oxi. la nueva relación
⌜ oxi
capítulo once ⌟
⤹ ❴ NUEVA RELACIÓN ❵ ⤸
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Faltando un mes para graduarse, Luna no podía evitar ver el cambio tan radical que había dado su vida desde que llegó a vivir a Forks. No podía decir que le desagradaba, nada de eso, en realidad pensaba que era la mejor idea que había tenido en toda su vida.
Iba a terminar sus estudios, algo que si siguiera en Detroit era impensable; Rain estaba más feliz que nunca y se había hecho amigos nuevos; tenía un trabajo que le gustaba y le daba suficiente tiempo para estar con su familia y amigos, además de dinero para vivir bien; tenía nuevos chicos que cuidar y le alegraba eso.
Además, por último pero no menos importante, tenía a Sam Uley, que con cada día que pasaba la hacía mucho más feliz de lo que alguna vez pensó que sería.
A pesar de que Sam y ella no se habían besado todavía o habían definido su relación, ambos estaban claros en los sentimientos de cada uno. Desde hace algunos meses y debido a ella, el alfa se había mudado definitivamente del sillón del living a su cama, lo cual la ponía demasiado feliz y, para su sorpresa, a Rain no le extrañó para nada.
La situación mejoraba cuando recordaba que ya no había visto a su padre en ningún lugar de Forks y que cualquier tipo de carta amenazante dejó de llegar a su casa, así como también mensajes por su parte (aunque eso se debía a que tuvo que cambiar de número por el show de Sam de romperle el celular).
—¡Luna!
Luna terminó de cerrar su casillero y se volteó hacia la bulliciosa voz que la llamaba, la cual fue seguida de unos ruidosos pasos. Paul corría hacia ella, con Jared detrás de él que parecía estar tratando de detenerlo al sujetarlo del brazo.
Los chicos no sólo la seguían de arriba abajo en el instituto, sino también que se la pasaban todo el día en su casa. Siempre que no estuvieran patrullando con Sam, se la pasaban jugando con Rain, comiéndose toda su despensa y durmiendo ahí por las noches cuando estaban muy cansados para ir a sus propias casas. Luna no podía quejarse de eso, en serio le gustaba que estuvieran con ella.
—No corras en los pasillos, Paul —regañó, cuando los dos lobos estuvieron frente a ella—. ¿Qué sucede?
Luna tuvo que echarse hacia atrás al ver como Jared empezaba a darle manotazos a Paul a modo de impedirle hablar. Esperó pacientemente a que esos dos terminaran, ya se había acostumbrado a sus juegos bruscos y el hecho de que fueran tan bulliciosos.
—¡Jared encontró a su impronta!
Fue el chillido de Paul, Luna agradecía que los estudiantes a su alrededor estuvieran tan enfrascados en sus propios asuntos que no les prestaron mucha atención.
Esa información la desestabilizó un momento, según Sam, la imprimación era la excepción y no la regla. Aunque, eso no evitó que una enorme sonrisa se asomara en sus labios al ver las mejillas sonrojadas de Jared.
—Oh, por dios, cielo —musitó, acercándose a abrazarlo—. ¿Es en serio? —Jared asintió, apenado—. Estoy muy feliz por ti.
Después de abrazar y besar las mejillas de Jared en muestra de afecto, se volteó hacia un malhumorado Paul.
—Tu también tendrás cariño cuando encuentres a tu impronta —bromeó. Paul rodó los ojos.
—No, gracias, prefiero seguir soltero.
Luna le restó importancia con la mano, en ese tiempo había descubierto que Paul Lahote era un donjuán en toda la regla, coqueto por naturaleza y le agradaba tontear con cualquier chica que se le cruzaba. Sam y ella solo estaban esperando a que él conociera a su impronta y poder calmarlo un poco de esa actitud.
—¿Y quién es? —preguntó emocionada hacia Jared—. Si acabas de imprimar es porque estudia aquí, ¿no?
Paul rió.
—Es la chica pelirroja que te está mirando mal en este momento —dijo.
Luna se caracterizaba por ser una chica discreta, lo había aprendido para pasar desapercibido en su propia casa en Detroit, por lo cual no le resultó nada difícil acomodarse en su abrazo con Jared para poder ver por encima de su hombro a donde le indicó Paul.
Luna en realidad alzó una ceja cuando vio a dos pelirrojas mirando en su dirección. No sabía cual de las dos era, pero le irritaron un poco esas miradas molestas, por lo cual besó la mejilla de Jared. Ninguna impronta iba a impedir que le diera amor a sus cachorros.
—Son dos pelirrojas y parece que a ninguna les agrado —bromeó—. ¿Cuál es, Jared?
—La más baja, es menor que yo por un año —respondió.
—¿Y ya le has hablado? —cuestionó. Jared negó—. ¿Y qué estas esperando?
—A que Sam venga y le de una larga explicación acerca de esto —rió Paul—. El idiota salió corriendo después de quedarse mirándola como bobo por quince minutos.
—Yo no hice eso —bufó Jared en su defensa.
—Sí, lo hiciste, después de caer de rodillas —siguió Paul.
—Mm, Sam también hizo lo mismo, no te sientas mal —tranquilizó Luna—. En su tiempo fue peor, porque ese día íbamos a ir al cine.
—Hablando de cine —dijo Jared, cambiando el tema—. ¿Podemos ir al cine mañana? Rain y Spanky nos han estado pidiendo una salida.
Luna alzó una ceja, pensaba que quizás al ser Jared y Paul mucho mayores que Rain iba a ser difícil que se llevaran bien o que pasaran tiempo juntos; pero resultó ser todo lo contrario. Al parecer, su pequeño hermano se había ganado todo el amor de hermanos mayores que le podrían ofrecer esos dos chicos.
Hasta Spanky también los acompañaba a todas partes, ese pequeño elefante azul había ido más veces al cine que ella misma.
—Sí, pero solo si me prometes que Paul no escogerá la película.
Jared rió, asintiendo mientras que Paul bufaba por la falta de confianza.
—Deberías ir hablar con ella —dijo Luna, volviendo al tema anterior—. Dijiste que es un año menor, ¿no? —Jared asintió—. Hay que buscar una excusa para que puedas hablarle.
Paul carraspeó, con una sonrisa triunfante en el rostro y sacando un libro rosa de su bolso. Luna le dio una mirada confundida a Jared, que también parecía igual que ella.
—Tienes mucha suerte de que sea tu amigo, sabes —habló, agitando el rosado libro frente a la cara de Jared—. Da la casualidad que yo cogí esto cuando tropezamos con tu impronta, luego de que cayeras al piso.
—¿Acaso le robaste el libro a una chica? ¡Paul!
—Eh, eh —Paul alzó un dedo—, no lo robé. Solo lo tomé prestado —corrigió con una sonrisa—, para que mi amigo pudiera tener una excusa para hablarle a su chica.
—¡Dame eso! —exclamó Jared, arrebatándole el libro a Paul de las manos—. Me va a dar miedo las estupideces que hagas cuando encuentres a tu impronta.
—Con un poco de suerte eso no pasará —Paul se encogió de hombros—. Y se dice «gracias», encima de que te hago un favor.
Luna suspiró profundamente y colocó sus dedos justo en el puente de su nariz.
—Paul, te queda terminantemente prohibido volver a tomar cosas «prestadas» —regañó—. Y Jared, ya tienes una excusa para hablar con aquella chica que, debo decir, es muy bonita.
—Nadie tan bonita como tu, preciosa.
Los chicos soltaron sonidos de queja cuando la voz de Sam se escuchó detrás de ella, para después dejarle un largo beso en la mejilla. Ellos solían hacer eso con cada nuestra de cariño que Sam y ella se daban, hasta le tapaban los ojos a Rain cuando pasaba delante de él.
—¿Dónde estabas? —cuestionó—. Te perdiste las dos primeras clases.
—Y eso no es un muy buen ejemplo para nosotros —regañó Paul en son de burla.
—¿Y qué es eso que tienes en las manos? —preguntó Jared.
Con suma curiosidad, Luna se volteó para ver por completo a Sam, estaba igual de guapo que siempre pero entre sus manos tenía un ramo de flores y un peluche.
—Eso es lo más cursi que he visto en mi vida —se burló Paul.
Luna rió.
—¿Son para mi? —preguntó. Sam le extendió las flores, Luna las aceptó encantada, era la primera vez que le regalaban algo—. Son muy bonitas, gracias.
—Aw, ¿y el peluche es para nosotros? —bromeó Jared—. Gracias, Sam, no debiste.
Justo cuando Jared iba a coger el peluche de las manos de Sam, éste la apartó y se las ingenió para darle un zape en la cabeza, haciendo reír a Paul.
—Es para Rain, idiotas —les dijo, para luego mirarla—. ¿Crees que le guste? Escogí un lobo bastante parecido a mi.
Luna volvió a observar el lobo de peluche entre las manos de Sam, era bastante bonito. Era de color negro y tenía los ojos grises, a ella le gustaba mucho y le habría encantado tenerlo de no ser por un pequeño detalle.
—Sam —le llamó—, no creo que sea buena idea darle eso a Rain.
Le dio un poco de pena ver como la alegría en la cara de Sam se opacaba poco a poco; pero ella tenía una muy buena razón para decirle eso.
—¿Por qué no? A Rain le gustan los peluches y estoy seguro que será el mejor amigo de Spanky.
Luna movió la cabeza no tan convencida.
—Te lo digo, Samuel, no le des ese peluche a Rain.
Sam pareció no hacerle mucho caso a su advertencia, guardó el peluche en su propio casillero para luego cogerle la cara con ambas manos y llenársela de besos, sin llegar a tocar sus labios.
Luna sentía las cosquillas y no pudo ocultar su risa por eso, cuando Sam terminó pudo escuchar como el timbre sonaba indicando el inicio de su nueva clase, la cual compartía con el alfa.
Entretanto, Luna trató de evitar la mirada fija que Leah mantenía en ella para a unos metros de ellos, mientras caminaba cogida de la mano de Sam hacia su próxima clase. Jamás se había sentido tan feliz y tranquila como en esos momentos, justo al lado del alfa.
Se dio cuenta que tenía que empezar a ser egoísta y ver por ella misma, había ofrecido disculpas por los errores que cometió y si ella no quería perdonarla ya quedaba de su parte. Ahora estaba disfrutando su nueva vida, con su alfa, sus dos cachorros y su bebé.
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Luna tuvo que haberse dado cuenta que aceptar a hombres lobo en su casa, y en su vida, iba a significar que debido a su insaciable hambre su comida iba a acabarse quince veces más rápido.
Lo único de lo que se quejaba era la velocidad con la cual se acababa la comida, porque en realidad a ella le encantaba cocinar y siempre tenía la comida lista, sabiendo que no solo debía darle de comer a Rain y Sam, sino también previniendo que Paul y Jared solían autoinvitarse a comer.
Ya se había acostumbrado y no era algo que le molestara, en realidad le gustaba cocinar y mucho más para personas que admiraban mucho su comida.
Luna observó el reloj en la pared, eran aproximadamente las ocho de la noche y todavía podía escuchar como Rain, Jared y Paul estaban arriba interpretando sus papeles de súper héroes. Sabía que si subía a verlos los dos chicos mayores iban a estar disfrazados de Capitán América e Ironman, mientras que su hermano tendría el disfraz de Spiderman.
Su mirada se desvió al lobo de peluche que Sam pensaba regalarle a Rain, eso le hizo recordar la promesa que Sam le había hecho hace tiempo y que todavía no había cumplido. Tuvo una idea, fue casi como si un foco se encendiera sobre ella, y considerando que su hermano estaba ocupado con sus dos lobos, era el momento oportuno.
Recordó el momento exacto cuando Sam le hizo la promesa y vio por unos cortos segundos su atuendo, su pijama no era la más bonita pero podía funcionar, sabía que el alfa era incapaz de negarle algo.
Así que, asegurándose que Rain y los chicos continuaran en la parte alta de la casa, caminó el pasillo hasta llegar hasta el living, la figura de Sam recostado mirando la tele en el sillón era fácil de reconocer. Luna le sonrió de manera inocente y se colocó a horcajadas encima de él.
—Moony, ¿qué haces?
Luna no respondió, pero sintió una verdadera ternura ver como Sam ponía todo de si para no tocarla, era como si no creyera que eso estaba sucediendo y era algo divertido verlo así de nervioso.
Le sonrió, sin decir nada más, para luego colocar las manos en sus hombros y acercar su rostro hacia él para empezar a depositar suaves besos. La ronca risa de Sam no tardó en escucharse.
—Alfa, sabes que puedes tocarme, ¿verdad? —dijo, mientras continuaba dejando besos en su cuello—. Puedes hacerlo, cariño.
Y ese fue el permiso que necesitaba Sam para posar las manos en sus desnudos muslos e ir subiéndolas hasta dejarlas quietas en su cintura, casi adentrándolas por debajo de su camiseta.
Luna admitía que adoraba la alta temperatura que poseía Sam, sus calientes manos le provocaban sensaciones que pensó que jamás iba a sentir.
—Sabes algo, alfa —continuó Luna, escuchando un gruñido suave de Sam—, ya ha pasado algún tiempo de tu promesa.
—¿Eso es lo que estás intentando conseguir?
—Algo, sí —rió.
Y justo cuando Sam pensaba hablar, Luna movió las manos por todo su torso y acercó su cara hasta la de él, notando como contenía la respiración en el momento en que decidió morderle el labio inferior.
En serio, Luna a veces se preguntaba de donde sacaba todo ese descaro que dejaba salir con Sam; pero tenía que admitir que le gustaba mucho las reacciones que le provocaba al alfa. Ella tenía el poder, sabía que controlaba la situación y amaba eso.
—¿Me dejarás ver a tu lobo, alfa? —preguntó, con un puchero entre sus labios cuando se separó un poco de él—. Yo quiero verte, amor.
Sam pareció pensarlo un poco.
—Los chicos...
—Jared y Paul están jugando con Rain —respondió rápidamente—. No sabrán ni que nos fuimos.
—Moony...
—Por favor, alfa —pidió de nuevo—. ¿Vas a decirme que no? ¿Piensas romper la promesa que le has hecho a tu impronta?
Sam ocultó el rostro en su cuello y soltó un gruñido en él, algo que a Luna solo le provocó cosquillas.
—Vas a obedecerme en todo lo que diga —ordenó, aún sin despegarse de ella; pero Luna ya tenía una enorme sonrisa de triunfo en su rostro—. Solo te vas a acercar a mi cuando yo lo diga y, por favor, mantén la distancia cuando me esté transformando.
Luna le dio una sonrisa, tratando de quitarle importancia. Sam se veía demasiado tenso con el tema de poder lastimarla, ella no creía que fuera tan malo como él lo hacía ver.
—No trates de asustarme, Samuel —rió, para después darle un beso esquimal, haciendolo sonreír—. Venga, vamos —dijo, levantándose de sus piernas—, antes de que te arrepientas.
Su emoción era evidente, no podía creer que en serio vería en persona a la principal leyenda de la tribu quileute. Observó que Sam se tomaba todo su tiempo para levantarse del sillón, Luna, que no aguantaba más, terminó por cogerlo de la mano y tirar repetidamente de él.
No sirvió de nada, de por si Sam como humano normal era más fuerte que ella y si a eso se le sumaban la súper fuerza que obtuvo al convertirse en lobo, no tenía ninguna oportunidad contra él.
Sam estuvo unos segundos parado, mirándola con diversión por su nulo intento de apresurarlo, hasta que por fin le dio un apretón en la mano y empezó a caminar.
¡Iba a ver a su alfa convertirse en lobo!
Ambos salieron por la puerta trasera de la casa y caminaron durante un buen rato hacia lo más profundo del bosque. El lugar ya estaba oscuro y no le extrañaba por la hora que era, pero era la primera vez que entraba en ese lugar y tenía que admitir que le provocaba un poco de escalofríos.
Aunque, también debía aceptar que esos escalofríos se debían a que estaba en pijama, sin un suéter, caminando por el amplio bosque. El viento soplaba de manera insistente, moviendo las hojas de los árboles y provocando que su piel se erizara.
Trató de apegarse más a Sam, intentando no tropezar con alguna rama, esperando que el calor corporal de su alfa pudiera calentarla un poco (más de lo que ya lo hacía, aunque ese era un tipo de calor diferente). Él parecía conocer el bosque bastante bien y de alguna manera no le resultaba extraño, se la pasaba ahí la mayoría de las noches.
Se detuvieron cuando llegaron a un amplio espacio, era la primera vez que Luna estaba dentro del bosque y, si no fuera porque en serio quería ver al lobo de Sam, ya habría salido corriendo de ahí. El lugar era tenebroso, digno de una película de terror clásica.
—Vas a quedarte aquí, Moony —le dijo Sam seriamente—. No vas a moverte a menos que yo te lo pida, ¿sí?
—Venga, Sam, que no soy ninguna niña. Sé acatar órdenes.
Sam hizo una mueca no tan convencida.
—Sueles ser terca, por eso te digo esto.
Luna le sacó el dedo medio con diversión, era la primera vez que lo hacía en toda su vida y aún no entendía porque era considerado una grosería.
Con una sonrisa divertida, Sam le dejó un beso en la mejilla para caminar unos cuantos metros más. Estaban algo alejados sabía que quizás no podría oírlo a menos que gritara un poco, se preguntó mentalmente que tanto espacio necesitaba Uley para su transformación.
Estaba haciendo mucho frío y no fue una buena idea salir de casa sin un suéter, o al menos una ropa más adecuada. Se abrazó a si misma, ya no tenía cerca a Sam para que le proporcionara calor.
Luna se sonrojó cuando vio como Sam finalmente le daba la espalda y comenzaba a quitarse la camiseta, fue mucho peor cuando fue el turno de bajarse los pantalones. Bien, con eso ya estaba empezando a entrar en calor.
Soltó una risa nerviosa bastante alta, tratando de llamar la atención.
—¿Yo también tengo que quitarme la ropa? —bromeó, alzando la voz y sintiendo un calor en sus mejillas—. Yo no venía para esto, pero si tu quieres...
La risa ronca de Sam cuando tiró la ropa hacia un lado seguro hizo que se sintiera avergonzada por sus pensamientos, hasta que el alfa se medio volteó para guiñarle un ojo, o creía que eso había hecho. La verdad es que a esa distancia no podía verle muy bien el rostro.
—No es nada de eso, Moony, esto es para tener con que volver a casa —explicó, elevando su tono de voz para que pudiera escucharlo—; pero si para cuando lleguemos sigues con la misma idea en mente, quizás podamos hacer algo.
Luna no respondió y aguantó la respiración cuando Sam por fin se volteó completamente hacia ella, había conservado su ropa interior y ella en serio agradeció eso.
De pronto, en serio empezó a creer que se encontraba en una película de terror. Aún a esa distancia, pudo notar que el cuerpo de Sam comenzaba a temblar, todo él, desde sus manos hasta sus pies. Eso fue así hasta que se hizo más evidente, parecía estar vibrando con suma violencia hasta caer hacia delante.
Pero no tocó el suelo, antes de hacerlo un sonoro ruido de desgarro se escuchó y fue casi como si Sam hubiese explotado, a manera de suposición.
Todo su cuerpo cambió por completo, de él surgió una piel peluda, de oscuro color negro que parecía brotar de su interior. Y, por si no fuera poco, empezó a hincharse hasta adoptar una forma gigante, que superaba alrededor de cinco veces el tamaño que tenía anteriormente.
Se veía enorme aún a esa distancia en la que estaban, Luna no quería ni imaginar si estuviera a su lado. Ahora entendía porque él le hizo tomar tanto espacio entre ellos, la transformación era muy violenta tanto para él como para ella.
Un potente aullido la sacó de sus pensamientos, se sintió algo inquieta acerca de lo que debía hacer ahora. El lobo seguía estando parado en su lugar de transformación, mientras ella continuaba a unos largos metros de él. Quizás tuvo que haber pensado mejor acerca de lo que haría luego de que lo viera en su forma lobuna, se sintió algo tonta.
Se aclaró la garganta y dijo:
—Voy a suponer que puedes entenderme y espero que así sea —dijo, casi gritando y sintiéndose más boba que nunca; pero su emoción nadie se la quitaba—. ¿Puedo acercarme?
Evidentemente, el lobo no respondió. Luna resopló algo indignada, pero todo se esfumó cuando vio a Sam acercándose lentamente hacia ella. La emoción, que nunca la abandonó, resurgió más fuerte que nunca porque con cada paso que daba, el lobo se hacía cada vez más grande.
Luna aguantó la respiración cuando estuvo finalmente frente a ella. No quiso ni parpadear, creyendo que era un sueño y temiendo que él desapareciera. Sonrió, el lobo era magnífico.
La superaba en tamaño, eso estaba claro; pero no le importó y la completa euforia en la que se encontraba no le permitía sentir ni una pizca de miedo ante él. De igual forma, también sabía que ese lobo negro era Sam y él jamás iba a hacerle daño.
—¿Puedes entenderme? —preguntó Luna, mucho menos boba que antes. El lobo asintió—. ¡Eres asombroso! —chilló emocionada—. Eres un lobito tan bonito, ay.
El lobo frente a ella soltó una especie de quejido, su trompa resopló un aire caliente y mostró por un segundo sus dientes, afilados colmillos podían observarse. Luna no aguantó su sonrisa burlona.
—Disculpame, enorme y poderoso alfa —se burló—. ¿No te gusta que te llamen «lobito»?
El lobo frente a ella movió el hocico de un lado a otro, era su forma de negar.
—¿Puedo tocarte? —preguntó, sin ocultar su euforia, sus manos picaban inquietas para tocar su frondoso pelaje—. Vamos, temible alfa, dale el gusto a tu impronta.
Luna sonrió al ver como el lobo volvía a resoplar, sabía que si pudiera hablar, Sam le estaría diciendo que eso era jugar sucio; pero no le importaba. Sacarle provecho a su papel de impronta era sin duda alguna lo mejor que podía hacer para obtener lo que quería.
El lobo agachó su hocico y se acercó solo un poco más a ella, Luna tomó eso como una invitación y, tratando de mantenerse en calma, hundió su mano en el pelaje oscuro de Sam.
Era una sensación indescriptible, había comenzado acariciando su lomo con una mano, pero en pocos segundos ya estaba completamente pegada al lobo pasando ambas manos por todos lados, desde su hocico hasta detrás de sus orejas.
En definitiva, el lobo había pasado a ocupar el primer lugar en su lista de animales favoritos. No podía creer lo increíble que era Sam en su forma lobuna, era maravillosa la magia que brotaba de él, todo el porte imponente y autoritario que emanaba. Cualquiera que lo viera iba a darse cuenta que se trataba de un alfa.
Luna estaba tan maravillada con Sam Uley convertido en lobo.
—Me gustas mucho —dijo Luna, pasando una mano por su hocico—. Me dijiste hace tiempo que no quería hacer esto porque era peligroso y podías hacerme daño —El lobo gruñó por lo bajo, casi como si estuviera afirmando sus palabras—. Deberías confiar un poco más en ti mismo, así como yo confío en ti, amor. Te amo a ti y a tu lobo, sé que ninguno de los dos me lastimaría de alguna manera.
Luna terminó por darle una sonrisa, para luego tomarlo mejor con sus manos y dejar un beso cariñoso encima de su hocico, para demostrarle que todo lo que decía era cierto. Ella jamás iba a temerle a Sam o a su lobo, no había porque hacerlo.
Cuando se separó de él, pudo sentir como una húmeda lengua era pasada por todo su rostro, desde su barbilla hasta el final de su frente. Quizá esa era la manera de Sam de demostrarle amor en esa forma.
—Tonto —rió, limpiándose la cara con la camisa de su pijama. Cuando el viento volvió a soplar en su dirección, sintió el aire frío pegando en su estómago—. Deberíamos volver, alfa, está haciéndose algo tarde.
Luna se quedó parada en su sitio mientras Sam se alejaba de ella a su puesto original. A pesar de que sabía que el lobo era inofensivo, las transformaciones no lo eran y decidió seguir sus reglas para que nada pudiera arruinar esa noche perfecta.
Cuando volvió a ser hombre, Luna se dio cuenta, por la desnudez completa de Sam, que la transformación eliminaba cualquier tipo de prenda de su humano. Ahora entendía porque se había tenido que quitar la ropa al inicio, y ella mal pensando la situación.
Sam volvió a ella una vez estuvo completamente vestido y Luna solo pudo reaccionar en abrir sus brazos y corresponderle el abrazo que le estaba dando, mientras él escondía la cara en su cuello y le rodeaba la cintura con sus brazos.
Al parecer, mostrarle a su lobo había sido algo sumamente importante para él y Luna no podía sentirse más especial por eso. Amaba a Sam y amaba cada momento que pasaba con él y había sido una completa tonta en no haberse dado cuenta de ello antes.
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Luna había quedado maravillada con el hermoso lobo que era Sam cuando se transformaba, no podía ocultar su entusiasmo por haberlo visto de esa manera. Era demasiado grande, la sobrepasaba en tamaño, y su frondoso pelaje era de color negro.
¡Y lo mejor era que había podido tocarlo! Era increíble, no entendía porque Sam estaba tan asustado con mostrarse ante ella, eso había sido fácil.
Cuando llegaron de nuevo a casa, a Luna no había nadie que pudiera quitarle la enorme sonrisa de la cara. Paul y Jared que habían estado cuidando a Rain, se despidieron de ellos y salieron de casa, esa noche la tenían libre e iban aprovechar para descansar en sus propias casas.
Rain se echó hacia los brazos de Sam cuando lo vio entrar, aún conservaba mucha energía después de jugar con los dos lobos a esas horas de la noche.
—Hay que dormir, Rain —dijo Luna, acariciando su rubio cabello—. Ya has jugado mucho el día de hoy.
Sam rió cuando Rain escondió la cabeza en su cuello.
—¿Me leerán un cuento? —preguntó, abrazándose más a Sam—. Aún no tengo sueño.
—Sí —respondió Sam, dándole un beso en la frente y bajándolo de sus brazos—; pero, antes quiero darte un regalo.
La palabra «regalo» era una de las favoritas de Rain, luego de «dulces» y «jugar». Cada vez que la oía no podía evitar saltar emocionado, preguntando una y otra vez que era el regalo.
No decía nada en contra de eso, amaba ver la emoción brotar de su hermano, la sonrisa gigante que se formaba en sus labios y el brillo de felicidad en sus ojos. Ambos, tanto él como ella, en toda su vida habían recibido muy pocos regalos.
Luna jamás celebró su cumpleaños, ni siquiera con un pastel, porque su padre decía: “No hay que celebrar el día en que me arruinaste la vida”. Fuerte, sí, pero le daba igual en esos momentos. Su madre le llegó a regalar algunas muñecas por navidad y ella tenía que esconderlas para que su padre no se diera cuenta de ellas.
Cuando su madre murió, todas las fechas especiales para un niño (su cumpleaños, navidad) jamás volvieron a celebrarse. A medida de que Rain crecía en Detroit junto a su padre, Luna intentaba hacer que esos días fueran especiales para él, para que su pequeño hermano no perdiera la ilusión que debía tener un niño, justo como ella la perdió.
A pesar de ver la emoción de Rain, Luna siguió creyendo que el regalo de Sam no era una buena idea. Vio al alfa acercarse al sitio donde ocultaba el lobo de peluche, el pobre iba a llevarse una decepción cuando se lo diera a Rain.
—Le he conseguido un amiguito a Spanky —habló Sam, ocultando el lobo tras su espalda—. Aún no tiene nombre, pero sé que estará feliz de ser tu nuevo amigo.
Luna alzó una ceja al ver el papel de padre que habla con los animales de peluche que había adoptado Sam. No le gustaba admitirlo, pero esa faceta paternal le encantaba y más porque sabía que él lo hacía por gusto, porque quería a Rain.
Lo siguiente que sucedió fue absolutamente todo lo que Luna había pensado. Sam sacó el lobo de peluche detrás de su espalda y se lo estiró a Rain, su pequeño hermano gritó y se alejó rápidamente del alfa hasta llegar a ella.
Luna cargó a Rain con una sonrisa, echándole una mirada a Sam de «te lo dije», mientras su hermano ocultaba el rostro en su cuello.
—¡Lobo no! —chilló Rain, abrazándola por el cuello—. ¡Lobo malo!
—Fue por esto que te dije que ese peluche no era buena idea —dijo Luna hacia Sam, y pasando su mano por la espalda de Rain para poder tranquilizarlo—. No es tu culpa, amor, no lo sabías.
Pero Sam no están molesto o decepcionado, Luna solo podía describir su cara con la palabra «indignación». En serio, tenía el ceño fruncido y miraba la figura sollozante de Rain entre sus brazos como si el niño le hubiera dicho la mayor de las ofensas.
Era una escena graciosa y Luna se encontraba genuinamente divertida.
—¿Por qué no le gustan los lobos? —cuestionó Sam, dejando el peluche sobre la mesa—. ¿Por qué no me dijiste que no le gustaban los lobos?
—¡Los lobos son malos! —chilló Rain—. ¡Malos, malos, malos!
—No son malos —bufó Sam.
—Samuel —advirtió Luna—. Bebé, ¿por qué los lobos son malos?
Su pregunta hizo que Rain, con mucha lentitud, alzara la cabeza mientras se restregaba el ojo derecho con la mano. Tenía las mejillas rojas y un pequeño puchero formado entre sus labios.
—¡Se comieron a la abuela! —respondió—. ¡Y casi se come a Caperucita, me va a comer a mi también! ¡Y... y quiso comerse a los tres cerditos!
Contrario a lo que pensó Luna, Sam le echó una mala mirada a ella.
—¿Que clase de cuentos le cuentas a nuestro niño? —Su pregunta salió con tono ofendido, Luna abrió la boca, pero Sam la interrumpió—. Rain, campeón, los lobos no son malos.
—Son cuentos infantiles que todo el mundo le cuenta a sus hijos —respondió Luna, sin mucha importancia—. Rain ama Caperucita Roja, es su cuento favorito y es por eso que no le gustan los lobos.
—A ver, ven acá —Sam se acercó a ellos para poder tomar el lugar de Luna y cargar a Rain—. ¿No te gustan solo por eso? —Rain asintió—. Entonces, dejame decirte que te han contado mal la historia de Caperucita todo este tiempo.
Luna rodó los ojos, pero Rain pareció curioso por lo que decía Sam.
—¿Caperucita está mal? —preguntó.
—Así es —afirmó el alfa—. ¿Quieres que te cuente la verdadera historia antes de dormir?
Rain movió la cabeza de arriba abajo con suma impaciencia, mientras repetía una y otra vez «sí, sí, sí». Luna alzó una ceja, divertida por el hecho de que Sam iba a inventarse una historia solo para que a su hermano le gustaran los lobos.
—Te estás tomando esto muy personal —canturreó Luna en voz baja, sólo para que Sam la oyera.
—Es personal. Tu también deberías oír la historia, para que así sepas cual es la verdadera versión.
—Entonces oigamos tu historia, Samuel. Demuestrale a Rain que los lobos no son malos, yo lo he intentado pero no me cree.
—A Luna le gustan —susurró Rain, para luego hacer una mueca de desagrado—. Ella no sabe que son malos.
Sam rió, mientras le hacía cosquillas a Rain y luego empezar a caminar. Luna los siguió, llevándose con ella el lobo de peluche, no iba a perderse para nada el cuento que su alfa se iba a inventar.
Cuando Sam dejó a Rain en el suelo de su habitación, éste corrió rápidamente hacia su cama para poder meterse en ella y arroparse con su manta. Luna se sentó a su lado con suavidad, pasándole a su hermano su elefante favorito y dejando el lobo de peluche a un costado.
—Estamos listos, alfa —sonrió Luna—. Maravillanos con tu historia.
Sam también se sentó en la cama, justamente a los pies de Rain y se estiró para poder encender la luz de noche de la habitación.
—Había una vez, en un pueblo muy lejano —comenzó Sam, con voz de narrador—, justo en una casa de aspecto rural, vivía una chica. Ella era la más hermosa de aquel sitio, poseía una belleza única que hacía que todos cayeran a sus pies con su encanto, su amabilidad y sobretodo su enorme bondad —Luna se sonrojó cuando Sam le guiñó un ojo—. Ella era el ser más increíble que pudo haber pisado ese lejano pueblo y su nombre era...
—¡Caperucita roja!
La interrupción de Rain hizo que Sam despegara los ojos de ella, soltara una risa y asintiera en dirección a su hermano.
—Un buen día, Caperucita Roja fue enviada por su madre hacia la casa de su abuelo para que pudiera llevarle una canasta llena de sus alimentos favoritos. Emocionada por la aventura, Caperucita aceptó las órdenes de su madre, pero, antes de salir, pudo escuchar la única advertencia que ella le dio —Sam carraspeó e hizo una voz chillona—: “Recuerda ir por el camino del pueblo, Caperucita. No entres al bosque, es muy peligroso”.
» Resulta que el pueblo en donde ellas vivían estaba llenos de muchas historias acerca del enorme bosque que los rodeaba, todas se caracterizaban por estar llenas de magia y misterio que solo hacían que la hermosa Caperucita Roja sintiera curiosidad por él.
» Fue por esa enorme curiosidad que sentía, que Caperucita no hizo ningún caso a la advertencia de su madre y, teniendo en cuenta que era el camino más corto, decidió adentrarse en el enorme bosque.
—¡No!
Sam y Luna rieron por la interrupción de Rain.
—Cuando Caperucita Roja puso un pie dentro del bosque, tembló de terror —continuó Sam—. Ese lugar era todo lo que había escuchado en la historias del pueblo, se encontraba a oscuras, cientos de ruidos misteriosos se escuchaban y para ella eso era demasiado aterrador; pero decidió continuar, ella no era ninguna cobarde.
» Con cada paso que daba en el sendero, Caperucita quería salir de ese lugar, se enojó consigo misma por no haber seguido las indicaciones de su madre. Justo a mitad del camino, empezó a sentirse observada, tenía la sensación de que alguien la estaba siguiendo ya que podía escuchar uno pasos fuertes detrás de ella. El miedo albergaba su cuerpo, era aterrador...
—¡Samuel! —bufó Luna—. ¿Es un cuento infantil o una historia de terror?
Sam rió.
—¿Un poco de ambas? —bromeó. Una almohada le golpeó el rostro—. Bien, de acuerdo, pero si te parece normal que un lobo se coma a la abuela, ¿no? Ahí no te quejas.
Una nueva almohada le golpeó el rostro, Luna le dio una mirada de advertencia. Sam soltó un suspiro para luego continuar:
—Caperucita Roja tenía mucho miedo, pero aún así continuó caminando, no iba a fallarle a su abuelito. Así que empezó a correr, pero hacía tanto ruido pisando ramas del suelo que comenzó a llamar la atención de un animal peligroso del bosque, uno que llevaba varios días sin tener una presa para comer.
—¡El lobo! —chilló Rain, escondiéndose debajo de su manta junto a Spanky.
Luna le dio una rápida mirada a Sam, para luego sacar a su hermano de su improvisado escondite.
—No, Rain, no es el lobo —dijo—. Escucha a Sam, recuerda que él dijo que la historia estaba mal contada.
Su hermano hizo un puchero, pero asintió, volvió a su antigua posición sólo que esta vez sujetaba con más fuerza a su elefante de peluche.
—Caperucita sintió mucho miedo cuando el animal apareció frente a ella. Un enorme oso de pelaje marrón se alzó en sus dos patas traseras y, mostrándole sus garras, le gruñó a la chica.
Luna se debatía entre la burla, por el hecho de que Sam haya escogido un oso como el villano de su historia, y el reproche, al escuchar como imitaba el gruñido del oso. Aunque, Rain no pareció asustado por eso, en realidad comenzó a reírse.
—El oso era el triple de grande que ella, y estaba dispuesto a arrancar con sus enormes garras afiladas, la canasta de las manos de Caperucita Roja. La cual, asustada por el animal, comenzó a retroceder sin ver el camino, provocando que cayera al suelo, presa de pánico por el aterrador oso que estaba a punto de atacarla.
» Aunque eso no ocurrió —Sam hizo una pausa dramática—. De entre los arbustos apareció otro animal, uno que había estado siguiendo a Caperucita en todo su camino por el bosque y que resultaba ser el villano principal de las historias del pueblo. Apareció un lobo.
Rain soltó un gemido de sorpresa.
—Se trataba de un pequeño lobo de pelaje blanco que, viendo que Caperucita se encontraba en problemas, avanzó con valentía hacia el enorme oso y empezó a aullar para espantarlo. Caperucita Roja quedó sorprendida por la valentía con la que aquel lobito enfrentaba a tan temible monstruo.
» El oso era enorme, pero eso no le importaba al lobito, el iba a proteger a Caperucita. Aunque, necesitó de un poco de ayuda para lograrlo, su aullido atrajo la atención de otro lobo, este era diferente: de pelaje negro como la noche y significativamente más grande que él, casi igual que el oso.
» Ambos lobos con sus potentes aullidos y sus molestos gruñidos, lograron ahuyentar al temible oso que intentaba dañar a Caperucita.
Luna tenía que admitir, que para haberse inventado el cuento sobre la marcha, Sam lo estaba haciendo bastante bien.
—¿Ellos la salvaron? —preguntó Rain, curioso—. ¿No se la comieron después?
Sam rió, negando.
—Cuando Caperucita se vio a salvo —continuó—, no dudó en agradecerle a los dos lobos frente a ella. El pequeño lobito blanco, empezó a saltar emocionado a su alrededor, estaba feliz porque era la primera vez en años que alguien pisaba el bosque.
» A Caperucita ese pequeño lobito le causaba mucha ternura, por lo que dejó la canasta de lado y empezó a acariciar su suave pelaje. Sin notar que el lobo mayor desaparecía entre los arboles, para luego salir esta vez en forma de hombre.
Luna tuvo que aguantarse una carcajada cuando escuchó el sonoro gemido de asombro que soltó Rain. Su hermano en serio estaba conmocionado por ese hecho.
—¿El lobo es un hombre? ¿Cómo en la historia que contó el señor Billy?
—Exactamente, Rain —respondió Sam—. Cuando Caperucita notó este hecho quedó sorprendida, sin entender porque había un hombre donde antes estaba un enorme lobo. Aquel hombre le explicó que él, el lobito blanco y todos los demás lobos que habitaban el bosque, eran los protectores del pueblo, encargados de velar por la seguridad de las personas y espantar cualquier mal que amenazara sus vidas.
» Caperucita esta sorprendida por esto, en las historias que había escuchado los lobos siempre habían sido los malos. Que tonta había sido, que ciega por no ver la verdad. Luego, cuando el lobito dejó de saltar a su alrededor, le dio las gracias al hombre, el cual prontamente le preguntó hacia donde se dirigía a modo de poder guiarla con mayor seguridad.
» Al final, Caperucita llegó escoltada por el pequeño lobito y el hombre hacia la casa de su abuelito, con su cesta de comida intacta y prometiéndole a sus dos salvadores que iba a regresar todos los días para verlos.
» Porque ese día, luego de casi ser atacada por un oso, Caperucita Roja entendió que las historias del pueblo jamás habían sido ciertas y que los lobos nunca fueron malos.
Con las últimas palabras dichas por Sam, Luna sonrió mientras negaba. Tenía que admitir que el alfa se las había ingeniado para crear una linda historia infantil.
—¿Y qué te pareció, Rainy?
Luna veía expectante a su hermano, desde sus dos años había mostrado ese miedo, o desagrado, por los lobos y tenía la leve sospecha de que Sam no podría vivir en paz si sabía que Rain creía que su especie era mala.
Rain se quedó unos segundos en silencio, como si estuviera pensándolo bien. Hasta que, se estiró para coger el lobo de peluche que Sam le había comprado y lo arropó junto a Spanky.
Luna no pudo sentirse más enternecida por eso, miró por un momento a Sam y el orgullo en su mirada le produjo sentimientos inexplicables.
—Los lobos no son malos, Lu —Fue la respuesta de Rain, mientras la miraba—. Me gustan, serán mis segundos animales favoritos.
Eso no pareció convencer a Sam.
—¿Y cual es el primero? —preguntó.
—El elefante —respondió Luna, acomodándole la manta a Rain—. Spanky fue un regalo que le di una navidad —continuó al notar la mirada de Sam—. Rain fue un niño demasiado bueno ese año y él merecía un regalo que lo hiciera feliz.
—Santa no me llevó nada ese año; pero no me importa. Tengo a Spanky y a Lu.
Luna le regaló una sonrisa a Rain cuando éste cogió su mano. Amaba a su pequeño hermano con su vida, no le importaba haber sacrificado todas esas cosas para cuidarlo, ella solo quería verlo siempre así de feliz. Le dejó un beso en la frente al verlo bostezar y se levantó de su lado.
—Descansa, Rain, sueña bonito.
—Buenas noches, Lu. Buenas noches, Sam.
—Duerme bien, campeón.
Con esas últimas palabra, ambos salieron de la habitación de Rain, Luna sentía su corazón palpitar con fuerza y como en su estomago se formaba un enorme cosquilleo que empezó a recorrerle todo el cuerpo.
¿Cómo había sido tan tonta de rechazar a Sam? ¿Cómo había negado todos esos sentimientos que tenía hacia él?
Antes de que pudiera decir algo, Sam cerró la puerta y le sonrió.
—Creo que le ha gustado —se halagó, para luego mirarla—. Sabes, hay algo que me quedó del bosque y que no pude responderte. O bueno, si lo hice pero tu no escuchaste.
Luna no respondió nada, sólo veía sus labios moviéndose una y otra vez, hasta que él dijo:
—Yo también te amo, Luna. Estoy completamente enamorado de ti.
Y esas fueron las únicas palabras que Luna necesitó para lanzarse a atacar los labios de Sam. Él pareció sorprendido por un instante, pero no tardó mucho en sujetarla por la cintura y corresponder con fuerza el beso.
Era algo que había estado deseando desde hace mucho tiempo y lo habría hecho antes de saber que iba a sentirse así de bien, así de correcto.
Sus labios se amoldaban muy bien a los de ella, Luna no podía creer todas las sensaciones que la embargaban, sus piernas comenzaron a temblarle y se aseguró en pasar sus brazos alrededor del cuello de su alfa.
El calor entre ellos incrementaba y Luna ya no podía tragarse más gemidos por lo bien que Sam la besaba, era demandante y fuerte, podía sentir ambas lenguas batallando en una guerra de poder. Poco se enteró cuando él la alzó del suelo y pegó su espalda violentamente contra la pared, eso se llevó un gran gemido de su parte que fue aprisionado por sus labios.
Se sentía en las nubes con cada caricia que él le brindaba, por lo cual tampoco llegó a enterarse exactamente cuando fue que entraron a su propia habitación, solo hasta que su espalda cayó en algo suave fue que pudo darse cuenta que estaba en su cama.
Ese fue solo el paso inicial de la noche, una que pareció tan larga porque se sumergieron en un ambiente de puro deseo y pasión. Los sentimientos entre ellos estaban claros, ya no había nada que pudiera detenerlos para estar juntos como una verdadera pareja, y demostraron cada uno de ellos durante todo ese tiempo, tomándose algo de calma para apreciar su cuerpo porque sabía que desde ese momento iban a tener un largo e inseparable futuro juntos.
A la mañana siguiente, Luna despertó con una cálida sensación en todo su ser, que mucho se debía al caliente cuerpo de Sam pegado al de ella. Las manos de su alfa se encontraban sujetándola por la cintura, mientras que sus piernas estaban hechas un enredo debajo de la manta.
Se movió un poco para poder salir de la cama, pero fue detenida y jalada más hacia el cuerpo de Sam. Luna no pudo evitar reír y se removió hasta quedar frente a frente con el alfa.
—Tengo que levantarme, amor.
Sus palabras no sirvieron de nada, salvo para que Sam gruñera e incrementara su agarre en ella. Luna no pudo molestarse por eso, en cambio, empezó a dejar suaves besos por toda su cara hasta dejarle leves picos en sus labios.
—Vamos, alfa, tengo que levantarme —pidió—. Solo dejame ir a ver a Rain y luego vuelvo.
Sam soltó un quejido, sin llegar abrir los ojos, pero la soltó. Luna dejó un largo beso en sus labios antes de salir de debajo de las mantas y levantarse. Buscó alguna prenda que colocarse y lo primero que vio fue la camiseta de Sam tirada en el suelo, no lo pensó mucho y la tomó.
Justo como dijo, salió de la habitación y caminó por el pasillo hasta llegar a la habitación de Rain. Quizás debían ser las seis de la mañana o algo parecido, porque su hermano seguía durmiendo plácidamente en su cama abrazado a Spanky y al lobo de peluche.
Cuando iba devuelta a la habitación con su alfa, unos suaves sonidos llamaron su atención en la parte baja de la casa. Bajó las escaleras y lo único que llamó su atención fue un pequeño sobre blanco en el piso frente a la puerta de su casa, era como si lo hubieran colado debajo de ella.
Se acercó, lo cogió y antes de leerlo, abrió la puerta principal. No había nadie ahí, el bosque seguía tan tranquilo como siempre, las ventanas de casa de Jacob aún estaban sin abrir lo que significaba que ni Billy ni él estaban despiertos.
Volvió a cerrar la puerta, colocándole todos los seguros, y miró el sobre entre sus manos. No tenía nada escrito por fuera, así que lo abrió.
Bufó al reconocer la letra en el papel blanco.
« Disfruta tu felicidad mientras te dure, pequeña bastarda, porque cuando te encuentre lamentarás haberme abandonado y humillado de esa manera. Dile a Rain que papá pronto va a ir a buscarlo »
—¿Qué tienes ahí, preciosa?
Luna rompió la carta en varios pedazos al escuchar la voz de Sam detrás de ella y la tiró en el suelo cuando sintió las manos de su chico tirando de ella para pegarla a su cuerpo.
—Nada —mintió—, una carta de mi jefe diciendo que iba a retrasarse un poco en mi pago. No lo tendré hoy, sino para mañana.
Sam no pareció convencido, pero estaba lo suficientemente somnoliento como para discutirle.
—Mm, ¿y si mejor vuelves a la cama? Es demasiado temprano.
Luna sonrió, riendo por los besos que Sam dejaba en su cuello y las manos traicioneras que su alfa movía desde sus desnudos muslos hasta llegar colarlos dentro de la enorme camiseta de él que tenía puesta. Volver a la cama con su caliente novio era un buen plan para esa mañana.
Se volteó hacia él para poder mirarlo mejor. Fue casi instantánea la manera en la que él atacó sus labios, en un beso ansioso y posesivo.
Le encantaba.
Aceptó el beso que le dio su alfa, disfrutando de sus ardientes labios y lo bien que se sentía las manos de él recorriendole todo el cuerpo.
Si su padre iba a venir por ella o Rain, que lo intentara. Estaría mucho más que dispuesta de poder echarle a su muy temible alfa, que sabía que estaría dispuesto a matar si ella lo pedía, y a sus otros lobos si él llegaba a aparecer en su vida.
Por ahora, disfrutaría enteramente de una mañana placentera con su alfa.
¡Ay, ay, ay, ya hemos terminado el primer acto de este maravilloso libro!
Ni se les ocurra irse, aún falta el segundo y último acto, que estará lleno de dramas familiares, románticos y una nueva impronta a a a.
¿Qué les pareció que Sam se mostrara como lobo ante Luna? ¿Y el cuento que le contó a Rain para dormir?
Rain amaba Caperucita Roja, pero odiaba a los lobos.
Sam: ¡Inaceptable!
Desde que inicié la historia, tenía en mi mente terminar el acto de esta manera y con estas escenas. En serio, espero que les haya gustado como quedó el primer beso entre Sam y Luna.
También les confieso que como el capítulo me estaba quedando largo decidí recortar por muuuucho la historia de Sam, por eso ese final tan rápido y qlero.
Diganme sus opiniones sobre el capítulo.
Sin nada más que decir, espero les haya gustado el capítulo.
Valoren mi esfuerzo comentando y votando✨
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