Capítulo N° 57
—Muy bien, Bombita —dijo Fosa con una sonrisa.
Estaba cruzado de brazos y caminaba alrededor de ella, le había dicho, al igual que todos los días anteriores, cosas horribles y crueles que Aaron podría llegar a utilizar con ella. Erica se había mantenido firme y con la barbilla en alto, sin responder ante las provocaciones y, para aumentar el orgullo de su maestro, había devuelto el ataque verbal con una lengua filosa pero tranquila, sin moverse de su posición.
Haber estado en el vacío le sirvió para aprender a despejar su mente, solo pensaba en esa oscuridad y en el silencio, en la neblina, y su mente se distanciaba por unos instantes. Le servía para respirar y relajarse.
—Tal vez él termine enojado y no vos, Bombita —dijo y apoyó su mano en la cabeza de ella—. Muy bien, podés descansar.
—Quiero seguir entrenando.
—Tengo que continuar con tu amigo, pero podés entrenar ahí —dijo Fosa al señalar donde estaba la bolsa de boxeo y algunas pesas.
Erica solo asintió como respuesta y se acercó allí, donde también estaba Lucas levantando pesas. Su cuerpo había mejorado mucho gracias al entrenamiento con el Loco, pero tener pesas y la exclusiva dieta de Fosa habían hecho que sus músculos se marcaran más. Erica le sonrió al verlo, estaba cubierto de sudor y sus bíceps se marcaban ante cada movimiento.
—Creo que te voy a hacer un poco de compañía —le dijo con una sonrisa.
Él le dirigió una de esas alegres y cálidas sonrisas que lo caracterizaban, que lo habían hecho ser el solcito de Sveta, y dejó espacio para que ella pudiera tomar unas pesas. Erica primero estiró sus músculos para comenzar a calentarlos, y solo cuando estuvo lista fue que comenzó a levantarlas. Sus músculos se marcaban ante cada movimiento, e incluso Lucas la miró fijo y con admiración por todo el peso que estaba levantando.
—Eri —dijo él al verla secarse el sudor con una toalla mientras bebía agua—. ¿Querés pelear conmigo? Quiero ver qué tanto mejoré.
Erica le sonrió luego de respirar bien y asintió con un movimiento de cabeza.
—Está bien, por experiencia propia sé que Fosa consigue avances enseguida. Yo mejoré con él muy rápido.
—Por lo exigente que es —dijo Lucas con una mueca torcida.
Ambos miraron donde Chris estaba entrenando con Fosa, peleaban entre sí, aunque era más lo que se miraban buscando un punto ciego que lo que atacaban. Chris también había mejorado mucho.
Bebió otro trago de agua y junto con Lucas se alejaron un poco de las máquinas, aunque también bastante alejados de los otros dos que luchaban entre sí.
Ambos se pusieron en posición de pelea, Erica con el estilo de su maestro y Lucas con el estilo del Loco, pese a las quejas de Fosa por ello. Se miraron fijo para ver quién atacaría primero,y ese fue Lucas que lanzó un golpe que Erica frenó al instante al sujetarlo del brazo, pero él giró en su lugar y le lanzó otro golpe que ella esquivó al saltar hacia atrás.
Ninguno de los dos estaba seguro de si no conseguían impactar sus golpes por miedo a herir al otro, o si se debía a su avance, porque aunque Erica tenía mucha más experiencia, Lucas era muy rápido y más tranquilo mentalmente.
Para no herirlo Erica le hizo una llave de sumisión a la espalda y él apenas si hizo un sonido de queja por ello.
—Muy bien, Lu —le dijo cuando soltó el agarre.
—No lo suficiente aún... —susurró al refregarse el brazo.
—La próxima vez pegame, Lu, no me vas a lastimar y no me voy a enojar. Es difícil que me ganes si no querés lastimarme.
—Obviamente que no quiero lastimarte —dijo con un chasquido de lengua y la miró fijo—. Vos tampoco impactaste ningún golpe, no me tengas lástima, no voy a mejorar con lástima.
—Ya estás en buen nivel, no necesitás sobreesforzarte más ni exigirte tanto —Le dirigió una sonrisa y apoyó con cariño su mano en la mejilla de él—. Ninguno quiere que te conviertas en un asesino, solo que seas lo suficiente fuerte para defenderte.
—¿Y peleando así voy a poder defenderme de asesinos, asesinos como tu ex el desquiciado, o vas a tener que rescatarme otra vez más? —dijo con dureza.
Erica apretó los labios con algo de tristeza y corrió la mirada, comenzó a bajar las escaleras para salir de allí y poder tomar algo fresco en la cocina, pero Lucas terminó por suspirar y la siguió por detrás hasta tomarla con suavidad de un brazo.
—Perdón, Eri, no quise ser tan duro, es solo... —se mordió los labios y bajó la mirada—, es solo que la Babu ya no está y me siento un inútil, y me pregunto... me pregunto si hubiese hecho la diferencia que yo estuviera ahí.
—Lu, no te hubiésemos llevado, es peligroso y Thamma quedó con una pierna malherida, yo me salvé de pura suerte, incluso a Chris le costó salvarse de esta —explicó con tristeza—. Si te llego a perder a vos, a vos entre todas las personas del mundo, Lu...
—No era necesario que estuviera peleando, pude haber estado con el rifle desde un lugar seguro y... y tal vez ella estaría viva, tal vez no me sentiría como la babosa inútil y enclenque que sé que soy.
—No lo sos, no digas eso —Acunó su rostro con las manos, para que la mirase fijo—. Sos fuerte, Lucas, más que todos nosotros, más que yo.
Él intentó correr la mirada pero ella lo instó a verla de nuevo.
—¿El problema es que yo te salve, que sea yo quien te proteja?
—Nunca me molestaría que me protejas, y agredezco que me salves cada vez —admitió con una sonrisa y apoyó su mano en la mejilla de ella, la miró fijo y con intensidad a los ojos, mientras le acariciaba el pómulo con el pulgar—. Pero me gustaría solo una vez sentir que sirvo para algo, que hago la diferencia, que no soy solo una carga para ustedes.
—Lu...
—Amo que me rescates, verte pelear por mí, solo no me gusta verte lastimada por mi culpa —susurró—. Pero no pienses ni por un momento que mi problema es que vos me defiendas, porque no es así. Soy tu princeso divino, ¿te acordás?
Erica se rió, porque podía recordar esa conversación cuando evitó que lo golpearan con una botella en la cabeza.
—Pero eso no quita que me gustaría un día poder ser de utilidad —susurró él.
No dijeron nada más, solo se miraron fijo, ambos con el ferviente deseo de proteger al otro de todo dolor y todo mal. Erica entonces, rendida ante los deseos de su amigo, lo abrazó y hundió su rostro en el pecho de él, quien la aferró con fuerza.
—A veces... tengo pesadillas horribles —dijo él al abrazarla con fuerza—. Estoy de nuevo ahí, atado en una silla, viéndote pelear por mí y... viendo lo que te hacía, incapaz de hacer algo. Esa siempre es mi pesadilla, ver tu dolor y no poder hacer nada para evitarlo.
—Ya pasó, Lu —dijo Erica con suavidad y volvió a tomarlo del rostro—, no estamos en Mörder, no estás atado a una silla, y él no está... no está abusando de mí.
Ante esas palabras Lucas apretó los labios con fuerza y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Sueño siempre con eso, me despierto en la oscuridad y creo estar ahí, y en mi cabeza escucho tus gritos desesperados —dijo con tristeza—, pero luego bajo las escaleras y te veo a salvo, te veo tomando café con Jack, te veo riéndote, y me doy cuenta de que solo fue una pesadilla, de que estás a salvo.
Erica comenzó a llorar ahí, siguiendo las lágrimas en el rostro de Lucas. Era la primera vez que él hablaba al respecto, no habían tocado el tema desde hacía meses, y nunca con tanta sinceridad como en ese momento.
—A veces... —comenzó a decir Erica— también tengo pesadillas. Te veo atado en la silla, con... con tus dedos cortados, y él te apunta con la pistola para obligarme a... a violarte y...
Lucas la abrazó con fuerza, ni siquiera esperó a que finalizara, de todas formas la voz de Erica era ahogada por el llanto. La abrazó tan fuerte que pudo incluso haberla lastimado, pero Erica había respondido de la misma forma, con la necesidad de sentirse ahí, de saber que el otro estaba a salvo.
—No fue tu culpa —le susurró Lucas y le besó la coronilla de la cabeza.
—Sí lo fue, desde un principio...
—No, Eri, no fue tu culpa —insistió Lucas y se apartó para poder secar las lágrimas en el rostro de ella—, y tampoco fue mi culpa lo de Sveta, pero es normal que nos sintamos mal o impotentes.
Erica bajó la mirada y volvió a apoyar su rostro en el pecho de él para oír su corazón, para aceptar que Lucas estaba vivo y a salvo, y que ya era capaz de defenderse solo siendo alumno del Loco y de Fosa.
No estaba segura de si Fosa se enojaría, pero tenía la necesidad de cocinar, así que mientras Lucas fue a darse una ducha ella tomó algunos elementos de la cocina para poder preparar un bizcochuelo. Tenía hambre, mucha hambre, pensó que quizá se debía a las exigencias que le daba a su cuerpo.
Estaba lavando los utensilios utilizados cuando Fosa entró en la cocina y frunció la nariz al ver todo sucio.
—Lo estoy limpiando —se defendió ella.
—Más te vale —gruñó él y olfateó el lugar—. ¿Y qué estás haciendo con mis cosas?
—Tecnicamente son las cosas de Rata...
—Es la casa de Rata, son mis cosas —dijo y se cruzó de brazos—. Él tenía cosas horribles, tuve que comprar nuevas.
—Estoy preparando una carrot cake, es saludable, lo juro.
Él la miró fijo por un buen rato, aún cruzado de brazos. La miró de arriba hacia abajo porque Erica aún estaba con su ropa de ejercicio, aunque tenía un delantal plástico puesto.
—Supongo que no debo decir lo asqueroso que es que cocines estando sucia —dijo—, pero supongo también que te lavaste bien las manos.
—Soy una barrendera —se quejó Erica con fastidio.
—Está bien, te merecés algo dulce luego de tanto esfuerzo —Apoyó su mano en la cabeza de Erica para darle una palmadita con sus guantes.
Cuando Fosa se dio la vuelta para alejarse de ahí, Erica comenzó a secarse las manos luego del lavado, pero debió apoyarse en la mesada por un instante porque su vista se había nublado, y el sonido de su caída lo alertó a Fosa, quien se dio la vuelta rápidamente para verla. Estaba en el piso con su cabeza apoyada contra la mesada.
—¡Bombita!
Se acercó a ella enseguida para asegurarse de su bienestar, Erica parecía haberse desmayado, por lo que la recostó en el suelo con cuidado y alzó un poco sus piernas para que la sangre fluyera mejor. Solo unos instantes después Erica abrió los ojos.
—Con cuidado, Bombita, te desmayaste —explicó y la ayudó a sentarse lentamente.
Luego humedeció un paño en agua para limpiar el sudor en el rostro de ella, que estaba algo confundida.
—Ya estoy bien, creo —susurró Erica y se tocó la cabeza, no había sangre pero sí se había golpeado.
—Quedate sentada un rato, creo que te estás esforzando demasiado, vas a descansar, ¿está bien?
—¿Otra vez? —bufó—. Quiero entrenar.
—Ya no más, vas a bañarte y descansar, y luego vas a preparar tus cosas que mañana volvés junto a tu esposo.
—¡¿Ya?!
—Creí que estarías más que feliz de volver con él —se rió y le dio una palmadita en la cabeza—. Podés seguir entrenando con él, ya van a ser dos semanas, si me paso solo un día él va a venir a reclamarte y vamos a terminar peleando.
La ayudó a ponerse de pie con cuidado para poder guiarla hasta un asiento, donde Fosa luego le extendió un vaso con agua que sirvió para ella.
—Hace calor acá por el horno, ¿no preferís ir afuera y tomar aire fresco?
Erica asintió, por lo que Fosa la tomó del brazo con delicadeza y fue guiándola poco a poco, paso a paso, hacia el fondo. Abrió la puerta para poder pisar el suelo exterior, donde la guió hacia el asiento de jardín allí fuera, rodeado de pasto y bonitas plantas. Una vez acomodada, Erica respiró hondo el aire fresco del jardín, se oían los pájaros en los árboles, era un lugar muy tranquilo y la tarde se veía anaranjada por el atardecer.
—Voy a llamar a alguno de tus amigos para que se quede a tu lado, tengo que hacer otras cosas, ¿está bien?
—Me sigue sorprendiendo que me pidas autorización, cuando antes me dabas órdenes —se rió ella—. Está bien, Fosa.
Él frunció el ceño por esas palabras y se fue en busca de algunos de ellos. Erica sabía muy bien por qué él era tan amable, y eso era debido al vacío, a la tortura recibida que lo hacía sentir muy culpable consigo mismo. Fosa había cambiado su actitud con ella desde ese momento, quizá porque ahora estaban unidos por el mismo dolor.
Se concentró en respirar hondo el aire fresco y agradable, se aproximaba la primavera y el clima, aunque fresco aún, se sentía satisfactorio. No giró cuando oyó los pasos acercarse, y por el sonido de esas pisadas, llenas de sigilo y confianza a la vez, supo que se trataba de Chris antes de que él incluso le hablara.
—¿Cómo es eso de que te desmayaste, tarada? —le dijo y se cruzó de brazos frente a ella.
—No sé, solo recuerdo que empecé a sentir mucho calor junto al horno, como que me ahogaba, y cuando abrí los ojos estaba Fosa sosteniendo mis piernas —explicó con un suspiro.
—Pietrzak me dijo que esta noche nos quedamos nosotros solos, que él tiene que hacer algo —dijo y tomó su paquete de cigarrillos para poder encender uno—, obviamente no me explicó a dónde va, pero esta noche cocino yo, vos descansá.
—Podemos pedir comida...
—No pienso gastar ni un mango.
Erica se rió con ánimo y dirigió su mirada hacia él, tenía el cigarrillo en la boca y sus manos en los bolsillos.
—¿Por qué sos tan ratón?
—Porque me cagué de hambre casi toda mi vida y temo que al gastar vuelva a pasar hambre otra vez —confesó con su rostro serio.
Erica sintió un nudo en la boca de su estómago de repente, trató de no cambiar sus expresiones faciales de forma tan dramática porque sabía que eso podía ofenderlo.
—Puedo pagar yo, Chris, o podemos hacer unas pizzas caseras. Es nuestra última noche en esta casa.
Él se concentró en fumar su cigarrillo y miró el cielo rosado y anaranjado que iluminaba todo en sus bellas tonalidades, incluso el cabello de Erica que brillaba con su luz.
—Voy a extrañar estar acá, tu maestro es estricto pero con motivos, corrigió todos mis errores —dijo y sopló el humo de su cigarro—, con razón todos querían aprender de él.
—Solo Martín es el alumno que él deseó tener en verdad.
—Yo diría que esa sos vos —La miró fijo a los ojos grises que se veían más claros por el atardecer—, quizás empezó a enseñarte por pedido de Wolff, pero en el proceso eligió hacerlo. No tenía obligación de nada luego de cumplir su trato, pero incluso así se esforzó en volverte invencible. Yo creo que más que Martín, vos sos su aprendiz más importante y deseada.
Erica solo sonrió como respuesta, y luego de guardar la colilla del cigarro en la caja –para evitar la furia de Fosa si lo arrojaba al pasto– Chris se sentó junto a ella. Acomodó de forma perezosa su brazo sobre el respaldo, rodeando así a Erica.
Por largos minutos se mantuvieron en silencio, al menos hasta que él habló primero.
—Me voy a llevar a Lucas no bien pueda —dijo y Erica giró la cabeza tan rápido hacia él que incluso volvió a marearse—, no le hace bien estar en la casa todo el tiempo, viéndote a vos y Wolff tan felices. Él está sin su familia, sin sus amigos, solo en una casa donde todos son felices menos él. Me lo voy a llevar un par de días.
—Jack no lo va a permitir, y yo...
—No es decisión de ninguno de ustedes, Lucas es un adulto que dentro de poco va a cumplir veinticuatro años, no tiene por qué pedir permiso a nadie.
Erica solo resopló y chasqueó la lengua porque tenía razón. Lucas era un adulto y ahora incluso sabía defenderse y disparar una pistola o utilizar un cuchillo. Aunque nada de eso borraba el hecho de que ella deseaba estar cerca de él, por miedo a perderlo para siempre.
—Lo voy a cuidar bien.
—Lo sé... —Los ojos de Erica se llenaron de lágrimas—, pero temo mucho perderlo, y también temo perderte a vos. Si los pierdo a ambos... Yo no sé... No sé si podría...
—Si algo me pasa y te dejás morir, juro que regresaría solo para darte un tiro en el medio de la cajeta —escupió Chris—. Sé que sos estúpida y por eso te amo, pero no te pases de estúpida porque me vas a hacer enojar.
Erica apretó los labios tratando de aguantar la risa, sin embargo fue imposible y comenzó a reírse a carcajadas. Chris quiso mantenerse serio pero también terminó por reírse con ánimo, luego extendió su brazo para invitarla a regresar con él al interior de la casa. Caminaron tomados del brazo y ella apoyó su cabeza en el hombro de él, quien le dio un beso cariñoso en la frente mientras cruzaban por el pasto.
—Nunca me dijiste qué pasó con esa chica de mi despedida de soltera... —susurró Erica con una sonrisa pícara.
—Y te vas a quedar sin saber.
—Ay, no es justo, yo te cuento todo y vos me guardás secretos.
—No es un secreto, solo conversamos de vez en cuando —resopló él al rotar los ojos—. Estamos siendo atacados, perseguidos, con la posibilidad de morir en cualquier momento, ponerme a chamullar una mina no está entre mis prioridades.
—¿Le comiste la boca al menos? —Erica levantó la cabeza solo para verlo con una ceja levantada.
—No te voy a decir lo que hice.
—Okay, no solo le comiste la boca entonces... —dijo con una risita y él le dio un pequeño empujón.
—Puerca asquerosa.
—¿Vos me amasás el culo y la puerca soy yo? —se rió pero esquivó el golpe de Chris—. Decime que al menos la hiciste temblar.
—Cerda de mierda —se rió él—. No puedo esperar mucho de alguien que coge como si no hubiera un mañana.
—Hay que aprovechar, ¡quizá no hay un mañana!
Entraron en la casa riéndose pero se separaron al llegar al pasillo, Erica debía darse una ducha. Entró en la habitación de Rata para poder entrar a ese fino y elegante baño blanco y negro, con toallas rojas y velas aromáticas de igual color. Encendió una de esas velas para disfrutar de su baño, y cada tanto les daba una ojeada.
Días atrás, cuando estuvo en la habitación de Fosa, notó que no existía el negro y el rojo por ningún lado. Aprendió, poco a poco, que él odiaba el color negro porque le recordaba a su tiempo de encierro y que solo lo usaba en la ropa para mantenerse oculto entre las sombras. El rojo, un color fuerte y brillante, le recordaba a la sangre y empeoraba sus comportamientos obsesivos de limpieza. Erica desde que se percató de eso no volvió a utilizar nada rojo frente a él.
Cuando salió de la ducha envuelta en una toalla y se puso ropa cómoda para estar por la casa, salió justo de la habitación para ver a Fosa salir de la suya. Su perfume llegó hasta su nariz, era exquisito, y vestía de camisa blanca con corbata y un pantalón de vestir negro, con zapatos bien lustrados y un largo abrigo que llegaba hasta sus rodillas. Su cabello estaba bien peinado hacia atrás, de la forma elegante que él solía utilizar.
—¿Tenés una cita o algo así? —le preguntó Erica.
Él no pudo aguantar la risa y la miró, la diversión se veía en sus ojos que parecían incluso brillar.
—Yo no tengo citas, Bombita —dijo y apoyó su mano en la cabeza de ella—, tengo una reunión con Julio y Serge, iremos a cenar. Te llevaría conmigo pero no confío en dejar solos a tus amigos, vos sos mucho más limpia que ellos.
Erica sonrió y caminaron juntos por el pasillo para entrar al living, donde él tomó las llaves del auto de una cajita de madera que estaba apoyada en un recibidor negro, donde había un gran espejo y otras pequeñas decoraciones.
—Volveré a la medianoche, más les vale que la casa esté impecable cuando regrese —dijo y la miró con dureza, fijo—. Si al regresar encuentro algo sucio, lo vas a limpiar todo con un cepillo de dientes.
—Siempre tan amoroso.
Él no dijo nada más, solo guardó sus objetos en bolsillos y colocó sus armas en el arnés bajo el abrigo. Se aseguró de tener todo encima para luego acomodarse los guantes, después dirigió su atención hacia Erica, sentada en un sillón con un libro en las manos. No le dijo nada, solo abrió la puerta de la casa y se fue, aunque Erica sí levantó la mirada al oír el sonido de la puerta cerrarse, seguido del sonido del auto ser encendido.
Cuando fue la hora de la cena resultó que Chris había encargado comida, más por insistencia de Lucas que por un deseo propio, aunque decidió pagar él solo para que el rubio no lo hiciera como tenía pensado. Aprovecharon que Fosa no se encontraba y pidieron hamburguesa con papas fritas y cerveza, porque de haber estado en la casa no habrían podido comer comida chatarra.
—Es intimidante —dijo Lucas y bebió un trago de cerveza—, da miedo a veces.
—Eso es porque no conociste a Jonathan Moms —agregó Chris luego de tragar un par de papas fritas—, ese tipo me daba escalofríos. ¿Te acordás cómo nos miró luego de la misión del teatro? Creí que íbamos a morir.
—También creí que íbamos a morir —suspiró Erica—. Cuando lo vi ponerse los anillos supe que no me salvaba de esa, de no ser porque llegó Jack...
Lucas los oía con atención, era usual que ambos hablaran de vez en cuando de sus vivencias en Mörder, y él estaba complacido de que hablaran al respecto en vez de esquivar el tema por considerarlo mucho para él.
—Te vi pelear con Erica —dijo Chris de repente, con su mirada posada en Lucas—. Mejoraste muchísimo, estás en buen nivel.
—No puedo vencerla...
—Porque no intentás pegarle —se rió Chris y le dio un golpe al hombro a Erica—, es más dura de lo que parece la estúpida esta.
Erica le devolvió el golpe y Lucas los observó con atención, porque se golpeaban como niños pequeños en medio de risas. No eran golpes fuertes, solo manotazos, y aunque ambos se reían a Lucas le preocupaba que llegaran a lastimarse, pero antes de llegar a preocuparse más ya habían dejado de pelear y se concentraron en finalizar la cena.
—Guarden todas sus cosas, mañana vamos de regreso a casa —dijo Erica al ponerse de pie—, yo voy a poner algo de orden acá, ustedes preparen sus bolsos.
—Voy a limpiar yo —dijo Lucas con una sonrisa.
—No, Fosa cree que ustedes dos son muy sucios, lo voy a hacer yo.
Ambos hicieron un gesto sorprendido para luego comenzar a reírse. Lucas solo obedeció con un asentimiento de cabeza, para luego ir hacia la habitación a preparar su mochila. Le entusiasmaba mucho la idea de regresar y poder ver a Jackie, tenía la necesidad de abrazarlo y llenarlo de besos.
Mientras que Erica arrojaba las cajas a la basura y pasaba un paño húmedo con lavandina por todas las superficies de allí –incluyendo las sillas–, Chris tomaba de su cerveza mirándola fijo y con seriedad. La veía distinta, no estaba seguro si era un cambio físico o en su actitud, pero la veía diferente.
La vio limpiar las puertas de la alacena y bajo mesada, para después limpiar la mesada de mármol. Él se había ofrecido a ayudarle varias veces, pero Erica rechazó la ayuda una y otra vez. Chris sorbió otro trago de cerveza y la observó barrer todo el suelo, y solo luego de que estuvo todo limpio fue que se sentó frente a él para tomar un vaso de cerveza.
—Eri, andá a descansar un poco, hoy te desmayaste y seguís trabajando —dijo Chris con un tono de voz suave.
—Quiero pasar el trapo por el piso primero, luego de eso voy a ir a acostarme.
Chris solo resopló, sabía lo muy cabeza dura que era Erica, hacerla cambiar de opinión iba a ser prácticamente imposible, así que luego de acabar la cerveza él tiró las latas y lavó los vasos solo para que ella se quedara quieta por un rato, aunque Erica no dudó en darle especificaciones que lo hicieron suspirar.
Luego de unos minutos él se fue a acostar y Erica comenzó a trapear toda la casa con mucho esmero, concentrada especialmente en el living y la cocina, pero también lo hizo por los pasillos, el baño e incluso el lavadero. Estaba justo pasando un trapo limpio y seco para ayudar a que todo se secara más rápido cuando oyó un sonido.
—¿De noche? —dijo Fosa cruzado de brazos.
—No me puedo ir a dormir si el piso está sucio, me gusta levantarme en la mañana y ver todo limpio —explicó Erica y se irguió para secar el sudor de su frente con un pañuelo.
—¿El lavadero?
—Me dejé llevar.
Fosa se rió y la llamó con la mano para que lo siguiera, solo pasaba por las partes donde el suelo ya se encontraba seco. Erica lo siguió por detrás hasta la cocina, donde él descorchó un vino para servirse una copa, mientras que ella se sentó en una banqueta alta de la isla y lo miró con curiosidad.
—¿Cómo te fue en la reunión? —preguntó para romper el silencio.
—Bien.
Erica no insistió, Fosa no era el Loco y no le daría detalles de sus reuniones, por eso solo suspiró y tomó la copa que él le ofrecía para beber.
—Mañana te vas a ir con Wolff, y no sé si voy a entrenarte nuevamente —comenzó a decir—. Aún hay mucho más, mucho por enseñarte, pero dudo que al ver a tu esposo y tu monstruo vuelvas a venir a entrenar.
—Quiero estar un poco con ellos, pero siempre que me llames voy a venir —dijo Erica con una sonrisa.
Fosa solo hizo un sonido cargado de ironía, luego se alejó de allí con Erica siguiéndolo con una mirada muy confundida, y más confundida quedó al verlo regresar con un estuche negro en las manos que arrojó frente a ella en la isla, de forma brusca.
Erica miró el estuche con atención pero no lo tocó.
—¿Qué es eso?
—Es tuyo —dijo Fosa y sorbió un trago de vino—, te va a servir.
Con desconfianza, Erica abrió el estuche y se encontró con todo un juego de cuchillos de lanzar y dagas de distintos tamaños. Su filo era considerable, y cuando tomó una daga para medir su peso se percató de que era muy cómoda para la mano, el peso era ideal.
—Sin agradecimientos —dijo Fosa al levantar la mano cuando la vio abrir la boca—. El mejor agradecimiento es que no te mueras.
Erica entonces solo sonrió como respuesta, para luego asentir con respeto hacia su maestro que acababa de darle un obsequio. Se concentró en ver el contenido de su copa en la mano y luego le dio un trago, estaba ansiosa por ver al Loco y a Jack, aunque también deseaba continuar con su duro entrenamiento que la dejaba tan agotada.
—Una vez dijiste que estoy en nivel profesional, ¿en qué nivel creés que estoy ahora? —preguntó Erica y dio otro sorbo a su vino, mirándolo fijo a los ojos de celeste grisáceo.
—En realidad sos una loca, pero parece que no te gusta el término —dijo con seriedad y también sorbió de su vino—. Tenés el mismo nivel que tenía yo cuando derroté a Rata.
—¿Eso significa que yo podría derrotarlo? —preguntó con sus ojos bien abiertos por la sorpresa.
—Yo que vos no lo intentaría, Rata tiene muchos años de experiencia, y yo terminé con los brazos quebrados ese día —Tomó su paquete de cigarrillos para poder colocar uno en sus labios y encenderlo—. A veces creo que incluso me dejó ganar, él dice que no es así, pero yo tenía veinte años y él treintaidós. Es como que vos y yo nos enfrentemos, es casi la misma diferencia de edad.
—Yo tengo veintidós.
—Dije casi, no la misma —insistió Fosa y sopló el humo de su cigarrillo—. Rata tenía mi edad actual, y sabrás que por más nivel que tengas yo soy más fuerte que vos.
—¿Entonces Rata... te dejó ganar, por qué? —La sorpresa se notaba en su rostro.
—Él dice que es falso, que preferiría morir antes de dejarme ganar en algo —dio otra pitada a su cigarrillo y dejó ir el humo por la nariz—, pero también creo que él odiaba ser el mejor elemento, si yo ganaba ese puesto sería mío.
—Y vos después fingiste seguir muerto y el mejor elemento fue Jack —agregó Erica.
Fosa curvó sus labios en una sonrisa.
—No es fácil ser el mejor elemento y cumplir todas las expectativas de los Moms. No extraño para nada dormir tres horas al día como Jack —se rió—. Bueno, Bombita, hora de dormir que mañana temprano regresás a su lado.
Erica sonrió mientras acomodaba el estuche con dagas y cuchillos para poder guardarlo en su bolso. Eran sus primeros cuchillos propios, todos los que usaba eran en realidad del Loco, tener algo propio la hizo sentir bien.
Se acostó a dormir y por largos minutos no pudo conciliar el sueño, estaba ansiosa por verlo, quería besarlo y fundirse en su pecho, entre otras cosas que no quiso pensar mucho porque se le erizaba la piel con deseo.
A la mañana, luego de desayunar todos juntos con la carrot cake que Erica había preparado la tarde anterior, Fosa los llevó de regreso a la casa.
En el auto Erica viajaba a su lado con la suave música de violín que sonaba allí. Había aprendido que solo escuchaba piano cuando estaba nervioso, y violín el resto del tiempo, especialmente Vivaldi que era su compositor favorito.
Tras ellos y en silencio pero con entusiasmo estaban Chris y Lucas, los primeros en bajar del auto cuando Fosa estacionó frente a la casa. Ambos entraron con la llave de Lucas, pero Erica se quedó por un instante en el auto y en silencio.
—¿En verdad creés que tengo tanto nivel, es posible siquiera, en un año? —murmuró.
—Es poco creíble en gente sin talento, pero fue el talento lo que hizo que te invitara a los Barrenderos —dijo Fosa con seriedad—. Si comenzás a dudar de tus capacidades, voy a llevarte dos semanas más y en el proceso tendré que matar a tu esposo.
Sin decir más abrió la puerta del auto para acercarse a un Loco que estaba apoyado en las rejas con los brazos cruzados y el rostro serio. Erica bajó tras él con un suspiro pero curvó sus labios en una amplia sonrisa al verlo. Se lanzó sobre él para abrazarlo y besarlo, ignorando el gesto asqueado de Fosa al verlos besuquearse de forma apasionada.
—Ay, por favor, tienen todo el maldito día para coger —escupió al rotar sus ojos.
El Loco lo apuntó con su dedo índice en una amenaza.
—Nunca más, hijo de puta, nunca más.
Fosa lo ignoró y miró fijo a la sonriente Erica frente a él. Llevó su mano hacia la cabeza de ella y la sostuvo por unos instantes solo mirándola fijo, luego llevó esa misma mano a su rostro y apretó sus mejillas como siempre solía hacer, aunque esta vez no tan fuerte ni de manera tan intimidante como era usual.
—Recordá lo que aprendiste —le dijo—, y no olvides lo que debés decirte siempre.
Erica sonrió.
—Soy fuerte, soy valiente y soy inquebrantable —dijo.
—Y sos humana.
El Loco los miró con un gesto muy confundido, especialmente cuando Fosa se alejó apenas saludando con un movimiento de mano y Erica lo siguió con la mirada hasta que el auto se fue con él.
—Raro —masculló el Loco al verla.
No era usual que Fosa fuera amable, se preguntó a sí mismo qué fue lo que pasó para que se hablaran así, pero no pensaba preguntarle a Erica para no hacerla sentir incómoda. Ella misma le contaría cuando lo creyera conveniente.
Tomada del brazo de su esposo ingresó en la casa, Jackie aún estaba durmiendo así que no pudo saludarlo, pero Erica comenzó a besar al Loco con todo el deseo acumulado que tenía, aferrada a su cuello.
—Te extrañé mucho —le dijo con una sonrisa y sus ojos grises clavados en él.
—También te extrañé mucho —dijo él en un ronroneo y comenzó a besarle el cuello.
Erica lo tomó de la mano y fue guiándolo hacia el sótano, pero antes de que pudiera bajar oyó el comentario de Chris:
—¡Lo sabía, cerda de mierda!
—¡Envidioso!
Y allí abajo, luego de dos semanas alejados, se dedicaron a besarse y acariciar cada tramo de piel que habían extrañado mucho. Hicieron el amor hasta cansarse, hasta no dar más, y luego repitieron el acto una vez más hasta ser solo dos gelatinas temblorosas aferradas al otro.
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