Capítulo N° 3 (Parte 2)

Al entrar a la zona de tiro donde pensaba practicar su puntería vio a ese chico que la ayudó la noche anterior en las duchas, estaba cruzado de brazos contra una pared mientras veía a unas chicas entrenar, parecía concentrado en observar sus movimientos, como si las vigilara o se asegurara de que hicieran todo de forma correcta. Fumaba su cigarrillo con el rostro serio para luego solo reír por algo que le dijeron esas muchachas. Erica sonrió con entusiasmo al verlo y se acercó enseguida a él para poder devolverle su chaqueta, pensaba agradecerle por la ayuda, pero oírlo hablar hizo que frunciera la nariz con asco.

—¿Lo hice bien? —preguntó una de las chicas al disparar.

—Lo hiciste perfecto —le había respondido él con una sonrisa de galán.

«Un Don Juan...» pensó Erica con fastidio.

—Ey, disculpame. —Se ubicó tras él y le dio un pequeño golpecito en el hombro, él apenas si giró para poder verla con sus brazos extendidos ofreciéndole esa chaqueta—. Gracias por lo de ayer, fuiste de ayuda, en serio, gracias.

—¿Ah, sí? —Por un instante él parpadeó, como si no comprendiera de qué hablaba, luego se rio y negó con la cabeza al tomar la chaqueta—. Me había olvidado. ¿Tu nombre era...?

—Erica —dijo con impaciencia.

—Erica, cierto. Bien, alejate del Loco... —Se colocó la campera de jean darle tiempo a más palabras solo le dio la espalda—. Intentalo de nuevo, preciosa, quizás puedas hacerlo mejor que perfecto...

—Ay, ¡pero es difícil! —chilló la chica al cerrar un ojo, entonces él la sorprendió con un beso en el cuello.

—Si cerrás los ojos me tentás a besarte, muñeca.

Erica lo miró unos segundos con las cejas levantadas, luego se rio con ironía pensando en lo ridículas que eran esas muchachas que, con tan poco, caían ante un idiota como él. Ella, en cambio, estaba más preocupada en Gretchen, quien la miraba con frialdad por su retraso, lo cual no dudó en decirle al darle una fuerte bofetada en el rostro.

Gretchen le extendió una 9mm para luego señalarle un blanco en la lejanía, no era demasiado lejos pero sí lo suficiente como para demostrar su mejoría. Erica asintió con cierto nerviosismo y la sujetó con ambas manos, pero al hacerlo terminó por recibir un fuerte golpe en la espalda con una vara larga y fina, la que su jefa usaba para castigarlos. Necesitaba aprender a disparar de forma veloz, al menos utilizando un arma en cada mano. Eso la salvaría en momentos críticos, que los solían haber bastante seguido. Dos manos para los primerizos, una mano para aquellos que pasaran los dos meses de prueba. Erica, sí o sí, debía aprender a disparar un arma en cada mano.

—¡Con una sola mano! ¡Es una maldita 9mm, no una escopeta! —gritó Gretchen al darle un golpe en su espalda.

—¡Auch! ¡Sí, ya entendí! —dijo ella con una mueca de dolor para poder tomar la pistola con la mano derecha y volver a apuntar. Entonces cerró un ojo, lo que instantáneamente hizo que su jefa volviera a golpearla en la espalda.

—¡No cierres los ojos! Perdés percepción y visibilidad.

Su respiración era acelerada, no estaba segura quién le daba más miedo si el Loco o Gretchen, el hombre con sonrisa y mirada perversa o la mujer de rostro pálido e inexpresivo, «cara de nada» o «La dama muerta» como la llamaba Celeste.

Disparó y le dio al círculo pero al punto más alejado del centro, lo que hizo que Gretchen volviera golpearla. De forma costosa, Erica volvió a tomar la pistola con las dos manos y a recibir dos golpes más por lo mismo, disparó nuevamente y le erra otra vez al blanco; los gritos y golpes la ponían demasiado nerviosa como para concentrarse.

—¡Sos una maldita inútil, princesita! —gritó Gretchen al golpearla con la vara en las piernas, lo que la hizo caer con dureza—. ¡No sabés siquiera mantenerte en pie! —La golpeó en el suelo mientras que a su alrededor los otros obligados se reían, felices de no ser ellos—. ¡Si no mejorás en dos semanas tu hermana va a sufrir las consecuencias, princesita! —La golpeó dos veces más, pero Erica, furiosa por ello, terminó por patearle las piernas y hacerla caer.

—No soy la única que no sabe mantenerse en pie...

Los obligados la miraron estupefactos puesto que no era sencillo sorprender a Gretchen, solía estar alerta a todo y sentir el peligro antes de que suceda, al igual que los mejores asesinos del lugar. Haberla hecho caer hizo que, aunque sea en un nivel mínimo, los obligados le tuvieran un poco de respeto.

Al oír las risas a su alrededor Gretchen comenzó a llenarse de ira. Se puso de pie y apretó en sus manos la vara para golpearla con más fuerza. La tomó del cabello y comenzó a azotarla con esa vara una y otra y otra vez en la espalda, repetidamente hasta que los gritos de dolor de Erica llamaron la atención de muchos en el lugar que se acercaban para observar su castigo y disfrutarlo, entre ellos el muchacho de la chaqueta de jean y el hombre al que llamaban el Loco.

Cada golpe hacía que su espalda se arqueara hacia atrás, lanzaba gritos de dolor por sentir su espalda arder, su cuerpo prenderse fuego. Sabía que eso no estaba sucediendo en realidad, pero era la sensación que le otorgaba el roce reiterado del cuero y el metal en su piel. No quería darle el gusto de llorar o rogar piedad, pero las lágrimas parecían querer traicionarla.

—¡A mí no me ridiculizás, princesita! ¡Acá mando yo y se hacen las cosas a mi manera! —chilló Gretchen al golpearla con fuerza—. ¡Nadie me avergüenza!

—¿No te gusta perder, Gretchen? Decís que soy una inútil pero te lancé al suelo, o yo soy una inútil con suerte o vos no sos la tan gloriosa asesina que dice ser —rio Erica pero enseguida volvió a lanzar un alarido de dolor. Su jefa entonces la tomó del cabello de la nuca, acercándola a su rostro para poder verla de cerca.

—Estás buscando tu muerte, princesita, no me provoques. ¡Ponete de pie y dispará! ¡Demostrale a todos lo inútil que sos!

Erica se puso de pie con dificultad, el dolor era demasiado intenso pero intentó soportarlo. No pensaba permitir que la humillara de esa forma, suficiente tenía con el soportar ser herida en físico, no permitiría que la humillara. Tomó en sus manos la pistola que le alcanzó un chico rubio, pero ella se sorprendió al percatarse de que no se trataba de una 9mm, sino de un arma de mayor calibre, una que jamás usó, mucho más pesada. La tomó con las dos manos y apuntó, eso hizo que Gretchen la golpeara en la espalda gritándole que lo hiciera con una sola mano como el resto de los asesinos. Erica obedeció, sentía su espalda húmeda pero era incapaz de saber si se trataba de sangre o sudor, pero como sentía un gran ardor supuso que debía ser sangre.

Apuntó con una mano y disparó sin dudar, lo que la impulsó hacia atrás y logró conseguir su hombro derecho doliera de sobremanera. Sintió incluso que este se había dislocado, pero al observar no notó nada, podía moverlo, simplemente fue el retroceso al que no estaba acostumbrada. El disparo fue errado, eso por obviedad fue motivo de otro golpe más, pero cuando Gretchen estaba por golpearla de nuevo Erica terminó por enojarse y giró hacia ella, frenó la vara con la mano cortándose a sí misma. No dudó en clavar sus ojos grises en los de ella oscuros como la noche.

—¡Ya basta! —gritó.

—¿Acaso vos das las órdenes, cariño? Creo que no. —Le lanzó una cachetada que le dio vuelta el rostro, pero Erica se impulsó en busca de lanzarle una patada al rostro que Gretchen frenó al instante con su mano, para luego darle un puñetazo corto en el rostro—. ¿Querés pelear contra mí, princesa? ¿Estás segura?

—Schlampe, dejame pelear contra ella... —El Loco se acercó con una extraña sonrisa en su rostro que hizo que Gretchen levantara una ceja.

—¿Por qué lo haría?

—Porque querés que sufra, y yo también.

Gretchen lo miró durante unos segundos, parecía buscar algo en él, quizá una excusa, pero al ver en la mirada del Loco esa sed de sangre, la locura y el sadismo que tanto lo caracterizaba en Mörder solo pudo sonreír. «¿Por qué no?» murmuró al hacerse a un lado y así poder brindarle el espacio correspondiente.

Erica retrocedió instantáneamente unos pasos con miedo, tener que pelear contra el Loco no le agradaba nada y menos aún al ver su sonrisa siniestra, pero antes de que él le hiciera daño ella decidió atacar primero, le lanzó un puñetazo que él frenó con rapidez para luego arrojarla al suelo. Ella rodó y consiguió ponerse de pie con algo de dolor y dificultad, su espalda le estaba molestando demasiado. Llegó a esquivar un golpe e intentó encajar un puñetazo en su rostro, pero nuevamente el Loco consiguió frenarlo con facilidad y le dobló el brazo hacia atrás con una técnica de sumisión a la que Erica no estaba acostumbrada. Intentó defenderse pero cuando se movía él le doblaba con más fuerza el brazo. Sentía que sus músculos iban a cortarse, que cederían ante la fuerza y su brazo terminaría por quebrarse No estaba segura de lo que debía hacer para liberarse pero entonces un reflejo instintivo, quizá por esas enseñanzas de su viejo maestro, hizo que le pisara el pie con fuerza para luego darle un codazo en el vientre con un gran impulso y alejarse de él enseguida al ser liberada. Refregó su brazo al instante con cierto malestar.

«Va a matarme, este tipo va a matarme un día. Está loco, el chico ese lo dijo, no va a parar hasta tenerme... ¡no me vas a tener, Loco!» Se dijo a sí misma al ver su sonrisa.

Intentó golpearlo con el otro brazo pero él consiguió sujetarla del cuello para poder levantarla en el aire, no le estaba aplicando la suficiente presión como para asfixiarla pero sí para poder retenerla y causarle una gran molestia. Tenía muchísima fuerza, la suficiente como para levantarla con un solo brazo sin problema alguno.

—Du bist so schön —dijo él con una sonrisa de lado.

—¡D-dejame... in...feliz! —masculló ella con dificultad y consiguió, de forma dificultosa, encajarle una patada en los genitales.

Él entonces la soltó y se tomó la zona con las manos, adolorido. Las personas alrededor no tardaron en estallar a carcajadas e incluso algunos se animaron a chiflar y darle ánimos por haber herido al Loco de esa forma. Sin dudas estaba ganando algo de respeto por su impulsividad.

Erica no se detuvo allí, buscó lanzarle una fuerte patada al rostro que lo arrojó al suelo. Era lo bueno de tener piernas fuertes y de haberse preocupado mucho más en aprender a patear que a disparar. Se sorprendió cuando lo oyó carcajear de forma histérica y fuerte, de una forma que le produjo un gran escalofrío en la espina dorsal.

—¡Tenés carácter, princesa! ¡Me gusta! —dijo él con esa risa y se puso de pie, para al instante frenar otro de sus puñetazos y poder tomarla del rostro—. Un rostro de bebé, ¡un bebé al que puedo romper!

—¡Ya basta, enfermo! —El chico de la chaqueta se metió y apoyó su mano en la del Loco, deteniéndolo de esa forma—. ¡Ya dejá de molestarla!

—¿Qué pasa, pollito, te gusta, te enamoraste de la princesita nueva? —rio.

—¡No me jodas, enfermo! —gruñó él al colocarse frente al Loco con firmeza, aún con la gran diferencia de musculatura y altura, sin temor alguno.

—¿Querés pelear, pollito? ¿Gretchen te va a defender como siempre o vas a salir corriendo? ¿Vas a esconderte bajo el ala de mamá gallina? —Se rio al tomarlo con rapidez del cuello y levantarlo en el aire, para luego acercarlo a su rostro y apretar más—. ¡Du miserabler gut für nichts!

—¡T-tu vieja... era la buena para nada! —llegó a decir con su falta de aire y colocó entonces el cañón de una pistola en su vientre.

—¡Ya basta! Loco, quiero que vayas a tu misión, no te retrases, y Sabatini, te encargo su entrenamiento, yo la voy a matar si sigue así de inútil. ¡Tenés dos semanas para corregirla! —acotó Gretchen al apoyar su mano en la del Loco, obligándolo de esa forma a soltarlo.

—¿Me das dos semanas para hacer lo que vos no pudiste en dos meses? —dijo él luego de toser.

—¡Dos-semanas! —insistió Gretchen con sus dientes entrecerrados.

—En dos semanas la vuelvo una gran tiradora.

—Si en dos semanas lográs lo que en dos meses no pude, juro que te asciendo y beso al Loco.

Gretchen volteó y se alejó de allí junto a sus otros aprendices, el Loco solo escupió en el suelo mostrando de esa forma su desprecio hacia «Sabatini», sin embargo a Erica le dedicó una sonrisa, casi como una advertencia a futuro, lo cual consiguió que ella respondiera con un gesto de repulsión.

Respiró hondo con los ojos cerrados, luego los abrió para poder ver esa arma en su mano. Cruel mujer que disfrutaba de su sufrir, cruel mujer que aprovechaba su debilidad e inexperiencia para sentirse superior. Gretchen sin dudas era una persona difícil de tratar.

—Váyanse todos, ya.

Esas palabras dichas por Sabatini lograron que todos allí se alejaran enseguida, algunos incluso con una corrida y sus miradas bajas. Fue en ese preciso instante en que Erica notó cuan respetado debía ser para que todos le obedecieran de esa forma, sin cuestionarlo.

—Dispará, princesa, no te rompas una uña. —Sabatini se cruzó de brazos y la miró de forma fría, con una mirada muy similar a la que Gretchen siempre le dedicaba.

«Claro, con todas es dulce y galante al entrenarlas, conmigo es un bruto sin corazón, ¡pero matate, infeliz! Por eso debés estar soltero»

Erica apuntó con esa magnum calibre 50 que le pesaba demasiado, pero sentía su espalda y sus piernas arder, prenderse fuego y derretirse. Los golpes con la vara eran demasiado fuertes y, luego de un rato, algo completamente insoportable.

Cerró un ojo y apuntó, pero oyó la voz de Sabatini regañándola por hacerlo, así que terminó por gruñir llena de odio y abrió los ojos con fastidio para poder apuntar, mas él continuaba con su deber de recalcarle cada error, lo que lograba ponerla nerviosa. Erica disparó con odio y dio en el blanco, y no satisfecha con eso giró para poder verlo con furia.

—¡¿Podrías dejar de fastidiarme?! ¡Hago mi mejor esfuerzo! ¡No te das una idea lo mucho que me cuesta!

—Oh, ¡perdón, su majestad, no quise ofenderla! ¿Su majestad desea descansar, quizá unos masajes y una taza de té? —Hizo una reverencia, lo que logró enfurecerla aún más.

—¡Matate, infeliz! —gruñó y dejó en la barra lateral la magnum para poder tomar la 9mm, se sentía mucho más cómoda con ella.

—Con la otra arma.

—¡No me jodas! —gruñó otra vez, entonces apuntó hacia el blanco y con ambos ojos abiertos y una sola manos disparó tres veces. Logró dar las tres en el blanco, luego se paró con firmeza y de forma soberbia le quitó el cargador para luego apoyar de forma agresiva la pistola en el pecho de él—. ¡Ahí tenés! ¡Le di varias veces! Ahora no me jodas.

Sabatini se rio, aunque no de forma pedante como antes, sino de forma divertida. La obligó a seguir, insistir en esos disparos hasta que dar en el blanco fuera algo tan natural en ella como respirar. Terminaron por pasar dos horas allí, sin descansos para beber agua o siquiera ir al baño, pero de a poco Erica había terminado por relajarse y omitir las burlas, las provocaciones y solo apuntaba y disparaba de forma robótica, y cada disparo era mejor que el anterior.

Se sentía más y más agotada y la molestia en su espalda se estaba volviendo imposible de soportar, cada vez le costaba más enfocar la vista, puesto que esta terminaba por nublarse y el sudor por recorrer su rostro. No estaba segura si se debía acaso a no haber podido dormir o quizá al sobresfuerzo.

Sabatini entonces se acercó un poco más y apoyó su mano en la espalda de ella con delicadeza, pero una ráfaga de dolor terminó por invadirla; las lágrimas caían, no sabía si debido a la culpa, a la tristeza, a la nostalgia por tiempos mejores, o al dolor físico.

—Princesa...

—¡Me llamo Erica! —se quejó y corrió su mano con odio, con las lágrimas cubriendo su delicado rostro.

—Podés descansar por hoy. —Por unos instantes él la miró fijo para luego solo suspirar—. ¿Qué hacés acá, Erica? Deberías salir a bailar, perseguir idiotas por ahí, terminar la secundaria...

—Terminé la secundaria hace cuatro años, tengo veintiún años, ¡no quince! —gruñó con el ceño fruncido, jadeante, puesto que cada vez se sentía peor.

—Está bien, ¡está bien! —Se rio al levantar sus manos en modo de paz—. Este no es lugar para vos.

—¿Quién dijo que deseo estar acá? Si es por mí estaría en mi casa, jugando con mi gato, persiguiendo a Lucas... —sonrió al recordar a ese vecino que tanto le gustaba, el que había prometido invitarla a tomar un helado justo un día antes de que fuera llevada a Mörder.

—¿Lucas? —Levantó una ceja con sorpresa.

—El chico que me gustó toda la vida, ¿qué pasa?

—Nada, dejame ver tu espalda... —Sin decir más solo la giró y rompió su remera en la parte de atrás para poder ver los largos cortes inflamados—. ¡Ah, bueno! La hiciste enojar bastante.

—¿Está muy feo? —preguntó con un gesto de labios torcido.

—¡Horrible!

—Bien, creo que lo merezco, ¿cómo se me ocurre enfrentarla de esa forma?

Sabatini se puso de pie sin decir nada, se alejó unos pocos metros para poder tomar un bolso negro que había apoyado en un pequeño banquito de madera. Dentro de ella sacó otra bolsa pero esta era blanca, luego se acercó a Erica a paso relajado y se detuvo frente a ella. La observó por uno segundos, su cabello castaño y lacio que se encontraba algo alborotado en esa colita alta. Pudo notar también el dolor que sentía, pero no el físico, sino el del alma, la culpa y la agonía interna. Suspiró y se agachó tras ella, para luego pedirle que se quitara la parte de arriba de la ropa, incluso su ropa interior. Por un momento ella se enfureció, pero al ver que él sacudía en el aire una bolsita con una cruz roja solo atinó a suspirar y dejarlo hacer. Obedeció pero, a pesar de todo, cubrió sus pechos con la ropa.

Cuando Sabatini apoyó en su espalda una gasa para poder desinfectar sus heridas ella chilló de dolor y lo golpeó, pero él solo se rio de forma soberbia, de esa forma que a ella le molestaba.

—¿Qué pasa, la princesita no soporta un poco de agua oxigenada en su delicada piel?

—¡¿Qué te pasa?! —se quejó Erica y giró para verlo con seriedad— ¡¿Por qué soy la única persona a la que tratás así?! ¡Ni siquiera me conocés!

—¿A qué te referís?

—A las otras chicas les hablás más... No sé, ¡mejor! No te burlás de ellas, les tenés más paciencia...

—¿Qué pasa, princesa, querés que te piropee a vos también? —dijo con una sonrisa de lado.

—¡No! ¡Solo...! No importa, no me gusta que a mí me trates tan mal, no creo ser tan mala persona como para merecer eso...

—Exacto. —Sabatini terminó de desinfectar las heridas y enseguida colocó un par de gasas con cinta médica—. Sos la más pura del lugar, por eso todos te desean, por eso el Loco te acosa, por eso las mujeres te desprecian y por eso Gretchen te humilla.

—Gracias, tu poder de consuelo es increíble —chasqueó la lengua—. Ni siquiera mi nombre recordaste... —suspiró, pero él no respondió nada al respecto, así que por un buen rato se quedaron en silencio, al menos hasta que este se volvió—. ¿Por qué me ayudaste dos veces si no me soportás?

—¿Quién dijo que no te soporto? —preguntó con sus cejas levantadas.

—O sea, me tratás como mierda, creo que una persona no trata así a alguien que le cae bien...

—¿Qué preferís, princesa, que te trate como a todas, que te bese, te acaricie y te susurre mentiras al oído? —La tomó de los hombros y apoyó sus labios en la oreja de ella para luego susurrar—: Porque no me molestaría hacerlo...

—Mierda, ¡no sé quién es peor, si El Loco o vos! —se quejó al ponerse de pie, estaba cansada de los acosos en Mörder, pero él entonces la tironeó y la hizo caer al suelo en un ruedo, luego colocó su mano en el pecho de ella para mantenerla quieta. No dudó tampoco en colocar su rostro sobre el de ella, rojo de ira.

—¡Nunca me compares con ese lunático! ¡Nunca! —gritó, pero al ver los ojos grises de Erica llenos de miedo solo suspiró—. Regresá mañana a la misma hora, terminamos por hoy, princesita.

La soltó casi con un empujó y se alejó de ella, lleno de odio, con una caminata decidida y que indicaba que, si alguien se cruzaba en su camino, golpearía a cualquiera que lo molestase. Por esa reacción fue sencillo para ella notar el odio que había entre él y El Loco, un desprecio tan inmenso como el odio que Gretchen acababa de tomarle a ella, porque haberla ridiculizado frente a sus aprendices no consiguió que le tomara cariño alguno, al contrario, Gretchen le acaba de declarar la guerra y no pararía hasta verla destrozada. Su mayor deseo, de ahí en adelante, su mayor ambición, sería destruir a esa princesita y aplastar sus delicados pulmones hasta hacerla escupir sangre.

Eso pensaba al observarla de lejos con el ceño fruncido, pero alguien la observaba y vigilaba a ella con esa misma mirada, alguien que no pensaba permitir esa tortura...

Glosario:

Schlampe: Puta (alemán)

Du bist so schön: Sos tan hermosa. (Alemán)

Dumiserabler gut für nichts: Miserable bueno para nada (Alemán).



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