Capítulo N° 5

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La noche se encontraba en su mejor momento con la oscuridad dominándolo todo, cubría aquella moto negra que a gran velocidad recorría las calles, gruñía su motor y chirriaban las ruedas contra el pavimento. Aaron era un gran conductor pero para Erica no solo iba demasiado despacio, sino poco sigiloso. Debido a una etapa rebelde a sus quince, ella se había visto envuelta en carreras ilegales y, por lo tanto, había aprendido a manejar a grandes velocidades y a huir de la policía. Aaron podría ser un gran asesino y un buen conductor de motocicleta promedio, pero pésimo en lo que a sigilo o escapes se refería.

Treinta minutos después terminaron por estacionar frente a una pequeña casa en la ciudad vecina de Erica. Aaron observó el reloj digital en su muñeca: 04:00 a.m. parpadeaba ahí frente a sus ojos, liberó un suspiro mientras que Erica tocaba el timbre repetidas veces con apenas milisegundos de diferencia, él estaba seguro de que no dudarían en echarlos a patadas, aun así Erica insistía con su llamado incluso a gritos. Cuando el reloj de Aaron marcó: 04:04 a.m., la puerta se abrió ante ellos y un robusto hombre comenzó a insultarlos, pero al ver el sudor de Erica y sus ojos rojos no tardó en hacerla pasar, creyente de que algo malo pudo haberle sucedido. Junto a ella hizo pasar a Aaron y los ubicó en el comedor mientras él iba a buscar a su hija.

Aaron observaba de reojo las actitudes de Erica, el temblar imparable en su pierna izquierda, el tamborilear incesante de sus dedos contra la mesa de vidrio y sus fosas nasales extendiéndose por los nervios. Notó, también, cómo sus ojos se abrieron y cómo una pequeña sonrisa comenzaba a dibujarse en su rostro cuando una muchacha morena se acercó a ellos mientras se refregaba los ojos.

—¿Todo está bien? —preguntó el hombre robusto mientras miraba a Erica con seriedad y luego a Aaron, concentrado específicamente en verlo a él con desconfianza.

—Vaya a descansar, lamento venir a esta hora pero necesito hablar con Tina ya mismo, es urgente —respondió ella y trató de dedicarle una sonrisa como forma vana de tranquilizarlo, pero el hombre apenas si asintió y, antes de mirar con desprecio a Aaron, regresó a su habitación.

La muchacha frente a ella comenzó a preguntarle qué hacía en su casa a esa hora de la madrugada, pero aunque Erica deseaba poder explicarse, ninguna palabra salía de su boca. Solo podía observar los rizos negros en el cabello de su amiga, sus ojos oscuros y sus actitudes tímidas y temerosas.

«Debo decírselo, debo decirle que escape, que corra, que busque refugio en algún lado, quizá con familiares. Necesito que se vaya de acá y en lo posible también sus padres, ¿quién sabe? Quizá el Loco descargue su ira en ellos al percatarse de que su objetivo se esfumó».

Pensó, pero aunque quiso decirlo en voz alta no pudo, no fue hasta que su amiga estuvo a punto de retirarse que Erica no actuó. La tomó de los hombros y la sacudió un poco mientras, con una sola bocanada de aire, le decía:

—¡Tenés que irte! ¡Estás en peligro, tu vida corre riesgo!

—¿Qué? ¿De qué me hablás? —La muchacha la observó confundida, estaba agotada y Erica solo lograba marearla mucho más.

—¡No tengo tiempo de explicarte! Pero alguien quiere hacerle daño a tu novio, ¡y para hacerlo te piensa hacer daño a vos!

—¡Estás viendo demasiadas películas! —se rio al palmearle el rostro con confianza, pero Erica la hizo a un lado con cierta molestia.

—¡Es cierto! ¡Tina, por Dios! ¡Si no te vas podrías morir! —chilló—. ¡Tenés que irte lo más rápido posible!

—¿Es una broma? Porque no es gracioso, me estás asustando...

—¡Tina! ¡¿Alguna vez te mentí?! ¡Tenés que irte!

La muchacha la observó fijo por unos instantes, lo que antes le había parecido una broma en ese momento ya estaba dejando de agradarle. Terminó por apretar sus labios y levantar la barbilla hacia ella.

—¿Y cómo sabés todo esto? Decime, ¿por qué debería creerte? Siempre odiaste a mi Martu, ¿cómo sé que no es una de tus jugadas?

—¡Porque yo...! —Erica mordió sus labios antes de delatar a Mörder, no podía hablar de ellos y menos frente a un profesional y maestro como Aaron, pero él le dirigió una mirada fría y un leve asentimiento que, aunque extraño, le indicaba cierto permiso para actuar con libertad—. Porque soy una asesina que trabaja con el que piensa matarte, Tina...

Tina la miró con extrañeza, en silencio, incluso sus piernas flaquearon hasta el punto de hacerla caer en el sillón, pero aunque podría perjudicarla con tanta información, Erica solo estaba pensando en salvarle la vida.

—Estoy obligada a hacerlo para poder vivir, no es lo que quiero, pero por el amor de Dios, ¡el que asignaron para matarte es de lo peor! ¡Tenés que irte! —chilló otra vez con lágrimas en los ojos, solo que no esperó la reacción de su amiga, quien con una gran risotada terminó por retorcerse en el sillón frente a ellos.

—¡Por un momento estuve a punto de creerte! Ah, sos muy graciosa, ¿asesinos, vos una asesina? ¡Hubieras inventado algo mejor! Pero venir a las cuatro de la mañana a hacer una broma no tiene nada de gracioso si molesta a mis papás.

—¡Que te estoy diciendo la verdad! ¡Escuchame, por favor!

Las lágrimas habían comenzado a acumularse en su rostro, pero Aaron, cansado de esos intentos fallidos para salvarla, miró de nuevo el reloj en su muñeca: 04:08 a.m., tenían exactamente treintaidós minutos para regresar a Mörder antes de que Gretchen apareciera en las oficinas.

—Es inútil, princesa. Que muera por su estupidez e incredulidad —dijo Aaron con un chasqueo de lengua al colocar su mano en el hombro de Erica.

—¡Jamás! ¡Es mi amiga! —se quejó ella con odio—. Tina, en verdad te estoy diciendo...

La muchacha continuó con su risotada, hasta que Aaron terminó por fruncir el ceño cansado de ella y de la extrema paciencia de Erica, lo que en una misión podría costarle la vida. Tomó entonces un cuchillo de su pantalón y con este atacó a Erica, quien esquivó su ataque y lo golpeó en la muñeca para obligarlo a soltar el cuchillo. Esos movimientos obligaron a Tina a lanzar un grito de horror.

—¡¿Qué hacés?! —se quejó Erica al verlo pero él no respondió, volvió a atacarla de una forma que su brazo la asfixiara en una técnica de sumisión. Ella entonces metió su mano entre los brazos de él y empujó su barbilla hacia arriba para romper el agarre y, luego de ello, darle un fuerte puñetazo en el vientre—. ¡¿Qué te pasa?!

—Le compruebo a tu amiguita que sos una asesina al igual que yo. —Se agachó en el suelo y tomó el cuchillo con habilidad, lo hizo girar en su mano y luego apuntó con este a la muchacha que lo miraba horrorizada—. Escuchame, no te voy a hacer daño, al menos yo no, pero hay alguien que sí piensa hacerte daño y creeme, morir será todo un placer en comparación a todo lo que te hará. Deberías escuchar a la princesa.

—¿Erica...? —Tragó saliva en seco y lentamente giró hacia ella, su corazón estaba latiendo a gran velocidad pero vio en su amiga algo extraño, sus ojos grises se encontraban relajados.

—Esto es serio, ¡jamás bromearía con algo así! ¡Tenés que irte lo más lejos posible y no regresar por un muy buen tiempo!

—Está bien, te creo... —tartamudeó y luego terminó por suspirar al ver a Aaron allí, quien guardaba su cuchillo, luego giró hacia Erica otra vez—. ¿Sabés? Siempre te quejaste de Martu por el asunto de las drogas, pero él al menos no mataba a nadie, no como tu novio. Un asesino.

Con un gesto de repulsión se puso de pie y abrió la puerta de entrada, les pidió a ambos que se retiraran pero juró, a la vez, que empacaría las cosas y se iría, y que en lo posible convencería a sus padres de lo mismo. Erica no tuvo tiempo de nada, ni de abrazarla, ni de dedicarle una palabra más, porque su amiga cerró la puerta en su cara con asco y Aaron la sujetó del brazo para incentivarla a subir a la motocicleta y regresar a Mörder.

El motor fue encendido y de a poco fue aplicando los cambios necesarios para poder manejar a alta velocidad y, debido a los policías que vigilaban esa zona, Erica lo guiaba por calles poco transitadas. Después de todo ella tenía un perfecto conocimiento de las tres ciudades que rodeaban su hogar, los conocía como la palma de su mano, incluso más que alguien tan preparado como Aaron.

Aaron manejaba con suma concentración, al menos en apariencia, puesto que su mente estaba divagando en varios pensamientos, el principal era Gretchen, como fingir ante ella y cómo hacer parecer todo como un simple accidente o una mera casualidad. Lo segundo, en una frase dicha por Tina, eso lo hizo sonreír de lado y romper el silencio del viaje, con la ilusión de que el viento no se robara sus palabras.

—No le dijiste nada... —dijo con una sonrisa.

—¿De qué cosa?

—Sobre lo último que dijo.

—¿De qué? No entiendo. —Erica parpadeó varias veces mientras se aferraba a la moto, se sujetaba del asiento.

—Dijo «al menos no mataba a nadie, no como tu novio» —Sonrió con picardía y apenas giró para verla cuando se detuvo en un semáforo, en el cual solo frenó porque frente a ellos se encontraba una patrulla de tránsito a la que Aaron deseaba evitar—. No le dijiste nada.

—¿Y por qué debería decirle algo? No es cierto, si lo contradecía le daba la razón.

—Bueno, no sé, podrías haber dicho «solo somos amigos» —bromeó él.

—Ah, perdón, ¿lo somos, somos amigos? —respondió Erica con un deje de soberbia—. Creí que solo éramos compañeros, vos mi maestro y yo tu alumna.

—Ah, bueno... podemos ser amigos, no me molesta —carraspeó.

—¿Qué pasa, Sabatini, te molesta ser mi amigo?

—Me llamo Aaron, princesa, y no, no me molesta ser tu amigo. Podemos ser amigos toda la vida, ¿acaso a vos te molesta eso?

—Para nada, Sabatini.

Él chasqueó la lengua con molestia y en silencio reanudó el viaje, estaban cerca de Mörder y debía parecer que recién llegaba de una misión, por ese motivo trató de cubrir el cuerpo de Erica para las cámaras e ingresar lo más rápido posible.

Miró su reloj: 04:40 a.m., tardó dos minutos más de lo que esperaba por haberse detenido en ese semáforo. Maldijo por lo bajo ante eso.

El movimiento había comenzado a llenar los pasillos, los mejores asesinos solían madrugar para poder dedicarse al entrenamiento, por ese motivo Aaron tomó de la muñeca a Erica mientras la guiaba por los pasillos con sigilo. Se escondía tras las paredes y miraba por el rabillo del ojo constantemente, así hasta que en un pasillo determinado, el de la habitación de Erica, la acorraló contra la pared con sus brazos y una sonrisa de galán.

—¿Qué te parece...? —dijo con su sonrisa, pero Erica parpadeó con confusión y algo de incomodidad por la situación.

—¿Qué me parece qué cosa?

—Ah, vamos, ¡no te hagas la tonta!

—No lo sé, no te comprendo, ¿podrías...?

Hizo un ademán para salir bajo uno de los brazos pero Aaron depositó su mano en la cintura de ella y acercó su rostro hasta el punto de rozar sus narices.

—Sabés perfectamente a qué me refiero.

Le acarició el rostro con su otra mano y luego la besó. Erica estaba sorprendida y aunque no comprendía del todo la situación, su corazón se había acelerado a gran velocidad. Aaron entonces abrió un ojo y miró de soslayo a quien pasaba junto a ellos, vio así al Loco mirarlo con furia, quien luego comenzó a reírse y negar con la cabeza como si todo fuera una broma, y solo se alejó de allí sin más. Aaron soltó a Erica cuando el Loco se alejó por el pasillo, a quien ella siguió con la mirada y con el ceño fruncido por esa reacción.

—Lo siento, no se me ocurrió otra cosa... —se excusó Aaron al rascar su nuca.

—¡Podías hacer simplemente que me estabas hablando! —se quejó Erica con fastidio.

—Ah, ¡como si no te hubiera gustado que te coma la boca!

—¡Hubiera preferido que me hablaras simplemente! El Loco se lo hubiese creído.

—No, no se lo hubiese creído, princesa, lo conozco desde los diez años, tengo veintiuno, eso equivale a once años a su lado, ¿entendés? Un beso contra una pared luego de una noche de pasión es más creíble que vos y yo hablando a esta hora de la mañana.

—Seguro, lo que digas. —Erica quiso alejarse con su gesto ofuscado pero Aaron volvió a acorralarla contra la pared mientras le dedicaba su sonrisa soberbia.

—Bien que tu corazón latía rápido y tus labios y lengua me siguieron enseguida, ¿eh? —Se acercó a ella y rozó su nariz con la de ella, pero se sorprendió en el instante en que Erica depositó en su mejilla una fuerte cachetada.

—¡No me molestes! Yo no soy como las otras y conmigo no jugás, es el primer y último beso que me das —escupió y lo empujó para poder zafarse de él.

—El primero sí, ¡pero te aseguro que no el último, princesa!

Se retorcía en su cama con el sudor recorriendo su rostro a causa de la misma pesadilla que la atormentaba todo el tiempo, esa donde se prendía fuego junto a los demás y el Loco parecía ser el causante de su muerte. Se despertó entre gritos al mismo tiempo en que fue arrojada de la cama con fuerza. Se golpeó la cabeza contra la cama de Chris y le sorprendió no verlo allí, su cabeza le dolía increíblemente. Parpadeó como forma de buscar ver mejor, pero entonces recibió una fuerte patada en su estómago y un puñetazo en el rostro que volvió a arrojarla al suelo.

Todo giraba a su alrededor, danzaba en extrañas formas y ella no podía comprender si acaso estaba dormida o si ya había despertado. No estaba segura, pero entonces sintió su cabello ser tironeado y su cuero cabelludo casi desprenderse de su cabeza, al igual que sus muslos siendo raspados por el suelo, que quemaban y cortaban su piel por el roce. Estaba siendo arrastrada y jalada del cabello, y aunque ese dolor hubiera bastado para despabilarla, no fue hasta que la arrojaron en una habitación y le arrojaron un balde de agua que no pudo reconocer lo que estaba sucediendo frente a ella.

Gretchen se encontraba allí con su típica falda de vestir y su camisa blanca, se estaba desanudando la corbata y se había quitado su saco gris. Parecía preparada para torturarla, y aunque sus expresiones no mostraban nada, Erica estaba segura de que estaba deshaciéndose en ira, lo notaba por sus músculos tensos, como un toro que se preparaba para atacar.

—¡¿Dónde está?! —gritó Gretchen con el frío tono de su voz.

—No sé... de qué me está hablando...

Una fuerte patada se impregnó en el costado de su cuerpo y la obligó, de esa forma, a hacerse un ovillo y buscar respirar mejor.

—¡Hablá, sucia desagradecida! —chilló de nuevo su jefa mientras tomaba un látigo que le extendía un muchacho.

—¡Dije que no sé de qué me está hablando!

—El cliente está furioso, quería al objetivo muerto antes del amanecer, ¡y es el mediodía! —Con una seña de mano obligó a dos novatos a tomar a Erica de los brazos, y aunque esta se sacudía no pudo evitar que la encadenaran al techo—. Cuando un cliente viene a nosotros hacemos una buena investigación sobre el blanco, familiares, amigos... ¿entendés eso, cierto? La única persona lo suficiente estúpida como para intentar salvar a una amiga sos vos, princesita, pero no sos lo suficiente inteligente como para hackear mi sistema así que me pregunto, ¿quién te habrá ayudado?

—Nadie, lo hice sola —dijo al exhalar, luego de unos instantes—. Y sí, lo estoy admitiendo.

—¡No es cierto! —Gretchen se acercó y sus tacones resonaron en la habitación, le dirigió un fuerte puñetazo al vientre que terminó por robarle el oxígeno—. ¡Alguien tuvo que haberte ayudado! Decime quién fue y te juro, por mi nombre Moms, que no te torturaré... No demasiado, al menos.

—Fui yo.

Gretchen giró al oír esa voz conocida, Aaron se encontraba allí y aunque lo estaba viendo ella no conseguía reconocerlo. Veía sus ojos pequeños avellana, los expansores y piercings en sus orejas, esos piercings en sus cejas y labio y los tatuajes que sobresalían bajo su ropa negra. Su sonrisa, su mirada. Era él, y aunque era él Gretchen parecía desconocerlo.

—¿Aaron? —preguntó más para sí misma que para él, como una forma de convencerse.

—Yo le di los códigos —admitió al detenerse frente a ella con firmeza.

—Me defraudaste, Aaron, yo no te enseñé esto.

Ella le dedicó un gesto de repulsión y sin dudar le lanzó una cachetada que le dio vuelta el rostro, seguido de esta le lanzó un puñetazo que la arrojó al suelo y allí comenzó a patearlo mientras le repetía incansablemente que ella no le había enseñado eso.

Erica lo veía ahí, retorciéndose en el suelo por los fuertes golpes, lo veía sufrir por su culpa y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Estaba segura de que Gretchen no pararía hasta matarlo, y Aaron solo había actuado para ayudarle, la culpa era de ella y solo de ella, fue por eso que con decisión tomó valor y gritó:

—¡Él no merece que lo castiguen por ser usado!

—¿Qué dijiste? —preguntó su jefa cuando giró para verla, con una ceja levantada.

—Erica, ¿de qué...? —Aaron la miró desde el suelo mientras tocía y buscaba respirar bien al sujetarse el vientre.

—Él me dio los códigos luego de que me acosté con él, llevo seduciéndolo toda la semana. Primero lo intenté con Christopher pero no funcionó, luego me acerqué a Sabatini hasta que conseguí mi objetivo y él lo hizo, él me dio lo que necesitaba. Es fácil hacer que un hombre hable entre gemidos —mintió al levantar su barbilla, quería parecer confiada, quería parecer que sabía perfectamente de lo que hablaba, y aunque en cierta forma era cierto, no lo era en esa circunstancia—. Lo usé para poder actuar, sabía que sola no hubiese podido y conociendo su debilidad por las mujeres lo usé a mi favor, no fue tan difícil.

—¿Usaste a mi aprendiz para tus estupideces? —Gretchen comenzó a rechinar sus dientes con odio, apenas si giró para ver a Aaron con el ceño fruncido y luego chasqueó la lengua con fastidio—. ¿Fue así, Sabatini?

—Creí... que en verdad le gustaba, no creí que pasaría esto —mintió con un suspiro con una facilidad que a Erica le sorprendió.

—¿Te dejaste usar? ¡Qué imbécil! —se rio el Loco.

—Eras mi mejor alumno, me defraudaste, pero entiendo esa debilidad por lo que nos gusta, es normal caer en miles y miles de trampas, a pesar de saber que el territorio es peligroso... —Gretchen suspiró de tal forma que en la mente de Erica solo una frase llegó a formularse.

«¿La usaron? ¿Le rompieron el corazón? Debe ser eso, ¿es eso lo que te pasó, Gretchen, fuiste utilizada, herida por un hombre sin corazón?».

—Novatos, desnúdenla.

Luego de esa orden, Erica se sacudió al ver a esos dos novatos acercarse con cuchillos. Comenzó a llenarse de desesperación al ver cómo le desgarraban la ropa y la desnudaban de a poco, dejando su piel a la vista de todos los presentes, incluso su hermana, incluso su amigo Chris, incluso esa muchacha que conoció el día anterior, Thamma, incluso el Loco.

Su pecho se levantaba una y otra vez por el miedo que estaba sintiendo, miró a su hermana a los ojos cafés, un muchacho castaño la estaba sosteniendo de un brazo, parecía privarla de moverse. No lo conocía, pero lo había visto un par de veces, era el mejor de los novatos y el maestro de su hermana, Martín. Vio también a Chris apoyado contra la pared, fumaba uno de sus típicos cigarrillos como de costumbre, y aunque parecía tranquilo sus fosas nasales se extendían demostrando su ira e impotencia. Erica pudo ver que un muchacho, compañero de cuarto de ambos, lo estaba reteniendo con un arma apuntada a sus riñones, quizá como una extraña y bizarra forma de salvarle la vida, pensó Erica.

Y entonces, cuando Gretchen se acercó con una siniestra sonrisa en su rostro al apretar su látigo, Erica lo vio a él, a Aaron, la observaba con una mezcla de sorpresa y tristeza a la vez, como si no esperara que fuera lo suficiente valiente como para enfrentar a Gretchen y mentirle de esa forma, pero a sabiendas de lo fuertes que eran los castigos de la líder Moms, Aaron solo pudo dirigirle una mirada triste, una que parecía preguntarle «por qué».

Erica también pudo ver ahí a ese inmenso hombre que se encontraba de brazos cruzados y quien la miraba con una gran frialdad, su mirada siempre le era demasiado misteriosa. El Loco le dirigió una mirada de esas miradas que no lograba comprender, diferente a las lujuriosas que solía dedicarle.

«Debés estar disfrutando esto, ¿no?»

Sus pensamientos fueron interrumpidos por una fuerte ráfaga de dolor que invadió su espalda. Gretchen había comenzado a castigarla, levantaba su brazo una y otra vez para lacerar su piel, que se abría a su paso dándole lugar a la sangre de dominarlo todo. Erica no quería darle el gusto de llorar, pero para su pesar ese dolor que estaba sintiendo era demasiado para ella, había sufrido toda clase de dolores, los peores accidentes, pero nunca había sentido ese martirio, el de sentir su piel cortarse e inflamarse con cada azote, el sentir que llamas inexistentes cortaban todo a su paso mientras derretían su carne.

—¿Te duele, princesita? Esto es solo un calentamiento para mi brazo, ¡no es ni un mínimo de lo que te dolerá! Porque no pararé hasta arrancarte la carne de las costillas —dijo Gretchen entre dientes y volvió a levantar su látigo, solo que una voz llenó el lugar.

—Dejame hacerlo, schlampe, está princesita me quitó mi objetivo, aún tengo el deseo de sangre en mí, quiero saciar mi sed.

El Loco sonrió con una notable malicia, su mirada parecía irradiar una clase de fuego que amenazaba con quemarla. Estaba lleno de odio y por ese motivo fue que Gretchen le dedicó una sonrisa y depositó con delicadeza el látigo en su mano. Luego palmeó el rostro del Loco y susurró:

—Que grite y llore llamando a sus papis.

Él apretó en su mano el látigo, sonrió de lado y levantó su brazo, tomando el impulso necesario para actuar. El látigo chocó con esa delicada piel, el dolor invadía a Erica, su piel se desgarraba, sangraba, sufría, y ella, entre susurros, rogaba piedad, una que nunca tendría. Uno tras otro abrían su carne y dejaban paso a la sangre, incluso Erica sentía que su consciencia se iba perdiendo, que estaba por quedar inconsciente por el dolor, un mecanismo de defensa de su cuerpo. No quiso llorar, pero le fue imposible no hacerlo. Las lágrimas resbalaban de su rostro de una forma incontrolable y fuertes gemidos de dolor se escapaban de sus finos labios.

Y allí, sentada en un asiento, Gretchen se reía y disfrutaba de esa castigo mientras limaba sus uñas, como si todo solo fuera un pasatiempo, un pequeño deporte al que a veces prestaba atención y a veces no. La sonrisa que le dedicaba era vengativa, parecía incluso susurrarle «te dije que no te metieras conmigo», sin embargo ningún sonido se oyó en el lugar más que los propios alaridos de la muchacha que era castigada.

—¡Ya basta! ¡Ya es suficiente! —gritó Chris al arrojar su cigarrillo al suelo y pisarlo, Gretchen giró enseguida hacia él y levantó una ceja con cierta confusión.

—¿Acaso vos das las órdenes, Christopher?

—¡Ya la torturaron demasiado! ¿Qué más querés? ¡Ya la castigaron lo suficiente!

—¡Es verdad! ¡Ya está! ¡La avergonzaron frente a todos, la desnudaron, la azotaron! ¡¿Qué más quieren de ella?! ¡Ya está! ¡Ya pagó por su traición! —acotó Thamma, la amiga de Celeste con los puños apretados.

—Está bien, tienen razón, terminamos con el azote. Loco, soltala —Gretchen sonrió con picardía al dirigirse hacia el Loco, quien con un chasquido de lengua obedeció y dejó caer las cadenas que sujetaban a Erica—.  Ahora: Christopher y Tamara... —les dedicó una sonrisa llena de malas intenciones—. Ahora ustedes la van a llevar al patio y la van a atar en el poste bajo la hermosa luz solar.

—¡Ni muerto! —se quejó Chris.

—¡No pienso hacer eso! —chilló Thamma.

—Oh, sí, mis amores, lo van a hacer. ¿O acaso quieren que el Loco los azote a ustedes? No creo que le moleste, Wolff, ¿acaso te molesta? —Dirigió su mano hacia él, quien negó instantáneamente.

—Para nada, será divertido.

Chris y Thamma se miraron entre sí, la segunda se disculpó con su amiga Cele antes de acercarse a Erica y, con la mirada baja y un fuerte apretar de dientes, la tomaron de los brazos para poder llevarla al exterior, al patio que ellos usaban para entrenar. Les abrieron el espacio necesario para pasar, nadie los siguió ni dijo palabra alguna, los dejaron trabajar solos, seguros de que ninguno quería enfrentarse al Loco.

Los pies de Erica se arrastraban por el suelo, había perdido toda fuerza para movilizarse a causa del dolor e incluso sus ojos amenazaban con cerrarse a cada momento. Chris le pidió disculpas incontables veces durante el trayecto, jurando y re jurando que no lo haría si no fuera por aquel juramento que hizo y piensa cumplir, el de vengarse.

Cuando llegaron a ese patio se encontraron con un poste de castigos, allí Chris la mantuvo en pie mientras que Thamma la encadenaba con lágrimas en el rostro, la miró de arriba hacia abajo, desnuda, bañada en sangre, y aunque no la conocía y solo había hablado unos pocos minutos con ella, sintió mucha pena, vergüenza de sí misma y sus ojos llenarse de lágrimas. Terminó por abrazarla del cuello mientras le rogaba perdón.

—No... pasa nada, vayan tranquilos... —susurró Erica con un ojo cerrado.

—Lo siento, Erica, yo... intenté, lo intenté. Es solo que... que yo no puedo morir, no ahora —susurró Chris y la tomó del rostro, buscaba que ella lo mirara a los ojos café. Le dio una pequeña caricia con los pulgares—. Te juro que te ayudaré a vengarte en el futuro, solo te pido que perdones mi egoísmo ahora.

—No te preocupes, está bien.

Bajó la cabeza y respiró hondo, le dolía hacerlo a causa de las fuertes patadas que recibió. Debía respirar a pequeñas bocanadas y rogaba que Gretchen finalizara con su castigo lo más pronto posible para poder sanar sus heridas y descansar.

Chris y Thamma la dejaron allí y regresaron a las instalaciones, por lo que no fueron capaces de ver u oír su llanto, lleno de dolor eimpotencia. Lloraba por las heridas, por su alma rota, por sentirse estafada. Por sentir que su sacrificio había sido en vano, sin embargo no se arrepentía de su actuar, porque había salvado a su amiga, pero una parte de ella, la parte que buscaba la supervivencia, le gritaba que dejara de actuar con tanta imprudencia. Y así como ellos no fueron capaces de verla llorar de esa forma desesperada, ella no fue capaz de ver a aquella persona que la observaba desde la lejanía y valoraba su fortaleza, aquella fortaleza que nadie parecía ver. 

En Instagram publiqué a los personajes realistas, los hice en Artbreeder. Si quieren que también los deje acá avísenme<3

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