viii. los malos entendidos
⌜ viii
capítulo ocho ⌟
⤹ ❴ MALOS ENTENDIDOS ❵ ⤸
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Luna aprendió por las malas que en un pueblo pequeño todas las noticias volaban rápido. Solo habían pasado dos días, en los cuales su salud mejoró considerablemente, en los que Sam había hecho su mudanza a su casa y ya toda la reserva y todo Forks sabía de eso.
Lo supo porque en el supermercado cuando hacia las compras, se encontró con dos de sus compañeras y ellas le habían comentado lo mal que estaba el haberse ido a vivir con el ex de su supuesta mejor amiga.
Decidió olvidarse de eso, ella misma le iba a decir la verdad a Leah cuando la viera, omitiendo todo el asunto de lobos que aún no entendía al cien por ciento. No había podido hacerlo antes porque el ayudar a una persona a mudarse era bastante complicado.
Finalmente, los ancianos habían aceptado el acuerdo y le permitieron quedarse en la reserva, Luna ya ni siquiera soportaba verlos. La madre de Sam, por otro lado, estaba un poco confundida de que su hijo se fuera de casa, pero al parecer le agradó la idea de que se fuera con ella.
Rain era el más feliz por todo, no le importó saber la razón verdadera por la que Sam estaba con ellos, solo le interesaba poder estar con él todo el día.
Luna, cada vez que pasaba frente a él, veía con recelo el sofá de su living, estaba acomodado como si fuera una cama. Tenía dos almohadas y una manta encima de él, los zapatos de Sam estaban a un lado y estaba solo un poco sorprendida por lo limpio que era Sam, aunque no sabía si se debía a que él en realidad era así o porque no quería sacar su enfado.
—Si las improntas son tan importantes, ¿por qué me obligaban a irme del pueblo si no vivíamos juntos?
Era de noche, Rain ya estaba dormido junto a Spanky el elefante en su cama, y ella no tenía nada de sueño. Era por eso que se encontraba en el sillón de Sam, viendo una película, con una manta encima de ella y preguntándole a su amigo todo lo que quería.
—No era verdad eso —confesó Sam—. Era solo una estúpida amenaza.
Contrario a lo que creería, Luna no se lo tomó a mal, era como si muy en su interior ya hubiese sabido que la amenaza de los ancianos solo era un farol para asustarla.
Aunque eso no evitó que tomara un cojín y se lo lanzara a Sam, el cual lo esquivó.
—Entonces, estamos viviendo juntos solo por nada. Dime una razón para no echarte ya mismo de mi casa, Samuel.
—No tendrías quien te arregle el grifo de la cocina —bromeó. Luna le tiró otro cojín—. Y Rain se pondría triste si me voy
—Aún tengo ganas de echarte.
Sam rió. Luna reacomodó sus pies encima de él, con total confianza. Debía admitir que el aura de confort y tranquilidad que se había formado entre ellos era algo que le traía completa paz.
En esos momentos no se sentía culpable, no sentía nada más allá de la tranquilidad que necesitaba en su vida. Más al sentir como Sam pasaba su mano de arriba abajo en sus piernas dando suaves caricias.
—Ellos no te habrían echado del pueblo, yo no lo hubiese permitido y por ser el alfa me habrían escuchado —explicó Sam—. Las improntas son muy importantes en la vida del lobo, aunque son muy difíciles de encontrar, es algo que muy pocas veces sucede.
» Decirte acerca de mi secreto si era obligatorio y los ancianos me dieron una fecha límite para eso, la cual no pude cumplir y por algo ellos vinieron. Contigo, mi impronta, no debo tener secretos, y para mi tranquilidad y tu protección es mejor que sepas acerca de mi.
—Que eres un lobo —interrumpió Luna, recostando su cabeza en el sillón—. Y no cualquier lobo, un alfa.
—Exacto. Eso lo complicó aún más, soy el alma de la tribu, por ahora su único guerrero. Si algo llegara a pasarte, yo jamás me lo perdonaría.
» ¿Has notado que cuando estamos peleados o separados por mucho tiempo sueles enfermarte?
Luna asintió.
—Esa es una muestra de nuestra conexión. Nuestras almas están unidas, la luna te escogió como mi pareja, mi verdadero amor.
Luna bufó y le lanzó el tercer cojín de la noche a Sam, el cual esta vez si se quejó.
—Somos amigos, Sam, amigos —resaltó—. Aunque la luna, como dices, nos haya juntado, eso no quiere decir nada. Eres el ex novio de mi amiga, la chica que aún está enamorada de ti y a la cual aún debo explicarle el porqué vivimos juntos.
Sam no respondió, solo le dio un pequeño apretón a su pie y dirigió su vista a la televisión. Luna mordió su labio, observando con detalle su perfil, era increíble como sus propias palabras parecían haberle dolido más a ella.
Ya había aceptado que Sam le atraía, hasta llegar a gustarle, pero su tonto cerebro le estaba recordando constantemente la presencia de Leah en su vida y no era algo que podía olvidar así como así.
—¿Me lo vas a enseñar? —preguntó, odiando el silencio en el que se habían sumergido.
Sam volvió a mirarla, esta vez con el ceño fruncido.
—Ya sabes —sonrió—, al lobo. Quiero verlo y saber que no me estas tomando el pelo.
—Es peligroso, Moony. Puedo hacerte daño.
La voz de Sam salió seria, pero Luna no quería quedarse con esa negativa. Algo que le llamaba bastante la atención era el hecho de saber que Uley podía transformarse en un enorme lobo, mucho más desde que él mismo le contó varias de las leyendas para que pudiera entender aún más sobre el tema, y en serio quería verlo de esa forma.
Los lobos eran sus segundos animales favoritos, los primeros eran los zorros, por lo cual, debido a la naturaleza salvaje de los dos, no había podido ver o tocar a ninguno. Nadie debía culparla si quería ver a Sam transformándose en un enorme lobo.
—Anda —pidió, moviendo su pie arriba de él—. Me hace mucha ilusión. Soy tu impronta, ¿no? Estoy segura que no me vas hacer daño.
—Luna, los lobos somos inestables en cuanto temperamento y la transformación suele ser bastante agresiva, podría lastimarte sin quererlo y jamás me lo perdonaría.
Se quejó cuando vio a Sam volver a voltearse hacia la televisión, dando por terminada la charla. Estaba siendo caprichosa, tenía que respetar las razones de Sam para no mostrarle a su lobo, pero no podía evitarlo.
Mordió su labio cuando una fugaz idea llegó a su cabeza, iba en contra de todas las palabras sobre la amistad que le había dicho a Sam hace algunos momentos, pero nada perdía con intentar.
Con las mejillas sonrojadas y olvidando todo el frío que hacía, dejó caer la manta en su regazo e hizo movimientos algo raros para acercarse a Sam. Colocó la cabeza en su hombro, respirando cerca de su cuello y puso una mano en la mejilla de su amigo.
Luna trató de evitar una sonrisa al sentir como se tensaba. Las manos de Sam se detuvieron por completo, quedando estancadas en una de sus piernas, parecía no querer tocarla mucho.
—Vamos, alfa, por favor —pidió, acariciando su mejilla—, yo quiero ver a tu lobo.
—Luna...
—Quiero verte, alfa.
Luna, olvidando su pena, empezó a dejar unos suaves besos en el cuello de Sam, cada uno era dejado con más tiempo sobre su caliente piel. Escuchó un gruñido desde el fondo de su garganta, pero eso no evitó que continuara con su trabajo.
Sintió como la mano de Sam comenzaba a subir con suavidad a través de su pierna, estaba yendo con mucho cuidado, como si pensara que en cualquier momento ella se iba a echar para atrás.
No lo detuvo, es más, él solo lo hizo y su mano quedó dentro de su camisa, posada en su cintura y Luna podía sentir un pequeño cosquilleo en esa zona de su cuerpo.
—Moony.
La voz de Sam salió como un ruego, Luna dejó de besarle el cuello para posar sus labios cerca de los de él.
—Quiero ver a tu lobo, alfa —habló, entre besos—. Soy tu impronta, complaceme en mis deseos, mi alfa.
Otra vez pudo escuchar un gruñido, y justo cuando se separó para dejar otro beso, Sam volteó su cara hacia ella. Estaban frente a frente, Luna miró sus labios, su respiración le daba directamente y casi podía escuchar como su corazón latía con fuerza.
—Te doy todo lo que quieras —fue su respuesta, mientras sentía como Sam le colocaba la mano en el cuello, acercándola más a él—. Te lo enseñaré, preciosa, todo lo que desees. Solo pídemelo y te lo daré.
Genial, lo había conseguido. Iba a guardar esa táctica para cuando quisiera más cosas en el futuro.
—¿Lo prometes?
—Sí, lo prometo.
Luna sonrió, sin despegarse de Sam o si quiera poner algo de distancia entre ellos. Le gustaba estar en esa posición, sentir como su corazón latía con fuerza, como su cuerpo respondía ante los toques de su alfa.
Volvió a mirarle los labios, tenía tantas ganas de besarlo. Y justo cuando Sam iba a poner fin a cualquier distancia entre ellos...
—¡Lu!
Se separaron de inmediato, Luna aún con el corazón bombeando con fuerza, pero esta vez por los nervios. Volvió a su antiguo lugar en el sillón, colocándose la manta de nuevo; mientras Sam fingía mirar la televisión.
Trató de regularizar su respiración antes de hablar.
—Bebé, ¿qué haces despierto? —preguntó hacia su pequeño hermano.
Rain se restregó los ojos, mientras sujetaba debajo de su brazo a Spanky el elefante y su manta favorita de Spiderman, hasta caminar y subirse en sus piernas.
—Soñé feo —murmuró Rain, colocando la cabeza en su pecho—. ¿Puedo dormir contigo?
—Claro que sí, bebé —sonrió, acariciándole el cabello—. Vámonos ya a la cama, que mañana hay clases.
—Yo lo llevo.
Sam no le dio tiempo de replicar, porque Rain ya tenía los brazos estirados hacia él. Luna lo siguió escaleras arriba, viendo como Rain dormitaba entre sus brazos totalmente tranquilo.
Observó como Sam dejaba a Rain en la cama y su hermano no tardó en abrazar a Spanky y arroparse él solo.
—Puedes dormir en la habitación de Rain —le dijo a Sam, antes que saliera de su cuarto—. Como él va a dormir aquí, ya sabes, para que no duermas en ese incómodo sillón.
Sam se acercó a ella, dándole una sonrisa.
—No te preocupes, el sillón me gusta —dijo—. Tengo un muy buen recuerdo que me hará dormir tranquilo hoy.
Luna no pudo evitar sonrojarse.
—Buenas noches, Moony.
—Descansa, Sam.
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Luna tenía que admitir que vivir con Sam no era un martirio como pensó al inicio, en realidad, le gustaba tenerlo en casa.
Justo como en ese momento, miró el reloj a un lado de su cama y se dio cuenta que había despertado tarde, notando también que Rain ya no estaba durmiendo a su lado, en cambio, Spanky era el que ocupaba su lugar.
Hizo toda su rutina mañanera sin ninguna prisa y bajó las escaleras directamente hacia la cocina. Rain estaba sentado en su silla, comiendo tranquilamente y ya vestido para ir a casa de Sue.
El olor de la comida era bueno, pero aún con eso le causaba leve incomodidad que Sam usara su cocina.
—¡Lu! —chilló Rain al verla—. Sam ha hecho el desayuno.
Se acercó a su hermano para darle un beso.
—Sí, eso he visto —dijo, mirando a Sam—. ¿Qué te he dicho de usar mi cocina, Samuel?
—Hoy no la quemé —bromeó—. Y he arreglado el grifo. Te he ahorrado llamar al fontanero.
—Le doy dos días antes de que vuelva a dañarse.
—No seas pesimista, Moony —rió Sam, haciendo reír a Rain—. Ve a sentarte y a comer un poco, ¿sí? Tenemos que irnos a clases y hay que dejar a Rain con Sue.
Joder, el instituto. Todo ese fin de semana con Sam le había hecho olvidar que tenía que seguir asistiendo a clases, donde no sabía como iba a tomarse a sus compañeros hablando de ella. Estaba casi segura de que todos ellos ya se habían enterado de su nueva dinámica familiar con el ex de Leah, después de todo, Forks es un pueblo pequeño y muy chismoso.
Trató de despegar su mente de esos malos pensamientos, en cambio le hizo caso a Sam y se sentó a comer. Rain estaba muy feliz con ir de nuevo a ver a Sue y a Seth.
—Hoy vuelvo al trabajo también —le comentó a Sam, una vez estuvieron los tres en su auto—. Mi jefe llamó y dijo que todo estaba listo para abrir, dice que quiere preparar todo para un torneo de videojuegos o algo así.
—Bien, después de clases puedo buscar a Rain a casa de Sue y estar con él hasta que salgas de trabajar —respondió Sam—. Ya saldré yo en la noche cuando estés en casa.
Ese comentario le molestó un poco.
—¿A dónde irás en la noche? —preguntó, viéndolo conducir.
Sam rió.
—Cosas de alfa, preciosa.
Luna no solo sintió como sus mejillas se teñían de rojo por el apodo, recordando levemente los sucesos de la noche anterior, sino también por saber que por un momento había sentido aquel sentimiento llamado celos.
Le echó un rápido vistazo a Rain por el retrovisor, tenía toda su concentración en el viejo game boy de Sam.
—Bueno, alfa, tu me debes algo.
Sam no apartó su mirada del camino, pero Luna sabía que él la había entendido.
—Y no te puedes echar para atrás porque me lo prometiste —le riñó.
—Lo sé, Moony —dijo él, aparcando el auto frente a la casa de Sue—. Pero cuando lo haga me tienes que hacer caso, ¿vale? No quiero que algo salga mal y termines lastimada.
—Lo prometo —sonrió emocionada, para luego abrir la puerta del auto.
Sam salió con ella y fue el encargado de cargar a Rain hasta la puerta de casa de Sue. Su hermano estaba inquieto entre los brazos de Uley, más emocionado por jugar con Seth que otra cosa.
Antes de que pudiera tocar el timbre, la puerta fue abierta y la figura de Sue apareció frente a ella. Contrario a lo que esperaba Luna, Sue le dirigió una mirada incómoda.
—Oh, Luna. Justo iba a ir a tu casa.
Le sonrió.
—Sí, sí, pero hoy tuve más tiempo para preparar a Rain y pensé en ahorrarte el viaje y traerlo directamente.
Luna quiso evitar la mirada incómoda en los ojos de Sue, así como también la mala mirada que le dirigió a Sam detrás de ella.
—Eso era algo que quería decirte, Luna —le dijo Sue, y Luna empezó a preocuparse—. Lamentablemente ya no podré cuidar de Rain en la mañanas. Lo lamento, en serio, pero...
Para Luna, no pasó desapercibida la fugaz mirada que Sue dirigió hacia dentro de su casa. Con ese movimiento pudo captarlo todo, era evidente que si todo el pueblo sabía que vivía con Sam, Sue también iba a enterarse y era más que obvio que no iba a querer cuidar al hermano de la chica que está viviendo con el ex de su hija.
—Sue, yo...
—¿Por qué no puede? —habló Sam detrás de ella, con Rain en sus brazos. Su voz era dura y demandante, exigiendo explicaciones que no le correspondía—. Usted le dijo que no tenía ningún problema en cuidarlo, ¿qué ha cambiado?
Sue solo lo dirigió una mirada fuerte, era evidente que no lo quería cerca de ahí. En cambio, a ella, la mujer le dio una apenada sonrisa.
—Lo siento mucho, Luna. Espero que puedas encontrar a alguien que cuide de Rain.
Asintió, entendiendo sus palabras.
—Lo haré —dijo, tratando de que no se le quebrara la voz—. Muchas gracias por cuidar de Rain todo este tiempo.
Sue le dio una última sonrisa antes de cerrar la puerta. No tuvo más opción que voltearse hacia Sam y Rain, este último lucía confundido.
¿Cómo decirle a su hermanito que la mujer a la que le tenía bastante aprecio no quería cuidarlo más porque ella vivía con Sam?
Luna agradeció que Sam no le diera tiempo de hablarle.
—Hey, campeón, ¿qué te parece pasar el día con mi madre? —le dijo a Rain, haciéndole cosquillas—. La conoces, pequeño.
Rain pareció pensarlo por un momento.
—¿La señora amable que hace galletas de avena? —preguntó, Sam asintió—. ¡Sí, sí, sí!
—¡Decidido! —festejó Sam. Luna trató de darle una sonrisa—. Ella te va a dejar jugar con mis juguetes, hace bastante que no tiene un niño en casa. Le va a alegrar tener un poco de compañía.
Volvieron al auto y San condujo hasta la casa de su madre, Luna no estaba sintiéndose nada bien.
—Mi madre está feliz de cuidar a Rain —le comentó Sam, entrando de nuevo al auto. Él se había encargado de explicarle a su madre toda la situación—. En serio, le ha sacado juguetes, hojas para dibujar, le está haciendo galletas. Al menos ya sé como va a ser de abuela.
Luna ni siquiera sonrió, se mantenía de brazos cruzados mirando por la ventana del auto.
—Venga, Moony. No quiero que esto te deprima. Rain está feliz de quedarse con mi madre.
No le hizo caso.
—Sabes porqué ya no quiero cuidar a Rain, ¿verdad? —le preguntó, sintiendo como el auto avanzaba, y sin esperar respuesta de su parte le respondió—. Es por ti, por nosotros, por que vivimos juntos. La gente piensa que estamos saliendo, que me metí en la relación de la que es mi amiga y me robé a su novio.
—La palabra robar jamás me ha gustado en este contexto, sabes. Es muy degradante y machista.
Luna se volteó a observarlo, Sam no parecía nada afectado por la situación.
—Digo, no es como si las mujeres apuntaran a los hombres con armas y le dijeran: “Deja a tu mujer y vente conmigo” —continuó—. O sea, ¿acaso el hombre no tiene la capacidad para ser fiel y decir “no”?
Luna frunció el ceño.
—Ya sabes, es como si trataran al hombre de pobre víctima, un alma inocente que fue “robado” por una mujer. Algo sumamente ridículo, todo lo que hacen para denigrar y echarle la culpa a la mujer.
—Samuel, ¿de qué hablas?
Luna no pudo evitar reír. Sí, estaba de acuerdo con lo que había dicho, pero no entendía a que venía todo eso.
—Te hice sonreír —comentó—. Luna, no me importa lo que los demás piensen o digan de mi. Ellos no saben todo lo que ha pasado, no saben ni la mitad de la historia
» Eres una chica fabulosa que hace lo necesario para darle una vida feliz a su hermano menor, que tuvo que pasar por mucho antes de venir aquí y si ellos quieren hablar de cosas que no saben, que lo hagan. Lo importante es que tu y yo sabemos la verdad.
Luna abrió la boca, luego la cerró, después volvió abrirla para decir:
—Te detesto.
Sam rió.
—¿Y eso ahora por qué?
—Por ser tú —dijo, para luego explicar—. Por ser maduro, responsable y sensato. Por ser la mejor persona que he conocido, por ser lindo conmigo y con mi hermano. Por hacernos a Rain y a mi muy feliz a tu lado, alfa.
Sam estacionó el auto en el único lugar disponible frente al instituto, apagó el motor y puso la mano en su pierna, dándole un apretón.
—Tú y Rain son mi felicidad, preciosa, y estoy orgulloso de que te sientas así conmigo.
Luna colocó su mano encima de la de él y sonrió. Era inevitable ocultar sus sentimientos a esas alturas.
—Te gusta llamarme de esa manera, eh.
—Le he cogido gusto —sonrió—. Alfa.
Sam rió, alejando la mano de ella y saliendo del auto. Luna imitó sus movimientos y una vez fuera, notó que el timbre no había sonado, las clases no habían iniciado aún y que la mayoría de alumnos a su alrededor tenían la atención puesta en ellos.
Antes de que pudiera decir algo por ello, el timbre sonó.
—Te veo más tarde, ¿sí? Te llevaré a tu trabajo e iré a buscar a Rain después.
Luna asintió, recibiendo el beso de Sam en la mejilla para verlo irse corriendo hacia dentro del Instituto. Sabía que su primera clase de física era la peor, más que todo por el profesor extra estricto que tenía.
En cambio, ella siguió su camino con total calma, todavía tenía unos quince minutos más antes de entrar a su clase de literatura. Por lo que se fue a su casillero para dejar y sacar algunos libros, había alumnos a su alrededor y podía escuchar como cuchicheaban a sus espaldas.
Trató de ignorarlos por un rato, recordando todo lo que Sam le había dicho, pero en un momento se volvió insoportable. Se volteó hacia los dos chicos detrás de ella y los confrontó.
—¿Me van a decir algo o solo fingirán que no los estoy escuchando? —les gruñó.
Ambos chicos se sonrojaron, musitaron una disculpa y se fueron de ahí.
Luna habría querido que en lo que restaba de día todos hubiesen sido como esos chicos. Cobardes. Pero no, ella no tenía esa clase de suerte, mucho menos cuando fue interceptada por un grupo de chicas antes de su tercera clase.
—Permiso —dijo, viendo como a unos pasos de ella estaba Leah, frente a su casillero. Quería hablar con ella, y ninguna de las chicas se movió—. ¿Son sordas?
Una chica castaña rió burlonamente.
—¿Qué tiene de bueno Sam? —preguntó.
Luna parpadeó confundida.
—¿Disculpa?
Otra chica pelinegra rió.
—Sí, ya sabes, queremos saber que es lo que tiene de bueno Sam para que se lo quitaras a Leah —dijo, con burla—. ¿O solo se lo quitaste porque te dio la gana?
Luna rodó los ojos y trató de alejarse de aquellas chicas, no funcionó. Estaban llamando mucho la atención de su alrededor y varios se habían detenido a verlos, hasta Leah continuaba en su mismo lugar y sabía que lo estaba oyendo todo.
—Es por eso que te mudaste, ¿no? —le preguntó otra chica—. Ya nadie te soportaba por ser una zorra.
—¿Cuántos tienes, doce? —bufó—. Llamarle zorra a una chica es tan de niña inmadura.
—Cuidado, Kate, Luna puede quitarte a tu novio si la molestas —se burló otra chica—. Si lo hizo con su supuesta amiga, ¿qué le impedirá hacerlo contigo?
—¿Terminaron? Tengo más cosas que hacer hoy.
Trató de nuevo de alejarse de aquellas chicas, pero fue sujetada por una de ellas. Eso solo empeoró su humor, no tenía doce años para estar peleándose en la escuela y mucho menos por tonterías.
—¿Sucede algo aquí?
Luna agradeció la presencia de Sam en ese momento. No estaba para riñas tontas o insultos de quinceañeras.
Las chicas de pronto negaron cualquier cosa y se fueron. Luna las observó irse con una sonrisa burlona.
—Mi salvador —bromeó. Sam rió—. En serio, esas chicas estaban a nada de golpearme.
—Son las buscapleitos del momento, tu no te preocupes. Además, no habría dejados que te hicieran daño.
Luna le sonrió, aceptando de buena gana que Sam tomara su mano. Lo cual tal vez no fue buena idea luego de escuchar como un casillero se cerraba con fuerza, se había olvidado por completo que Leah estaba a solo unos cuantos pasos de ellos.
Volteó a verla y fue horrible. Tuvo que haber tenido más valor para hablar con ella desde hace tiempo, no haberle dado vueltas al asunto y ocultarlo debajo de la alfombra. Quizás en ese momento Leah seguiría siendo su amiga si tan solo hubiese sido sincera desde el inicio.
Tuvo que olvidar sus pensamientos por un instante, cuando el timbre sonó de nuevo. Iba a tener que hablar con Leah de una buena vez y a la espera de que ella no la odiara, o al menos no mucho.
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Dentro de todo lo que había sucedido ese día, Luna agradeció sus horas de trabajo agitadas para poder desconcentrarse un poco de todo.
De lo único llamativo que pudo enterarse fue que al parecer había un chico desaparecido y que iban hacer por él lo mismo que hicieron por Sam, o sea, armar grupos de búsqueda y ayudar a los policías a buscarlo en todo el bosque.
El cansancio fue bueno para despejar su mente del hecho de que ya no tenía una amiga, era el chisme de la semana del instituto y del pueblo en general, y, por si no fuera poco, de que estuviera recibiendo llamadas de números ocultos en su teléfono.
Por lo cual, era bueno tener un momento de paz, cenando con Sam y Rain en la tranquilidad de su hogar.
Pero entonces la preocupación volvió hacia ella cuando vio a Sam levantarse de la mesa con rapidez, esa fue una acción que la asustó un poco. Rain solo los miraba mientras seguía comiendo.
—¿Qué sucede? —le preguntó.
—Hay alguien más como yo —fue su respuesta. Luna tardó un poco en comprender—. Tengo que ayudarlo, volveré más tarde.
Y con eso, Sam le dio un beso en la mejilla y salió corriendo por la puerta trasera de su casa a toda prisa. Luna quedó ahí, respondiendo las preguntas de Rain acerca del porqué Uley se había ido.
Solo esperaba que Sam fuera de ayuda para aquel nuevo chico que se transformó en lobo.
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¡Buenas, buenas!
He regresado con un nuevo capítulo de mi bebé Luna.
Ay, las cosas que le están sucediendo a Luna solo por vivir con Sam. Es que vivir en un pueblo pequeño tiene sus desventajas, eh.
¿Qué opinan de la historia hasta ahora?
¿Algo que decir sobre el chantaje de Luna para ver al lobo de Sam? ¿O sobre Sue no queriendo cuidar a Rain? ¿O sobre Luna siendo el chisme de la semana en el instituto?
Estoy al tanto de todas sus opiniones.
Espero les haya gustado el capítulo.
Valoren mi esfuerzo comentando y votando✨
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