Capítulo N° 54
Luego de las distracciones, de la felicidad por la boda el fin de semana, había llegado el día que tan nerviosos los tenía a todos, pero especialmente a Lucas. Él los veía ir y venir por la casa mientras se preparaban desde antes de que saliera el sol.
Vio a Erica trenzarse el cabello de raíz para evitar que se lo tironeasen, vio también al Loco y Sveta colocarse los arneses con cuchillos y a Chris asegurar sus pistolas.
—Acostate a dormir, Lu —le dijo Erica con cariño al apoyar la palma de la mano en su rostro.
—No, no sé si van a volver, no sé si este va a ser el último momento en que los vea —dijo Lucas con angustia, con sus ojos cristalizados por lágrimas—. Quiero verlos y disfrutar de eso mientras pueda.
—Vamos a volver, Rubio, y haremos una buena comida para festejar —dijo el Loco al despeinarlo con cariño.
—Eri y yo somos buenos haciendo asado, propongo asado y fernet —agregó Chris, quien le palmeó la espalda a Lucas y lo miró—. Tranquilo, te los voy a traer tan insoportables como siempre.
Lucas no dijo nada, observó a Thamma colocarse arneses y guardar sus pistolas, para luego calentar sus músculos, pues ella era experta en cuerpo a cuerpo. Lucas no tenía mucho trato con ella, Erica le había dicho que fue la mejor amiga de Celeste en Mörder, que era divertida y alegre, pero desde su muerte Thamma había estado distante con todos.
Sveta se acercó enseguida a él con una gran sonrisa, mientras que los demás finalizaban de prepararse. Se sentó a su lado en la banqueta alta de la isla y aceptó el mate que él le pasaba.
—Solnyshka —dijo con voz suave—, todo va a estar bien. El alemán es el mejor de Mörder, yo la mejor de Naemniki, la pequeña es aprendiz de Nahuel, Chris y Thamma tienen un nivel sorprendente. Todo va a estar bien.
Él bajó la mirada con tristeza, quedarse solo en la casa junto a Jack y Hund le preocupaba mucho, prefería estar con ellos aunque sabía que era imposible y muy peligroso.
—Todos dejamos nuestros asuntos arreglados por si algo malo sucede —dijo con un cálido tono de voz—, el alemán tiene todo listo para Erica y vos, y yo dejé todo listo para Vanyusha y vos también.
—¿Para mí? —Abrió los ojos con sorpresa y levantó la mirada para verla—. ¿Por qué para mí?
—La pequeña ya tiene una pequeña fortuna, y me gustaría saber que vos también vas a estar bien.
—Babu...
—Haceme otro mate —dijo con una sonrisa y arrastró el mate por la isla—, tengo que ir con energía. ¿Qué mejor que unos buenos mates de mi solnyshka?
Ya todos listos y algo nerviosos, Chris se acercó para despedirse de Lucas, hablaron entre sí en voz baja para que nadie los oyera, pero luego él se dirigió al garage para esperar a Erica junto con Thamma.
—¿Vas a estar bien acá? —Erica miró a Lucas, que tomaba un mate con la mirada baja.
—Sí, solo déjenme un rifle y yo soy feliz.
—No bien nos vamos, vos, Jack y Hund se encierran abajo —dijo el Loco con el rostro serio—. Está la televisión de Erica ahí, pueden ver algo. No sé cuánto vamos a tardar, pero sabés que está la heladera y el microondas abajo también. ¿Sí? Quiero que estés a salvo, Rubio.
—Está bien, tengan cuidado y regresen, por favor...
Se alejaron no sin antes ver a Lucas que los saludaba con un movimiento de mano, para luego acercarse a la habitación y buscar a Jack dormido y así poder encerrarse en ese sótano que era como un búnker.
En el garage, el cual el Loco cerró bien, él se acercó a Erica.
—Si algo sucede quiero que te vayas de ahí, ¿escuchaste? —dijo al acunar el rostro de Erica en sus manos—. No quiero que te pase nada.
—No pasará nada, no te preocupes.
—Gretchen te odia, así que no lo olvides, si algo sucede… si algo me sucede, quiero que regreses acá, quiero que tomes al Rubio, a Jack y Hund y se vayan a la cabaña, quiero que…
—¡No digas esas cosas! —Erica lo miró con el ceño fruncido y una mirada llena de tristeza—. No te va a pasar nada, ¡no digas cosas como si te estuvieras despidiendo de mí!
—Está bien, lo siento.
La besó con cariño y la abrazó con fuerza, él no le temía a la muerte en lo absoluto, pero no deseaba que algo malo le sucediera a Erica. Por ello la abrazó esperando poder nunca soltarla.
Todos se acomodaron en la camioneta del Loco, donde delante iban él manejando con Sveta a su lado, querían ser los primeros rostros en ver la Mansión Moms, una familia por la que dieron toda su vida y por la que lo perdieron todo. Llevaron demasiados años trabajando para los Moms, y por eso deseaban ser los primeros en verlos.
Sveta miró de reojo al Loco, sabía que él era quien más personas perdió por culpa de D.E.A.T.H., sus padres, su libertad, su novia y su mejor amiga. Suspiró y continuó mirando hacia el frente, ella también perdió demasiado por D.E.A.T.H., y pensando en eso su rostro se volvió sombrío y lleno de tristeza, pero oyó la voz del Loco hablándole, casi en un susurro, como si no deseara ser escuchado en realidad.
—Nunca supe qué le pasó a tu hija…
—Ella era como la pequeña —miró por sobre el hombro a Erica y sonrió con tristeza—. D.E.A.T.H. no era un lugar para ella…
—¿Buscó la libertad?
—No. Buscó impresionarme…
El Loco se quedó en silencio, recordaba a esa pequeña chica de solo catorce años que conoció junto a Sveta. Recordaba la primera vez que vio a su amiga, entrenaba junto a su hija con una gran sonrisa, y la segunda vez que la vio fue en el funeral de Katya. No conseguía imaginar cuánto sufrió al enterrar a su propia hija, pues la furia la había descargado en él en ese encuentro de sedes, llevándolo casi a la muerte.
Apretó los labios pensando en sus padres, en Cami, esa novia que Gretchen mandó a matar, y también en Moira, en todo lo que se le fue arrebatado.
—¿Creés en la vida después de la muerte? —preguntó—. Espero que haya algo, sino nuestras vidas no tendrían sentido. Tanto dolor, tanta pérdida para nada…
Sveta le sonrió y palmeó su hombro con cariño, luego volvió a concentrar su vista en el frente.
—Seguís sin recordar cuándo nos conocimos, ¿verdad?
Él apenas dirigió su mirada hacia ella de soslayo, no sabía de qué le hablaba. Sveta siempre nombraba algo al respecto pero sin dar ningún dato, y él no conseguía recordar nada sobre ella antes de diez años.
Ya en la esquina de Naemniki los nervios dominaban a todos, pero tanto Chris, como el Loco y Sveta se comportaban de manera profesional. Una vez ingresaron en territorio Moms, el Loco miró las terrazas en busca de algún francotirador, solo luego de asegurarse que no había ninguno fue que descendieron del auto cada uno con su correspondiente arma. Erica y Thamma fueron con el Loco por el frente, y Chris junto a Sveta por la parte de atrás, para ir de a poco eliminando asesinos con la ayuda de la puntería excepcional de Chris.
Sólo el ruido del viento se oía, frente a ellos estaba la mansión Moms, algunas partes se veían dañadas por el fuego, pero otras se conservaban muy bien y en perfecto estado. Y allí, frente a la entrada, estaban Gretchen y Héctor a la espera. Así que lentamente el Loco se acercó a ellos, supuso que ya no habría negociaciones, así que sostuvo en sus manos los cuchillos para poder defenderse en cualquier momento. Erica lo siguió por detrás, mientras que Thamma se entretenía peleando contra dos asesinos, dándoles lugar a sus amigos para que pudieran llegar a los líderes.
Chris y Sveta se acercaron a otros asesinos, él le disparaba a todos los que conseguía ver, tratando de abrirle paso a Sveta para poder acercarse a Héctor, su gran amigo pero también su enemigo desde lo de Katya, sin embargo cuando ella estaba por acercarse a su amigo vio a una persona de reojo, casi como una sombra. Se preparó para lanzarle un cuchillo, pero se quedó helada en su lugar al ver a la persona que cubrían las sombras. Apretó sus nudillos, sujetando con más fuerza el cuchillo de lanzar.
—¡Sveta, estamos cerca! —dijo Chris y disparó a otros asesinos.
—Avanzá vos, hay otra persona de la cual debo encargarme —dijo Sveta mientras hacía danzar sus cuchillos. Chris miró con curiosidad al ver a una altísima e inmensa mujer encapuchada—. Es la mano derecha de Sabatini, ella es mía.
Chris la escrutó entera y solo asintió como respuesta para luego correr y ocuparse de cuidar la espalda de Erica y Thamma.
—Ciao, mia bella fiorellina —dijo Ginevra mirándola fijamente.
—Gin… —Sveta apretó los labios con fuerza—. Creí… que estabas con Sabatini, no con los Moms...
—Él mantuvo vigilada a Gretchen solo para este momento.
—¿Estás acá para matarme? —giró en sus manos los cuchillos, al mismo tiempo que Gin la imitaba.
—Mi scusi, órdenes son órdenes. Hacerlo desestabilizará a Wolff.
—Soy la única amiga que le queda, no lo va a desestabilizar, lo va a enloquecer mucho más —suspiró Sveta—. Pero supongo que eso es bueno para nosotros, darle un motivo para decidirse a matar a Sabatini. No te será sencillo matarme, nunca pudiste vencerme.
—Siempre hay una primera vez, ¿verdad, mia fiorellina? He mejorado. —La miró con atención, sentía el ferviente deseo de correr hacia ella y besarla, pero lo evitó, aunque presentía que Sveta pensaba de igual forma—. Si pudiera elegir, elegiría que vivieras, pero no puedo dejarte ir…
Sveta la miró con tristeza, verla ahí frente a ella, lista para matarla luego de un año de no verla, la destrozaba completamente. Pensó que la vida, o tal vez la muerte, tenía un sentido del humor muy cruel: pudo ver a su hermano luego de dieciocho años, pero a cambio moriría en manos de su amada.
Suspiró e hizo bailar los cuchillos en sus manos, sintiendo el frío viento en su rostro. Frío como su corazón en ese preciso momento, con sus expresiones de glaciar dignas de una heredera de la mafia rusa.
—Más te vale no dejar pruebas, o Vanyusha te va a buscar hasta el fin del mundo para arrancarte la cabeza.
Luego le sonrió y lanzó un cuchillo, solo que Gin logra esquivarlo con facilidad para devolverle el ataque, buscando estar más cerca de ella.
Sveta daba volteretas en el suelo al igual que su contrincante, acercándose la una a la otra cada vez más. Se lanzaron casi todos los cuchillos que tenían en las piernas y cintura, los cuales esquivaron con acrobacias y volteretas habilidosas.
Ambas eran rápidas, y ambas eran igual de buenas con los cuchillos, aunque Sveta, entrenada por Liosha Volkov, era mucho mejor.
Forcejeaban con sus cuchillos a centímetros del rostro de la otra, donde casi podían sentir la respiración en su rostro. Se miraban de forma intensa, con una mezcla de odio y pasión.
—Hagamos un trato, mio cuore, quien quede con vida se irá para siempre a su país natal, en busca de su felicidad y libertad. Dejemos que nuestros jefes resuelvan sus problemas entre sí —propuso Ginevra con una sonrisa, clavó sus ojos verdes en los de Sveta, que sonrió hacia un costado.
—Me agrada la propuesta…
Erica peleaba contra Gretchen, quien la insultaba, queriendo destrozarle el rostro a golpes. El odio en ellas parecía incrementar a cada segundo, lo que hacía que Erica fuera más rápida, más fuerte, más decidida a deshacerse de ella. Más aún cuando Gretchen tomó a Celeste como objeto de insulto, haciendo que la ira en ella aumentara cada vez más.
—¡Nunca debí llevarte a Mörder, tendría que haberte matado!
Gritó Gretchen al lanzarle un puñetazo al rostro que Erica no llegó a esquivar, eso la hizo perder el equilibrio por un momento. Intentó patearla en el suelo, pero Erica le trabó las piernas para hacerla caer y subirse sobre ella enseguida, le lanzó puñetazo tras puñetazo al rostro. Veía en su pálido rostro la imagen de Celeste, la de sus padres, incluso la de Martín. Las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos grises, rodeaban su ovalado rostro hasta llegar al mentón.
—¡Arruinaste mi vida, maldita perra!
La sangre no tardó en aparecer en el rostro de Gretchen, que solo se reía, casi disfrutando de ver llorar a Erica por la vida que ella le dio. En unos pocos segundos, Gretchen le aplicó una llave al cuello, asfixiándola de a poco, pero lo que ella no sabía era que Erica estaba preparada para esas situaciones.
Tomó uno de sus cuchillos de lanzar y lo sujetó con fuerza, se lo clavó al costado del cuerpo y con eso la obligó a soltarla. Gretchen se sujetó la herida con dolor, luego frunció el ceño con odio, sus ojos negros parecían flamear en ira y maldiciones.
—No debiste hacer eso, Princesita —gruñó con odio.
—Tu amado Nahuel me dice «Bombita» —sonrió con malicia.
Erica se dedicó a lanzarle los cuchillos que llevaba en sus piernas, se rió al ver el rostro sorprendido de Gretchen por su habilidad, que intentaba esquivar sus cuchillos. Uno se clavó en su hombro, Gretchen solo se lo quitó y comenzó a reírse de una forma intimidante, disfrutando de esa pelea. Levantó su pistola y comenzó a dispararle a Erica, que corría y daba volteretas para esquivar las balas hasta lograr cubriese.
Evitar una bala podía ser complicado, esquivar dos era casi imposible, esquivar tres era ya un milagro. La cuarta bala le dio en el brazo, lo que hizo que Erica lanzara un chillido de dolor al cielo, llamando la atención del Loco.
—¡Erica!
Gritó al ver que Gretchen la apuntaba con la pistola, pero esa distracción le sirvió a Héctor para poder encajarle un puñetazo en el rostro que le partió el pómulo. El Loco se llenó de ira, le dirigió entonces esa sonrisa y esa mirada que tanto miedo producía en los demás.
—Oh, cómo te vas a arrepentir de eso.
—De lo único que me arrepiento es de haber sido tu amigo.
Intentó nuevamente lanzarle otro golpe, pero el Loco lo frenó con rapidez sujetándolo de la muñeca para torcerle la mano, solo que Héctor, pese a ser considerado blando, estaba muy bien entrenado por Jonathan Moms. Giró en el aire en una voltereta habilidosa para desenredado el nudo que le hizo el Loco y así liberarse. Luego le lanzó una patada alta, seguida de otra con la otra pierna.
El Loco se reía de una forma realmente escalofriante, como si esos golpes fueran simples caricias. Le frenó una de las patadas y le lanzó un golpe corto al rostro, pero el siguiente Héctor lo frenó con sus manos, para luego girarlo en el aire y arrojarlo al suelo.
—¡Tu odio hacia mí es tan estúpido como la obsesión de tu puta conmigo! —se rió el Loco, provocando a Héctor, que se enfureció y se lanzó sobre él.
El Loco aprovechó que tenía a Héctor encima suyo para poder aplicarle una llave, solo que él también era bueno con técnicas de sumisión, y antes de que el Loco pudiera intentar asfixiarlo, Héctor lo giró haciendo que quedase sobre él. Enredó sus piernas en la cintura del Loco y colocó su brazo tras el cuello de él, aplicando presión.
—Blöd!
El Loco se rió y toma uno de sus cuchillos, clavándoselo al costado del cuerpo para que lo soltase. Luego le trabó los brazos y con un seco golpe se los quebró, disfrutó mucho el alarido de dolor que brotó de los labios de Héctor. Llevaba mucho tiempo sin matar y extrañaba ver el rostro de dolor que la gente ponía en sus momentos finales.
—¿Qué se siente saber que Gretchen me amó a mí por largos años y que nadie jamás le hará sentir lo que yo?
Se rió, pero Héctor le escupió sangre en los ojos, eso hizo que el Loco se tomara el rostro y parpadeara rápidamente, en busca de poder ver.
Quizá tenía los brazos quebrados, pero Héctor aún tenía sus piernas, así que las enredó en el cuello del Loco, aplicando cada vez más fuerza para asfixiarlo. No le permitía respirar, lo que tampoco le permitía al Loco poder tomar uno de sus cuchillos, ya que sus músculos no le obedecían.
—¡Hijo de puta!
El Loco oyó la voz de Erica y abrió los ojos casi con desesperación, ella le lanzó una patada con fuerza a Héctor que lo obligó a soltarlo. Se subió sobre él, lanzándole fuertes puñetazos al rostro.
El Loco buscó con la mirada a Gretchen mientras se refregaba el cuello, respiró hondo, intentando recuperar algo de oxígeno. La vio levantarse del barro con dificultad, su cuerpo cubierto de cortes sangrantes y balazos. Dirigió entonces su mirada hacia Erica, un corte atravesaba su mejilla, y su cuerpo estaba cubierto de heridas, barro y sangre.
Como Héctor no podía usar sus brazos, eligió que Erica fuera quien terminase con él, así podía encargarse de Gretchen. Caminó hacia ella, que con su brazo lo apuntó, pero ya no le quedaban balas. Ella lanzó una maldición llena de odio y arrojó su arma al suelo, para luego lanzarle un golpe. Él le devolvió el golpe y la tomó de un brazo, la hizo girar en el aire y la arrojó al suelo, donde la pateó en el vientre quitándole todo el aire que tenía en los pulmones. Gretchen escupió sangre y lo insultó, pero el Loco solo la miró con tristeza.
—Tal vez para vos sea fácil matarme —dijo mientras esperaba a que se pusiera de pie—, pero a mí me duele tener que ser el causante de tu muerte.
—Aw, pobrecito, ¿vas a sentirte culpable? —dijo Gretchen y se impulsó con los brazos para ponerse de pie.
—Te respeto, y te quiero —dijo con el rostro serio—, por eso trataré de que no sufras... mucho.
—¿Realmente creés que matándome me harás sufrir? —dijo Gretchen con el ceño fruncido y una sonrisa burlona.
—No, pero esto sí te hará sufrir.
El Loco tomó la pistola de Gretchen del suelo y le colocó un nuevo cargador. Miró hacia Héctor y ante eso Gretchen comenzó a desesperarse. Le rogó que no lo hiciera, pero el Loco solo se rió al apuntar hacia él, que peleaba con Erica, ver la forma en que hería a su amada fue suficiente para encajarle un bello y perfecto disparo en una pierna, quitándole la movilidad.
—¡Hijo de puta! —Gretchen intentó golpearlo, pero el Loco la manuvo quieta en el suelo al hacerle una llave.
—¡Mein engel! Acabalo por mí, no quiero ensuciarme las manos con alguien débil como él.
Erica asintió con la cabeza y se puso de pie frente a Héctor, lo apuntó con la pistola. La sangre se notaba en él, resbalaba por su boca hasta su barbilla y salía a borbotones por sus heridas que, sin atención, le brindarían la muerte.
—Si fueras Gretchen te dejaría desangrarte, pero vos siempre fuiste amable conmigo, así que… —Erica suspiró y le apuntó a la frente—. Tu muerte será rápida.
—Yo planeé tu muerte, estúpida —dijo Héctor con una sonrisa de lado.
—Incluso así, lo hacías por Gretchen, no por odio hacia mí. Yo no te odio, Héctor. Sos el único Moms distinto.
Él le sonrió de forma extraña, sorprendiendo a Erica, que dudó en dispararle o no. Ese momento de duda fue suficiente para que Gretchen golpeara al Loco y le arrebatase la pistola, disparándole a Erica. El chillido de dolor llamó la atención de todos sus amigos, pero por sobre todo, hizo que la poca cordura en el Loco se desvaneciera por completo.
—Te arrepentirás por haber hecho eso, Schlampe.
Tomó su cuchillo negro, su favorito, ese que perteneció a su padre y lo clavó en el medio del pecho de Gretchen y, aplicando toda su fuerza, lo hizo llegar hasta su ombligo, para abrirla completamente. Los alaridos de dolor que lanzaba Gretchen hicieton que la desesperación y los gritos de Héctor la acompañasen, pero pronto cesaron cuando Erica, adolorida por su herida en el costado del cuerpo, acabó con su vida de un disparo en la frente, de forma piadosa para que no continuara sintiendo dolor ni viera la muerte de su amada.
El Loco estaba por meter su mano dentro de ella, para retorcerle los órganos, pero oyó el grito de Erica.
—¡Estoy bien, Jack, estoy bien! —dijo para frenarlo—. Te vas a arrepentir, no te obligues a hacerlo.
Él dudó unos instantes si hacerlo o no, por su cariño y respeto a Gretchen. Suspiró entonces y colocó el cuchillo en el cuello de ella, la miró fijo a sus ojos negros y perdidos.
—Me hubiese gustado... que todo fuera diferente —dijo él—, que pudieses ser feliz con él, sin el odio por mí...
—Por favor… —rogó Gretchen casi sin voz—. Quiero… estar junto a él…
Y aunque sabía que Gretchen nunca le hubiese dado esa posibilidad a él, deseaba demostrarle que se podía seguir adelante, sin rencor, sin odio, y con respeto por el amor que una vez se tuvieron. La alzó con cuidado en sus brazos, lentamente iba muriendo, desangrándose poco a poco, y caminó hacia Héctor y Erica, donde la recostó junto al cuerpo de Héctor.
Gretchen sonrió al verlo y apoyó su frente contra la de él, entrelazó sus dedos con Héctor y luego cerró los ojos, aceptando su muerte, mientras que el Loco le cortó la yugular para darle una muerte más rápida y piadosa.
Héctor Carmichael y Gretchen Moms ya no existían.
Él se quedó ahí, de rodillas ante el cuerpo inerte de ambos. Imágenes pasaban por su mente, el recuerdo de Héctor de niño dándole juguetes para que pudieran jugar juntos, aún cuando lo tenía prohibido. El recuerdo de él rogándole piedad a Jonathan para que no fuera duro con los castigos, pero por sobre todas las cosas su mente se llenó de toda clase de recuerdos de Gretchen. Con sus elegantes vestidos de gala, juntos en esas fiestas aburridas; el despertar a su lado viendo su pálida piel con una sonrisa, las cenas en restaurantes para su aniversario, o las veces que Gretchen había enfrentado a su padre para protegerlo.
—Jack... —Erica apoyó su mano en la espalda de él—, está bien, ¿sí?
—Ella no era una mala persona —dijo con tristeza—, yo sé que te cuesta creerlo, pero Gretchen era amable, solo... No es fácil ser la primera hija de Jonathan de un matrimonio que él odió...
—Lo sé, Jack. Sé que la amaste, está bien.
Le acarició la espalda, porque él parecía perdido en todos esos recuerdos, con su gesto triste y melancólico.
Sveta y Ginevra peleaban entre sí con sus cuchillos. Ambas estaban llenas de barro, sudor y sangre, ambas completamente heridas. Ninguna parecía ganar y ninguna parecía perder, eran igual de buenas y eso les complicó la situación a ambas.
Lanzaban gritos al atacar a la otra, junto a insultos en sus respectivos idiomas. Cada golpe era frenado por la otra, y cada cuchillazo era esquivado con habilidad. Sveta le lanzó una patada a Gin, pero ella le tomó la pierna con fuerza y estaba a punto de clavarle el cuchillo en el pecho, solo que Sveta arqueó la espalda hacia atrás, y con su otra larguísima pierna le pateó el rostro. Ambas cayeron al suelo y tardaron segundos en reaccionar.
Cuando se pusieron de pie se lanzaron sobre la otra. Codazos, patadas, puñetazos, todo golpe era perfectamente frenado, eran pocos los golpes que lograban embestir a alguna de ellas, como ese codazo que Gin le dio en la boca a Sveta, partiéndole el labio.
—Mejoraste mucho, lyubimaya… —Sveta le sonrió, estaba jadeante, sin dudas era la mejor pelea que tuvo en su vida, incluso mejor que con el Loco.
—Tú también mejoraste, mia fiorellina.
Gin sonrió, sujetando una herida que Sveta le hizo en el vientre, la sangre resbalaba por su musculosa blanca que ahora estaba cubierta de sangre y barro. Miró su mano con sangre y luego dirigió sus ojos a Sveta.
—Lo hemos alargado demasiado, es hora de terminarlo —dijo Sveta con una sonrisa alegre.
Se lanzaron la una hacia la otra, lanzándose golpes, algunos lograban impactar, pero otros eran fácilmente frenados. Sveta frenó un golpe que Gin le dio y le lanzó una fuerte patada al vientre que casi la hizo perder el equilibrio, pero se mantuvo firme en su lugar y frenó un puñetazo que Sveta pensaba darle. Le dobló el brazo hacia atrás, pero ella le lanzó un codazo en el rostro, obligándola a soltarla. Giró enseguida, empuñando con fuerza y decisión el cuchillo que tenía en sus manos, y con fuerza se atacaron mutuamente.
Fuero segundos donde solo se miraron a los ojos con intensidad, con pasión, con tristeza, con anhelo y el ferviente deseo de detener el tiempo por siempre. La sangre brotaba de la herida, una sonrisa se lucía en el rostro de Sveta, dulce, cariñosa, y una expresión de desesperación invadió a Gin.
—¡No! ¡No debía ser así! —chilló.
—Pero es así.
—Mia fiorellina…
Los ojos de Gin se llenaron de lágrimas, Sveta le acarició el rostro con cariño, y luego de que Gin soltase el cuchillo del vientre de Sveta, ella cayó al suelo, con la sangre que brotaba por su herida.
—No debía ser así, debías… debías matarme, yo no soy... no soy tan fuerte como tú... —Gin negó con la cabeza, sus manos temblaban mientras se dejó caer al suelo de rodillas, para luego mirar el cuchillo aún dentro de su carne—. No te he dado en un punto vital, pero… tardarás en… tardarás en…
—¿Morir? —Sveta sonrió y Gin la estrechó con fuerza en sus brazos.
—Vivirás al menos unos minutos, sé… sé que querrás despedirte de los que amas.
—Tengo la suerte de que… la más importante esté junto a mí…
Sveta levantó una de sus manos y le acarició el rostro con cariño, mientras que lágrimas resbalan por el rostro de Gin, que gritaba llena de dolor e impotencia, llena de culpa.
—No llores, ahora podré… estar con Katya —dijo Sveta mirándola con todo su amor clavado en sus ojos—. Ahora deberás buscar tu felicidad.
—¿Felicidad? —Gin se mordió los labios y negó con la cabeza, sacudiendo su coleta en el aire, para luego añadir con una voz ahogada por el llanto—. Mi felicidad está muriendo por mi propia mano…
—Mi vida acabó el día que murió mi hija —dijo Sveta en un susurro—, lo que todos veían... solo era un fantasma...
Sveta vio al Loco y Erica a lo lejos, se acercaban a ella. Pudo notar la desesperación en los rostros de ambos.
—Ti amo, Sveta… tú eres el mio cuore… —Gin apoyó sus labios en los de Sveta, sintiendo su sabor y su calor por última vez.
—Ya lyublyu tebya…
Gin la besó profundamente, sus lágrimas tocaban el rostro de Sveta. Ambas deseaban que ese momento fuera infinito, pero sabían que debían soltarse para siempre. Sveta le rogó a Gin que se fuera, porque el Loco no dudaría en matarla y sabía que si ella moría, todo sacrificio sería en vano.
Gin se vio obligada a irse al ver al Loco acercarse, sabía que él no le tendría piedad, no luego de herir de muerte a su mejor amiga. Su única amiga, así que se despidió de Sveta y salió corriendo de ahí como pudo, las heridas que su amada Sveta le dejó eran bastantes.
—¡RUSA!
El Loco aumentó la velocidad y corrió hasta ella, sintió el alma caérsle al suelo cuando vio a Sveta cubierta de sangre, ya pálida, rosando las puertas de la muerte.
—Por Dios, Babu… no… —Erica se cubrió la boca al verla, sintiendo cómo las lágrimas se acumulaban en sus ojos y resbalaban lentamente por sus mejillas.
—Rusa, ¡mirame, rusa! —el Loco la tomó del rostro—. ¡No cierres los ojos, resistí! Resistí por favor…
—¿Aún no recordás… cuando nos conocimos?
El Loco la miró con sorpresa, ¿por qué era tan importante para ella ese momento? No lo entendía e hiciera lo que hiciera no lograba recordarlo.
Sveta levantó con dificultad una de sus manos, pero el Loco la tomó con fuerza, con cariño. Ninguno se dijo nada, solo se miraban. Sveta dirigió entonces su mirada hacia Erica, que lloraba con desesperación al rogarle que no la dejara.
—Mi pequeña… pase lo que pase, nunca dejes de sonreír, no… les des el gusto...
—Babu… no me dejes vos también… —Erica se apoyó en ella, llorando.
—Rusa, yo… —el Loco la miró, se mordió los labios con tristeza.
—No lo digas, de…muéstralo…
Sveta le sonrió y el Loco la tomó del rostro, apoyó su frente contra la de ella con los ojos cerrados para luego apoyar sus labios en los de ella, besándola. Por unos segundos se quedó así, sin soltarla.
—Va...nyu...sha...
Erica la miró con sus ojos bien abiertos, con su pecho que comenzaba a levantarse una y otra vez por su respiración acelerada al ver la sonrisa y la lágrima que caía por la mejilla de Sveta, ojos negros y oscuros que ya no mostraban nada.
El corazón de Sveta se detuvo, sus pulmones dejaron de funcionar. El alma de esa mujer dejó la tierra para siempre, dejando atrás un cuerpo frío y a sus amigos que lloraban y sufrían.
Los disparos seguían oyéndose por ahí, Thamma y Chris continuaban con la pelea, mientras que ellos estaban ahí, sufriendo la muerte de la persona que más querían.
—Es hora… de volver a casa…
Susurró el Loco al ponerse de pie y alejarse de Sveta. Erica se quejó con él por esa actitud desinteresada, pero él no respondió nada, solo le dio la espalda.
—¡No podemos dejarla! —chilló Erica con desesperación, con lágrimas en su rostro—. ¡No voy a dejarla!
—Erica, hay que irnos.
—¡No voy a dejarla acá!
—¡ERICA! —gritó con fuerza, aún de espaldas a ella—. ¡Murió, entendelo, está muerta!
—Soy una barrendera, ¡no voy a dejar su cuerpo acá para que algún hijo de puta lo torture! —gritó, aún de rodillas frente a ella—. Si querés irte, hacelo. Yo no me voy a ir sin ella.
Él giró rápidamente hacia ella y la levantó tan rápido del suelo que no le dio tiempo a reaccionar, la colocó sobre su hombro como había hecho ya un par de veces en el pasado, cuando ella solo era una fantasía en su vida y él solo era el Loco.
—¡Soltame, no me hagas dejarla, no me hagas esto! —gimoteó al golpearle la espalda con fuerza—. ¡Si lo hacés te voy a odiar por siempre, soltame!
—Si no nos vamos ahora, Christopher y Tamara van a ser los próximos, mein engel. ¿Estás dispuesta a enterrar a Christopher también?
—No me hagas esto, por favor, ¡soltame! Por favor, Jack, no me hagas esto... Por favor, por favor, Jack —lloró con desesperación.
Él la ignoró, continuó avanzando hacia la camioneta.
—¡Chris! —gritó Erica al verlo, aún intentando liberarse arriba del hombro del Loco—. ¡Thamma!
El Loco la arrojó dentro de la camioneta y cerró la puerta, como tiempo atrás, y Erica tomó rápidamente su teléfono de allí. Si él no pensaba llevarse el cuerpo de Erica, entonces ella haría que otra persona irrumpiera en el lugar para rescatar su cuerpo.
Con sus manos temblorosas marcó un número de teléfono, una voz desconocida sonaba allí.
—¡Pásenme a Vanyusha, Vanyusha Volkov! —chilló—. ¡Soy la Princesa!
Vio por la ventanilla a Chris acercarse, y a Thamma en los brazos del Loco, justo cuando esa voz se oyó ahí.
—Da?
—Mansión Moms, Sveta está ahí, por favor, no la dejes ahí —dijo en francés tratando de que su angustia no se notara.
—¿Princesa?
—Por favor —rogó—, por favor, saca a Sveta de ahí.
—Estaré ahí en quince minutos. Vete de ahí, hermosa, mataré a todo quien se cruce en mi camino.
Vanyusha colgó la llamada y Erica se cubrió el rostro al llorar, sentía tanto dolor, no solo el físico, sino en el alma. Sentía un hueco en su pecho que amenazaba con tragarla entera, un agujero negro de desolación y desespero.
Chris ayudó a Thamma a mantenerse en pie mientras el Loco abría la camioneta, le dispararon en una pierna y la sangre no paraba de salir.
—Necesita un hospital, los dejaré ahí y seguiremos —dijo el Loco con frialdad.
Ninguno habló durante el viaje, en el asiento trasero Thamma se quejaba de dolor mientras que Chris trataba de atender su herida lo mejor posible. Delante, Erica se mantuvo cruzada de brazos y con el rostro serio todo el camino. Solo luego de que el Loco dejó a Chris y Thamma en el hospital es que él habló.
—Amor...
—No me hables —gruñó Erica.
—Íbamos a morir todos...
—Un cuerpo, solo un cuerpo que cargar, yo puedo hacerlo, si yo puedo hacerlo vos con más razón podés con tus músculos —escupió con odio, pero cuando él quiso tocarla ella le corrió la mano—. ¡No me toques!
—Podemos volver...
—Ya no hace falta, ya me encargué, ahora callate y manejá —dijo entre dientes.
Minutos después llegaron a la casa, Erica enseguida fue hacia el sótano, le gritó a Lucas que no le disparase, luego abrió la puerta y lo vio ahí, con el rifle, casi como un profesional por su pose y su mirada fría. Él se asustó al verla llena de sangre y subió con Jack para poder ayudarla a curarse.
Hund había comenzado a aullar, lo que hizo que a Lucas se le pusiera la piel de gallina.
—¿Y los demás…?
Erica necesitó solo dos palabras y una mirada con los ojos rojos por llorar para darle a entender a su amigo todo lo que había pasado. Lucas se sujetó de la mesa, sintió que todo le daba vueltas. Apretó la madera de la mesa con fuerza y se tragó las ganas de llorar que tenía. Sveta había sido en su vida la mejor amiga que había hecho, la única que lo entendía con solo mirarlo. La única que sabía lo que su corazón escondía.
Erica lo abrazó con fuerza y a Lucas no le importó la sangre en ella, no le importó mancharse, la aferró hacia sí con mucho dolor. Lloraron juntos, abrazados entre sí, y él le besó el cabello varias veces, ignorando la sangre, el polvo, la tierra y el sudor en ella.
Luego de que Lucas la ayudó a curarse, Erica fue a ver al Loco, que se encontraba sentado sobre la cama con una caja en sus manos. Él no levantó la vista para verla, pero sí le habló con una voz llena de odio y tristeza.
—Creí que podía ser normal, que podría ser simplemente Jack, pero no puedo serlo. Esto me lo demuestra… —levantó la vista para verla y se puso de pie—. Así que si en verdad me amás, tendrás que amarme tal como soy.
Se alejó de ella, esquivándola para poder ingresar al baño. Erica le pidió que le abriera, necesitaba hablar con él, pero en unos pocos minutos él salió con la cabeza rapada en uno y su barba afeitada. Erica lo miró con sorpresa, porque entendía el significado de ello. Estaba renunciando a su normalidad, a su intento por ser una persona normal.
—Me confíe demasiado, ya no lo haré más. Así perdí a Cami, a Moira, y ahora… a la rusa…
—Hacé lo que tengas que hacer, no importa lo que sea —dijo Erica entre dientes, con las lágrimas cayendo nuevamente por su rostro—. ¡Quiero que D.E.A.T.H. deje de arrebatarme lo que amo!
El Loco la abrazó con fuerza, le besó el cabello, intentando consolarla y consolarse a sí mismo.
—Perdón, perdón, Erica —lloró al aferrarla con más fuerza—, necesitaba alejarme de ella porque... porque verla ahí significaba que era real, que ya no estaba... Perdón.
—Está bien —susurró Erica con mucho dolor—, ya lo resolví.
—¿Qué hiciste?
—No importa qué hice, importa que ella no se va a quedar en ese lugar horrible.
El Loco asintió y la aferró más.
—Pase lo que pase, nunca dejes de sonreír, eso dijo… —susurró Erica.
El Loco se quedó helado, pues un recuerdo llegó a su mente.
Era su primer azote, había ofendido a Jonathan al escupirle la cara y llamarlo «hijo de perra», y sin importarle a él que el Loco tuviera apenas once años, estaba siendo azotado frente a todos en Naemniki, hasta que una joven de quince años, con un pequeño vientre de embarazo se paró frente a él. Su cabellera era larga y negra al igual que sus ojos, su piel era pálida. Tomó a Moms del traje y le gritó por maltratar así a un niño, con un marcado acento ruso, pero él solo se rió e intentó golpearla.
—Te metes conmigo y te metes con la mafia rusa, piénselo, Moms…
Su acento era ruso y muy marcado, parecía que le costaba hablar español.
—Vos y tu abuelo pueden comerme bien la verga —dijo Jonathan al tomarla del rostro y apretárselo con fuerza.
Unas armas se oyeron allí, cargadas, asesinos de Jonathan que lo apuntaban.
—Yo soy su jefe —gruñó entre dientes.
—Y yo soy la heredera de los Krasnyy plashch, los Capa Roja —dijo ella con una sonrisa y levantó su mano para que los asesinos rusos de Naemniki dejaran de apuntarlo—. Si tienes dudas, puedes llamar a mi diedushka.
Jonathan gruñó con fastidio y liberó al pequeño Loco, mientras que la joven se acercaba a él, lo alzó en sus brazos para llevarlo a la enfermería, donde lo recostó sobre una camilla.
—¡No necesito de tu lástima, perra! —le gritó él, clavando sus ojos azules en los negros de ella.
—No llores… —ella le sonrió y le acarició la cabellera castaña clara.
—¡No estoy llorando!
Pero al decirlo las lágrimas resbalaron por su pequeño rostro. El dolor que sentía era inhumano, y pronto terminó por aferrarse a ella entre lágrimas, llamando a su madre entre susurros y sollozos.
—Tranquilo, malysh, pase lo que pase nunca dejes de sonreír, nunca les des el gusto.
Lo tomó del mentón e hizo que la mirase, para luego darle un tierno beso en la frente, se había recostado a su lado y cantado una canción de cuna rusa para tranquilizarlo.
—Oh, por dios… —el Loco se sujetó de la pared, sintiendo que todo le daba vueltas. Las lágrimas se acumularon en sus ojos y comenzó a jadear por el dolor que sentía—. Era ella… era la rusa… ella… siempre estuvo ahí… siempre…
Se dejó caer al suelo de rodillas, donde lanzó un grito de dolor, con el llanto invadiéndolo como nunca antes lo había hecho, como si todos los pesares de su vida se hubiesen juntado en un solo momento, en un solo llanto, en un dolor unificado. Erica no sabía qué hacer para consolarlo, así que solo lo abrazó.
Pero el dolor que ambos sentían era inmenso, una pérdida demasiado grande, y no sabían si se recuperarán de eso.
Svetlana Sergeevna Kolzova, conocida como «La Inmoral» para unos y «La Babushka» para otros, ya no existía, se fue, dejándoles un enorme vacío en el pecho…
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