Capítulo N° 1

Olía a sangre. Por alguna razón que Erica no podía explicar el aire olía a sangre.

No era la primera vez que paseaba por esa parte de la ciudad, pero sí la primera donde podía percatarse de ese hedor que provenía de un edificio que siempre le había gustado. Ese edificio antiguo y majestuoso llamaba su atención, con gente que entraba y salía, y aunque el lugar se notaba concurrido y en continuo movimiento, ni un sonido llegaba a las calles. Ella no estaba segura si era acaso debido a la resonancia de los autos o si el edificio, precioso en todas sus formas, estaba preparado para que el sonido se mantuviera prisionero entre sus paredes.

Erica pasó frente a sus enormes portones de rejas en arabescos negros, con vidrios espejados que devolvían la imagen del que mirase. El lugar era misterioso y por la zona se esparcían muchos rumores que producían aún más curiosidad en ella, «narcotráfico», «lavado de dinero», «prostitución», y aunque todo eso sonaba peligroso, algo en ese mundo, en ese edificio, la llamaba a entrar como si de una hipnosis se tratase. Y el hecho de haberse peleado días antes con una chica que entró en ese lugar, no ayudaba a que su curiosidad bajase.

Negro y rojo resaltaban ante el color beige de las paredes avejentadas, resaltaban a su vez un gran portón, donde encima se podía apreciar un gran cartel negro y opaco con un octágono rojo punzó, y en el centro de este se observaba la mitad de una estrella federal de igual color y, del otro lado, una enorme «D» mayúscula.

Por algún motivo Erica no podía dejar de ver ese logo.

No había texto alguno que indicara qué era ese lugar, a qué se dedicaba o por qué ingresaban tantas personas misteriosas al establecimiento, solo ese logo tan extraño que dejaba más dudas que respuestas y el aroma metálico que desprendía el edificio.

Erica nunca se había considerado a sí misma una persona valiente pero, por alguna razón, en los días de su cumpleaños se creía capaz de todo, justo como ese día. No solía tampoco provocar peleas, pero vio nuevamente a esa muchacha con la que días anteriores había peleado, una que incluso había amenazado a su hermana menor, y no pudo evitar acercarse allí.

El viento frío hacía volar en el aire su cabello castaño, la obligaba a recogérselo para que no le estorbase. Deseaba ingresar en ese edificio como todos los demás, no importaba cuántas veces su hermana menor le rogara que no se acercaran tanto –por cuestiones de precaución–, ella se veía segura de sus decisiones, pero en el momento en que estuvo a punto de escabullirse entre unas chicas que estaban ingresando para poder interceptar a su contrincante, un inmenso guardia no había dudado en echarla, sin siquiera dejarle husmear un poco el interior. Ninguna excusa ni ningún halago convencían a ese hombre de dejarla pasar, y cuando ella –junto a su hermana– se alejó mientras mascullaba insultos, las muchachas que acababan de ingresar, acompañadas de esa que Erica había estado siguiendo, no dudaron en devolver las ofensas al haberla reconocido.

Esas chicas de aspecto fiero parecían querer deshacerse de las dos molestias que osaban husmear en su trabajo y, para colmo, haberse metido con una compañera. El grupo de muchachas se acercó, y aunque Erica había intentado excusarse por su intromisión, estas las acorralaron y con ayuda del guardia de seguridad las incitaron a ingresar en el edificio para que ojos curiosos en la vía pública no pudieran observarlas.

El miedo había comenzado a azotarlas pero, a su vez, la adrenalina recorría las venas de ambas. Para su sorpresa no bien se cerró ese gran portón dejó de oírse todo sonido de la calle: autos, personas, música, todo había desaparecido, y dentro del lugar solo podían oír los gritos e insultos de las personas que allí las apuntaban.

—Te metiste con la gente equivocada, linda —dijo una de las muchachas al tronarse los huesos del cuello.

—Eso debería decirte yo a vos —dijo Erica sin dejar de mirar a esa muchacha que había amenazado e intentado lastimar a su hermana—. Nadie amenaza a mi hermanita.

—Si sobrevivís a esto quizás puedas irte, solo si Gretchen lo desea —acotó otra.

De improviso una de las muchachas lanzó su primer golpe hacia Erica, este se estrelló directo en su mentón, lo que la hizo caer al suelo por perder el equilibrio. Fue en ese preciso instante en que Erica pudo ver cómo sujetaban de los brazos a Celeste, su hermana menor, y entre dos chicas la golpeaban en el vientre.

No era la primera pelea de Erica, debido a su curiosidad y sus aires de creerse más siempre había estado metida en problemas, especialmente por proteger a su hermana a quien siempre la gente estaba molestando. Y aunque Erica no era una gran peleadora, siempre había encontrado una forma de librarse de sus problemas con trampas y juegos sucios. No era algo de lo que se enorgulleciera pero en esos momentos donde probablemente la vida de su hermana estaba en peligro, Erica no pensaba en el orgullo, solo se dejó cegar por la ira.

En el bolsillo trasero de su jean siempre llevaba consigo algo para protegerse, algo que le había regalado uno de sus exnovios: una navaja plegable. Sin que se dieran cuenta la tomó con lentitud de su bolsillo mientras se encontraba en el suelo, la abrió y volvió a guardarla pero en el borde de su pantalón para poder tenerla a mano en caso de necesitar utilizarla. Luego se puso de pie casi de un salto cuando Celeste cayó al suelo con sangre en su cabeza, la habían malherido y eso no era algo que Erica pensara dejar pasar.

Cuando se acercaron a ella trató de guiarse por ese instinto de supervivencia que la caracterizaba, ese que se activaba cuando la adrenalina y la ira comenzaba a dominarla. Esquivó un puñetazo y sin darle tiempo a pensar le lanzó ella uno al rostro, luego otro con el brazo contrario. Sus músculos en los brazos no eran tonificados, eran más bien blandos, pero ella intentaba usar toda la fuerza en su cuerpo para poder propinarle un buen golpe. Volvió a golpearla otra vez e incluso a otra de las muchachas que quiso tomarla de los brazos, le propinó una patada alta. Eso era algo que sí podía hacer, tenía buena elasticidad y piernas fuertes gracias a la danza, esto le daba la libertad de poder patear a cualquiera y aplicar más fuerza que con sus puños. Entonces fue que tomó su navaja y la colocó en el cuello de la chica que tenía a sus pies, no era que en verdad pensara matarla pero esperaba que al menos de esa forma le entregaran a su hermana para poder irse con tranquilidad y evitar más problemas. Sintió en aquel momento el frío de un cañón en su nuca seguido de una profunda y ronca voz:

—Soltá el cuchillo.

Erica entonces arrojó la navaja al suelo y levantó sus manos en el aire en modo de rendición, el muchacho tras ella pateó la navaja para poder alejarla, pero algo dentro de Erica, quizá ese instinto de supervivencia, le dijo «no te dejarán vivir». Estaba asustada, aterrada en realidad, pero la sangre parecía burbujear en sus venas y sus dientes habían comenzado a rechinar de la ira. Estaba realmente jugada, su hermana herida e inconsciente en el suelo y ella con una pistola apuntando su nuca.

«Haga lo que haga moriré, y si moriré no me tendrán de esta forma».

Pensó y siguiendo las reglas de defensa personal que le había enseñado su profesor años atrás pisó el pie de ese muchacho con fuerza y giró su torso para poder propinarle un fuerte codazo en la nariz, y casi al mismo tiempo –sin conocer de dónde había sacado la fuerza– se agachó en el suelo. Estaba casi librada de esa situación, al menos una bala no la había asesinado, pero recibió un fuerte golpe en su rostro proveniente de una mujer. Esta volvió a patearla con habilidad hasta acorralarla contra una pared.

La sorpresa llegó a Erica en el momento en que la reconoció: era Gretchen Moms, diseñadora de modas reconocida mundialmente, una que en televisión se veía radiante y sonriente, pero ahí, frente a ella, no dudó en apoyar en su vientre el cañón de una Magnum calibre cincuenta.

—¿Gretchen Moms? —susurró Erica con el sudor recorriendo su espina dorsal.

—¿Estas eran las novatas a prueba? —dijo al mirar de reojo al muchacho que Erica había golpeado, pero sin dejar de apuntar el vientre.

—Así es, supongo que eso significa que...

El muchacho no pudo terminar su frase puesto que ella enseguida prosiguió:

—Están desaprobadas... —Clavó su mirada en Erica y sonrió con un deje de maldad que le erizó la piel—. Vos, nena, quiero que trabajes para mí, tenés potencial. Siendo una miserable estúpida venciste a unas novatas en entrenamiento.

—¿De qué...? —tartamudeó Erica, pero la otra mujer continuó.

—¿Matar o morir...? —dijo con seriedad, pero ella estaba anonadada y no era capaz de responder—. ¿Matar o morir? ¿Qué elegís, nena? Matar equivale a una vida trabajando para mí, vivirías matando, y morir... Bueno, es solo morir.

Erica miró de reojo a su hermana en el suelo con la sangre que caía por su sien, y aunque estaba aterrada pensó que quizá esa era la única forma que en verdad tenía de sobrevivir y salvar a su hermana.

—¿Y mi hermana...? —se animó a preguntar.

—Primero la respuesta, luego las preguntas.

Matar... —susurró con un nudo en su garganta.

—Tu hermana será llevada a la enfermería y atendida por nuestros especialistas. Como miembro testigo de esta situación será entrenada con los novatos, pero a diferencia de vos, nena, ella no oirá jamás el lema de los obligados.

Gretchen alejó el arma de su vientre y le extendió la mano de forma amistosa, algo dudoso debido a la situación, pero Erica decidió aceptar esa mano con un fuerte palpitar de su corazón. Con pocas palabras y prácticamente nada de presentaciones, Gretchen le enseñó las partes esenciales del lugar mientras le explicaba las reglas a seguir y lo que sucedería de allí en adelante.

En la oficina de dirección, Gretchen la incitó a sentarse en una silla giratoria frente a ella. Erica observó a su alrededor con cierto temor, parecía una oficina normal de una edificación normal, con ficheros a su izquierda y cuadros a la derecha.

—Inhale y exhale —dijo la elegante mujer con una sonrisa en su rostro—. No estás muerta y tu hermana está siendo atendida. ¿Sabés lo que sigue?

—¿Matarme distraída y arrojarme en una zanja? —respondió Erica con rapidez.

—No. Sigue esto.

Gretchen chasqueó sus dedos y una pantalla tras ella comenzó a mostrar diversas imágenes de grabación, en todas aparecía Erica en el exterior del edificio, sola o en compañía, pero siempre observando el edificio con atención. Curioseaba e intentaba ingresar sin éxito. Erica tragó saliva y quiso explicarse en vano, Gretchen no se lo permitió.

—Dicen por ahí que la curiosidad mató al gato, ahora este gato trabajará para mí en vez de solo morir —sonrió y empujó un teléfono de escritorio hacia ella—. Quiero que llames a tu familia y mientas. Donde presienta que dirás algo sobre nosotros te asesinaré sin dudar, ¿entendés?

—¿Qué debo decir?

—Que encontraste tu destino en el camino y no regresarás más a casa —se rio Gretchen y meneó uno de sus hombros.

Erica entonces se animó a observarla, era una mujer apenas bonita, no era despampanante ni deslumbrante, solo era bonita, quizá porque llevaba su rostro lavado, sin nada de ese maquillaje que en televisión solía llevar. Su cabello negro se encontraba recogido en una coleta alta y tirante, lo que resaltaba su amplia frente y sus cejas igual de negras sobre sus ojos oscuros. Tenía una fina nariz al igual que sus labios casi inexistentes, pero no vestía siquiera como en televisión, no llevaba vestidos pomposos o extravagantes, solo llevaba un sencillo traje femenino gris con falda de tiro alto.

—No me creerán, ellos nunca creen las cosas que digo —dijo Erica prácticamente en un susurro, con sus hombros encogidos por la incómoda situación—. ¿No puedo solo regresar a casa y...?

—¿Querés regresar? Bien, lo harás.

Los ojos de Erica se abrieron por completo y una sonrisa comenzó a curvarse en su rostro, pero esta se fue al instante ante la fría mirada de esa diseñadora de modas que parecía estar en cosas mayores que solo vestimenta.

—Yo hablaré con ellos, a Gretchen Moms sí le creerán.

Tardaron cerca de dos horas en arreglar todo para poder estar frente a la puerta de la casa de Erica y Celeste Núñez. Los nervios estaban a flor de piel y el temblar en sus piernas era casi incontrolable, pero el guardaespaldas de Gretchen le dio un empujón nada sigiloso para poder espabilarla. Erica entonces colocó la llave en su cerradura e ingresó en su hogar, era consciente de que no podría hacer otra cosa más que mentir, puesto que varias personas armadas se encontraban en esa camioneta donde Gretchen la vigilaba. Le habían colocado un micrófono en la ropa para poder vigilar cada una de sus palabras o movimientos. No podría nunca decir la verdad.

El olor a rosas del perfume ambiental que su madre solía utilizar llegó a sus fosas nasales, eso hizo que se formara un nudo de angustia en su garganta, y cuando escuchó la voz de su madre en la cocina corrió hacia allí y se lanzó, sin dudar, sobre su pecho. Quizá esa sería la última vez que la vería, quería aprovechar el momento.

—Ay, hija, ¿qué sucede? Ya te dije que no vas a hacer una gran fiesta, no cumpliste quince, veintiún años no es para festejarlo a lo grande —se rio su madre al palmearle un poco la espalda.

—Encontré trabajo —dijo Erica con una voz temblorosa—, y no lo vas a creer, pero al parecer causé una buena impresión en Gretchen Moms y piensa contratarme.

—¿A vos? —Su madre abrió los ojos con sorpresa—. Pero si sos pésima modelando, tenés de modelo lo que tu padre de cocinero.

—No es para modelar, para eso eligieron a Cele que es más bonita —mintió con una sonrisa nerviosa—. Como aprendiz, al parecer le gustó mi estilo y piensa que puedo aportar algo a la industria...

Era la mentira que había estado practicando todo el camino, pero ni ella se lo creía y con menos razón su madre lo haría. Esta la miró fijo con su ceño fruncido, todo el asunto estaba mal y terminaría por salirse de control.

—¿Y tu hermana dónde está?

—En el Instituto Moms para modelos y modistas...

El timbre de la casa comenzó a sonar, Erica entonces empezó a temblar, estaba segura de estar haciendo todo bien, no habría motivo para que tomaran cartas en el asunto. Intentó convencer a su madre de que en verdad sería una aprendiz de modista, pero ella la ignoró y abrió la puerta cuando llegó a esta. Allí estaba Gretchen con una sonrisa en su rostro, la misma sonrisa que siempre tenía en televisión, una que parecía amistosa.

—¡Oh, por Dios! —chilló Jeannette, la madre de Erica—. ¡Entonces es verdad!

—Buenas tardes —Gretchen asintió con respeto—, no quisiera importunar pero...

—¡Pase, por favor, pase!

Erica sintió que se desmayaría ahí mismo cuando Gretchen ingresó y se ubicó, sin pedir permiso, en uno de los sillones de la sala. Se cruzó de piernas y se sujetó de las rodillas con elegancia, para luego comenzar a hablar con tranquilidad.

—Señora Moreau —empezó a decir—, debo decir que su hija me ha dejado impresionada con su habilidad, tiene un talento que pocos pueden apreciar pero por suerte siempre puedo ver más allá. Deseo tenerla a mi lado en mi empresa y quizá convertirla en una gran diseñadora en el futuro, mientras que su otra hija, Celeste, aprende a modelar y lucir mis diseños.

Jeannette estaba anonadada y comenzó a abanicar su rostro con las manos, parecía querer decir algo pero de sus labios solo salían palabras indescifrables producto de su nerviosismo.

—¿Está de acuerdo con eso? —insistió Gretchen—. Sus hijas tendrán todos los beneficios de nuestra institución, incluido el estudio secundario para la menor y una capacitación en talleres. No será tiempo perdido, de eso puede estar segura, y puede que sus vidas cambien por completo de acá en adelante.

—¡Claro que estoy de acuerdo! —Jeannette sonrió de oreja a oreja y se acercó más hacia Gretchen—. Soy su fiel admiradora, ¿qué clase de fan sería si no permitiera que mis hijas trabajaran a su lado? Nunca estuve muy de acuerdo con que Erica se dedicara a la danza, pero esto es simplemente espectacular, debería hablar con mi marido para...

—Oh, lo lamento —Gretchen miró el reloj en su muñeca y se puso de pie—. Tengo un vuelo dentro de una hora, en caso de que acepte sus hijas deberán acompañarme, pero comprenderé si prefiere no aceptar.

—¡No, no, claro que no! —Negó al instante—. Puedo encargarme de mi marido, solo... ¿a dónde irán?

—Viajaremos a España para una reunión de socios, pero le aseguro, señora Moreau, que el sacrificio valdrá la pena. Le doy mi palabra como Moms de que sus hijas se comunicarán con usted en cuanto puedan.

Erica no podía creer lo que observaba, la rapidez con que su madre la entregaba a Gretchen, por un lado estaba aliviada de que en verdad se hubiera creído la mentira, pero por el otro se sentía traicionada.

—Debemos partir ya mismo, despedite de tu madre, dulzura, así subimos a ese avión antes de que mi representante me vuelva loca.

Gretchen soltó una risita y saludó con un beso en la mejilla a Jeannette y cuando se alejó, Erica aprovechó para abrazarla con fuerza; esperaba poder volver a verla, pero como no tenía la oportunidad de despedirse de su padre le dejó un «te amo» encargado a su madre.

Ni siquiera se le había permitido empacar o despedirse de amigos, su madre se encargaría de las correspondientes explicaciones y Gretchen había prometido comunicarse con ella cuando el avión aterrizara. Erica era consciente de la gran mentira en aquella frase, pero solo podía sonreír con falsedad y seguir a esa persona que bajo toda su apariencia elegante escondía diversas armas.

De vuelta en el edificio ubicado en Retiro, Gretchen se encargó de darle un recorrido más cómodo y educativo a la que sería su nueva estudiante, mientras que explicaba cosas que anteriormente no había explicado a causa de la rapidez de acción.

—Mi nombre es Gretchen Moms, mi rostro es bastante conocido incluso hasta para tu madre —dijo con una risa que le produjo un escalofrío—. Esto es D.E.A.T.H., «Departamento Especializado en Asalto, Terrorismo y Homicidio». Y por si te lo estabas preguntando, no, somos completamente legales pero completamente invisibles, pertenecemos al estado, cariño. Esta instalación que tanto querías conocer es Mörder.

—Y ¿qué es lo que...? —Erica no pudo finalizar su pregunta puesto que Gretchen tomó la palabra.

—¡Qué pregunta más idiota la tuya, nena! Somos asesinos a sueldo, matamos a quien el gobierno nos ordene. Claro, a veces solo matamos a quien nos place o para quien nos contrate, pero la mayoría son órdenes venidas de arriba. —Gretchen señaló con su largo dedo índice una habitación grande donde varios hombres y mujeres jugaban a las cartas o entrenaban—. Ellos son los profesionales, asesinos especializados, los mejores pagados y por quienes todos nuestros clientes se matan por contratar.

No le dio tiempo a observar demasiado, las personas allí ni siquiera le dirigieron una mirada, pero Gretchen retomó el paso y Erica se vio obligada a seguirle el ritmo, fue así que llegaron a otra habitación donde muchos chicos jóvenes practicaban su puntería en armas de fuego o pelea cuerpo a cuerpo.

—Ellos son los novatos, aprendices de los profesionales. Un día quizá lleguen a unirse a ellos.

—¿Yo que sería, una novata? —preguntó Erica con curiosidad.

—«Matar o Morir», ese es el lema de los obligados, vos, nena, sos una obligada... —Le sonrió de una forma siniestra que le hizo helar la sangre, para luego mostrarle habitación donde diversas personas se esparcían en distintas puntas, todos alejados y solitarios—. Ellos son los obligados. Todos odian matar pero es lo que deben hacer o morirán, todos están condenados a una vida de dolor y sufrimiento, de culpa y agonía, y ahora sos uno de ellos. Te presento, Erica, a tus hermanos obligados.

—Una obligada... —murmuró.

La idea de ser una asesina no le gustaba, pero mientras ellos tuvieran a su hermana en la enfermería y conocieran todos los datos sobre su familia no podría hacer más que obedecer.

Apenas llegaba a comprender de qué iba todo eso pero Gretchen se encargó de explicar con la mayor paciencia posible y a cada paso que daban en esos pasillos grisáceos Erica veía a personas con miradas vacías, frías e incluso malvadas. Luego Gretchen señaló un comedor inmenso donde larguísimas mesas se extendían por el lugar y esparcidos alrededor de estas se encontraban personas extrañas.

—Ellos son «Los locos».

Estiró su cuello para poder observar mejor lo que había en el lugar, hombres y mujeres cenaban con tranquilidad, eran extrañas pero no parecían fuera de lo normal, no hasta que pudo ver la locura refregada en sus rostros, sus ojos sádicos y llenos de muerte, su sonrisas siniestras y sus risas histéricas que le helaban la sangre. Algunos incluso parecían hablar con la nada como si de esquizofrénicos se tratase. No hubo necesidad de explicarle quiénes eran ellos, el solo verlos bastaba para comprender. Ellos eran asesinos por naturaleza, por instinto. Asesinos que mataban por el simple placer de tener en sus manos el poder de la vida y la muerte.

Erica dirigió su mirada hacia uno de esos locos que parecía hablar de forma animada, se dirigía a un gran hombre que se encontraba en la punta de esa larga mesa, este comía de forma relajada y se veía diferente a los demás, como si no estuviera tan loco como ellos. Fue entonces cuando, al parecer, el loco a su lado le dijo algo que no le gustó, ya que ese hombre lo tomó del cabello de la nuca y le estrelló la frente contra la mesa reiteradas veces, para luego clavarle un tenedor en el ojo izquierdo. Erica lanzó un gran chillido de horror y retrocedió lo más que pudo hasta chocar con el torso de Gretchen tras ella. El hombre que acababa de asesinar a un compañero le arrebató a otro un nuevo tenedor y siguió con su cena como si no le importara ese nuevo cadáver a su lado, Erica se sintió completamente asqueada de solo verlo.

—Y él es El Loco. —Gretchen lo señaló con el dedo índice y una sonrisa de lado en su rostro, pero Erica solo pudo tragar en seco.

—Ya veo por qué...

Y antes de salir El Loco la miró y en sus ojos Erica pudo ver la muerte en él. Una extraña e indescifrable sonrisa se había dibujado en su rostro, pero ella no quiso mirarlo mucho más y solo se alejó de ahí junto a su nueva jefa.

Así fue como terminó allí, en una sede de asesinos a sueldo...

Luego de tanto tiempo he vuelto a trabajar en esta historia, espero ver sus preciosos comentarios que para mí son invaluables 💕

Los invito, también, a leer el resto de mis historias.

Les recuerdo que volví a estar activa en mis redes sociales, donde subiré contenido, desde dibujos y frases hasta novedades y primicias. Pueden seguirme en Instagram y Twitter como @RipleyWylde en ambas cuentas.

Recomienden esta historia a quienes deseen, los amo y nos leemos pronto💕

Por ahora no habrá fecha específica de actualización, pero tengo pensado que sean los sábados. ¿Qué les parece?

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