Capítulo N° 45

Sus pieles brillaban por el sudor, aún jadeantes pero con una sonrisa en sus rostros. Erica se recostó sobre el pecho del Loco, quien la abrazó con cariño mientras le daba tiernos besos en la frente.

—Aún me cuesta creer que estés así conmigo, y que sea real —dijo él en un susurro al acariciarle el rostro.

—Ya pasaron dos semanas, tonto —se rió ella y cerró los ojos para disfrutar de sus caricias.

—Es que tuve muchos sueños así.

Erica se levantó un poco solo para verlo con una ceja levantada de forma bromista.

—¿Soñabas que tenías sexo conmigo?

—No es lo que quise decir —se rió él pero luego curvó sus labios en una sonrisa pícara—. Pero... Sí, a veces.

Erica se rió para después hacerse a un lado y así permitirle levantarse. Él encendió un cigarrillo mientras preparaba su ropa para darse una ducha.

—¿A qué hora se van? —preguntó con curiosidad.

—En una hora creo, depende del Rubio.

—La próxima quiero ir yo a tatuarme, nunca lo hice y ahora siento la necesidad de hacerlo —dijo ella con una sonrisa al verlo ir y venir por el sótano con ropa en sus brazos.

—Está bien, mein engel, ¿tenés pensado algo?

—Unos tulipanes acá, sobre el corazón —explicó con una sonrisa triste—. Por Cele.

—¿Tulipanes?

—En su cumpleaños Martín le envío tulipanes con una carta, siento... que es algo muy de ellos. Siento que es una buena forma de recordarlos.

Él se acercó para poder apoyar su mano en la mejilla de ella, con cariño. Le hizo una tierna caricia acompañada de una sonrisa dulce.

—Me parece una idea muy linda, mein Liebling.

Erica comenzó a vestirse, pero no perdía oportunidad de apreciar el inmenso cuerpo de él con su plena desnudez. Con sus fuertes músculos que resaltaban por el sudor, y esos tatuajes que parecían incluso danzar ante sus movimientos. El Loco no tenía ni un solo vello en el cuerpo, exceptuando su rostro, y Erica sabía que era por una cuestión de evitar infecciones ante heridas. Muchos hombres en Mörder hacían lo mismo, sin embargo él era el primero que ella había visto y apreciado.

Él se acercó otra vez para darle un beso en los labios antes de entrar en la ducha, y solo luego de que él ingresó al baño de allí fue que subió las escaleras para poder ducharse ella en el baño principal.

La casa estaba silenciosa, pues Jack, Lucas y Hund descansaban en la habitación. Erica aprovechó a poner música en su teléfono para darse una rápida ducha con buen ánimo, mientras tarareaba la canción que sonaba allí.

Aunque su relación con el Loco no tenía un nombre, pues intentaban tomarlo con calma, se sentía mucho más feliz desde que había empezado a estar con él. Era cariñoso y la escuchaba siempre con suma atención, sin importar de qué hablara. A veces dormían juntos, pero a veces cada uno dormía en su lugar de siempre, ya que Erica no quería hacer a un lado al pequeño Jack, que se había acostumbrado a dormir con ella.

Ya vestida y secando su cabello con pequeños toques de toalla, fue hacia la cocina, donde Lucas ya estaba levantado y preparaba su equipo de mate para merendar.

—¿Y Jackie? —preguntó Erica con una sonrisa.

—Sigue durmiendo, a mí con una hora me basta en la tarde —explicó él con una sonrisa—. ¿Querés tomar conmigo?

Ella asintió y se sentó en una de las banquetas altas de la isla. Lucas también se veía mucho más feliz los últimos días, la terapia les estaba haciendo bien a ambos, pero en él estaba haciendo maravillas. El entrenamiento ayudaba bastante a mejorar su autoestima, incluso su cuerpo había empezado a notarse más fuerte.

Con todo listo se sentó frente a ella y preparó el primer mate con una sonrisa, el cual sorbió mientras colocaba música en su teléfono. Lucas dejó ir un suspiro desganado que sorprendió a Erica.

—¿Pasa algo, Lu?

—Nada, solo pensaba que es sábado —dijo con un suspiro y luego levantó la mirada para verla—, y antes solía salir todos los sábados con mis amigos. Me preguntaba qué estarán haciendo, si se acuerdan de mí, ese tipo de cosas...

Erica llevó su mano hacia la de él para poder tomarla con cariño.

—Me encantaría decirte que podés ir a verlos, pero es peligroso porque no sabemos dónde está Aaron y si no intentará hacerles algo —dijo ella con un gesto triste—. Perdón, Lu. Mientras menos gente sepa, es mejor.

—Lo sé, Eri, solo pensaba en eso.

Lucas dejó ir otro suspiro mientras preparaba el mate de Erica, se lo extendió con cuidado junto a una sonrisa, solo para reconfortarla un poco, pues se la veía preocupada.

—¿Qué te gustaría hacer? —preguntó ella y sorbió la bombilla del mate.

—¿Sinceramente? Salir y tomar unas cervezas en un bar, como una persona normal... —dijo con una mueca torcida—. Necesito salir un poco, no es necesario que salga solo, tal vez con vos o con el Loco, o los tres, no sé.

—Podemos hacerlo, Rubio.

Ambos dirigieron su mirada hacia el Loco, que estaba en la puerta del sótano y lo miraba con una sonrisa compasiva.

—Es una boludez, no se preocupen —dijo Lucas, concentrado en preparar otro mate.

—No lo es, también me haría bien salir —admitió el Loco con una sonrisa—. Podemos ir después de tatuarnos, ¿te parece?

—¿De verdad? —Lucas sonrió, un poco más entusiasmado.

—Por supuesto, si eso te hace feliz —dijo el Loco con una risita y se acercó para despeinarlo con cariño.

—Yo puedo quedarme a cuidar de Jackie, así salen ustedes tranquilos —agregó Erica con una sonrisa.

—Pero te vas a quedar sola, Eri —dijo Lucas y sorbió la bombilla de su mate.

—Puedo llamar a Chris para que venga a cenar conmigo y tomar algo.

Mientras que Lucas y Erica conversaban sobre sus planes para la noche, el Loco se sirvió café y se apoyó contra la mesada para poder mirarlos con una sonrisa. Los observó tomar mate juntos mientras conversaban, se los veía más animados y le gustaba mucho verlos interactuar entre sí, eran cariñosos el uno con el otro y también muy unidos, y pese a que antes pudo haberle dado celos, le gustaba que se comportaran así.

Jack apareció en la cocina refregándose un ojo, por lo que el Loco no tardó en alzarlo en sus brazos y prepararle la merienda. Calentó su leche y colocó unos muffins caseros en un plato de plástico, para luego sentarse con él junto a Erica y Lucas.

—Iuca, comé —dijo Jack con una sonrisa y le extendió un pedacito de muffin a Lucas.

—Muchas gracias, Jackie —respondió él con una sonrisa y fingió comer un bocado, para después devolvérselo—. ¡Delicioso como siempre!

Jack se reía cada vez que Lucas hacía eso, y por ese motivo siempre le daba pequeños bocados de su comida. Tanto Erica como el Loco los miraban con una sonrisa enternecida, porque Jack se había encariñado mucho con Lucas y sabían que el sentimiento era mutuo. Solían jugar juntos en el patio bajo el sol, dormían la siesta abrazados, y a veces también le leía cuentos para dormir.

Un rato después Lucas y el Loco se habían ido a cambiar para poder salir, pues luego de tatuarse irían a un bar a comer algo y beber unos tragos. Pero antes de irse ambos se despidieron de Erica y Jack.

—Cuidate, mein engel —le dijo el Loco y le dió un beso en los labios, con cariño—, cualquier cosa me llamás, voy a tener el teléfono encima siempre.

—Tranquilo, Jack, diviértanse, pásenla bien y disfruten la noche —respondió ella con una sonrisa—. En una hora viene Chris, no voy a estar sola. No te preocupes.

Ambos se fueron de allí pero miraron a Erica que los despedía con una sonrisa mientras acomodaba la cocina. Parecían dudosos de dejarla, ninguno de los dos estaba acostumbrado a alejarse mucho tiempo de Erica, aunque les reconfortaba bastante saber que al menos no estaría sola.

Mientras que Jack miraba sus dibujos animados, Erica decidió salir al patio para limpiar la parrilla. Hasta el momento no la habían usado nunca, aunque había leña y carbón suficiente. Se entretuvo con eso hasta que oyó el timbre de la casa, había dejado la puerta abierta específicamente para poder escucharlo.

Entró limpiándose las manos con un trapo y, aunque esperaba a Chris, se aseguró primero que era él antes de abrir la puerta, solo por las dudas. Él estaba allí con unas bolsas y parecía igual de entusiasmado que ella por esa pequeña reunión.

Jack lo saludó con un movimiento de mano mientras que Chris caminaba hacia la cocina con Erica, para poder guardar las cosas en la heladera. Él había llevado fernet y dos Coca-Cola, junto a algo de carne y chorizo para cocinar.

—No te das una idea lo que extrañaba comerme un asado y un chori —dijo él con una sonrisa torcida—, Mörder y su comida de mierda, dos años la tuve que aguantar.

—Al principio era un asco la comida, después mejoró —admitió Erica con un suspiro—, aunque sí, el pollo y las papas me tenían un poco cansada.

—Uf, eso ya es gourmet, ¿te acordás del engrudo horrible ese? No lo voy a extrañar nunca.

—Yo tampoco, y no se lo digas a Jack que se pone de malhumor al recordar lo que le daban en Naemniki —dijo ella.

Chris se rió y se sentó a la mesa para poder conversar con ella, hacía un par de semanas que no se veían y tenían mucho de qué hablar. Erica estaba ansiosa de ver qué cara pondría él al saber que estaba empezando a salir con el Loco, pero pensaba decírselo luego.

—Este es perfecto para vos, Rubio. Quiero que te hagas esto.

El Loco le sonrió al mostrarle un símbolo celta, un círculo que tenía dos serpientes entrelazadas.

—¿Por qué decís que es perfecto para mí?

—Es el símbolo de la fortaleza, y yo no conozco persona más fuerte que vos, Rubio.

Lucas sonrió con alegría, el Loco ya había terminado de tatuarse el brazo, ahora le tocaba a él tatuarse el símbolo de la fuerza celta en el omoplato izquierdo, sobre su corazón. El tatuador se sorprendió de que, siendo su primera vez tatuándose, no se quejara de dolor.

—¿Qué hay del ángel en tu brazo? —preguntó Lucas mirando al Loco.

Estaba sentado cómodamente en un sillón de cuero, observaba de cerca al tatuador trabajar en la piel de Lucas.

—Es un recordatorio de que pese a todo lo que he vivido en mi vida, puedo amar y ser normal. Simboliza el amor.

—¿Sabés? Mayormente las personas enamoradas se tatúan el nombre del amado...

—Bueno, son idiotas. Lo hacen porque sí, porque «aman». Yo no hago eso, este tatuaje me recuerda que a pesar de todo, a pesar de ser quien soy y cómo soy, puedo amar y alguien puede amarme a mí.

Lucas lo miró a los ojos y le dirigió una sonrisa. El Loco le regalaba ese tatuaje y cualquier otro que quisiera hacerse, y luego de finalizar se subieron al auto para poder ir a un bar.

—Sos como mi sugar daddy —dijo Lucas con una risita—, me diste un celular caro, ropa cheta, ahora un tatuaje.

—¿Te molesta?

—No, solo no estoy acostumbrado —se rió y lo observó manejar—. Trabajo desde los quince años, entonces es raro que alguien me compre cosas, pero no me molesta.

—¿Y de qué trabajabas? —preguntó el Loco al verlo de reojo, para luego concentrarse en el frente.

—Ayudaba a uno de mis tíos en la rockería, como vendedor. No ganaba tanto pero me servía para pagarme mis cosas y ayudar a mamá con los gastos —explicó con una sonrisa—. Intenté estudiar en la universidad pero mi mamá necesitaba apoyo en casa por el quince de mi hermana, así que dejé de estudiar.

Un rato después estacionaron el auto a unas cuadras de un bar, por ser sábado en la noche era complicado encontrar espacio donde dejar el auto. Sin embargo Lucas parecía contento de caminar por allí con el frío viento en su rostro.

El Loco lo miraba de reojo cada tanto, el cabello de Lucas danzaba en el aire ante cada brisa otoñal, y se reía al pisar las hojas secas bajo sus pies. No pudo evitar sonreír al verlo disfrutar tanto de las pequeñas cosas de la vida.

Ingresaron en un bar y se dirigieron al patio exterior para poder fumar tranquilos. Estaba bastante lleno el lugar, y aún así el Loco consiguió un espacio acorde desde donde podía vigilar la entrada. Pidieron cerveza y papas fritas con cheddar y bacon.

El Loco estaba muy interesado en oír a Lucas, pues no solo era muy simpático, sino que tenía buenos temas de conversación. Quería saber más sobre su vida, porque aunque lo había investigado él no tenía sus redes sociales públicas como Erica, y saber de él era un poco más difícil.

—¿Puedo hacerte una pregunta personal? —preguntó el Loco mientras se colocaba un cigarrillo en los labios.

—Obvio —se rió y bebió un trago de cerveza.

—En mis investigaciones solo salía información de tu madre y hermana, ¿tu papá...?

—Nos abandonó cuando Mica tenía un año, más o menos —explicó Lucas y se colocó también un cigarrillo en los labios que no tardó en encender—. Siempre se iba y tiempo después regresaba, a veces tardaba un año. Era un infiel y mujeriego de mierda, y sus hijos le importamos siempre una chota —sopló el humo de su cigarrillo—. Quiso volver nuevamente pero no lo permití. Ya tenía doce años y lo saqué a la mierda de la casa. Me decidí entonces a no ser jamás como él y ser el hombre que mi madre y hermana merecen en sus vidas.

—Y lo sos, Rubio, hasta sos mejor padre con Jack de lo que yo soy —admitió el Loco con una sonrisa.

—No es cierto, pero me gusta estar con él, nos entendemos bien.

—¿Y no hizo el intento de regresar otra vez? —preguntó con curiosidad.

—Sí, cuando mi mamá empezó a salir con otro volvió a romper las bolas como el machito insoportable que es —escupió con asco y le dio un sorbo a su cerveza—. Se puso violento con mi vieja y lo re cagué a trompadas. No volvió nunca más.

El Loco se rió y sorbió también de su cerveza, para luego comer algunas papas fritas. Cambiaron de tema para conversar de cosas más animadas, tenían gustos musicales similares, incluyendo alguna que otra banda alemana, como Rammstein o Die Toten Hosen.

—Si no hubieses estado toda tu vida en ese lugar, ¿qué te habría gustado ser? —le preguntó Lucas con curiosidad.

—No lo sé, me entrenaban desde niño para ser lo que soy hoy, pero... Me gusta mucho la literatura y la poesía, tal vez algo sobre eso.

—El Loco como licenciado en Literatura, toda una curiosidad —dijo Lucas con una risita.

—Jack, podés decirme Jack si querés.

—Creí que solo tus seres queridos podían llamarte así —Lucas lo miró con sorpresa y él comenzó a reírse.

—Y es lo que sos, Rubio.


En la casa, Erica había preparado el fuego, mientras que Chris preparaba el fernet. Habían colocado un pequeño trozo de carne para que se cocinara primero para Jack, ellos podían esperar hasta que todo estuviera listo, pero el pequeño necesitaba comer temprano.

Se sentaron en el escalón de la puerta para poder vigilar a Jack mientras bebían fernet.

—Estoy saliendo con el Loco —soltó Erica de repente.

Chris terminó por escupir su bebida y tuvo que toser un par de veces.

—Eso explica tu cara reluciente —dijo con una mueca extraña pero divertida.

—¿Mi cara reluciente?

—Debés estar garchando a lo loco como perra en celo —dijo con una risotada.

Erica le dio un fuerte golpe con su rostro completamente rojo de vergüenza.

—¡Tarado!

—Es que con el otro pelotudo no tenías esa cara toda brillante, o era pésimo garchando o la leyenda de la Wolffconda es cierta, o ambas —se rió él.

Erica volvió a darle un golpe.

—Basta, tarado, te lo cuento porque sos mi amigo y estoy feliz.

—Y más vale, sabés lo feliz que estaría yo si garchara todos los días —se rió y esquivó el golpe de Erica—. Ya, ya, es broma. Me alegra que estés bien, se te ve mejor, pero ahora tengo curiosidad de cómo pasó.

Con una risita Erica le contó todo y Chris la escuchó con atención, de vez en cuando hacía alguna que otra pregunta y regresaba a estar en silencio para oírla. Parecía sorprendido, aunque también algo aliviado porque el bienestar de Erica, físico y mental, le preocupaba bastante, y saber que no estaba sola era reconfortante.

De vez en cuando entraban para ver que Jack estuviese bien, y cuando su pedazo de carne estuvo listo Erica le sirvió la cena. Había hecho una ensalada rusa para acompañarlo, por lo que Jack comió las papas y zanahorias con mucho ánimo junto a la carne.

Luego de que Jack finalizó de comer volvió al sillón para mirar sus dibujitos antes de bañarse e ir a dormir, mientras que Chris vigilaba la comida en la parrilla. Había sacado unos chorizos que cortó en gajos para ir comiendo mientras tanto, como una pequeña picada.

Con Jack ya dormido pudieron cenar más tranquilos con música sonando allí, se reían de viejas anécdotas y tomaban su fernet con ánimo.

—Chris —dijo Erica al mirarlo fijo—, ¿vos creés que cuando acabe todo seguiremos siendo amigos, o ya sin Mörder... no va a haber nada que nos una?

—Primero hay que asegurarse de seguir vivos —dijo él con el rostro serio, luego comenzó a reírse—, y no preguntes boludeces, obvio que voy a seguir jodiéndote. Y más te vale que me hagas padrino de tu primer hijo, ¿eh?

Erica se rió con ánimo y se puso de pie para ir a la parrilla a ver la carne que había quedado allí. Salieron juntos, él con una tabla en mano para colocar allí la carne.

Se sentaron allí en la escalerita de la puerta para disfrutar del aire fresco. Hacía algo de frío pero la noche se veía hermosa. Chris le dio algunos trozos de carne a Hund que los disfrutó con mucha alegría antes de regresar a su puesto de vigilancia junto a Jack.

Erica bebió un trago de fernet, cuando comenzaron a oírse sonidos extraños que no estaban seguros de dónde provenían. Ella se puso de pie enseguida, se oyó el grito de una mujer y algo sobre «la policía», luego un fuerte golpe seco.

Chris no había tardado en tomar su pistola y entró en la casa para asegurarse que todo estaba bien allí. Erica, sin embargo, trató de descubrir de dónde provenían los gritos, y se asustó al percatarse de que eran desde la casa de doña Lara, la vecina.

—¡Chris! —gritó y él no tardó en llegar hasta ella—. Ayudame a subir.

—Erica, ¿qué hacés?

—Algo está pasando, es mi vecina, es una señora amable —dijo con desesperación—. Ayudame a subir.

Chris, con algo de dudas, colocó sus manos para impulsarla y que pudiera trepar la medianera. Antes de saltar al otro lado, sentada allí arriba, Erica lo miró.

—Quedate con Jackie.

—¿Querés mi arma?

—No, se pueden asustar más. Voy a asegurarme de que están bien y regreso, si pasa algo raro voy a tardar un poco más. Si no vuelvo en veinte minutos, llamá a Jack.

Erica saltó hacia el patio de la señora, era más pequeño que el del Loco, tenían una bonita mesa de jardín con asientos allí. Se acercó lentamente hacia la puerta trasera y con cuidado la abrió, intentando no hacer ruido. Los gritos y el llanto se oían más fuertes. Entró despacio y agachada en el suelo para luego esconderse tras una barra desayunadora.

—No tenemos nada —dijo la voz de un hombre, con miedo.

Se oyó un golpe, por lo que Erica se asomó un poco por el costado para ver la situación. Cinco personas estaban allí y tenían a la familia de Lara en el suelo, uno solo parecía tener una pistola. Tenía que tener cuidado porque un mal movimiento podía costarle la vida a alguno de ellos.

—¿Nos pasaron mal la información? —dijo un muchacho por lo bajo.

—No, tiene que ser acá. Vehículos caros, casa cheta con jardín bonito.

«Deben referirse a la camioneta de Jack...»

Pensó Erica.

Volvió a asomarse y se encontró con la mirada de Lara, quien abrió los ojos con sorpresa, la señora se veía muy asustada y tenía su rostro cubierto de lágrimas. Erica le hizo una seña para que se mantuviera en silencio.

Se recogió el cabello en una colita para poder moverse con más comodidad. Sin hacer ruido se quitó el cinturón del jean y lo sostuvo en sus manos. Volvió a asomarse, necesitaba detener primero al que estaba armado y para eso debía encontrar el momento justo.

Cuando lo vio girar hacia uno de los hijos de Lara, Erica salió de su escondite y corrió rápidamente hacia allí, le detuvo el brazo y con un golpe seco en el codo le quebró el brazo, para luego arrojarlo al suelo y patear el arma lejos.

Tanto la familia de Lara como esos hombres encapuchados parecieron sorprenderse, y para cuando intentaron hacer algo Erica ya había detenido a otro de ellos. Lo golpeó con fuerza en el rostro y pateó a otro que se acercó, a quien arrojó al suelo. Uno de ellos sacó un cuchillo y Erica comenzó a reírse.

—Así no se agarra un cuchillo —le dijo.

Con un rápido movimiento enredó su cinturón en el brazo de este para que lo soltara, luego lo impulsó hacia el suelo donde le dio un fuerte golpe.

—Señor, llame a la policía —ordenó Erica mientras le aplicaba una llave de sumisión al cuello al último que quedaba. Luego miró al hijo mayor de Lara, que parecía estar en shock—. ¡Traeme algo con qué atarlos!

El chico se movió rápidamente pero con temor y le arrojó a Erica una cinta. Ella los retuvo de espaldas contra el suelo y pegó sus muñecas para dejarlos inmovilizados, aunque de por sí les costaba moverse por los golpes.

Una vez los aseguró a todos se acercó a Lara, estaba muy asustada y no podía dejar de llorar. La tomó con cuidado del rostro.

—Respire, todo está bien, tranquila —le dijo Erica—. Inhale y exhale despacio.

—¡Mamá! —chilló una muchacha de no más de quince años y abrazó con fuerza a Lara.

—¿Cómo hiciste eso? —preguntó el esposo con sorpresa y desconfianza.

—Es luchadora de artes marciales —dijo Lara, aún en shock.

La gente de la casa intentaba tranquilizarse, mientras que los cinco hombres se encontraban atados en el suelo y mascullaban insultos por lo bajo.

El hijo mayor les había alcanzado unas medicinas para la presión a sus padres junto con un vaso de agua, mientras que Erica revisó la herida en la cabeza del hombre. Lo habían golpeado con la culata de la pistola y sangraba bastante. Ella atendió la herida como pudo mientras esperaban a la policía.

—Gracias —dijo Lara con lágrimas en los ojos al tomar las manos de Erica—, creí... Sos un ángel, Dios te envió a nosotros.

—Escuché gritos y me asusté, me alegro de que estén bien —dijo Erica con suavidad.

Erica tomó un papelito blanco junto al teléfono de la casa y anotó allí su número, con cuidado lo dobló y colocó en las manos de la señora.

—Tengo que ir a ver a mi bebé, pero si necesita algo llámeme, voy a estar despierta hasta tarde. ¿Sí? —le dijo con una sonrisa en busca de reconfortarla.

La sirena de la policía comenzó a oírse, Erica no quería cruzarse con ellos, le harían preguntas incómodas que no estaba dispuesta a responder.

Lara le dio una palmada en las manos con una sonrisa.

—Andá a ver a tu bebé, ya llegó la policía.

—¿Qué les vamos a decir de esto? —preguntó el hijo mayor al señalar a los ladrones en el suelo.

—Quedate con el crédito —le dijo Erica con una sonrisa torcida—, te va a hacer popular con las chicas.

El chico solo se rió y agradecieron nuevamente por la ayuda, mientras que Erica corrió hacia el patio para volver a saltar la medianera antes de que ingresara la policía.

Chris estaba apoyado en el marco de la puerta con el rostro serio y un cigarrillo en la mano.

—La próxima voy yo, si te pasaba algo el Loco me mata, ¿lo entendés?

—Solo eran unos ladrones, no sabían ni sostener un cuchillo correctamente —se rió ella e ingresó en la casa para ir a ver a Jack, quien dormía tranquilamente—. Además fue culpa nuestra que se metieran en esa casa a robar.

—¿Por qué?

—Vieron vehículos caros, se confundieron de casa —dijo Erica y cerró la puerta de la habitación para caminar hacia la cocina—. Jack y yo somos los que tienen vehículos caros en el barrio, él con su camioneta y el auto, y yo con mi Kawasaki. Sumale que a veces viene Serge con el deportivo o Fosa y Rata con sus autos.

—Deben haber estado vigilando el barrio —dijo Chris y sopló el humo de su cigarrillo—, a veces pasa, no te culpes. Este es un barrio residencial, siempre va a haber algún grupo que se mande.

—Se la llevaron barata al equivocarse de casa, sino ahora estaría llevándolos a cremar. El que se meta en esta casa no va a salir con vida —escupió Erica con molestia—, al que solo lo intente estando Jackie acá, lo voy a despedazar.

—Qué noche tan romántica la nuestra —dijo Chris con una risita—, fernet, chori, robos y desmembramientos. El romance no ha muerto.

Cambiaron de tema para concentrarse en algo más divertido. Continuaron bebiendo en medio de risas y una hora después a Erica le sonó el teléfono, miró con curiosidad al recibir un mensaje de un número desconocido.

Número desconocido: Muchas gracias de nuevo linda, soy Lara, estamos bien. A mi marido le hicieron unos puntos en la herida y los chicos están más trankilos, ya hicimos denuncia

Erica sonrió y no tardó en responderle.

Erica: No es nada señora, me alegro que estén bien, cuídense mucho y trate de dormir

Agendó el número rápidamente.

Doña Lara: Ke Dios te bendiga linda, a vos tu bebito y tu marido

Erica sonrió, un poco más tranquila y dio un trago al fernet. Chris la miraba con curiosidad, por lo que ella explicó que los vecinos estaban bien.

Él comenzó a reírse.

—No puedo creer que sigas siendo la misma boluda que confía en todo el mundo —dijo.

—Son gente normal, Chris.

—Lo son, tenés suerte de eso, pero podrían no haberlo sido y ponerte en riesgo a vos y a Jackie —la regañó, para luego tomar su mano con cariño—. Pero es por ser así de estúpida y confiada que empezamos a ser amigos. No serías Erica si no fueras así, ¿no?

—Es como vos y la plata, no serías vos si no te gustara la guita —se rió ella.

—Ahora cambiate la música, mandate una cumbiecita y bailemos como si Mörder no existiera —propuso Chris con una sonrisa.

Erica había puesto cuarteto en el equipo de música, por lo que empezó a bailar en medio de risas con Chris, quien era un gran bailarín. A veces él cambiaba y ponía cumbia villera, y a veces ponían nuevamente cuarteto. Lo único que a Chris parecía no gustarle mucho era el reggaetón, porque si comenzaba a sonar se sentaba a beber su fernet.

—Dah, qué aburrido —le dijo Erica con una risita y tomó su bebida.

—Erica, llega a entrar el Loco y me ve bailando reggaeton con vos, y me puedo dar por muerto —dijo con una sonrisa torcida—. Si ponés otra cosa bailo, esto no, no tengo ganas de que me menees el ojete —se rió y esquivó el hielo que Erica le había arrojado.

Con una risita ella cambió la música, pero incluso así continuaron ahí sentados conversando, solo cuando sintieron que el alcohol comenzaba a notarse en ellos fue que se pusieron de pie para bailar en medio de risas, y así poder bajar algo de alcohol.

Unas horas después, ya con el alcohol mucho más notorio en su sangre, Chris y Erica se reían a carcajadas de una tontería, con la música de cumbia villera sonando allí.

Se oyó el ruido del portón del garage, lo que indicaba que Lucas y el Loco habían vuelto, y solo unos minutos después la puerta del garage que daba al living se abrió y el primero en entrar fue el Loco, quien se detuvo a mirar a Lucas cuando se lo oyó decir:

—¡Eeeessssa! Y e' la que menea, menea, menea —canturreó haciendo un pasito de cumbia con las manos como pistolas al oír la música allí.

—¿Estás borracho? —preguntó Erica con una sonrisa.

—¿Yo? Yo fui el que manejó —se rió Lucas—, este está borracho, no se puede ni mantener de pie.

—Tu vieja está borracha —se rió el Loco y tropezó con el sillón, cayendo ahí.

Lucas se acercó a la cocina, parecía estar en mejor estado que el Loco, aunque tampoco estaba mucho mejor que él porque se tambaleó un par de veces y comenzó a reírse.

Chris comenzó a reírse a carcajadas al ver los pasos de baile de Lucas, no bailaba mal, pero sus gestos en el rostro eran muy divertidos. Erica se acercó al Loco que se había sentado en el sillón y se cubría el rostro con un brazo.

—¿Huele a asado? —dijo Lucas—. ¡Jack, hicieron asado sin nosotros!

—¡Alta traición!

El Loco se rió, pero al ver a Erica allí la tomó rápidamente de la cintura para pegarla a él y darle un beso en los labios.

Mein engel, te amo tanto, tanto, tanto —le dijo—, sos tan hermosa, y perfecta, y...

—Jack, andá a acostarte —dijo Erica con una risita—. ¿Cuánto tomaste?

—No sé, no me acuerdo —se rió—. Hay que hacerlo otra vez, Rubio. ¿Cuánto tomamos? No me acuerdo.

—No sé, tampoco me acuerdo —se rió.

Lucas se sentó a la mesa frente a Chris y olió el vaso que tenía delante, pues tenía un líquido negro.

—¡Tomaste fernet sin mí, sabés que amo el fernet! —chilló Lucas y dirigió su mirada hacia Erica.

—Yo quiero probar —dijo el Loco y meneó en el aire una mano.

—¡Jack! Estás hecho mierda, dejate de joder —se rió Erica y él la abrazó.

—Dejame disfrutar —dijo con una risita y la besó nuevamente en las mejillas, con cariño—, capaz me mata un francotirador mañana y no probé nunca un fernet.

—Ahí donde estás sí podría darte un francotirador —dijo Lucas con el rostro serio y se acercó hasta el sillón, para poder señalar la ventana—. Las casas de en frente son altas, pero desde la terraza podría llegar un disparo certero hasta acá, más o menos, aunque va a depender de dónde esté ubicado el sol porque si es en frente va a ser más complicado —dibujó una línea imaginaria con el pie—, si te quedás en la barra o la cocina no te daría, no da el ángulo, no importa qué tan bien calibren los clicks o qué tan bueno sea el franco... ¿qué?

El Loco y Erica lo miraban con sorpresa, especialmente él, con su rostro consternado.

—¿Cómo sabés eso, Rubio?

—Yo... cazaba en el campo con mi tío —dijo Lucas con una sonrisa torcida.

Chris silbó de repente para llamar su atención, levantó un vaso para mostrarle a Lucas que le había preparado fernet, y el rubio se apuró para llegar hasta ahí y se sentó junto a él. Saboreó la bebida con tanto placer que Chris no pudo evitar reírse.

—Tomá, llevale a tu novio —dijo al levantar un vaso para mostrarle a Erica.

—No somos novios —dijo el Loco con una risita—, ¿por qué se le dice «novios»? ¿No se supone que eso es cuando uno se va a casar? No tiene sentido.

—Es verdad, no tiene sentido —agregó Lucas con una risita y volvió a saborear el fernet.

—¿Te casarías conmigo? —dijo el Loco de repente al mirar a Erica—, en un futuro. O tal vez con el Rubio, ¿vos querés, Rubio?

—Jack, andá a acostarte —se rió Erica.

—Por Dios, el Loco en pedo es lo mejor del mundo —dijo Chris y no dudó en tomar su teléfono para filmarlo.

—¿Se puede casar con dos personas a la vez? ¿Te casarías conmigo y el Rubio?

—No, Jack, no se puede casar con dos personas a la vez —explicó Erica con una risita.

—Qué injusticia.

—¡Marche trío! —dijo Lucas con una risotada.

—Trío es buena opción —dijo el Loco y miró a Erica con una sonrisa—. ¿Me dejás tomar fernet?

—Hagamos una cosa, mañana hacemos nuevamente un asado y tomás fernet con nosotros, Chris se va a quedar a dormir, ¿sí? —dijo ella con una sonrisa al acariciarle el rostro—. Andá a dormir.

—Pero quiero estar un rato más con vos —dijo con una sonrisa—, y con el Rubio, te quiero, Rubio.

—¡También te quiero, Jack! —dijo Lucas y le lanzó un beso con la mano.

Chris no daba más de la risa, dejó de filmar solo para poder tomar tranquilo el nuevo fernet que había preparado para el Loco, se lo quedaría él porque estaba seguro de que si ese inmenso hombre tomaba un trago más, terminaría por vomitar.

Chris ya lo había visto borracho alguna que otra vez en Mörder, no era algo usual y solo sucedía muy de vez en cuando, pero se comportaba distinto a ese momento. En Mörder se peleaba con cualquiera, sin embargo allí se lo veía feliz y muy divertido.

Erica lo ayudó a ponerse de pie para poder llevarlo abajo. Bajar las escaleras era como una misión imposible, porque amenazaba con tropezarse todo el tiempo y, para colmo, él lanzaba una risotada. Lo hizo bajar las escaleras y luego lo guió hasta la cama, donde él se dejó caer con comodidad cubriéndose el rostro.

—Me gira todo... —dijo en un murmullo.

—Y sí, Jack, tomaste un montón —se rió ella—, tratá de descansar.

—Te amo, Erica, con todo mi corazón —dijo y apoyó una mano en su rostro, con cariño—, como nunca amé a nadie.

Ella lo miró con dulzura y se sentó junto a él para poder hacerle caricias en el rostro.

—¿Qué hay de Gretchen?

—No era feliz con ella, no me trataba bien, me controlaba y gritaba siempre —admitió con un gesto triste—, me engañaba con todos, con Nahuel, con mi primo, con todo el mundo.

—¿Y vos no lo hacías?

—Nunca —dijo con una sonrisa—, sí estoy con alguien es porque no existe nadie más en el mundo, ¿no?

Le hizo caricias al rostro, y él cerró los ojos para disfrutar de ese toque con una sonrisa.

—Gretchen me disparó cuando le dije que ya no la amaba, intentó matarme —dijo él en un susurro—, y sé... que vos no me harías eso, mein engel, mein Liebling, mi vida entera...

Erica sonrió con ternura y se acercó a él para darle un beso en los labios y luego uno en la frente. Le hizo caricias y lo escuchó hablar por un rato más, hasta que él se quedó dormido unos minutos después.

Cuando Erica subió las escaleras, descubrió que Lucas se había quedado dormido apoyado en la mesa y pudo ver a Chris que con cuidado lo movía de lugar para recostarlo en el sillón.

—Estos dos no tienen aguante, qué blanditos —dijo Chris con una risita al regresar a la mesa junto a ella. La miró de arriba hacia abajo—. Pensé que te ibas a quedar ahí, ya sabés...

—No todo en la vida es sexo —se rió ella.

Él se rió y preparó dos vasos más para tomar juntos, ambos levantaron sus vasos en un brindis y se quedaron allí bebiendo por una hora más, hasta que luego, ya más afectados por el alcohol y sin poder aguantar las carcajadas por conversaciones sin sentido, decidieron ir a dormir.

Durmieron juntos para evitar molestar a Jack y Hund, Erica lo abrazó con cariño y él volteó en la cama para aferrarla mejor.

—Te quiero, Chris —le dijo ella en un susurro antes de quedarse dormida.

—También te quiero.

Y se quedaron abrazados allí.

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