Capítulo N° 56

Fosa no había mentido cuando dijo que les dolería tanto el cuerpo que no querrían compartir la cama con nadie. Los tres, heridos, golpeados, adoloridos y muy maltratados apenas habían conseguido bañarse y cayeron en un profundo sueño no bien tocaron la cama.

Y solo había sido la primera noche, solo menos de cuatro horas de entrenamiento...

—Va a matarme, definitivamente va a matarme —masculló Erica cuando no pudo levantarse de la cama en la mañana siguiente.

Tenía el cuerpo lleno de cortes por la bara, partes de su piel estaban inflamadas y ella aún no podía evitar atacar ante la menor provocación. El primer día había sido un verdadero fiasco para ella, y ni siquiera había podido cumplir el trato con su esposo y llamarlo en la noche.

Con mucho dolor en sus músculos estiró su brazo hacia la mesa de noche para tomar su teléfono. Estaba tan agotada, era un nivel completamente diferente de entrenamiento, y recién había sido el primer día, y ni siquiera completo.

—Voy a morir...

Sin embargo, ignoró todos los malestares de su cuerpo y le escribió al Loco. Él no había intentado comunicarse, probablemente porque ella había prometido hacerlo diariamente, y quizá también porque Rata lo habría mantenido controlado, estaba segura de eso.

Le costó escribir, pero lo hizo.

Erica: Estoy viva, perdón por no llamar, estaba muy cansada y me dormí al instante

Él había respondido casi al segundo de leer el mensaje:

Jack <3 : Estaba preocupado, él puede ser muy complicado. ¿Estás bien? ¿Te lastimó?

Erica dudó qué responderle, estaba agotada y adolorida, pero sabía que si decía que estaba cubierta de golpes y cortes, en solo minutos él sería capaz de irrumpir en la casa y llevársela sobre su hombro. Esa posibilidad le produjo un mal sabor, le recordó a cuando la cargó sobre el hombro para impedir que se llevara a Sveta...

Erica: Estoy bien, solo agotada. Voy a ir a desayunar ahora, te amo mucho

Dejó el teléfono apoyado en la cama y se obligó a sí misma a salir de ese mullido y cómodo colchón que la instaba a dormitar. Forzó una pierna a escapar de la prisión de sábanas y colchas, y luego la otra. Continuó al sentarse y dejar ir un suspiro, pensando en la pésima idea que fue aceptar ir dos semanas con Fosa.

Se puso una bata de satén, solo eso y con sus pies descalzos, para luego estirar un poco sus músculos y decidirse a ponerse de pie. Salió de la habitación de Rata, no sin vigilar las otras habitaciones, y cuando vio que no había nadie por el pasillo se dirigió hacia la cocina. El olor a café la recibido, era otro tipo de café, más fuerte que el que consumían en la casa, pero olía incluso más delicioso.

Ignoró la imponente figura que estaba allí de espaldas a ella muy atento hacia su sartén, y se sentó en una de las sillas para mirarlo. El maldito ni siquiera le había dado una mirada.

—Creí que tendría que tirarte agua encima para levantarte esta mañana, qué grata sorpresa, Bombita.

—¿Cómo sabías que era yo y no uno de los chicos? —preguntó Erica con una ceja levantada hacia su ancha espalda.

—Por tus pasos.

—¿Mis pasos?

—Tenés una caminata muy particular, incluso cuando estás adolorida —dijo y volteó para apoyarse contra la mesada cruzado de brazos—. Tus pies son ligeros, no sé si es por la danza o porque te entrenaste a vos misma en Mörder para pasar desapercibida. Cualquiera de las dos es válida.

Erica no respondió nada, solo lo miró fijo. Era la primera vez que lo veía recién levantado y de un humor relativamente aceptable. Su cabello negro no estaba peinado hacia atrás, sino que caía sobre su rostro como una corta pero prolija cascada que se le veía muy bien, sus ojos celestes grisáceos se veían con una chispa de curiosidad, quizá de ver cuánto podía soportar ella en realidad. Llevaba una sencilla remera blanca y un jogger gris suelto, supuso que era su ropa de dormir.

Él miró hacia los pies descalzos de Erica y la forma en que dejó un camino de huellas dactilares por todo el porcelanato.

—No andes descalza, marcás todo el piso con tu sudor y grasitud. Usá pantuflas u otra cosa, asquerosa —dijo con el ceño fruncido al mostrar las marcas en el suelo que Erica ni siquiera podía ver.

—Creí que tu TOC era por la sangre, no específicamente por unas huellas en el piso —respondió Erica con la barbilla levantada.

—Bien, respondiendo comentario indeseado con otro igual, algo aprendiste ayer además de que no tengo miramientos en destrozar tu carne —dijo con una sonrisa torcida.

Él sirvió café en dos tazas y extendió una hacia ella, para luego servir los huevos revueltos en un plato, con rodajas de pan integral y un platito más chico con una palta madura que él no tardó en cortar.

—Es asqueroso desayunar café con huevos, ¿no puedo omitirlo y comer solo las tostadas? —se quejó Erica al ver su plato.

—Claro, comé solo tostadas, pero cuando te desmayes en el gimnasio por falta de energía te voy a dejar ahí tirada.

Con un chasquido de lengua molesto Erica bebió el café negro, sin una pizca de azúcar, trató de que él no notara como se le fruncía el rostro por el sabor, y solo cuando finalizó con la taza y bebió algo de agua para limpiar su paladar, fue que comió los huevos. Él desayunó frente a ella, tranquilo y con su espalda recta y su cuello en alto, como un Moms, como un elegante rico.

—¿No te relajás nunca? —le preguntó ella luego de untar un pan con palta—. ¿Siempre estás así de recto, tenso y digno Moms?

—No me llames así —gruñó entre dientes y sus ojos parecieron flamear en ira.

—Para darme sermones de resistir provocaciones, te alterás bastante si te llaman Moms.

—Es como si yo te llamara Sabatini luego de saber lo que te hizo —escupió y ella sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal—. Ya no te gustó, ¿verdad?

—No respondiste mi pregunta, ¿no te relajás nunca?

—No.

—¿Ni al dormir? —preguntó con tanta sorpresa en su tono de voz y en las expresiones de su rostro, que él sonrió de costado.

—Creo que es importante advertirte que no entres en mi habitación mientras duermo, no te gustaría descubrir que tan a la defensiva estoy.

No hizo más preguntas, terminó el desayuno en silencio y bebió otro poco de agua. Estaba preocupada por Chris y Lucas que aún no habían aparecido, y tampoco quería ir a husmear en la habitación, no sabiendo que Chris tampoco se relajaba al dormir y estaba también a la defensiva. Lo había comprobado la noche que durmieron juntos en la casa, no bien sintió un pequeño ruido o movimiento ya había tomado la pistola para apuntar a quien, en ese momento, solo había sido Lucas buscando ropa limpia.

—¿Qué les hiciste a los chicos? —preguntó Erica mientras lo observaba lavar todo—. Ni Lucas ni Chris suelen despertarse tarde.

—El líder de los obligados tiene buena resistencia, pero parece que no está acostumbrado a ser regañado o equivocarse. No dijo nada pero repitió cada ejercio una y otra vez hasta que le salió, incluso cuando su cuerpo no daba más. Nunca creí conocer a alguien tan exigente consigo mismo como yo —dijo con su rostro serio cuando la miró por sobre el hombro—. El rubiecito entrenó sus músculos, pero también es muy fuerte mentalmente, le dije un par de cosas hirientes para ver cómo reaccionaba, me dejó impresionado. Es más fuerte que vos.

—¿Qué hizo?

—A veces solo me mantenía la mirada, otras se reía como si todo fuera un chiste, y otras respondía con altura —explicó y volvió a apoyarse contra la mesada mientras secaba cuidadosamente sus manos—. No sé si su resistencia a las provocaciones se debe a sus intentos de ser más fuerte, o a su puro autodesprecio. Tendré que indagar mejor luego.

—¿Qué le dijiste? —gruñó con furia.

—Que si no fuera tan débil nunca lo habrían atrapado y tu violación no habría sucedido.

—¡Te pasaste! —gritó Erica y se puso de pie golpeando la mesa, incluso cuando sus piernas dolieron al ponerse de pie.

—No te alteres, me respondió de una forma que te hará disfrutar de mi humillación por el resto de la semana —dijo con el rostro serio y oscuro, luego levantó la barbilla, sin una pizca de vergüenza en él—. «Quizá, pero yo no tenía entrenamiento, vos eras un asesino experimentado que dejó que un niño de dieciséis años lo dejara al borde de la muerte con quemaduras de por vida».

Erica apretó los labios, hacía su mejor esfuerzo por no reírse como quería hacer, porque no estaba segura de cómo reaccionaría él.

—Debo admitir que me ganó, no sé cómo pero lo hizo. Me agrada el muchacho —admitió.

—¿Y a Chris le dijiste algo cruel?

—Lo único que parece alterarlo es cualquier amenaza hacia tu persona, el resto le es irrelevante y no parece importarle que lo humillen, e incluso al amenazarte medita antes de reaccionar. Tiene bastante que aprender, pero no es impulsivo como vos.

—¿Y de verdad es un problema que yo sea impulsiva? Eso me mantuvo con vida hasta ahora —levantó una ceja.

—Y es lo que llevó a Gretchen a la muerte.

Al decirlo, en sus ojos danzó una mezcla de furia, tristeza y también decepción. Erica no supo decir qué emoción se veía más fuerte en él, incluso cuando negaba tener emociones.

No estaba segura de qué tan razonable era indagar en esa parte, en saber cómo estaba él respecto a la muerte de Gretchen. Respecto a que ella, entrenada por él, había sido partícipe.

Se puso de pie muy rápido, tanto que se sorprendió de no sentir la molestia en sus piernas, pero se dirigió rápidamente hacia la habitación donde dormían los chicos. Abrió despacio esa pesada puerta blanca y apenas si asomó un poco la cabeza. Chris se había dormido con la misma ropa de entrenamiento de la noche anterior, estaba boca abajo y con un brazo colgando de la cama, como si hubiese caído en esa posición en la noche y no hubiese tenido fuerza para moverse otra vez. Dirigió entonces su mirada hacia Lucas, él estaba dormido en la otra cama, cruzado, boca arriba y con un brazo que le cubría el rostro, con sus piernas fuera de la cama, como si al igual que Chris solo acostarse hubiera sido un gran y costoso trabajo.

Solo cuando se aseguró de que estaban muy bien dormidos fue que regresó hacia la cocina, pero Fosa ya no estaba allí. La música de un violín se oyó no muy lejos, Erica siguió el sonido hasta verlo en el living con su violín en el cuello que tocaba con una expresión fría e impasible.

—Fosa —dijo para llamar su atención, pero él no dejó de tocar—. ¿Podemos hablar un minuto?

—Ya estás hablando —dijo sin dejar de tocar esa bella melodía.

Erica solo una vez lo había visto tocar y fue para Jonathan Moms, una música dramática e intensa, muy distinta a la que ahora tocaba allí que era lenta pero se oía bella y hasta romántica.

—Lo siento —dijo Erica de repente y él dirigió su mirada hacia ella con una expresión muy confundida—, por lo de Gretchen.

—Yo se lo advertí, le dije que si se enfrentaba a vos no iba a encontrarse con la Princesa —dijo y continuó tocando con tranquilidad—. Ella cavó su propia tumba con su obsesión e impulsividad.

—Lo sé, pero incluso así... Vos la amabas, y...

Él dejó el violín a un costado y giró por completo para enfrentarla, con su rostro serio, frío e impasible.

—Por alguna extraña razón todos creen que tuvimos una relación romántica —dijo con un tono de voz divertido—. No fue así, no la amaba de esa forma.

—Creí...

—Era mi mejor amiga, la que soltaba mis cadenas y me llevaba a tomar aire fresco cuando su padre me torturaba por días —expresó con una emoción en sus ojos que Erica no supo reconocer—, la que se arriesgaba a ser golpeada solo por darme comida cuando se suponía que debía rogar por ella, o que me llevaba a jugar con Wolff porque sabía que él me caía bien —Se quedó en silencio por unos instantes antes de agregar—: No era amor romántico, detesto que ensucien lo nuestro con algo tan mundano.

—¿Y entonces?

—Era devoción, la devoción que se tiene por un dios. Ella era mi diosa, mi rompedora de cadenas, mi vaso de agua luego de días de sed. Mi vida entera. Mi todo y mi nada. No creo que puedas entenderlo, porque nadie lo entiende.

—Entonces lamento haber participado en la muerte de tu diosa —dijo Erica, intentando que la última palabra no sonara tan irónica.

—No necesitás disculparte, no lloro cadáveres. El que está muerto, muerto queda, llorar y lamentarse es una pérdida de tiempo —dijo con su rostro serio—, y odio perder el tiempo, incluso si se trata de Gretchen.

Erica no presionó, dudaba mucho que él estuviera bien en verdad. Lo había visto dispararle con furia a Jonathan solo por hablar despectivamente de ella, veía muy poco probable que en verdad él no sintiera nada con su muerte.

Fosa regresó a tocar su violín con tranquilidad y ella no indagó más allá, pensó que él tendría sus motivos para actuar así. Con pereza se dirigió hacia la habitación para poder vestirse, dejó la bata colgada en un perchero y del bolso tomó algo de ropa cómoda, una calza, un top deportivo y zapatillas cómodas, porque el entrenamiento no tardaría en empezar.

Y así fue.

Un golpe de esa vara se impregnó en sus piernas ante una reacción explosiva que tuvo.

—¿Esto realmente ayuda en algo? —gruñó Erica.

—Si no tolerás lo que yo digo, vas a morir en manos de Sabatini —dijo él mientras caminaba a su alrededor, a paso tranquilo—. ¿Era virgen, eh?

—Qué mierda te importa.

—Tal vez gozó con cada penetración de Sabatini.

Erica se lanzó sobre él y le encajó un puñetazo en el rostro, pero aunque Fosa se dejó dar el primer golpe le frenó las muñecas y la volteó para hacerle una llave de sumisión a la espalda, ella ahora boca abajo y con sus ojos lagrimosos mirándolo con desprecio.

—Sí, efectivamente tu hermana es el principal foco de furia incontrolable —dijo y presionó su brazo hasta hacerle doler—, aprendé a ignorar estos comentarios, tomá todas tus emociones y respirá hondo antes de responder o actuar.

—¡Es fácil decirlo cuando hablás de cómo violaron a mi hermanita! —chilló con las lágrimas recorriendo por sus mejillas, aún inmovilizada en el suelo.

—¿Creés que él no sabe que te duele esto? Es lo que más va a usar para herirte, por eso es importante que aprendas ahora.

La soltó y Erica se sentó en el suelo estirando un poco sus brazos adoloridos, con las lágrimas aún allí. Ella entendía el motivo del entrenamiento, pero no podía evitar sentirse horrible con todo ello y reaccionar de forma violenta.

—Hagamos una prueba —dijo él y se puso de pie, extendiéndole la vara de hierro recubierta en cuero—. Vas a decirme a mí las cosas más hirientes que se te ocurran. No vale llamarme Moms, no vayas a lo fácil.

—¿Estoy autorizada a golpearte? —preguntó con una sonrisa muy interesada.

Él asintió y se quedó firme allí, de pie en ese círculo imaginario donde ella comenzó a caminar. Lo observaba con atención, buscando algo hiriente que decir. Caminó y observó por un rato largo, porque todo lo que se le ocurría no era suficiente.

—Si hubieses vuelto con Gretchen en vez de esconderte como un cobarde, ella estaría viva —dijo con dureza.

Fosa dirigió una mirada hacia ella, dura y fría como el hielo, pero miró enseguida al frente.

—Buen intento.

—¿Qué se siente saber que Gretchen eligió al inútil de Héctor en vez de a vos? Ni siquiera te invitaron a la boda. ¿No eras su vida entera?

Fosa apretó los puños y se relajó unos instantes después.

—Bastante bien, Bombita.

—Odiás a Jonathan por ser un monstruo, ¿lo odiás porque te ves a vos mismo en él, por ser un reflejo de lo que él era?

Él giró instantáneamente hacia ella con un gesto furioso, dispuesto a golpearla, y Erica dirigió la vara hacia él.

—Mal, Fosa.

—Fuiste a lo fácil —gruñó con fastidio.

—Mi hermana también es ir a lo fácil y la usás todo el tiempo.

—Uso a tu hermana porque es lo que alguien básico como Sabatini va a utilizar, si yo quisiera herirte diría otras cosas, no algo tan sencillo.

—¿Y qué dirías?

—Que todos mueren a tu alrededor por tus problemas —dijo él y Erica se quedó congelada—, y que Kolzova no va a ser la última muerte que provoques.

—Te estás pasando —gruñó Erica.

—Es la idea, que te enojes de verdad pero seas tan fuerte mentalmente como para respirar hondo y dejarlo pasar —explicó él y extendió su mano para recibir la vara—. Podés descansar, continuaré con el rubiecito.

—Si le decís algo horrible, voy a matarte —dijo entre dientes.

—Él ya es fuerte mentalmente, no necesito reforzar. Su entrenamiento será técnico y práctico a nivel muscular.

Erica solo chasqueó la lengua y se alejó de allí con su cuerpo adolorido, lleno de moretones y cortes. Bajó las escaleras sosteniéndose de la baranda, porque cada paso era un martirio. Una vez abajo le hizo una seña con la cabeza para que Lucas subiera a entrenar, mientras que ella se sentaba en el comedor para descansar un rato. Chris estaba allí, bebía un vaso de agua y no tardó en servirle uno a ella.

—No quiero saber cómo es tu entrenamiento si estás con semejante cara —dijo él.

—Lo odio.


Al quinto día de entrenamiento, Erica estaba tan golpeada y adolorida que ya no tenía fuerzas para pelear o contradecir a Fosa. Él podría haberle pedido cualquier cosa que ella lo hubiese hecho, y los chicos no se quedaban atrás, todos en esa casa estaban muy agotados, incluso Fosa que estaba mucho más estresado de lo normal.

—Qué raro que no escuchaste sus gemidos, sus gritos debieron oírse hasta tu miserable casa —dijo Fosa caminando alrededor de ella con la vara en la mano—, ¿virgen o solo estrecha? Da igual, seguro se sintió parecido.

Erica apretó la mandíbula con fuerza, tenía lágrimas en sus ojos y sus nudillos apretados, pero pudo resistir el impulso de golpearlo.

—Qué lástima que no estuviste ahí para presenciarlo —dijo Fosa con una sonrisa maliciosa—, para ver a tu padre luchando por defender a tu miserable familia, aunque tal vez él sí presenció cómo se cogían a tu hermana.

Una lágrima cayó por la mejilla de Erica pero se mantuvo firme, con su pecho agitado.

—Dicen que tu madre era muy hermosa también...

—No te habría gustado, demasiado sexual era —dijo Erica con frialdad y lo siguió con la mirada—, aunque claro, dudo que vos le hubieses gustado a ella también.

—No necesito gustarle, podía tomarla contra una pared oyendo sus gritos.

Erica apretó la mandíbula, sintiendo sus dientes rechinar.

—Bastante bien, Bombita. Aún hay mucho trabajo por delante, pero es un avance —dijo él y le dio una palmada en la cabeza.

—No me toques —gruñó ella.

Él solo dejó ir un suspiro.

—Andá a bañarte, prepararé la cena.

Diciendo eso bajó rápidamente las escaleras y Erica lo siguió por detrás, para poder ir al baño de la habitación, donde lloró tratando de resistir el impulso de gritar bajo la lluvia de la ducha. Se había salvado de los golpes en esas horas, pero su cuerpo aún así dolía de sobremanera, y su alma dolía incluso el doble.

—Perdón —dijo al aire, con un sollozo—, perdón.

Sabía que Fosa no lo estaba haciendo para herirla, sino para fortalecerla y prepararla para un enfrentamiento con Aaron. Sabía muy bien que cada palabra horrible que le decía era en realidad una imitación de la personalidad de Aaron, y no un pensamiento propio de Fosa, pero no podía evitar odiarlo cada vez que pronunciaba aquellas frases.

Una vez vestida se dirigió a la cocina, donde Fosa preparaba la cena y bebía vino. Erica lo había visto beber más vino de lo normal, y también fumar mucho más de lo normal.

Chris estaba ayudando a Lucas a fortalecer su cuerpo, por eso mientras que Erica observaba a Fosa cocinar, ellos nadaban y hacían movimientos de pelea en el agua. Eso solía dejarlos incluso más agotados que con el entrenamiento diario.

—Estás fumando mucho —le dijo Erica cuando vio a Fosa encenderse un cigarrillo—. Es el cuarto cigarrillo en menos de veinte minutos.

—¿Te importa? Son mis pulmones.

—¿Es por nosotros tres que estás fumando y bebiendo más? —dijo con suavidad, para que no se oyera como un ataque—, ¿o es por Gretchen?

Él se dio la vuelta para mirarla con sus ojos flameando en ira.

—No estamos en el gimnasio y no estamos entrenando en este momento —dijo entre dientes.

—Solo me preocupa verte mal...

—No estoy mal.

Por las noches lo oía tocar el violín desde su habitación, cada noche siempre era la misma canción. No se había animado a preguntarle qué tocaba, pero sí tomó su teléfono y grabó el sonido para poder buscarlo. Era «Liebesleid» de Fritz Kreisler.

En los cinco días que llevaba viviendo con él, Fosa había dado algunos datos respecto a su entrenamiento personal, no mucho, pues parecía ser algo que prefería olvidar o mantener en el pasado. Siempre nombraba «el vacío».

—¿Qué es «el vacío»?

Él detuvo lo que estaba haciendo, no giró para verla, solo se quedó allí congelado.

—¿Yo nombré el vacío en algún momento?

—Sí, pero no sé qué es —dijo Erica con suavidad.

—Yo le llamé así a la oscuridad total en donde me rompieron la mente y la configuraron de nuevo —dijo casi en un susurro.

No agregó más y Erica no presionó. Sabía que uno de esos métodos de Jonathan lo habían vuelto ser lo que era, prácticamente insensible, muy poco empático y hasta cruel.

Cuando la cena estuvo lista comieron los cuatro juntos. Cada rostro era como una pintura de Goya, con expresiones sufridas, acongojadas y llenas de dolor. Apenas si se dirigían miradas entre sí, aunque el que mantenía mejor ánimo de ellos solía ser Lucas.

—¿Ya podemos retirarnos? —preguntó Chris, con una sombra bajo sus ojos producto del cansancio.

Fosa asintió y tanto Chris como Lucas fueron rápidamente a higienizarse y dormir. Erica estaba segura de que se dejarían caer en la cama tal cual llegaran a ellas.

Mientras que Fosa bebía otra copa de vino, Erica se preocupó de lavar muy bien todos los vasos, cubiertos y platos. Estaba cansada, continuaba adolorida pero incluso así no podía evitar pensar en el entrenamiento, lo odiaba pero también amaba lo que iba logrando en ella.

En su necesidad por ser más fuerte, por no permitir que vuelva a suceder otra tragedia en su vida, fue hacia el patio trasero, donde Fosa se encontraba sentado en un banco fumando un cigarrillo con la copa de vino en la mano y la botella a un costado.

—Hacémelo —dijo ella tras él.

Fosa la miró por sobre el hombro con un gesto muy confundido.

—El vacío, el goteo. Hacémelo.

—No.

—Hacémelo.

—No, Bombita. Andá a dormir.

Bebió un trago de vino y le dio una pitada a su cigarrillo mientras observaba las luces que iluminaban los bordes de la piscina. Erica se acercó más hasta ponerse de pie frente a él.

—Haceme el vacío.

—¡No! —gruñó él—. No voy a hacerte eso.

—¡¿Por qué no?! ¡Funcionó con vos, te hizo más fuerte, te hizo ser el mejor! —chilló—. Hacémelo a mí.

—¡¿Te parece que funcionó?! —gritó con odio—. No puedo ni llorar o sentir pena por la muerte de mi mejor amiga, porque cada vez que estoy por sentir algo oigo en mi cabeza esa voz repitiéndose una y otra vez, ¿y querés que te lo haga a vos?

—¡Sí!

—No lo voy a hacer.

—¡¿Por qué?!

—¡Porque no soy Jonathan! —gritó Fosa con el ceño fruncido—. Si supieras lo que es, no me lo pedirías.

—¡Entonces mostrame lo que es y yo voy a decidir si quiero eso o no!

—¡Me estás pidiendo que te torture, que sea como él! —chilló y en su voz se notaba el dolor—. ¿Querés convertirte en un monstruo como yo, incapaz de amar de verdad, de sentir algo que no sea odio?

—¿Por eso fumás el doble y bebés el triple de lo normal, porque no podés llorar a Gretchen? —inquirió Erica con el ceño fruncido.

—¿Querés saber lo que es el vacío? Es estar en plena oscuridad días, meses, años, ni siquiera sabés cuánto tiempo pasa ahí. Estar encadenado al techo con una gotera sobre tu cabeza, justo en la frente —dijo y se puso de pie, estiró su mano hacia ella y le picó la frente con el dedo índice—. Una gota, solo el sonido de esa gota en una habitación oscura. Una y otra y otra vez. Le digo «el vacío» porque llega un punto en que tu mente queda en blanco, te cansás de las alucinaciones y todo simplemente está en blanco, y ese es el momento ideal para reconfigurar tu mente. «Las emociones son debilidad» —le picó la frente con el dedo para imitar la gota—, «el llanto es debilidad» —volvió a picarla—, «el sexo es asqueroso» —otro piquete—, «las personas son asquerosas» —otra vez—, «el contacto físico es asqueroso». Una y otra y otra vez, con una gota y repitiendo una y otra vez las frases que Jonathan quería que se grabaran en mi mente.

Erica lo miró con sorpresa.

—Creí... que el asco hacia todo eso era una decisión tuya —fue lo único que susurró.

Él se rió irónicamente.

—Sí, yo decidí ser lo que soy hoy. No fui secuestrado a los nueve años y torturado por años, para nada —Volvió a picarle la frente—. Jonathan se esforzó en hacer que me diera asco el sexo, poniéndome los vídeos más grotescos, haciéndome repetir frases, ¿es por eso que me baño dos horas si tengo sexo? Quizá, quizá es por algo mío, no lo sé. Pero el hipócrita de Jon me hizo tenerle asco a las personas, al contacto, al sexo, para a los quince años obligarme a hacer el ritual y poder convertirme en un espía.

Erica parpadeó algo confundida.

—¿Qué es el ritual?

—¿Wolff no te lo dijo? —Al ver el gesto sorprendido de ella, chasqueó la lengua—. Bueno, después de todo es de los pocos que no tuvo que hacerlo. —La miró fijo y se encendió otro cigarrillo—. El ritual es un invento de Óscar Moms, el padre de Jonathan y maestro de Rata, algunos dicen que es incluso su padre, pero eso es solo un rumor.

—¿Y qué es?

—Ningún asesino calificado como fuerte y necesario puede llegar a los quince años siendo virgen, porque sino no servirán como espías y no podrán seducir —explicó con seriedad—. Te dan un lapso de tiempo, mayormente corto, y en ese tiempo si no encontraste alguien vos mismo, te ofrecen a alguien y estás obligado a hacerlo, te guste o no.

Erica se puso pálida de repente.

—Y sí, Gretchen no fue la excepción a la regla. Me pidió a mí que le hiciera el favor y yo me negué, tenía doce años, me daba asco solo imaginarlo y era un niño. Gretchen no llegó a encontrar otra persona, pero Jon le asignó alguien calificado. Ella jamás me perdonó haberla rechazado y hacerla pasar por eso, y yo jamás me perdoné no haber sido el primero y hacerla hecho pasar por semejante martirio.

—¿Y vos tuviste que hacerlo, incluso cuando Jonathan te metió esas ideas en la cabeza?

—Me metió esas ideas para convertirme en el asesino perfecto, incapaz de seducir para quitarle información. Funcionó, claramente, demasiado —dijo con asco—. Y sí, tuve que hacerlo, pero a diferencia de mí que no pensé en todo lo que implicaría para Gretchen estar con otra persona, ella me ayudó para que no tuviese que pasar por lo mismo. Le grité a Jonathan que era un hipócrita, que me convenció que el sexo era indeseable para luego obligarme a hacerlo. Él solo se rió y dijo que lidiara con ello.

Erica se quedó en silencio y él continuó fumando de su cigarrillo, para luego sentarse nuevamente en el banco. Ella se sentó a su lado muy pensativa, pensaba en el Loco y ese ritual estúpido y anticuado, pero sabía bien que él había estado con Gretchen incluso antes de tener que pasar por el ritual asqueroso ese.

Fosa sirvió nuevamente vino en la copa y sorbió un largo trago, como si los recuerdos de todo eso estuviesen ahí martirizándolo y solo el alcohol ayudara a combatir un dolor que era incapaz de expresar.

—Lamento todo lo que tuviste que pasar —dijo Erica en un susurro—, estoy segura de que habrías sido un gran violinista.

—Soy un gran violinista, pero no el que debí haber sido —masculló él y bebió otro trago de vino.

Volvieron a quedarse en silencio. Erica lo miraba de reojo, fijo y con curiosidad, con las dudas aún en la punta de su lengua, y la necesidad de volverse más fuerte aún ahí.

—No lo voy a hacer, no insistas —dijo él.

—No me voy a convertir en vos.

—Podrías romperte y volverte inútil, y entonces Wolff buscaría venganza.

—Puedo lidiar con eso —insistió.

—Te expliqué en qué consiste, cómo quedé y lo que hicieron con mi mente, ¿y aún así querés que te lo haga?

—Sí.

—No estás loca, estás simplemente desquiciada —escupió Fosa—. Ni siquiera sos capaz de razonar el peligro que hay en eso, vamos a tener que trabajar en esa impulsividad.

—Aún así quiero hacerlo, un día, solo un día de ver el vacío y reconfigurar mi mente —insistió Erica—, con frases positivas, no con el estilo de Jonathan, con cosas buenas.

—En un día no se va a lograr, vas a romperte pero no lo suficiente para lavarte el cerebro. Se necesita de meses para eso, y nos queda menos de diez días.

—Un día, solo un día en el vacío.

—Un día en el vacío puede sentirse como un año —insistió él.

—Por favor —rogó Erica con mucho dolor—, perdí a mi familia, no pude defender a Lucas, perdí a Sveta, necesito hacerme más fuerte.

—Yo fui un experimento, no hay prueba que implique que esto pueda volver a funcionar.

—Solo un día.

—Tendrías que estar desnuda —dijo Fosa y la miró de reojo.

—No me avergüenza mi desnudez.

—Completamente sola con tus pensamientos.

—Puedo con eso —insistió—. Solo un día, si sale mal no lo volvemos a intentar y seguimos con las frases hirientes.

Fosa se quedó en silencio por un buen rato, bebió de su copa de vino y concentró su mirada en las luces de la piscina.

—Está bien. Un día —dijo él—, pero quiero que sepas que no estoy de acuerdo, que odio esto y que...

—No sos Jonathan —finalizó Erica.

—No soy Jonathan.

Diciendo eso se puso de pie y se alejó de allí para dejarla sola, llevándose con él la copa, el vino y las colillas de los cigarrillos que había fumado en una bolsita. Regresó un par de minutos después y miró a Erica a los ojos, serio e impasible.

—Un día basta para llegar a la locura. Tres horas —dijo con seriedad

—Es muy poco tiempo.

—Tres horas o nada.

Diciendo eso extendió su mano hacia ella, quien la tomó con un resoplido molesto. Fosa le vendó los ojos y la alzó en sus brazos para llevarla a algún lugar que ella no podía ver.

No se oía nada, solo los pasos de él al caminar y el sonido de una puerta ser abierta. La había apoyado en el suelo y, aún con los ojos vendados, la obligó a desvestirse.

—Quedate con eso puesto —dijo él refiriéndose a la ropa interior que cubría su pubis.

Él la ató contra una superficie que ella no pudo reconocer, y luego le quitó la venda de los ojos.

—¿Quitaste la venda? —preguntó ella, pues allí solo había oscuridad absoluta.

—Sí —dijo su voz desde algún lado en la habitación—. Cuando entres en el vacío y en el pánico, no digas que no te lo advertí.

Erica llegó a ver una rendija de luz y luego el sonido de una puerta ser cerrada. Estaba en la oscuridad total, no podía ni siquiera ver su propia nariz.

Ploc.

Una gota cayó en su cabeza y resbaló por su frente.

El lugar olía a humedad, aunque tampoco olía mal, solo se sentía esa sofocante humedad por allí.

Ploc.

Otra gota más. El agua era fría, congelada y le producía un escalofrío, su piel se volvía de gallina y sus pezones se endurecieron por el frío.

Sin embargo, pese a eso, no le pareció que fuera algo insoportable.

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