Capítulo N° 4

No olviden dejar su voto y comentario, y si les gusta síganme en Wattpad <3

Con cada sol ascendente parecía llegar una tortura implacable para Erica. Vivir en Mörder era un martirio, puesto que dormir parecía ser solo una utopía y pasar un día entero sin obtener hematomas nuevas era solo un sueño inalcanzable. Sus heridas causadas por Gretchen lograban que su cuerpo se hundiera en dolor, lo que –sumado los incontables ruidos del ambiente– no le permitían descansar correctamente, y el hecho de casi no alimentarse solo terminaba por perjudicarla más. Por eso, con lentitud, Erica se asomó por el comedor para asegurarse de que El Loco no se encontraba allí, había resistido el hambre cuanto pudo, así que sonrió con alivio al ver que tenía el camino libre de amenazas.

Ya con más tranquilidad tomó la bandeja con comida que le extendió el cocinero y se dirigió a una mesa alejada, donde comió y, aunque era horrible, degustó lo que le habían dado. El hambre le prohibía quejarse del sabor.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando sintió una mano apoyarse en su hombro de forma ruda, lo que la obligó a lanzar un chillido desesperado lleno de horror al pensar que podría ser El Loco y que, en realidad, no había podido zafarse de él, pero al oír la dulce risa de su hermana y ver su pequeño rostro redondeado terminó por resoplar.

—¡Perdón si te asusté! —bromeó Celeste.

—No pasa nada, pensé que...

—¿Que era El Loco?

—Sí... Ese hombre me da pavor.

—«Pavor, ulalá, señor francés» —bromeó Celeste pero Erica le dirigió una mirada fría.

—¿Sos consciente de que ese chiste es estúpido siendo que nuestra familia es francesa?

—Ay, Eri, Mörder te está quitando el humor, antes te encantaba que citara a Los Simpsons en cada oportunidad. —Se quejó su hermana con fastidio y se sentó frente a ella, luego señaló a una muchacha que imitó su actuar—. Ah, por cierto, ella es Thamma, una amiga en los novatos.

—¿Thamma, de Tama...? —Quiso preguntar Erica pero el puño de la muchacha quedó frente a su rostro.

—¡Me decís Tamara y te rompo la cara! ¡Soy Thamma! ¡THAMMA! —Frunció el ceño con odio, lo que hacía resaltar los piercings en sus labios y en las cejas.

—Bueno, perdón, ¡me gusta tu pelo! —Soltó Erica con una risita nerviosa.

Era un mal intento de alegrar el ambiente que tensó, pero para su suerte esa técnica anticuada había funcionado. Thamma le devolvió la sonrisa y llevó su mano hacia el corto cabello teñido de rubio que se encontraba rapado a un lado.

—Thamma conoce al Loco... —murmuró Cele en el oído de su hermana.

—¡¿Y qué me importa?! ¡Ah! ¡Hiciste que me dieran escalofríos de solo recordarlo!

—Dah, ¡creo que es obvio! ¡Puede servirte las cosas que sé! —Thamma hizo una expresión rara con el rostro, haciéndolas reír y, luego de la risa, Erica terminó por asentir, aceptando su consejo—. Bien, El Loco es de familia alemana...

—No me di cuenta, ¡se la pasa hablando en alemán!

—¡Dejame terminar, mierda! —La amenazó con el dedo índice lleno de anillos, con su larguísima uña pintada de negro—. Cada domingo se va de acá a no sé dónde, ni Gretchen lo sabe, pero se va... Ese día estarías libre de acoso, aunque seguramente ya habrás notado que en este tiempo no se te acercó los domingos. Los lunes se dedica a entrenar, se encierra todo el día escuchando su música. Y lo más importante... le gustan las mujeres difíciles así que sería bueno que te entregaras así pierde interés en vos.

—O sea, me estás pidiendo que vaya y me le tire encima a un tipo que me causa más miedo que ver al diablo mismo, claro, seguro, ¡es un gran plan! —gruñó Erica con fastidio.

—Nena, ¡puede ser útil! No quiere decir que tengas que acostarte con él, pero quizá sonreírle en vez de alejarte, saludarlo en vez de correr, o acariciarle el pecho en vez de empujarlo... —Thamma guiñó un ojo y se rio—. Hace un tiempo solía estar tras mi hermana, ella actuó así y él perdió el interés.

—¿No le costó fingir eso? —preguntó Cele con curiosidad.

—No, ¡porque en verdad le gustaba! —Al oírla, ambas chicas pusieron un rostro lleno de repulsión, Thamma entonces las analizó a ambas y levantó una ceja, las observaba con extrañeza—. Todo bien, chicas, pero seamos sinceras, El Loco es el hombre más sexy que vi en mi vida. Además, escuché unos rumores sobre él... —Se encorvó sobre la mesa y murmuró—, escuché por ahí que viene muy bien dotado...

Erica se cubrió los oídos para no escuchar más, mientras que Cele y Thamma comenzaron a reír a carcajadas y chocar sus manos con complicidad. Según lo que Erica observaba, era todo una broma de su hermana. Ella parecía sentirse cómoda en el lugar, incluso había formado una amistad muy fuerte con otra novata, y juntas parecían estar uniéndose solo para molestarla a ella un rato.

Erica extrañaba a su hermana, no solo porque la veía poco, sino porque notaba que ella estaba cambiando, que ese tiempo en Mörder la estaba alejando mucho más de ella. Por ese motivo no quiso seguir allí, terminó de cenar y se despidió de su hermana y de Thamma, para luego regresar a su habitación y poder descansar...

Se retorcía en su cama con el sudor recorriendo su rostro, se enredaba en las sábanas hasta que, con un grito, despertó de una horrible pesadilla donde quedaba atrapada en un incendio, en uno donde El Loco la acorralaba e intimidaba. Su corazón se encontraba tan acelerado que se vio obligada a llevar su mano hacia el pecho, como una forma vana de detener un poco aquellos palpitares intensos.

Con un temblar de manos guio sus dedos hacia su cabello, grasoso en ese momento por el sudor. Lluego los dirigió hacia sus mejillas y se palmeó para poder despabilarse, necesitaba darse cuenta que la pesadilla había acabado. Casi al instante respiró hondo repetidas veces para poder relajarse aún más. Pero, debido a sus gritos dormida, los insultos de sus compañeros no se hicieron desear y comenzaron a hacer eco en el lugar, junto a muestras de desprecio e incluso comenzaron a arrojarle cosas. Salvo por uno de ellos, Chris, quien dormía junto a su cama y desde allí la observaba con algo de pereza.

—¿Estás bien? —le preguntó él con un bostezo.

—Sí, solo fue una pesadilla...

—¿Estás muy asustada?

—Bastante...

Los gritos comenzaron a aumentar por su pequeña conversación, pero Chris no dudó en erguirse un poco, tomar la linterna que se encontraba sobre su mesa de noche y arrojársela al muchacho que le gritó. Luego de eso los gritos habían cesado, y Erica no podía comprender por qué, siendo solo un obligado con un año en Mörder, era tan temido o respetado.

—¿Sabés lo que me hace bien cuando tengo miedo? —preguntó Chris al tomar con pereza una de sus botas a cordones.

—¿Fumarte un atado de cigarros entero? —bromeó Erica y con eso llegó una pequeña sonrisa por parte de su nuevo compañero.

—También, pero iba decir caminar.

Erica rio, comprendiendo la indirecta, así que luego de estirarse un poco comenzó a imitar el accionar de Chris. Se colocó unas zapatillas cómodas y, tal cual estaba vestida –con solo una camiseta blanca y un short de jogging– se puso de pie para poder dirigirse hacia el exterior, o al menos hacia donde su nuevo casi amigo la guiara. Aprovechó el camino para poder observarlo, Chris caminaba con una mano en un bolsillo de forma confiada, no miraba mucho su alrededor como ella sí hacía, estaba tranquilo allí, incluso cómodo. De ese ángulo podía ver la forma de su nariz aguileña, sus ojos de mirada fría y triste y sus labios siempre apretados.

El calor era insoportable por el acercamiento del verano, lo que obligaba a ambos a secar su sudor constantemente. En el camino, Chris le había dicho a Erica que sufrir ese calor era un castigo de Gretchen por mala conducta, hasta que no se comportaran todos de forma correcta no encenderían el aire acondicionado, sin embargo él le explicó también que, según rumores que había oído, eso era parte de un entrenamiento secreto para acostumbrarse a distintas situaciones. Supuestamente aquel que soportaba esos cambios sin quejarse o actuar normal, conseguía una bonificación, pero nadie sabía si era una realidad o solo un mito dentro de las instalaciones.

Chris era el único hombre en el que Erica confiaba en un nivel mínimo, puesto que no sabía mucho de él y estaba segura de que, llegado el momento de enfrentarse el uno con el otro, él no dudaría en matarla. Pero aun así le agradaba bastante, era un muchacho de pocas palabras pero cada una de ellas, aunque con mucha negatividad, siempre era fundamental. Él siempre se preocupaba por ella si la notaba seria o triste, como en aquella noche ante la pesadilla.

Erica se apoyó en una ventana al final del pasillo luego de abrirla de par en par para poder sentir esa suave brisa en su rostro, y con ello el sonido del exterior comenzó a llegar. Había movimiento en la calle, autos se oían pasar, pero no eran los suficientes producto de la madrugada. Suspiró al ver la luna en cuarto menguante rodeada de oscuridad y pequeñas pintas de luz que titilaban a lo lejos. Sonrió, ver la luna la tranquilizaba bastante, al menos hasta que oyó el sonido del encendedor de Chris, dispuesto a fumar.

—¿Algún día vas a dejar de fumar compulsivamente? —dijo ella en voz baja, puesto que no deseaba que oídos curiosos se concentraran en ellos.

—No. —Sonrió y sopló el humo de su cigarrillo con los ojos cerrados, disfrutando del momento, la tranquilidad y el aire fresco. Luego se colocó de espaldas a la ventana con un brazo apoyado de forma vaga sobre el marco y giró su cabeza hacia Erica—. ¿Cómo es que llegaste a estar acá? Por lo poco que te conozco sos una chica alegre y llena de vida, ¡nada que ver a todos estos infelices que nos rodean! Y aunque las apariencias engañan, dudo mucho que la tuya lo haga.

—Bueno, me metí con las personas equivocadas, «matar o morir», ¿qué debía elegir...? —admitió con suspiro triste—. Fue culpa de mi curiosidad y de ser una perra vengativa, pero... es extraño, es que hay algo en todo esto que llama mi atención y no sé por qué.

—Culpa de las películas, te hacen creer que una vida de emoción es deseable, cuando es lo contrario —Chris chasqueó la lengua y volvió a colocar el cigarrillo entre sus labios—. Yo no me arrepiento de mi elección, elegí matar. Ese es mi camino, el que yo construí.

—¿Por qué? ¿No te duele lo que te obligan a hacer? No somos asesinos, somos personas normales que están obligadas a hacer esta... Esto.

—¿Querés saber por qué? —Dirigió sus ojos café hacia los grises de Erica, los clavó con cierta desconfianza, trataba de ver si podía confiar en ella pero al verla, más allá de curiosidad, podía notar algo de pena e inocencia. Terminó por suspirar y volvió a darle una pitada a su cigarrillo—. Alguien había contratado a un profesional para matar a mi hermano mayor, mi único hermano. No sé quién fue, debía odiarlo mucho... —Por unos segundos se mantuvo en silencio y Erica no acotó nada, le estaba dando su tiempo a hablar—. Investigué al respecto, la gente que matamos en Mörder puede ser por orden del gobierno o por contrato externo. La gente que muere en nuestras manos suele ser nociva para la sociedad, más que la gente de Mörder, pero... mi hermano era una buena persona. Era un tipo increíble, de esos que no vas a encontrar en cien años. Era ecologista, hacía donaciones de caridad... Incluso había empezado un proyecto de reinserción de convictos a la sociedad, estaba fundando una empresa de trabajo para ayudarles, pero... lo asesinaron, ¿entendés? Por ser buena persona. —Nuevamente dirigió sus ojos hacia Erica—. Y justo en el momento en que dispararon yo entré. Lo vi morir, vi a ese profesional asesinándolo, lo vi en acción. Estaba tan furioso que lo ataqué sin pensar, lo golpeé con fuerza una y otra vez, pero no cayó al suelo. Peleamos el uno contra el otro, yo no soy fácil de derrotar, vengo de un barrio peligroso donde si no sabés defenderte no sobrevivís mucho tiempo.

—¿Ahí te dijeron el lema de los obligados? —se animó Erica a preguntar.

—Cuando estaba a punto de golpearlo otra vez un hombre colocó un cañón de pistola en mi cabeza, me obligó a soltarlo y me llevaron hacia un auto donde se encontraba...

—¿Gretchen?

—El Loco —suspiró—. Quienes tienen el poder de llevar nuevos asesinos son los herederos: Gretchen, Julio y Héctor, pero le dieron un poder al Loco y a Sabatini, ellos pueden nombrar nuevos asesinos. Fue el Loco quien me dijo el lema. —Arrojó el cigarrillo por la ventana y se irguió, moviéndose de su lugar para poder quedar frente a Erica. Fue así que acercó su rostro al de ella y entre dientes agregó—: Recordé a mi hermano muerto en el suelo, lleno de agujeros y elegí matar, no tenía nada que perder, pude haber elegido morir, me ahorraba sufrimiento, pero no. Elegí matar para estar acá, volver a verlos, aprender...

—Y vengarte.

—Exacto. Pienso hacer eso. Llevo un año acá, aprendí muchas cosas pero no las suficientes, necesito ascender para poder acercarme más a él y ejercer mi plan.

—¿Quién fue? —preguntó Erica, pero Chris clavó en ella una mirada dura y colocó su dedo índice sobre los labios finos de ella.

—No te lo voy a decir, te conté esto, hasta ahí llega mi confianza. Vos no oíste nada, porque mientras te quedes callada seguiré cuidándote la espalda. Entre obligados hay que ayudarnos, porque si te dejo sola acabarás muerta en poco tiempo. —Al ver que Erica le dirigió una mirada asustada decidió sonreírle un poco—. Tranquila, no soy como los tipos de este lugar, no estoy interesado en hacerte algo. ¿Estamos claros? Solo quiero que entiendas que soy yo quien te cuida la espalda y que si le decís a Gretchen, al Loco o a Sabatini sobre por qué estoy en realidad en Mörder, bueno... Simplemente me haré a un lado y dejaré de cuidarte.

—Me pedís que me tranquilice pero me estás amenazando... —susurró ella—. Creí que éramos amigos.

—No te confundas, nadie en Mörder será jamás tu amigo. Nadie en Mörder es amigo de nadie, lo que somos es compañeros y no de habitación, somos dos personas que se necesitan, y nos conviene seguir necesitándonos. ¿No es cierto?

Chris se alejó un poco y luego se refregó un poco la sien.

—Lo siento, es la costumbre a este lugar, te va quitando un poco la humanidad. No quería asustarte...

—Está bien, supongo que deberé acostumbrarme —Erica intentó reír un poco al encogerse de hombros, pero ciertamente estaba algo asustada.

—Bueno, viendo que estás despabilada y que ahora ya no estás asustada por tu pesadilla, me iré a descansar.

—Que descanses, y perdoná que te haya despertado otra vez.

—Sí, lo que digas, ¡pero dejá de joder! ¡Ya dejá de gritar dormida, la puta madre!

Chris le dio una pequeña palmada en el hombro con una risita para luego alejarse de allí, con Erica siguiéndolo con la mirada. Él le parecía un muchacho extraño, pero no le infundía miedo en realidad, sino alguna clase de respeto. Era el obligado que más misiones había tenido, a quien Gretchen había comenzado a tomarle afecto, lo suficiente como para querer hacerlo ascender, y quizá por eso, quizá porque era un buen asesino, era que Erica no sabía si alejarse de él o acercarse incluso más. Después de todo Chris tenía razón, se necesitaban mutuamente. Chris necesitaba descargarse con alguien o explotaría, y Erica necesitaba poder caminar con alguien sin miedo a que este la atacara.

Debido a que se encontraba despabilada por completo decidió ir al gimnasio, era probable que nadie se encontrara allí como también era probable que se encontrara el Loco, ese hombre era tan impredecible como imposible de evitar.

Caminó todo el trayecto con sumo cuidado, trataba de oír a su alrededor, de predecir lo que podría suceder, pero al entrar en el gimnasio solo pudo suspirar y comenzar a reír con alivio. El lugar estaba vacío, por lo que no dudó ni un segundo en dirigirse con rapidez hacia un bolsa de boxeo. Comenzó a elongar los músculos de sus brazos y piernas para no herirse al entrenar, y cuando sintió que comenzaba a entrar en calor trató de imitar lo que Sabatini, en ese momento su actual maestro, le había enseñado. Si fuera encontrada paseando por los pasillos recibiría un fuerte castigo, pero si alguien la llegara a encontrar entrenando era más probable recibir una palmada y una sonrisa que un castigo.

Erica golpeaba la bolsa y en su mente no podía omitir el rostro de Gretchen y su voz dura al darle órdenes. Había aprendido que la industria de la moda solo era una tapadera, y seguramente los hermanos de ella actuarían de igual forma con sus restaurantes y cadenas de bares o bailantas.

«¿Acaso nunca sonríe esa mujer? Quizá le pasó algo, ¿quién sabe? Quizá alguna vez sonrió y fue feliz, quizá incluso amó...». Pensó.

Tan compenetrada estaba en imitar los movimientos de su maestro que no notó que alguien se colocaba a su lado hasta que este hizo un sonido. Eso la sobresaltó y de inmediato se colocó en una posición ofensiva, temerosa de que se tratara otra vez del Loco.

—¿Te asusté, princesa? —dijo Sabatini con una sonrisa de lado—. ¿Esa es un intento barato de posición de defensa o un mal intento de posición de ataque?

—Sigo tus enseñanzas, si son malas es porque he tenido un mal maestro.

—¿Qué hace su majestad entrenando en este lugar de plebeyos? —bromeó él y luego la tomó de las muñecas, la manejaba como si se tratara de una muñeca con una facilidad que a ella le sorprendió—. Esta es una verdadera posición de defensa.

—En realidad quería atacar...

—Entonces estás aprendiendo realmente mal, mis disculpas, no te he prestado la suficiente atención. —Sabatini comenzó a reír y luego se refregó la nuca mientras aclaraba su garganta—. Lo siento, acabo de llegar de una misión y pensé que sería buena idea descargar mi ira en esta bolsa. —La tomó entre sus manos para dejarla fija y que Erica pudiera golpearla con confianza.

—Bien, ¿por qué esa cara? Sos un profesional, ¡te pagan por eso! —dijo ella sin prestarle mucha atención mientras lanzaba dos puñetazos a la bolsa.

—Soy un obligado en realidad...

Erica dejó de golpear la bolsa y dirigió sus ojos a los de él avellana, estaba anonadada, él era de los mejores allí, respetado y temido y, según tenía entendido, incluso muy querido por Gretchen.

—Ascendí pero empecé como un obligado, no significa que me agrade lo que hago, pero... es lo único que sé hacer, princesa.

—Pero creí que vos... ¿Qué te pasó? —Quiso evitarlo pero le fue imposible, terminó por dirigirle una mirada llena de pena.

Él metió las manos en sus bolsillos y mordió sus labios mientras caminaba de un lado a otro, como si buscara pensar, al menos hasta que giró hacia ella y la miró por unos instantes, fijo.

—¿Te gusta la luna?

—Bastante.

—Bien, ¡porque el encierro me enferma!

Erica lo siguió, observaba la forma en que Sabatini caminaba serio y firme, con las manos en los bolsillos, y al verlo de atrás pudo ver un tatuaje sobresalir por su nuca, parecía un tribal que se enredaba hasta poco cerca de la oreja. Comenzó a pensar que quizá Sabatini era como Chris, quizá se había visto obligado a llevar esa vida y, aunque no lo buscara, había comenzado a ser respetado y adorado en el lugar. Quizá era como ella, otra alma perturbada que necesitaba ayuda.

Antes de llegar a un patio trasero –donde Gretchen solía obligar a los nuevos a entrenar al aire libre– Erica se detuvo, era consciente que salir de las instalaciones estaba prohibido, pero Sabatini le pidió que confiara en él y, aunque algo dudosa, Erica terminó por confiar. Lo siguió hasta que este se sentó apoyado contra la pared mientras observaba la oscuridad de la noche y la luna en cuarto menguante. Ella se ubicó a su lado y lo observó de perfil, estaba dispuesta a oír su historia como lo había hecho con Chris.

—Princesa, ¿sabés lo que es el dolor?

—Todos lo sabemos.

—Es extraño, no te conozco, pero... me inspirás cierta confianza, no suelo hablar de mi vida con nadie y... no sé por qué siento que con vos puedo hacerlo —Giró hacia ella y esbozó una leve sonrisa, algo triste—. Quizá sea porque no estás tan manchada con la sangre, sos pura aún, tu alma no está del todo podrida... Quizá tu alma pura limpie e ilumine la mía, no lo sé.

—Pero... ¿qué te pasó?

—Mis padres... ellos me golpeaban, ¿sabés? Porque decían que era un mal hijo y esas cosas, porque no me adaptaba a la escuela y no tenía muchos amigos, todos decían que yo era extraño, que era alguna clase de monstruo. Mi papá era militar, mi madre una diputada o senadora, no lo recuerdo ya —resopló y refregó su nuca con cierto nerviosismo—. Alguien contrató asesinos para que los mataran y... Bueno, los mataron lenta y dolorosamente. Recuerdo que yo estaba arriba en mi cuarto y al oír gritos bajé, yo tenía apenas diez años y lo vi asesinar a mis padres de esa forma tan... ¡tan macabra! Ese imbécil estaba violando a mi madre mientras la torturaba... —gruñó entre dientes y apretó sus nudillos—. Yo... a pesar de lo que me hacían los amaba, los sigo amando y... grité pidiendo ayuda, estaba asustado, y ese tipo se puso frente a mí, me levantó del cabello sacudiéndome en el aire mientras me ordenaba que no grite. Rogué por mi vida, era un niño, no quería morir... —Hizo una pausa donde Erica lo lo miró con pena hasta decidirse a apoyar su mano con suavidad en la de él, y Sabatini no la hizo a un lado, la dejó hacer, al menos hasta que decidió encenderse un cigarrillo como forma de relajarse—. Bueno, había una mujer ahí, Gretchen, ella le ordenó soltarme y me dijo el lema, yo no sabía qué hacer... y... y solo era un niño, quería vivir. Cada día de mi vida pienso en esa noche, ¡en la maldita respuesta que di!

—Te entiendo, lo siento tanto, Sabatini, en serio. Te juzgué muy mal. —Erica volvió a colocar su mano sobre la de él y este la apretó un poco, con suavidad, para luego girar a verla y dirigirle una sonrisa.

—Aaron.

—¿Qué?

—Mi nombre es Aaron, Erica.

—Aaron, lo voy a recordar —sonrió con alegría, intentaba reconfortarlo un poco con ello.

Aaron la miró en silencio, la luna se reflejaba en sus ojos grises lo que los hacía brillar aún más. Ella le parecía muy pura e inocente, quizá no como la inocencia de un niño, pero sí como la inocencia que podría tener un nuevo en el lugar, uno que no deseaba seguir manchándose las manos con sangre.

—Mejoraste mucho en una semana.

—Gracias, ¡enseñás bien!

—Bueno, antes dijiste lo contrario —bromeó él y luego se rio—. Tenés habilidad, tus reflejos son muy interesantes... —La observó fijo por unos instantes mientras soplaba el humo de su cigarrillo—. No somos tan diferentes, princesa.

—¡No me gusta que me digan princesa! Me llamo Erica —escupió ella con odio.

—Pero me gusta decirte princesa...

—¡Pero a mí no! —se quejó otra vez con furia—. No soy una princesa y no soy tan delicada e inocente como creen, ya dejen de molestarme de esa forma.

—¿Segura que no?

Con una sonrisa pícara la tomó del mentón para poder observarla bien, pero esa cercanía la hizo sentir incómoda e incluso sus mejillas se encendieron un poco. Erica terminó por darle un golpe en la mano y hacerlo a un lado.

—No, no me gusta en lo absoluto. Me parece despreciable que se burlen de mí por ser... ¡por no ser una asesina como el resto!

—Bueno, sos una asesina como el resto, ya tuviste un par de misiones, simplemente no sos cruel como ellos, lo cual es diferente. —Al oír el chasqueo de lengua de ella sonrió un poco—. ¿Y si yo te llamaba princesa por otro motivo...?

—Sí, seguro —se rio con ironía.

—Está bien, como quieras, no pienso humillarme a mí mismo dando explicaciones —Volvió a reír él y apagó su cigarrillo en el suelo, para luego lanzarlo lejos—. ¿Qué vas a hacer para navidad?

Erica lo miró con cierta confusión, por ese motivo él suspiró y continuó hablando:

—Gretchen nos da diez días libres, del veinte al treinta de diciembre, para que al menos pasemos una fiesta con la familia. ¿Qué vas a hacer?

—¡Lo voy a pasar con mis padres entonces! Los extraño demasiado —admitió con un deje de tristeza.

—Genial... —Aaron corrió la mirada y suspiró, pero Erica se removió un poco en su lugar con un pequeño quejido de vergüenza—. ¡No te preocupes! No pasa nada, yo siempre paso la navidad acá, o salgo a caminar por ahí sin rumbo alguno.

—Lo siento...

—Tranquila, en serio estoy bien.

Ambos se quedaron en silencio solo observando la noche, oían el sonido de las respiraciones o suspiros del otro. Cada tanto se miraban de reojo sin que el otro se diera cuenta. Erica sonreía, porque aunque lo negara cuanto quisiera él le gustaba, le gustaba bastante. Le parecía un engreído y era consciente de que se trataba de un mujeriego, incluso a veces la trataba con demasiada frialdad, pero también tenía sus momentos amables y dulces. Aaron Sabatini solía ser muy duro en los entrenamientos, pero luego le regalaba una sonrisa y sanaba sus heridas si era necesario. Él incluso había intercedido por ella en varias ocasiones.

—¿Puedo preguntarte algo? —Lo miró fijo cuando él asintió—. El que mató a tus padres, ¿sigue con vida?

Aaron suspiró e hizo tamborilear sus dedos en su pierna, luego apoyó la cabeza en la pared y cerró los ojos, recordando la situación, la muerte de sus padres y el asesino ahí, frente a él. Erica se sintió culpable por llevarlo a aquellos recuerdos tristes, por lo que se mordió los labios con vergüenza, no quería hacerlo sentir mal, aunque en cierta forma le interesaba saber qué había sucedido, o quién lo había hecho.

—Sigue con vida —dijo con un leve suspiro—. Confío en vos, princesa, así que te diré quién fue, es alguien que conocés perfectamente bien. En ese momento él tendría diecisiete años y tenía el cabello más largo, en esa época no se lo cortaba así...

—No, no me digas que fue...

—El Loco, sí —gruñó con asco—. Se reía como un enfermo psicótico al cortar a mis padres con sus cuchillos, bañado en rojo. ¡El muy hijo de puta lamía la sangre de mi madre con una sonrisa estúpida en el rostro mientras la violaba!

—Lo siento, no debí preguntar, en serio lo siento.

—Erica —Aaron giró enseguida hacia ella y la tomó de los hombros con algo de rudeza—. El Loco es demasiado peligroso, demasiado. No permitas que te haga daño. A él le gusta violar mujeres que considera indefensas o débiles, las tortura y luego las asesina. Incluso muchos dicen que no tiene piedad por los niños, que no le importa si son pequeñas niñas, él lo hace por puro placer. Está loco, enfermo, ¡desquiciado! Es demasiado peligroso, si supieras las cosas que hizo le temerías...

—Ya le temo.

—Bueno, le temerías aún más.

—Lo odio, y con esto que me decís ¡lo odio aún más! —escupió Erica con asco.

Aaron la soltó y se puso de pie extendiéndole la mano para así poder regresar al interior de las instalaciones antes de que Gretchen pudiera descubrirlos fuera del lugar.

Aaron se dedicó a observarla mientras caminaban uno al lado del otro, y con una ceja levantada apreció el largo de las blancas y fuertes piernas de Erica, entonces, con una clara doble intención, le abrió la puerta para que pudiera pasar, solo para poder mirarla caminar delante suyo y mirar, sin pudor alguno, sus glúteos apretados en ese short. Solo que su plan se ve frustrado en el instante en que Erica lo golpeó y se dio a la fuga al correr por el pasillo, consciente de lo que él pensaba hacer. Él solo pudo reír y correr tras ella, omitían las parejas que podían verse en las habitaciones teniendo relaciones sexuales. Gracias a la falta de puertas era que esas situaciones se habían vuelto comunes. Toda clase de parejas se podían llegar a cruzar, y entre esas muchas parejas pudieron ver en especial al Loco con una chica, lo hacía como un animal con ella ubicada en cuatro. Erica no pudo evitar correr el rostro con asco y siguió su camino sin dudar, sin embargo Aaron levantó una ceja al verlo y asintió con aprobación.

Cuando llegó hasta Erica la encontró viendo el panel de objetivos, donde los altos mandos mostraban públicamente los horarios y misiones de cada asesino contratado.

—¿Qué pasa, te dieron un objetivo? —le preguntó al detenerse junto a ella.

—No, solo me compadezco de la pobre persona que morirá mañana. —Señaló el apodo del Loco en el panel.

—¡Qué hijo de puta! ¡¿Por qué le dan tantos objetivos?! —se quejó él con molestia.

—Debe ser bueno matando...

—Es el mejor después de Gretchen... —admitió Aaron con un suspiro y tomó de su bolsillo su paquete de cigarrillos, decidido a encender otro—, porque es un sádico al igual que ella, ambos amantes de la sangre y el dolor.

—Iba a decir que les falta atención, pero creo que no puedo decir eso del Loco... —acotó Erica con un gesto de repulsión.

—Dale un punto a favor, al menos parece que también es bueno en eso —bromeó.

—¿Solo el Loco y Gretchen son los mejores? ¿Nadie pudo superarlos nunca? —preguntó Erica con curiosidad.

—Hubo un profesional al que antes le daban más misiones que al Loco, era tan bueno que se rumoreaba que Gretchen le dejaría Mörder a él —dijo Aaron con un suspiro—. Pero nunca regresó de una misión y lo encontraron muerto.

—¿Lo mataron? —Erica se mostró realmente sorprendida por aquella información—. ¿Pudieron matar a alguien tan bueno como el Loco y Gretchen?

—Nadie es inmortal, princesa —respondió él con una sonrisa de lado—. Ni siquiera el Loco.

Erica se quedó en silencio por unos instantes, observaba ese panel con el nombre del Loco para una misión. Nadie era realmente inmortal, ni siquiera ese monstruo. Sin siquiera pensarlo terminó por suspirar con alivio.

—¿Querés saber quién es el «afortunado»? —dijo Aaron al señalar el panel.

—Pero... ¿cómo?

—Esto está prohibido, pero... ¡nadie debe saberlo!

La tomó de la mano y la obligó a correr hasta la oficina de Gretchen, donde Aaron colocó sin dudar unos códigos en el panel de seguridad junto a la puerta y, luego de un pequeño pitido, ingresó con Erica detrás, quien miró todo a su alrededor. Aaron entonces se acercó al archivero y de allí toma un libro negro, se apoyó con pereza en el escritorio y comenzó a pasar las páginas hasta llegar a la fecha del día siguiente. Dejó resbalar su dedo con pereza por los nombres hasta llegar al Loco, eso lo guio hacia un número y así pudo teclear en la computadora frente a ellos. Luego de hackear el sistema de seguridad de Gretchen pudo abrir el archivo de la víctima.

—¡Y el afortunado es...! Ah, no, es una chica. Bueno, ya no tengo chistes —dijo Aaron con un extraño gesto, sin notar que el rostro de Erica comenzaba a transformarse en puro horror.

—No puede ser...

Sus piernas perdieron algo de fuerza, por ese motivo casi estuvo a punto de caer. Se vio obligada a sujetarse de un archivero que se tambaleó un poco por su rudeza. Sus ojos no tardaron en llenarse de lágrimas, pero Aaron se acercó a ella y la tomó del rostro con delicadeza.

—¿Estás bien? ¿Qué te pasa?

—Ella... ella es mi amiga... —Una a una sus lágrimas comenzaron a caer—. ¿Qué hizo? ¿Por qué el Loco debe matarla?

Auch, eso debe doler. Mirá, quizá ella estaba en algo raro y había alguien que quería, no sé, sacarla del camino, o deshacerse de ella... A veces se suele contratar asesinos para eliminar testigos, ya sabés, o quizá es un castigo de Gretchen.

—¡Pero es una buena persona! No andaba en nada raro, ¡es una chica que colecciona tarjetitas de ositos, por Dios!

—Tranquila. Bueno, creo que es estúpido que te pida eso, pero... no quiero que llores.

—Esperá... —Erica lo hizo a un lado y se quedó pensativa unos instantes, una idea acababa de llegar a su mente—. Ella no estaba en nada raro, pero... su novio sí, su novio vendía droga y si mal no recuerdo ni siquiera era suya. Los rumores dicen que se la robó a un traficante para el que trabajaba... ella no lo sabía, bueno, yo se lo dije pero no quiso creerme.

—Entonces, esto es un ataque hacia él. Encima con el Loco y sabés lo que él va a hacer...

—¡Tengo que avisarle! —chilló y quiso correr hacia el teléfono.

—¡No podés hacer eso! ¡Si Gretchen se entera te va a matar!

—¡No puedo dejar que ese enfermo la toque! Sabatini, es mi amiga, ¿qué harías en mi lugar...?

—No sé, no tengo amigos —admitió al encogerse de hombros, luego suspiró y con delicadeza comenzó a secarle las lágrimas—. Pero supongo que haría lo mismo. ¿Cómo pensás avisarle?

—No sé, ¿no hay manera de comunicarme con ella?

—¿Sin que te descubran? No, no la hay. —Aaron comenzó a caminar de un lado a otro, pensativo, luego se detuvo unos instantes para poder observarla—. Tendrías que hablar con ella personalmente, sola no llegarías ni a la esquina antes de que te descubran, ¡sin ofender! Así que... yo te voy a ayudar...

—¡No! ¡Si Gretchen sabe que estuviste involucrado te va a...! —chilló pero él colocó su dedo índice en los labios de ella, con suavidad.

—No me importa, además ella me tiene cariño.

—Pero... ¿por qué? ¿Por qué te importa mi amiga?

—No me importa ella, me importa lo que podría sucederte si no te ayudo.

Erica sonrió y asintió, esperanzada, a sabiendas de que él era un profesional muy respetado en el lugar, alguien que competía directamente con el Loci y sabía cómo moverse con cautela, además era una buena manera de aprender de él, su maestro. Aaron entonces la sujetó de la mano y la incitó a correr hacia el estacionamiento, donde él comenzó a empujar una motocicleta hasta la calle, para no hacer ruido alguno, y una vez se alejaron unos metros del edificio la hizo subir y comenzaron a andar a gran velocidad.

En su mente Erica solo podía pensar en aquella amiga y en lo que se había metido, porque estaba dispuesta a todo para salvarla y eso era algo que Gretchen nunca podría cambiar en ella.

Espero les guste, los espero en mis redes sociales para conversar y hacer teorías locas <3
Los quiero mucho.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top