Capítulo N° 58
Erica y Lucas se pararon firmes para recibir a su maestro, quien estaba con el rostro serio y traía en sus manos una caja. Los escrutó a ambos por sus gestos divertidos y levantó una ceja.
—¿Me vas a invitar un café en la taza más limpia que tengas en la casa?
Erica suspiró al asentir con un movimiento de cabeza continuo y abrió la reja para permitirle pasar a ambos. Cruzaron el bonito jardín con el camino de piedras y abrió entonces la puerta de entrada. El Loco estaba revisando unos planos de Mörder que no quiso explicar cómo consiguió, y ni siquiera respondió el saludo de Fosa, estaba demasiado concentrado en analizar el plano.
Fosa se acomodó en una banqueta alta de la isla y comenzó a reírse al ver que Erica tomaba de la alacena una taza que estaba dentro de una bolsa zip.
—¿Y eso? —se rió.
—Es tu taza, la tengo reservada para vos. Limpia y a salvo.
Él sonrió mientras la veía servirle café ya preparado. Lucas se acomodó en diagonal a él, y Erica comenzó a colocar en la mesa todo el equipo de mate para poder tomar con Lucas, pese a los gestos asqueados de su maestro por compartir una misma bombilla.
—Engel, si vas a llamar a Vanyusha hacelo con el Gusano presente —dijo el Loco y levantó la vista para verla—. Por seguridad.
Fosa asintió para darle la razón, por lo que Erica resopló y extendió todo el equipo de mate a Lucas para que él preparara todo, mientras que ella tomaba su teléfono para poder llamar a Vanyusha.
—¿Es necesaria tanta seguridad? —se quejó ella con un chasquido de lengua.
—Es la mafia rusa —dijeron Fosa y el Loco al mismo tiempo.
Con un suspiro Erica comenzó a llamar al número agendado que tenía de los Capa Roja, no era el número personal de Vanyusha, ese le costaría muchísimo más obtener. Y cuando la voz grave de un hombre le habló en ruso, Erica se congeló solo por un instante, pues la vez que llamó a Vanyusha tenía la adrenalina por la batalla.
—Habla la Princesa, quisiera comunicarme con Vanyusha Volkov —dijo en francés.
El hombre al otro lado parecía enojado, una de las palabras las pudo entender por haber oído a Misha decírsela, era «cyka». Luego de un par de palabras que Erica no comprendido y se vio obligada a repetir su pedido, solo silencio se oía del otro lado por unos instantes, hasta que la voz de Vanyusha se oyó allí.
—Da?
—Buenas tardes, Volkov —dijo Erica luego de respirar hondo—, soy la Princesa.
—Creí que preferías ser llamada «Bombita» —dijo él con una risita—. Dime, hermosa, ¿qué necesitas de mí?
—Me gustaría hablarlo en persona, solo usted y yo, sin mi gente y sin la suya, si eso es una posibilidad para usted —agregó Erica.
Vanyusha se mantuvo en silencio por un buen rato pero su respiración se oía allí.
—Comprenderás que soy el último heredero de mi familia y que no puedo arriesgarme, ¿verdad?
—Elija el lugar y un guardia que lo escolte, el día y el horario será su elección. Yo me puedo adaptar a sus requerimientos.
El silencio otra vez reinó del otro lado del teléfono por algunos segundos que parecieron eternos.
—Déjame pensarlo, ¿puedo llamarte a este número o tienes uno más seguro?
—Puede llamarme a este número, es seguro —dijo Erica y miró fijo a Fosa y el Loco frente a ella.
—En una hora te daré una respuesta, buenas tardes, hermosa.
Vanyusha colgó la llamada y ella suspiró con alivio, al menos hasta que los dos hombres más peligrosos de todo D.E.A.T.H. la miraron fijo para luego llenarla de preguntas. No les agradaba en lo absoluto tener que esperar una hora a que Vanyusha se decidiera.
—No me gusta nada —gruñó el Loco.
—Él quedó loco con Erica, va a aceptar —agregó Lucas y le pasó un mate a Erica—, no tengo dudas.
—Sigue sin gustarme nada.
Fosa se puso de pie y abrió la caja que había llevado para Erica, de donde sacó un largo y delicado vestido rojo de gala que le enseñó.
—Va a aceptar y cuando lo haga usarás esto para verlo —dijo Fosa con el vestido en sus manos.
—Creí que no tolerabas el rojo —dijo Erica con sorpresa.
—No lo tolero, pero para ellos es un color muy importante y causarás buena impresión —respondió con un suspiro y guardó el vestido en la caja, donde habían otros objetos también—. Debo irme a trabajar pero manteneme al tanto de lo que suceda.
Erica asintió con una sonrisa y Fosa apoyó su mano en la cabeza de ella, le hizo una pequeña caricia que sorprendió al Loco, pues no era usual que fuera tan afectuoso.
—Te verás hermosa con esto, asegurate de que tu maquillaje sea perfecto.
Luego de pronunciar aquellas palabras se dirigió al Loco para que le abriese la puerta. Él estaba muy serio, aunque Fosa no entendía muy bien por qué, supuso que se trataba de la llamada a Vanyusha.
Luego de que Fosa se fue, el Loco dejó de analizar los planos solo para poder jugar con Jack en el suelo, sobre la nueva alfombra, y en la cocina Erica y Lucas continuaban tomando mate a la espera de esa llamada.
Una hora exacta después Vanyusha llamó, y con los nervios que le daban un pequeño temblor en las manos ella respondió. Se mantuvieron en silencio hasta que él dijo.
—Esta noche, en la ubicación que mi gente escogió, iré con un guardia especial que no les permitirá ningún avance no permitido.
—De acuerdo, dime dónde y allí estaré. Iré sola.
Vanyusha le pasó la dirección y el horario donde Erica debía estar, luego cortó sin desperdiciar ni una palabra más. El corazón de ella latía muy rápido por los nervios, pues solo faltaban dos horas para el encuentro.
Mientras Erica se bañaba, el Loco buscó la dirección e hizo averiguaciones, era un restaurante ruso. Quizá Vanyusha iría con un solo guardia, pero Erica estaría rodeada de su gente. La idea de que fuera sola no le gustaba nada y una vez que ella salió del baño no tardó en quejarse al respecto.
—Si voy con alguien no me va a escuchar, tengo que ir sola —dijo Erica con el rostro serio.
—Es peligroso.
—¿Y cuándo no lo es? Todo lo que hacemos es peligroso —dijo y comenzó a secarse el cabello de a toquecitos—. Necesitamos que nos preste a su gente, quizá que nos de armas.
—Va a pedirte algo a cambio.
—Lo sé —suspiró Erica—, es como hacer un trato con el diablo, pero necesitamos ayuda, solos no podemos.
Él no agregó nada más porque sabía muy bien que Erica tenía razón, y aunque era consciente de lo buena y fuerte que era Erica, también le preocupaba y deseaba protegerla. Le mostró el restaurante y las posibles salidas de escape que, tenían por seguro, estarían bloqueadas.
Se quedó a su lado en la habitación viéndola ponerse crema humectante en el rostro, la vio maquillarse con cuidado y mucho esmero, sin poder evitar sonreír al verla tan bella y tan concentrada. Pese a su preocupación no podía dejar de verla y admirar cada parte de ella, desde su belleza de otro mundo hasta su valentía y fortaleza, su astucia y picardía.
Fosa le había preparado un largo vestido rojo con escote al frente pero también en la espalda, donde varias cadenitas doradas se cruzaban y servían para disimular las cicatrices de su espalda. En la caja había un par de delicados zapatos dorados y también joyería, la cual Erica no tardó el colocarse.
—Te ves tan hermosa —le dijo él y la abrazó de atrás para darle un beso en la mejilla—. Confío en vos, confío en que no existe mujer más fuerte que vos, amor, pero eso no quiere decir que no me preocupe.
Erica volteó para verlo y depositó un tierno beso en sus labios junto con una sonrisa al sujetarlo con cariño de las mejillas.
—Voy a estar bien.
—Lo sé —suspiró y acarició la mejilla de ella con mucho cariño—. Llevate mi auto, no estás vestida para ir en moto.
—Voy a ir en la moto, en caso de una persecución sabés que puedo escapar. Un vestido no me impide nada, creeme —se rió Erica y volvió a besarlo.
Él no agregó nada más, solo le pidió luego de unos minutos que tuviera su ubicación activada, y luego de despedirse y repetir las recomendaciones, los consejos y las palabras que debía decirle a Vanyusha, Erica se colocó el casco y se fue en su moto.
—Va a estar bien —le dijo Lucas al colocarle una mano en la espalda.
—Lo sé, aún así me preocupa.
Cuando Erica llegó al restaurante, pese al trato de tener solo un guardia descubrió que había gente muy peligrosa en todas partes. Fue guiada por la recepcionista hasta la mesa donde Vanyusha la esperaba, y el guardia que lo acompañaba, ubicado tras él, hizo que Erica sintiera un escalofrío.
—Misha —murmuró Erica con sorpresa al verlo.
Se acercó contoneando sus caderas para verse más sexy y aprovechó para ver bien a ese joven ruso con el que ya había luchado una vez. Estaba vestido de blanco, a diferencia de su ropa usual en Mörder o Naemniki, se veía más musculoso y también más elegante.
Se detuvo junto a la recepcionista frente a ellos y asintió con respeto hacia Vanyusha, vestido de traje y camisa negra, tan elegante y apuesto como era de esperarse. Él, con un respetuoso movimiento de mano, la invitó a sentarse a la mesa.
—Debo admitir que me sorprendió tu llamada —comenzó a decir Vanyusha en francés mientras le servía vino en una copa—, sabía que lo harías, Bombita, pero no creí que tan pronto.
—Antes de todo, de cualquier negociación —comenzó a decir Erica también en francés—, mis más sinceras condolencias por Sveta.
El rostro de Vanyusha se oscureció, sus gestos se volvieron más fríos y sus cejas cayeron sobre sus ojos de forma intimidante.
—Podría decir lo mismo, de no ser por el deseo de asesinar a tu esposo que aún persiste en mí.
—Nosotros la amábamos, ella era como una madre o una hermana mayor para mí —se defendió Erica.
—Me alegra que alguien pudiera disfrutar del cariño de mi hermana, cariño que me fue negado y arrebatado por las estúpidas reglas de mi abuelo —dijo Vanyusha y sorbió un trago de vino—. ¿Deseas comer o negociar primero?
Erica dirigió su mirada hacia Misha, estaba serio y firme allí, aunque de a ratos se podía vislumbrar una sonrisa egocéntrica en su rostro.
—Estoy al tanto de que ya conoces a Misha, comprenderás mi elección para esta noche por cuestiones de seguridad —dijo Vanyusha.
—Sí, la última vez que nos vimos casi nos matamos mutuamente —agregó Erica sin dejar de mirar a Misha a los ojos.
Pidieron la cena mientras bebían el vino y conversaban sobre Sveta, para volver el ambiente lo suficiente pacífico para que Misha y Erica no saltaran uno sobre el otro a matarse, ya que se miraba mutuamente con el deseo de apuñalarse.
—Si sigues mirándome así te mataré —dijo Misha en español con el rostro serio, aunque con un marcado acento ruso.
—Quiero ver que lo intentes.
Vanyusha dijo algo en ruso que Erica no pudo entender, pero vio a Misha asentir con respeto y dirigirse a otra mesa cercana, aunque desde ahí no dudó en hacer danzar un cuchillo en su mano para demostrarle a Erica que estaría atento a cualquier posible acercamiento o ataque de su parte.
—Discúlpalo, aún no se acostumbra a nosotros —dijo Vanyusha luego de tragar un bocado de carne—. Supongo que compartir el mismo hombre trae estas consecuencias.
—¿Él se lo dijo?
—No por nada lo escogí para esta noche —aclaró Vanyusha y levantó la barbilla—. Y por favor, hermosa, trátame de «tú», tenemos la misma edad.
Erica sorbió un trago de vino para bajar un bocado de comida, debía agradecerle a Misha que le permitiera darse cuenta de sus sentimientos por el Loco, pero aún así lo odiaba por las veces que la intimidó en Mörder.
—Te ves especialmente hermosa esta noche, el rojo es el color de mi familia —La miró fijo y con intensidad—. Supongo que habrá un rifle apuntándome en este momento por si intento cualquier movimiento, ¿no es así?
—No. Estoy sola, por completo —dijo Erica y levantó la barbilla de forma egocéntrica—. Solo basta conmigo.
—No esperaría menos de la esposa de Wolff y aprendiz de Pietrzak —sonrió con picardía—. Dime entonces, ¿a qué se debe esta grata pero inesperada reunión?
—Sin Héctor y Gretchen con vida nuestro último obstáculo es Sabatini. Tiene el don de la manipulación, por lo tanto tiene fieles seguidores.
—Tú solo dime que lo quieres muerto y lo estará en veinte minutos.
—Tenemos asuntos personales con él —dijo Erica con odio, con sus ojos flameando en ira—, yo lo haré desangrarse para luego cortarlo con un hacha en cientos de partes. No quiero que tú lo mates.
En los ojos de Vanyusha brilló el deseo y el interés por las palabras de Erica. Era bella, fuerte y sádica como una asesina de la mafia.
—¿Y qué es lo que quieres de mí?
—Armas, y tal vez de tu gente.
Se mantuvieron en silencio mirándose fijamente a los ojos, los grises de Erica y los oscuros de Vanyusha. Él pinchó con su tenedor otro poco de comida y lo llevó a su boca, como si cada movimiento fuera fríamente calculado. No quitó sus ojos de ella en ningún momento, pues Erica allí se veía igual de peligrosa que un depredador.
Vanyusha pensó que ella encajaría muy bien con los Capa Roja y con la Bratva, de no ser porque Erica ya tenía un hombre a su lado.
—Está bien, necesitaré de una semana para darte lo que deseas, ¿está bien para ti?
—¿Qué quieres a cambio? —preguntó Erica con una ceja levantada.
—Tus servicios para cuando yo los requiera —dijo y estiró su mano hacia ella—, y que bailes conmigo.
—¿En este momento?
—En este momento.
Erica dudó un poco, especialmente porque no había nadie bailando, pero luego de suspirar decidió aceptar la propuesta y tomó su mano con suavidad. Él la ayudó a ponerse de pie y el silencio fue total mientras ellos caminaban de la mano hacia el centro con todos esos ojos posados en ambos, solo cuando Vanyusha hizo un movimiento con la mano fue que la gente del restaurante volvió a concentrarse en sus cenas sin prestarles especial atención.
Con un movimiento respetuoso de cabeza llevó su mano hacia la cintura de ella y sujetó la otra de forma delicada para empezar a guiarla.
—Podrías pedirme lo que quieras que te lo daría —dijo Vanyusha mirándola fijo a los ojos grises—. Excepto mi vida, por supuesto.
—Mi esposo me ofreció incluso su vida —dijo Erica con una mirada intensa—. ¿Por qué razón lo harías por mí?
—Sveta me hablaba mucho de ti, decía que le recordabas a Katya —explicó.
—¿Te la recuerdo también?
—No, no te pareces a ella —admitió—, no me la recuerdas para nada. Al verla a ella veía a mi familia, al verte a tí...
—¿Al verme a mí, qué?
—Al verte a tí veo a la jefa de los Capa Roja y la Bratva —dijo con una sonrisa—. Claro, de no ser porque no es posible.
—Exacto, no es posible, estoy casada —dijo Erica con una sonrisa sincera.
Él la hizo girar y apreció la figura de Erica allí, su bonita espalda que no dudó en rozar con sus dedos, luego la acercó más hacia él de la cintura.
—Una verdadera lástima, Bombita —Sus ojos se veían llenos de deseo, una mirada intensa y de fuego—, porque al verte como jefa de los Capa Roja también te veía sentada en mi rostro saboreándote por horas. Supongo que deberé conformarme con ver tus hermosos ojos en esta danza.
Las mejillas de Erica se encendieron, Vanyusha tenía una forma muy distinta de hablar a la que no estaba acostumbrada, porque dicho con otro tono de voz u otras palabras se habría ofendido muchísimo, sin embargo fue inevitable para ella ponerse nerviosa por esa cercanía.
Vanyusha era peligroso, y no exactamente por ser el jefe de la mafia rusa. Era un seductor nato.
—Me halagas, Volkov —susurró Erica al correr la mirada.
—Puedes llamarme Vanya —dijo y sonrió—, o Vanyusha si es que así lo deseas, como me llamaba mi hermana.
Bailaron unos minutos más en silencio, Erica trataba de esquivar su mirada de fuego mientras que él disfrutaba de los pequeños roces de piel, del aroma dulce que emanaba.
—Llámame cuando necesites mis armas o mi gente y serán tuyas por el tiempo que desees —dijo él luego de hacerla girar—. Y cuando yo necesite tus servicios responderás a mi llamado, mañana o en diez años.
—Me parece un buen trato, Vanya.
Él sonrió al oír su nombre con sus ojos que parecían brillar, y detuvo el baile solo para sujetarla con suavidad del mentón.
—Cuando te canses de ser la esposa de alguien, puedes convertirte en la jefa de los Capa Roja.
—Tal vez ya estés casado para ese momento —bromeó Erica.
—Deshacerse de una persona es algo muy sencillo en este mundo.
Erica no agregó nada más, regresaron a la mesa para continuar con la negociación con la intensa mirada de Misha posada en ella, atento ante cada posible amenaza a su jefe.
En Assassin, los disparos hacían eco en el lugar, los cargadores y las balas parecían nunca agotarse, al igual que los cuerpos de todos esos asesinos que parecían poder seguir por dos horas más esa guerra. Cuerpos y más cuerpos se encontraban en el suelo, asesinos que no soportaron más la pelea, asesinos que encontraron la muerte y la libertad.
Y mientras que los sobrevivientes se revolcaban por el suelo golpeándose o cortándose entre sí en una infernal batalla, Julio y Aaron se encontraban en el centro de Assassin, se cubrían tras paredes y se asomaban solo para disparar.
—¡Escuché por ahí que el Loco mató a tus hermanos! ¡Qué pena que me lo perdí! —gritó Aaron cubierto con la pared.
—¡Y oí que busca matarte a vos ahora, luego de lo que le hiciste a su esposa, dudo que te deje vivir! —se rió con cierta maldad, y cuando Aaron se asomó pudo ver su rostro consternado—. Awww, ¿no lo sabías? Pobre pollito, el tan temido Loco se queda con la novia que tanto intentaste alejar de él…
Aaron se llenó de ira y se asomó solo para dispararle varias veces, aunque Julio llegó a cubrirse con la pared. Necesitaba acercarse a él, necesitaba estar frente a frente para poder pelear contra él, de lejos no podría hacer nada y menos si Julio le disparaba continuamente.
Serge corría por todo el lugar haciendo volteretas en el suelo y disparándoles a otros asesinos, buscaba llegar hasta el centro de control y vigilancia. Por suerte para él tenía la mejor guardaespaldas que podía existir. Ruriko corría frente a él para abrirle paso con su katana, la sonrisa en su rostro aumentaba cada vez más a medida que más muertes causaba y más rojo la bañaba. Esa pequeña mujer le producía algo de miedo a Serge, pero sabía que ella jamás le haría daño, no a él.
Lograron llegar fácilmente al centro de control y vigilancia, donde en pocos movimientos de su muñeca Ruriko dejó fuera de combate a los asesinos de Mörder que intentaban invadir el lugar. Serge enseguida comenzó a teclear en las computadoras, transfiriendo algunos datos lo más rápido que le era posible.
—Señor, ¿le falta mucho? —preguntó Ruriko balanceando su katana en el aire, oía, al igual que él, a la gente que quería entrar—. Tendremos visitas en pocos segundos.
—Ya casi, ¿crees que puedas encargarte de ellos mientras termino?
—LeBlanc-san, me ofende. —Ruriko le dirigió una sonrisa algo soberbia, con la locura grabada en sus ojos negros.
La puerta se abrió e ingresaron varios asesinos que al ver a Ruriko solo atinaron a retroceder, pero ella les dirigió esa sonrisa siniestra mientras corría hacia ellos. Les hizo un corte limpio, arrebatándoles la vida, casi danzaban en el aire pequeños torbellinos de sangre que se formaron con sus cortes.
Serge continuaba tecleando, luego se dedicó a observar las cámaras, vio a Julio en la sección B-5 donde peleaba contra Aaron en cuerpo a cuerpo. Sonrió al saber que Julio tenía mucha más oportunidad que Aaron, porque luego del Loco y Nahuel no conoció a nadie que tuviera esa habilidad de pelea.
Aaron le lanzó un fuerte puñetazo a Julio, pero fue frenado en un instante a la vez que le doblaba el brazo hacia atrás, aplicando presión en busca de quebrarlo, solo que Aaron era igual de habilidoso y giró en el aire para lanzarle una fuerte patada al rostro que lo arrojó al suelo. Quiso lanzarse sobre él, pero Julio rodó en el suelo y le pateó las piernas para hacerlo caer.
—Veo que mi hermana te enseñó bien —Julio clavó sus ojos oscuros en los de Aaron, que se limpiaba un hilo de sangre en su boca.
—¡Vas a pagar por lo que me hiciste!
Los golpes parecían no querer llegar al cuerpo del otro, todos eran perfectamente frenados o trabados en el aire gracias a alguna técnica de sumisión, pero ambos lograban liberarse de cada técnica.
Un disparo hizo gritar a Aaron, Julio levantó una ceja al ver que se tomba del brazo derecho. Giró para ver quién lo hizo y sonrió al ver la sonrisa soberbia de ese japonés.
—Aki, te dije que no te metieras.
—¡Ah, quería divertirme! No lo maté, ¿verdad? El resto se lo dejo a usted, señor.
Julio se rió y meneó la cabeza, pero cuando giró para ver a Aaron nuevamente él le lanzó un golpe con su brazo izquierdo, como si no le importara esa herida en su brazo. Julio asintió con aprobación mientras le aplicaba una técnica de sumisión al brazo.
Serge recorría nuevamente los pasillos junto a Ruriko, pero ella se entretenía demasiado matando asesinos de Aaron como para seguir el ritmo del francés, así que él adelantó el paso hasta llegar cerca de Julio. Unos asesinos lo rodearon, pero Serge se veía poco afectado, pues ni siquiera necesitaba luchar, los propios asesinos del lugar defendían a su segundo señor. Por ello siguió corriendo para poder llegar hasta Julio, lo vio pelear contra Aaron, la forma en que se atacaban inútilmente, cada uno frenaba todos los ataques del otro y ninguno llegaba a embestir el cuerpo del otro.
Aaron decidió hacer otro tipo de movimiento, él fue entrenado por Gretchen al igual que Julio, significaba que ambos tuvieron el mismo entrenamiento. Solo que Julio no sabía que él aprendió muchísimas técnicas en sus años de experiencia, mientras que Julio «se mantenía dando órdenes tras un escritorio». Así que luego de lanzarle un rodillazo en las costillas a Julio lo tomó con fuerza del brazo y lo izo girar en el aire arrojándolo al suelo. No le dio tiempo a defenderse que se lanzó encima de él para lanzarle un fuerte puñetazo en el rostro que le partió el labio, luego le apretó el cuello con fuerza, asfixiándolo.
—¡Hijo de puta! ¡Te atreviste a lastimarme así! —le gritó, lleno de ira, con sus ojos envueltos en odio.
Julio solo se rió, aún con la falta de oxígeno. Aprovechó estar en el suelo para aplicarle presión con sus manos en la unión del brazo de Aaron, casi obligándolo a soltarlo. Si seguía haciendo presión cerca de los codos podría incluso quebrarlo, pero Aaron no lo soltó hasta que sintió una fuerte patada clavarse en su rostro que lo arrojó lejos de Julio.
—Connard! —le gritó Serge.
Aaron se incorporó de forma dificultosa para poder ver a Serge. Le dirigió una mirada llena de odio mientras se ponía de pie y mutuamente se clavaron una mirada de desprecio, los ojos avellana de Aaron y los azules de Serge. Solo se miraron sin decir nada, hasta que Aaron corrió hacia él, impactando su cuerpo contra el de Serge hasta golpearle la espalda contra la pared. Le lanzó fuertes puñetazos en las costillas, pero Serge, a su vez, lo golpeó con sus codos en la espalda, buscando ser liberado del agarre, y como Aaron no lo soltaba enredó sus piernas en la cintura de él, impulsándose hacia adelante con fuerza para caer sobre Aaron y poder golpearlo con fuerza en el rostro.
Odiaba a ese tipo, lo detestaba con el alma por todo el daño que le hizo a su amiga y por lo de Sveta; deseaba con todas sus fuerzas poder destrozarle el rostro y llevarlo hasta su muerte, en honor a sus dos preciadas amigas.
—¡Hazlo, Julio! Yo me encargo de él…
Dijo Serge mirando a Julio, que se levantó del suelo acomodándose su saco. Él asintió con la cabeza y salió corriendo de ahí para unirse a su guardia en el pasillo, siendo protegido por Akihiko con sus armas.
Serge saltó en el aire encajándole una patada alta a Aaron en el costado del cuerpo, y antes de caer al suelo le lanzó otra patada con la pierna contraria. Aaron gruñó por lo bajo, Serge ya lo venció una vez y estuvo incluso a punto de matarlo dos veces, ahora se encontraba demasiado débil por su tiempo en cautiverio y no tenía las suficientes fuerzas para enfrentarlo como se debía. Le convenía terminar con todo lo más rápido posible para poder seguir adelante.
Un golpe se impregnó en el mentón del francés, arrojándolo al suelo, pero antes de que Aaron siquiera pudiera asestarle otro golpe, Serge se impulsó con brazos y piernas para levantarse. Nuevamente le lanzó patadas altas, algunas las pudo esquivar, otras se impregnaron en el torso adolorido de Aaron, que terminó por cansarse y lanzarse nuevamente sobre el francés para rodear con su mano el cuello de Serge, quería asixiarlo.
Serge rodeó sus piernas en el cuello de Aaron para aplicarle una llave triángulo, quien no sabía qué hacer para liberarse de ese agarre, hasta que divisó un trozo de piedra en el suelo y lo sujetó en su mano, para luego golpear con eso en la frente a Serge, abriéndole una herida que lo obligó a soltarlo y sujetarse la cabeza con dolor. La sangre resbalaba por su frente, y le quitó momentáneamente la visión de un ojo.
Julio caminaba por los pasillos de Assassin a paso tranquilo, como si no le importaran las balas que lo amenazaban o los golpes que pudieran impregnarse en él. Cada vez que algún asesino tenía el suficiente valor para pararse frente a él y atacarlo, Julio en sólo unos movimientos lo dejaba fuera de combate para poder continuar con su caminata hasta la oficina.
Tras él, Akihiko se entretenía disparando a todo ser de Mörder que veía, o daba órdenes en nombre de su señor. No tenía miedo a nadie de Mörder, la única persona a la que alguna vez le temió ya se encontraba muerta por su propia mano, y la única persona que temía perder podía cuidarse perfectamente sola.
Al llegar a la oficina, Akihiko se quedó en la entrada, ocupándose de los que intentaran interferir en la búsqueda de Julio, quien se acercó a una pared cubierta por medallas de honor que pertenecieron a su abuelo, Óscar Moms. Quitó el cuadro con medallas dejando así a la vista una caja fuert, donde tecleó unos números para colocar el código. La luz roja se hizo verde y la caja fuerte se abrió, permitiéndole a Julio sacar dos sobres: Uno negro y uno rojo punzó.
Los golpes de Serge lo estaban lastimando de más, Aaron sabía que pronto no podría seguir con la pelea, y aún le quedaba enfrentarse a Julio. Así que se revolcó por el suelo para alejarse de él, buscaba algo útil, un arma, algo que usar para por fin poder eliminar al francés.
Serge supuso lo que quería hacer, así que cuando lo vio sujetar un arma enseguida se cubrió con una pared. Comenzó entonces a buscar con la mirada un arma en el suelo, algo para poder enfrentarse a él a su mismo nivel. Lo único que vio es una 9mm, no erq su favorita pero podía ser útil, así que rodó en el suelo hasta agarrarla, revisando que estuviese cargada. Solo le quedaban tres balas, no podría hacer mucho con eso pero al menos podría intentar dañarlo, o tener la suficiente puntería para encajarle solo una bala en la frente.
Se asomó de su escondite y buscó con la mirada a Aaron, que parecía haber desaparecido. Oyó entonces un disparo y sintió el dolor en su abdomen. No se dedicó a mirar su herida, disparó hacia su atacante que cambió de escondite, pero el grito de Aaron resonó allí, lo que significaba que le dio. Esperaba que al menos hubiese impactado en algún punto vital.
Sintió una punzada de dolor atacarlo, así que apoyó la palma de su mano en el costado del abdomen, la sangre comenzó a llenarla. Fue inevitable hacer una mueca de dolor y se vio obligado a quitarse la camisa celeste para poder anudarla a su cintura y evitar que la herida continuara sangrando de más, evitando morir desangrado. Su remera blanca comenzó llenarse de ese rojo, y aunque sentía dolor necesitaba hacer tiempo hasta que su pareja llegase hasta ahí, sabía que Julio deseaba encargarse él mismo de la piedra en su zapato.
Se asomó un poco para ver la ubicación de su rival, pero no llegó ni a asomarse que las balas se impactaron en la pared. Respiró hondo varias veces y tomó su teléfono del bolsillo para poder llamar a Erica. El timbre sonaba y sonaba, supuso que ella debía estar ocupada, así que lo intenta otra vez, en vano.
No es el momento, princesse… atiéndeme…
Luego resopló y se asomó de su escondite, las balas no se dirigieron hacia él, así que supuso que Aaron se quedó sin balas. Corrió como pdo hasta allí, viendo a Aaron recargar su pistola, así que se lanzó sobre él antes de que pudiera dispararle. Le dirigió un fuerte puñetazo al rostro y lo tomó del cabello, estrellándole la cabeza contra el suelo, pero Aaron, a pesar de sentir dolor, solo se rió y tomó de la nuca a Serge, lo arrojó a un costado para luego darle un rodillazo en las costillas.
Julio llegó justo a tiempo para ver la forma en que Aaron lastimaba a su pareja, a su Serge. Apretó la mandíbula con odio y se volteó para poder ver a Akihiko.
—Andá a esos dos lugares y dejá esto en su buzón, sin decir nada, sin ser visto.
—Pero… señor, no podré protegerlo.
—¡Andate, Aki! —le gritó al apoyarle los sobres en el pecho con fuerza—. Quiero que dejes esto en su buzón, ¡ahora!
Akihiko se rehusó a hacerlo, pero Julio lo sujeta con fuerza del rostro.
—¡Es una orden!
—¡Me cago en esa orden! —gritó Akihiko—. No te dejaré para morir.
—Sos un buen amigo, Aki, y confío en vos, por eso solo vos podés encargarte de que estos importantes papeles lleguen a las manos correctas, o terminarán en manos de Sabatini.
Akihiko apretó la mandíbula sintiendo la humedad en sus ojos, estaba seguro de que irse equivalía a que esa sería la última vez que vería a Julio. Bajó la cabeza con su misión y se inclinó un poco para darle una muestra de respeto.
—Hai, Julio-sama —dijo aún inclinado y con mucho dolor.
—Lo próximo es recuperar lo que les pertenece —dijo Julio y le palmeó el rostro con cariño—. Andá, Aki. No nos pongamos sentimentales ahora.
Akihiko se alejó rápidamente de allí sin voltear para ver a su jefe y amigo, mientras que Julio se acercó a Aaron y lo tomóde la nuca, arrojándolo lejos de su adorado Serge, luego acaricia el rostro demacrado de su pareja al preguntarle si se encontraba bien. Serge solo asintió con la cabeza, sujetándose la herida que tenía en el costado del abdomen y que le estaba causando demasiado dolor.
—Resguardate, Serge, yo me encargo. Te quiero fuera de todo esto.
Julio echó a Serge del lugar, así que él solo se alejó para esconderse tras un archivero en una de las oficinas. Oyó los disparos, los gritos cercanos de Aaron y Julio, que se insultaban y se lanzaban diferentes golpes.
Parpadeó varias veces, de a momentos le costaba ver y sintió su rostro llenarse de sudor. Apretó con una de sus manos la herida en su vientre y con la otra tomó nuevamente su celular. Erica tarda un poco en atender.
—¡Serge! ¡¿Qué sucede?! —le dijo con preocupación—. Tengo un montón de llamadas perdidas.
—Mon amie… —siseó con dolor—. Te he dejado un obsequio tras tu placard… te… será útil para acabar con D.E.A.T.H. y con Sabatini.
—¿Qué? Serge, ¿qué sucede? ¿Qué es todo ese ruido?
—Son todos los archivos de las tres sedes de D.E.A.T.H., te… servirán…
—Serge, me estás preocupando, ¿dónde estás? ¡Decime así vamos a ayudarte!
Serge sujetaba la herida en su abdomen. Sabía que ya no daba para más, que no podría decirle a Erica todo lo que deseaba decirle. Así que se mordió los labios sintiendo cómo una lágrima resbalaba por su mejilla.
—Princesse… Has sido una gran amiga, disfruta tu libertad.
—¡Serge! ¡Serge, por amor a Dios, decime dónde estás!
—Adieu, mon amie. Te quiero…
Sin darle tiempo a decir nada más, cortó la llamada y llamó instantáneamente a otro número. Esa persona atendió prácticamente al instante.
—Buenas noches, padre —dijo Serge en francés.
—Nunca me llamas así, ¿qué sucede? —dijo Fosa también en francés.
—Sabatini hizo el movimiento antes que nosotros —explicó Serge con un gemido de dolor—. Tal vez te moleste, pero quería agradecerte... por haber cuidado de mi...
—En diez minutos estaré ahí, quédate resguardado.
—Nahuel —susurró Serge con sus ojos llenos de lágrimas que una a una cayeron por su rostro—, te amo, gracias, padre.
Sin decir más cortó la llamada y arrojó el teléfono lejos, para luego tomar del archivero una pistola a la que le colocó un cargador. Luego salió de la oficina y apuntó a Aaron, pero su visión estaba nublada y supo que no podría darle correctamente. Disparó inútilmente hasta darle en una pierna. Aaron gritó por el dolor pero luego sonrió con malicia hacia un costado y lo apuntó enseguida desde el suelo, disparándole nuevamente. Serge no llegó a esquivarlo, así que la bala se impregnó en su vientre, junto a la otra herida.
Eso hizo que la concentración de Julio se perdiera completamente. Él, que jamás se dejaba llevar por las emociones, la ira o cualquier sentimiento durante una batalla dejó por primera vez en su vida, de pensar y actuar con inteligencia y solo se lanzó sobre Aaron lanzándole puñetazo tras puñetazo en el rostro. Quería desfigurárselo, arrancarle la vida, pero como oyó la voz de Serge que lo llamaba en francés, pidiéndole solo un segundo de su atención, terminó por soltar a Aaron y corrió hacia su adorado francés.
Sintió su mundo caerse al suelo cuando vió el estado en el que se encontraba. Se dejó caer al suelo de rodillas y lo sujetó en sus brazos, acunándolo con cariño.
—¡Serge! ¡Te dije que te fueras! ¡Te dije que te retiraras!
—¿Y dejarte solo? Jamás.
Julio lo aferró contra sí, deseando unirse a él. Sentía la forma en que las lágrimas empañaban sus ojos, luego esas lágrimas resbalaron por su rostro hasta llegar a su mentón y de ahí hasta los labios de Serge.
—Je t’aime…
—Mon coeur —susurró Julio con mucho dolor y lo besó en los labios—, je t'aime.
Aaron los miró, completamente extrañado, mientras que tomó nuevamente su pistola. Levantó una de sus cejas mientras que limpiaba la sangre de su boca con el dorso de la mano e improvisaba una venda para su herida en la pierna, debía aprovechar ese momento, ese momento de debilidad de Julio para poder matarlo.
—No puedo creerlo, ¿vos y él…? El tan “serio e impasible” Julio, ¿enamorado de un estúpido francés? ¡Qué escena tan conmovedora!
Se rió viendo la forma en que Julio lloraba abrazando el cuerpo de su pareja, que solo le sonreía al acariciarle una mejilla hasta quedarse así, con una sonrisa grabada en su rostro, una sonrisa que jamás podrá volver a hacer. Julio lo aferró contra él, le pedía perdón incontables veces, sin prestar atención a la forma en que Aaron se reía de él y de Serge, de cómo disfrutaba de verlo llorar. Sin embargo Julio levantó la vista hacia él y alzó en sus brazos a Serge para poder sentarse en el suelo con él acurrucado en su pecho.
—¿Sabés? Pensaba matarte —dijo Julio al verlo hacia los ojos avellana—. Pensaba matarte dolorosamente y recuperar el nombre de mi familia, pero ¿sabés? Alguien como yo siempre tiene un plan B, alguien como yo siempre piensa cuál es la mejor estrategia.
—Tus estrategias ya no sirven, estás muerto —Aaron lo apuntó, pero sintió un filo en su cuello.
—¡Ruriko! Te quiero lejos de todo esto, quiero que te vayas —le gruñó Julio.
—¡Pero señor!
—¡Andate! Te quiero fuera de acá, quiero que vayas con tu hermano y rehagan sus vidas, que recuperen el poder que les fue arrebatado.
Ruriko lo miró sin comprenderlo, pero Julio clavó su mirada de odio en ella, esa mirada que le producía escalofríos. No quería irse, sabía que si soltaba a Aaron él lo mataría y no deseaba que su jefe muriera. Julio no solo era su jefe, era su amigo, su familia, y un Tanaka jamás dejaba morir a la familia.
—Ruriko —dijo Julio con dureza—. Estrategia defensiva pactada, código: Tigre. Comienza a partir de ahora. Da la orden.
—Pero...
—¡Ahora!
Sin soltar a Aaron tomó una radio de su cadera y repitió la orden a los demás asesinos de Assassin.
—Antes de que sueltes a este imbécil —dijo Julio y le dirigió a Aaron una sonrisa maliciosa—. Nunca vas a tener Assassin, ni siquiera con mi muerte, ni tampoco las sedes de mis hermanos.
—Ya las tengo —se burló Aaron.
—Descubrirás que mi gente tiene algo que la tuya nunca tendrá, verdadera lealtad.
Con un movimiento de cabeza Julio dio la orden y Ruriko terminó por soltar a Aaron, miró entonces a su jefe que le sonreía y sintió una lágrima resbalar por su pálida mejilla, luego salió corriendo de ahí, para ayudar a cumplir la orden.
—Wow, un movimiento que no esperaba de vos —dijo Aaron viendo a Ruriko alejarse, luego lo apuntó nuevamente—. Sin vos, D.E.A.T.H. me pertenece completamente.
—Antes que todo, Pollito —Julio le dirigió una sonrisa—. Voy a morir porque me estoy dejando morir, porque me estoy rindiendo, y no me rindo porque no pueda contra vos. Me rindo porque sé que Wolff podrá darte un mejor final que yo, y él es mi plan B, él es quien me dará tu muerte de forma lenta y dolorosa. ¡Me matás porque me estoy dejando matar!
—Eso es algo que dicen los débiles cuando no quieren admitir su caída.
—¡ME MATÁS PORQUE ME DEJO MORIR, POLLITO INÚTIL!
Julio se rió casi a carcajadas, luego aferró a Serge más hacia él y lo besó con mucho amor en los labios. Le susurró su amor, para luego decirle que lo verá en el infierno donde juntos reinarán. Luego levantó la vista para dirigirle una sonrisa victoriosa a Aaron, que le disparó en la frente con odio. No soportaba ver esa sonrisa, no cuando Julio casi nunca sonreía no cuando ya sabía que el plan B de Julio incluía al Loco.
—¡Todo terminó, estúpidos! —gritó Aaron sin mirar a los asesinos que aún luchaban—. ¡Julio Moms está muerto! Ahora quien domina sobre D.E.A.T.H. soy yo y solo yo. Luego de que nos recuperemos, el Loco es el siguiente.
Vio la forma en que los asesinos que pertenecían a Julio lo miraban, pero cuando la gente de Assassin formó una barrera para cubrir el cuerpo de su jefe y todas las aperturas al resto de las instalaciones, Aaron los miró con sorpresa.
—Yo soy su jefe ahora —gruñó Aaron.
La gente de Assassin se mantuvo en sus posiciones con sus armas apuntadas a todos los de Mörder, impidiendo cualquier posibilidad de que avanzaran sobre la sede o que tocaran el cuerpo de Julio.
La última orden de Julio Moms, respetada incluso luego de su muerte: Defender la sede hasta que llegue el próximo jefe, al que deberán respetar como si fuera él mismo.
Aaron y todos los de Mörder debieron irse, intimidados por el avance calculado y exacto de la gente de Assassin, que los instaba de forma pasivo-agresiva a retirarse de su hogar.
Saliendo de allí sin poder tomar la sede ni a su gente, Aaron se alejó con sus asesinos que le ayudaban a caminar. Aún sintiéndose victoriosos por la muerte del último Moms, de todas formas podían deshacerse de cualquiera que intentase interferir.
—Vos seguís, princesita…
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