Capítulo N° 32

Una fuerte lluvia se veía desde la ventana, donde Erica estaba apoyada con una taza de café en sus manos. El clima se sentía frío y húmedo, y Erica sintió que la naturaleza estaba mostrando cómo se sentía ella en verdad.

Cerca de allí Jack jugaba en su rincón de juegos, subía y bajaba del tobogán, y su risa llenaba todo el lugar. Hund saltaba con entusiasmo de un lado a otro para jugar con él, y en los sillones estaba el Loco, leía un libro con comodidad mientras, a su vez, anotaba algo en un cuaderno.

Erica estaba nerviosa, cuando la lluvia frenara debía irse a Mörder, había llegado el día que tanto temía: era hora de ver a Aaron. Giró para ver al Loco, continuaba haciendo anotaciones en su cuaderno y de a ratos levantaba la vista para ver a Jack jugar, sonreía y continuaba con su libro y sus anotaciones. Él no se veía para nada nervioso, no como ella sí.

Miró la hora en su teléfono y se acercó a Jack en el suelo, que había dejado el tobogán para jugar con unos bloques de madera muy bonitos.

—¡Ica! ¿Ica jugar? —dijo Jack con una sonrisa y comenzó a aplaudir cuando la vio sentarse frente a él, luego comenzó a balancearse y cantar—: Ica, Ica, Ica juega Jack...

Erica apretó los labios y parpadeó un par de veces para deshacerse de las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos, pero de todas formas sonrió para él y comenzó a jugar con los bloques. Jack se reía y aplaudía, pero también le era bastante divertido desarmar las torres que juntos habían armado.

Erica tenía miedo de no volver a ver a ese pequeño, de que algo saliera mal en la misión y que Jack perdiera a otro ser querido. Apretó con fuerza sus dedos en las piernas para poder borrar esos pensamientos dramáticos. Alzó al pequeño y lo sentó en sus piernas para jugar juntos, mientras le cantaba canciones infantiles.

—Jack, Ica se va a ir unos días, va a venir una amiga de papi y de Ica a cuidarte —le dijo con suavidad.

Jack dirigió su mirada azul hacia ella, parecía confundido.

—¿Ica va a dormir?

Erica parpadeó sin comprender a qué se refería él, y no entendió sino hasta que el Loco se acercó a ellos y dijo:

—No, Jackie, Erica no se va a dormir, vuelve en unos días.

Jack no parecía muy convencido con esa explicación, porque se aferró con fuerza a Erica y hundió su rostro en el pecho de ella.

—Ica no, mami duerme, Ica no duerme —dijo y se aferró más a ella.

Erica lo abrazó con cariño, hundiendo su nariz en esas ondas rubio claro. Depósito un tierno beso allí, se había encariñado mucho con él, y eso era mutuo, porque Jack también se había encariñado mucho con ella.

—Ica va a volver pronto y te va a leer muchos cuentos —le dijo Erica con una sonrisa y lo peinó con sus dedos, con cuidado—. Cuando vuelva te voy a hacer un rico postre y vas a poder ensuciar todo.

—¿Papi no enoja?

—Si ese tonto se enoja le voy a pegar.

Jack pareció un poco más convencido con la idea, pero volvió a abrazarla y se acurrucó en su pecho, como si temiera soltarla.

El Loco los miró con una sonrisa triste y decidió acercarse un poco más hacia ellos para poder acariciar la cabecita de Jack, con cariño. Vio el gesto triste y los labios apretados en Erica, tenía los ojos llenos de lágrimas y parpadeaba varias veces para deshacerse de ellas, por ese motivo él acercó su otra mano hacia ella y le hizo una caricia en el cabello, el cual peinó con su mano.

—Tranquila, engel, vas a verlo pronto —le dijo en un susurro.

—Perdí a Cele, si pierdo a Jack me muero —dijo con un tono de voz muy triste y lo aferró más hacia sí, para darle otro beso—, mon petit prince.

El reloj dio las seis de la tarde, el Loco dejó ir un suspiro y colocó un mechón de cabello tras la oreja de Erica, para luego acariciarle el pómulo con su pulgar.

—Todo va a salir bien, mein engel, vamos a mantenernos comunicados todo el tiempo —comenzó a decirle con un suave tono de voz—, la rusa va a venir mañana temprano a ayudarme con Jack, esta noche puedo encargarme solo de él. Le voy a calentar la comida, le voy a dar un baño y vamos a dormir juntos.

—Leele un cuento —dijo Erica con su voz quebrada—, le gustan los cuentos.

—Está bien, le voy a leer un cuento —Le acarició el pómulo y secó una lágrima traicionera—. Quedate tranquila, todo va a salir bien.

Ella asintió y volvió a darle un beso a Jack, se lo extendió al Loco antes de subir a su habitación para poder arreglarse. Debía maquillarse un poco, no de forma exagerada para que no fuera sospechoso, solo resaltando su propia belleza. Se colocó un poco de perfume que luego guardó en su bolso, para después cambiarse de ropa, con un sencillo pantalón cargo negro con el cinturón que le había dado Fosa, el que llevaba una daga escondida en la hebilla, y junto a un sencillo top blanco y un abrigo estuvo lista. Recogió su cabello en una trenza solo por si Aaron volvía a intentar tomarla del cabello, con una trenza de raíz le costaría un poco más.

Con su bolso en mano bajó por las escaleras, Jack miraba sus dibujitos sentado en el sillón, con Hund a su lado, que casi nunca se despegaba de él. El Loco estaba en la cocina, se había servido un vaso de cerveza y en su mano podía verse un cigarrillo.

—Ya estoy lista —dijo ella al acercarse hacia él.

—Sé que vas a manejar la moto y no deberías, pero... ¿tomarías un vaso conmigo?

Erica sonrió, porque aunque él era bueno para disimularlo también estaba un poco nervioso. Se sentó a la mesa y él, quien estaba parado, se sentó frente a ella. Tomaron un vaso de cerveza juntos y en silencio, solo se oía los dibujitos animados de Jack.

—Voy a estar bien —dijo ella.

—Lo sé.

—De verdad, voy a estar bien.

Él llevó su mano hacia la de ella, quien aceptó el toque. La mano de Erica se veía pequeña sobre la suya, era más suave que la de él pero también tenía algunos callos por los cuchillos. Los dedos de Erica eran finos y muy delicados pese a las cicatrices en ellos, sus uñas se veían arregladas y bonitas incluso siendo cortas. El Loco pensó que unos anillos se le verían muy bonitos en esos delicados dedos.

Él la había visto matar a su primo Kellen, tan fuerte e imponente, con esas pequeñas y delicadas manos, y sabía muy bien que ella estaría bien, pero le era imposible no preocuparse de todos modos.

—Tengo un pequeño regalo para vos —dijo él en un susurro y se puso de pie para poder tomar algo de la barra.

Se acercó nuevamente con una cajita aterciopelada azul, la cual le extendió por la mesa. Erica la abrió con curiosidad, una delicada pulsera de plata se veía ahí, tenía un pequeño dije de alas de ángel, era fino y elegante. No pudo evitar sonreír al tomarlo entre sus dedos.

—No era necesario —dijo con una sonrisa.

—El pollito te quitó el collar, pensé que tal vez una pulsera estaría más segura —dijo él con una sonrisa—. Para que no te sientas sola, Jack y yo te acompañamos en todo momento.

Erica se lo puso en la muñeca con cuidado, para después acercarse a él y darle un abrazo, y él no dudó en responder y aferrarla a sí con cariño, con la necesidad de protegerla del mundo entero.

Antes de dirigirse al garage, Erica se despidió de Jack, ya un poco más tranquila y le dio un beso en la frente.

—Hund, te encargo a Jack, cuidalo bien, ¿sí? —le dijo a ese ovejero belga y le acarició el pelaje negro y brillante.

Junto al Loco se dirigió hacia el garage, era amplio y se encontraba limpio, lo habían limpiado juntos unos días atrás. Con cuidado Erica rellenó el combustible de su motocicleta.

—¿Estás segura de ir en moto? ¿No preferís ir en auto? Podría quitártela o seguirte en la extracción —dijo el Loco, con un gesto de preocupación.

—Él sabe que soy mejor que él manejando, no va a poder seguirme nunca.

El Loco la miró en silencio y se acercó un poco a ella para poder extenderle el casco. La miró fijo a los ojos grises que ya no se veían asustados, se veían decididos, y por ello sonrió.

—Está bien, engel, confío en vos —dijo con esa sonrisa—, cuando estés sola y te sientas segura, escribime en un chat secreto, luego borralo. No te arriesgues al llamarme.

Erica sonrió como respuesta, pero antes de colocarse el casco él la tomó con suavidad del rostro y le dio un beso en la coronilla de la cabeza, para luego alejarse. Ella le dirigió una sonrisa alegre y se colocó el casco, para luego emcender la moto. Una vez él abrió el portón del garage, ella se fue de allí, no sin antes tocar la bocina como despedida.

El Loco la observó alejarse, cerró la puerta y tomó en su mano la cruz de plata en su cuello, para poder darle un beso con un ruego interno.

Durante todo el camino Erica fue con el corazón en la boca, llena de nervios, ya no tanto por ver a Aaron, sino por el miedo al estado en el que podría encontrarse Lucas. Solo pensar en cómo estaría de herido, sucio y abandonado le estrujaba el corazón. Se repitió a sí misma que todo lo hacía por él, para salvarlo, y que debía tolerar a Aaron y resistir sus impulsos de matarlo solo por el bien de ese rubio tan divertido.

Una media hora después Erica ingresó en el estacionamiento de Mörder, había algunos asesinos ahí que se estaban yendo y otros que acababan de regresar. La miraban con curiosidad y Erica notó que algunos habían colocado sus manos sobre las armas, por eso se quitó el casco y quitó la llave de la moto para poder ingresar. Con una rápida mirada notó que había una cámara nueva en la puerta.

Al ingresar se encontró con un grupo de seguridad que le registró el bolso y tanteó el cuerpo de ella en busca de armas, solo le permitieron avanzar una vez se aseguraron de que estaba limpia.

Observó con atención, pero también con cuidado, los guardias y las cámaras que se cruzó, anotando mentalmente la cantidad para pasarle la información al Loco no bien pudiera. Se cruzó con una mujer que parecía estar esperándola con sus manos tomadas al frente.

—Usted debe ser la señora Erica, es un placer conocerla. Soy la asistente del señor Sabatini —dijo y asintió de forma respetuosa—. Acompáñeme, por favor, el señor la espera en su oficina, ya fue avisado de su regreso.

Mientras caminaban, Erica notó que algunas cámaras habían sido cambiadas de lugar, se cruzó a algunos asesinos que ya conocía de antes, quienes la saludaron con un movimiento de cabeza respetuoso.

La asistente abrió la puerta de la oficina y con un movimiento de mano instó a Erica a pasar.

—Deme su bolso, por favor, lo llevaré a la habitación —dijo la asistente con una sonrisa.

Erica se lo extendió sin problema, estaba segura de que la idea era revisar sus objetos personales, pero lo esencial lo llevaba encima: celular y el cinturón. La asistente se fue y en la oficina solo quedó Erica, quien miraba con seriedad a ese muchacho sentado de forma cómoda en el mullido asiento que una vez fue de Gretchen. Por un instante se quedó helada allí, sintió su respiración cortarse y su corazón latir velozmente, especialmente cuando vio salpicaduras de sangre en su rostro y nudillos.

—Amor, te estaba esperando —le dijo él con una sonrisa de lado—, aunque llegaste antes de lo que tenía planeado. Lamento recibirte con estas fachas.

Erica se acercó lentamente hacia él, con su mandíbula trabada, tenía una horrible mezcla de sentimientos, porque quería llorar e irse corriendo de allí, pero también sintió su sangre burbujear de ira al ver sus ojos avellana y la sangre en él, porque estaba muy segura de que pertenecía a Lucas. Sin embargo, se apoyó en el escritorio y lo miró fijo, su misión comenzaba en ese preciso instante, sus miedos ya no importaban.

—¿Tardé mucho? —dijo Erica con un suspiro.

—Creí que tardarías más en recuperarte, parece que te subestimé, princesa —dijo Aaron y se puso de pie para poder tomar el rostro de Erica de forma ruda y darle un beso en los labios—.  Hay algo que quiero mostrarte, te tengo una sorpresa.

Aaron la tomó de la mano para instarla a salir de ahí, mientras le hablaba de los cambios que había hecho en Mörder, aunque Erica estaba segura de que solo le decía lo justo y necesario. Ella se mantenía con su otra mano apretada en un puño, y de no ser porque llevaba las uñas cortas, estaba segura de que se habría hecho sangrar las palmas.

Al entrar en una habitación, Erica abrió los ojos con sorpresa, un salón de baile fue armado allí, con piso de madera y espejos en las paredes, con los elementos necesarios para ballet.

—¿Vos hiciste esto? —giró para verlo, con un gesto de sorpresa muy notorio en ella.

—¿Te gusta? Mandé a hacerlo para vos, sé que extrañabas bailar —dijo y la abrazó de atrás para poder darle un beso en el cuello que le produjo un escalofrío desagradable—. Te amo, princesita, quiero que seas feliz, ¡ahora tenés tu propio salón y vas a poder bailar todo lo que quieras!

—Gracias, ¡me encanta!

Erica sonrió y lo tomó del rostro para darle un profundo beso en los labios, trató de resistir el impulso de quitarse la hebilla del cinturón y clavársela en la yugular. Su corazón latía demasiado rápido y su respiración era entrecortada, porque estaba asustada y muy emojada. Sin embargo respiró hondo, porque necesitaba continuar con la farsa hasta la extracción de Lucas. Quería verlo, pero sabía que primero debía ganarse la confianza de Aaron.

—La mayoría de los asesinos de Naemniki se unieron a nosotros, muchos veían a Héctor como un líder débil por su piedad —dijo Aaron mientras caminaban por los pasillos—. Así que en Mörder hay nuevos profesionales, locos y novatos.

—¿Y los obligados? —preguntó Erica al mirarlo de reojo.

—No me interesan esos inútiles.

Erica apretó la mandíbula con molestia.

—Yo soy una obligada, ¿lo olvidaste? —dijo entre dientes.

—No lo olvidé, pero vos estás a otro nivel, no podés compararte con esos fracasados.

La hizo mirar a los nuevos profesionales que habían abandonado Naemniki, no vio a Serge por ningún lado, supuso entonces que él se habría unido a Assassin para estar cerca de Julio.

—¿Pusiste nuevos líderes? Antes eras vos, pero como sos la cara de Mörder... —dijo Erica y lo miró con atención.

—Mi plan era no tener líderes, pero mi consejera principal eligió los reemplazos —suspiró Aaron—, Martín era el único candidato capacitado para ser líder, después de todo es el único alumno real que tuvo Nahuel.

—¿Y los locos? —preguntó con curiosidad.

Aaron caminó hacia otra zona de Mörder, donde los locos entrenaban. Erica pudo reconocer a varios de ellos, muchos eran de Mörder, otros eran de Naemniki, y entre ellos reconoció especialmente a Misha, el peligroso asesino del que le había hablado el Loco.

—Lo malo de tener a los de Naemniki es que debo aprender ruso —Aaron chasqueó la lengua con fastidio—, y me cuesta un poco más que el alemán.

Erica miró fijo a ese muchacho que daba ágiles volteretas al lanzar sus cuchillos, parecía flotar en el aire como si fuera una pluma. Lo había visto luchar en un video, sabía que era peligroso porque podía usar cualquier cosa como arma, debía mantenerse alejada de él.

—¡Mikhail! —gritó Aaron, y el muchacho se detuvo—. Podoyti blizhe.

Misha guardó sus cuchillos en los arneses de sus piernas mientras se acercaba, era bastante alto, más que Aaron aunque menos que el Loco. Su cabello era castaño oscuro, casi negro, rapado a los costados, y su rostro era realmente bello aunque con una cicatriz cruzando un ojo. Sus brazos y cuerpo se veían fuertes, y cuando se detuvo frente a ambos miró con curiosidad, incluso con desprecio, a Erica.

Aaron le habló en ruso y Misha asintió, aunque con una sonrisa de lado bastante bromista, Erica supuso que se debía a su acento.

Privet —dijo Misha y asintió con respeto hacia Erica—. Menya zovut Mikhail.

—Un gusto —dijo ella porque no entendía ni una palabra de ruso.

—Mikhail es el nuevo líder de los locos —explicó Aaron—, ya que el Loco y la lesbiana esa desertaron, solo Mikhail podría ocupar ese puesto. Vos siempre tuviste talento para los cuchillos, tal vez te gustaría entrenar con él.

Erica abrió sus ojos con pánico pero intentó disimularlo y dirigió su mirada hacia Aaron.

—No soy una loca, no voy a entrenar con los locos.

—Creí que al no estar Wolff tal vez preferirías eso, pero como quieras —dijo Aaron con una sonrisa de lado—, Mikhail va a estar acá por si cambiás de opinión.

Aaron hizo un movimiento de mano para indicarle a Misha que podía retirarse, pero él miró fijo a Erica a los ojos, con una mezcla de curiosidad y decepción que ella no pudo entender. No sabía si era por haber rechazado, o porque la consideraba débil.

El Loco le había dicho que él era peligroso, y por ello tenía pensado mantenerse alejada de Misha lo más posible.

En un elegante departamento, Gretchen se miraba al espejo mientras cepillaba su cabello negro. La habitación estaba a oscuras, solo iluminada por un velador y un par de velas aromáticas. Hacía varios días que se habían cambiado de posición, por insistencia de Fosa, y tanto ella como Héctor se habían trasladado a una ubicación más segura, con cámaras en todas las aperturas y sensores de movimiento.

Sus ojos negros se reflejaban en el espejo, tristes, vacíos. Siempre que veía su rostro herido sentía el deseo de llorar, pero trataba de resistir el impulso. Comenzó a colocarse la pomada que le habían recetado para las quemaduras, la mitad derecha de su rostro había sido afectado, especialmente en mejilla y el ojo. Su hombro derecho, y parte del pecho también habían sido afectados, cubiertos por esas marcas que no se irían jamás.

—¡La puta madre! ¡Soy un monstruo! ¡Soy un maldito monstruo! —gritó Gretchen con una mezcla de odio y tristeza, mientras arrojaba lejos la pomada.

Siempre había sido alguien de buena autoestima, segura de sí misma, pero con su cuerpo desfigurado por las llamas se sentía realmente horrible, un completo monstruo. le quitó toda la autoestima que tenía, y esa vez las lágrimas fueron inevitables, comenzó a llorar por ver la imagen que le devolvía el espejo.

Se sorprendió cuando el ruido del espejo destrozándose llenó la habitación, no había oído los pasos ni la puerta ser abierta, la música de piano cubrió todos los sonidos.

—Héctor... —dijo en un susurro al verlo allí, a su lado.

—Los espejos mienten, por eso los odio —dijo con el rostro serio.

—Los espejos muestran la cruel realidad, soy horrible, soy un monstruo... —susurró con la mirada baja al acomodarse la bata blanca de gasa para cubrir sus hombros.

—No es cierto, sos hermosa, siempre lo fuiste.

Héctor se alejó para poder tomar del suelo la pomada, y acercó una silla hacia ella, donde se ubicó a su lado para poder colocarle él el medicamento en sus heridas, con suavidad y mucho cuidado de no lastimarla.

—Lo viste a Nahuel, él tiene más marcas que vos —dijo en un susurro con su rostro serio mientras le colocaba la pomada con suaves movimientos—, y estoy muy seguro de que te sigue pareciendo atractivo.

—No es lo mismo...

Héctor no agregó nada más, se dedicó a atender cada una de las heridas en ella, con tanta suavidad y cariño que Gretchen solo pudo mirarlo con atención. El cabello de él era castaño claro y con ondas que rozaban sus hombros, su piel trigueña hacía resaltar sus brillantes ojos verdes, y todos sus rasgos eran bellos, casi perfectos, pues él era muy similar a su madre, el gran amor de Jonathan, quien fue conocida como una mujer de belleza exorbitante.

—Los médicos dijeron que con cirugía podrías mejorar el aspecto, solo dale tiempo, Gretchy —dijo él con suavidad, concentrado en la herida del hombro—. Ahora es un shock porque es algo reciente, date tiempo de volver a amarte.

—Para el mundo voy a ser un monstruo siempre —escupió con odio—, soy la cara de la familia Moms, soy quien enfrenta las cámaras, los medios, las alfombras rojas. ¿Qué hoy a hacer con esta cara? Para el mundo solo voy a ser un monstruo horrendo.

—Para el mundo quizá, pero yo te veré siempre como a una diosa, porque para mí siempre serás y estarás hermosa.

—¿Por qué, Héctor? ¿Por qué sos así? —susurró al correrle la mirada—. No deberías verme de esa forma, soy tu hermana mayor.

—Porque sos lo más hermoso que me pasó en la vida, y agradezco que mi madre se haya casado con tu padre —dijo y apoyó con cuidado sus dedos bajo el mentón de Gretchen, para instarla a mirarlo—. Y no puedo verte como a mi hermana, no cuando cada día de mi vida me repetiste que no lo eras. Cuando te decía «hermana» me gritabas que no éramos familia, que no éramos nada. ¿Por qué esperás que de la nada te vea como tal si te esforzaste siempre en que no sea así?

Gretchen cerró los ojos e hizo su rostro a un lado, podía recordar esa noche, las llamas, el dolor, el hedor a quemado. Héctor había arriesgado su vida al entrar en las llamas solo para buscarla, había empapado su ropa y una manta con la que la envolvió para cubrirla del fuego. Él apenas había sufrido algunas quemaduras, aunque por unos días no había podido respirar bien.

En un mundo donde todos la habían abandonado, Héctor fue el único verdaderamente dispuesto a morir por y con ella. Wolff, el amor de su vida, e incluso Nahuel, su mejor amigo, la habían dejado a su suerte no solo en el incendio, sino muchos años atrás. Ella nunca había querido admitirlo.

Gretchen sintió el calor de la respiración de Héctor en su cuello, la abrazaba de atrás sin soltarla, hundiendo el rostro en el espacio entre su cuello y el hombro. Él le dió un tierno beso en el hombro sano, y no tardó en susurrar:

—Vas a estar bien, Gretchy, vas a volver a ser esa fuerte e imponente mujer que aplastaba al mundo solo con su mirada.

Ella abrió los ojos para verlo allí, y apoyó su cabeza contra el pecho de él. Desde que se había mudado a Naemniki tiempo atrás, había comenzado a verlo como hombre, como el seductor hombre que él era, pero se sentía culpable por ello.

—¿Te sentís mejor? —preguntó él y le dio un beso en la coronilla de la cabeza—. ¿Querés un vaso con agua?

—Una copa de vino.

Él asintió y la soltó para poder ir en busca de un vino a la barra que había en la sala de estar, y Gretchen no tardó en seguirlo. Mientras que Héctor descorchaba un vino y lo servía en dos copas, ella se sentó frente a un piano a tocar un poco, necesitaba relajarse y borrar esos pensamientos, necesitaba dejar de ver a Héctor de esa forma.

—Nunca supe tu gusto musical —dijo Gretchen mientras tocaba una bonita sonata—. ¿Qué querés que toque para vos?

—Nunca me gustó que te vieras obligada a tocar para otros, ni para papá, ni para Nahuel —dijo mientras se acercaba con las copas en sus manos—. No quiero que toques para mí, quiero que toques algo que te guste a vos.

Gretchen asintió con una sonrisa y comenzó a tocar Bach, mientras que Héctor se apoyaba contra el piano, dejó la copa de ella sobre la madera y le dio un sorbo a su copa, mirándola fijo con una sonrisa.

—Ahora que Nahuel está vivo supongo que sí se van a casar para recuperar las fuerzas y arrebatarle Mörder a Sabatini —dijo Héctor, meneó en su mano la copa para luego darle un largo trago.

—No, la verdad que no —dijo Gretchen con un suspiro—, no creo que entiendas nuestra relación. Nunca quisimos casarnos ni tampoco ser pareja.

—No creo que exista alguien en el mundo que pueda entenderlos.

Gretchen sonrió y dejó de tocar solo para poder darle un trago a su copa.

—No nos amamos, no de forma romántica, y tampoco estamos interesados en atarnos de por vida —explicó y volvió a tocar el piano—, sentimos una inmensa admiración y devoción por el otro, de vez en cuando nos gustaba disfrutar juntos, solo por diversión, pero nada más. La única persona a la que amé es a Wolff.

—Tampoco entiendo lo que viste en él.

Gretchen se rió con ánimo.

—Al principio solo me interesaba una cosa de Wolff, pero luego me enamoré de él y sus ambiciones, de su deseo de superación, de su crecimiento personal.

Héctor no dijo nada, se mantuvo serio y dio otro trago a su copa, algo pensativo.

—Sé que no soy tan fuerte como Julio o vos, y que no soy un digno heredero de la familia —comenzó a decir, con su rostro serio, incluso enfadado—, pero tampoco soy débil.

—Sé que no sos débil, sos bueno, me costó vencerte en las pruebas. Es solo que papá se enfocó mucho en Julio y en mí.

—Él se esforzó en convertirlos en armas vivientes —dijo Héctor y la miró fijo—, mientras que a mí me transmitió todos sus conocimientos culturales e intelectuales. No soy tan fuerte como vos, y no soy un rival para Wolff, pero en este momento mi mayor deseo es destrozarle la vida por haberte dejado ahí tirada.

—Héctor —dijo Gretchen con un suspiro y dejó de tocar para concentrarse en él—, Wolff es el mejor elemento de D.E.A.T.H., papá decía que era el mejor de Mörder solo para que él no se convirtiera en una amenaza, pero en realidad es el mejor de las tres sedes.

—No es mejor que Ruriko.

—Ruriko lo respeta, ella sabe a quién enfrentarse y a quién no —suspiró Gretchen—. En un enfrentamiento contra él, vos morirías, y no quiero perderte a vos también.

—Nunca dije que me enfrentaría a él —Levantó la barbilla con una sonrisa de lado—. Conozco mis propios límites, soy más débil que Wolff, pero más fuerte que Sabatini.

Apoyó sus dedos bajo el mentón de Gretchen, de forma seductora y con una mirada intensa.

—No necesito enfrentarme a él para destrozarle la vida, con deshacerme de su perra basta.

Se miraron mutuamente, fijo y con intensidad, con ojos que decían lo que la voz no. El silencio dominaba el lugar, y la seductora mirada de Héctor le erizaba la piel. Él se encorvó para poder acercarse a ella, la miró fijo a los ojos oscuros pero cuando vio que Gretchen le miró los labios no resistió más y la besó de forma suave, para después alejarse y mirarla con intensidad a esos ojos oscuros que lo enloquecían desde hacía tantos años.

—Tenés razón, yo no podría quemar el mundo por vos como lo haría Nahuel de forma impulsiva —dijo en un susurro—, pero sí planear cómo hacerlo de la mejor forma posible para mantenerte a salvo.

Gretchen no respondió, lo miraba a los ojos que la veían con todo el amor que sentía por ella. No recordaba alguna vez en donde alguien la haya visto así, ni siquiera el Loco en el apogeo de su relación.

Él bajó la mirada con un suspiro triste.

—Perdón...

—¿Por qué?

—Por desearte y amarte —dijo, con un tono de voz triste—, no puedo ser tu hermano, pero tal vez pueda ser tu amigo, sé que pedirte que me veas como algo más es demasiado...

—No lo sientas, ¿yo también debo lamentar desearte? —dijo Gretchen con una sonrisa.

Héctor levantó la mirada al instante, con sorpresa, completamente incrédulo ante lo que acababa de oír. Quiso decir algo, pero Gretchen lo tomó con rudeza del rostro para besarlo.

—Debí haberte elegido a vos para ser el primero, Nahuel me rechazó y terminé con un don nadie —dijo, con su rostro serio—, y debí haberte tomado como mi esposo muchos años atrás, y en su lugar elegí a dos hombres que me rechazaron incontables veces.

—La única forma en que me alejen de vos es matándome, porque mientras viva voy a estar a tu lado —dijo Héctor sin dejar de mirarla de forma intensa.

—Héctor, ¿te casarías conmigo? —preguntó, con sus ojos negros fijos en los verdes de él, con una sonrisa en su rostro.

—Por supuesto.

Gretchen volvió a besarlo, primero suave y luego con más decisión, los labios de Héctor eran suaves, su beso era distinto y sus caricias eran más reconfortantes, más seductoras. Se encontró a sí misma acariciando el abdomen marcado de él, recorrió su cuerpo con las manos por primera vez, con curiosidad y deseo.

Héctor la trataba de forma distinta, no con esa violenta pasión del Loco sin una pizca de afecto, ni con esa tierna y delicada devoción de Nahuel, él la trataba como a una mujer, con el adecuado equilibrio de pasión y cariño.

Ambos sabían que su padre nunca hubiese aceptado semejante unión, y por eso ambos se alegraron de que estuviese bajo tierra para siempre.

En Mörder, Erica aprovechó que Aaron estaba discutiendo en su oficina con Julio para poder hablar con el Loco, se encerró en esa habitación nueva que compartiría con Aaron a partir de ese día.

La habitación era bella y elegante, pero tenía cámaras que dificultaba encontrar un punto ciego. Decidió, entonces, desvestirse hasta quedar en ropa interior y se acostó bajo las sábanas y acolchados hasta cubrir su cabeza, y bajo ellas tomó su teléfono para poder escribirle al Loco.

Erica: ¿Cómo está Jack?

Él tardó un poco en responder.

Jack: Está durmiendo, ya comió y le di un baño, también le leí dos cuentos. ¿Querés verlo?

Erica sonrió y respondió simplemente con un emoji, casi al instante recibió una foto de Jack dormido, abrazaba su koala y tenía a Hund a su lado. Quiso escribir que los extrañaba, pero suspiró y decidió concentrarse en la misión.

Erica: Hay cinco guardias en la entrada, revisan todo, y algunas cámaras cambiaron de lugar, pero nada grave.

Jack: ¿Qué tal la ubicación de tu amigo?

Erica: Está encerrado en el cuarto que era tuyo, por ser el más oscuro y aislado. No me permiten acercarme, pero pude ver tres guardias en la puerta, uno de ellos es Martín. Aún no logré acercarme a él.

Jack: ¿Algún punto ciego?

Erica: En la zona de entrenamiento de los locos solo hay dos cámaras, está cerca del cuarto. Mañana intentaré observar más.

Jack: Engel, en nuestra zona de entrenamiento hay una puerta secreta que lleva hacia el estacionamiento, la hizo mi padre antes de que yo naciera para que fueran los locos los primeros en acudir ante un ataque.

Erica: ¿En serio? :0

Jack: Trazaré un nuevo plan con esta información, cuidate, mein engel.

La voz de Aaron se oyó cerca, por lo que Erica se apresuró a despedirse y borrar el chat secreto. Dejó el teléfono bloqueado con su huella bajo la almohada y se acomodó para esperar la inminente llegada de Aaron.

Aunque su corazón latía velozmente, aunque sus extremidades temblaban y sentía el deseo de llorar, con su respiración acelerada que la hacía marearse, Erica lo recibió con una enorme sonrisa y una pose sugerente.

Y se dio asco a sí misma.

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