oov. la linda atención

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capítulo cinco ⌟

⤹ ❴ LINDA ATENCIÓN ❵ ⤸

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—¿No te quedó en claro el «alejate de mi, Samuel»?

Luna bufó de nuevo haciendo reír a Sam, el cual adoraba como su nariz se arrugaba por la molestia que sentía.

Agradecía que Leah no había asistido tampoco esos días a clases, lo cual le daba un margen de tiempo antes de comentarle, o al menos saber que hacer, acerca de lo de Sam.

Porque sí, Sam desde que había vuelto a clases solo duró dos días separado de ella, en los cuales de manera extraña se sintió enferma, para después no dejarla ni un minuto en paz.

Luna no era estúpida, sabía que la mayoría de los alumnos a su alrededor cuchicheaban acerca de la razón de su desaparición, algunos comentaban que era porque había cometido un delito; mientras que a otros solo les importaba la causa que lo había hecho terminar con Leah.

—Te ves muy bonita, Luna.

—Te agradecería, pero ya es la cuarta vez en una hora que me dices eso.

Si Sam se sonrojó, Luna no pudo notarlo, aunque si se dio cuenta del movimiento vergonzoso que hizo después de ello.

—¿Por qué no vas con tus amigos? —preguntó, jugando con su comida—. Estoy segura que a ellos les gustará tu presencia.

—A mi me gusta más estar contigo.

Luna era como un libro abierto, sabía que sus sentimientos salían fácilmente a la luz ya sea por sus expresiones faciales o por sus ojos.

Por lo que era fácil de notar que estaba abochornada por la suma atención y la multitud de halagos que Sam dirigía hacia ella.

Justo cuando sonó el timbre, anunciando el fin de la hora del almuerzo y el inicio de las nuevas horas de clases, Luna se levantó de inmediato, pero Sam fue más rápido que ella al tomar su mochila y con una sonrisa, se la colgó en el hombro.

—Yo puedo hacer eso por mi misma, sabes.

—Te cuesta aceptar que alguien te ayude, ¿verdad?

Y aunque la pregunta de Sam iba con un tono burlón y para nada destinado a molestarla, no pudo evitar sentir una incomodidad en su interior.

—Sí, me cuesta —bufó—. Los favores no son gratis, siempre vienen acompañados de segundas intenciones. Creeme, aprendí eso a muy temprana edad.

Si su tono molesto sorprendió a Sam, ella no pudo notarlo. Uley caminaba a su lado escuchando cada palabra que decía, con suma atención.

—Puedo entender que te sientas así —dijo, cuando llegaron justo a la puerta de su clase—, pero yo soy una persona sincera y no...

—Y no buscas nada más —lo interrumpió—. Sí, claro. Lamento no creerte, ¿acaso vas a decirme que este tipo de atenciones no tienen nada que ver con tu gusto por mi?

Sam no perdió la calma, en cambio le pasó la mochila con una sonrisa y se aseguró de tomar su mano por un poco más del tiempo normal.

—Mis sentimientos por ti son sinceros. Todo lo que hago es porque quiero que estés feliz, jamás te pediría algo a cambio por algún favor que te haga. Ni siquiera por la tan difícil tarea de ayudarte a cargar tu mochila.

Luna hizo un ruido con su boca, algo que impidiera que la risa traicionera pudiera salir. Falló, porque sintió las manos de Sam tocándole suavemente el estómago, algo que logró sacarle la risa que tanto había querido guardar.

—No puedes estar molesta conmigo, y lo sabes.

—Pruébame, Samuel.

Un carraspeo hizo que Luna se diera cuenta lo cerca que estaba de Sam. Observó algo sonrojada como su profesora de álgebra la veía con una ceja alzada, quizás hablar con Sam justo al frente de la puerta del aula, estorbando el paso, no había sido buena idea.

—Por muy interesante que sea su vida amorosa, señorita Blake, le aseguro que a todos nos gustaría que usted y el señor Uley dejen de estorbarme con su coqueteo para poder comenzar con la clase.

«Que maleducada», pensó molesta. Sí, ella misma aceptaba que estaba estorbando el paso, pero quizás había una mejor manera de su profesora para decirle eso. Algo más educado y menos grosero solo para hacerse la dura ante sus alumnos.

Dio dos pasos hacia atrás, dándole una sonrisa hipócrita a su profesora para que pudiera pasar de una vez. Tenía que resaltar, que ya llevaba veinte minutos de retraso, así que aparte de grosera era una persona poco profesional.

Sam le guiñó el ojo antes de despedirse y asegurarle que él iba a esperarla a la salida para llevarla a su trabajo, una cosa a la que ella no pudo decir «no» porque su amigo se fue sin esperar respuesta de ella.

Entró al aula, no solo con la mirada de la profesora en ella, sino la de todos en el lugar. La mayoría le brindaba sonrisas de burla, a las cuales ignoró porque notó a Leah sentada en la mesa que solían compartir.

Caminó hasta ella con naturalidad, no había hecho nada malo y no tenía nada que ocultar. Bueno, eso no era totalmente verdad, pero nadie tenía porque saberlo. Le extrañó verla ahí, las dos primeras horas de clase no había llegado, por lo que Luna supuso que, al igual que días anteriores, no iba a asistir.

—Hey —saludó—, ¿cómo estás? No te he visto en unos cuantos días.

Leah le dio una sonrisa algo rara.

—Bien, creo.

Fue lo único que dijo como respuesta, cuando se sentó a su lado el silencio se propagó entre ellas y era algo bastante incómodo. Era una tensión bastante palpable.

—Y... —divagó por un momento—, me alegra que hayas vuelto.

Leah solo respondió con un «ujum» desinteresado, sin apartar la vista de la profesora.

Luna decidió prestar atención en la clase, hasta que se aburrió, después de todo a la profesora de álgebra no solía entenderle nada. Comenzó a jugar con su bolígrafo, haciendo un sonido solo para colocar su atención completa en otra cosa.

—¿Puedes dejar de hacer eso? —bufó Leah con aprehensión—. Quiero poder escuchar la clase.

Luna frunció el ceño y bufó, sin hacer mucho caso a su petición. Si su amiga estaba molesta, no era culpa suya y no debía desquitarse con ella.

—¡Luna!

—¡Leah!

Ambas se riñeron en un susurro para evitar llamar la atención.

—Quiero prestar atención.

—Nada te lo impide, Lee.

—Sí, el irritante sonido de tu bolígrafo.

—Prefiero escuchar este sonido antes que la palabrería aburrida de la señorita Jones.

La palabra «señorita» salió con una ironía evidente, algo que la hizo sentir orgullosa al ver la sonrisa divertida de Leah. Bien, estaba empezando a quitar el malhumor de su amiga.

—¿Por qué estás enojada?

—¿Has estado con Sam todo este tiempo?

Las dos hablaron a la vez. Luna se dio cuenta por donde iba la molestia de Leah, había escuchado lo que la profesora Jones le había dicho en la puerta del aula.

—No estoy molesta —respondió Leah rápidamente en voz baja—. Solo confundida, ¿sí? Yo... La ruptura con Sam me ha hecho daño y... Perdón, Lu, no debí tratarte así, es solo que me sentí un poco celosa.

Luna sonrió tiernamente mientras colocaba la cabeza en el hombro de Leah.

—No te preocupes, Lee. ¿No has hablado con Sam desde que terminaron?

—Muy poco, casi nada. Parece estar evitándome y a papá le gusta eso, le cae bien Sam pero dice que no es el hombre para mi.

«Tu padre tiene razón», pensó. Era algo cruel que sintiera eso, pero era la verdad. Alguien que es para ti no te termina de un día para el otro, y mucho menos le dice a tu amiga más cercana que gusta de ella.

—Sam y yo somos amigos —dijo Luna, sonrojándose al recordar como Sam le decía «Me gustas, Luna»—. Ha estado bastante insistente últimamente, supongo que debe ser una manera de proyectar su sentimiento de culpa.

Mentía, mentía y mucho. ¿Desee cuando se le hacía tan fácil mentir así y más a una chica que solo ha sido buena con ella?

Si Sam sentía culpa por tener sentimientos por ella, no era algo que supiera, Luna creía que si, pero él no era el único.

Ella sentía bastante culpa, ¿y si, de manera no intencional, ella hizo algo para que Sam haya dejado a Leah? Tal vez fue muy amable y lo confundió, o pudo haberle coqueteado sin enterarse.

Además, la culpa solo incrementaba al saber que le mentía a Leah. Justo antes de que Sam le comentara sus sentimientos, no le decía a su amiga que él iba a visitarla todas las noches. Parecía que ese solo había sido el inicio para las mentiras que debía decirle a su amiga.

El timbre de salida la hizo pegar un pequeño salto asustada en su asiento, Leah se rió por su pequeño sobresalto. Era su única amiga en todo Forks, una persona que le había brindado su amistad sincera.

Esa era una buena razón por la que no debía estar románticamente con Sam.

Tenía que sacarse una duda de encima, así que justo saliendo del aula, le habló:

—¿Te molesta que esté con Sam?

Parece que esa pregunta la había tomado por sorpresa, pero Leah no tardó en recomponerse.

—Ustedes son amigos —dijo—. Lu, no te quiero poner en una situación incómoda. Tampoco voy a ser de esas que te ponen a escoger entre dos personas. Tu familiaridad con Sam me pone algo incómoda, hasta celosa, pero eso es una inseguridad mía y se debe más que todo al hecho de que no sé la razón exacta por la que Sam me terminó.

Luna iba a responder, pero Leah terminó todo con una frase.

—Además, eres mi mejor amiga, sé que nunca me traicionarías de alguna manera.

Y sí, ahí estaba de nuevo el horrible sentimiento de culpa.

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Luna respiró profundamente, tratando de buscar una calma dentro de ella que ya consideraba perdida.

¿Por qué las personas se empeñaban en pelear con los empleados de una tienda como si ellos pusieran los precios a los productos?

—Señor, lo entiendo, pero...

Escuchó la campana de la entrada de la tienda sonar, anunciando que tenía un nuevo cliente. Lo cual casi acaba con su paciencia, su compañero de trabajo se reportó enfermo y ella había estado cuatro horas atendiendo a personas que solo le gritaban por los precios elevados que tenían.

Lo cual era una tontería, por que solo había dos opciones: comprar o dejarlo

—¡Pero nada! ¿Cómo pretenden cobrarme tanto por esto? ¡Es una tontería!

—Señor, yo no coloco los precios -dijo entredientes—. Si gusta puedo llamar al gerente y...

—¿Para qué? ¡Muchacha irrespetuosa! ¡Aparte de querer cobrar una millonada por esta tontería...!

—Señor, si no tiene el dinero para comprarlo mejor dejelo donde estaba. No hay necesidad de gritar.

Luna ni tuvo que alzar la mirada para saber que se trataba de Sam.

Aquel hombre no respondió, quizás estaba intimidado por el enorme tamaño de Sam. Dejó el producto frente a ella y Luna no pudo evitar darle una de sus más brillantes sonrisas, se estaba burlando de él.

—¡Vuelva pronto! —le gritó al verlo salir se la tienda—. ¿Acaso cree que soy la dueña de la tienda?

—Creo que lo hace para ver si consigue un descuento —se burló—. ¿Cómo te va hoy?

Luna hizo un puchero y se apoyó en el stand que la separaba de los clientes, y que en ese momento la separaba de Sam.

—Tengo sueño —se quejó—. Calvin se reportó enfermo y tengo que atender a todos los clientes gritones yo sola.

—Pobrecita.

Luna rodó los ojos ante la burla de Sam, y casi le llegó a sacarle el dedo pero unos nuevos clientes entraron a la tienda. Eran una pareja, mientras ellos se decidían en que tipo de consola de videojuegos iban a comprar, Sam aprovechó de inclinarse hacia ella.

—¿A que hora sales hoy?

—Cumplo turno doble, a las ocho.

Sam asintió, pensativo.

—¿Salimos a cenar cuando salgas? Te invito lo que quieras.

Movió la cabeza en forma de negación.

—Quiero llegar a casa a cenar con Rain, se lo prometí.

Sam volvió a asentir. Rain era un niño en crecimiento, muy inteligente, que entendía las razones por las cuales ella estaba tanto tiempo fuera se casa. Lo malo, era que no quería que su hermano sintiera que lo estaba abandonando, deseaba pasar el mayor tiempo libre que tenía con él.

—Está un poco desanimado porque por las clases y el trabajo no estamos tanto tiempo juntos -explicó, sentía que le debía algún tipo de explicación—. Hoy pensé en hacer lasaña con pollo en forma de dinosaurio.

Sam le dio una mirada divertida, aún se encontraba recargado en el stand, cerca de ella, para que la pareja que estaba en la tienda no pudieran escucharlos.

Aunque Luna estaba segura que de igual manera si hablaban en tono normal, ellos no iban a prestarle ninguna atención, después de todo, solo los veía riéndose y dándose algunos besos.

—Vaya, que casualidad —le murmuró Sam—, esa es mi comida favorita y, debo decirte, que me queda exquisita.

—¿Ah, sí? Debo probarla para emitir una opinión, Samuel.

Sam rió.

—Te lo juro. Si tú y Rain están de acuerdo, puedo cocinarles hoy la cena.

Luna lo pensó por un momento. ¿Era esa una buena idea?

La verdad era que ni ella, y mucho menos Sam, le habían hecho caso a sus palabras, el «Alejate de mi, Sam» solo se escuchaba como una burla en su cabeza.

Todo su sentido común le pedía que lo alejara, había muchos puntos negativos al hecho de pasar tiempo con él. El hecho de que era el ex de su amiga, que él podía incrementar sus sentimientos por ella y, no menos importante, que su gusto por Sam solo aumentara.

Porque sí, de manera estúpida tenía que admitir que le gustaba Sam.

Lo miró, estaba ahí parado frente a ella, dándole una linda sonrisa. Algo que hizo muy difícil poder decirle que no.

—Está bien —aceptó finalmente—. Pero si quemas mi cocina, te lo juro que te mato, Sam Uley.

Sam no pudo responder porque la pareja, que se había tardado más en escoger un videojuego que la consola para él, se acercaron a ella para que pudiera cobrarle.

Con Sam dando vueltas en toda la tienda, tuvo que aguantar dos horas más de trabajo antes que su jefe le indicara que ya podía irse.

—¡Sam!

Luna vio con una sonrisa como Rain se despegaba de Sue en la puerta de su casa para correr a saludar a Sam

Sam alzó a Rain para luego despeinarlo un poco en señal de afecto, Luna aprovechó ese momento para saludar a Sue, pero su sonrisa se desvaneció al ver como ella mirada a su amigo.

—Gracias por cuidar a Rain hoy, Sue, mi compañero está enfermo y tuve que...

La cara de Sue cambió, le brindó una sonrisa tan brillante como esas que solo ella da.

—No te preocupes, Luna, siempre es un placer cuidarlo. No le di de cenar porque él dijo que tú querías que comieran juntos.

—Así es. Gracias por todo, Sue, hasta luego.

Sue se despidió de ella y emprendió camino hasta su casa, no sin antes dirigirle una severa mirada a Sam, el cual, aún con Rain en brazos, se removió algo incómodo.

—Sam dijo que cocina —le dijo Rain, una vez en el suelo, jalando su camisa—. ¿Sí?

Esta ves fue el turno de Luna de cargar a Rain y llenarle la cara de besos, mientras su hermanito reía.

—Así es, bebé. Sam cree que cocina mejor que yo, ¿puedes creerlo? ¿Tú que piensas?

—¡No! ¡Luna la mejor!

Sam jugó con él, haciéndose el ofendido mientras los tres entraban a la casa, cerrando tras de sí la puerta.

—Ya verás, amiguito, te va a encantar mi lasaña.

Luna observó con gracia como su hermano colocaba una mano en su barbilla, como si estuviera haciendo su mayor esfuerzo para pensar.

—Tengo que probar —dijo, para luego abrazarla—, ¡pero Luna siempre la mejor!

Sam no discutió, en cambio, caminó detrás de ella hasta ponerle una mano en la espalda.

—Eso no se discute, amiguito. Luna es siempre la mejor.

Luna dejó con toda confianza a Sam en la parte baja de su casa junto a su hermano, sólo para subir a cambiarse por una ropa más cómoda.

En la cocina, una vez cambiada, vio a Rain en su asiento, mientras Sam se movía con total familiaridad por su cocina. Y no, no es que estuviera haciendo algo mal, pero Luna se sentía nerviosa.

A ella le encantaba cocinar, además de su muy comida habitación, el lugar que más le gustaba de su casa era la cocina. Sabía que, si se lo proponía, podía tener un futuro bastante bueno como chef, repostera o algo de este estilo.

—Vas a probar la mejor lasaña de tu vida, Rain —dijo Sam en dirección a su hermano.

—¡Y nuggets de dinosaurio!

—Es lo más importante de la comida, Samuel —le habló, sentándose cerca de Rain—. Si se te olvida, Rain jamás te lo perdonará.

Con diversión, Luna observó como Rain se cruzaba de brazos y negaba hacia Sam, dándole toda la razón.

A mitad de la preparación de la comida, y mientras Sam se movió de un lado a otro por los ingredientes, Rain pegó un chillido, asustándolos a ambos.

—¡Sam, Sam! ¡Se te olvidó!

Sam le dirigió una mirada extraña, mientras Luna soltaba una risa al ver a donde señalaba Rain. Así que ella también señaló en la misma dirección.

—Debes estar bromeando.

Luna rió más fuerte, siendo seguida por Rain que solo reía porque ella lo hacía.

Vio a Sam coger el delantal azul cielo con girasoles que tenía colgando de la pared. Por lo general, ella siempre lo usaba cuando iba a cocinar, Rain ya se había acostumbrado a verla llevándolo y quizás pensaba que se trataba de un requisito formal para cocinar.

—¡Sam, delantal! —volvió a chillar Rain—. Luna lo usa.

—Venga —animó Luna sonriendo—, seguro que el azul te queda bien.

—Me va más el verde pasto —confirmó Sam, colocándose el delantal—. Pero tengo que admitir que me veo muy bien.

Rain aplaudió y colocó toda su atención en imitar los movimientos de Sam con sus juguetes de cocina. Luna levantó dos dedos hacia su amigo, confirmando lo que dijo.

Entre bromas y casi ataques de nervios al ver a Sam manipulando sus utensilios de cocina, la cena estuvo lista, para suerte de todos porque ya tenían hambre.

Rain le dio el visto bueno y Luna tenía que admitir que Sam si sabía cocinar, aunque estaba segura que su lasaña era la mejor aún así podía permitirle cocinar de nuevo.

—Me compraré un delantal para la próxima —le dijo Sam con una sonrisa, luego de acostar a Rain—. Para que así tu uses el tuyo y seas mi asistente.

—¿Por qué tan seguro que habrá una segunda vez? —bromeó—. Rain pudo haber caído ante tu lasaña, pero yo no soy tan fácil de convencer.

—Tu tan solo pídeme lo que quieras y yo te lo daré.

Luna tuvo que desviar la mirada y respirar profundamente para así evitar hacer alguna tontería. Siguió caminando junto a Sam hasta abrir la puerta de su casa.

No iba a responder a eso.

Es por ello que se quedaron unos momentos en silencio, Sam ya estaba un paso fuera de su casa, pero aún así estaba sonriendo hacia ella.

—Me gusta estar contigo, Luna.

Y Luna sintió como su corazón se aceleraba como nunca, era una extraña conexión la que sentía con Sam y no podía evitar pensar que se trataba de algo que estaba mal.

Aún así, con todos esos sentimientos contradictorios dentro de si, no pudo evitar responder:

—A mi también me gusta estar contigo, Sam.

Buenaaaaaaas, gente.

He vuelto de mi hiatus, algo tarde porque volveré a desaparecer debido a mis clases, .

No hay excusa, solo tenía flojera (:

¿Pueden creer que este es el capítulo cinco y ya Luna admitió que Sam le gusta? Nah, Flash se queda pendejo ante esta velocidad.

Bien, saben que pueden decirme si les gustó el capítulo y que sensaciones tienen para los que siguen.

En fin, tengo que buscarle un nombre al ship de Sam y Luna, se aceptan sugerencias.

Espero les haya gustado el capítulo.

Valoren mi esfuerzo votando y/o comentando.

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