Capítulo N° 35

—¡Ica, Ica!

Erica abrió los ojos y la primera imagen que tuvo fue esa regordeta carita de cachetes rosados con bonitos ojos azules y una enorme sonrisa.

—¡Ica! —dijo Jack con alegría al verla despierta.

Erica se sentó en menos de un segundo y lo abrazó con cariño, hundiendo su nariz en las bonitas ondas rubio claro. Sintió el fuerte deseo de llorar, pero resistió el impulso para poder llenar de besos las mejillas del pequeño, quien se reía por las cosquillas que le producía.

—Amo Ica —dijo Jack y apoyó su cabeza en el pecho de ella para poder acurrucarse allí—. Ica no va.

—Ica no se va a ir nunca más, Jackie, nunca —le susurró ella y le dio un beso en la coronilla de la cabeza—, Ica también te ama mucho.

Se mantuvieron así por un rato, luego Erica le cambió el pañal y lo vistió con mucho cariño, se vistió ella también con un bonito jean ajustado y un sencillo top lila. Después de estar ya vestidos salieron para ir juntos al baño, donde le lavó la cara y los dientes, luego lo dejó salir de allí para poder higienizarse ella con tranquilidad.

Al verse al espejo descubrió que sus párpados estaban inflamados, le ardían un poco aún, así que maquillarse no era una opción. Solo recogió su cabello en una colita alta para poder ir a la cocina a preparar el desayuno. Descubrió que el Loco no se encontraba por allí, así que mientras preparaba la cafetera y la leche de Jack, encendió la televisión para que él pudiera ver sus dibujitos animados mientras que ella bajaba las escaleras para ver a Lucas.

Oyó la voz del Loco allí, por lo que Erica se detuvo en las escaleras para escucharlo, estaba hablando con Lucas.

—No me gusta el encierro... —había dicho Lucas.

—Lo entiendo, pero este lugar es lo que puedo ofrecerte en este momento.

—Es como estar ahí de nuevo...

—Puedo ayudarte a subir cuando quieras, pero para descansar tendrás que volver acá, podemos acomodarlo a tu gusto —decía el Loco con suavidad—. Tal vez cuando puedas caminar bien Erica te preste su habitación, yo puedo venir acá y ella dormir en mi pieza.

—No, solo quiero salir, ver el sol un rato —dijo Lucas con tanta tristeza que a Erica se le partió el corazón.

Erica se asomó un poco para verlos, el Loco estaba agachado en el suelo, en cuclillas, mientras conversaba con Lucas, quien continuaba recostado. Con un suspiro terminó de bajar las escaleras para poder acercarse a ellos, ambos dirigieron su mirada hacia ella con una sonrisa.

Mein engel, buen día —le dijo el Loco con una sonrisa—. Estaba hablando con tu amigo.

Ella se acercó para poder sentarse en la cama, junto a Lucas, quien la miraba con sus ojos llenos de lágrimas al sentarse con dificultad. Erica no tardó en abrazarlo y él respondió con fuerza, con cariño.

—Eri, gracias —susurró Lucas con un tono de voz bajo y triste—, ¿dónde estamos?

—En la casa de él —explicó Erica al señalar al Loco con una sonrisa—, es un amigo, ayudó a sacarte de ahí.

—Estás lastimada —Lucas apoyó con cuidado su mano en la mejilla de Erica.

—Estoy bien, ¿vos cómo te sentís? ¿Necesitás algo?

—La mujer rusa me dio un analgésico fuerte antes de irse, así que siento menos dolor ahora —explicó él y bajó la mirada—. Quizá sea tonto, pero quiero fumar, necesito hacerlo...

El Loco tomó de su bolsillo su paquete de cigarros y se lo extendió junto al encendedor, y Lucas no tardó en agradecer y encenderlo con rapidez. Solo luego de sentir el sabor a tabaco en su boca y de dejar ir el humo, fue que Lucas sonrió un poco más relajado.

El Loco salió de allí para poder ir a ver a Jack y terminar de prepararle el desayuno, para así dejar que Erica conversara en paz con ese rubio allí.

Con cuidado, Erica tomó la mano izquierda de Lucas, estaba vendada pero se notaba la falta de dos dedos. Las lágrimas no tardaron en acumularse en sus ojos, sintiéndose culpable por el sufrir de su amigo, y terminó por darle un beso en la mano con las lágrimas recorriendo sus mejillas.

—Sé que no vas a perdonarme nunca, pero perdón —lloró Erica y volvió a besarle la mano—, perdón, lo siento tanto, perdoname por favor...

Erica sintió la mano derecha de Lucas apoyarse en su mejilla, le limpiaba las lágrimas allí, y cuando él habló su voz se oyó quebrada, ella no se animaba a verlo a los ojos.

—Eri, no fue tu culpa, no lo fue —lloró él—, me sacaste de ahí, sufriste todo eso por protegerme, Eri, por mi culpa, porque soy un debilucho enclenque de mierda...

Erica levantó la mirada para verlo, ambos tenían su rostro cubierto de lágrimas, por lo que volvieron a abrazarse con fuerza, al menos con la suficiente fuerza para no abrir sus heridas.

—Lo que te hice... —gimoteó ella—, Lucas, lo que te hice...

—Me salvaste la vida.

—Yo le hablé de vos, por mi culpa... él te llevó ahí, y yo te lastimé también —se cubrió el rostro con las manos para cubrir su llanto—, perdoname, Lucas, por favor.

Lucas le descubrió con cuidado el rostro, pudiendo ver así los rojos e hinchados ojos de Erica, cubiertos por ese océano de dolor y culpa. Él se sentía exactamente igual, porque había visto cómo Aaron la lastimaba, sin poder ayudarle en nada.

—Erica —dijo con suavidad—, te perdono, tranquila.

Lucas tenía muchas dudas y muchas preguntas que necesitaban respuestas, y Erica trató de responder cada una de ellas, desde cómo había llegado a Mörder hasta los trabajos que tuvo que hacer, aunque intentó omitir la parte de los barrenderos, pues era mucho más oscuro aún. Sin embargo, luego de oír todo, Lucas no tardó en decir:

—Eso explica por qué peleás como John Wick, y por qué sabés de armas —sonrió—, imaginé que era algo raro desde que vi tus cicatrices, pero no creí que fuera posible algo así, o sea, en este país.

—Yo no peleo como John Wick, esos son Fosa y el Loco —dijo ella con una risita, un poco más animada.

—¿Quién es Fosa? Sé que el Loco es ese tipo que se fue, es muy amable conmigo.

—Fosa es mi maestro.

Lucas sonrió al oírla explicarle, y luego de conversar un poco allí Erica le ayudó con cuidado a ponerse de pie, para que pudiera subir las escaleras y salir de ahí. Suficiente encierro había tenido en Mörder, Erica no quería seguir teniéndolo encerrado, por ello tenía planeado llevarlo al patio trasero en medio de las flores y árboles frutales.

Cada paso era lento y significaba una ráfaga de dolor en él, pero Lucas prefería ese dolor físico que seguir encerrado en cuatro paredes grises sin una ventana.

Poco a poco subieron las escaleras y él se detuvo para apreciar la belleza del lugar, con sus ojos bien abiertos.

—Wow, es hermoso todo —dijo él con sorpresa—, re cheto.

Caminaron despacio hacia la puerta del fondo, pero cuando Erica la abrió se asustó al oír el grito del Loco.

—¡Erica, está Hund afuera! —gritó, bastante asustado.

Hund se acercó corriendo con sus colmillos afuera, pero cuando Lucas se agachó ayudándose del marco de la puerta y extendió su mano, Hund lo olfateó con desconfianza, enseñando sus colmillos de forma amenazante. Erica quiso echar a Hund al darle órdenes, pero se sorprendió –al igual que el Loco– cuando este le lamió la mano a Lucas y comenzó a moverse la cola.

—¿Le diste ropa de Lucas para que oliera? —le preguntó Erica al Loco, que se acercó muy rápido.

—No... —dijo con sorpresa, impactado al ver cómo Lucas se sentaba en el suelo y Hund le lamía la cara—, pensaba hacerlo luego...

—Qué bonito —dijo Lucas con una amplía sonrisa al acariciarle el lomo—, ¿cómo se llama?

—Hund... —respondieron el Loco y Erica al mismo tiempo, completamente impactados aún.

Hund lo lamió un poco más, con buen ánimo, para luego regresar a su tarea de correr por el patio.

Erica se sentó junto a Lucas allí en la puerta, él miraba con una sonrisa el cielo en la mañana y la bonita luz solar, pero luego se mordió los labios con sus ojos llenándose de lágrimas y comenzó a llorar al oír los pájaros y sentir el dulce aroma de las flores. Erica no tardó en abrazarlo con un nudo en la garganta.

—Gracias, Eri —susurró él con angustia, con su voz quebrada—, creí... que moriría ahí dentro, y ahora puedo ver el sol.

El Loco se acercó nuevamente hacia ellos y le extendió a Erica una taza de café, pero a Lucas le dio una taza de té porque no estaba seguro de que su estómago pudiera soportar algo fuerte.

—¿Sabés algo de mi mamá y de Mica? —preguntó Lucas mientras miraba el contenido de su té—. Él me hizo llamarlas para decir que me iría con unos amigos, no sé... no sé cómo están...

Erica dirigió su mirada hacia el Loco, porque no sabía qué decir, sin embargo él no tardó en responder.

—Están bien, hice averiguaciones —dijo él con el rostro serio—. Ariadna Espósito y Micaela D'Angelo, ¿cierto?

—¿Hiciste averiguaciones? —preguntó Erica con sorpresa.

—Siempre lo hago, no actúo sin un plan, nunca —dijo el Loco, un poco ofendido por la pregunta, luego miró hacia Lucas—. Tu hermana empezó la escuela y sale con sus amigas, tu madre sigue trabajando en una panadería y va a visitar a su madre los fines de semana. Creen que estás en Córdoba con un amigo.

Los gestos de Lucas cambiaron tan rápido en una mezcla de alegría y tristeza, como si no supiera qué emoción expresar primero. Comenzó a llorar con fuerza, especialmente cuando el Loco tomó su teléfono para rebuscar entre los chats y enseñarle una foto de su hermana Micaela, de quince años.

—¿Cómo averiguaste todo eso? —inquirió Erica con una ceja levantada.

—Soy el Loco, Erica, yo consigo todo —se rió él—. Tengo planeado pedirle de favor a Rata que las proteja, sé que si se lo pido al Gusano me va a mandar a la mierda.

—Le pago, lo que sea el precio, yo lo pago. Que Ari y Mica estén a salvo —dijo Erica con su rostro serio.

El Loco sonrió, para después beber un trago de café antes de responder.

—No es necesario que pagues nada, mein engel, para eso estoy yo.

—No quiero que amenaces a Rata —se quejó Erica—, será pesado pero es bueno, al menos conmigo.

—Erica, heredé la fortuna de mi padre y creé mi propia fortuna con el trabajo, soy tan rico como los Moms. Puedo pagarle a Rata, al Gusano y a quien sea —explicó el Loco con una sonrisa—, puedo darte todo lo que quieras, siempre.

—Fua, y yo comiendo guiso —dijo Lucas con sorpresa.

Erica comenzó a reírse con ánimo ante esa frase, luego se quedó en silencio para oír los pajaritos cantar en los árboles. Aunque el viento era algo fresco, el sol se sentía cálido, y Hund era quien más lo disfrutaba recostado en el pasto en medio del sol.

Lucas dejó su taza a un costado y buscó ponerse de pie, Erica le ayudó a hacerlo. Pese a que entendía que él deseaba movilizarse solo, pasarían unos cuantos días antes de que pudiera hacerlo.

Él quería sentarse en el sol, en el pasto, y cuando lo hizo e inspiró el fresco aire de la mañana, se recostó allí para mirar el cielo y las bonitas nubes que se veían allí. Hund se a acercó enseguida hacia él, lo volvía a olfatear como para asegurarse nuevamente que no era una amenaza, y luego se recostó a su lado.

—¿Qué te gustaría almorzar? —preguntó Erica con una sonrisa al ver a Lucas allí, con una sonrisa relajada en su rostro y sus ojos cerrados—. Puedo cocinar lo que vos quieras.

—No quiero molestarte, Eri, ya suficiente hiciste por mí...

—¿Qué te gustaría? Debe haber algo que quieras.

Él abrió los ojos para verla, Erica lo miraba con una mezcla de tristeza, culpa y preocupación, por lo que terminó por suspirar.

—Con suerte me daban agua, y un engrudo raro y horrible, pero... —se quedó en silencio por un instante—, ese chico me daba frutas a veces...

—¿Martín?

—No me dijo su nombre, pero dijo que era el novio de Cele. Era muy bueno conmigo, me trataba las heridas y me daba agua o comida. Un par de veces también me consiguió cigarrillos.

Erica se mordió los labios con tristeza, pero no pensaba decirle a Lucas que Martín seguro había muerto, porque no quería sumarle una carga más y que terminara por culparse por ello.

—¿Querés frutas entonces? —preguntó, para desviar el tema respecto a Martín.

—Me gustaría mucho... —susurró él y volvió a cerrar los ojos para inspirar el aire fresco—, no sé si voy a poder comer mucho, tal vez una sopa sea buena opción, o puré. No quisiera vomitar algo que prepares con cariño para mí...

—Voy a ir a comprar entonces, le voy a decir al Loco que se quede con vos, ¿está bien?

—No lo molestes, quiero estar acá un rato más.

Erica le dio un beso en la frente antes de levantarse para poder entrar en la casa, no sin antes girar para verlo allí recostado en el pasto, entre bonitas flores, con Hund a su lado disfrutando del sol. Sabía que Lucas estaría bien si estaba junto a Hund, pero preocuparse era inevitable.

Se acercó al Loco en el sillón luego de lavar ambas tazas, estaba con Jack sentado en sus piernas y parecían jugar con unos autitos.

—Voy a salir un rato a comprar, ¿podrías ir a ver a Lucas cada tanto? Me preocupa que se quede solo con Hund...

—Si no lo atacó a la primera, no lo va a atacar en ningún momento, engel, quedate tranquila —dijo sin mirarla, estaba concentrado en ver a Jack jugar—. Hund debe haber visto algo bueno en él, no suele confiar en nadie, pero parece que el rubio tiene algo que le gustó.

—¿Puedo llevar a Jackie? Creo que le haría bien salir un poco también —dijo Erica con un suspiro.

El Loco pareció algo dudoso, apretaba la mandíbula al pensar, pero luego dio un largo suspiro y dirigió su mirada hacia Erica.

—Está bien, sé que no vas a permitir que le pase nada, porque lo cuidás incluso mejor que yo —dijo y luego frunció el ceño—, pero sin el cuchillo que te regalé, no salís. Llevalo por las dudas.

Erica sonrió ampliamente.

—Está bien, lo voy a llevar en el carrito. ¿Necesitás que compre algo para vos?

—No, engel, gracias.

Erica subió a su cuarto a buscar el cuchillo con el grabado en la empuñadura, lo guardó en una mochilita pequeña donde también colocó su billetera, para después bajar nuevamente y armar el carrito de Jack. Él aplaudió con entusiasmo al darse cuenta que saldría de paseo, y no tardó en estirar sus brazos para que ella lo acomodara allí.

Un rato después estaban recorriendo los mercados cercanos, Erica colocaba las bolsas en el canasto del carrito, había comprado varias frutas de temporada, otras que no lo eran pero no le importaba pagar un poco más, y también decidió comprar pollo, carne, huevos y algunas verduras, porque no estaba segura de cuánto quedaba en la casa.

Se detuvo en un kiosco para poder comprarle un paquete de cigarrillos a Lucas, recordaba muy bien la marca que él solía fumar, también un encendedor para que estuviese cómodo, sin necesidad de pedirle al Loco.

Cuando regresó a la casa con todas las compras ya echas, de buen ánimo y sintiéndose libre con el viento que le acariciaba el rostro, notó que una mujer la miraba fijo cuando estaba por abrir las rejas de la casa. Sin dudar llevó la mano hacia el bolsillo donde estaba el cuchillo y dirigió su mirada hacia la mujer.

—¡Hola! —le dijo la mujer—, debés ser la nueva vecina, nos sorprendió ver movimiento en la casa las últimas semanas, pero nunca vimos a nadie entrar o salir.

—¿Usted es la vecina? —preguntó Erica con desconfianza, con la empuñadura aún en su mano.

—¿Qué tal? Soy Lara, esta es mi casa —dijo con una sonrisa al señalar la casa junto a la del Loco—, ¿hace mucho se mudaron?

—Un par de semanas, pero mayormente estamos trabajando y llegamos tarde —respondió, aún desconfiando, pero de igual forma decidió agregar—: Mi nombre es Erica, él es mi hijo. Saludá a la señora, Jackie.

—Hola —dijo Jack con una sonrisa al saludar con un alegre movimiento de mano.

—¡Ay, pero qué nene tan lindo!

Cuando la mujer se acercó a Jack, Erica tuvo el impulso de apuñalarla, pero respiró hondo y sonrió, porque la señora se veía amable. Tenía su cabello muy corto y entrecano, era algo regordeta y risueña, por lo que Erica supo que no era una asesina.

—Estás lastimada, ¿estás bien? —preguntó la mujer—, si necesitás algo podés tocarme el timbre, o podés cruzar y hablarle a la señora de ahí en frente, también te va a ayudar.

Erica sonrió, por alguna razón le recordaba un poco a Ariadna, la madre de Lucas, era muy simpática y amable siempre.

—No se preocupe, estoy bien. Por mi trabajo es normal que a veces me vea así, soy luchadora de artes marciales.

Cuando la mujer estaba por preguntar al respecto, un Loco furioso salió de la casa enseguida. Había escuchado a Erica hablar con alguien, pero se sorprendió al ver a esa mujer que no parecía para nada una asesina, aunque para él las apariencias podían engañar.

—Oh, perdón —dijo ella al verlo con sorpresa por lo alto y enorme que era.

—Ya entramos —le dijo Erica al Loco con una sonrisa—, nos encontramos a la vecina. Ella es Lara, es muy amable.

—¿La vecina? —repitió el Loco con una ceja levantada, pero giró hacia ella con una sonrisa—. Disculpe, señora, me preocupó un poco que mi esposa tardara tanto en entrar. Es un gusto.

—Wow, qué grande —fue lo único que dijo al verlo hacia arriba—. Un gusto también, soy Lara, mi marido ahora no se encuentra pero se llama Rubén, por si lo llegan a ver, capaz también vean a mis hijos, y disculpen si molestan con la música, son adolescentes.

—Oh, no se preocupe, no se oye nada —dijo Erica con una sonrisa—, pero si necesita algo no dude en hablarnos.

El Loco se acercó al carrito para poder sacar a Jack de ahí y alzarlo en sus brazos, para mayor seguridad. Él no estaba acostumbrado a tener vecinos y mucho menos a que la gente fuera amable sin razón.

—Que tengan un buen día, fue un gusto conocerlos —dijo Lara con una sonrisa amistosa—, tienen un hijo precioso.

Luego de despedirse la mujer ingresó en su casa, había estado barriendo la vereda y se fue con todos sus elementos adentro. El Loco la siguió con la mirada por un rato, para después entrar en la casa con Jack en los brazos. Se detuvo en la puerta para ver a Erica aún en la vereda, observaba el barrio con atención.

Engel, entrá.

Ella asintió y cruzó el jardín con el carrito para poder entrar a la casa, donde acomodó todas las compras sobre la mesa.

—No hables con extraños —la regañó con un chasquido de lengua.

—Soy adulta, no me trates como a una nena de preescolar —se quejó Erica y levantó la mirada para verlo—. ¿No se te ocurrió que para los vecinos podría ser raro ver tanto movimiento de repente? Este es un barrio residencial y tranquilo, ¿no los estamos poniendo en peligro al estar acá?

—¿Y qué querés hacer? —se quejó él—, no es como si tuviéramos otro lugar. Tengo una casa en Córdoba en las sierras y una en Tierra del Fuego, pero esta casa tiene el sótano reforzado y por eso la elegí.

—Tenemos que socializar como si fuéramos gente común del barrio, o al menos que nos vean regar el jardín o algo así —dijo Erica mientras guardaba las compras—. Dije que trabajamos todo el día y por eso casi no estamos, tenemos que adaptarnos al barrio.

—Erica, viví toda mi vida en Mörder, mis vecinos de cuarto eran otros asesinos —dijo con un resoplido—, ¿cómo iba a ponerme a pensar en los vecinos? ¡Nunca tuve!

Erica dejó ir un suspiro y se acercó a él, que había bajado a Jack al suelo. Se cruzó de brazos para verlo, él parecía enfadado y preocupado.

—Yo sí tuve vecinos, no siempre hay relación con todos, pero lo normal es saludarlos mínimamente —volvió a suspirar—. Que la señora nos haya visto y haber hablado con ella es útil, si conoce a la gente del barrio va a decirles que nos conoció. Ya de por sí dije ser luchadora y eso explica mis heridas, van a suponer que vos también lo sos por tu cuerpo. Todo eso es algo bueno para nosotros.

Él se colocó un cigarrillo en la boca que encendió rápidamente, para poder disfrutar de ese sabor a tabaco que lo relajaba. Dejó ir el humo con un suspiro relajado antes de agregar.

—Sos astuta y rápida para cubrirte, engel. Te aseguraste de excusar cualquier posibilidad de sospecha —dijo y luego le sonrió—. Está bien, decime qué debo hacer.

—Por ahora nada, pero salir de compras por el barrio y conocer a los comerciantes también es bueno.

—Está bien, cuando se recupere el rubio podemos salir por el barrio. Hay un parque cerca donde podríamos llevar a Jack —dijo él con una sonrisa.

Erica respondió la sonrisa y lo miró con atención, de arriba hacia abajo, porque el Loco seguía vistiéndose como en Mörder, con ropa negra y pantalones tácticos, además de sus botas de combate.

—También deberías comprarte ropa nueva —Como vio el gesto que él hizo, decidió agregar—: No es que vistas mal, sino que así solías estar en Mörder. Tal vez unos jeans, o algún jogger, zapatillas, no lo sé, menos «asesino».

Ich bin einverstanden. Podría comprar ropa para el rubio también.

Erica solo sonrió como respuesta y terminó de guardar todas las compras, para poder comenzar a cocinar mientras que él iba al patio para asegurarse de que Lucas estaba bien.

Con la tabla sobre la mesada y el cuchillo en mano, se quedó estática mirando las verduras allí. El día anterior estuvo en Mörder, cumpliendo con su misión, y ahora estaba allí en la casa, tranquila y libre de peligroso. Tragó saliva y sintió sus ojos llenarse de lágrimas, porque tenía imágenes que regresaban a su mente como una tortura. Comenzó a picar la cebolla para cubrir esas lágrimas y poder excusarse.

Afuera, el Loco se acercó a Lucas que seguía sentado en el pasto, miraba a Hund corretear pájaros. Sin embargo, cuando apoyó su mano en el hombro del rubio, este se sobresaltó con un rostro aterrado que preocupó al Loco.

—Perdón, no quise asustarte —dijo con una voz suave y sus manos a la vista.

—Perdón, solo... —los ojos de Lucas se llenaron de lágrimas, estaba respirando muy rápido, pero parpadeó para evitar que escaparan—, lo siento...

El Loco lo miró en silencio, para personas entrenadas como él, acostumbrados al dolor y la muerte, sería más sencillo tolerar y superar lo vivido, sin embargo para Lucas, un civil, tomaría mucho más tiempo.

—¿Querés hablar con tu familia? —preguntó con suavidad—. No podés volver con ellas por su seguridad, pero mi teléfono es indetectable, podés llamarlas si querés.

Lucas lo miró y las lágrimas que estaba intentando retener comenzaron a caer. Apretó los labios con fuerza para evitar llorar frente a ese hombre, y luego de un hondo respirar, respondió:

—Por favor...

El Loco asintió y tomó su teléfono del bolsillo, lo desbloqueó con cuidado para poder pasárselo.

—Solo no hables de Erica o de mí, ni tampoco de la ubicación.

—Sinceramente no sé dónde estamos —dijo Lucas con una risita triste y comenzó a marcar el número de su madre.

Respiró hondo varias veces, nervioso por oír cómo sonaba y sonaba sin ser atendido. Con un suspiro hizo un segundo intento y a los pocos segundos oyó la voz de una mujer.

¿Hola?

Lucas se cubrió la boca para evitar llorar, respiró nuevamente.

—Hola, má —dijo despacio.

Hola, hijo, qué raro que me llames, estábamos preocupadas por vos, ¿cómo estás?

Alejó un poco el teléfono para respirar hondo nuevamente, antes de responder:

—Estoy bien, con unos amigos, ¿Mica cómo está?

¿Querés hablar con ella? Está acá cocinando, viste que los domingos no me deja hacer nada...

Él se mordió el labio, porque él tampoco le dejaba hacer nada los domingos, y con su hermana solían turnarse para limpiar y cocinar durante la semana, pero los domingos agasajaban a su madre.

—¡Zorrito! —se oyó la voz de una chica, con una risita.

—¿Cómo está mi pendeja de porquería? —dijo con angustia.

Bien, aprovecho que estás en la loma del culo para decirte que tengo novio.

Lucas comenzó a reírse.

—Me lo decís ahora porque sabés que no voy a ponerme a cantar cuando esté, ¿verdad? Ya vas a ver cuando regrese, a puro Piñón Fijo voy a estar —dijo con una sonrisa.

Se oyó la risita de su hermana y él sonrió mientras se secaba las lágrimas.

—Mica —le dijo—, te extraño.

También te extraño, Zorrito, ¿cuándo volvés?

Lucas miró al Loco, estaba algo alejado para darle espacio, luego suspiró, pensando una respuesta acorde.

—Aún no sé, la estamos pasando bien —dijo con tristeza y se miró la mano vendada, con solo tres dedos—, ya me merecía unas vacaciones...

Bueno, te estuve escribiendo pero no te llegaban los mensajes, ¿qué le pasó a tu celu?

—Murió —suspiró, Aaron lo había destrozado frente a él—, pero no importa, cuando pueda las voy a llamar. Pasame a mamá, antes de irme.

Mica se despidió diciéndole lo mucho que lo quería, antes de pasarle el teléfono a su madre.

Hola, hijo, ¿ya tenés que cortar? —dijo Ariadna con un tono de voz triste—. Te extrañamos.

—También las extraño, mucho —tragó saliva y cerró sus ojos para tranquilizarse—, tengo que cortar, pero quería decirte que te amo mucho, má.

También te amo, Luqui, volvé a llamarnos cuando puedas, besitos.

Lucas colgó la llamada y se quedó allí, mirando el teléfono, comenzó a llorar con más fuerza.

—Están bien —gimoteó mientras se secaba las lágrimas—, ellas están bien...

El Loco se acercó nuevamente hacia él, le extendió un cigarrillo que Lucas aceptó enseguida, y él también se encendió uno. Lo miraba con atención, con curiosidad, porque hubiese esperado que un civil se encontrara peor luego de todo lo vivido, sin embargo lo veía bastante fuerte y estable.

—Puedo conseguirte un teléfono para que hables con ellas, pero necesito saber que sos confiable y que Erica no va a esta en peligro si te doy uno.

Lucas levantó la mirada para verlo, el Loco era enorme y muy intimidante, pero a él no le daba miedo, porque pese a su ceño fruncido sus ojos se veían amables. Eran distintos a los ojos avellana llenos de maldad de Aaron. Sintió un escalofrío al recordarlo y se abrazó a sí mismo al bajar la mirada.

—No es necesario, con llamarlas de vez en cuando estoy bien... —dijo en un susurro y sopló el humo de su cigarrillo.

—Quedate tranquilo, a mi lado vas a estar a salvo, y me voy a encargar de que tu familia también lo esté —dijo el Loco con el rostro serio—, no pude proteger a la familia de Erica, pero puedo hacerlo con la tuya.

—Eri dijo que sos como John Wick, así que te creo —sonrió, y comenzó a reírse al ver el gesto confundido del Loco—. Es una película, ¿nunca la viste?

—No veo películas, nunca tuve tiempo.

—Oh, bueno —Lucas lo miró con sorpresa—. Es un asesino al que le matan su perrito y prácticamente quemó el mundo en venganza.

—Entiendo —dijo el Loco y luego se rió—, algo que yo haría por Hund. Me gusta.

Lo ayudó con cuidado a ponerse de pie para poder entrar en la casa. Cada paso era un martirio y a Lucas le costaba pisar con el pie izquierdo, debido a su dedo amputado, pero se esforzaba en dar cada paso.

El Loco lo miraba de reojo, en sus investigaciones para descubrir cómo se encontraba la familia de Lucas había visto fotos de él. Era un chico muy atractivo y bastante en forma, aunque no al nivel de Mörder. Sin embargo, ahí a su lado sujetándose de su brazo, estaba tan golpeado, herido y más delgado, que no parecía la misma persona de las fotos.

Dentro lo ayudó a sentarse a la mesa, Erica había terminado la sopa y cocinaba unos filets de merluza a la plancha. Ella dirigió su mirada hacia ambos para dedicarles una sonrisa.

Jack se acercó hacia allí con su chupete en la boca, le pidió al Loco que lo alzara, pero pareció percatarse de la presencia de Lucas, a quien miró con curiosidad. Se quitó el chupete y lo saludó con una sonrisa.

—Hola, pequeño —le dijo Lucas con una sonrisa y luego miró al Loco—. ¿Es tu hijo?

—Algo así, me hago cargo de él desde que su madre ya no está.

—Él es Jack —acotó Erica mientras colocaba a la mesa los platos con comida.

Jack se estiró hacia Lucas, por lo que el Loco se acercó un poco más hacia él, y ambos se sorprendieron cuando Jack le tocó el pelo rubio. El cabello de Lucas era rubio dorado y en ondas, mientras que el de Jack era rubio muy claro, también en ondas.

—A mi mami —dijo Jack con un gesto triste al tocarle el pelo.

Lucas lo miró con confusión y dirigió su mirada hacia el Loco.

—Su madre tenía el cabello como vos, debe haberse acordado —explicó el Loco—. Ella fue atacada por el mismo que te hirió a vos. Jack presenció el ataque...

Jack había comenzado a llorar, y a Lucas se le formó un nudo en la garganta y en la boca del estómago. Estaba muy débil y le dolía el cuerpo, sin embargo estiró sus brazos para recibir al pequeño. Jack se sentó en sus piernas y con un gesto triste le tocaba el cabello.

—Es igual que el tuyo, ¿viste? —le dijo Lucas con una sonrisa.

Erica quiso tomar en sus brazos a Jack para que pudiera almorzar, sin embargo el pequeño se acurrucó contra Lucas, quien no dudó en abrazarlo con cariño, porque ambos habían sido víctimas de Aaron, y ambos habían presenciado cosas horribles.

Jack no quiso separarse de Lucas en toda la tarde, al igual que Hund.


Si ven algún errorcito que se me escapó, no duden en marcarlo. Como escribo con el celular a veces el autocorrector me juega malas pasadas :c

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