Capítulo N° 29


Aaron se encontraba sentado en el escritorio de su oficina, el que una vez perteneció a Gretchen, los barrenderos ya habían hecho su limpieza allí y todo estaba en orden. Sin embargo, estaba muy enojado y golpeó a su asistente con fuerza.

—¡Lo quiero muerto! ¡Quiero que Julio muera! ¡¿Tan difícil de entender es?! —gritó al tomarla del cuello con fuerza.

—Lo entiendo, pero no encuentro la forma, él... siempre está con los japoneses... —dijo la asistente con su rostro lleno de horror.

—Sí, ¡malditos japoneses! Necesito que te comuniques con la Siciliana, ella sí sabe hacer su trabajo —dijo y la lanzó contra la pared—. ¡Quiero que me averigüen en qué momento él está solo!

—Sí, señor.

—¡Ahora andate! ¿Ya terminaron de armar la habitación que les pedí?

—Sí, señor, hay un salón armado, puede verlo después, y su habitación ya fue redecorada al gusto de la señora.

—¡Perfecto! ¡Ahora andate y averiguame eso!

La asistente se fue enseguida con miedo a otro golpe o reprimenda, dejando a Aaron solo, que se refregaba el rostro con fastidio. Más asesinos se unieron a él en los últimos días, y otros desertaron por su mandato cruel tan distinto al frío pero imponente mandato de Gretchen.

Se puso de pie para salir del lugar, aún rengueaba un poco de una pierna por el disparo que le había hecho Chris, a quien maldecía cada vez que su pierna le dolía. Todos se hicieron a un lado para dejarlo pasar, con miedo a ser su bolsa de golpear. Y mientras murmuraba insultos, entró en una habitación.

—Debí hacerle caso a los chicos y mandar a seguir a Erica, así sabría dónde encontrarla... Aunque no creo que desee abandonar a este rubiecito —murmuró al caminar hacia ese muchacho que se encontraba atado a una silla.

—«Miau, miau, miau, miau, michi michi miau» —canturreaba Lucas, «Chacarera de los gatos» de María Elena Walsh.

Aaron se acercó a él y le palmeó el rostro, Lucas estaba atado a una silla, con la cabeza gacha y el cabello rubio que caía sobre sus ojos verdes, rodeados de aureolas moradas por golpes.

—No te preocupes, gatito, ella va a volver —le dijo Aaron y lo tomó con fuerza del mentón para verlo a los ojos—. Aunque no sé, ¿creés que el amor que te tenía pueda seguir existiendo? Quizá decide abandonarte, ¿quién sabe?

Lucas levantó la mirada para encontrarse con esos ojos avellana de mirada cruel, Aaron tenía una sonrisa siniestra en su rostro, y esa mañana ya había acudido a «jugar» con él. Estaba cansado y su cuerpo dolía de sobremanera, incluso le costaba abrir un ojo por la inflamación, pero siempre trataba de verse fuerte frente a él.

—Es increíble que habiendo salido con ella no la conozcas nada —dijo y lo miró de forma desafiante.

—Shhh, gatito, no lo sé, la princesa es extraña y muy cambiante, pero hay cosas que vos no sabés de ella —dijo con una sonrisa torcida y volvió a palmearle el rostro—. Como que le relaja deshacerse de cadáveres, no lo sabías, ¿verdad? Los corta en pedazos.

—Es verdad, hay muchas cosas que no sé de la Erica actual, pero sé lo justo, y si hay algo que ella tiene es que es muy vengativa. No me va a dejar acá, ¿sabés por qué?

—Porque está caliente con vos —le apretó el rostro con fuerza, hasta hacerle doler.

—Porque no es la típica princesa que es rescatada por el príncipe azul, ella es la princesa guerrera que salva caballeros y príncipes, deberías saberlo, «gatito».

Aaron le lanzó un fuerte puñetazo al rostro que le hizo sangrar, pero a Lucas parecía no molestarle, había sido golpeado y torturado los últimos días y lograba, en su mente, huir de esas situaciones mediante canciones. Era lo que lo mantenía cuerdo.

—Es Fiona, y ella fue rescatada por un tipo fiero —dijo Aaron con una risa, y le lanzó otro puñetazo, la sangre comenzó a caer por la nariz de Lucas.

—¿Y vos serías el príncipe encantador? Entonces, ¿quién es Shrek? Porque por si no lo recordás, Fiona se queda con el ogro que el mundo teme, no con el príncipe encantador.

Aaron se enojó por ello y decidió darle un puñetazo en gancho al estómago que le quitó el oxígeno a Lucas por un rato, quien comenzó a toser en busca de respirar bien.

—Señor, los japoneses están acá, el señor Moms lo espera en la oficina —dijo la asistente, apenas asomada por la puerta, pero un hombre la hizo a un lado para poder entrar.

Ohaiyo, Sabatini-kun —Akihiko se acercó con las manos en los bolsillos y un cigarrillo en la boca.

—¡Sabatini solo! ¡Nada de «kun» ni «san» ni esas ponjeadas asquerosas! —gruñó Aaron con asco—. ¿No ves que estoy ocupado?

Gomen, Sabatini-kun pero Julio-sama lo espera en la oficina, vinimos a escoltarlo —acotó Ruriko, la hermana de Akihiko con un cuerpo muy pequeño, pero una mirada fría e intimidante.

—Está bien, ¡después seguimos divirtiéndonos, Lucas, no me extrañes! —le dijo Aaron con una sonrisa torcida.

—No te preocupes, ¡no me iré a ningún lado! La próxima trae cartas, pa' jugar una casita robada, ya te lo dije. O de última, señor secuestrador, ¡secuestrá a cuatro personas más y armamos un equipito de fútbol cinco!

Aaron lo miró con asco, porque rara vez Lucas se mostraba intimidado o asustado, y eso solo sucedía en medio de las torturas, el resto del tiempo estaba tranquilo e incluso hasta parecía estar drogado.

Aaron se alejó junto a los japoneses con el puño apretado con odio, no lo soportaba a Lucas, le producía asco solo verlo, con su bonito rostro y su bonito cuerpo.

—¡Eh! ¿Por qué esa cara Sabatini-kun? ¡La vida es una fiesta! —dijo Akihiko con una sonrisa y le sopló el humo en la cara al pasar su brazo por los hombros de Aaron.

—No me toques.

—Por favor, onii-san, no molestes a Sabatini-kun —Ruriko miró a su hermano con desapruebo, de forma dura.

—¡Ah! ¡Pero si no le hago nada! ¿Verdad, Sabatini-kun?

Aaron los miró con odio, no los soportaba y sabía perfectamente que solo se burlaban de él, porque esos hermanos solo le eran leales a Julio. Y mientras caminaban a la oficina, fue pensando en la forma en la que podría matar a Julio, algo muy complicado gracias a esos dos protectores que tenía. Akihiko, el mejor tirador de Assassin, que era incluso mejor que Nahuel Pietrzak en lo que a armas de fuego se refería, y Ruriko, que aún siendo pequeña y de apariencia dulce y tierna, era la más sádica asesina que existía, a quien incluso el Loco le guardaba mucho respeto. Aaron lo sabía muy bien, sabía que con ellos dos presentes no podría actuar.

Al entrar en su oficina se llenó de ira al ver a Julio sentado en su asiento, con los pies cruzados sobre el escritorio y la silla inclinada. Le sonreía al menear en su mano un vaso de whisky, con Serge tras él cruzado de brazos, quien miraba a Aaron con odio, con una mirada asesina que parecía querer apuñalarlo.

—¿Qué hacés en mi asiento, Julio? —dijo Aaron con un tono de voz frío.

—Solo lo cuido, es bastante cómodo. Ahora entiendo por qué Gretchen no lo quería soltar.

Fils de putaine, connard —murmuró Serge sin dejar de mirarlo de esa forma.

—¿Qué hacés acá, franchute? ¡¿No deberías estar cogiéndote a mi novia?!

—Connard, le princesse es mi amiga! ¡Poco me importa lo que tú puedas pensar!

—Julio, ¿por qué viniste con esa cosa de ahí a mi sede? —dijo y señaló a Serge con desprecio.

—Serge es un amigo, así que me agradaría que lo trataras bien, Sabatini. Acá tenés tu asiento —se puso de pie con su mirada fría, dejando libre el lugar—. Quería hablarte sobre los ingresos, ya sabés de qué hablo, ¿no? Deudas, no sé si recordás que todo lo que ves acá lo pagué yo, tu vida también la pagué yo, gracias a mis médicos personales. Todo el ataque a Mörder en navidad, el ataque a Naemniki, todo lo financié yo.

—Nunca podré olvidarlo —escupió con asco y se acomodó en el mullido asiento.

—Bueno, es hora de hablar de números y muertes, hora de trabajar, Sabatini —Se cruzó de brazos al apoyarse contra el escritorio, luego miró a Serge a su lado—. ¿Podrías salir? Quiero hablar con él a solas.

—Como quieras... —Serge le dirigió una mirada despreciativa a Aaron, para luego voltear.

—Akihiko, andá con él, llevalo a pasear por ahí. Tal vez puedas llevarlo a cenar —propuso Julio con una sonrisa.

—Está bien, Julio-sama. Imōto-chan te encargo a Julio-sama —dijo Akihiko al ver a su hermana.

Hai, confía en mí, onii-san, no me separaré de él.

Akihiko sonrió y apoyó con cariño su mano en la cabeza de su hermana, para darle una caricia, luego le guiñó un ojo a Aaron.

—Espero ver pronto a tu novia, Sabatini-kun, hermoso modelo de mujer —dijo y sonrió al ver el gesto de odio en él—. Debí cogerla cuando pude.

—Aki —lo regañó Julio—, no seas maleducado con los socios.

—Mis disculpas, Julio-sama, no volverá a suceder —dijo al mostrar su respeto.

Pasó su brazo por la cintura de Serge de forma protectora, demostraba solo con esa posición que no permitiría que alguien le hiciera daño.

Aaron los siguió con la mirada y miró de reojo a Ruriko, porque sabía que ella era más peligrosa que su hermano, y dejarla a ella ahí demostraba la superioridad estratégica de Julio.

Mientras que ellos dos conversaban sobre negocios, Martín, con lentes de sol puestos se acercó a la celda de Lucas. Era su turno de guardia, por lo que el otro asesino que se encontraba allí se alejó al verlo. Martín abrió con cuidado la puerta y se acercó a ese muchacho que cantaba canciones infantiles, parecía estar completamente loco.

Se acercó lentamente a él y tomó un vaso de una mesa no muy lejos de ahí, sirvió agua de una jarra y se acercó hacia él. Lucas no lo miraba, estaba con la mirada baja mientras cantaba. Martín entonces se quitó los lentes y los colgó en su cinturón.

—¿Sos el amigo de Erica? —le preguntó.

—Depende de quién pregunte... —Lucas se animó a levantar la mirada y lo vio fijo a los ojos café, se veían enrojecidos y algo hinchados—. Ya vino tu jefe recién y ya me torturaron esta mañana. Llegaste tarde para jugar.

Martín se mordió el labio inferior y le enseñó el vaso con agua, lo acercó lentamente a su boca y Lucas bebió casi con desesperación. Tenía los labios muy resecos y lastimados.

—¿Sos amigo... de Erica? —preguntó Lucas luego de beber el contenido del vaso.

—Soy... Era el... —La voz de Martín comenzó a quebrarse, tuvo que respirar hondo un par de veces para poder decir—: Era el novio de Cele...

La expresión en el rostro de Lucas pasó de la sorpresa a la furia, se sacudió un poco en un vano intento por soltarse.

—¡¿Vos la entregaste?! —le gritó, con su rostro transformado en odio—. ¡La vi nacer y crecer! Cele era... era el alma más pura en la tierra...

—Lo sé... —dijo Martín y apretó la mandíbula con sus ojos llenos de lágrimas—, no pude protegerla pero... puedo ayudarte a estar un poco mejor...

—¿Y aún así seguís trabajando para ese desquiciado? —escupió Lucas con asco—. ¿Luego de lo que le hizo a Cele?

—No tengo... otra opción...

Martín se alejó un poco y volvió a servir agua en el vaso, pero antes de darle comenzó a desatar momentáneamente las muñecas de Lucas.

—Luego debo volver a atarte, pero por ahora mové un poco los hombros para liberar la tensión —le dijo—. No tengo mucho tiempo.

Lucas intentó mover sus hombros pero le dolía de sobremanera, especialmente con el disparo ahí, pero al menos pudo menear sus muñecas magulladas. Martín tomó un par de gasas y otros productos que había por allí cerca y comenzó a limpiar las heridas de bala, que habían comenzado a infectarse por la falta de cuidados.

—Esto te va a doler —le dijo.

Lucas no dijo nada, aunque su expresión de dolor ante la limpieza de Martín era muy grande. Con cuidado, pero intentando ser rápido, él cosió ambas heridas para que comenzara a cicatrizar mejor.

—Tengo que volver a atarte —explicó con seriedad—, mové un poco tus hombros antes de que lo haga.

Lucas obedeció, pero primero bebió otro poco de agua, luego él mismo se acomodó para que Martín pudiera atarlo, y lo miró fijo a los ojos.

—Puedo conseguirte algo de comer, pero tendrá que ser en otro momento —le dijo—, no voy a poder ayudarte siempre o levantaré sospechas, pero cuando pueda voy a venir.

—Gracias... Un... cigarrillo me vendría... bien...

Martín se fue, dejando a Lucas allí que comenzaba a dormitar, pues le había puesto un sedante en el agua para que no sintiera tanto el dolor de su cuerpo.

Había perdido a su florecita para siempre, llegó a ver su cuerpo herido y ensangrentado ser bajado del techo, llegó a abrazar su cuerpo frío y llorar en él antes de que los barrenderos se la llevaran, y llegó a quitar de su cuello el collar con el dije en flor.

Con el intenso dolor en su alma, Martín acarició el dije de flor en su cuello mientras hacía guardia en la puerta de la celda. Había perdido toda su fuerza, ya no tenía energía siquiera para llorar. Lo único que lo mantenía en pie era la posibilidad de ayudar a Erica para redimir sus propios errores, y lo único que lo mantenía en Mörder era el miedo a que Aaron matara a sus abuelos de una forma cruel.


El Loco miró la lluvia fuera de su ventana, la tarde estaba oscura y gris, y expresaba a la perfección todo el tormento que tenía en su corazón. Giró para ver a Erica sentada en uno de los sillones, con una manta que cubría sus piernas y una taza de café en su mano.

Desde que había regresado de Mörder, Erica no era la misma. Su rostro siempre se veía sombrío y triste, y ante cualquier toque se encogía de hombros, asustada. Casi no reía y lloraba mucho por las tardes.

Engel, ¿hay alguien en quien confíes más que nadie en el mundo? —le preguntó mientras la miraba desde su posición en la ventana—. Alguien que sepas que ante un llamado tuyo va a acudir, y que no delate tu posición.

—Sí, ¿por qué? —inquirió con curiosidad.

—Llamá a esa persona —dijo y se acercó para extenderle su teléfono—, necesito ir a buscar a Jack y Hund, pasaron tres días, deben estar hambrientos, si es que siguen con vida...

—Me duele un poco moverme, no sé si voy a poder subir las escaleras —dijo con tristeza pero tomó el teléfono que le ofrecía—, tengo... el número en mi mesa de noche...

Él asintió y subió rápidamente las escaleras para poder rebuscar en los cajones, encontró un papel con un número anotado, el cual miró con desconfianza por un instante y luego volvió a bajar las escaleras.

—Si intenta hacerte algo, voy a matarlo, sea quien sea.

—Lo más probable es que él intente matarte al verme así —dijo Erica con una sonrisa tierna—. Tranquilo, voy a estar bien. Le confío mi vida entera.

Tomó el papel en su mano y comenzó a marcar el número, pero pensó que quizá Chris no atendería al ver un número desconocido, por ello levantó la mirada para ver al Loco.

—¿Puedo entrar en tu chat? No sé si...

—Solo uso Telegram, usalo pero no revises nada.

Erica asintió e ingresó en Telegram para poder escribirle a Chris luego de agendar su número. Se sorprendió al ver la foto que el Loco tenía de perfil, era una foto suya donde estaba serio y de costado con un cigarrillo en la mano, y de forma extraña se veía realmente bien.

Erica: Hola, Chris, soy Erica. Para que sepas que soy yo: Olés rico. ¿Puedo llamarte?

Chris tardó un rato en responder.

Chris: Está bien, llamame. Necesito saber por qué tenés la foto de Wolff.

Erica comenzó a llamarlo, con la intensa mirada del Loco sobre ella, algo nervioso.

¿Qué pasó? ¿Estás bien? ¿Por qué la foto del Loco? —dijo Chris al instante de atender.

—Es una larga historia que prefiero contarte personalmente, ¿podrías venir? ¿Tenés forma de llegar?

Erica, esto es demasiado sospechoso... ¿Sabías? ¿Con quién estás?

—Si te digo que Aaron está vivo y que necesito verte, ¿vendrías?

Pasame ya tu ubicación.

Engel, que venga solo, no puede hablar con nadie de esta ubicación —dijo el Loco de repente.

Escuché una voz, explicame qué está pasando o no voy.

—Es el Loco, te explico cuando vengas, nadie debe seguirte ni saber la ubicación, por favor. Es importante —explicó Erica—. ¿Confiás en mí?

Confío en vos... —Chris se quedó en silencio un instante—, mandame la ubicación. Ya voy.

Luego de colgar, Erica miró al Loco y le extendió el teléfono.

—Andá ahora antes de que se haga tarde, Chris ya viene —le dijo.

—No puedo irme sin antes asegurarme que vas a estar bien con él a solas.

—Estuve encerrada con él en un hotel y no me hizo nada, no existe persona más respetuosa que él. Le confío mi vida entera —dijo Erica con su rostro serio—. Vas a tener que confiar vos también, hay un bebé solo que necesita ayuda.

—Está bien —suspiró—, te dejo el teléfono, el número de Rata y el Gusano están ahí, cualquier cosa llamalos.

Diciendo eso se acercó un poco hacia ella y estiró su mano hacia el rostro de Erica, pero se detuvo antes de tocarla. Ella asintió para permitirle tocarla y solo luego de eso fue que le acarició una mejilla con cariño. Se agachó para poder darle un beso en la frente y luego se fue en la camioneta.

Erica se quedó allí sola, tomó el teléfono para ver el chat con Chris, los primeros chats eran de Rata y Fosa, a quien tenía agendado como «Gusano», bajo estos estaba su chat con Moira, vio también otros chats de gente desconocida a quienes tenía agendado en alemán. Se sorprendió al ver la foto de un muchacho apuesto de cabello negro, estaba segura de que era el loco con el que había sido transferida el último día en Naemniki, el que afilaba su cuchillo.

No quería revisar en realidad, pero le causaba mucha curiosidad, especialmente cuando vio el chat de Gretchen. Al entrar descubrió que solo se escribían en alemán, lo que hacía imposible entender algo, pero cerró la aplicación al notar que solían enviarse fotos seductoras e insinuantes.

Decidió poner música y dejar el teléfono ahí, sin husmear nada más, así que la voz de una mujer sonaba en el living.

Unos minutos después el teléfono comenzó a sonar, Erica vio el nombre de Chris así que atendió y lentamente fue caminando hacia la entrada para poder abrirle. Al abrir la puerta lo vio mirar a todos lados con el teléfono al oído, vigilaba todo a su alrededor.

—Chris...

Los ojos de Erica se llenaron de lágrimas al verlo, quiso correr hasta ahí pero no podía hacerlo. Caminó lo más rápido que pudo para poder abrir la reja, y al hacerlo él la abrazó con fuerza. Erica no tardó en responder el abrazo, sentía mucha angustia pero también mucha felicidad de verlo bien.

—Vamos adentro, tengo que explicarte todo —dijo Erica con una sonrisa, pero con sus ojos empañados en lágrimas.

Chris la tomó con suavidad de la cintura para ayudarla a caminar, la había visto acercarse y notó lo mucho que le costaba.

Al entrar, él miró todo a su alrededor sorprendido de la belleza del lugar, mientras se dirigían a la mesa de la cocina, donde la sentó con cuidado para luego sentarse frente a ella.

—¿Y tu sombrero? —preguntó al ver el cabello oscuro y bien peinado de él.

—Es muy característico y reconocible en mí, no lo uso cuando salgo —explicó y la miró, dando un paneo general en ella—. ¿Qué te pasó?

Erica explicó todo poco a poco, desde el incendio hasta su discusión con el Loco que la llevó hasta Mörder. Tuvo que detenerse un poco al hablar, pues las lágrimas volvían sus palabras inentendibles. Le habló sobre Lucas y lo que Aaron le hizo, y al hacerlo terminó por romperse.

Chris no dudó ni un solo instante el levantarse para poder abrazarla con fuerza, aunque no la suficiente para lastimarla.

—Lo lamento mucho —dijo Chris con mucha tristeza y la aferró un poco más—, si le hubiese dado en la cabeza en vez de la pierna, nada de esto habría pasado...

—Perdón, intentaste advertirme y no te escuché —lloriqueó con mucho dolor.

—No me hubieses creído nunca, Eri, él hizo muy bien el trabajo de manipularte. Nunca va a ser tu culpa, solo fuiste una víctima de él y su manipulación —explicó con suavidad—. Lo importante es que estás con vida.

—Te extrañé mucho —sollozó y Chris le secó las lágrimas.

—También te extrañé mucho, Eri —Volvió a sentarse frente a ella mientras miraba sus heridas—. ¿Y el Loco, él te hizo algo?

—Él me salvó en el incendio, y cura mis heridas —explicó Erica con una sonrisa vergonzosa—, todo lo que yo sabía de él me lo dijo Aaron, así que todo fue una mentira siempre. El Loco... es amable conmigo.

—Está bien, pero no confío en él.

—Él tampoco confía en vos —dijo Erica con una risita y estiró su mano para poder tomar la de Chris—. Perdón, me duele todo el cuerpo, pero ¿querés tomar algo o comer algo?

—No hace falta, Eri, quedate quieta y tranquila.

El Loco recorría las calles en su camioneta, necesitaba revisar la casa de Moira otra vez, quizá Hund y Jack habían regresado. Los tres días anteriores no pudo ir, pero como Erica estaba mejor y consciente, e iría su amigo a verla, tenía la necesidad de buscarlos. Le prometió a Moira que lo cuidaría bien, no sabía mucho de niños y menos aún de bebés, pero se lo prometió y él no rompía promesas, por lo tanto estaba decidido a poner todo de sí para cuidarlo bien.

Al llegar a la casa de Moira sonrió con alegría al ver en la puerta de la casa a Hund en el suelo, le daba calor con su cuerpo a Jack y lo cubría de la lluvia, mientras que él lo abrazaba dormido. Al oír pasos chapoteando en los pequeños charcos, Hund gruñó al enseñar sus colmillos, pero luego movió la cola con entusiasmo al reconocer a su dueño.

Cuando el Loco se acercó a ellos vio que Hund estaba herido y que Jack estaba cubierto de sangre seca y barro, su cabello rubio se veía marrón por la tierra en él. Alzó a ambos, besando la cabeza de cada uno, pero a Hund le dijo:

—Sos fuerte, mein freund, sos todo un guerrero.

Los dejó en la camioneta, mientras ingresaba en la casa para poder tomar la butaca de seguridad de Jack, la cual colocó con cuidado en la camioneta como Moira le había enseñado tiempo atrás, luego colocó a Jack dormido allí y le abrochó los cinturones. Solo luego de que estuvo seguro fue que se sentó en el asiento del conductor para poder manejar.

El Loco se detuvo en un almacén para poder comprar un par de cosas para Jack, compró un par de cajas de leche y luego compró frutas en una verdulería, porque recordaba lo mucho que le gustaban las frutas. Moira siempre le había dado una alimentación saludable, y él no tenía planeado cambiar eso.

Al llegar a la casa abrió el portón del garage desde el auto, para poder entrar la camioneta y sacar a ambos sanos y salvos dentro de la casa. Supuso que Erica lo habría oído llegar, así que no se molestó en dar aviso. Abrió la puerta para permitirle a Hund bajar de la camioneta, y con cuidado desabrochó los cinturones de Jack, a quien alzó en sus brazos dándole pequeñas palmadas en la espalda, porque Jack sollozaba dormido.

—Tranquilo, pequeño Jack, ya estás a salvo...

Abrió la puerta del garage para poder entrar en el living, lo primero que vio fue a Chris abrazando a Erica de forma protectora y en su mano una pistola que lo apuntaba. No pudo evitar sonreír de costado.

—Bastante bien —dijo y se acercó a los sillones para poder recostar a Jack sobre una manta.

Hund se había quedado quieto en un rincón, parecía adolorido al caminar, por eso el Loco lo alzó en sus brazos.

Mein engel, ¿podrías encargarte de Jack? Necesito curar a Hund —dijo y le besó el pelaje negro.

—Sí, claro —Con cuidado Erica se acercó ahí, tomada del brazo de Chris, quien seguía mirando con dureza al Loco—. Lo voy a bañar, no puede estar así, se va a enfermar.

—¿Y este bebé? —preguntó Chris con desconfianza, pero Erica parecía no poder levantarlo, no tener la suficiente fuerza.

—Es el hijo de una amiga que... ya no está —explicó el Loco con su mirada esquiva—, podés considerarlo mi hijo, porque si algo le pasa tené por seguro que voy a matarte.

—Intentalo.

—Chris, tranquilo —dijo Erica y apoyó su mano en el hombro de él, con cariño—. ¿Podés ayudarme? No estás obligado...

—Obvio que te voy a ayudar, mirá si te voy a dejar sola con esa bestia sanguinaria y un bebé.

Chris alzó con cuidado a Jack y ofreció su brazo a Erica para ayudarle a caminar. Se dirigieron juntos al baño, aunque el Loco y él no perdieron oportunidad de mirarse fijo de forma amenazante.

El Loco chasqueó la lengua y acomodó a Hund sobre la mesada de la cocina. Con cuidado enjuagó el pelaje que rodeaba las heridas. No le importó mojar todo allí, el bienestar de Hund era más importante. Lo lavó despacio para no hacerle doler, y luego de que estuviera limpio tomó el botiquín para comenzar a desinfectar sus heridas. No estaba seguro de si era lo mismo curar de un humano que de un perro, pero al menos lo intentó.

Hund lo mordió cuando le desinfectó las heridas, estaba realmente herido, su pata izquierda cortada, pero ya no sangraba. Y aún cuando Hund lo mordía por el dolor que estaba sintiendo, el Loco no se quejó en ningún momento, se dedicó a curar de su mejor amigo, para luego vendarle la pata y secar su pelaje con un trapo. Le besó la cabeza con cariño y lo abrazó con fuerza.

—Si algo te pasaba mataba a todo el mundo, Hund, no me vayas a dejar nunca.

Lo alzó en sus brazos para poder llevarlo a su cuarto, donde lo recostó en la cama para que pudiera descansar con comodidad. Luego le mordió una oreja, le gustaba la forma en la que sacudía la cabeza cuando lo mordía, y más aún porque después Hund lo mordía a él de forma cariñosa, moviendo la cola.

El Loco sonrió con felicidad al acariciarle la cabeza, para luego salir de ahí y golpear la puerta del baño. Como Erica le dio permiso de entrar él abrió, la vio sentada al borde de la bañera, Jack se había despertado y chapoteaba con ánimo en el agua. Chris se encontraba cerca, apoyado contra la pared.

—Por suerte no estaba herido, me asusté cuando vi que tenía sangre —dijo Erica mirando al Loco de perfil.

—Si algo le pasaba me cortaba las pelotas —se acercó y se encorvó para hablarle a Jack, a quien le acarició el cabello húmedo—. Ya estás en casa, amiguito.

—Papi... —dijo Jack y estiró sus brazos para pedirle upa.

—No, Jack, no soy tu padre —dijo el Loco con tristeza, pero tomó una toalla para poder sacarlo del agua.

—Él te considera así —dijo Erica al ver cómo el pequeño se acurrucaba en los brazos de él.

El Loco lo sacó del baño para poder tomar ropa de la caja que había llenado con cosas de Jack, también un pañal. No estaba muy seguro de cómo se ponía, pero creyó que no sería mucha ciencia hacerlo.

—Ajustalo más —dijo Erica desde la puerta de la habitación—, así de flojo se le va a escapar todo.

—Qué molestia —gruñó el Loco y ajustó un poco más el pañal, para luego vestirlo de a poco y con cuidado.

—Ey, Jack, Lucas sigue en Mörder, es una persona muy importante para mí, debe estar siendo torturado por Aaron. Tengo que regresar y sacarlo de ahí...

—No es tema para hablar con un enano así —dijo él con una risita mientras intentaba colocarle medias.

—¡Te hablo a vos, estúpido!

—¿A mí?

Abrió los ojos con sorpresa y sus mejillas encendidas, porque nadie más que Moira lo llamaba por su nombre, y solo de vez en cuando. Pasó tantos años siendo «el Loco», que oír su nombre por los labios de Erica lo hacía muy feliz y lo avergonzaba un poco.

—No te preocupes, engel, tengo un plan. Vamos a sacar a ese chico de ahí y vamos a destruir D.E.A.T.H. de a poco.

—Pero... estamos solo vos y yo, podría sacar a Lucas de ahí, pero... ¿destruir Mörder? No, imposible.

—¿Y yo qué, estoy pintado? —se quejó Chris tras ella—. Me dijiste que están torturando a tu amigo, ¿de verdad creíste que no te iba a ayudar, tarada?

Erica no dijo nada, miró a Jack acurrucado contra el pecho del Loco con una sonrisa tierna en su pequeño rostro.

—Supongo... que tal vez sea posible... —susurró Erica y miró fijo al Loco—. Fosa quedó admirado con el nivel de Chris, eso debería significar algo...

—Entonces claramente el Gusano tiene que conocerlo —dijo el Loco al ponerse de pie con Jack en sus brazos.

—Esperen, ¿que yo qué? Explíquenme porque si no entiendo me pongo de muy mal humor —se quejó Chris con el ceño fruncido.

El Loco sonrió ampliamente y comenzó a reírse.

—Se van a llevar bien —dijo al ver Chris, luego caminó hacia Erica y la miró fijo—. Te pedí que confíes en mí, hacelo al menos esta vez, no te vas a arrepentir, porque te prometo que tu amigo va a estar bien, confiá en mí.

Sin decir más, el Loco salió de la habitación y ellos lo siguieron por detrás hasta la cocina, donde él se sentó con Jack sobre sus piernas y comenzó a quitarle la cáscara a una banana para poder darle de comer. No estaba seguro de cuándo había comido por última vez.

—Pidan algo de comer —dijo sin mirarlos, estaba concentrado en Jack—, podés quedarte hoy, Christopher, está lloviendo mucho. Confío en que no vas a ser una amenaza para Erica o el pequeño Jack.

—Ni que fuera el imbécil psicótico de Sabatini para hacerle daño a un bebé o a mi amiga —gruñó Chris, luego miró de reojo a Erica—, con respeto, Eri.

Erica no dijo nada, se sentó a la mesa y tomó en su mano el teléfono del Loco para poder buscar algo de comer, con Chris a su lado que husmeaba las mejores opciones.

—Pagás vos, ¿cierto? —dijo al ver al Loco.

—Perdón, olvidé decir que Chris es un ratón y un codicioso de mierda —se rió Erica.

—Sí, pago yo, compren lo que quieran —dijo él sin darle mucha importancia. Cortaba trozos de manzana para poder darle a Jack—. Mañana van a venir un par de personas para arreglar el plan de rescate.

Luego de cenar, Chris se cambió y se recostó arriba en la cama de Erica, mientras que ella durmió junto a Jack y Hund en la cama del Loco. Él, por su parte, bebía una taza de café en el comedor mientras conversaba por mensaje con Rata. Había recuperado los cuerpos de la familia de Erica, estaban en una funeraria amiga, donde quedarían sus cuerpos conservados hasta que ella decidiera enterrarlos.

Rata ofrecía obsequiarle un mausoleo, pero el Loco no estaba seguro de aceptar la oferta, después de todo a Rata también le atraía Erica, por lo tanto era competencia.

Luego de darse un baño, se recostó en el sillón para dormir un poco. Tenía muchos planes para el día siguiente, y necesitaba descansar lo suficiente.

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