Capítulo N° 30 | parte 2


Luego de que unas horas después poco a poco todos comenzaran a irse, Erica decidió darle un baño a Jack antes de acostarlo a dormir, solo luego de asegurarse de que estaba dormido y Hund se acurrucó a su lado, fue que bajó las escaleras del sótano en busca del Loco. Allí se oía música de jazz, y lo encontró parado frente a esa pared donde había fotos familiares y muebles con recuerdos de su niñez.

—¿Recordás cuando dije que lo había superado? —dijo él en un susurro, sin dejar de mirar la foto de sus padres—. Mentí, jamás lo superé, jamás pude olvidar ese momento…

—Se veían muy enamorados, parecen… tan distintos entre sí —dijo al ver el cuadro, que transmitía todo el amor que se tenían.

—¿Te interesa la historia? —La miró con una sonrisa triste, ella asintió con una sonrisa, por lo que él suspiró al comenzar a hablar—: Mi padre era un soldado alemán recién llegado a Argentina. Al igual que mis tíos era cruel, sádico e insensible, especializado en torturas. Fue rápidamente admirado por todos, se convirtió en el mejor de Mörder junto a mi tía y su esposo, al punto que Jonathan le permitió darle el nombre a la sede. Mi madre era joven, una novata que había perdido todo, casa, familia, amigos… no tenía nada. Ella era como vos —La miró con una sonrisa—, ingenua, dulce y romántica, era… buena, demasiado pura para Mörder, pero también muy talentosa como asesina.

—¿Tu padre se enamoró de ella por eso? —lo miró bastante interesada en la historia, pero él comenzó a reírse.

—No, ¡mi padre la odiaba por eso! Él era una persona que seguro odiarías, no tenía nada de bondad en él, despreciaba a mi madre porque decía que era «estúpida». Pero un día, recorriendo los pasillos de Mörder junto a mi tía, oyeron una hermosa voz que llamó su atención, se asomaron por la puerta viendo a mi mamá cantar —sonrió al recordar la historia—. Mi tía me dijo que al verla murmuró «engel» y que sus ojos se iluminaron de una forma que jamás había visto. Después de eso mi papá se interesó en ella, la llevó a un bar de jazz donde la hizo subirse al escenario y cantar, y él la admiró desde el público. Después… Bueno, se casaron, nací yo e intentaron darme una infancia normal mientras pudieron.

Él se quedó en silencio por un rato, con la mirada baja, y Erica respetó su silencio, sin presionar.

—Soy el único nacido en Mörder que por cinco años fue un niño normal —dijo en un susurro—, el único que jugaba con juguetes en vez de practicar pelea, como es el caso de Gretchen o Rata, por ejemplo. Fui un niño normal mientras estuvieron vivos... Y eso... era un rasgo de debilidad para Jonathan, que comenzó a ver a mi madre como un virus, y a mi padre como alguien debilitado.

—Debió ser muy duro para vos...

—Lo fue, porque quedé a cargo de mis tíos que no eran nada parecidos a ellos, no me trataban bien —admitió con tristeza—. Una semana después de sus muertes Jonathan le consiguió un reemplazo a mi padre. Adoptó a Nahuel, era su proyecto de convertirlo en alguien mejor que mi padre, pero sin sentir amor. Y lo logró, el Gusano es mejor asesino de lo que fue mi papá, porque es un bastardo sin sentimientos.

—Excepto si se trata de Gretchen —acotó Erica.

—Excepto con Gretchen... —dijo con un suspiro y la miró de reojo—, en esa época Nahui y yo nos habíamos hecho amigos, ambos habíamos quedado huérfanos casi al mismo tiempo y éramos obligados a fingir que nuestros padres nunca existieron, pero con el tiempo él se volvió como los Moms y me quedé solo otra vez.

—¿Nunca tuviste amigos? —preguntó Erica con un gesto triste—. ¿Ni de niño?

—Fui amigo de Nahui hasta que él tuvo su primera misión, luego nos alejamos —explicó y se alejó de ahí para poder tomar la botella de vino y servirse un poco—, fui amigo de Héctor hasta los quince años, más o menos, porque fui yo el que cambió y dejé de caerle bien. Tampoco me llevaba bien con Kellen así que siempre estuve solo.

—¿Puedo saber por qué te llevabas mal con él? —preguntó y se acercó a él para servirse también un poco de vino—. O sea, literalmente me felicitaste por matarlo...

—Te felicité porque fue una gran pelea, él no era sencillo de vencer —explicó y luego comenzó a reírse—. Era un imbécil, nunca nos llevamos muy bien que digamos, y eso empeoró por Gretchen.

Como Erica lo miró algo confundida, él tomó un trago de vino antes de explicarse.

—Ambos salimos con Gretchen al mismo tiempo, pero ella se quedó conmigo, él nunca pudo perdonarme que me haya preferido a mí —dijo con una sonrisa pícara.

—¿Salieron al mismo tiempo con ella? —preguntó Erica con un claro gesto de sorpresa.

—Algo así, teníamos trece años y solo cogíamos con ella porque le gustaban los vírgenes —dijo y bebió un trago de vino—, en algún punto de todo eso le empecé a gustar de verdad y desechó a Kellen. El hecho de que yo haya dejado a Gretchen años después no sirvió para mejorar mi relación con él.

—Aaron... me dijo que la dejaste porque ella quería casarse, él mintió en muchas cosas, pero... ¿es verdad?

—En parte es verdad —explicó y tomó su paquete de cigarrillos para poder encender uno—, ya no la amaba, me volvía loco con los celos y comenzaba a vigilarme demasiado, me controlaba todo el tiempo, simplemente me harté. Jonathan le exigía casarse y tener un heredero porque ella acababa de cumplir los veinticinco, y en vez de elegir a Nahuel como debió haber hecho me eligió a mí por ser su novio, pero yo tenía dieciocho años, obviamente no quería casarme ni tener hijos.

Erica lo miró en silencio y dio un trago a su vino, tenía tanta curiosidad por saber de él, sobre su pasado e incluso sus sentimientos, pero no se animaba a hacer las preguntas que pasaban por su mente.

Él la miró fijo y sopló el humo de su cigarrillo.

—¿Qué más te dijo el pollito de mí? Así lo desmiento.

—Que... violaste a su madre, y que siempre lo hacés en tus misiones.

—Una mentira muy grande —escupió con asco—, nunca hice algo como eso.

—¿Y entonces qué era lo que querías hacer conmigo en la terraza? —se quejó Erica.

—Marcarte el cuello para que nadie se meta con vos, un código de Mörder —dijo con una mueca torcida—, si el pollito lo hubiese hecho no habría sido necesario, pero nunca lo hizo, porque no le importaba tu seguridad.

Erica lo miró con desconfianza, la respuesta no la convencía en lo absoluto.

—Tengo pocos requerimientos para mis parejas sexuales —dijo él con el rostro serio y empezó a enumerar con sus dedos—: Que sea una persona, esté viva, mayor de edad y consensuado. Nada más.

—Lo de aclarar que esté viva es muy raro... —Lo miró con un gesto de sorpresa muy grande.

—Lo aclaro porque no me sorprendería que te haya dicho algo por el estilo —escupió y arrojó en el cenicero la colilla de su cigarro.

Erica se sirvió un poco más de vino y miró la mesa de pool, se acercó un poco para verla mejor y pasó su mano por la madera brillante, se divirtió bastante esa noche junto a sus amigos, habían comprado pizza y cenaron todos juntos, incluso descubrió que el Loco era alguien bastante divertido.

—Una vez... —comenzó a decir él—, te vi jugando al pool.

Ella giró enseguida para verlo, sorprendida. Él se había sentado en el sillón esquinero rojo, bebía su vino mientras le esquivaba la mirada.

—¿Cuándo?

—Salí con Rata y otros más a un pub, te vi junto a un chico —dijo y torció sus labios para agregar—: Me fui antes de que me vieras, porque no quería que creyeras que te estaba siguiendo...

—¿Y lo estabas haciendo?

—No, fue casualidad, lo juro.

Erica lo miró en silencio y le dio un sorbo a su vino, luego bajó la mirada porque se acordaba de esa noche.

—Ese chico es Lucas, el que tiene Aaron en Mörder, habíamos salido con su grupo de amigos y me crucé a Rata ahí, fue raro e incómodo —dijo en voz baja—, me gustaría decir que no habría pensado eso si te veía ahí, pero la realidad es que sí lo hubiese pensado...

—Lo sé, por eso me fui.

Erica se quedó en silencio por un instante con la mirada baja.

—¿Si me hubiese acercado a vos de otra forma menos... tenebrosa para tu gusto, algo sería diferente? —dijo él en un susurro.

—No lo sé, la primera vez que te vi mataste a un tipo con un tenedor —Erica torció sus labios en un gesto divertido—, y seguiste comiendo. No fue una gran primera impresión.

Él comenzó a reírse, primero suave, luego a carcajadas.

—Y supongo que seguirte o entrar a la ducha no ayudó mucho —dijo con un suspiro.

—Y... No. Sos bastante intimidante —admitió Erica con un gesto torcido y se apoyó en la mesa de pool para verlo—. Pero me caés bien, al menos ahora, seguís siendo muy intimidante, pero también sos divertido y amable.

Él se puso de pie para poder acercarse a la barra, no muy lejos de la mesa de pool donde ella estaba apoyada, y de allí tomó una bolsa de regalo y un vino. Erica lo miraba con curiosidad, especialmente cuando él se acercó a ella.

—Tengo algo para vos —le dijo con una sonrisa al extenderle la bolsa—. Te va a ser útil.

Erica abrió la bolsa con curiosidad, dentro había una caja de un  smartphone, el cual miró con sorpresa y no dudó en levantar la mirada para verlo a él.

—No era necesario...

—Necesito poder comunicarme con vos, especialmente si vas a volver con el pollito. Era necesario —dijo con una sonrisa y le corrió un mechón de cabello del rostro—, de todas formas si necesitás el mío podés usarlo cuando desees.

Erica agradeció con una sonrisa y juntos subieron por las escaleras para poder quedarse arriba y cuidar de Jack, y mientras que Erica se daba una ducha rápida, el Loco se quedó en el sillón del living con su teléfono en la mano. Veía las fotos de Moira allí con un nudo en la garganta, terminó por darle un beso a la pantalla con sus ojos cristalizados por lágrimas.

—Me voy a encargar de destrozarlo, Freundin, te lo juro —dijo en un susurro y apretó en sus manos el dije de libélula en su cuello.

Cuando Erica salió de la ducha ya vestida con un pijama lila sencillo, lo vio recostado en el sillón con su brazo cubriendo su rostro y un cigarrillo en la mano que parecía consumirse sin una sola pitada. Se acercó y se sentó sobre la mesita ratona, frente a él.

—¿Estás bien?

—Solo recordaba cosas —dijo con una voz triste, sin descubrirse el rostro—, como que a Moira le gustaban mucho las flores...

—Tal vez podríamos hacer un pequeño altar para ella, donde pongas su foto y puedas dejarle flores —dijo Erica con un tono de voz suave.

Él descubrió su rostro para poder verla, tenía los ojos enrojecidos al igual que la punta de la nariz.

—Es una buena idea, engel, gracias.

Se quedaron en silencio unos instantes, él miraba el techo de madera, bastante pensativo.

—Cuando Gretchen mandó a matar a Cami —comenzó a decir—, me enojé tanto que intenté matarla, terminé peleando con Nahui y...

—Destrozaron la mansión, ¿no?

—Tuvieron que refaccionarla —suspiró—, terminé muy malherido, pero Nahuel también, le quebré varias costillas y no pudo respirar bien por un tiempo, los dos tardamos unas semanas en volver a caminar...

Dirigió su mirada hacia ella, sus ojos se veían tristes y solitarios.

—No lloré por Cami, solo estaba enojado, y ahora que no tengo a Moira... —se detuvo un instante porque su voz había comenzado a quebrarse, y por ello volvió a cubrirse el rostro con el brazo—, ahora que Moira ya no está, siento que me cortaron las piernas y no tengo ni la fuerza para seguir, ¿cómo voy a pelear así? Apenas consigo respirar...

Erica lo miró con pena, la angustia también había comenzado a acumularse en su garganta. Llevó despacio la mano hacia él y la apoyó con suavidad en su hombro, porque ella podía entender muy bien lo que estaba sintiendo.

Se puso de pie para poder tomar la botella de vino que estaba sobre la barra, ya había sido descorchada, así que solo la tomó y regresó junto a él. Sentada en el apoya brazos del sillón bebió un trago largo y luego le dio un golpecito para que la mirase, y cuando él quitó el brazo del rostro le extendió la botella de vino.

—También apenas consigo respirar —dijo ella con un tono de voz triste—, si pienso en mi hermana...

Él se sentó para poder dejarle espacio a su lado, bebieron juntos ese vino prácticamente en silencio, con sus miradas bajas y los tortuosos recuerdos en sus mentes.

Mientras bebían, Erica comenzó a configurar su nuevo teléfono, le colocó la memoria del anterior, con todas las fotos y vídeos de tiempo atrás. Y aunque quiso evitarlo, comenzó a llorar al ver la foto que se había tomado junto a Celeste en el boliche de Julio.

El Loco la abrazó con cuidado, porque ambos necesitaban dejar de sentirse solos por un rato. Ambos se sentían culpables de que sus seres queridos ya no estuvieran, y los dos se preguntaban en sus mentes si las cosas hubiesen sido distintas de haber actuado diferente.

Él había usado a Moira como tapadera, y había pagado las consecuencias de ello, y Erica había enviado a Celeste directo a la trampa de Aaron.

La culpa y la tristeza era lo único que sentían en ese momento, pero también fue lo que los unió por esa noche por primera vez como amigos.


Había encontrado la localización de Gretchen, se encontraba en un elegante departamento junto con Héctor. Le había tomado unos días realizar el seguimiento, por lo que pensó que Wolff tenía razón: se estaba oxidando.

Calibró los clicks de la mira de su rifle desde su posición en la lejanía, y desde allí observó a Héctor subir a un auto junto con Gretchen, estaba herida pero con vida. Pensó en seguirlos, pero prefirió mantenerse en su posición en lo alto para vigilar el departamento, no habían amenazas cercanas, sin embargo la ubicación no era adecuada para un escape, las calles eran angostas y llenas de gente. No era un buen punto estratégico, por lo que suspiró y desarmó el rifle para por guardarlo.

Su teléfono había comenzado a sonar.

—Rata —dijo al atender—, estoy ocupado, ¿qué querés?

Sabatini volvió a llamarnos para una limpieza, parece que alguien lo hizo enojar. ¿Sigo haciéndome pasar por vos?

—Sí, no quiero que sepa que estoy vivo —respondió con un tono de voz duro.

¿Vas a matarlo?

—Como líder de los barrenderos debo ser neutral —dijo y comenzó a bajar las escaleras del lugar donde se encontraba—, voy a dejar que Wolff se encargue, solo voy a interceder en caso de ser necesario.

No entiendo por qué no querés matarlo —se quejó Rata con fastidio—, intentó matarte e intentó matar a Gretchen.

—Tengo otros planes. Hacete pasar por mí un tiempo más.

Colgó la llamada y guardó su teléfono, mientras salía del edificio al que había entrado, para luego caminar tranquilamente por la calle hasta el estacionamiento donde había dejado su auto. Dejó en el baúl el estuche con el rifle, y tomó dentro dos pistolas que colocó en los arneses de su torso, junto con un par de cargadores. Colocó en sus piernas un par de cuchillos también en arneses y se colocó un abrigo largo antes de salir de allí, para que cubriera las armas en él. Luego colgó en su brazo la funda de su violín.

Con sus guantes puestos encendió un cigarrillo que fumó tranquilamente mientras se acercaba al edificio de Héctor y Gretchen. Con una mascarilla negra cubriendo la mitad de su rostro esperó a que una persona saliera de adentro para poder entrar, y de allí subió hasta el último piso donde se estaban quedando los Moms.

No había nadie por allí, por eso abrir la puerta con ganzúa fue más sencillo sin ojos curiosos molestándolo. La puerta se abrió y él ingresó allí a paso lento.

—No tienen ni una alarma, patético —dijo con asco.

No encendió ninguna luz, iluminaba con una linterna, concentrado en revisar la seguridad del lugar. El hecho de ser un penthouse hacía que los ataques fueran más complicados, pero a su vez él pudo entrar muy fácilmente.

Entró en una de las habitaciones, por el estilo supo enseguida que era de Héctor, no dudó en revisar sus objetos personales para ver si era de fiar. Tenía armas escondidas, digno de un heredero Moms, pero Fosa sabía que Héctor no era tan bueno como Gretchen o Julio.

Dejó todo en su lugar antes de ingresar en la habitación que era de Gretchen, su estilo también era muy reconocible, era muy prolija y ordenada, y solo utilizaba tonos sobrios. Comenzó a revisar todo allí, Gretchen no parecía tener muchas pertenencias propias, aunque sí contaba con una gran cantidad de armas y documentos falsos. Sin embargo, entre sus pocas pertenencias, tenía un brazalete de oro de pequeñas enredaderas.

No pudo evitar sonreír al tomar en su mano el brazalete, pues se lo había regalado él cuando Gretchen tomó el poder de Mörder.

Se sentó cómodamente en uno de los sillones a esperar luego de quitarse el abrigo, ya se había cansado de esconder de ella. Necesitaba protegerla, y la única manera real de hacerlo era dando la cara.

Dejó su teléfono apagado para que nadie lo molestara, y cuando comenzó a oír voces en la puerta se quitó la mascarilla y puso su máscara habitual, para luego desenfundar su violín y esperar pacientemente de pie a que ellos llegaran hasta allí.

Poco a poco las luces habían comenzado a encenderse, y ambos se sobresaltaron al ver a ese hombre enmascarado y vestido de negro allí de pie.

Héctor fue el primero en apuntar con su pistola, sin embargo Gretchen reconoció a Fosa y puso su mano para frenar a Héctor.

—Sos Fosa, ¿verdad? —dijo Gretchen y colocó lentamente su mano sobre la pistola que ella llevaba en la cadera—. ¿Qué hacés acá? ¿Cómo entraste?

Fosa no respondió, se concentró en ver las vendas que cubrían la mitad del rostro de Gretchen, las vendas en brazos y piernas, y el gesto de dolor que ella hacía ante algunos movimientos.

Él no respondió, tomó el violín y al verlo Gretchen enfureció por completo, levantó su pistola y lo apuntó.

—¡Vos tomaste mi violín! —le gritó.

—No te alejes, Gretchy —dijo Héctor con su rostro serio.

Fosa los ignoró y colocó el violín en su cuello, para luego comenzar a tocar la canción preferida de Gretchen, la que ellos tocaban juntos en violín y piano, la que sabía que lo identificaría como Nahuel: «Liebesleid», de Fritz Kreisler.

Gretchen abrió los ojos con sorpresa, a su lado Héctor quería disparar, pero ella giró con su rostro furioso.

—Si disparás te voy a matar —le dijo enseñando sus dientes con furia—. Es Nahuel... Es él.

—Él murió —gruñó Héctor.

Gretchen dio un paso hacia el frente, pero al instante Fosa soltó el violín sobre el sillón y la apuntó con una pistola.

—Sos Nahuel, solo podés ser vos —dijo ella con sus ojos llenos de lágrimas y dio otro paso más.

—¡Gretchen! —le gritó Héctor.

—Si te acercás voy a matarte —dijo Fosa de repente, con su pistola apuntada a la frente de ella.

Ella ignoró la amenaza y caminó hacia allí, omitiendo las réplicas de Héctor que no dejaba de apuntar, pero cuando disparó, Fosa se hizo a un lado y no dudó en disparar cerca de él como amenaza, le rozó el rostro y la bala se impregnó en la pared a su lado. Luego volvió a apuntar a Gretchen, quien estaba frente a él.

—Sos él, ¿verdad? —dijo con sus ojos cristalizados, y cuando él apoyó el cañón de su pistola en la frente de ella, Gretchen cerró los ojos y sonrió—. Dispará, matame. Morir en tus manos sería la mejor muerte que podría tener. Sería un honor morir en tus manos, Nahui...

Él la miró fijo, ella seguía con sus ojos cerrados y esa sonrisa tierna en su rostro, completamente entregada a sus manos y su destino. Fosa arrojó el arma al suelo y la abrazó, con una mano en el cabello de ella y la otra en su cintura. Gretchen devolvió el abrazo entre lágrimas, con fuerza, sin importarle nada, ni siquiera la posibilidad de morir.

—Nahui, mi Nahui, sos vos —lloriqueó en su pecho—, sos vos...

—Te extrañé, Gretchy —susurró él y se quitó la máscara solo para poder hundir su nariz en el cabello negro de ella—, mi Gretchy...

—No puede ser —dijo Héctor con sus ojos bien abiertos y dio un par de pasos lentos—, pero... moriste...

Él se separó un poco de Gretchen solo para poder apoyar una mano enguantada en la mejilla sana de ella, quien lo miraba con sus intensos ojos negros que parecían brillar de alegría.

—Estás tan bella como la primera vez que te vi —dijo él con suavidad.

Ella sonrió y volvió apoyar su rostro en el pecho de él, sentía que estaba soñando, que estaba ante un fantasma, un hermoso fantasma en su vida.

Héctor parecía impactado de ver a Nahuel ahí, que aunque tenía cicatrices en él, era fácilmente reconocible, era Nahuel, el mejor elemento de Mörder y, también, la mayor competencia en su vida. Terminó por suspirar y refregarse una sien.

—Iré por algo de comer y un vino extra —dijo con un suspiro para luego acercarse a la entrada—, confío en que no le vas a hacer daño.

—Él nunca me haría daño —dijo Gretchen aún con esa sonrisa alegre en su rostro.

Héctor miró a ese alto y fornido hombre que estaba abrazando a Gretchen, terminó por suspirar nuevamente y se fue de allí. Siempre supo, desde su infancia, que contra él nunca podría ganar en nada, mucho menos ante la atención de Gretchen.

Gretchen aún parecía incrédula, parecía volar en un extraño pero bello sueño, tocaba el rostro de Fosa como si no pudiera creer que en serio fuera él, y él solo pudo sonreír ante ello.

—Soy real —le dijo—, soy yo.

—¿Cómo puede ser? Enterré tu cadáver —dijo ella en un susurro—, ¿a quién lloré tantos años?

Gretchen lo tomó de la mano y lo instó a seguirla hacia la barra, de donde tomó un vino fino que no dudó en destapar y servir en dos copas.

—¿Siempre fuiste Fosa? ¿Siempre hablé con vos sin saberlo? —preguntó con una mirada triste.

—Siempre fui yo, siempre hablamos, me reconfortaba oírte —dijo y apoyó con cariño su mano en la mejilla de ella—, mi mejor amiga, mi hermana, mi amada.

Gretchen se llevó una mano hacia el pecho, como si necesitara sostenerse a sí misma, y comenzó a llorar con una mezcla de tristeza y desesperación, pero también alivio.

Él secó las lágrimas en ella y se sentaron uno junto al otro en unos asientos de allí. Gretchen acariciaba el rostro de su amigo, pasaba con delicadeza sus dedos por las cicatrices de quemaduras en él.

—¿Por qué decidiste fingir tu muerte? —preguntó con mucha tristeza—. ¿Fue la insistencia de mi padre para que nos casáramos?

—Tu aprendiz me traicionó —dijo con el ceño fruncido de forma sombría—, nunca quise fingir mi muerte, quería volver a tu lado pero mi recuperación fue tan lenta que... que ya era tarde para volver, Gretchy, ya habían enterrado mi supuesto cuerpo. Nahuel Pietrzak ya no existe, solo queda Fosa. Ese es quien soy hoy, solo Fosa de los barrenderos.

—Pudiste volver...

—Pude, pero no quería que me vieras así —dijo Fosa con tristeza, pero ella acarició su rostro marcado.

Gretchen alejó su mano y con mucho cuidado comenzó a quitarse las vendas del rostro. Quemaduras se veían allí, pruebas contundentes de su pelea con el Loco en Naemniki, prueba de que había sobrevivido a las llamas.

—Duele mucho —dijo Gretchen con la mirada baja.

—Seguís igual de bella que siempre.

Gretchen bebió un sorbo de vino sin dejar de mirar esos ojos celestes grisáceos que tanto había extrañado, ojos que eran crueles y poco expresivos con todo el mundo, pero que con ella siempre mostraban un universo de emociones.

—Sabatini me traicionó y ahora también te traicionó a vos —dijo él con el rostro serio y su mirada sombría—, él estuvo tras el ataque que te dejó así.

—Es imposible, Aaron murió contra Julio.

—¿De la misma forma que yo morí? —levantó una ceja y la barbilla—, tu adorado aprendiz se alió con Julio y te traicionó, de la misma forma que me traicionó a mí.

—No, él no pudo hacer algo así, tuvo que ser...

—Tuvo que ser él —gruñó Fosa con fastidio—, ¿sabés qué me dijo antes de encerrarme en el fuego? Que sin mí en el medio podía quedarse con todo. Te usó para acercarse a mí, se deshizo de mí para acercarse más a vos, y ahora es él quien se sienta en tu oficina. Wolff siempre tuvo razón con él, yo siempre tuve razón en decirte que oyeras a Wolff, y ahora ambos pagamos las consecuencias de no haberlo escuchado.

—¡No me nombres a ese maldito traidor! —escupió Gretchen con odio—. ¡Él me atacó!

—Vos atacaste a su pareja.

—¡No es su pareja!

—No aún, pero lo será —dijo con seriedad y bebió un trago de vino—. En una decisión como la que tuvo que hacer él, era obvio que la elegiría a ella.

—¡¿Vas a defenderla a ella?!

—Es una inútil —dijo y luego levantó la barbilla con orgullo—, una con mucho talento, y por eso es mi aprendiz.

Gretchen bebió el resto del vino que tenía en su copa, se sirvió un poco más y se alejó de él para poder acercarse a un piano de pared. Con cuidado apoyó la copa sobre la madera y comenzó a tocar para relajarse un poco.

—Nunca creí que vos también me traicionarías... —dijo Gretchen con un tono de voz ofendido pero también cargado de tristeza.

Él se acercó rápidamente hacia ella y se agachó en el suelo, a su lado. Tomó un cuchillo de su pierna y se lo extendió.

—Moriría antes de traicionarte o lastimarte —dijo, mirándola fijo—. Gretchy, matame.

Gretchen tomó el cuchillo y se lo puso al cuello, con sus ojos llenos de furia.

—Podría hacerlo —gruñó.

—Hacelo —susurró—, mi vida es tuya, Gretchy, podés hacer con ella lo que quieras.

Un pequeño hilo de sangre resbaló por el cuello de Fosa, pero él no se inmutó, continuaba mirándola de esa forma, con la devoción y la lealtad en sus ojos.

—Mi vida te perteneció desde el primer momento, desde que fuiste la encargada de matarme en la infancia —dijo con un suspiro satisfecho—, sos la única que siempre tuvo poder sobre mi vida.

—Debí haberte matado ese día.

—Debí haber aceptado tu propuesta de ser el primero —respondió él con sus ojos cerrados y el cuchillo aún en su cuello.

—Debí haber elegido a Héctor, ni a Wolff ni a vos —gruñó.

—Debí haberme quedado esa noche, en vez de ir a la misión con Sabatini.

—Debí haber dejado que Wolff lo matara —dijo Gretchen con una mirada y un tono de voz triste.

—Debimos habernos casado como insistía Jon.

—Sí, debimos.

Gretchen hizo a un lado el cuchillo y Fosa apoyó su cabeza en el regazo de ella, completamente sumiso u entregado a los deseos de Gretchen, mientras que ella volvía a tocar el piano para él, como en los viejos tiempos. Tocó Chopin, como cada vez que él estaba nervioso o enfadado y era un peligro para los demás. La música lograba domar siempre al monstruo que había creado su padre.

Dejó de tocar solo para poder beber un poco de vino, y apoyó su mano en el cabello negro de él para poder darle una caricia.

—Fuiste vos, ¿verdad? Quién mató a mi padre.

—Sí.

—Te tardaste demasiado —se rió ella y le acomodó un mechón de cabello tras la oreja—. Mi Nahui, mi mejor amigo, mi vida entera.

Él levantó su cabeza del regazo de Gretchen solo para poder verla a esos ojos oscuros, estaba herida, su piel aún no había sanado y él sabía mejor que nadie que eso le tomaría un tiempo.

—¿Qué vas a hacer, Gretchy? —preguntó, aún arrodillado en el suelo a sus pies.

—Me voy a encargar del maleducado de mi aprendiz —gruñó con asco—, luego iré por Wolff y la maldita princesa.

—Puedo apoyarte con Sabatini, ser tu monstruo de las sombras como siempre, puedo convertirme en su peor pesadilla para desestabilizarlo —dijo, con su rostro serio y sus cejas caídas de forma intimidante sobre sus ojos—, pero no puedo ayudarte con Wolff.

—¿Vas a traicionarme?

—Él salvó mi vida, Gretchy, yo no estaría acá a tus pies de no ser por él —dijo en un susurro—, y tampoco puedo hacerlo con la Bombita.

—Entiendo que le debas la vida, pero ¿la puta princesa? —dijo entre dientes.

—Seguís siendo impulsiva, seguís sin observar, no sos capaz de ver el verdadero talento —Comenzó a ponerse de pie y la miró fijo—, tus celos de ella te hicieron ciega y no sos capaz de ver su talento.

—Es una inútil.

—Lo es, porque pusiste al inútil de Sabatini a entrenarla —dijo, con su mirada intimidante—, se la hubieses dado a Wolff o a Martín, y hoy no sería una inútil. Hoy de por sí no es una inútil gracias a que yo la entrené, así que te advierto que si pensás luchar contra ella, ya no es la princesa, es la Bombita.

Gretchen lo miró con el ceño fruncido y su mandíbula trabada con odio, no dudó en ponerse de pie y tomarlo del cuello con fuerza. Él no se defendió.

—Sos tan orgullosa que nunca vas a admitir que tengo razón —dijo él mirándola fijo a los ojos oscuros—, ¿y qué hay del líder de los obligados? Ese chico debía ser un profesional.

—¿Christopher? Es bueno pero no tanto.

—Diría que es mejor que tu adorado inútil de Sabatini, pero nunca vas a admitirlo.

Gretchen lo apretó con más fuerza, sin embargo Fosa le dirigió una sonrisa y una mirada intensa.

—¿Qué hacés con Héctor? —inquirió, con esa sonrisa—. ¿Al fin caíste ante sus intentos por seducirte?

—Él salvó mi vida —dijo entre dientes—, y hoy en día pienso que tal vez debí haberme casado con él.

—Tal vez, te habría dado varios hijos —Apoyó con delicadeza su mano sobre la de ella y la instó a soltarlo—. Aún estás a tiempo.

—Lo sé —admitió Gretchen y luego bajó la mirada—, él me atrae un poco... Pero es mi hermano.

—Yo también lo soy —dijo y apoyó con suavidad sus dedos bajo la barbilla de Gretchen para levantar con delicadeza su rostro—, y eso no importó en lo absoluto.

—Te extrañé tanto, Nahui, mi Nahui.

Él la tomó de la nuca y la besó de forma brusca, pero luego suavizó el contacto. Gretchen se aferró a su cuello, como hacía años atrás cuando disfrutaban juntos del otro.

—Héctor no va a volver —susurró Gretchen contra sus labios—, él sabe muy bien lo que vos sos para mí.

—¿Y qué soy? —susurró también—. ¿Tu mejor amigo, tu hermano, tu protector?

—Mi todo.

La tomó con delicadeza en sus brazos, como si sostuviera el objeto más preciado del mundo en sus manos, como si solo rozarlo de forma brusca pudiera dañarla. Y Gretchen se acurrucó en su pecho, oyendo los latidos de su corazón, el sonido le era como música, porque él estaba vivo.

Fosa había estado con varias mujeres en su vida cuando su libido se encontraba alto, incluso en los cinco años que pasaron, pero luego sentía asco de sí mismo, asco del tacto, y se tomaba su tiempo para quitarse del cuerpo cualquier rastro de que alguien lo tocó. Sin embargo, Gretchen era la única en su vida con la que no sentía desprecio, la única con la que no requería bañarse por largo tiempo para borrar cualquier rastro de ese momento.

Él se sentó en la cama mientras que Gretchen se ubicaba de rodillas a sus pies para atender con sus labios y lengua la erección en él que rogaba por ser atendida. Dejó ir un fuerte gemido al sentir el calor de esos labios únicos que siempre sabían cómo mimarlo, pero luego de unos instantes él la sujetó con fuerza de los muslos para levantarla y así obligarla a enredar sus piernas en el cuello de él, saboreó su humedad y se regocijó ante cada gemido que ella daba. Luego Gretchen se sentó a horcajadas sobre él para poder besar su cuello y comenzar a moverse.

Fosa era muy cuidadoso con ella, pues aún estaba herida, solo acariciaba las partes de su cuerpo que se encontraban sanas. La miraba fijo a los ojos mientras se deshacía ante cada toque y cada movimiento ondulante de ella que le producía placer.

La volteó para poder quedar él arriba mientras besaba su cuello y acariciaba cada parte de su cuerpo, y Gretchen dejaba ir suspiros placenteros ante cada movimiento de cadera en él, cada embiste fuerte y decidido. Recorrió con sus manos cada músculo en él, luego llevó la mano a su rostro con cicatrices y rozó sus labios con los dedos, los introdujo en su boca, él los besó y lamió con devoción, y eso parecía excitarlos mucho más.

Unos minutos después, con los espasmos musculares post orgasmo, con la relajación de sus músculos y las sensaciones de bienestar, ambos se quedaron allí recostados, solo mirándose, jadeantes.

—¿Por qué nunca quisiste casarte conmigo? —preguntó Gretchen, aún jadeante.

—Podría preguntarte lo mismo.

—Quería a Wolff —confesó Gretchen.

—Yo no quería monstruos correteando ni estar atado a nadie.

Se dieron un tierno beso y Fosa apoyó su frente en la de ella.

—Jon nunca lo entendió —dijo en un susurro, con sus ojos cerrados—, nadie lo entiende.

—Yo sí lo entiendo —susurró Gretchen y apoyó su mano en la mejilla de él—, sos mi todo y soy tu todo, pero no somos de nadie.

Él la aferró contra sí, como si quisiera protegerla entre sus brazos del mundo entero.

Se habían conocido en una elegante casa sobre el charco de sangre de esos dos cuerpos, ella con doce años y su largo cabello negro que rodeaba su pálido rostro, con su fría mirada al apuntarlo con la pistola cuando él, con nueve años, había intentado apuñalar a Jonathan Moms como venganza por sus padres.

Ese día se convirtieron en hermanos, tiempo después se habían vuelto mejores amigos. Años después ya eran almas gemelas que se rehusaban a atarse mutuamente.

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