Capítulo N° 40
La música alemana sonaba fuerte en la casa del Loco, él había estado toda la mañana con la música muy fuerte, como si no quisiera oír a nadie. Erica resopló, cansada de esa música que le retumbaba los oídos, pero no se animaba a decirle nada, ya que lo veía al Loco muy compenetrado escribiendo en un cuaderno mientras cantaba en alemán en voz baja.
Sirvió café en una taza para poder acercarse a él con una excusa, y se la extendió con una sonrisa.
—Gracias, engel.
—¿Te pasa algo? —preguntó ella con un suspiro.
El Loco levantó la vista para verla, algo confundido.
—No, ¿por?
—Porque estás escuchando esa música a la mañana en un volumen no muy normal...
—Solo escucho música, igual que vos.
—Me refiero... —Erica suspiró al refregarse un brazo—, en año nuevo también estabas escuchando música fuerte y no estabas bien...
—Estoy bien, engel, solo escucho música y escribo algunas cosas. Gracias por el café —dijo con una sonrisa.
Erica regresó a la cocina para poder servir otra taza de café, pensaba llevársela a Lucas, que estaba en el patio junto a Jack y Hund. Abrió la puerta del fondo y pudo ver a Lucas sentado en el pasto con una sonrisa, observaba a Jack y Hund correr, el pequeño se reía a carcajadas al perseguir a su amigo perruno.
—Gracias, Eri —le dijo con una sonrisa al tomar la taza en su mano—. Estuve hablando un poco con Mica.
—¿Cómo está ella?
—Bien, me envió una foto con su novio —dijo y sorbió un trago de café—. Se los ve muy felices, es el primer novio de Mica.
Erica se sentó a su lado con la mirada baja, porque Micaela era amiga de Celeste, y pensar en ella se la recordaba bastante.
—Creí que le harías escándalo o te pondrías celoso —dijo Erica con una risita, para no pensar en Celeste.
—No, me pone feliz que se enamore, que experimente cosas nuevas, siempre y cuando sea todo sano y se cuide.
Erica sonrió al ver a Jack recostarse en el pasto con Hund, parecían cansados los dos.
—Eri... —dijo Lucas en voz baja—, quería hablar con vos de algo.
Ella lo miró enseguida y tragó saliva con nervios antes de asentir, con sus labios apretados.
—Sé que creés que te odio, o que te culpo por todo —dijo y apoyó la taza en el pasto para poder apoyar su mano en el rostro de Erica—, pero no es así, Eri.
Ella bajó nuevamente la mirada y se encogió de hombros con tristeza, con sus ojos que se empañaban en lágrimas que no pensaba dejar salir.
—Eri, mirame —le dijo con suavidad y le acarició el pómulo con su pulgar—. ¿Sabés qué veo al verte?
—¿Una asquerosa asesina?
—A la mujer que me salvó la vida —dijo y la instó a mirarlo a los ojos—, a la persona que lo dio todo para salvarme. Eso es lo que veo.
Erica se mordió los labios y esquivó su mirada, porque se sentía muy mal por todo, sabía muy bien que todo era su culpa, desde la muerte de su familia hasta el suplicio que Lucas tuvo que vivir.
Ella se puso de pie para alejarse, estaba cansada de llorar, no quería continuar así, sin embargo Lucas agregó:
—Sé de tu trabajo —dijo y Erica se quedó paralizada—, tu ex me lo dijo, supongo que intentaba hacer que te odie, pero yo no puedo odiarte, no a vos.
—Debés pensar que soy un monstruo... —dijo en voz baja, con mucho dolor.
—No lo pienso, tranquila —Lucas le dedicó una sonrisa, aunque ella le estaba dando la espalda—, solo quería que supieras que yo lo sé, que no me importa y que te quiero, Eri.
—Gracias, Lu, también te quiero.
Diciendo eso se alejó rápidamente de allí para poder ir al sótano y entrenar un poco, tenía una gran mezcla de sentimientos, estaba feliz por la aceptación de Lucas, pero triste y enfadada porque lo supiera gracias a Aaron.
Bajó corriendo las escaleras y se vendó las manos para no lastimarse al lanzar puñetazos a la bolsa. Estaba enojada, porque Aaron no solo había torturado físicamente a Lucas, sino que le había dicho cosas horribles en busca de hacer que la odiara. Lanzó fuertes puñetazos y patadas, incluso tomó entre sus manos la bolsa para darle con las rodillas, llena de furia.
Se mantuvo allí por al menos una hora, hasta que ya algo agotada se acercó a la pequeña heladera que había allí abajo para poder tomar una botellita de agua. Se sentía un poco mejor luego de haber entrenado un poco, y estaba a punto de salir de allí cuando vio algo blanco en el suelo. Se agachó para tomarlo, era un documento de identidad, sobresalía por debajo de la cama del Loco. Al girarlo vio la foto de un Jack Wolff adolescente, con dieciocho años, su cabello era corto y castaño claro, aunque seguía viéndose muy viril sus rasgos eran más suaves y finos, y pese a ser un documento de identidad había salido realmente bien.
—Le sentaba mejor el pelo más largo —dijo Erica con una sonrisa.
Estaba por dejarlo sobre un mueble para que él lo viera, sin embargo le dio curiosidad ver su fecha de nacimiento.
—Trece de abril, ¿eh? —murmuró al ver la fecha, luego hizo un gesto extraño con el rostro y tomó su teléfono para ver la fecha—. ¡Hoy es trece de abril!
Dejó el documento allí sobre la barra y subió las escaleras enseguida, la música seguía muy fuerte y el Loco parecía tranquilo al leer un libro y hacer un par de anotaciones. El teléfono de él vibraba de forma incontrolable sobre el vidrio de la mesita ratona.
—¿No vas a atender? —preguntó Erica al verlo.
—Es Rata, que espere.
Erica no estaba segura de si acaso él odiaba sus cumpleaños o si solo no recordaba que lo era. Pensó que organizar una reunión de amigos para la noche sería una buena idea. No estaba segura de si a él le gustaban las fiestas, quizá le molestaría pero de todas formas decidió arriesgarse. Sería el primer cumpleaños que pasaría con él, y eso ya era suficiente motivo para festejar.
Se sentó a la mesa a beber un poco de agua y no dudó en escribirle a Rata para obtener información. Él respondió enseguida:
Ratita: En D.E.A.T.H. no se le da importancia a los cumpleaños, a mí sí me gusta darle importancia y por eso lo llamo cada año, aunque pocas veces atiende.
Erica: Si hago unas pizzas a la noche, vendrías? Él se va a enojar si lo hago??
Ratita: Bombita, él daría todo por un beso tuyo, mirá si se va a enojar por una fiesta. Hacelo, yo debo trabajar pero puedo ir cerca de la medianoche.
Ratita: Voy a llevar al imbécil hijo de perra.
Erica dejó el teléfono ahí y terminó de beber su agua para observarlo. El Loco se veía tranquilo al leer, pese a su música de rock en volumen alto. Con un suspiro se puso de pie para empezar a cocinar el almuerzo, los días anteriores lo había hecho Lucas y sintió que ya le tocaba a ella.
—Jack —dijo para llamar su atención.
—¿Sí, mein engel?
—¿Hay algún postre que te guste?
—No solía comer nada con azúcar así que no estoy seguro, pero me gustó el chocolate —dijo sin mirarla, estaba concentrado en su libro.
Erica metió el pollo con especias al horno y puso a hervir agua para cocinar unas papas, luego se lavó las manos para acercarse a él. Se sentó a su lado en el sillón, él apenas levantó la mirada para verla y le dirigió una sonrisa.
—¿Y hay algo que quieras más que nada en el mundo?
—A vos... —susurró, luego torció los labios y levantó la mirada para verla—. No me refiero a...
—Que no sea yo —dijo con una risita, con sus mejillas encendidas.
—No, las únicas cosas que deseaba era llevar una vida normal, tener una familia y ese tipo de cosas —dijo y se concentró nuevamente en su libro—, y de cierta forma ya lo tengo, ¿verdad?
—Sí, es verdad —admitió Erica.
Todos llevaban viviendo juntos ya bastante tiempo, se turnaban para los quehaceres y comían juntos como una familia. Por ello Erica sonrió, no se había percatado de que eran una familia hasta ese momento.
Con una sonrisa regresó a la cocina para poder organizar todo respecto a la fiesta, sería una sencilla cena con amigos y compañeros de equipo, pues Erica no estaba segura de a quién consideraba amigo el Loco y a quién no, pero si le había permitido entrar en la casa al equipo, era porque confiaba en ellos. Les envió la invitación a cada uno, con el aviso de que era una sorpresa, Sveta fue la primera en responder y dijo que llevaría un par de cervezas y snacks.
Le avisó a Lucas, dispuesto a preparar él las pizzas ya que al Loco le habían encantado las que hizo anteriormente, y Erica tenía pensado prepararle una torta de chocolate ella misma.
En Assassin, Aaron insultaba a Gretchen y a Julio, que lo observaban desde el otro lado del vidrio de la habitación, y ahí se encontraba también Héctor, que parecía no disfrutar de ver su sufrimiento.
—¿Qué... mierda me inyectaste...? —murmuró Aaron con el sudor recorriendo su rostro.
Podía sentir cómo todo a su alrededor giraba de forma lenta, lo mareaba más y más, y de una forma extraña comenzaba a sentir el miedo crecer en su pecho, sin saber por qué, pues ese miedo no parecía suyo. Ya le había inyectado algo similar días atrás, pero cada vez se sentía peor.
—Solo es una creación mía —dijo Ruriko con una sonrisa—. Solo la fusión de unas drogas y hongos, nada grave. Por unos instantes, Sabatini-kun, sentirás que estás en un hueco profuuuundo y profuuuundo, sentirás que caes y caes, que todo a tu alrededor gira. El miedo te dominará, literalmente, y en unos minutos tu cuerpo quedará paralizado, pero no te preocupes, ¡podrás hablar! ¿Dónde estaría la diversión si no pudiese oír tus gritos de súplica, Sabatini-kun?
Ruriko sonrió de una forma perversa, luego se sacudió con emoción y dio un salto enocionado en el lugar, tratando de tranquilizar su excitación momentánea, para luego tomar en sus manos una pinza. Aaron abrió los ojos, consternado, podía darse una idea de lo que pensaba hacer con eso, y cuando Ruriko le arranó de la ceja un piercing el lanzó un grito lleno de dolor y sufrimiento, luego le arrancó el otro, y mientras que él gritaba maldiciones, ella se reía mordiéndose los labios.
Del otro lado del vidrio, Héctor miraba hacia otra parte, no quería ver ese acto de crueldad, mientras que Gretchen lo miró y meneó la cabeza con un suspiro.
—Héctor, mi amor, se lo merece —dijo Gretchen al rotar sus ojos con fastidio.
—Perdón, Gretchy, pero padre me crió diferente a ustedes, y yo no puedo disfrutar de esto, me parece... inhumano —dijo con la mirada fija en otra parte.
—Un trato inhumano para alguien inhumano, es un perfecto equilibrio.
—¡No así, Gretchen! —se quejó.
—Yo soy así, vos te enamoraste de mí, aceptaste casarte conmigo. Esto es lo que yo soy, Héctor —dijo ella con tristeza.
Él apoyó su mano con cariño en el rostro de Gretchen.
—Lo sé, y te amo entera, pero eso no significa que apruebe o disfrute esos métodos.
Unos zapatos habían comenzado a hacer eco en el lugar con sus tacones masculinos, Julio no volteó para mirar como si lo hicieron sus hermanos, reconocía a la perfección el sonido de esos zapatos de Akihiko tan bien lustrados.
Héctor miró de arriba hacia abajo a ese joven japonés de sonrisa pícara, que se acercaba fumando un cigarrillo con las manos en los bolsillos de un tapado negro, mostraba con orgullo su pecho trabajado tras una camisa negra con varios botones desabrochados.
—Tardaste, Akihiko —dijo fríamente Julio.
—Lo siento, Julio-sama, pero una señorita requería de mis particulares atenciones —su sonrisa pícara aumentó al decirlo.
—Espero que la hayas atendido bien, sino tu tardanza no tendría excusa —dijo Julio con una sonrisa cómplice, y esa respuesta hizo reír al japonés.
—Siempre son bien atendidas.
Sopló el humo de su cigarro mientras miraba dentro de la habitación donde su hermana torturaba a Aaron, e hizo un gesto gracioso con el rostro al verla trabajar.
—¿Hace cuánto empezó el verdadero juego? —preguntó Akihiko y miró a Julio.
—Cinco minutos —respondió Julio—, pero es más bueno de lo que creía, lleva días sin hablar, sin importar los métodos.
—Horribles cinco minutos —se rió Akihiko—. Va a rogar haber hablado antes de llegar a este punto.
—¿También disfrutás de eso vos? —preguntó Héctor con un gesto asqueado—. ¿Te divierte también?
—No, mi diversión está en las mujeres de bellas curvas —sonrió con picardía—. Creo que debió caérseme de los brazos cuando era pequeña. Sí, eso tiene sentido... —murmuró al refregarse el mentón—. Sí, ahora que recuerdo cuando era pequeña quise alzarla y se me cayó al suelo, ¡eso lo explica todo!
—Vos la criaste, Aki, así que no te quejes de cómo es —dijo Julio con una risa alegre, algo extraño en él.
—Le enseñé a matar como me lo enseñaron a mí —comenzó a explicar Akihiko, y en sus ojos se lograba ver un brillo placentero y orgulloso—. Le enseñé a usar armas de fuego como yo lo hago, pero ella ama las armas blancas, eso lo aprendió sola. Enciérrenos en una habitación rodeado de atacantes, si me da a mí una pistola con una bala haré un milagro, si le da a ella un cuchillo destruirá el mundo. Es mi pequeño demonio.
Héctor miró el rostro de Akihiko, su rostro se iluminaba con orgullo al hablar de su hermana, y aunque parecía no agradarle del todo cómo era de sádica, se veía feliz al hablar de ella. Se notaba a primera vista que ella era su vida.
Suspiró, pensando en que al menos su hermano Julio eligió como guardaespaldas a alguien con corazón, turbio, pero al menos con un corazón. Luego miró por el vidrio para ver a Ruriko colocándose una máscara antigas, frunció el ceño sin comprender hasta que oyó la voz de Akihiko.
—Su manera de torturar es distinta a la del resto... —dijo casi en un susurro y lo miró de reojo—. ¿Creías que los golpes, cortes y la violencia era su método? No, señor Héctor, no. Ella es más delicada de lo que parece, su método es aún peor que la muerte.
—¡¿Peor que ese maltrato?!
—Mucho peor... —dirigió su mirada a su hermana que lanzaba al suelo lo que parecía una granada, el lugar entero comenzó a llenarse de gas—. Los miedos, las alucinaciones y las pesadillas son peores que todo el resto, y lo que Sabatini-kun vivirá será su peor pesadilla...
Por la tarde el Loco se encerró a entrenar, y Erica sabía que él lo hacía por horas, le daba el suficiente tiempo a tener todo listo. Lucas se había encargado de preparar las pizzas, y ella ya tenía el bizcochuelo listo para rellenar. Con cuidado y mucho cariño lo rellenó con crema, frutos rojos y dulce de leche, y por fuera lo cubrió con una cobertura de mousse de chocolate, pues sabía que era algo que sí le gustaba.
Sveta fue la primera en llegar con unas bolsas de compras, ayudó a preparar todo, e incluso Erica y Lucas se sorprendieron de verla maquillada y bien vestida, con medias negras, botas y una minifalda de cuero que combinaba realmente bien con su bralette negro.
—Fua, Babu —dijo Lucas al verla.
—¿Cómo me veo?
—Como que te parto en ocho —dijo él con una risita.
—¿Me darías hijos? —bromeó Sveta.
—Cinco al menos.
Sveta se rió fuerte y con alegría, para luego hacerle una caricia en el cabello. Le pidió a Erica que fuera a cambiarse, ella se encargaría del resto, y Erica obedeció. Fue a darse un baño y a prepararse en su habitación, quería estar bonita esa noche, especialmente luego de inspirarse al ver a Sveta tan bella.
Chris llegó luego junto a Thamma, ambos también se habían arreglado, él con una sencilla camisa negra de seda con sus collares de oro al pecho, con esa actitud que lo asemejaba a un vampiro gótico. Thamma por su parte no estaba tan distinta a lo usual, lo más distinto era que se había pintado los labios de un borgoña oscuro y llevaba shorts con medias de red.
Serge fue el último en llegar, con un buen vino en su mano y tan elegante como siempre.
Todos ayudaron a preparar el resto de las cosas, se dividieron entre la mesa y la isla, no muy alejadas ambas entre sí, y colocaron los vasos y cervezas junto a platos con snacks.
Erica bajó luego, con un bonito vestido de flores lilas y zapatos, con su cabello bien peinado y su rostro maquillado.
—Perra no, perrísima —dijo Sveta con una sonrisa al verla—. Ty takaya krasivaya!
—Te ves muy linda y adorable así —dijo Chris con una sonrisa malintencionada—, ¿quién creería que podés cortarle la yugular a un tipo antes de que se dé cuenta?
Erica le dio un golpe al hombro que lo hizo reír.
—Y vos estás igual que siempre.
—O sea, un potro, claramente —dijo Chris al correrse un mechón de cabello hacia atrás.
Erica bajó las escaleras para ir al sótano, ahí había un baño privado así que no se sorprendió al ver al Loco con una toalla envuelta en su cintura y las gotitas que resbalaban por sus músculos.
—Engel —dijo él y sonrió ampliamente al verla tan bella—, estás hermosa.
—Después de vestirte, ¿podés subir? —preguntó Erica sin mirarlo, verlo prácticamente desnudo la avergonzaba un poco.
Él sonrió al asentir y se refregó la nuca, también algo avergonzado de estar así frente a ella, tan hermosa.
—Vinieron los chicos, ¿tenés ropa bonita para ponerte?
—Sí, mein engel, ¿por qué...?
—¡Te espero arriba!
Sin decir más Erica subió las escaleras corriendo, con su rostro ardiendo, mientras que él la seguía con la mirada para luego comenzar a vestirse.
Arriba ella comenzó a calentar las pizzas, con la intensa mirada de Lucas que la observaba con una sonrisa, porque Erica tenía la cara enrojecida. Con ayuda de su bastón él se puso de pie para ayudarle, sin embargo se sorprendió cuando alguien lo tomó de un brazo.
—Sentate, yo le ayudo —le dijo Chris y le dio una palmada amistosa en la espalda.
Lucas volvió a sentarse, pues Chris había comenzado a ayudar a Erica a servir las pizzas y destapar una cerveza. Los observó en silencio, porque Erica le había hablado mucho de él, el amigo que había hecho en Mörder y con el que eran muy compañeros. Sonrió al verlos, porque casi sin hablarse se entendían perfectamente, e incluso Erica apoyó su cabeza en el hombro de Chris. No pudo evitar sonreír al verlos.
Unos minutos después el Loco subió las escaleras y se sorprendió de ver a todos allí, su gesto no fue nada disimulado.
—Okay, ¿qué carajo pasa? —dijo con el rostro serio.
—Bueno, parece que no sos tan perceptivo como creí, alemán —Sveta sirvió un poco de cerveza y se puso de pie para acercarse a él y extenderle el vaso—. ¡Todo esto lo armo la pequeña para vos!
—¿Para mí? —levantó una ceja mirando a Erica, sin comprender.
—Es que... —se encogió de hombros—. No sé, pensé que podría gustarte...
—Loco, todo bien, ¿no? Pero nadie merece, ni siquiera vos, pasar su cumpleaños solo —acotó Thamma, e hizo un movimiento de mano que hizo tintinear sus pulseras.
—¿Cumpleaños? —los miró algo confundido, vio todas esas miradas y luego comenzó a reírse—. ¡Es solo un maldito día en el calendario! Poca importancia le doy a esas cosas.
—Bueno, pero aunque sea una vez quiero que lo disfrutes —dijo Erica con una sonrisa—, porque es el primer cumpleaños que paso con vos.
Erica le sonrió con alegría y él no pudo más que responder la sonrisa, completamente perdido en ella. Se sentó junto a Sveta, con quien comenzó a conversar por lo bajo en medio de risas.
Jack llegó corriendo del living para pedirle upa al Loco, quien lo sentó sobre sus piernas con una sonrisa. Jack parecía igual de entusiasmado que el resto, se aferraba con cariño a él con una sonrisa.
Luego de un rato el Loco bajó la mirada con tristeza y le extendió Jack a Lucas para que lo tuviese él, quería alejarse para poder fumar un poco en la puerta que daba al patio. Erica, que llegó a ver su expresión triste, no tardó en acercarse a él.
—¿Jack? ¿Te molestó lo que hice?
—No, engel —admitió con una sonrisa, pero luego se mordió el labio—, solo... falta Moira...
Su expresión era realmente triste, por lo que Erica se acercó más hacia él y lo abrazó. El Loco respondió el abrazo, la aferró hacia sí con fuerza, con cariño.
—Ella está, Jack, no lo dudes.
—Gracias, mein engel —susurró él y la aferró un poco más.
Erica regresó dentro para poder atender al resto, le sirvió cerveza a Serge y se sentó a conversar un rato con él, para poder darle algo de espacio al Loco de procesar sus emociones.
—¿Entonces volvieron? —le preguntó y dio un trago a su cerveza.
—Princesse, no me puedo hacer el difícil con él —dijo Serge con una risita—. Me trata mejor si es lo que te preocupa.
—No tiene que tratarte mejor, tiene que tratarte bien.
—Lo hace, tranquila, princesse.
El Loco regresó hasta allí, se quedó apoyado contra la mesada, donde estaba Sveta bebiendo cerveza. Ella le sirvió un poco a él y se lo extendió con una sonrisa.
—En D.E.A.T.H. no se festejan los cumpleaños porque son una distracción, pero ya no estamos allí —le dijo Sveta y levantó su vaso con una sonrisa—, feliz cumpleaños, alemán.
—Gracias, rusa —dijo con una sonrisa y chocaron sus vasos en un brindis—, me alegra mucho compartir este momento con vos.
—Un regalo sencillo —dijo Sveta al extenderle una funda de cuchillo que él tomó enseguida—, traída desde mi madre Rusia, ilegalmente por supuesto.
Él sacó el cuchillo de la funda, tenía una hoja hermosa y su peso era perfecto, la empuñadura parecía hecha para su mano, lo que la hacía cómoda, y su filo era letal. Sonrió ampliamente y miró a Sveta.
—Siempre quise un cuchillo ruso, gracias.
Serge le había llevado como obsequio un carísimo vino Cabernet, que el Loco no dudó en abrir para servirse un poco y darle también a Serge de probar. El Loco lo tomó del mentón con una sonrisa pícara y dijo:
—No necesitabas traerme nada.
—Antes de salir con Julio mi obsequio hubiese sido otro, el vino es una buena opción en este momento —dijo Serge con una sonrisa pícara.
—Una verdadera pena, tendré que imaginar...
Erica los miró de reojo y sorbió en silencio su cerveza, de malhumor. Solo Chris notó su molestia y comenzó a molestarla por ello, pero Erica lo ignoró para sacar la torta de la heladera, la cual acomodó en la mesa.
—De chocolate, que es lo que te gusta —dijo con su rostro serio al ver al Loco.
Él giró para verla con una sonrisa emocionada, pero no cantaron ninguna canción porque a él eso sí le molestaba, solo cortaron en porciones y la repartieron. El Loco cerró los ojos para saborear esa porción con una sonrisa y un leve sonido placentero.
No mucho después comenzaron a irse de a poco, el primero en irse fue Serge que debía regresar junto a Julio, luego le siguió Thamma, Chris se quedó un poco más para ayudar a Erica a poner orden en la casa, y solo luego de quitarle algo de peso de encima se fue. Sveta se quedaría esa noche a dormir, por ser realmente la amiga del Loco disfrutaría junto a él mucho más tiempo que el resto.
Lucas había sido el encargado de leerle un par de cuentos a Jack hasta hacerlo dormir, por lo que en el comedor solo quedaron Erica, el Loco y Sveta bebiendo cerveza.
—Gracias por esto, engel, no era necesario —le dijo él con una sonrisa.
—Para mí lo era, quería que tuvieras un cumpleaños real —dijo con una sonrisa dulce en el rostro, luego le extendió un paquetito—. No sé si te gustará, pero me tomé el atrevimiento, espero no te moleste, no tuve mucho tiempo para buscar algo mejor...
El Loco la miró algo sorprendido y comenzó a abrir el pequeño paquetito, encontrándose con un bonito relicario de plata, y al abrirlo sintió sus ojos llenarse de lágrimas. Dentro tenía en un lado la foto de sus padres besándole las mejillas cuando era pequeño, y del otro lado estaba Moira que lo abrazaba de atrás y le besaba una mejilla.
El Loco no dijo nada, solo dejó el relicario sobre la mesa y se alejó de ahí, dándole la espalda a Erica, que con tristeza lo siguió con la mirada, y cuando lo vio apoyarse en la puerta de entrada para mirar la noche fría, se acercó a él.
—Jack...
—Gracias, engel... —susurró él con un tono de voz alegre y triste a la vez—. Luego de mis padres los únicos que le daban importancia a mi nacimiento eran Moira y Omar. A veces... él me convencía de salir a tomar algo, y a veces prefería estar solo...
Sin darle tiempo a nada giró para abrazarla, la aferró con fuerza, hundiendo su nariz en el cabello de Erica que olía dulce, exquisito como toda ella. Le dio un beso allí y la aferró con más fuerza, y Erica respondió el abrazo sin dudar.
—Sos lo mejor que me pasó en la vida, engel —susurró en su oído con un sollozo y volvió a besarle el cabello—, mein Liebling...
Erica sintió sus mejillas encenderse, pero no respondió nada, no sabía qué decir, por eso solo aferró sus dedos a la espalda de él y apoyó el rostro sobre su corazón. Podía oír sus pálpitos acelerados en ese momento.
Estaban abrazados cuando se oyó una risotada seguida de un:
—¡Ah, no, yo también quiero!
Ambos dirigieron su mirada hacia allí, estaban Rata y Fosa en la vereda, por lo que el Loco fue a abrirles mientras que Erica regresaba a la mesa, junto a Lucas y Sveta. Allí se sirvió vino y prácticamente lo tomó de un trago, Lucas la miró con sorpresa pero terminó por reírse.
—Rubio —dijo Rata y lo despeinó con la mano—, dejé a alguien a cargo mientras tanto.
—Gracias, Chefcito.
—¡Kolzova! —dijo con ánimo al ver a Sveta pero ella puso la mano en medio.
—Sin besos, me gustan las mujeres.
—¿A vos también te vuelve loca, Babu? —preguntó Erica con sorpresa.
—Una vez intentó besarme y tuve que apuñalarlo —explicó Sveta y levantó un cuchillo—. Estoy armada, estás advertido.
—Y después Nahui me golpeó por acosar a su cliente —dijo Rata con una risotada.
Fosa saludó con respeto a Sveta, desde lejos, pero después la señaló con sus manos para ejemplificar al hablarle a Erica.
—Ella es un buen ejemplo de loca, Bombita, eficaz, fuerte, habilidosa y limpia —dijo con su rostro serio—, de ella tenés que aprender, porque sos un asco.
Sveta sirvió vino para Fosa, pues sabía que él era más de vinos que de cervezas, se entretuvieron hablando de trabajo en ruso, para no asustar a Lucas. Erica los miró con sorpresa porque Fosa parecía saber muchos más idiomas de lo que ella creía.
Rata le extendió al Loco dos obsequios, uno era un frasco con flores de marihuana, el otro un estuche con dagas cortas que le encantaron.
Cuando Erica los miró, Rata ya estaba armando un porro, por lo que ella los regañó para que fumaran fuera y no ahí en plena cocina, y comenzó a reírse al ver que Sveta salió con ellos para poder fumar y se llevó casi a rastras a Lucas. El único en no salir fue Fosa.
—¿Vos no vas? —le preguntó Erica y bebió un trago de vino.
—No soy fan de quedar idiotizado, no me gustan los estupefacientes.
—La vez pasada sí lo hiciste...
—Gretchen acababa de casarse, no fui invitado a la boda y Rata no dejaba de repetirlo en todo momento —dijo con un chasquido de lengua—, necesitaba idiotizarme para no matar a Rata. ¿Qué hay de vos, Bombita?
—Me da sueño.
Fosa sonrió y dio un sorbo a su vino, para después mirarla fijo de arriba hacia abajo, pues Erica llevaba un vestido en colores pasteles con flores, muy distinto a su vestimenta habitual.
Cuando ella se acercó para servirle un poco más de vino, él apoyó su mano en la cabeza de ella para darle una palmadita.
—Te ves bien así, Bombita.
—¿Seguro que no te drogaste? —preguntó ella con desconfianza y él comenzó a reírse por ello.
Un rato después el resto ingresó, continuaron bebiendo alcohol y bromeando por largo rato, pero Sveta fue a acostarse primero por estar ya cansada, luego le siguió Lucas, y unas horas después Fosa y Rata se habían ido.
Erica terminó de acomodar todo con la ayuda del Loco, pero antes de poder retirarse para quitarse el maquillaje y cambiarse de ropa, él la retuvo. La sostenía del rostro con cariño y la observaba fijo a los ojos grises. Con su pulgar rozó los labios de Erica, y ella sintió su corazón latir velozmente.
—Mein engel... —susurró al rozar con su pulgar los labios de Erica—, mein Liebling...
Erica tragó saliva al ver sus ojos que la miraban de esa forma, intensos, llenos de amor pero también de deseo, y sintió su corazón más acelerado.
—Gracias, Erica, que descanses bien.
Dijo él y rápidamente le dio la espalda para bajar las escaleras. Erica se quedó allí apoyada contra la mesada y debió llevar su mano hasta el pecho, para intentar controlar esos pálpitos.
Abajo se encontraba Sveta recostada en el sillón, mientras que el Loco caminaba de un lado a otro refregándose el rostro, para luego recostarse en la cama y cubrirse el rostro con los brazos.
—Sos muy ruidoso, alemán... —masculló Sveta y abrió un ojo para verlo.
—Carajo, es tan... tan... —hizo un gruñido extraño que la hizo reír—, ¡carajo!
Sveta se rió y le lanzó una almohada.
—Sí, lo mismo pensaba de Gin. Ahora duérmase, señor —dijo y volvió a reírse.
Sin embargo el Loco no pudo dormirse por un buen rato, seguía sintiendo su corazón acelerado, pero incluso así estaba feliz, porque ese había sido el mejor cumpleaños de su vida.
En Assassin, Aaron no podía moverse, parecía que la inyección que le dio Ruriko estaba surtiendo efecto. De a ratos veía a Ruriko ir y venir, pero a veces era como si no estuviera. Entonces comenzó a sentir un pánico inmenso, no sabía por qué pero tenía miedo y no parecía ser suyo.
«Debe ser la droga» murmuró en su mente.
Cerró los ojos por unos segundos, y cuando los abrió nuevamente le aterró lo que estaba allí, la pequeña Ruriko ya no estaba frente a él, al contrario, frente a él había un inmenso hombre castaño vestido de militar que lo observaba con odio, con una mirada llena de desprecio. Su pecho se agitó con pánico al verlo e intentó sacudirse, pero no podía moverse, el veneno en su sangre no se lo permitía.
—Es... ¡Estás muerto! —gritó—. Esto es un juego, es un maldito juego y no voy a caer...
—Ya caíste, hijo... —murmuró el hombre, sonriendo con malicia.
—No es cierto... ¡no es cierto! Es juego de esa china de mierda.
Por un instante pudo oír la histérica risa de Ruriko, pero su risa desapareció y vio de nuevo a su padre frente a él, que levantaba el puño y lo golpeaba en el vientre con fuerza, lo degradaba y llenaba de insultos como hacía cuando él era un niño.
—¡No le temo a tus sucios juegos, china de mierda! —gritó viendo a su padre ahí, esa alucinación que lo mareaba.
—¡¿Te autoricé a hablar?! —dijo la imagen de su padre y le dio un puñetazo en el vientre que le quitó el aire—. ¡¿Qué le hiciste ahora a tu madre, eh?!
—Maté a su puto perro, ¿te gusta, hijo de puta? —dijo Aaron con una sonrisa—. Esto no te va a funcionar, china de mierda.
Por minutos infinitos veía a su padre golpearlo, degradarlo, le decía las mismas palabras que cuando era un niño y lo martirizaba. Aaron volvió a sentir que estaba encerrado en ese placard sin poder salir, pero ya no le temía a su padre, y por ello se rió de los intentos de Ruriko por torturarlo psicológicamente.
Sintió en su espalda agujas clavándose una a una, las que ella tenía en el carrito de torturas, el dolor aumentaba mientras más agujas ella clavase, y mientras más dolor físico sentía, el miedo se acrecentaba más en él. Luego oyó una voz grave con una risotada, y al abrir los ojos pudo ver esa sonrisa siniestra.
—¿Qué pasa, pollito, tenés miedo?
La imagen del Loco estaba frente a él, bañado en sangre ajena y riendo de una forma perversa. Su corazón se aceleró tanto que Aaron sintió que moriría de un infarto viendo a su peor pesadilla delante, porque para empeorarlo, junto a él había un hombre prendido en llamas bañado en sangre mientras tocaba su violín.
El Loco se rió de esa forma que lo aterraba, con ese dramático violín en llamas que sonaba allí. No sabía qué era peor, si la risa del Loco o la de Nahuel. Y todo empeoró cuando junto a ellos comenzaron a dibujarse en el aire cuerpos y cuerpos colgantes de personas desangrándose de cabeza, y distinguió entre ellos a sus padres, a Erica, a Gretchen y en el medio a sí mismo.
—Es mentira... es mentira, es una ilusión... —murmuró jadeante de pánico.
Pero cuando las manos ensangrentadas de Nahuel se enredaron en su cuello para estrangularlo, y recibió un corte del cuchillo negro del Loco en el pecho, su alucinación le pareció demasiado real para ser falsa. Gritó lleno de dolor con lágrimas que comenzaban a caer de sus ojos.
—¡Ya basta! —chilló con sus ojos cerrados para intentar que las imágenes desaparecieran, pero el violín seguía sonando allí.
—Nein, nein, nein, la diversión recién empieza, freund...
—Ow, el inútil va a llorar, no es nuestra culpa que seas más débil que nosotros.
Lloraba lleno de pánico, con su cuerpo lacerado y lleno de dolor. Y para aumentar su pesar, la alucinación se multiplicó, todo había comenzado a girar, todo le daba vueltas, y las voces se distorsionaban haciéndolas monstruosas. Su padre, Nahuel y el Loco lo torturaban y lo azotaban. Aaron no podía hacer nada más que ver y gritar, su cuerpo no respondía, era como estar muerto. Solo podía rogar morir en ese instante para no sentir más dolor mientras que su piel era cortada poco a poco, y sus uñas eran arrancadas de raíz.
Ruriko se reía al verlo sufrir, al ver cómo con pánico era observada. El gas y la inyección hicieron efecto, el miedo lo dominaba, las alucinaciones lo atormentaban, y ella se divertía al golpearlo y producirle el mayor sufrimiento posible mientras que él veía a sus peores pesadillas hacerlo.
—Te dije que rogarás y llorarás, Sabatini-kun, pero esto recién empieza.
Dejo acá abajo lo que imagino que escuchaba Aaron en violín en ese momento:
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top