Capítulo N° 20

Dos camionetas negras pertenecientes a Mörder y Naemniki avanzaban por la noche bajo el cielo estrellado. Debido a que muchos estaban heridos, la elección de asesinos había recaído en los mejores que se encontraban sanos. Erica, Aaron, Chris –el conductor– y Martín viajaban en una camioneta junto al Loco, quien llevaba arneses llenos de cuchillos en ambas piernas y en su pecho. Tenía el labio partido y una herida en su cabeza con una gas, pero más allá de eso estaba sano.

En la otra camioneta estaba Sveta con gente de Naemniki, serían solo soporte por orden de Héctor.

Erica sujetaba con fuerza la mano de Aaron, esa sería su última misión. Luego de ello intentarían rehacer su vida. Sus pensamientos se interrumpieron cuando la camioneta bajó la velocidad, y antes de que frenara del todo el Loco abrió la puerta y se bajó, como si le fuera imposible soportar un segundo más el encierro.

Cuando Chris estacionó la camioneta se bajaron todos, Martín bajó su rifle para poder ubicarse en una posición elevada..

—¡Wolff! ¡Vení para acá! —le dijo tratando de no gritar, el Loco estaba alejado de ellos.

—No soy un novato, llevo más años que vos en esto, nene, ¿te pensás que soy tan idiota como para dejarme ver?

—No lo sé, últimamente estás muy raro, como si tu mente estuviera en otra parte.

—Nada me afecta a la hora de matar, solo la sangre me guía, el olor a muerte me llama y el dolor me inspira —dijo el Loco con una sonrisa torcida.

Martín se separó de ellos para establecer su puesto de francotirador, iba a darles aviso de cualquier circunstancia través de su celular, con el Loco haciéndole de voz para el resto del grupo.

Se acercaron de a poco a una mansión, donde unos guardias vigilaban con atención. El Loco sonrió al tomar sus cuchillos y los lanzó desde esa distancia, y solo cuando los vieron caer continuaron avanzando. Aaron y Chris dispararon a las cámaras, evitando cualquier posibilidad de ser vistos, mientras que el Loco recuperó sus cuchillos en los cuerpos de los guardias.

—Julio está en la planta baja —susurró el Loco luego de oír el aviso de Martín.

Avanzó primero, sin hacer ruido, y cuando llegó hasta la pared de la mansión se asomó por el rincón para asegurarse de que no hubiesen guardias, los tres guardias que habían estaban en el suelo, los de Naemniki se encargaron de ellos.

Erica prestaba suma atención a los movimientos del Loco, pues era la primera vez que lo veía en una misión.

Él les hizo una señal para que avanzaran, se acercó a una ventana y miró con cuidado, todo estaba está oscuro. De un codazo la rompió, para luego meter la mano y abrirla, entró con cuidado mirando a su alrededor, y luego de ingresar se detuvo a ayudta a Chris a entrar, le extendió la mano a Erica también, pero ella lo corrió con asco y subió sola.

Avanzaron con cuidado por el cuarto, tratando de no hacer ruido alguno, y al llegar a un pasillo se dividieron para buscar por separado a Julio Moms.

En la mansión Moms, Héctor miraba a Gretchen, quien caminaba de un lado a otro con una pierna coja, llena de ira. Tenía un brazo enyesado y el costado de su cuerpo estaba herido, su frente fue abierta. Tenía el labio partido y una parte del rostro hinchado, además de que le dolía respirar. La chocaron con un auto pero no lograron matarla, apenas la hirieron. Sabían que en un enfrentamiento frente a frente no podrían contra ella.

Héctor intentaba hacer que se siente y se tranquilizara, necesitaba hablar con ella.

—Mandé a mis chicos solo como refuerzo, no van a matar a mi hermano —la miró caminar de una punta a la otra—. Sentate de una vez, Gretchy, necesitamos hablar.

—¡No! ¡Espero que lo torturen, que el Loco lo martirice!

—Realmente necesitamos hablar.

—¡Mirá lo que me hizo! ¡Apenas puedo respirar!

—¡Gretchen! ¡Es tu hermano! —chilló Héctor

—¡A él no le importó esa mierda! Me mandó a matar, y casi lo logra... —escupió con el ceño fruncido y lo señaló con el dedo índice—. ¡Es tu maldito hermano, no el mío! ¡No pienso perdonarlo!

—Es tu hermano, Gretchen.

—¡Casi me mata! ¡Te dije que me la iba a pagar!

—¡Por el amor de Dios, escuchame! ¡Julio es verdaderamente tu hermano! —le gritó.

—¿Es una broma? Mi padre se casó con tu madre cuando Julio tenía un año.

—Sí, y nuestros padres salieron tres años antes de casarse... Gretchen, Julio es un Moms, él sí es tu hermano, ¡tiene tu sangre! Yo soy el único que no comparte tu sangre, yo soy el hermanastro, no él. Él es tu hermano...

—Y aún así atentó contra mí dos veces para quitarme poder —escupió con odio—, si a él no le importó que yo sea su hermana mayor, a mí menos me va a importar.

—Esto entretiene a nuestro padre —dijo Héctor en un gruñido al ver a Jonathan con una copa de vino y una sonrisa en el rostro—, no debemos ser como él, Gretchy.

—Él obtuvo el poder al matar a sus hermanos, claramente Julio piensa hacer lo mismo. Eso significa que vos vas a ser el próximo blanco —Gretchen lo miró fijo y con dureza a los ojos verdes.

—No, él nunca lo intentaría conmigo —se rió.

—¿Seguís creyendo que él te quiere?

—Es que lo hace, también te quiere a vos, pero esto son negocios —suspiró y apoyó su mano en la espalda de Gretchen para darle una caricia—. No lo va a hacer conmigo, porque soy su hermano mayor y porque toda duda que tiene la consulta conmigo. Soy su confidente y también su mejor amigo.

—¿Por qué confiaría tanto en vos? —inquirió Gretchen con seriedad.

Héctor apoyó con cariño sus dedos bajo la barbilla de ella y la instó a mirarlo, sus ojos verdes estaban clavados en los oscuros de ella, y su piel trigueña hacía contraste en la pálida piel de Gretchen.

—Tal vez si confiaras por fin en mí verías por qué Julio lo hace —susurró.

Gretchen lo miró en silencio, el cabello ondulado y castaño claro de Héctor estaba sobre su rostro, por lo que ella lo corrió tras su oreja para poder verlo mejor. Héctor era, por lejos, el hombre más atractivo que ella había visto alguna vez. Y era su hermano.

—Si tenés información útil que pueda usar contra él, decilo —dijo ella en un susurro sin dejar de mirarlo.

Héctor corrió su mano al instante y se alejó un paso.

—Preferiría morir torturado por la shinigami que verte matar inocentes para lastimarlo.

—Claramente no sabés cómo trabaja ella. Nadie mentalmente saludable desearía estar en sus manos —se rió y luego dirigió su mirada hacia su padre—. En este momento deberías estar feliz de que él ya no esté, padre. De lo contrario tu preciado heredero ya no existiría, y él sería capaz de enviarte sus restos en una postal.

—Nahuel no habría matado a Julio si yo lo detenía —dijo Jonathan con una sonrisa y bebió un trago de vino.

—Sabés que no es cierto —se rió Gretchen—, porque no dudaba cuando se trataba de mí. Te esforzaste en convertir a ese niño temeroso en el asesino más leal y letal, te esforzaste en convertirlo en tu mayor marioneta. Decime, padre, ¿qué se siente saber que solo bastó mi cariño para que fuera leal a mí primero?

Jonathan le dirigió una mirada fría, dura, que pudo haberle helado la sangre de no ser porque Gretchen estaba demasiado furiosa.

—Lo privaste de todo cariño y afecto, lo volviste un témpano de hielo cruel —dijo Gretchen con una sonrisa—. Y por eso prefería mil veces mi amistad y cariño que cualquier orden tuya. Tarde o temprano él te habría asesinado por mí.

—¿Me estás amenazando, hija? —Jonathan la miró con dureza.

—No, solo quiero dejarte claro lo feliz que deberías estar de que yo haya cometido ese error, porque de lo contrario tanto Julio como vos estarían muertos. De nada, padre.

Héctor la tomó de una mano para tranquilizarla, que dejara de provocar la ira de su padre. Sin embargo Gretchen solo sonrió y se sentó en el piano, no podía tocar a falta de una mano, pero él se sentó a su lado y comenzó a tocar con ella.

—¿Amabas a Nahuel? —preguntó Héctor en un susurro con el ceño fruncido.

—Era mi mejor amigo, claro que lo amaba.

—No necesitás que Nahuel esté —escupió y continuó tocando junto a ella—, yo quemaría el mundo por vos.

—Vos planearías hacerlo, él lo habría hecho en verdad.

Héctor no respondió nada, solo se mantuvo con un gesto de odio, sintiendo su sangre burbujear.


Aaron recorría los pasillos de la mansión con su arma en mano, caminaba con cautela, ya que había poca iluminación y eso no le gusta. Mataba a todo ser que se cruzaba en su camino, con el rostro serio, concentrado en terminar su trabajo. Se apoyó en una pared para poder cubrirse de disparos. Respiró hondo y se asomó, uno, dos, tres disparos y los asesinos cayeron. Sonrió de forma engreída y siguió avanzando con cautela, atento a cada sonido a su alrededor.

El Loco lanzaba cuchillos a los asesinos de Julio, sin darles oportunidad de defenderse. Tomó sus dos cuchillos de guerra y miró el negro con grabados, al cual le dio un beso el mango. Era su preferido, su objeto más preciado en el mundo.

Corrió hacia los asesinos que le disparaban, como si no le importara vivir o morir. Saltó y los clavó en el cuello de un hombre, luego le dio una patada en el rostro tirándolo hacia atrás. Giró en su lugar cortándole la yugular a otro de un solo movimiento, mientras que intentaban dispararle. Pero se oyó un murmullo general diciendo «es el Loco», eso hizo que retrocedieran. Repitieron esa frase en un eco, con miedo, y corrieron lejos para poder huir de él. Sin embargo el Loco no era alguien piadoso y no pensaba dejarlos escapar. No luego del daño que le habían hecho a Gretchen. Tomó unos cuchillos y se los lanzó a la nuca, luego se acercó tranquilamente para recuperarlos.

Chris corría por los pasillos disparando, esquivaba cuchillos, o al menos lo intentaba. Maldijo por lo bajo porque de todas las posibilidades, justo le tocaron los locos a él. Se escondió tras los muebles caros que había allí y se asomó para disparar. La oscuridad no facilitaba su trabajo, pero él era incluso mejor que Aaron en lo que a puntería se refería. Logró eliminarlos enseguida para poder avanzar, pero cuando entró en una habitación, un hombre inmenso lo tomó del cuello y lo puso contra la pared con fuerza. Su primer reacción fue intentar soltarse, luego lo tomó del rostro apretándole los ojos, se percató de que era un loco, lo que significaba que debía tener un cuchillo.

Se soltaton mutuamente y Chris se refregó el cuello tratando de respirar mejor, pero ese Loco le lanzó un puñetazo.

—¿De qué villa saliste? —se rió ese loco.

Chris se enojó y le lanzó dos puñetazos al rostro, luego dos ganchos en el vientre. El hombre se rió como si solo hubiesen sido caricias y le lanzó un puñetazo en el mentón que lo arrojó al suelo, para luego subirse sobre él y lanzarle golpe tras golpe en el rostro. Chris llegó a visualizar su pistola, estiró entonces el brazo para agarrarla, le dolía el rostro de sobremanera, pero le reconfortaba saber que la paga por esa misión sería buena. Logró alcanzarla y enseguida se la puso en el cuello con una sonrisa.

—¿Qué se siente que un villero sucio como yo vaya a matarte?

Le disparó y la sangre manchó su rostro, el pesado cuerpo cayó sobre él, que lo empujó a un costado para luego ponerse de pie. Le dolía el rostro y escupió sangre en el suelo. Tomó el sombrero que se le había caído al suelo y se lo puso con una sonrisa, para seguir su camino.

Erica evitaba peleas inútiles, aprovechaba esa habilidad suya de ser escurridiza y rápida para correr por los pasillos sin ser vista. Y cuando sintió que con correr no alcanzaba, saltaba como si estuviera bailando ballet nuevamente, cayendo como una pluma, y eso la hacía avanzar mucho más rápido. Entró en una habitación para escapar de unos asesinos que la vieron y comenzaron a dispararle. Al oír que los perdió dejó ir un suspiro, hasta que una voz la sobresaltó.

—¿Se supone que vos serías mi asesina?

Erica fijó su atención en un hombre que estaba apoyado en un escritorio con una copa de vino en la mano, era Julio. Él la miró con sus ojos oscuros, fríos e insensibles que recordaban a la mirada de Jonathan Moms.

—¿Tan bajo cae mi hermana como para mandar a una nena? —meneó la copa de vino en su mano y bebió un trago—. ¿Qué pasa, nena, no viniste con los sucios de Mörder?

Erica estaba congelada en su lugar, su instinto le pedís huir, le decía que no tenía oportunidad alguna contra alguien de su nivel. Los vellos de su cuerpo estaban erizados y todo su cuerpo estaba en alerta, su instinto consideraba a Julio como una gran amenaza.

«Es la pareja de Serge, Serge le pidió que no me matara. Si no lo ataco tal vez...»

—Sacá tu arma e intentá matarme, no será sencillo, te aviso —sonrió él y bebió otro trago de vino—. Tal vez prefieras una copa de vino antes de morir.

Erica apenas si se movió, y con una velocidad inmensa Julio tomó de atrás suyo un revolver y le disparó en el brazo derecho, haciéndola lanzar un grito lleno de dolor.

—Oh, lo lamento, en ningún momento dije que no te atacaría —dijo con un tono de voz perspicaz.

—Te desafío —gruñó Erica, con todo el dolor en su brazo.

Él levantó una ceja y curvó sus labios en una sonrisa siniestra que le heló la sangre. Entonces dejó el arma en el escritorio y aceptó el desafío. Comenzó a arremangarse la camisa blanca mientras se acercaba a ella, sonriendo de forma engreída.

Erica lo miró de arriba hacia abajo, analizándolo, trataba de encontrarle puntos débiles, aún con todas esas alarmas que le gritaban que huyera. Se puso en pose de pelea, de la forma en que Fosa le había enseñado, una que era tanto defensa como ataque.

—Esa pose me suena familiar —dijo Julio con su ceño fruncido—. ¿Quién te enseñó, nena?

—Los mejores.

El Loco se detuvo cuando oyó un sonido cerca, se colocó tras una pared, y cuando sintió que alguien se acercaba se asomó colocándole el cuchillo en el cuello, pero esa persona le colocó uno a él también.

—¿Rusa? —Miró a Sveta con una ceja levantada y quitó el cuchillo.

Cyka blyat! ¡Pude matarte! —escupió ella.

—¡¿Dónde mierda está Moms?!

—Mis chicos no lo encontraron, debe estar escondido, o quizás escapó —dijo Sveta mientras caminaba junto a él.

—No, Julio nunca huye.

Corrieron por los pasillos juntos, tratando de encontrar al jefe de Assassin, Julio Moms. Lanzaban cuchillos y peleaban juntos en medio de risas y bromas, disfrutaban de esas muertes. El Loco levantó una ceja y asintió con aprobación al ver a Sveta dándole la frente contra la pared a una chica, para luego clavarle el cuchillo en un ojo.

Julio está sobre Erica, le llenó el rostro con golpes, la sangre salpicaba en el suelo de porcelanato, y pese a lo que cualquiera habría creído, Julio también estaba herido.

—¿Quién te enseñó? —preguntó Julio y escupió sangre en el suelo—. Pocas personas llegaron a hacerme sangrar.

Erica no respondió, volvió a colocarse en posición, con su mirada fija en él. Cualquier segundo era crucial, porque Julio era alguien imponente que no hacía ningún movimiento en falso.

—¿Sabatini? —preguntó Julio y la miró de esa forma intimidante—. Quizás, también había aprendido de él...

—Cuando decís «él», ¿a quién te referís? —inquirió Erica, atenta a cada uno de sus movimientos.

—Nahuel Pietrzak de la familia Moms.

—No conozco a ningún Nahuel —se rió Erica—, pero debió ser imponente para darte tanto miedo.

Julio hizo un sonido cargado de ironía y desprecio.

—Yo no le temo a nada ni nadie.

Cuando Julio la atacó a una velocidad sorprendente, Erica enredó sus piernas en la cintura de él e intentó pasar su brazo tras el cuello de Julio, pero él la tomó de la muñeca con una sonrisa. Erica lo miró y le da un cabezazo en la frente con fuerza, eso lo obligó a soltarla. La sangre caía de la nariz de Julio.

—Mi error, creí haber visto a Nahuel en vos —dijo Julio con su mano que se llenaba de sangre—, claramente lo único que se ve en vos es a Wolff.

Cuando está por lanzarse sobre ella la puerta se abrió y un Aaron con el rostro lleno de odio se hizo presente.

—Sabatini... —murmuró Julio al verlo.

—¡¿Qué mierda le hacés a mi novia, Julio?! —Aaron lo apuntó y le disparó sin dudar en un hombro.

Julio lanzó un alarido de dolor y se tomó del hombro. Corrió hacia el escritorio para tomar el revólver en su mano y se apuntaron mutuamente. Ambos miran a Erica de reojo, Julio entonces sonrió y la tironeó del brazo para cubrirse on ella, casi abrazándola, mientras le apuntaba la sien con el revólver.

—Bajá el arma o vas a besar sus trozos de cráneo en el suelo —dijo Julio con una sonrisa—, no quiero verme obligado a matarla, luego tendría muchos problemas por eso que prefiero evitar.

Aaron dudó, pero no podía permitir que hieran a su amada, así que bajó el arma luego de pensarlo bien, mientras que Julio se acercaba a la puerta de espaldas, cubriéndose con ella. Le besó una mejilla con una sonrisa y le susurró:

—No te maté, cumplí mi palabra.

Luego la empujó y salió corriendo por el pasillo, Aaron entonces se acercó a ella y la tomó del rostro preguntándole si estaba bien. Ella asintió, le dolía mucho el brazo donde le disparó.

Él se puso serio y recargó su pistola, para luego salir corriendo de la habitación en busca de Julio. Debía ser él quien lo matara, y nadie más. Logró alcanzarlo y disparó, pero Julio dobló en un pasillo y no llegó a darle.

Sveta y el Loco se cruzaron a Erica y Chris, Sveta se encargó de ayudar a Erica y con su ropa improvisó una venda para su brazo, mientras que Chris corría hacia donde fue Aaron, y el Loco hablaba con Martín para asegurarse de la posición de Julio.

Sin embargo Sveta habló con un compañero mientras ayudaba a Erica, su rostro se puso pálido de repente al oír lo que le decían por el celular, y le gritó al Loco que debían salir enseguida de ahí. Él se negó, pero al oír la palabra «explosivos», decidió aceptar la retirada, todos estaban heridos y cansados.

Aaron se cubrió tras una pared al igual que Julio, ambos recargaron sus armas y volvieron a disparar. Respiró hondo y salió de su escondite con el arma al frente, Julio lo imitó y cuando estuvieron frente a frente se miraron en silencio con una sonrisa en el rostro.

—Sos bueno —dijo Julio.

—Sí.

Aaron le trabó las piernas arrojándolo al suelo, se subió sobre él y le lanzó puñetazo tras puñetazo. Julio lo dio vuelta rápidamente y lo golpeó en el rostro, pero oyó unos pasos y se lanzó a un costado para esquivar una bala. Chris estaba en la puerta con su arma al frente, lista para disparar, mientras que Aaron se ponía de pie con dificultad, había perdido su arma y la buscaba con la vista. Pero al ver a Chris en la puerta sonrió, mientras que él fruncía el ceño apuntando a Julio.

—Bueno, bueno, estoy rodeado —bromeó Julio y levantó las manos al oír los gritos de Erica y Sveta acercándose.

—Es tu fin, basura —dijo Chris con desprecio.

Miró de reojo por el pasillo, vio a sus compañeros acercarse, luego miró a Aaron y Julio. Sonrió y le disparó a Julio en la pierna, lo que lo obligó a apoyarse en una puerta. Luego miró a Aaron alcanzar su pistola y le disparó en la pierna para que no pudiera escapar, justo Erica entró y se acercó corriendo a Aaron al verlo en el suelo.

Julio sonrió al verla y la apuntó con una pistola distinta para dispararle, pero Aaron lo vio y la hizo un costado, recibiendo él el balazo que lo hizo caer al suelo rodeado de sangre.

Erica se quedó en shock, su cuerpo temblaba y sus ojos se llenaban de lágrimas al ver a su amado Aaron envuelto en sangre por salvarle la vida. Miró a Chris apuntando a Julio, le gritó que dispare, pero Chris lo miró fijamente, sin disparar y bajó el arma. Julio sonrió y salió por otra puerta con su pierna coja.

—Princesa... —Aaron la miró, sujetándose la herida del pecho, mientras que ella se acercó enseguida.

—¡Aaron! Dios... ¡estás sangrando mucho! ¡¿Por qué lo hiciste?! ¡¿En qué pensabas?! —lo miró con tristeza, tratando de soportar el deseo de llorar.

—En... que te amo.

—¡Tenemos que irnos! ¡El lugar entero va a explotar! —gritó Sveta.

—Dale, pollito, si te vas a morir morite de una vez —dijo el Loco.

—Váyanse... —Aaron los miró serio.

—¡No! ¡No pienso dejarte! Vamos Aaron, no pensarás dejarme sola... ¿o sí? —sonrió con tristeza, con sus ojos apunto de rebalsar de tantas lágrimas.

—Sí, princesa... váyanse, yo me encargo de Julio... solo andate.

—No, no amor, no, ¡vos venís conmigo! ¡No te voy a dejar! —Las lágrimas comenzaron a caer por su rostro, él sonrió y las secó con cuidado.

—Te amo... en verdad te amo... —tragó saliva, la angustia lo invadía y sus ojos se llenaron de lágrimas—. Andate, por favor... voy a estar bien, enseguida los alcanzo...

—No, no, ¡no! ¡Aaron! ¡No pienso dejarte!

—¡Andate! —le gritó con las lágrimas recorriendo su rostro—. Te amo princesa, ya... voy a seguirte, solo andá con ellos... voy... a estar bien, quiero que... estés bien.

—¡Vámonos de una maldita vez! —gritó el Loco.

—¡Te amo, Aaron! ¡No te voy a dejar!

—Princesa... —le acarició el rostro con una sonrisa, ella lo besó y se aferró a su cuello sin querer soltarlo—. El fin de semana y... estaremos juntos siempre...

El Loco la tomó de atrás y la colocó sobre su hombro para llevársela contra su voluntad. Ella pataleaba gritando que la soltara, sin querer dejar a su amado.

Aaron los siguió con la mirada, los vio correr, y vio también la sonrisa que Chris le lanzó antes de salir corriendo junto a los demás.

El Loco corría con Erica sobre su hombro, como si fuera una bolsa de papas y no una mujer. Los asesinos del lugar les disparaban, pero Martín los iba eliminando de a poco para dejarles el paso libre hacia la camioneta. Se oyó un gran estruendo cuando llegaron hacia los vehículos, todos giraron para ver el lugar entero explotar. Las llamas cubrían esa mansión, mientras que varios autos se llenaban con asesinos, que no los pensaban a dejar irse fácilmente.

El Loco bajó a Erica para que pudieran subir todos a las camionetas, pero ella solo miraba las llamas con terror, con el fuerte deseo de correr hacia ahí. Lanzó un grito desesperado de horror y desesperación.

—¡Vamos, engel! ¡No es el momento! —el Loco la tomó de un brazo.

—¡SOLTAME, HIJO DE PUTA! ¡Aaron! ¡Tengo que ayudarle! —gritó con todo el dolor que sentía.

Martín llegó hasta ellos y se sentó en el asiento del conductor, Chris se sentó atrás, viendo a Erica que pataleaba y al Loco intentando hacer que entrara, hasta que se cansó y la alzó en sus brazos para lanzarls dentro de la camioneta como si no pesara nada, luego cerró la puerta. Mira a Martín, con el rostro lleno de locura.

—Salí de mi lugar... —le dijo con desprecio, Martín se corrió hacia el asiento de al lado, mientras que él ocupaba el del conductor. Trabó las puertas y miró a Chris tratando de hacer que Erica se quedara quieta—. Abróchense los cinturones si quieren vivir...

—Aaron... —murmuró ella mirando hacia atrás.

—¡Está muerto, Erica, ya dejalo irse en paz! ¡Se sacrificó para salvarte! —le dijo Martín mientras se abrochaba el cinturón con las manos temblorosas.

—Un poco de música para el momento...

El Loco sonríe mientras pone música en el estéreo, para luego arrancar a gran velocidad con los autos de los hombres de Julio siguiéndolos y los disparos que no cesaban.

La forma de conducir del Loco hacía que todos rogaran en la mente, creyendo que iban a morir. Dobló a una velocidad aterradora y aumentaba la velocidad cada vez más. «Dragula» de Rob Zombie sonaba en los parlantes a todo volumen, haciendo que la situación fuera más atemorizante aún, porque el Loco cantaba mientras manejaba, como si no sintiera el peligro que los seguía, y mucho menos el peligro de chocar.

Erica estaba seria, con la mirada baja, continuaba en shock.

«Aaron... íbamos a irnos, íbamos a escapar juntos, ¿por qué? No moriste, no pudiste morir... dijiste que nada nos separaría, que estaríamos juntos siempre, que escaparíamos y tendríamos una vida normal...»

Chris se asomó por la ventana y disparó a sus perseguidores varias veces, los vidrios de la camioneta se destrozaban por los balazos, obligándolos a agacharse. Chris la había obligado a agacharse.

—¡Amo a esa mujer! —gritó el Loco con una risotada, viendo la camioneta de Naemniki junto a ellos.

Sveta estaba sentada en la ventana con el cuerpo afuera y las piernas dentro de la camioneta, disparando hacia los perseguidores.

—¡Wuuujuuu! —gritó Sveta con una risa, miró al Loco y le guiñó un ojo—. ¡Ey, Alemán, buena música para el momento! ¡Yeah! ¡Qué divertidoooo!

—¡Loco! ¡Nos vas a matar, la re puta que te parió! —le gritó Chris y se aferró al techo con miedo a morir.

—¡Loco de mierda! ¡Si me matás te voy a buscar al infierno! —le gritó Martín.

—¡Cállense! ¡Me distraen con sus gritos!

Dobló de golpe casi a punto de chocarse con un auto, haciendo que todos, salvo Erica, gritaran. Martín lo miró y se asustó al verlo sangrar.

—¡Loco! ¡Estás herido! —dijo viendo su remera llena de sangre, tenía un balazo en el costado del cuerpo, pero él no parecía inmutarse por eso.

—Ah, sí, me dispararon.

—¡Tenés que atenderte rápido! ¡Podrías morirte desangrado, parece grave!

Quiso tocarle la herida, pero él le corrió la mano.

—El dolor y la muerte están en la cabeza, no voy a morir...

Lograron perder a los autos, era imposible igualar al Loco a la hora de escapar. Su forma loca de manejar, sin seguir regla alguna, hacía que no pudieran seguirlo.

Llegaron a Naemniki y estacionaro las camionetas, el Loco con una coleada habilidosa. Sveta fue la primera en bajar, se lanzó de la camioneta, luego bajó el Loco de la suya, pero no bien pisó el suelo se mareó y debió apoyarse en la camioneta para no caer, sujetándose la herida en el costado del vientre. Su mano estaba llenándose de sangre.

Todos se bajaron y comenzaron a ingresar de a poco a la mansión, salvo Erica, que se quedó mirando el suelo, quieta y con el cabello que le cubría el rostro. Chris se acercó y le tocó un hombro con suavidad, con cariño.

—Erica...

—¡Dejame, hijo de puta! —lo empujó, con lágrimas en los ojos—. ¡Pudiste hacer algo! ¡Lo dejaste morir!

—Se lo merecía —escupió y ella le lanzó una cachetada.

—Era mi novio, mío, mi vida, salvó mi vida y murió en mi lugar...

—¡Él no es lo que vos pensás, Erica! —gritó.

—¡Vos no sos como yo pensé! ¡Siempre lo odiaste sin sentido alguno! —lo empujó nuevamente, pero alguien la levantó sobre el hombro.

—Vamos, engel, la enfermería te espera...

—¡Soltame, hijo de puta! ¡Vos también debés estar disfrutando esto! —le pegó múltiples veces en la espalda mientras que él la llevaba hacia la enfermería.

—La verdad, sí, el pollito era odioso... pero tuvo una muerte justa.

Cuando el Loco la sento en una camilla, ella comenzó a llorar con desesperación, ahogándose en su propio llanto, gritaba todo su dolor y sufrimiento, sin dejar de pronunciar el nombre de su amado Aaron de una forma tan adolorida, que hizo que todos los presentes sintieran pena por ella.

El Loco no permitió que lo curaran, no hasta que ella estuviera sana. Erica lo golpeaba en el pecho mientras se deshacía en lágrimas, pero aunque él dudó en un principio, la aferró contra él y Erica lo abrazó, llorando en su pecho.

—Ya, engel, ya... —susurró él mientras le acariciaba la espalda para reconfortarla.

A Erica no le importó que el Loco la estuviese abrazando, no oía sus palabras, no sentía sus manos acariciarla. Estaba en otro mundo, llena de dolor. Sentía un hueco y un vacío enorme en su pecho, sentía un agujero negro dentro suyo que quería tragársela por completo.

Sus extremidades temblaban y su garganta dolía por los gritos y llantos. Respirar era un martirio, le costaba horrores, pero luego de un rato dejó de llorar, comenzó a relajarse con el calor que emanaba el cuerpo de ese inmenso hombre, con su aroma tan atrapante, y terminó por agotarse de tanto llorar.

Se quedó ahí, dormida y lista para ser sanada.


Con su torso vendado y el dolor que, luego de que la adrenalina se fue, comenzó a sentir, el Loco se acercó a Gretchen y Héctor, Jonathan no se encontraba allí.

—Gretchen... —dijo el Loco con un tono de voz suave.

—¿Cuántos?

—Solo uno...

Gretchen giró para ver al Loco, él la estaba mirando con pena.

—¿Quién?

—Sabatini.

Los ojos de Gretchen se abrieron de par en par y se llenaron de lágrimas.

—¡No es cierto, es imposible! —gritó, con las lágrimas que recorrían su rostro—. ¡Aaron no!

—Lo siento, Gretchen. El pollito ya no existe.

Gretchen lanzó un grito lleno de dolor y sus rodillas flaquearon, terminó por caer al suelo en medio de su grito y su llanto desesperado.

—¡No otra vez! —gritó.

Héctor se acercó a ella, se agachó a su lado y con cuidado le acarició la espalda para poder reconfortarla, como había hecho cinco años atrás ante la muerte de Nahuel. Él levantó la mirada para ver al Loco y asintió para permitirle retirarse.

El Loco se fue, dejando a Gretchen atrás que lloraba y gritaba con desesperación, pero aunque tiempo atrás se hubiese quedado a consolarla, había otra persona que le preocupaba mucho más, y tenía planeado quedarse en la enfermería a su lado.

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