Capítulo N° 27
| ADVERTENCIA DE CONTENIDO |
Este capítulo contiene escenas de violencia y abuso sexual, si sentís que te hace daño no dudes en frenar la lectura y saltear las escenas que te sean necesarias.
Ira, odio, desesperación, tristeza, miedo y soledad, una mezcla de sentimientos que acosaban al Loco y lo envolvían como una manta oscura en el hospital. Caminaba de un lado a otro refregándose el rostro mientras rogaba a Dios por el bienestar de Moira, su única amiga.
Algunas enfermeras intentaron tranquilizarlo, otras le pidieron que apagase su cigarrillo, pero él les respondió con insultos y gritos. Y mientras que insultaba a los de seguridad que querían echarlo, oyó la voz de Moira llamándolo, empujó a los de seguridad y a los doctores para poder entrar en la sala donde ella estaba, pálida, casi sin vida.
—¡Moira! —gritó al detenerse junto a ella, la miró con tristeza.
—Hola...
—¡No se te ocurra dejarme! ¡No se te ocurra! ¡¿Qué voy a hacer sin vos?!
—Ya... vas a conseguir... otra niñera para Hund...
—¡Te estoy hablando enserio, estúpida! ¡No quiero a otra! ¡Te quiero a vos, Moira! ¡A vos! —chilló, lleno de dolor.
—Señor, debe irse... —Un médico le tocó el hombro, pero él lo empujó.
—¡Moira!
—J-Jack... mi bebé... prometeme que...
—¡Lo voy a cuidar! Por el amor de Dios, lo voy a cuidar bien... —Tomó entre sus manos la pequeña mano de ella, que sonrió cerrando los ojos.
—Gra... cias...
El corazón de Moira dejó de latir, su cuerpo se quedó inmóvil, su alma se desvanecía de su cuerpo poco a poco. El Loco le habló, completamente desesperado, y al percatarse de la realidad comenzó a gritar con su rostro lleno de lágrimas.
Los médicos no tardaron en echarlo de ahí, él salió lleno de impotencia, intentaba tranquilizarse pero era un acto imposible. Sentía tanto dolor que no le importaba llorar en ese pasillo con tantas personas que lo miraban. Pero unos policías pidieron hablar con él, el Loco ya sabía lo que se venía, miles de preguntas de qué sucedió con Moira, una intensa búsqueda de antecedentes, y aún cuando el Loco los tenía jamás encontrarían nada, no cuando todos sus pasos fueron cubiertos por sus jefes y los barrenderos.
Erica estaba helada, su cuerpo entero temblaba, su garganta dolía por la angustia, su pecho respiraba dificultosamente y sus ojos se mantenían abiertos hasta casi salirse. Frente suyo estaba él con una sonrisa, con las manos en los bolsillos y un cigarrillo en la boca. Pero... ¿realmente era él? Su piel blanca y su rostro bello, sus ojos pequeños en un tono avellana, su cabello rapado a los costados. Los piercings en la ceja izquierda y el labio inferior, los expansores en las orejas y barras finas en los bordes, y los tatuajes en los brazos y cuello. Tenía esa mirada sensual y electrizante, ese rostro que tanto admiró, ahora con un corte sangrante que atravesaba su rostro entre los ojos.
—¿Aaron...?
—Hola, princesa, te extrañé.
Aaron le sonrió y la abrazó con fuerza, besándole el cabello. Erica estaba helada, ¿no había muerto en la explosión, no había recibido un disparo en el pecho? Pero aún estando en shock le respondió el abrazo y comenzó a llorar en su pecho.
Él la abrazó con mucha fuerza, le susurró al oído cuánto la amaba, luego Erica, tratando de tranquilizarse para poder hablar, suspiró.
—Aaron, creí que estabas muerto...
—Lo estoy en cierta forma —se separó un poco pero la sostuvo de la cintura—. Pero ahora estoy acá, y nada nos volverá a separar.
—Dijiste que Gretchen no fue, ¿entonces...?
—¿No es obvio? —sonrió hacia un costado—. Fui yo, princesa.
—¿Qué...? ¿Vos... mataste a mi familia? —se alejó de él, retrocediendo unos pasos mientras negaba con la cabeza—. No, no es cierto... no puede ser cierto...
—Amor, lo hice por nosotros, lo hice por vos, ¡ellos te mantenían atada, como un perro encadenado que no puede vivir! ¡Siempre debías estar pendiente de Celeste! Tanto, que no tenías vida, todo lo hacías por ella... —dijo y se acercó, pero Erica retrocedió de nuevo.
—No, no puede ser...
—Así vamos a poder estar juntos, mi vida.
—¡Celeste era mi vida! ¡¿Y mis padres?! ¡¿Por qué lo hiciste?! ¡Ellos te adoraban!
—Bueno, me caían bien de verdad... no quería matarlos en realidad, pero no me dejaron otra opción, quería tenerlos acá para que regreses a mi lado, pero tu padre golpea fuerte... Me hizo enojar, y bueno... no es bueno hacerme enojar... —Se rascó la nuca con cierto nerviosismo, para luego suspirar y sonreír—. A Celeste tampoco quería matarla, ya había matado a tus padres, ¿cómo iba a controlarte sino? ¿Cómo iba a mantenerte a mi lado? Pero bueno, se veía tan aterrada, tan frágil... ¡no pude resistirme! —sonrió con malicia, con una locura inmensa.
—Por Dios... por Dios Aaron, ¡¿qué hiciste?! ¡¿Quién sos?! Vos no sos así... ¿qué te pasó? —chilló y su rostro se cubrió nuevamente de lágrimas.
—No, amor, siempre fui así, eras vos quien creía que era distinto —dijo con una sonrisa y suspiró al menear la cabeza—. ¡No me digas que ya no me amás! Si es así, vas a tener que enamorarte de mí otra vez.
—¿Qué hiciste...? ¡Te amaba, Aaron! ¡Te amaba! Aún te amo... —lloró Erica, con mucho dolor.
—Ahora podemos estar juntos, amor, vos y yo, ¡dominando sobre Mörder ahora que los Moms no existen! —la tomó de las manos y se las besó—. Hace una semana me deshice de dos Moms, solo queda uno. Jonathan ya estaba muerto, Gretchen y Héctor están muertos gracias a mí, a Julio... uhm... no puedo matarlo, ya que somos socios. Él me salvó la vida junto a esos dos ponjas que lo cuidan, y me ayudó con el ataque a Mörder en navidad. Sin ellos, solo yo mando en las tres D.E.A.T.H., con vos a mi lado como mi reina.
—Por Dios, estás loco, estás... enfermo... —le corrió las manos y se alejó más, pero él comenzó a reírse—. ¡¿Fuiste vos el del ataque en navidad?! ¡¿Y toda tu preocupación fue falsa?!
—Julio solo invirtió en mi rebelión, el plan era mío. Piero y Noelia son mis mayores servidores —dijo con una sonrisa egocéntrica—. Y sí, jamás lo negué. Me dijiste una vez que estaba loco, y yo te dije que sí, enfermo, loco, desquiciado, ¿o no? Te dije que no confíes en nadie de Mörder y mucho menos en mí, ¿creíste que bromeaba con eso?
—Estás loco, no puedo creer que el Loco tenía razón y yo no le creí... —retrocedió más hasta chocar con la pared.
Aaron frunció el ceño, lleno de odio.
—¡¿El Loco?! ¡¿Hablaste con el Loco cuando te dije que no lo hicieras?! —se acercó a ella y la tomó del rostro con agresividad—. Te dije que te alejaras de él. Y sí, el Loco siempre tuvo razón, el Loco siempre supo todo de mí, ¿por qué pensás que no quería que le hablaras? ¿Por qué pensás que quería que te alejaras de él?
—¡Te amaba, Aaron! ¡Sufrí mucho con tu supuesta muerte! ¡Demasiado! —le gritó con lágrimas que recorrían sus mejillas.
—¿Vos sufriste? ¡¿Vos?! ¡Me sacrifiqué por vos! ¿Y cómo me pagaste? ¡Putaneando con ese villero y ese francés de mierda por ahí! ¡¿Te pensaste que no me iba a enterar?! —le apretó el rostro con fuerza, lastimándola.
—Creí que habías muerto... —lloró.
—¡EXCUSAS! —gritó y le lanzó una bofetada en el rostro que le dio vuelta la cara, Erica lo miró impactada al tocarse el rostro, luego la tomó del cuello para estrangularla—. Te vas a quedar conmigo, me vas a amar, vas a ser mi reina, me vas a dar hijos, herederos que sigan dominando D.E.A.T.H., ¿entendiste?
—A-Aaron... m-me... lastimás...
—¡¿ENTENDISTE?!
—Sí...
Lo miró aterrada, veía el odio y la locura en los ojos de su amado Aaron, que la soltó con una sonrisa egocéntrica y le acarició el rostro, para luego besarla, como si nada hubiese pasado.
—¿Ves? No es tan difícil, ahora vamos a ser felices juntos —dijo y la volvió a besar.
—Decime algo... ¿vos mataste al hermano de Chris?
—Ah, sí, ese tipo... fue divertido mientras duró, ¡lástima que apareció ese inútil de Christopher! —gruñó con odio, para luego sonreír—. Supongo que querés saber otras cosas, como que fui yo quien mató a Nahuel. Le disparé en la pierna en medio de la misión, luego en la espalda y prendí fuego todo el lugar para que no quedaran pruebas —se rió, pero Erica le lanzó un puñetazo.
—¡Estás enfermo, sos un cobarde!
—¡No me toques, puta! —le gritó y la tomó del cabello para colocarla contra el suelo, donde se subió sobre ella y le lanzó un fuerte puñetazo—. ¿Quién te llenó la cabeza, el Loco, esa rusa de mierda, tu amante francés? ¡¿Eh?!
—¡Hijo de puta! ¡Mataste a mi familia!
Gritó Erica y le lanzó un puñetazo al rostro, pero él volvió a estrangularla con fuerza.
—Qué lástima que Tamara y Juliette no hayan estado en casa, hubiera sido divertido ver tu cara al verlas muertas... Tuviste la mala idea de decirle a tu hermana que fuera allí, y ella llevó a su amiga también —Apretó con más fuerza su cuello, mientras que ella intentaba defenderse en vano—. ¿Querés saber algo? En verdad no pensaba matar a Celeste, me caía muy bien, pero como dije antes, se veía tan aterrada, y con un cuerpito tan exquisito, que no pude resistir mis deseos por tenerla. No creí que fuera tan estrecha, eso solo aumentó mi placer... sus gritos fueron tan, ah, ¡deliciosos!
—¡Hijo de re mil puta!
Hizo su cadera a un costado y le lanzó una fuerte patada en la ingle, para luego erguirse y lanzarle un fuerte puñetazo, seguido de otro más. Le dio un cabezazo que lo obligó a tomarse el rostro, luego con fuerza volvió a darle otro puñetazo, pero cuando quiso encajarle otro más, él se la frenó y la giró en el lugar, para luego arrojarla al suelo y pisarle el estómago.
—Siempre me gustó esa forma en la que obtenés fuerza por medio de la ira, ¡como Hulk! Pero eso no basta para vencerme, ¿realmente pensaste que te enseñaría todo lo que sé? Princesita, ¡solo te enseñé un cuarto de todo lo que sé! NUNCA VAS A PODER VENCERME —la pisó nuevamente y ella escupió algo de sangre.
Erica le pateó las piernas para hacerlo caer y se puso de pie de un salto, se colocó en pose de pelea, en una pose que sabía que él conocía muy bien.
—¡¿Dónde aprendiste eso?! ¡Yo no te lo enseñé!
—¿Qué pasa, te da miedo? —dijo Erica, confiada—. ¿Te trae recuerdos?
Él la atacó pero Erica pudo esquivarlo fácilmente y lo golpeó en las costillas, eso pareció hacerlo enojar, porque la tomó del cabello y estrelló su puño en el estómago de Erica, quien devolvió el golpe al aplicarle una llave de sumisión. Aaron, sin embargo, le dio un cabezazo que hizo que su nariz comenzara a sangrar y sus ojos lagrimear.
Él estaba histérico, porque la veía tranquila y confiada, y la veía moverse como lo hacía Nahuel, de forma rápida y habilidosa, con golpes cortos pero letales y efectivos.
Quiso tomarla del cabello pero ella lo esquivó y le lanzó una fuerte patada al torso, giró en su lugar y le lanzó otra con la pierna contraria.
—Ya no tenés nada, ¡no tenés nada para atarme a tu lado! Mataste a mi familia, ¡ya no tenés a nadie para dominarme!
—¿Realmente pensás eso? —sonrió con malicia y escupió sangre—. ¡Entonces te tengo una sorpresita! ¿Pensás que habría matado a tu sucia familia si no tuviese un plan B?
—¡¿De qué carajo me estás hablando?!
Aaron aprovechó la distracción para tomarla del cabello y arrojarla al suelo, la pateó nuevamente con fuerza y comenzó a arrastrarla del cabello.
—Tengo otro as bajo la manga, ¿qué creíste, que serías libre? —dijo con una risa al ver que ella intentaba liberarse, con su cabello que amenazaba con arrancarse de su cuero cabelludo—. Aunque no sé, quizá no te importe, pero ahora voy a comprobar si te importa o no.
Entró en una habitación y la arrojó contra el suelo, en el medio de esa oficina había un chico desnudo que se encontraba atado a una silla, se estaba muy herido y cubierto en sangre, partes de su cuerpo se veían moradas, y su cabeza estaba cubierta por una bolsa de arpillera.
—Bueno, ¿trajiste cartas o qué? Me aburro acá solo —dijo el chico al oírlos.
—¿Lucas...? —Erica abrió aún más sus ojos y se puso de pie para correr hacia ese ensangrentado chico. Le quitó la bolsa y se encontró con el demacrado rostro de ese vecino rubio que por años le gustó—. ¡Lucas! ¡Por Dios! ¡¿Qué le hiciste?! —gritó al mirar con odio a Aaron.
—Por años te gustó ese rubiecito carilindo, ¿no? «Lucas, el chico que me gustó toda la vida», me dijiste una vez. Te dije que tenía buena memoria... ¿No es a quien quisiste siempre? ¿No lo amabas acaso? ¡Ahí lo tenés!
—Perdoname, Lucas, perdoname... —sollozó al abrazarlo del cuello.
—¿En qué te metiste...Erica...? —susurró él.
—Nunca te creí realmente cuando me dijiste que no había pasado nada entre vos y él, pero el pibe dijo lo mismo cuando lo golpeé y lo torturé, incluso le corté un dedo y siguió diciendo «no pasó nada entre nosotros», ¿quién miente en medio de torturas? ¡Nadie! Así que bueno, les creo... —dijo y prendió un cigarrillo—. Siempre estuvieron calientes el uno por el otro, ¿se masturbaban pensando en el otro? ¡Quién sabe!
—¡¿Por qué hacés esto?! —Erica lo miró con odio, pero luego se concentró en revisar las heridas en Lucas.
—Ya te lo dije, no hagas preguntas estúpidas, por favor. Ahora, ¿no se tenían ganas, no querían cogerse el uno al otro? ¡Háganlo! ¡Vamos! ¡Cojan!
Erica se paró firme, dispuesta a pelear contra él, pero Aaron apuntó a Lucas con una pistola.
—Amenazarte a vos no serviría de nada, serías capaz de morir por proteger a la rubiecita —dijo Aaron con fastidio y le disparó en una pierna a Lucas, quien lanzó un alarido de dolor—. Pero si intentás atacarme, el que va a sufrir las consecuencias es él.
—¿Qué... querés de mí? —susurró Erica.
—Cogételo, dale esa alegría antes de que lo mate.
—¡No voy a hacer eso!
Aaron le disparó esta vez en un hombro a Lucas, por lo que Erica se alteró al verlo sufrir.
—¡Está bien, ya dejalo! Él no te hizo nada...
Erica terminó por aceptar, se desnudó completamente, y con el cuerpo tembloroso se acercó a Lucas. Se miraron fijo, ninguno podía hacer nada, y hacer algo como eso equivalía a violarlo. Erica no podía siquiera moverse, el cuerpo le temblaba, apenas veía con las lágrimas en sus ojos, pero Aaron la sorprendió al abrazarla de atrás, le besó el cuello de forma insinuante y comenzó a acariciarle los pechos.
—Supongo que necesitás calentarte un poco, ¿no? Te encanta que te haga esto... ¿extrañaste mis manos en tu cuerpo? ¿Extrañaste que te bese así? —susurró en su oído mientras bajaba la mano por su vientre hasta llegar a sus labios, donde comenzó a estimularla mientras seguía besándole el cuello y la nuca—. Quiero que lo montes, quiero que gimas y él también, quiero verlos coger y disfrutar, ¡ahora! O lo voy a matar frente a tus ojos.
La empujó hasta hacerla caer sobre ese muchacho atado. Lucas la miraba con sus ojos verdes llenos de tristeza y dolor. Erica tragó saliva, y con angustia comenzó a acariciarle el lastimado pecho a su amigo, las piernas, para luego sentarse sobre él y besarle el cuello, tratando de hacer que su cuerpo la deseara. Pero antes de que lo montase, Aaron le arrojó un condón. Erica comenzó a estimular a Lucas para lograr el efecto deseado, luego extendió el preservativo por su miembro y lo montó, primero suave, luego más rápido, tratando de no llorar. Lo abrazó por el cuello, oyendo los jadeos de su amigo, y le susurró al oído:
—Perdón, lo siento mucho —susurró con mucho dolor—. Te voy a sacar de acá, cueste lo que me cueste.
—Te odio... pero te quiero a la vez, carajo, Erica, en qué te metiste...
—Te voy a sacar, juro que te voy a sacar de acá, por mis padres, por Celeste, por todos, te voy a sacar de acá.
—¡Dejen de cuchichear y giman! —gritó Aaron y apuntó a Lucas a la cabeza.
Cuando finalizaron, Aaron aplaudió y se acercó con una amplia sonrisa, para luego tomarla del cabello. La tironeó hasta el escritorio donde, con rudeza y lastimándola, le colocó la cabeza contra la madera de forma brusca.
—Ahora es mi turno de ser complacido, mi amor... —la tironeó del cabello hasta hacerla arquear la espalda—. Siempre me gustaron las vírgenes, qué lástima que vos no lo hayas sido. Aunque... hay algo que nunca fue tocado, ¿no? —le puso el rostro contra el escritorio otra vez, sus pechos le dolían, eran aplastados contra la madera.
—¡No! ¡No, Aaron! ¡Por favor!
—Shhh, cuando te acostumbres la vas a pasar bien.
Sin decir más introdujo sus dedos con fuerza sin importarle sus gritos o lágrimas, y eso empeoró cuando de un fuerte embiste la penetró, haciendo que lanzara un grito desesperado de dolor y sufrimiento. No importaba su llanto o sus ruegos, eso parecía excitarlo aún más.
Lucas gritaba desesperado para que la soltara, se sacudía en un vano intento por soltarse, lleno de odio e impotencia por ver lo que le hacía, rojo de ira. Se sentía realmente impotente e inútil, y las lágrimas que recorrían sus mejillas fueron inevitables, se encontró a sí mismo llorando al rogar que la dejara, con su voz quebrada quebrada.
—¡Dejala! —gritó Lucas con su voz ahogada—. ¡Me tenés a mí! ¡A ella dejala!
—¿Ya tan rápido querés volver a jugar? —le dijo Aaron—. Hay que saber compartir, rubiecita. Este es el turno de Erica.
Erica sabía que podía defenderse de esa situación, Fosa la había preparado para eso, podía defenderse perfectamente de una violación, podía voltearse y golpearlo, pero al hacerlo Lucas moriría de un disparo en la cabeza. Erica entonces cerró los ojos y miró la cadenita de oro con el dije sobre el escritorio, junto a su rostro. Comenzó a llorar con más fuerza porque el Loco siempre había tenido razón.
—¿Querés saber algo, princesa? ¡Cuando llegaste a Mörder el Loco quedó alucinado con vos! ¡Tenías que haber visto la cara de idiota que puso al verte! ¡Era tan graciosa! —dijo y la arrojó al suelo, debilitada, donde la pateó con fuerza—. ¡Me di cuenta enseguida de que le gustabas de verdad! Entonces me dije, «¿cómo puedo joderlo?», y ahí se me ocurrió conquistarte, alejarte de él... ¿qué mejor manera de ganarle que teniendo a la mujer que él ansiaba tener? Encima usando sus palabras, las que le hacía dicho a su noviecita muerta, ¡así jamás le creerías nada!
Volvió a patearla con fuerza, Erica estaba muy herida pero aún podía luchar, solo que sabía que de intentarlo él podría matar a Lucas. Aaron tenía aún la pistola en su mano, y Erica no tenía más opción que evitar defenderse, por el bien de su amigo.
—¡Siempre me pareciste tan estúpida! Muy hermosa, ¡pero tan estúpida! Luego pasó algo imprevisto, algo que no debía pasar... —dijo y se arrodilló en el suelo, donde la tomó del cabello, y comenzó a golpearla en el rostro con su puño—. ¡Comencé a verte como mi reina! Eso no debía pasar, se suponía que vos te enamorarías de mí y te alejarías del Loco, que lo odiarías con todo lo que te decía, ¡yo no debía encariñarme! Pero pasó, no pude evitarlo... ¡es que no existe mujer más capacitada de cargar a mis hijos en su vientre que vos! Sos la indicada para darme hijos —Tomó un cuchillo de su borcego y se lo puso en el cuello, acariciándole el cabello—. Pero vos, princesa mía, debiste arruinar todo... ¡Tenías que hablar con el Loco cuando te dije que no lo hicieras! ¡Tenías que desaparecer del mundo! ¡Fui a buscarte a lo de Juliette y no estabas! ¡Tenías que arruinar todo! ¡Maldita puta inservible! —le clavó el cuchillo en el costado del vientre, sin dañar ningún órgano vital.
—Je t'emmerde...—dijo en medio de su dolor, no podía moverse, su cuerpo entero sangraba, su cuerpo entero le dolía.
—Te amo, princesa, no debiste hacer que te ame —dijo al acariciarle el rostro herido—. Ahora vas a ser mi reina, vas a cargar a mis hijos en tu vientre que reinen en todo D.E.A.T.H., monstruos imparables que todo el mundo tema.
—Está... bien... —dijo Erica con lágrimas en sus ojos—, voy a ser... la madre de tus hijos...
—Vas a volver conmigo —le besó la frente mientras le acariciaba el rostro—. Vas a buscar ropa, a curarte lo suficiente y vas a volver a mi lado, acá, y juntos vamos a gobernar sobre los demás asesinos, ¿sí?
—Sí, amor...
—¡Me alegro mucho! Ahora podés irte, no mandaré que te sigan, porque sé que vas a volver. No te olvides que tengo a tu rubiecita conmigo —dijo y se puso de pie para acercarse a Lucas, a quien tomó del rostro—. No creo que quieras que muera, ¿o sí? Vas a volver a mi lado cuando te recuperes.
Aaron lo soltó con desprecio, miró a Erica y le dedicó una sonrisa, para después acercarse nuevamente a ella. La ayudó a ponerse de pie, le ayudó a colocarse la ropa interior y encima le colocó un abrigo, ya que le destrozó la ropa. Sin embargo vio el brillo de su cadenita y la tomó en sus manos, y con un fuerte tironeo se lo arrancó.
—Esto ahora es mío —le dijo al enseñarle la cadenita con el dije—, lo guardaré como recuerdo de tu sumisión ante mí.
La besó sintiendo el sabor a sangre en ella, eso lo excitaba bastante, pero prefería en ese momento dejarla libre.
Salieron de ahí, le ayudaba a caminar, porque Erica no podía moverse bien, y mientras caminaba a paso lento, sintiendo cómo su cuerpo entero dolía, vio cómo aparecían los asesinos de a poco y la miraban fijo. Todos, los de Mörder y Naemniki, trabajando para Aaron, la miraban a ella como si fuera su reina.
Con una sonrisa Aaron le pidió a un Profesional que la escoltara hasta afuera. Varios asesinos se ofrecieron a seguirla pero Aaron se negó, sabía que iba a volver mientras tuviera a Lucas con él, confiaba en que no lo abandonaría allí.
Con dificultad, Erica se subió a su moto, se puso el casco y encendió la moto para poder alejarse de ahí rápidamente. No estaba segura de poder manejar, pero al alejarse de Mörder vio no muy lejos de allí a un muchacho que caminaba con un bolso en su mano, con su cabello que aún se veía negro. Sin dudar, pese a su debilidad y el dolor que estaba sintiendo, se acercó ahí y subió a la vereda para rodearlo con la moto. No tardó en quitarse su casco y golpearlo con él.
—¡Confié en vos! —le gritó—. ¡Confié en vos! ¡¿Dónde estabas?!
—¿Erica? ¿Estás bien?
Martín la vio llena de sangre y demasiado herida, y ni siquiera los golpes de Erica eran fuertes, estaba muy débil.
—¡¿Dónde mierda estabas?! ¡¿Vos la entregaste?!
—¿De qué carajo me estás hablando?
—¡De Celeste! ¡¿Vos la entregaste, hijo de puta?! —gritó y quiso volver a golpearlo con el casco.
Él abrió sus ojos con sorpresa, su rostro se veía consternado.
—¿Qué pasó con Cele? —preguntó, con el miedo en sus ojos—. La llevé hasta tu casa en el incendio y nos separamos por seguridad... ¿Qué... De qué me estás hablando?
—¡Está muerta! ¡Muerta, Martín! Podés ver vos mismo en Mörder —lloró con mucho dolor—, ¿vas para ahí? ¿No lo sabías?
Erica vio la forma en que él perdió el equilibrio y sus fosas nasales comenzaron a abrirse con más velocidad.
—Estás mintiendo, ella... se fue lejos, no... no es cierto... Me llamaron para un trabajo, por eso estoy acá... No... es cierto...
Erica lloró con más fuerza y solo bastó eso para que Martín comenzara a correr hacia las instalaciones de Mörder.
—¡Martín! —chilló Erica—. ¡Cuidá de mi amigo, por favor!
Él no se detuvo, comenzó a correr sin parar hasta las instalaciones, porque no quería creer que era cierto.
Erica volvió a colocarse el casco, estaba mareada y adolorida, solo quería alejarse de ahí, irse lejos, y solo conocía un lugar a donde ir.
Solo esperaba llegar con vida hasta ahí, y que él la aceptara de vuelta. Quería pedirle disculpas, decirle que siempre tuvo razón, que estaba equivocada...
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