Capítulo N° 12

Era temprano en la mañana, y Erica había finalizado de preparle a su hermana un desayuno por su cumpleaños número dieciséis, sus padres le habían ayudado en el proceso. Sin embargo, todos se sorprendieron en el instante en que temprano en la mañana sonó el timbre de la casa. Un mensajero estaba ahí, con un enorme ramo de tulipanes blancos, y una elegante bolsa borgoña. Ambas cosas las recibió la madre de Erica, y estaban dirigidas a Celeste.

Los tres tenían curiosidad por esos regalos, pero ninguno se animó a husmear la tarjeta. Fueron a despertar a Celeste con su desayuno acomodado en una bandeja bonita, y le entregaron el ramo de tulipanes.

—¡Gracias! —dijo ella con una sonrisa.

—No es nuestro, el desayuno sí —explicó su madre con una sonrisa tierna.

Celeste tomó entonces la tarjeta y comenzó a reír y sonreír, con sus ojos iluminados por la emoción.

Solo Erica se quedó sentada junto a ella, mientras que sus padres se fueron a preparar sus propios obsequios para su hija menor.

—«Leí una vez que los tulipanes blancos simbolizan el amor puro. Y desde que vi tu sonrisa y oí tu dulce voz, supe que serías el amor de mi vida. Muy feliz cumpleaños, florecita» —leyó Celeste en voz alta con mucha emoción, y reprimió un pequeño gritito al abrazar la nota.

—¿Es de Martín? —preguntó Erica con sorpresa.

—¡Te dije que no es como tus ex! —dijo con una gran sonrisa y comenzó a revisar el otro obsequio en la bolsa, tomó de adentro una cajita aterciopelada que contenía un delicado collar con un dije de flor—. Es hermoso, ¡mirá, Eri! Me regaló un collar, está precioso.

Erica llevó por instinto su mano hacia el cuello, donde tenía puesto el collar que le había regalado el Loco, con un dije de ángel.

—No sé si la gente de Mörder pueda ser así realmente, tené cuidado, Cele —le dijo con pesar.

—Eri, es mi cumpleaños y estoy contenta. Si querés amargarte sola hacelo, pero no me cagues mi cumpleaños con tu moralismo.

Erica solo resopló como respuesta y comenzó a vestirse. Dejó que su hermana disfrutara de su momento, mientras se amargaba ella misma con su preocupación, porque temía que el primer amor de su hermana fuera un asesino. Un primer amor podía ser doloroso, pero si a eso le sumaba que era en Mörder, sus miedos le parecían más que justificados.

Peinó con cuidado su cabello y se vistió con una falda corta y una sencilla blusa, para luego ir hasta el balcón y disfrutar de la brisa veraniega en la mañana.

El olor a tabaco llegó hasta ella, así fue como vio a Lucas sentado en la ventana con las piernas hacia fuera, fumaba un cigarrillo mientras revisaba su teléfono.

—Siempre que te veo estás fumando —dijo Erica con una risita.

Lucas levantó la vista para verla y le dirigió una sonrisa.

—Siempre digo que va a ser el último, y siempre termino comprando otro paquete —dijo con un suspiro mientras miraba su cigarrillo—, ojalá pueda dejarlo.

Erica se acercó para poder apoyarse en la baranda que daba justo a esa ventana, y así estar más cerca de él.

—Casi todos los que me rodean son fumadores —dijo ella y lo miró con curiosidad—, ¿qué tiene de interesante?

—Me ayuda con la ansiedad, si no fumo comienzo a rascarme y termino por lastimarme —dijo con un suspiro—. Perdón, debo llenarte toda la pieza con olor a cigarrillo.

—Para nada, no te preocupes. No me molesta tampoco.

Lucas le sonrió y se concentró en mirarla, Erica se veía muy bonita en la mañana.

—¿Le hiciste el desayuno a Cele? —le preguntó y ella asintió—. Qué bueno, ya tiene dieciséis, qué locura, todos crecimos rapidísimo.

—Hoy voy a estar todo el día con ella, pero si querés a la noche podemos conversar un rato, tal vez tomar una cerveza. ¿Querés? —propuso Erica con una sonrisa.

Lucas sonrió ampliamente y asintió como respuesta, conversaron un poco allí antes de que cada uno regresara a sus habitaciones.

Durante todo el día lo pasó en familia, las amigas de Celeste habían ido a verla, Erica las veía reír y bromear, y eso la hizo entristecer un poco porque sus amigas no le respondían los mensajes. Se preguntó si acaso Tina les había dicho algo...

Sentada en el sillón, con la música de María Becerra sonando a gran volumen mientras que Cele y sus amigas bailaban y reían, Erica tomó su teléfono y rebuscó entre los chats. Se sentía muy sola, y eso le hizo pensar en Chris, pensó que quizá se sentiría igual de solo que ella. Y fue por ello que decidió escribirle.

Erica: Hola, ¿cómo estás?

Unos minutos después él le respondió.

Chris: Sobreviviendo, ¿cómo estás vos?

Erica: Sobreviviendo también.

Chris escribía su mensaje, lo borraba y volvía a escribir, tardó un rato en responder realmente el mensaje.

Chris: Tal vez sí sea buena idea tomar unos tragos en estos días...

Erica sonrió al leer su mensaje y dejó ir un suspiro.

Erica: Sí, creo que sí.

Él no volvió a responder, y ella no lo presionó. Entendía que él estaba solo con sus pensamientos, y que todo eso sería muy duro para él.

Erica se concentró en disfrutar de su familia el tiempo que podía, de besar a su madre, de ser abrazada por su padre. De poder ver a su hermana tan feliz con su grupo de amistad.

Sin embargo, aun así, se sentía extrañamente sola, sintió que la vida cotidiana ya no era para ella. Y solo lograba sonreír realmente cuando estaba junto a Lucas, que la hacía reír con sus chistes y le ayudaba a no pensar demasiado.

Esa noche fue Lucas quien se pasó para el balcón de Erica y se quedaron sentados conversando mientras bebían una cerveza.

—¿Qué vas a hacer para navidad? —le preguntó Erica con interés.

—No vamos a estar, vamos a ir a ver a mis tíos al campo. Seguro salga a cazar con él —dijo con un suspiro y luego comenzó a reírse—, no puedo pelear tipo John Wick como vos, pero al menos sé usar un rifle.

—Si disparar una pistola es difícil no me imagino un rifle —dijo Erica en voz baja.

Lucas la miró enseguida por ello, pero decidió no decir nada al respecto. Bebió un trago de cerveza y comenzó a rascarse el brazo con nerviosismo, estaba haciendo su mejor esfuerzo por no fumar frente a Erica.

Ella apoyó su cabeza en el hombro de él, de manera cariñosa, y se quedaron así en silencio por largos minutos, solo disfrutando de la noche y de la compañía del otro.

Al despedirse un rato después, se besaron con cariño. Ambos tenían muy claro que solo era algo del momento, porque Erica en un par de días debía irse otra vez, y por sobre todas las cosas Lucas tenía muy claro que a ella le gustaba otra persona.

Durante dos días más Erica se quedó junto a su familia, salía a correr al parque para no perder estado físico y entrenó pelea cuerpo a cuerpo junto a Celeste. Se llevó una gran sorpresa al ver que ella era muy buena peleando, era ágil, rápida y sus golpes rara vez fallaban. Eso la hizo preguntarse qué clase de entrenamiento estaba teniendo.

—Me entrena Martín —dijo Celeste luego de beber un poco de agua—, para que sepa defenderme correctamente y nadie pueda hacerme daño. Aún me falta entrenamiento, no soy tan buena como vos.

Cuando las llamaron para almorzar, Erica se detuvo a buscar su teléfono que sonaba por alguna parte de su habitación. Atendió la llamada que estaba ahí sin mirar siquiera de quién se trataba.

—¿Hola...?

—Hola, princesa... —la voz de Aaron la hizo sonreír y logró que su corazón se acelerara.

—Hola, Aaron.

—¿Cómo estás, preciosa?

—Bien, acabo de entrenar un poco, estaba por ir a almorzar —dijo, aún un poco jadeante—, ¿vos cómo estás?

Bien, quería saber si querías que nos veamos, digo, mañana es noche buena y pasado es navidad, no creo que podamos vernos. Ammm, ¿querés que...?

—Me encantaría, ¿dónde y a qué hora?

—Puedo pasar a buscarte a tu casa en la moto, claro, si es que querés.

—Dale, no tengo problema. Podemos salir por ahí.

Arreglaron un horario de encuentro y luego Erica fue a almorzar con su familia, su humor había cambiado de repente y eso fue notorio para su familia. Estaba muy contenta y sonriente.

Luego de almorzar, Erica subió corriendo las escaleras, revisó su placard en busca de algo bonito que no fuera exagerado pero tampoco simple. Aaron siempre la vio con ropa neutra o de ejercicio, y quería que la viera bonita. Por eso se decidió por un bonito vestido rosado con pequeñas florecitas bordadas en blanco. Se maquilló de forma delicada y con un gloss rosado. Solo sus ojos resaltaban en ese maquillaje.

Celeste le dio su aprobación al levantar sus pulgares con una sonrisa.
que levanta los pulgares sonriendo, y como Aaron le avisó que estaba cerca decidió esperarlo en la vereda. Se balanceó sobre sus pies como si fuese una niña, llena de entusiasmo.

—Epa, ¡qué bonita! ¿A dónde vas? —le dijo Lucas, que llegaba de la calle con una bolsa de compras.

—No sé todavía, me van a pasar a buscar —explicó con una sonrisa entusiasmada.

—¿Vas a salir con tus amigas?

—No exactamente, es... complicado...—se encogió de hombros al decirlo.

—Ah, ya entiendo  —dijo Lucas con una risita y le pellizcó una mejilla con cariño—. Estás hermosa, lo vas a dejar impresionado.

—Lo siento...

Lucas la miró con un gesto extrañado, y luego le dedicó una sonrisa.

—No te preocupes, no es nada —se rió mientras refregaba su cuello—. ¡Aunque admito que estoy bastante celoso! Porque estuvo muy interesante, y me hubiera gustado seguir divirtiéndonos mientras estuvieras acá.

Erica le dirigió una sonrisa cariñosa y lo abrazó, y él respondió el abrazo con cariño.

—Sabés que siempre me gustaste, toda la vida... —le susurró ella.

—Y vos me gustaste los últimos cinco años —dijo con un suave tono de voz, para luego darle un tierno beso en la mejilla.

—¡Bueno! ¿Interrumpo, molesto, regreso más tarde?

La voz de Aaron sobresaltó a Erica, que giró rápidamente hacia él.

—¡Aaron! —sonrió con alegría, pero al verlo con el rostro serio borró su sonrisa al instante.

—Creo que no debí venir... —escupió él y miró directo hacia Lucas, en un paneo general.

—Aaron, él es... —quiso presentarlo pero él interrumpió.

—Lucas, sí, tu vecino —lo miró con el ceño fruncido.

—Sí, ¿cómo...? —Erica parpadeó con sorpresa por ello.

—Tengo buena memoria.

Lucas torció su rostro en un gesto extraño muy notorio para ambos, porque Aaron lo miraba como si quisiera asesinarlo. Entonces giró hacia Erica y con una sonrisa le dijo:

—Bueno, los dejo solos. Cuidate Eri, ¡que tengas una feliz navidad!

Lucas ingresó en su casa y Aaron lo siguió con la mirada, pensando en que ese rubio se veía bastante en forma para ser un simple civil. Luego miró a Erica, que lo observaba con dudas mientras refregaba sus manos.

—Hola.

—¿Estás enojado? —preguntó Erica al encogerse de hombros.

—No, ¿por qué habría de estarlo? —dijo con seriedad—. Siempre te gustó, me lo dijiste. ¿No?

—¿Y? —se quejó ella con fastidio—. Literalmente te vi casi en pelotas a punto de cogerte una mina, ¿y te molesta que un amigo me abrace? Dejate de joder.

Aaron no respondió, la miró en silencio con su gesto serio, al menos hasta que hizo un paneo general de ella.

—Mierda...

—¿Qué pasa ahora? —preguntó ella con un resoplido.

—Sos bellísima.

Ambos se rieron por ese comentario, y ya con el clima entre ellos un poco más tranquilo, Erica se subió tras él en la moto y decidieron ir a pasear.

—¿Te gusta el cine? —le preguntó él.

—Sí, ¡me encanta!

—¿Te gustaría ir a ver una película...?

Con un plan ya decidido, se dirigieron hacia el cine más cercano. Y allí, en la fila, Aaron notó que los otros hombres alrededor la miraban, y eso le era muy molesto.

—Te extrañé —le dijo en un susurro al oído que le erizó la piel.

Él no le permitió pagar nada, pagó todo él porque decía que quería agasajarla, y luego de mirar la película pasearon por las tiendas de alrededor. Era, supuestamente, una salida de amigos, pero parecía más una cita que una salida amistosa. Aaron le regaló una rosa que le ofreció un vendedor ambulante, y luego tomaron juntos un helado.

—¿La estás pasando bien con tu familia? —le preguntó con una sonrisa cariñosa, sentados en el parque.

—Sí, mis papás siempre fueron muy liberales y nos dejaron hacer de todo, pero estos días estuvieron más protectores y eso se siente bonito.

—¿O sea que te gusta que te sobreprotejan? Lo contrario a todo el mundo —se rió Aaron.

—Siempre estuve en cosas raras, carreras de motos, peleas, y mis papás nunca decían nada. No lo sé, que me abracen y me pregunten a dónde creo que voy es bonito.

—En mi caso es al revés —dijo Aaron con seriedad—, no podía hacer nada, nunca. Me la pasaba encerrado y no era buena idea siquiera hablar sin permiso... —Bajó la mirada y suspiró—, ningún extremo está bueno. Ni que te den tanta libertad como a vos, ni ser un preso mudo como yo...

Erica lo miró con pena, lo tomó de la mano con cariño y apoyó su cabeza en el hombro de él. Quería demostrarle que no estaba solo, y que podía confiar en ella.

Ya a la noche Aaron la llevó de regreso hasta su casa. A pesar de que a Erica le molestaba que fuera tan lento manejando, a su vez disfrutaba de abrazarlo y apoyar su rostro en la espalda de él al viajar.

—Espero verte antes de fin de año —le dijo Erica con una sonrisa, ya en la puerta de su casa.

—Te lo prometo, no te vas a deshacer de mí tan fácilmente.

Sonrió con picardía mientras la tomaba de la cintura para acercarla hacia él, la miró fijamente a esos grandes y bonitos ojos grises. Y cuando por fin se decidió a besarla, se oyó la puerta de un auto cerrarse y un hombre hablar, mientras aclaraba su garganta.

—Bueno, bueno... ¿qué pasa acá? —el padre de Erica caminó hacia ellos con unas bolsas en las manos.

—¡Rodrigo! Dejala tranquila y llevá las bolsas —La madre se acercó con otras bolsas en las manos—. Perdón, hija, ya entramos y no los molestamos.

—Ah, mamá, él es...

Erica comenzó a tartamudear, y fue por ello que Aaron la interrumpió.

—Soy Aaron, un amigo de Erica, es un gusto conocerlos —dijo con una sonrisa.

—«Amigo», sí, claro... —dijo Rodrigo, el padre de Erica, con una risotada.

—¡Rodri! Ya dejá al chico tranquilo.

—Sí, cariño, como vos digas —resopló él mientras abría la puerta de la casa.

—¿Se queda a cenar, hija? —preguntó su madre, mirándola con cariño.

—¡No, no! Tengo cosas que hacer —dijo Aaron enseguida.

—Ay, dale, ¡siempre cocino de más!

—Má, dejalo tranquilo, si no se quiere quedar no se va a quedar —acotó Erica con el ceño fruncido.

—¿Qué tiene? Es solo una cena, ¡no le estoy pidiendo que se casen, Erica!

Aaron miró a Erica algo confundido, ella se encontraba igual que él: sin saber qué hacer.

—De acuerdo, pero solo un rato —dijo Aaron por fin.

Al ingresar observó todo a su alrededor, le parecía una casa muy bonita, le gustaron especialmente los sillones blancos con almohadones pequeños color durazno. Le sorprendió ver tantas fotos familiares en las paredes, y una pintura de rosas enredadas rodeando la puerta que iba a la cocina.

Erica lo incitó a sentarse en los sillones mientras le ofrecía un vaso de agua. Él miraba todo con atención.

—¿Estás bien? —le preguntó Erica al ver su mirada algo perdida.

—Sí, es que es raro esto... —se rió encogiéndose de hombros—. O sea, nunca tuve una cena familiar y esas cosas, mi papá nunca estaba y cuando estaba no era muy agradable...

—Entiendo, ¿querés irte? No hay problema.

—No, estoy bien —dijo y giró para verla con una sonrisa—. Me gusta ver tu faceta hogareña, es adorable.

Unos minutos después, justo cuando estaban por sentarse a la mesa, llegó Celeste de la calle tentada de risa, al menos hasta que vio a Aaron ahí. Dirigió su mirada hacia Erica y no dudó en decirle en francés:

—¿Esto está permitido? ¿No tendremos problemas?

No tendría por qué, no estamos rompiendo ninguna regla —respondió Erica también en francés.

Aaron las miró con un gesto muy confundido porque no tenía ni idea de qué estaban diciendo, él solo sabía hablar inglés fluido y un poco de alemán.

—¿Eso es francés? —preguntó él con sorpresa.

—Sí, perdón —se excusó Erica con una sonrisa tímida—, mi mamá es francesa al igual que toda mi familia materna.

Él no dijo nada, solo hizo un gesto de aprobación y se sentó a la mesa junto a Erica. Aaron comía encogido de hombros, algo intimidado por la insistente y curiosa mirada de padres de Erica posadas en él.

—Bueno, ¿cómo era tu nombre? —preguntó Rodrigo mientras se servía una copa de vino.

—Aaron, señor.

—Aaron, lindo nombre, ¿trabajás?

—Sí, señor, soy mecánico, trabajo cerca de lo de Erica —dijo y la miró con una sonrisa.

—¿Qué edad tenés? —preguntó Jeannette, la madre de Erica.

—Veintiún años, cumpliré los veintidós en mayo.

—¡Ay, ya déjenlo! Lo interrogan como si fuera mi novio, ¡es solo un amigo! —se quejó Erica con fastidio.

—¿Amigo? Yo diría que la mirada que se cruzan no demuestra amistad alguna —acotó Rodrigo con una sonrisa pícara.

—Ay, pá, es un buen chico, ¡lo conozco! ¡Siempre está ayudando a Erica! —añadió Celeste con una sonrisa.

—Está bien, está bien... solo quiero saber con qué clase de personas se juntan mis hijas, ¡hay que ser precavido en la vida!

—No se preocupe, señor, solo soy un asesino a sueldo, pero no soy dañino, al menos no en este momento —dijo él con una sonrisa divertida.

Erica y Celeste se agotaron con la comida y debieron toser varias veces, sintieron que morirían en ese momento, y no exactamente por la comida atorada.

—¡Qué simpático que sos! —dijo Jeannette con una risita—. Bueno Aaron, ¿no te gustaría estudiar en vez de trabajar? Erica no quiso, quería dedicarse a la danza —resopló.

—Me gustaría mucho estudiar, pero para mí es imposible, ya que... —se encogió de hombros—. No terminé ni el primario...

—¡¿Cómo?!

Los padres lo miraron sorprendidos, por lo que Erica enseguida cambió el tema de la conversación, para no incomodarlo.

—¿Qué vamos a comer mañana, má? ¿Pollo, asado, o qué cosa?

—Asado, cariño, tu papá va a hacer asado —Jeannette miró entonces hacia Aaron—. ¿Qué van a comer en tu casa, ya lo pensaron o solo improvisan?

—Bueno, yo... no sé, comeré lo que encuentre, y si tengo hambre.

—Pero, ¿tu familia no prepara nada especial? Es navidad —dijo Rodrigo con sorpresa.

—¡Mamá, papá! ¡Ya déjenlo! —se quejó Erica con molestia.

—No importa, no te enojes con ellos... —acotó Aaron con una sonrisa—. Yo paso las fiestas solo, soy huérfano desde los diez años, por eso es que tampoco terminé la primaria.

—Ay, cariño, lo siento... —Jeannette entonces estiró su mano hacia la de él, con cariño—. ¿Murieron en un accidente o algo así?

—Algo así...

Jeannette miró a su esposo, con pena, y él asintió con la cabeza para darle su aprobación.

— Y... ¿no te gustaría pasarlo acá con nosotros? Claro, ¡si es que no tenés mejores planes!

—No tengo nada que hacer, pero... no, no quiero ser una molestia.

—¡No pasa nada, pibe! Además, veo que las chicas te quieren, ¡se van a divertir más que con dos viejos aburridos!

Aaron los miró con dudas, luego miró hacia Erica, que asintió con la cabeza y una sonrisa para demostrarle que o me molestaba en lo absoluto. Así que terminó sonreír y aceptar pasar la navidad con ellos.

Luego de cenar tomaron café y continuaronn hablando, Aaron parecía llevarse muy bien con Rodrigo gracias a los autos, él le mostraba las fotos de un viejo Falcon que tuvo y debió vender, y Aaron le contó sobre uno que armó hacía años para un conocido.

Luego de un rato se puso de pie para irse al ver que ya era muy tarde, mismo motivo por el que Jeannette no le permitió irse en la moto, no con el peligro de la calle. Le pidió que se quedara a dormir, así el día siguiente podría ayudarlos con la preparación para navidad.

—¿No es demasiado que me quede a dormir? —le preguntó a Erica al oído.

—¿Podrías tener problemas con Gretchen?

—No, son mis vacaciones, puedo hacer lo que quiero, pero... —la miró en silencio—, ¿no es un poco raro que me quede?

—A nosotros no nos molesta, te dije que mis padres son muy liberales, pero si te incomoda no pasa nada.

Dudó durante un buen rato, pero terminó por aceptar quedarse, porque al otro día revisarían un auto junto a Rodrigo y eso sí le interesaba.

Colocaron colchón en el suelo junto a la cama de Erica, y cuando ella lo llevó al cuarto para acostarse, él miró todo a su alrededor, sorprendido al ver la feminidad y delicadeza del lugar, todo en tonos lilas y rosas, y se rió al ver los pósters de actores en las paredes.

Cele estaba recostada en su cama escuchando música con auriculares, mientras que Erica estaba sentada junto a Aaron en el colchón, apoyados contra la cama.

Erica lo miró con una sonrisa porque estaba con el torso desnudo y pudo ver bien el tatuaje en su brazo derecho, era un dragón chino que enredaba todo el brazo junto a llamas, casi uniéndose al tribal que tenía en el cuello, la nuca y los omóplatos.

—Perdón por esto, mis padres son muy molestos —dijo Erica con un suspiro.

—A mí me parecieron agradables, no deseaba molestarlos, pero es lindo poder pasar la noche con vos... —le dirigió una sonrisa al verla con su pijama veraniego.

—Ey, sos bueno mintiendo, sino supiera que lo que dijiste a mis padres es mentira, te habría creído.

—Llevo años metido en todo eso, es normal que sepa como encubrirme —dijo Aaron con un suspiro y continuó hablando—. ¿Vos tenés algún sueño?

—Mi sueño siempre fue bailar en un gran teatro, en cierta forma lo cumplí, aunque no como yo esperaba... —susurró con tristeza, luego levantó la mirada para ver los ojos avellana de él—. ¿Vos tenés algún sueño?

—Sí, siempre soñé con llevar una vida normal, no tener que mentir otra vez. Vivir libre de muerte, culpa y dolor. Sueño con poder establecerme, formar una familia y conseguir un trabajo normal.  Llevar una vida pacífica y llena de amor, llegar a casa y que me reciban mis hijos con un abrazo... —miró a Erica, que lo escuchaba con una sonrisa dulce—. Sé que es un sueño muy estúpido, pero...

—A mí me parece muy lindo que sueñes eso, es muy tierno, y podría dejar de ser un sueño si le ponés empeño.

—Si los Moms se enteraran de esto me matarían, al igual que hicieron hace años con Valeria y Kasch, los mataron por traición... —suspiró con molestia—. Sé que es peligroso soñar esto, y que es estúpido, pero a veces... creo que tengo el derecho a ser feliz...

Erica lo miró en silencio, con una sonrisa tierna en el rostro. Saber eso hacía que le gustara más, y que él hubiese confiado en ella como para contárselo la hizo muy feliz. Apoyó con cuidado sus manos en el rostro de Aaron y lo instó a mirarla.

—Todos merecen ser felices —le dijo con una sonrisa, mirándolo directo a los ojos.

Él la miró en silencio, apoyó una de sus manos en la mejilla de Erica y se acercó hasta quedar a solo un centímetro de sus labios, luego se decidió y la besó con ternura.

Erica cerró los ojos para disfrutar de ese instante.

—Siempre quise hacerlo, sé que ya te besé antes en Mörder pero... Quería que fuera algo así.

—¿Por qué no lo hiciste antes?

—Tenía miedo, no me preguntes a qué porque no lo sé...

Esta vez fue Erica quien lo besó, se aferró al cuello de él y aumentó el ritmo de ese beso. Aaron le acarició la espalda suavemente, y sin buscarlo terminó por quedar sobre ella en el colchón mirándola fijamente a los ojos. Ninguno deseaba soltar al otro, y el beso cada vez se hacía más apasionado. Aaron se separa y la mira jadeante,

— ¡Ey, ustedes dos! ¡Si van a hacer cosas raras avísenme y me voy, que no me interesan los tríos! —les dijo Cele, asomada desde la cama de arriba.

—¡No! ¡No es nada! ¡Solo...! —Erica sintió sus mejillas arder.

—No vamos a hacer nada, Celeste, aunque no lo parezca soy bastante respetuoso en algunas cosas —dijo Aaron con una sonrisa torcida.

—Sí, ¡lo que digan! Voy a ir una película al living... —se lanzó de la cama y caminó con tranquilidad hasta la puerta, y desde ahí les dijo—: ¡Ya cojan de una vez! ¡¿Hace cuánto tiempo se tienen ganas?!

Y cerró la puerta tras de sí. Aaron y Erica se miraron y terminaron por reírse a carcajadas.

—Espero no generarle un trauma a tu hermana —dijo Aaron en medio de su risa.

—¡No, chère! Traumada nunca, se debe estar cagando de risa.

—Bueno, mejor que... Un momento, ¿me hablaste en francés? —la miró con una sonrisa muy interesada y una ceja levantada.

—Oui, chère, ¿te molesta? Suelo mezclar a veces los dos idiomas sin darme cuenta, perdón.

—¿Si me molesta? ¡Es súper sexy!

—Merci. S'il vous plaît, ¿podría besarme otra vez, garçon? —Erica lo pronunció de una manera tan seductora, que Aaron la tomó del mentón.

—Oui, mademoiselle.

Aaron la besó de manera tierna y cariñosa, mientras le acariciaba suavemente la cintura. Recorrió con sus manos la espalda de ella hasta llegar a sus glúteos, los cuales apretó con decisión, y eso hizo que Erica aumentara nuevamente el ritmo del beso para que este se hiciera más apasionado.

Aaron sonrió de costado al acariciarle un pecho redondeado, para luego besarle el cuello con decisión, recorriendo cada centímetro de piel en su pecho y vientre, hasta resbalar el pantaloncito corto lila por esas largas piernas. Erica sonrió y lo empujó para que se recostarse, y fue ella quien comenzó a besarle el cuello y acariciar su pecho, para luego quitarle el pantalón y resbalarlo por sus piernas.

Aaron la dio vuelta enseguida, demostrando que sería él quien mandaría ahí, aunque los intentos de Erica por dominarlo lo excitaban aún más. Y luego de colocarse un condón se acomodó entre sus piernas, mirándola con una sonrisa cariñosa, y ella respondió con otra sonrisa, con sus respiraciones que poco a poco se volvían más jadeantes.

Erica clavó sus uñas en la espalda de Aaron, y eso pareció gustarle a él, que la besó con intensidad mientras recorría con las manos las piernas de Erica y se aferraba a sus muslos.

Luego de un rato ambos estaban recostados uno al lado del otro de perfil, mirándose. Aaron le acarició el rostro y le dio un beso cariñoso.

—Sos hermosa.

—Vos también lo sos —dijo ella con una sonrisa.

—No quisiera arruinar el momento, pero... ¿Puedo preguntarte algo? —la miró serio y ella asintió—. Entre vos y tu vecino, ¿pasó algo alguna vez?

—¿Qué? —parpadeó un par de veces, confundida por una pregunta que no esperaba en lo absoluto, y terminó por suspirar, porque no le iba a dar el gusto—. ¿Con Lucas? No.

—¿Nunca?

—Nunca —sonrió al ver la sonrisa que él puso—. Él es muy popular con las chicas, no se iba a fijar justo en mí. Somos amigos.

—Entiendo, disculpame si te incomodé con la pregunta, es solo que...

—Entiendo —Erica volteó para acostarse boca arriba y mirar el techo de madera de su habitación—, igual yo no te pregunto por las minas con las que estás, ¿o no?

—Quizá no te gusto lo suficiente —se defendió Aaron con el ceño fruncido.

—No seas tarado —dijo ella con una risita y lo miró—. No podemos dormir juntos, luego va a regresar Celeste, en un rato tengo que pasarme a mi cama, pero me gustaría poder abrazarte, sin celos, ¿sí?

Él sonrió y estiró su brazo para que ella pudiera acomodarse en su pecho, abrazados. Se quedaron en esa posición por un buen rato, querían disfrutar del momento en tranquilidad, pero Aaron no podía dejar de pensar en ese rubio atractivo que vivía al lado.

Chère: Querido.

Merci. S'il vous plaît: Gracias. Por favor.

Garçon: Joven.

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