Capítulo N° 55
El viento era leve, llegaba suavemente del sur, lo que le daba la posibilidad de un disparo certero; aunque el viento jamás fue un problema para él amaba que la naturaleza estuviese de su parte. Manejó los clicks con precisión, observando con la mira a Aaron ir y venir por todo Mörder. Llevaba horas ahí acostado, esperando el momento justo, esperando la orden de su señor.
Su celular sonó y sin dejar de apuntar o correr la mirada, habló por el los airpods que le permitían seguir perfectamente con su trabajo.
—Moshi-moshi —dijo Akihiko, vigilando a Aaron.
—¿Lo hiciste? —La voz de Julio se oía fría pero llena de ira.
—Aún no, pero lo tengo en la mira.
—Deshazte de sus fieles asesinos, yo me encargaré de él.
Julio cortó la llamada y Akihiko sonrió para cambiar de objetivo, observó a los asesinos que rodeaban a Aaron. Parecía tener buena salud aunque le costaba movilizarse, claramente seguía en recuperación. Comenzó a silbar una canción mientras que uno a uno los fue eliminando, viendo la forma en que preparaban una defensa inútil, porque aunque buscaran su posición no podrían encontrarlo, no cuando se encontraba a kilómetros de allí.
En la mansión Moms, Julio vio las cintas de policía que no permitían a los curiosos acercarse, los reporteros querían entrevistarlo, la familia Moms era famosa e importante, y esa «catástrofe» que alguien vendió por un par de billetes era una perfecta noticia.
No le permitió a los policías y forences cubrir los cuerpos, no aún. Observó la forma en que murieron, juntos, tomados de la mano y con sus frentes pegadas. Sintió un nudo formarse en su garganta, pero enseguida suspiró para dejar atrás el dolor. Él no era alguien que se dejara llevar por las emociones, y sabía que ellos mismos buscaron su propia perdición al atacar a alguien como el Loco.
Se sintió, de repente, muy solo, Héctor era su confidente, su mejor amigo, su protector. El primero en conocer sus gustos y el primero en sonreírle al saberlo, no juzgándolo como hicieron otros.
Observó el rostro de Gretchen, su hermana mayor, su única hermana. Ella fue quien le enseñó a disparar, quien le enseñó a defenderse y todas las técnicas de pelea que él sabía. Su relación con ella en la infancia había sido perfecta, hermana protectora y hermano cariñoso, pero cuando crecieron solo competían entre sí, buscaban hundirse y herirse mutuamente por ganarse el afecto de su padre.
—Nunca la odié en verdad… —dijo casi en un susurro, con la cálida mano de Serge sobre la suya—. Pero era divertido hacerla enojar…
Miró por última vez el rostro pálido de sus hermanos y se alejó de ahí. No deseaba hablar con más policías, no deseaba más interrogatorios y mucho menos reporteros acosándolo.
Observó de reojo a Serge, que tenía los ojos rojos por llorar la muerte de Sveta. Culpó y golpeó a Julio por su pérdida, pero pronto ambos se habían dado cuenta que el trabajo había sido obra de Ginevra Di Giovanni, y Julio sabía muy bien que ella trabajaba para Aaron.
—¿Cuándo lo harás? —preguntó Serge, mirándolo de soslayo.
—En una semana. Llevo armando el plan hace un tiempo, Sabatini es una molesta piedra en el camino de mi familia, una piedra que hace tiempo deseaba quitar.
—¿Y por qué lo has salvado?
—Negocios. Adoro que la gente me deba favores y dinero —sonrió y giró para ver a Serge, sus ojos azules, su rostro bello, su sonrisa dulce y alegre. Acunó su rostro entre las manos y lo besó dulcemente en los labios—. Andá con ellos, te necesitan…
—Vos también me necesitás…
—Pero ahora le toca a ellos. No olvides lo que te pedí, ¿de acuerdo?
Serge asintió y se alejó rápidamente de allí para subirse a su deportivo azul y poder viajar hacia la casa de Erica. Solo cuando Serge estuvo lejos, fue que Julio se acercó hacia el cuerpo de Sveta, alejado de todos los demás, un cuerpo que ni la policía ni la prensa habían visto. Un cuerpo que muy pronto había llegado a reclamar ese grupo de personas con capas rojas que rodeaban a ese joven de traje negro, que caminaba con una mano en el bolsillo y su rostro transformado en locura. Su gente disparó a todo asesino que osó acercarse lo suficiente.
Julio se quitó las armas y las arrojó lejos, para luego levantar sus manos. Vanyusha se adelantó de su grupo con una pistola en la mano que apuntó hacia la frente de Julio. Sin embargo se oyó el sonido de un filo en el cuello de Vanyusha, quien apenas miró sobre sus hombros a una pequeña mujer japonesa.
—Baja el arma —ordenó Ruriko.
—Yo no estuve involucrado y mis hermanos también están muertos —dijo Julio en ruso.
—¿Quién fue? —gruñó Vanyusha aún con el cañón sobre la frente de Julio.
—Ginevra Di Giovanni, su ex.
Vanyusha apenas si miró a sus hombres, que corrieron para tomar con cuidado el cuerpo de Sveta.
—¿Dónde está? —inquirió con asco.
—Escapando de tu furia, supongo.
—No, esa perra no, dónde está Katya —dijo entre dientes.
—Ruri, quita la katana —ordenó Julio y ella, aunque con dudas, obedeció. Luego miró a Vanyusha, su rostro transformado en ira—. ¿Quién te avisó, o nos estuviste vigilando?
—Una mujer que no es mía pero me gustaría que lo fuera —Fue lo único que dijo Vanyusha antes de bajar su pistola—. Me llevaré a Sveta y Katya a Rusia. ¿Dónde está?
—En el cementerio...
Vanyusha levantó su mano y uno de los Capa Roja se acercó hasta él, le dijo algo en ruso antes de salir corriendo nuevamente.
—¿Vas a desenterrar el cadáver de tu sobrina?
—Sí. No permitiré que ambas se pudran en esta tierra traicionera, volverán a su hogar, Rusia —escupió—. Espero sea la última vez que nos veamos, Moms. La próxima te mataré.
—Lo mismo digo, Vanya.
—No lo harás, ¿quién te venderá armas sino?
Vanyusha lo miró fijo y con dureza, él y Julio eran muy similares en varios aspectos, y ambos eran igual de intimidantes, por ello el jefe de la mafia rusa solo se alejó con su gente que lo rodeaba para protegerlo ante algún ataque por la espalda.
En la casa del Loco el silencio reinaba en el lugar, nadie quería hablar, nadie quería nada. Lucas solo intentaba animarse al jugar con Jack, cantándole canciones, pero incluso cuando veía a ese pequeño niño bailar y reír, el dolor que sentía por haber perdido a una gran amiga le afectaba demasiado. Sus ojos, que lentamente recuperaban brillo, regresaron a ser opacos por la tristeza.
Erica bailaba en su habitación, aprovechando el suelo de madera. Una danza contemporánea, descargaba a su manera todo el dolor que sentía, toda la impotencia por no poder haber salvado a su amiga. La realidad era que quería ir con Fosa y los barrenderos, tomar un hacha y cortar en pedazos algún cuerpo, pero sabía que el Loco no le permitiría salir. No en esa situación.
Dio un par de giros en el lugar oyendo la música, levantó su pierna hasta hacerla llegar a su rostro y luego arqueó la espalda hacia atrás. Sonrió al ver que él estaba ahí, la observaba con una sonrisa pero con una mirada llena de dolor.
—Lo lamento… —dijo él al acercarse y tomarla del mentón—. Te dejé demasiado sola…
—No es nada, sé que necesitabas estar solo.
—Pero vos me necesitabas a mí, ¿verdad?
Erica se mordió los labios y se encogió de hombros, mientras que él la abrazaba con cariño, pero luego el Loco se alejó de ella y se sentó en la cama que ahora era de Lucas. Se tomó la cabeza con las manos, mirando el suelo con tristeza.
Erica lo observó, no sabía qué podría estar pensando, pero se acercó para sentarse frente a él en el suelo.
—Es extraño… —el Loco se rió de forma irónica con un meneo de cabeza—. Hace muchos años que… no siento culpa.
—¿Culpa por qué?
—Por matar.
Suspiró, concentrado en mirar el techo, oyendo la música con la que bailaba Erica.
—Gretchen no era una mala persona… —vio el rostro que puso Erica y frunció el ceño—. No la conociste como yo, era una buena mujer. Si hay alguien a quien odiar, ese es Jonathan. Él la hizo lo que fue, ella era así por culpa de él. Estaba obligada a demostrar ser digna de su herencia, a ser dura y fuerte como él, a ser al menos la mitad de buena en el negocio que él, y... yo le ayudé a imponer miedo, yo le ayudé a ser cruel.
Se quedó en silencio por unos instantes, con su mirada perdida.
—Si ella era sádica, fue porque yo le enseñé a serlo. Ella… era una mujer muy alegre y dulce que debía utilizar una máscara de dureza para que su padre no la matara como hizo con su madre… —Corrió la mirada, pensando en su relación con ella en la adolescencia—. Y Héctor también era un buen hombre, nunca lo odié y… él también cambió por mi culpa, por su odio hacia mí que lo llevó a ser cruel con vos…
—No te sientas culpable, ellos hicieron cosas malas —dijo con suavidad y le acarició la pierna.
—Toda la gente que maté hizo cosas malas —resopló—. ¿O creías que me contrataban para matar inocentes? Mis objetivos siempre eran culpables de cargos horribles, terrorismo, abuso, tráfico de drogas y personas, violadores, proxenetas. Todos estafadores o golpeadores, como el esposo de Moira o los padres del pollito.
—Mi amiga Tina no era nada de eso y te contrataron para matarla —dijo con el ceño fruncido.
Él se rascó la cabeza rapada, se había acostumbrado al cabello y ahora se sentía raro sin él, le daba algo de picazón.
—No sé, pero alguien la quería muerta.
Se quedaron en silencio, ese recuerdo no era agradable para Erica, ese día la azotaron con fuerza y la dejaron en medio del sol por días. Miró al Loco, su mirada era triste, supuso que para él tampoco era un recuerdo agradable, ya que él fue quien la azotó. Erica pensaba en qué decir para que no se sintiera culpable por eso como siempre.
—Jack, vos no buscaste pelear con ellos, fueron ellos quienes nos atacaron y pusieron en riesgo a Lucas y a Jackie, que son ajenos a nuestros problemas —dijo Erica con suavidad.
—Lo sé, es solo que... Estuve a un segundo de torturarla, si no me hubieses detenido, esto que siento... Esto habría sido peor —masculló al tocarse el pecho y levantó la mirada para verla—. Gracias, mein Liebling, porque a pesar de odiarla me detuviste.
—Porque sé que la querías y que luego estarías mal —sonrió al tomar su mano con cariño—. Tranquilo, todo va a estar bien.
Se quedaron un buen rato allí, donde se abrazaron para consolarse mutuamente por el dolor que sentían en el alma. Solo se separaron cuando oyeron la voz de Serge abajo, motivo por el que ambos bajaron las escaleras.
Cuando Erica bajó, Serge la miró con tristeza, él se acercó rápidamente a ella y la abrazó con fuerza, transmitiéndole en ese abrazo todo lo que él también sentía, estaba destrozado, llevaba varios años de ser amigo de Sveta, e incluso había sido amigo de Katya, y ambas habían muerto. La abrazó con fuerza y hundió su nariz en el hombro de Erica, con tanto dolor, con tanto miedo, que terminaron por llorar juntos.
El Loco se encerró en la habitación para continuar pensando, no se encontraba bien y necesitaba volver a estar solo un rato. Chris, quien había llegado también hacía poco, se había ido junto con Lucas a fumar al patio, pues aunque Chris estaba triste por la gran pérdida, Lucas estaba incluso peor.
Luego de una hora Serge debió irse, se quedó dando su apoyo lo más posible, pero Erica sabía que Julio tampoco estaría bien por la muerte de sus hermanos, y que Serge necesitaba estar a su lado, con él. Se abrazaron con fuerza antes de que tuviera que irse, y luego Erica salió al patio para buscar a Chris. Estaba sentado junto a Lucas en el pasto, quien estaba recostado y se cubría el rostro con un brazo.
—Chris...
Él giró para verla y se puso de pie para acercarse a ella, la tomó del rostro con cariño y luego estampó un dulce beso en su frente.
—Me voy a quedar unos días más, luego regresaré a mi casa, a mi verdadera casa, la que tenía con mi hermano —dijo con suavidad.
—Está bien —asintió con un movimiento repetido de cabeza mientras apretaba los labios.
—Esto no terminó, aún falta el maldito de Sabatini.
—Lo sé —Volvió a apretar los labios y acunó el rostro aceitunado de Chris—. Si algo te pasa, Chris, si te pierdo a vos también...
—No me vas a perder.
—Si te pierdo... No podría soportar perderte a vos también —susurró con lágrimas en los ojos—, cuidate, por favor.
—Lo mismo digo —Aunque su rostro se veía serio y libre de emociones, sus ojos café se habían cristalizado en lágrimas—, y vos sos tan estúpida, siempre corriendo hacia el peligro, siempre confiando en todos. Si te pasa algo... ¿Vos te das cuenta que sos lo único que tengo en el mundo? No tengo nada más, no tengo a nadie, vos sos mi única familia, Erica.
Ella bajó la mirada con sus labios apretados, tratando de resistir nuevamente el deseo de llorar. Chris le hacía caricias en el rostro.
—Sos todo lo que tengo en el mundo, Eri, cuidate, mantenete a salvo, hacete mucho más fuerte —dijo en un susurro—. Yo voy a hacer lo mismo.
Erica apoyó su rostro en el pecho de él, quien la aferró con cariño.
Lucas, mientras tanto, había pasado junto a ellos en silencio para no interrumpirlos, quería ir a ver al Loco, asegurarse de que estaba bien. Fue a la habitación pero allí solo se encontraba Jack durmiendo con Hund, y solo cuando se acercó a la cocina para servirse una taza de café fue que oyó los golpes en la bolsa abajo. Con dos tazas de café bajo las escaleras lentamente, para no asustarlo, porque el Loco estaba muy a la defensiva desde que habían regresado de la mansión.
Lo vio golpeando con fuerza la bolsa, con furia, lleno de odio e impotencia. Se acercó con cuidado hacia él y lo llamó por el nombre para mostrarle la taza de café. El Loco dirigió su mirada hacia él, una mirada tan triste pero llena de fuego, que a Lucas se le encogió el pecho.
Se sentaron en el sillón, donde el Loco primero bebió algo de agua y luego tomó la taza de café.
—Debería... comprar comida, solo Jack comió, el resto... —susurró con la taza en las manos.
—Estamos bien, Jack, ninguno tiene hambre, no ahora —dijo Lucas con suavidad.
—Lo siento, no estoy... No estoy pensando bien —Se refregó la cabeza, agotado—. No pensé en...
—Estamos bien —repitió Lucas y sorbió un poco de café—. ¿Vos cómo estás?
—Como si tuviera una daga clavada en el corazón, matándome lentamente, pero si la sacó moriré al instante —admitió con mucho dolor al tocarse el pecho—. Pero voy a estar bien, pude superar cada pérdida en mi vida, voy a poder con esto también.
—Eri está con Chris, ella no está bien...
—Está enojada conmigo, sé que intenta apoyarme pero... pero también está enojada, nunca va a perdonarme que no la dejara llevarnos a Sveta... —susurró con angustia—, no me lo va a perdonar nunca.
—Solo dale tiempo.
Se quedaron en silencio por un rato, con el aroma a café en aquellas tazas que bebieron sin decir una palabra. Al menos hasta que, luego de unos minutos, el Loco habló.
—Algún día ella va a ser tuya —dijo con un suspiro—. Erica...
—No puede ser mía porque no es un objeto coleccionable —se quejó Lucas.
—Sabés a qué me refiero —rotó los ojos.
—De todas formas no quiero, ya te lo dije.
—Creeme, ella no me va a amar eternamente, pero si podrá amarte a vos después.
—Con lo loca que está por vos, dudo que algún día deje de amarte —se rió Lucas—. Ya te lo dije, no voy a estar con ella, no insistas.
—Sé lo que digo, no me amará eternamente, y cuando deje de amarme a mí comenzará a amarte a vos, más te vale cuidarla bien ese día, porque sino, aún con lo que te quiero, no dudaré en arrancarte los testículos.
—Si querías tocarme los huevos solo tenías que pedirlo —bromeó Lucas y el Loco estalló en una carcajada.
Ambos se rieron con ánimo por un buen rato, hasta dar una exhalación relajada producto de la risa.
—La oferta de que estés con ambos sigue pendiente —dijo el Loco con una sonrisa pícara.
—Tentador, muy tentador —se rió Lucas y bajó la mirada—, pero no estoy sano, aún... aún tengo pesadillas, aún no estoy bien. Sería solo una carga para cualquier persona.
—Está bien, Rubio —dijo y apoyó su mano en la espalda de él para hacerle una caricia—, cuando estés listo Erica estará ahí esperando, y yo lo aceptaré con gusto.
Volvieron a quedarse en silencio por un rato, donde Lucas admitió tener un poco de hambre y el Loco no tardó en pedir pizza para comer.
—Rubio… —dijo en voz baja—. Ahora que no tenemos a la rusa estamos solos. Thamma está herida y no puede caminar, Chris… bueno, aún sigue con nosotros, pero ahora... No sé si vamos a poder contra el pollito.
—Entonces… ¿cuál es el plan?
—El más horrible de todos, uno que golpea en mi orgullo… —suspiró—. Tendré que rogar ayuda…
—¿El jefe de la mafia rusa?
—Sí... —se refregó el rostro, con cansancio—. No sé... No sé si vaya a aceptar, o si me va a intentar matar por lo de su hermana...
Lucas lo miró con seriedad, y no dudó en aconsejar:
—Que lo llame Erica.
El Loco levantó la mirada para verlo, con sus ojos celestes aterrados ante la sola idea.
—Ni muerto.
—Quedó embelesado por Erica, si ella lo llama pidiendo ayuda, él no va a dudar en darla —dijo Lucas con seriedad—. No es momento de ser orgullosos, Sveta ya no está, lo único que puede mantenernos en paz con la mafia rusa es Erica.
—Rubio, me da miedo que estés pensando de esa forma profesional...
—Llevo medio año acá, si no aprendía algo con ustedes, estoy muerto —dijo aún con esa mirada dura—. Que Erica lo llame, lo cite en algún lugar neutral y negocie la ayuda, sin vos presente.
—Va a querer cogérsela —gruñó con odio.
—Será decisión de Erica lo que haga o no con él —explicó con frialdad—, y si creés que ella sería capaz de engañarte con ese ruso, claramente te va a terminar dejando por mí con ese pensamiento de mierda.
El Loco chasqueó la lengua con fastidio pero terminó por suspirar.
—Que Erica decida qué hacer, pero antes de cualquier cosa va a entrenar con el Gusano para protegerse de los Volkov.
La pizza llegó junto con la persona que el Loco llamó, comieron las porciones de pizza con Fosa mirándolos con seriedad. Analizaba las heridas en todos ellos, el brazo vendado y el rostro golpeado de Erica, los cortes en ella y el Loco que ya habían sido atendidos. Incluso Chris estaba herido pero en mejor estado que los dos anteriores.
Solo cuando terminaron de comer, y con frialdad, Fosa señaló a Erica.
—Vas a venir conmigo, dos semanas.
—Está bien —dijo Erica, algo confundida.
—No me estás entendiendo, vas a venir a quedarte conmigo por dos semanas, empezará tu entrenamiento real, voy a romper tu mente y a reconstruirla —dijo de forma fría.
—Gusano...
—¿Querés que viva o que muera? —gruñó hacia el Loco—. Pudo morir, ¿te das cuenta de eso? Tuvo suerte de enfrentarse al inútil de Héctor, creí que estaba lista para Gretchen pero parece que me equivoqué. Voy a romperla y a reconstruirla de nuevo y más fuerte.
Erica no dijo nada, se quedó helada en su lugar, Fosa parecía enfadado. No estaba segura si era por haber perdido a Gretchen, porque ella estaba herida o por ambas a la vez.
—Empacá tus cosas, nos vamos —dijo y luego miró hacia Chris, apenas golpeado pero con su mirada amenazante posada en él—. Vos también, ambos vienen conmigo.
Erica solo asintió de forma sumisa y fue a la habitación para empacar sus cosas, Chris solo fue en busca de su bolso ya listo.
—Gusano, esto no está bien —se quejó el Loco—. No podés llevártelos por dos semanas, menos ahora en medio del luto.
—El luto me importa una mierda, a tu lado se va a volver débil porque la sobreprotegés —dijo Fosa con asco—. Voy a romperla y a reconstruirla, y cuando regrese estará lista para ver a los Capa Roja y para enfrentarse a Sabatini.
—¿A qué te referís con romperla y reconstruirla? —inquirió Lucas con la mirada dura y llena de furia.
—A exactamente lo que estás pensando.
Lucas se puso de pie, lleno de odio, con sus dientes rechinando.
—¡¿La vas a romper como me rompieron a mí, rogando que renazca en vez de romperse más?! No, no le vas a hacer eso a Erica —escupió con asco.
Fosa tomó rápidamente su pistola de la cadera y lo apuntó a la frente, y el Loco no tardó en colocarle un cuchillo al cuello.
—Va a venir conmigo, llores o no.
—Bajá el arma, Nahuel —amenazó el Loco.
—¿Creés que me das miedo? —se rió Lucas y levantó su mano izquierda para enseñar sus dedos mutilados—. Me torturaron para que hablara y no lo hice, ¿y creés que una pistola de mierda me intimida?
—Debería, soy Nahuel Pietrzak —dijo Fosa.
Lucas se rió con ironía.
—Me importa una puta mierda quién carajo seas, si vas a disparar hacelo, no solo amenaces como un imbécil que no acepta quejas —dijo entre dientes—. No vas a hacerle eso a Erica.
—¿Quién lo dice, un simple civil?
—Sí, un simple civil que no tiembla ante una puta pistola en la frente.
Fosa lo miró en silencio a los ojos verdes, Lucas lo miraba con odio, con furia, pero no había ni una pizca de temor en él, ni ante estar ante el tan temido Nahuel. Entonces bajó el arma y el Loco quitó el cuchillo.
—Me lo llevo a él también.
—¡No! —gritó el Loco y le frenó la muñeca con fuerza—. No te vas a llevar al Rubio.
—Tiene sangre fría y fortaleza mental, puedo convertirlo en un superviviente —explicó Fosa con su rostro impasible—. A menos que quieras tenerlo por siempre escondido en el sótano.
—¡El Rubio no! —insistió el Loco.
—Decidí —le dijo a Lucas—. Ser el que se esconde, o ser el que defiende. La decisión va a ser tuya, porque yo no secuestro a nadie.
Lucas los miró en silencio a ambos, Erica y Chris habían llegado de regreso y los miraban con atención, pero él miró fijo a Fosa a los ojos celestes grisáceos, luego al Loco que parecía suplicarle con la mirada.
—Voy a ir —dijo por fin y apuntó a Fosa con su dedo índice—, pero donde intentes torturar a Erica, te voy a matar sin darte tiempo a reaccionar.
—Me encanta que creas que tenés oportunidad contra mí —sonrió Fosa—. Adorable.
—Si le hacés algo al Rubio —comenzó a decir el Loco al sujetarlo con fuerza de la ropa y acercar su rostro al de él—, no va a haber lugar en el mundo donde puedas esconderte de mí. Si algo le pasa, voy a matarte y dejar todo sucio para que grites y llores desde el infierno.
Fosa quitó su mano con asco y se dirigió hacia Lucas.
—Prepará tus cosas, ahora.
Lucas obedeció y subió rápidamente las escaleras, esquivando la mirada curiosa de Erica que no entendía nada de lo que estaba pasando.
—Como sé que no vas a poder solo con tu monstruo —le dijo Fosa al Loco—, va a venir Rata a ayudarte, aunque vas a tener que soportar a esa bestia que tiene.
—Yo puedo cuidar de Jack solo —gruñó con fastidio.
—Aún así va a venir Rata a ver que todo esté en orden —Levantó la barbilla y sonrió con un deje de picardía—, no vaya a ser que intoxiques a tu monstruo con tus comidas radioactivas.
Cuando Lucas bajó las escaleras con una mochila con ropa y otras pertenencias, Erica se acercó al Loco y lo abrazó con cariño por un buen rato.
—Voy a hacer videollamada todos los días a la noche, ¿está bien? Y te voy a escribir para que sepas que estoy bien —le dijo y se aferró más hacia él, llenando su nariz del delicioso aroma natural que despedía su cuerpo.
—Cuidate, mi amor, por favor —le dijo al aferrarla, luego acunó su rostro con las manos y la besó con cariño—. Te amo, te amo inmensamente.
—También te amo, voy a estar bien —insistió ella y volvió a besarlo, con un poco más de pasión en una promesa a futuro—. Te amo.
Ella se alejó luego de volver a abrazarlo para poder ir a despedirse de Jackie una vez que Lucas lo bajó al suelo. Lucas entonces se acercó al Loco para despedirse de él, quien lo tomó del rostro para verlo fijo a los ojos verdes.
—Cuidate, Rubio —le dijo, mirándolo de forma intensa—. Si te hace daño, voy a matarlo.
—Vamos a estar bien, cuidá bien de Jackie —dijo Lucas con una sonrisa y apoyó la palma de su mano en la mejilla del Loco—. Tranquilo, ¿sí?
Él solo asintió y los vio alejarse con Fosa, quien prometió avisar una vez llegaran, pues harían un intercambio de casas: Rata iría allí con el Loco, y ellos hacia la casa donde Fosa y Rata vivían juntos.
El camino fue muy silencioso, Erica y Lucas no podían dejar de pensar en el Loco, quedándose solo en medio del luto por la pérdida de Sveta, pero a ambos les reconfortaba que al menos Rata estaría allí. Erica estaba segura de que él no le permitiría dejarse caer fácilmente.
Cuando llegaron a la casa vieron que el auto de Rata ya no se encontraba allí, y como solo Erica conocía el lugar, Chris y Lucas miraron a su alrededor con sorpresa. La casa tan limpia y prolija, tan ordenada e inmaculada. Todo en tonos blancos y grises, alguna que otra cosa en color negro, pero todo en tonos sobrios.
—Ustedes dos se quedarán acá —dijo Fosa al señalar una habitación con dos camas.
—¿Y yo? —preguntó Erica.
—Podés elegir mi habitación o la de Rata.
—¿Me darías tu habitación, en serio? —inquirió Erica con una ceja levantada.
—Siempre y cuando limpies y no llenes mi cama con tus fluidos corporales, sí.
—Puedo dormir con uno de los chicos —dijo casi en un susurro y miró fijo a Fosa.
—Cuando comiencen a entrenar les va a doler tanto el cuerpo que no querrán compartir la cama con nadie —explicó con frialdad—. Elegí, Rata o yo, a menos que prefieras el cuarto de juegos de Tahiel.
—Rata, sé que no va a intentar matarme por desacomodar una almohada —dijo con una risita.
—No, solo va a masturbarse con esa almohada que tocaste —dijo Fosa con una sonrisa torcida y comenzó a reírse al ver el gesto asqueado en ella—. No va a saber quién durmió allí, tranquila.
Abrió la puerta de la habitación de Rata y le permitió entrar. Estaba justo en frente de la de él, y al lado de la habitación donde estarían Chris y Lucas. Se sorprendió al ver el perfecto orden del lugar, tenía una amplia cama size King con una cabecera de madera rústica y dos mesas de noche a los costados, donde en cada una había una lámpara y una plantita. Había un vestidor a un costado y tenía un baño propio. Frente a la cama había un gran televisor en la pared y un escritorio a un costado con lapiceras ordenadas en un organizador de papelería y una biblioteca encima. La luz entraba de forma delicada por la ventana y hacía danzar las cortinas de gasa blanca.
La habitación de Rata era, claramente, la mejor de la casa.
Fosa les permitió acomodarse y guardar sus pertenencias, antes de iniciar con el entrenamiento. Los entrenaría por separado debido a que cada uno tenía diferentes niveles, pero los haría entrenar juntos en determinados momentos donde lo creyera conveniente.
Luego de que se instalaron, los instó a subir las escaleras para ir al piso superior, donde un gran gimnasio que ocupaba el tamaño de toda la casa se veía allí, con máquinas de ejercicio, pesas, bolsas de golpear y diversos objetos, incluso armas, muchísimas armas en todas las paredes.
—Empezaré con la Bombita —dijo con seriedad y giró hacia ella—. Los otros pueden relajarse un rato, recorran el patio si lo desean, hay una piscina que puede gustarles, nadar es un buen entrenamiento de fuerza y resistencia.
Ni Chris ni Lucas estaban seguros de dejar sola a Erica con él, pero tampoco la veían preocupada o asustada. Ella les dirigió una sonrisa y solo luego de eso fue que salieron de allí para poder conversar entre ellos.
—¿Qué vamos a entrenar? —preguntó Erica y lo siguió con la mirada cuando lo vio cerrar la puerta.
—Tu mente.
—¿Y cómo haremos eso?
—Primero tenés que ser capaz de tolerar las provocaciones sin reaccionar —dijo y se acercó lentamente hacia ella—, como ahora, que Svetlana está muerta por culpa de tu romance con Wolff.
—No fue mi culpa —gruñó Erica.
Fosa le dio un golpe con una vara metálica recubierta en cuero que le hizo doler.
—¿No lo fue, y por qué Gretchen se encaprichó con matarte? —dijo y caminó alrededor de ella—. De no ser por tu romance, ella estaría viva. ¿Qué se siente ser la causante de su muerte, de la muerte de tu amiga?
—No fue mi culpa, tampoco de Jack —escupió.
Volvió a alzar la vara y le golpeó las piernas, pero Erica no cayó al suelo. Tuvo un recuerdo de Gretchen en sus primeros días de entrenamiento, y ese recuerdo le produjo asco.
—¿Cuál es la idea, que me provoques hasta que intente matarte del odio que voy a tenerte? —dijo entre dientes.
—Que seas como Martín —dijo y caminó alrededor de ella, como un ave carroñera—, que seas capaz de responder con altura ante una provocación dolorosa. Que comprendas que el enemigo intentará destruir tu mente para debilitarte, pero vos vas a ser más fuerte y más inteligente.
Erica no agregó nada, solo lo siguió con la mirada con su mandíbula apretada, a la espera de la siguiente frase hiriente.
—De no haber husmeado en Mörder, toda tu familia estaría viva —dijo Fosa de forma dura y cruel—, tu hermana estaría riendo junto a Martín, tus padres amándose el uno al otro...
—Basta.
—Pero tuviste que meterte, tuviste que seguir a unas novatas y meterte en este mundo —Acercó su rostro al de ella para agregar—: ¿Qué pensaría tu padre de que cortes en pedazos a seres humanos? ¿Te miraría con asco, con miedo o con decepción?
Erica quiso golpearlo y Fosa volvió a golpearla con la vara, esta vez en un brazo. Un corte sangrante se veía ahí, ardía de sobremanera, sentía su brazo latir y supo que comenzaría a inflamarse.
Fosa la tomó con fuerza del rostro, apretándolo al ver lágrimas en sus ojos.
—¿Vas a llorar, Bombita, te duele la verdad o te duele el castigo?
—¡Andate a la mierda!
Volvió a golpearla, esta vez con una bofetada que le dio vuelta el rostro, y volvió a tomarla de las mejillas con su mano. La apretó con fuerza y acercó su rostro al de ella hasta sentir su respiración acelerada por la furia.
—Duele, ¿verdad? —dijo mirándola fijo—. Sabatini va a usar todo lo que te martiriza para hacerte sufrir, ¿qué vas a ser, la princesita tonta que llora y ataca impulsivamente hasta morir, o la Bombita que explotará en el momento adecuado y con preparación?
Erica no dijo nada, apretó sus labios con fuerza para intentar soportar todas esas palabras hirientes, todas esas verdades tortuosas que le destrozaban lentamente el alma.
No estaba segura de salir de allí con buena salud mental, o siquiera viva.
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