de demostrarle a Gretchen que podía disparar con una sola mano, que no era una inútil y que podía manejar un arma de mayor calibre.
La líder Moms solo pudo chasquear la lengua, pero la risita de Aaron no tardó en llenar el lugar para enseguida acotar:
—¿Qué? ¿Te sorprende que sea un buen maestro?
—Ahora la prueba física. —Gretchen le dirigió una sonrisa llena de malas intenciones, pero Aaron frunció el ceño y enseguida acotó:
—¡No, no, no! ¡Quedamos en disparos certeros! ¡Ya cumplió, yo gané!
—Cuerpo a cuerpo, armas blancas.
—¡Teníamos un trato! —se quejó Aaron.
Grecthen dirigió sus ojos oscuros hacia un inmenso hombre que se encontraba cruzado de brazos contra una pared, uno con el cabello largo y negro recogido en una colita con un gesto divertido pero aterrador en su rostro.
—Schulz, pelearás contra ella —le dijo y los labios de este se curvaron en una sonrisa que le heló la sangre a Erica.
—Será un verdadero placer, Gretchen. —Schulz giró hacia Erica, la miró de arriba hacia abajo y lamió su labio superior con una mirada lasciva que la estaba incomodando demasiado.
—¡Esperá! ¡Esto no es lo que acordamos! —se quejó Aaron nuevamente al sujetar a Gretchen de un brazo de forma dominante.
—¿Qué pasa, Pollito, tenés miedo de que la princesita salga herida? —dijo el Loco con una sonrisa de lado.
—No tengo miedo, puedo hacerlo. Sé que puedo hacerlo... —susurró Erica.
«Debo hacerlo», se dijo a sí misma.
Erica tomó entre sus manos un cuchillo que le extendía una muchacha, a quien ella consideró una novata por su entera sumisión. Fue guiada hasta el gimnasio, donde había un círculo preparado para peleas y allí, en uno de los bordes, fue colocada con agresividad, mientras que frente a ella se colocó aquel hombre al que –estaba segura– jamás había visto. Sus manos habían comenzado a sudar demasiado y eso la obligaba a limpiarse en el pantalón para deshacerse de la oleosidad de su piel, lo que podría perjudicarla al luchar con un cuchillo y que este se resbalara de su mano.
Por unos minutos, mientras los demás se acomodaban para ser jueces y espectadores, Erica lo observó. No era un hombre atractivo y no se veía siquiera amigable, no era que el ser atractivo cambiara algo, daba igual morir en las manos de un hombre feo o un hombre bello puesto que no deseaba morir de ninguna forma, pero ese rostro lleno de cicatrices de acné y batallas, su cabello grasoso y sus ojos pequeños solo conseguían intimidarla más. Lo volvían extrañamente más peligroso, la hacían temerle, y quizá esa era la idea de Gretchen: intimidarla hasta hacerla perder.
Aaron la miraba con preocupación mientras mordía su pulgar con nerviosismo, analizaba la situación, como si buscara algún posible escape o ventaja para la muchacha en el círculo, pero cuando Gretchen se paró firme con sus manos tras la espalda, mientras se balanceaba como si fuera una niña pequeña y ansiosa, Aaron no pudo evitar tragar saliva. Estaba seguro de que su jefa no le permitiría salir con vida jamás.
Erica observó a su rival de arriba hacia abajo, intentó encontrar puntos débiles en él pero solo veía una alta e inmensa masa de músculos, una que le recordaba al Loco aunque de forma más grotesca. Pensó que las piernas podría ser su punto débil por ser tan alto, quizá si conseguía desbalancearlo tendría una oportunidad de vencer.
Antes de que pudiera pensar mucho más Schulz la atacó, pero Erica hizo a tiempo de moverse a un lado con una voltereta. Esquivó otro ataque y buscó acercarse hasta él en un vano intento por patearle las piernas, puesto que él dio un salto y giró hacia atrás con su mano apoyada en el suelo. Una extraña voltereta habilidosa que consiguió arrojarla al suelo con una patada al mentón.
Vitoreos se oían en el lugar, quejas, bufidos y más que estaban desconcentrándola por completo. Intentó ponerse de pie pero le fue imposible, Schulz se arremetió contra ella e intentó clavarle su cuchillo, solo que Erica pudo girar en el suelo a tiempo y llegar a darle un codazo en el rostro. Estaba aterrada y jadeante, su espalda había comenzado a doler más y solo rogaba en su mente no haber abierto las heridas otra vez, porque dolían demasiado y la estaban haciendo sudar de más. Sentía calor y frío a la vez y sus ojos estaban comenzando a perder visión, ella supuso que su temperatura corporal estaba aumentando por fiebre, probablemente por aquella infección que la estaba molestando, aunque con los antibióticos se le terminaría por sanar en unos días.
Schulz se puso de pie y lanzó un ataque con odio al gritarle «du schlampe». Erica apenas si llegó a esquivarlo, su brazo se vio afectado por un corte y le fue inevitable no quejarse al respecto. Por el dolor, por el odio que sentía y por puro instinto hizo girar su propio cuchillo en el brazo y lo clavó en el de él, solo que Schulz se rio, como si todo se tratara de un juego, y la tomó del cuello para poder levantarla en el aire.
—¡La va a matar! —gritó Aaron.
—¿Y qué si lo hace? —Fue la única respuesta de Gretchen.
—¡Schulz es el segundo loco más sádico que hay! ¡Lleva años acá y ella solo meses! —insistió él.
—Como dicen en el cine, «shhh, queremos ver la función» —acotó el Loco.
Aaron no respondió nada al respecto, vio que el Loco se acomodaba para ver mejor la pelea. Había colocado su mano en el mentón y sus ojos estaban fijos en Erica y Schulz, analizaba cada movimiento, cada reacción, por lo que Aaron decidió imitarlo, se decidió a observar.
Erica no sabía qué hacer, su garganta estaba siendo aplastada y la falta de aire comenzaba a molestarle. El dolor era muy fuerte y sabía que si Schulz seguía apretándola así terminaría por perder la vida. En un vano intento por soltarse lo tomó de las muñecas y comenzó a pegarle en estas, luego vio hacia el público, hacia donde tenían a su hermana apuntada con una pistola, hacia sus amigos que parecían querer darle ánimos de forma disimulada, hacia Aaron que la miraba fijo y hacia el Loco, que se refregaba un ojo como si la pelea le estuviera aburriendo.
Un pensamiento dominó su mente, una pequeña idea, pero antes de que pudiera reaccionar Schulz había comenzado a hablar:
—¿Sabés lo que voy a hacer cuando mueras, princesita? Voy a cogerme tu cuerpo frío hasta cansarme, luego voy a violar a tu querida hermanita, la voy a matar lentamente para que todos puedan oír sus gritos de súplica, y mientras se desangra voy a metérsela tan duro que hasta tu alma en el infierno la oirá.
Los ojos de Erica se abrieron por la sorpresa ante aquella confesión, comenzó a sacudirse con ira mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Podía sentir cómo la adrenalina llenaba sus venas y comenzaban a dominarla, a enceguecerla como siempre hacía. Schulz había comenzado a reírse al ver las lágrimas resbalar por las mejillas de ella, pero Erica frunció el ceño y utilizó su idea reciente, llevó sus manos hacia el rostro de él y buscó apretarle los ojos, pero Schulz se rio y movió su cabeza hacia atrás.
—Eso no funciona conmigo, princesita.
Ella entonces lo tomó de los brazos, sabía que probablemente moriría en el intento pero deseaba intentar. Prefería arriesgarlo todo en su siguiente movimiento a morir sin haber hecho nada, así que se impulsó hacia arriba hasta hacer llevar sus piernas hacia el cuello de Schulz. Él continuaba sujetándola del cuello pero con menor fuerza, fue ahí que Erica aprovechó para golpearle los codos en reverso y así quebrarle un brazo. Él se quejó del dolor y la sorpresa llenó el lugar, pero ella no pensaba detenerse allí, sabía que si no lo mataba Gretchen no la dejaría en paz y él sería capaz de buscarla luego a ella o a su hermana para cumplir su deseo. Aplicó más fuerza con sus piernas y cuando él soltó su otro brazo se impulsó hacia adelante para caer al suelo con él, donde instantáneamente comenzó a golpearlo una y otra y otra vez en el rostro, con todas sus fuerzas. Quería verlo sangrar, quería demostrarle que él nunca podría tocar a su hermana.
—Du schlampe! —dijo él con asco.
Erica le dirigió una pequeña sonrisita y balanceó en su mano su cuchillo, el cual impulsó hacia la garganta del hombre, lo apuñaló incontables veces, hasta acabar con su vida, e incluso así continuó clavando ese cuchillo con lágrimas que resbalaban por sus mejillas.
El silencio reinó en el lugar. Nadie dijo una sola palabra, incluso Gretchen se encontraba anonadada, con un gran gesto de sorpresa en su rostro al igual que los demás. Aaron solo pudo parpadear varias veces para luego sonreír, y luego reír, mientras que el Loco sonrió hacia un costado con un gesto de aprobación.
Gretchen, como si no pudiera creer que en verdad uno de sus mejores locos estuviera muerto, se acercó hacia ambos en el círculo, hacia esa Erica que se hacía a un lado, jadeante. Miró el cuerpo inerte del hombre rodeado de su propia sangre, y a Erica cubierta de esta.
—¡Aún no! —chilló con un notable odio en su tono de voz.
—¡Ya gané! ¡Ya basta! ¡¿Cuál es tu problema?! —se quejó Erica.
—¡No hasta que yo lo diga!
—Schlampe! La princesa ganó... —acotó el Loco con el ceño fruncido.
—¡Gana si yo lo digo! —insistió Gretchen.
—No... —El Loco se puso de pie y con una caminata trabada se acercó a ella, de forma amenazante. Acercó su rostro al de ella hasta casi rozar sus narices y allí, entre dientes, añadió—: Schulz era mi primo, tuvo el mismo entrenamiento que yo. La princesita lo hizo bien, ella gana, vos perdés.
—¡Te odio, Wolff! —chilló.
Aaron se acercó hacia ella con una sonrisa pícara en su rostro y cuando hubo llegado a su lado carraspeó para poder llamar su atención.
—¿Y, gané la apuesta?
—Luego hablaremos sobre el próximo puesto que tendrás... —Gretchen quiso voltear para irse pero Aaron enseguida se interpuso.
—¡Ah, ah, ah! ¡No! ¡Falta algo, querida Gretchen!
Le dirigió una gran sonrisa que obligó a Gretchen a maldecir por lo bajo, ella entonces se acercó al Loco y lo miró fijo, pero él levantó una ceja con confusión.
—¿Qué mirás, schlampe?
—¡Los odio tanto! —Gretchen lo tomó del rostro e impregnó sus labios en los de él, pero el Loco abrió sus ojos con sorpresa y le dio un empujón para alejarla y, al instante, le lanzó una cachetada al rostro que la arrojó al suelo.
—¡¿Qué hacés?! ¡No me toques, asquerosa prostituta infeliz! —le gritó con asco.
Mientras que algunos novatos y profesionales se acercaban a Erica para felicitarla, darle sus buenos deseos, incluso consejos de pelea, pudo ver que Gretchen se ponía de pie limpiándose el hilo de sangre que el Loco había dejado en su boca. Se acercó nuevamente al Loco, jadeante de odio y le lanzó un puñetazo que él frenó enseguida. La volteó de un solo movimiento y trabó el brazo de ella tras la espalda para poder someterla.
—Pudo... someter a Gretchen con tanta facilidad... —susurró Erica y a su lado Aaron se rio.
—Son los mejores.
El Loco le apretó aún más el brazo y Gretchen gruñó por el dolor, pero luego él comenzó a reírse y acercó su boca hacia el cuello de ella, lo lamió de forma lenta y Erica pudo ver, al igual que todos los demás, cómo Gretchen cerró los ojos disfrutando de ese toque, como si se derritiera ante su tacto, como si con solo sentir sus dedos en la piel pudiera ser capaz de sentir placer, incluso una sonrisa se había curvado en su rostro que pocas veces mostraba alguna expresión que no fuera odio o desprecio.
«No puede ser, ¿es el Loco, el Loco es el hombre que le rompió el corazón?»
Gritó en su mente, porque temía decirlo en voz alta.
El Loco soltó entonces a Gretchen y la giró con agresividad, la tomó de los glúteos y la levantó de esa forma, mientras que ella enredaba sus piernas en las caderas de él.
—Me extrañaste, ¿eh, schlampe?
—¡Ya dejá de decirme puta! —dijo ella y le rasguñó la espalda, lo que lo obligó a morderse los labios con deseo.
—Te encanta que te diga puta...
Sin decir más ambos salieron del lugar en esa incómoda posición, mientras que él besaba y mordisqueaba el cuello de Gretchen. Erica solo los observaba con sorpresa, estaba confundida al igual que muchos otros más en el lugar y, luego de que ambos se fueron por completo, los susurros no tardaron en llegar.
—¿A Gretchen le gusta el Loco? —le preguntó Erica a Aaron cuando este comenzó a limpiar la sangre en ella.
—¿Si le gusta? Uhm... No, digamos que la cosa es un poco más fuerte que eso. —Sonrió y encendió otro cigarrillo, para luego pasar su brazo sobre los hombros de Erica y así poder susurrarle al oído—: Ella está loca por él, perdidamente enamorada.
—¡¿Qué?! ¿Cómo puede amar a esa cosa... monstruosa? —La expresión de repulsión en su rostro fue tan grande que Aaron no pudo evitar reírse.
—No sé, sobre gustos no hay nada escrito, además cuando me trajeron acá hace once años eran novios o algo así, recuerdo que se pasaban el día juntos... —se rio y alejó su brazo de Erica para no lastimarla—, pero ella quería una relación más seria y al Loco no le gustó nada.
—¿Quería... casarse con él? —preguntó Erica con una ceja levantada—. No me los imagino casados y formando una familia, criando hijos. Ay, no, ¡pobres nenes!
—Yo tampoco, el Loco no es un tipo que guste de las relaciones.
—Pero si salían, ¿por qué se enojó cuando ella lo besó?
—No estoy muy seguro, pero tengo entendido que no le gusta que lo besen en los labios, algo de que es muy sentimental y bla, bla. ¡Yo que sé! ¡Está loco, con los locos nunca se sabe!
Luego de la pelea pudo ir a bañarse o al menos quitarse la mayor parte de la sangre en ella. Allí en las duchas Erica se había bañado junto a una profesional, cada una ignorando a la otra. Había aprendido a ignorar la desnudez de las otras mujeres, al principio le incomodaba pero de a poco fue acostumbrándose, era como si hubiera una cortina que las dividía, nadie miraba a nadie, porque a nadie le importaba ver a otra persona allí.
Por largos minutos Erica sintió sus manos temblar por los nervios, pensaba en que había asesinado a un loco, y aunque estaba segura de que era un hombre lleno de odio y maldad, uno que seguro había llevado mucho dolor a incontables familias, sus manos no podían dejar de temblar y sus ojos continuaban llenándose de lágrimas por la culpa. Una parte dentro de sí le decía que había hecho un bien al deshacerse de una peste como esa, pero otra parte le decía que había obrado mal, que no debía asesinar.
Su conciencia la estaba volviendo loca.
Luego de ducharse se dirigió a la enfermería para que, ahora limpia, pudieran sanar las heridas en ella. Para su suerte, Noelia no se encontraba en el lugar, esa enfermera la consideraba débil y tenía un particular desdén hacia ella. Se alegró de que fueran otros enfermeros quienes la atendieron. Sanaron sus heridas, le colocaron nuevas vendas y gasas y buscaron desinflamar los hematomas en su piel. Incluso le habían tomado la temperatura, gracias a su ducha esta había bajado un poco pero aun así consideraban que tenía algo de fiebre y lo mejor era descansar.
Siguió las órdenes que le habían dado, debía beber los antibióticos y analgésicos como ellos se lo recomendaron y entonces se pudo dirigir hacia su habitación para cambiarse de ropa, pero al entrar notó que la chica que dormía frente a su cama estaba teniendo relaciones sexuales con su pareja del lugar, prefirió no molestarla, solo se vistió y salió tan rápido como llegó. No tenía buena relación con nadie de esa habitación, nadie que no fuera Chris, pero había aprendido a tener cierto respeto por ellos, al igual que ellos habían aprendido a respetar el espacio de Erica.
Las personas la miraban de forma extraña, incluso los locos la miraban fijo y eso solo conseguía incomodarla más, ella era consciente de que había matado a un notable loco, a uno de los mejores, y quizá eso haría que ganara algo de respeto, pero según Aaron eso también podía traerle muchos problemas, mucho odio y rivalidades. Personas que intentarían asesinarla solo para vengarse por matar a un amigo o, por el contrario, para demostrar que habían derrotado a quien derrotó a Schulz.
Erica no se consideraba una mala persona, era poco sociable, algo sensible y tímida y con tantas miradas solo conseguía intimidarse más, no creía merecer lo que estaba viviendo pero era consciente de que si no lo hubiera hecho ella y su hermana estarían muertas, al menos luego de incontables violaciones.
Decidió salir a una de las terrazas y observar el exterior, ver las calles concurridas, la luna en el cielo y las pocas estrellas que llegaban a verse por la contaminación lumínica. Quería algo de paz, y aunque el sonido de autos y bocinas no podía considerarse «paz», al menos era una paz que implicaba normalidad, que no estaba relacionada a asesinos. Respiró hondo y exhaló incontables veces hasta que una sonrisa relajada se formó en su rostro.
Se alegraba de estar con vida y se sentía culpable por ello, porque vivir implicaba haberse deshecho de otra vida. Vida por vida, y aunque estaba feliz de seguir respirando, la culpa estaba comenzando a torturarla en demasía.
Volvió a respirar hondo y suspiró, estaba a punto de recostarse en el suelo cuando una mano cubrió su boca y sintió un filo en su cuello, seguido de esa voz:
—Shhh, tranquila, engel, tranquila... —dijo el Loco en su oído. Lentamente descubrió su boca.
—¿Qué... qué querés? —susurró Erica con miedo.
—Felicitarte. —Olió el dulce aroma de su cabello y sonrió de lado.
—Linda manera de felicitarme —escupió ella con odio.
—Mi primo Kellen era un poco estúpido, muy competitivo y bastante insoportable, pero no era sencillo vencerlo. Te felicito, engel.
—¿Me felicitás por matar a tu primo? —preguntó Erica con sorpresa y tragó saliva.
—No nos llevábamos muy bien que digamos —admitió él contra su piel.
—¿Podrías... quitar el cuchillo, por favor?
—Du riechst so gut... —Volvió a oler su dulce aroma y sonrió de esa forma que la aterraba—. Quiero que seas mía.
—¡No! ¡Jamás! —chilló ella.
—Me equivoqué de expresión, ¡vas a ser mía!
—¡Jamás! ¡Psicópata enfermo y mal nacido! —Le dirigió una mirada furiosa, llena de ira, y él solo pudo sonreír.
—Oh, mirada de asesina, ¡qué sexy!
—¡Te odio!
—Ow, qué lástima, ¡voy a morir de tristeza! —Se rio a carcajadas y acercó sus labios hacia el cuello de ella, donde le dio un pequeño beso que le hizo doler por sus heridas.
—¡¿No te das cuenta de que te desprecio?! ¡No te quiero cerca de mí, me das asco!
El Loco alejó el cuchillo del cuello de Erica y ella aprovechó ese momento para poder lanzarle un fuerte puñetazo al rostro, pero cómo él seguía ahí mirándola de esa forma volvió a golpearlo otra vez. Él le daba miedo, la miraba de una forma que no podía comprender, esa mirada la ponía nerviosa junto a esa sonrisa lujuriosa, y su voz le daba pavor.
—¡Dejame! ¡Soltame, maldito psicópata!
Las lágrimas comenzaron a brotar de sus grises ojos, la angustia y el miedo se acumularon en su garganta, sus piernas temblaban del miedo que sentía al igual que sus manos, las cuales continuaban lanzando golpes a ese hombre que la miraba sobre ella.
El Loco entonces acercó nuevamente su boca hacia el cuello de ella y luego de succionar al besarlo, le susurró al oído:
—No es a mí a quien deberías temerle, engel.
La soltó y la observó por unos instantes, la forma en que ella se alejaba de él y abrazaba sus propias piernas. Erica escondió su rostro entre las rodillas mientras lloraba y llamaba en su mente a su padre, el único hombre que siempre la había defendido de todo. Luego en su mente recorrió la imagen de un muchacho rubio y sonriente que un par de veces había alejado a algún que otro acosador de ella, ese muchacho llamado Lucas que tanto le gustaba. Luego, sin siquiera planearlo, se encontró a sí misma susurrando el nombre de Aaron entre llantos, el de Aaron entremezclado con el de Chris. Ambos la habían salvado de situaciones similares, pero ninguno había llegado a salvarla en ese momento.
Cuando dejó de llorar y levantó su mirada descubrió que el Loco ya no se encontraba allí. Secó sus lágrimas y respiró hondo varias veces hasta sentirse algo más relajada. Apenas si se quedó allí para ver un poco más los autos pasar por la calle, se encontraba agotada y solo quería ir a descansar, quería estar lo más lejos posible del Loco o de cualquiera que se considerara con el derecho de acercarse a ella de esa forma tenebrosa.
Cuando se sintió lista se puso de pie e ingresó, no sin antes asegurarse de haber cerrado el ventanal con seguridad, de esa forma nadie en el exterior podría escuchar lo que sucedía en el interior, y viceversa. Al caminar por los pasillos trató de ignorar aquellas miradas que se fijaban en ella, se apuró hasta poder llegar al pasillo de los profesionales y, de allí, avanzar hacia el suyo. Fue así como pudo ver por el rabillo del ojo a Aaron coqueteando con una chica, la cual tenía contra la pared de la misma forma que había hecho con ella aquella mañana que fueron a advertirle a su amiga. Ve su sonrisa egocéntrica y sintió un leve malestar en su pecho, frunció sus labios con asco y caminó junto a ellos a gran velocidad para poder llegar hasta su correspondiente pasillo y arrojarse sin dudar sobre su incómoda cama, que en ese momento era lo más similar a un paraíso.
Se dejó caer en su cama y se cubrió la cabeza con la almohada, mientras se maldecía a sí misma y pensaba:
«Estoy sola acá, sola. No debo confiar en nadie, menos en él»
Suspiró y trató de pensar en otra cosa, algo que no sea Aaron. No quería que le gustara y mucho menos quería terminar por enamorarse de él, no quería sentirse atraída por nadie de Mörder, aunque para su pesar Aaron le parecía demasiado atrayente y no importaba cuánto se esforzara en no pensarlo, terminaba por hacerlo.
El borde de su cama se aplastó por otro peso, otro que no era de ella. Sintió su corazón latir a más fuerza y su respiración acelerarse de igual forma, estaba segura de que era el Loco, así que tomó una navaja que escondía dentro de un oso con el que dormía, uno que había conseguido a base de un trueque con una novata. Una forma buena de esconder un arma que, se suponía, no debía estar fuera de las reservas.
En el momento en que una mano se posó en su espalda giró enseguida con esa navaja mariposa, pero su ataque fue frenado, la sujetaron de la muñeca y ella forcejeó para poder liberarse, al menos hasta que escuchó una voz:
—Tranquila princesa, soy yo...
—¿Aaron? ¿Qué estás...?
—Quería saber si estabas bien —le susurró.
—Estoy bien, solo quiero estar sola... ¿no deberías estar con alguna chica por ahí? —respondió. Aunque quiso intentar no sonar resentida o celosa su tono de voz la estaba delatando demasiado, terminó por darle la espalda para que, aun con la oscuridad, no pudiera ver su rostro.
—No, prefiero estar con vos. —Sonrió y le dio una pequeña caricia en el hombro—. Ey, podés confiar en mí, no es como que te fuera a violar, ¿sabés?
—Lo sé, solo... solo no intentes nada raro.
—¿Algo raro como qué? No soy el Loco... —bromeó, pero al sentir que el cuerpo de Erica se tensaba se acercó un poco más, entraba algo de luz por el marco de la entrada, así que quiso observarla mejor, fue así que pudo ver un par de hematomas en su cuello que no parecían ser de la pelea, al menos no eran esos curvos a causa de la asfixia—. ¿Qué te pasó en el cuello?
—¿Qué? ¿De qué...? —Erica llevó enseguida sus manos hacia el cuello, tanteó la zona buscando algo diferente en ella.
—Tenés un chupón. —El tono de voz de Aaron cambió enseguida, Erica pudo notarlo—. ¿Quién te marcó?
—Fue el maldito Loco, me acosó en la terraza... —admitió ella con un suspiro temeroso.
—En Mörder los chupones significan que ya tenés a alguien, significa que si otro te toca... —se quedó en silencio antes de terminar, y un segundo después agregó—. Yo te voy a proteger, el Loco no te va a hacer daño, ¿sí? No lo voy a permitir.
—¿Por qué?
—Porque sos mi amiga, ¿no? Además... te debo la vida. —Aaron se estiró un poco y le dio un pequeño beso en la mejilla que la hizo ruborizar—. Te dije mil veces que el Loco es demasiado peligroso, si te acercás a él te va a lastimar, no podés permitir estar a solas, tenés que evitar todo lugar donde él pueda tenerte a solas. No deseo que te hiera, ni físicamente ni verbalmente.
—¿Verbalmente?
—Está loco, es un psicópata, podría usar lo psicológico para herirte, insultos, tu familia, ¿quién sabe? Suele hacer eso, mentir, amenazar. Tiene una habilidad única para mentir, ¿por qué creés que muchos lo adoran? Él consigue seducirlos con facilidad con sus palabras, así que nunca oigas nada de lo que te diga, no te olvides de que es un mitómano. —La oyó suspirar con tristeza así que guio su mano hacia la de ella y la apretó con suavidad, con cariño—. No permitas que te lastime, alejate de él en todo momento. Yo voy a estar siempre para protegerte.
Erica sonrió con cierta timidez, le agradaba oír esas palabras y más aún sentir sus manos con los dedos entrelazados. Sentía una total y completa estúpida, pero estaba a gusto con él ahí, con sentirlo tan cerca y con poder disfrutar de sus caricias. Y así, con él acariciando sus brazos o sus manos, terminó por quedarse dormida.
Aaron entonces la observó dormir, le corrió un mechón de cabello del rostro y sonrió de lado. Suspiró y con algo de pereza llevó una de sus manos hacia su rostro para poder refregarlo con algo de molestia, cansancio e incluso malestar.
—No creí que esto pudiera pasar, no era la idea... —susurró—, pero no puedo evitar mirarte y notar lo hermosa que sos, lo pura e ingenua, tan dulce y angelical. Esto no debía pasar, y ahora ya no sé qué hacer.
La miró otra vez y se acercó a su rostro para depositar un suave beso en su mejilla
—Me gustás, Erica.
Glosario alemán:
Du schlampe!: ¡Puta/perra!
Engel: Ángel.
Du riechst so gut: Hueles tan bien.
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