ooi. tranquilidad

⌜ ooi

capítulo uno ⌟

⤹ ❴ TRANQUILIDAD ❵ ⤸

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Bien, aunque su independencia comenzó muy temprano, Luna jamás había sido una chica de mañanas.

Y ese día no era la excepción.

La alarma que programó para las seis de la mañana, una hora que le daría tiempo de sobra para prepararse ella y a su hermano, jamás sonó. En cambio, se levantó por simple obra de su cuerpo, quizás previniendo que iba a llegar tarde, a las siete de la mañana.

Luego de eso, levantar a Rain que, al igual que ella, no era muy madrugador, fue toda una travesía porque se acostó tarde ya que Seth los había ido a visitar solo para jugar con él.

Y aunque empezaba a amar al hijo menor de Sue Clearwater, esta vez lo quería un poco menos por hacer que su hermano se durmiera tarde.

Cuando por fin logró que Rain se despertara, diera un baño y vistiera correctamente, ya habían pasado más de treinta minutos y a penas pudo hacerle un sándwich cuando los golpes en la puerta la interrumpieron.

Estaba saltando de un lado para el otro, buscando su zapato perdido por lo que fue tarea de Rain abrir la puerta, contrario a todos sus gritos sobre lo peligroso que era poder abrirle a una persona desconocida.

—¡Seth! ¡Tarde, tarde, tarde!

Luna bufó, algo divertida porque su hermano le repitió a Seth lo que ella había estado diciendo desde que se despertó.

—Si, amiguito, es tarde —escuchó la voz de Sue—. ¿Donde está tu hermana?

No pudo escuchar una respuesta de su hermano, por lo que supuso que le había señalado donde estaba.

Encontró su zapato debajo del sofá, lo cogió y se levantó para poder ponérselo. Sue le sonrió con tranquilidad y un brillo divertido en su mirada.

—¿Un primer día estresante?

—Ni lo menciones —rió—. ¡Estoy lista! ¡Rain, ven acá!

Su hermano se acercó saltando hacia ella, imitando las acciones que hizo cuando estaba buscando su zapato. Rain hacía esas pequeñas acciones que le daban bastante ternura y que lograba hacer reír a las personas, como a Sue en ese momento.

—Tengo que ir a clases —le dijo, abotonándole la camisa—. Vas a quedarte con Sue, ¿está bien? —Rain asintió—. Pórtate bien, ¿vale? O si no, no te compraré la figura de acción de Batman que tanto quieres.

Rain asintió más de quince veces en un lapso de tres segundos, por un momento Luna temió que se hiciera daño, pero luego le dio una sonrisa y le acercó a Sue el bolso que contenía algunas cosas de su hermano para pasar el día.

—Muchas gracias por hacer esto, Sue. En serio no se que haría si usted no cuidara a Rain.

—No te preocupes, Luna, lo hago con todo cariño.

Luna respiró aliviada, cerrando la puerta de su casa. Le dio una sonrisa a Seth cuando lo vio, pero quedó sorprendida al ver un pequeño auto gris estacionado al frente.

Dentro del auto, pudo divisar a una chica de piel rojiza y largo cabello negro, era hermosa. Y aunque no pudo visualizar bien al conductor, notó que era un chico.

—Leah y Sam nos llevarán —le indicó Seth, tomándola del brazo—. Espero no te importe, es que vamos un poquito tarde.

—No, no...

—Leah es mi hija mayor —explicó Sue con calma—. Le he hablado de ti y está contenta por conocerte. Sam es su pareja, no tiene problemas con llevarte.

A Luna no le dio tiempo de responder, puesto que Rain le dio un último abrazo y se alejo con Sue, mientras Seth la jalaba por la mano y la llevaba a rastras hasta el auto.

No podía con la vergüenza de entrar a un auto con dos desconocidos, los cuales le estaban haciendo un enorme favor y ella solo los estaba retrasando.

—Hola.

Su tímido salido fue respondido por un bajo «hola» de Sam y una sonrisa de Leah.

—Hola, Luna. Soy Leah, la hija mayor de Sue, de seguro estaremos en la misma clase.

Leah dio media vuelta en el asiento delantero del auto, justo cuando Sam arrancó, y le tendió la mano. No dudó mucho en estrecharla, si ella era igual a su madre, estaba segura que iba a caerle bastante bien.

—Él es Sam, mi novio —señaló al chico que conducía—. Sam, Luna, como ha dicho mi madre, es nueva en la reserva.

A través del retrovisor, Sam le dio un asentimiento de cabeza. Le sonrió, no le parecía un chico de muchas palabras, mucho menos si lo comparaba con Seth, que no había parado de parlotear a su lado en todo el camino al Instituto.

—Luna —la llamó Leah, interrumpiendo a Seth—, me han dicho que estás buscando trabajo, ¿no?

Asintió, con las mejillas sonrojadas. Debía dejar a un lado su timidez.

—Sí. Necesito uno para cubrir los gastos de la casa.

Sam volvió a dirigirle una mirada a través del retrovisor, una que le hizo contener la respiración de pronto. No sabía porque tenía esa especie de sentimiento de nervios ante su mirada, cree que se debía más que todo a que él parecía juzgarla.

—Escuché que hay una cafetería que está buscando empleados —dijo Sam, deteniendo el auto.

Luna no lo había notado, pero ya estaban frente a la preparatoria. Sintió sus manos sudar al ver a la multitud de personas fuera, lo bueno era que no habían llegado por completo tarde.

—Es nueva, están buscando desde camareras hasta registradoras. Podrías probar tu suerte.

Le sonrió.

—Sí, nada pierdo con intentar. Gracias, Sam.

Le dio una última sonrisa antes de bajarse del auto, Seth seguía parloteandole hasta que vio a lo lejos a sus amigos, le dio un beso en la mejilla y corrió hacia ellos.

Tuvo que esperar, de manera incómoda, unos minutos a que Leah y Sam se dieran un largo beso antes que el chico se alejara con sus amigos.

—Un gusto conocerte, Luna —dijo él, antes de alejarse.

No le respondió, Leah le sonrió.

—Vamos, te acompaño a secretaría. Tienes que buscar tu horario y esas cosas, de seguro vamos a estar juntas en las mismas clases.

Asintió. Para juzgar a Sam, lo justo era decir que ella tampoco era alguien de muchas palabras.

Leah le hablaba mientras caminaban en dirección a la secretaría. Se sentía bastante bien a su lado, había pasado mucho tiempo desde que tuvo una amiga, las pocas que tuvo en su anterior ciudad la habían abandonado justo en el momento en que dejó la escuela.

Aunque la palabra «dejar» estaba mal dicha. Si hubiese sido por ella no habría abandonado sus estudios, fue obligada a hacerlo; pero no se arrepentía. Cuidar a Rain, a su pequeño rayo de sol era lo mejor que le ha pasado.

—¿Tenemos las mismas clases? —preguntó.

Le pasó el horario a Leah y ella le sonrió mientras asentía.

—Eso es bueno, estaría perdida sin ti.

—Ni lo creas, sin mi se que Seth te habría acompañado a todos lados, aunque eso significara llegar tarde a sus propias clases.

Negó.

—No lo habría permitido, aunque lo tuviera que llevar de la manita a su aula.

Leah rió su chiste.

—Tú, Luna Blake, y yo nos vamos a llevar bastante bien.

Y en serio Luna esperaba que eso fuera verdad.

Entre preguntas banales y temas generales que servían para conocerse más, Leah y ella caminaron hasta su aula de clase.

Luna tenía que admitir que había extrañado la escuela, en serio quería graduarse y darle una vida maravillosa a Rain. El primer paso había sido alejarse de Detroit y de las deudas de su padre para vivir en Forks, el segundo sería seguir estudiando y conseguir un trabajo para mantener su vida con un poco de estabilidad.

Sus primeras dos clases (Química e Historia) pasaron con bastante rapidez. Y le alegraba estar con Leah, la cual la dirigía por todo el instituto con una sonrisa.

—¿Y que te trajo a Forks?

La pregunta de Leah la descolocó un momento mientras se sentaba en una silla de la cafetería.

—Detroit no es un buen lugar para criar a un niño.

Sonrió e hizo un movimiento chistoso con la cabeza tratando de quitarle seriedad al asunto. Lo consiguió, ya que Leah empezó a hablarle de otra cosa.

Fue un alivio para ella, no quería comentar las verdaderas razones que la trajeron a Forks. Era bastante humillante, esas razones fueron las que la llevaron a abandonar Detroit porque nadie dejaba de señalarla con el dedo, todos conocían su historia allá; en cambio, en ese pequeño pueblo era una total desconocida.

Y le gustaba eso.

—Hey, Leah, ¿quién es tu amiga?

Un chico pelirrojo se sentó a su lado, pasándole un brazo por el hombro. Luna se tensó, su corazón comenzó a palpitar de manera acelerada y sus manos a sudar. No le gustaba eso.

—Si no le quitas las manos de encima te juro que te patearé el trasero.

El chico no le hizo caso, tan solo se burló de Leah. Luna no podía hablar, esa mano fría en su hombro y el que la tocaran sin su consentimiento no le traía ningún bien recuerdo.

—No me toques —murmuró.

Fue tan bajo que pareció que nadie la había escuchado. Se removió, incómoda, y trató de quitar la mano de aquel chico de su hombro. Algo inútil, ya que él la clavó ahí con fuerza y continuó hablando.

Podía escuchar las amenazas de Leah hacia el chico, Luna seguía tratando de alejarlo; pero nada de eso funcionaba.

—¡Sueltame de una...!

No pudo terminar su frase cuando vio que la mano se había apartado de su hombro y el chico yacía en el suelo. La silla en la que había estado sentado se encontraba a su lado, volteada.

—No la toques.

Luna se dio cuenta que había sido Sam el que tiró a ese molesto chico de la silla. Lo vio agachado a su lado, le dio un golpe en la frente, caminó hasta coger la silla y acomodarla para volver a sentarse.

—Creo que ya no volverá a molestarte —escuchó decir a Sam.

Sintió esas palabras como una burla, pero Luna no sabía si reír ante ella. Sam estaba completamente serio, veía con molestia al chico pelirrojo (que ya se había levantado del suelo e ido con sus amigos) y su tono de voz solo denotaba seriedad.

Luna no podía entender como alguien de diecinueve años podía ser tan serio.

—Gracias, Sam.

Podía escuchar como Leah le hablaba, mencionaba algo sobre algunos idiotas que estudiaban ahí. No la escuchó, su mirada se encontraba atrapada con la de Sam, había notado una leve sonrisa entre sus labios, fue casi imperceptible y bastante rápida.

Con las mejillas sonrojadas, Luna volvió a prestar atención a su amiga.

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El día había sido normal. Tenía que decir que fue gracias a Leah por la cual se le había sido tan llevadero.

—¿Crees que me contraten? —le preguntó a su nueva amiga. Leah asintió.

—Claro —dijo ella—. Café y una chica bonita. Creeme, yo iría ahí todos los días.

Luna sonrió con gracia.

—Me parece bien, si dejas buena propina.

El último timbre del día sonó, aquel que anunciaba el término de las clases. Luna recogió sus cosas y salió junto a Leah del Instituto.

—Hey, Lunita.

Luna se detuvo al escuchar su nombre. Jacob Black estaba delante de ella con una enorme sonrisa y junto a dos chicos más, uno de ellos tenía el cabello tan largo como él.

—Hola, Leah —saludó Jacob con rapidez, para voltearse a ella nuevamente—. ¿Cómo te ha ido en tu primer día? Estuve buscándote, quería darte el recorrido yo mismo.

A su lado, se escuchó una risa burlona de Leah.

—No debías molestarte, Jacob —sonrió—. Ya has hecho mucho por mi, con la cena de ayer fue más que suficiente.

Esas palabras parecieron captar más la atención de los dos chicos al lado de Jacob.

—Eh, ella es la nueva chica de la reserva, ¿no? —preguntó uno—. Jacob no ha querido llevarnos a conocerte, parecía que quería mantenerte en secreto —se burló. Jacob le dio un empujón—. Soy Quil Ateara.

—Embry Call —se presentó el otro chico.

—¿Hueles eso, Luna? —la interrumpió Leah, con mirada confusa.

Luna negó. Leah aspiró profundamente y le dirigió a Jacob y sus amigos una mirada burlona.

—Es el olor a pubertos. Nos vemos, chicos, adiós.

Jacob miró molesto a Leah, y a Luna solo le dio tiempo de susurrarle un bajo «perdón» antes de que su amiga la jalara para acercarse a Sam y Seth, los cuales las estaban esperando.

—Eso fue cruel —le comentó.

Leah solo se encogió de hombros.

—Creeme, es mejor romperles el corazón ahora, ante de darles falsas ilusiones.

Y con eso, Leah le soltó el brazo y se acercó a Sam para dejarle un corto beso. Luna miró incómoda a Seth, que tampoco parecía muy feliz.

—¿Vendrás a mi casa? Mamá dijo que podías venir para que Rain y yo jugáramos un rato con mis videojuegos.

—Ay, no podré hoy, Seth, lo siento. Tengo que ir al centro a buscar un trabajo.

—No puedes ir sola —dijo Leah, luego de separarse de Sam—. No conoces el pueblo.

—Se cuidarme yo solita, Lee.

Leah rodó los ojos.

—No es por eso, Luna. Yo tengo que hacer unas cosas con papá, pero creo que Sam puede llevarte.

Luna miró directamente a Sam, que parecía sorprendido por el ofrecimiento de Leah.

—¡Yo puedo acompañarla! —saltó Seth—. Conozco todo el pueblo.

—La tienda de historietas no cuenta como todo el pueblo, Seth —bromeó Sam, para luego mirarla—. Yo puedo llevarte, Luna.

—Gracias.

Tres.

Tres veces le ha agradecido a Sam el día de hoy. La primera fue que le recomendó un lugar para trabajar; la segunda fue cuando le quitó al chico de encima y ahora, le estaba agradeciendo por llevarla al pueblo, a pesar de que fue idea de Leah.

Rápidamente se despidieron de Leah y Seth, y Luna, tan penosa como ella misma, caminó detrás de Sam en silencio. No era mucho de hablar con personas que acababa de conocer, y al parecer Uley no era alguien de muchas palabras.

—¿Qué haces?

Luna frunció el ceño.

—Intento subirme al auto.

—¿Viene alguien más con nosotros?

—¿No?

Bien, Luna no estaba entendiendo a donde iba Sam con eso.

—Luna, no seas boba, súbete de copiloto.

—No se si...

Al parecer estaba colmando la poca paciencia que poseía Sam, ya que éste rodó los ojos, rodeó el auto y se acercó a ella para abrirle la puerta.

—No fue tan difícil, ¿o sí?

—No eres chistoso, Sam.

Sam no le respondió, sino hasta que estuvo sentado en el asiento del conductor.

—Crees eso porque aún no me conoces, Luna.

Sonrió y Sam arrancó el auto.

Resultaba que Sam no era tan serio como pensaba. Tenía un sentido del humor bastante selectivo pero admitía que le agradaba. El viaje en auto con él fue ligero y aunque no hablaron mucho, solo cosas triviales para conocerse más, les sirvió para relajar el ambiente entre ellos.

Luna le contó de su hermano menor, de su madre y de lo feliz que estaba por haber decidido ir a Forks, mientras que Sam le habló un poco de su infancia, de su relación con Leah y de sus amigos.

—Llegamos —anunció Sam, mientras se estacionaba frente a una cafetería—. Es nueva. ¡Suerte, Luna!

Luna sonrió nerviosa, mientras alzaba sus dos pulgares hacia Sam. Salió del auto y con una  última exhalación, entró a la cafetería.

Después de treinta minutos y que la dueña del lugar la mirada de arriba abajo juzgándola con la vista, no le dieron el trabajo porque «no era lo que estaban buscando».

Sam y ella se estuvieron quejando fuera de la cafetería por diez minutos más, hasta que decidieron que no iban a irse de Port Ángeles sin que ella consiguiera un trabajo.

Estuvieron yendo de cafeterías a tiendas de ropa hasta bares locales. Nada, todos siempre colocaban excusas, desde que era muy joven hasta que necesitaban a alguien con más experiencia.

Esa última siempre la hacía enfadar, ¿cómo esperaban que consiguiera experiencia si nadie le daba la oportunidad?

—Bien —dijo Sam, apoyándose en su auto—, éste es el último lugar.

Luna suspiró cansada y vio la tienda de videojuegos frente a ella, tenía un nombre raro «Techno Rex».

—Vamos, Luna —animó Sam—. Entra, de seguro lo conseguirás.

—Ese discurso perdió valor después de la quinta tienda, Sam.

Su amigo rió.

—Si consigues este trabajo, tendrás descuento de trabajador y podrás comprarle una consola de videojuegos a Rain.

—Sabes, eso si me anima.

Con una última palmada de Sam en su espalda, Luna cogió aire y con toda la confianza del mundo entro a la tienda de videojuegos, dispuesta a salir de ahí con un trabajo.

Y así fue.

Salió de la tienda con una enorme sonrisa en su cara. Estaba contenta, emocionada porque había conseguido el trabajo, después de más de cuatro horas buscando uno.

La alegría rebosaba su cuerpo, estaba exaltante de energía. Vio a Sam apoyado en el auto, esperando su salida, y no evitó correr hacía él con emoción.

—¡Me lo dieron! —gritó, abrazándolo—. ¡Estoy contratada!

Solo le bastaron cinco segundos, y ver sus profundos ojos negros, a Luna para entender lo que estaba haciendo.

Se separó rápidamente de Sam, dando grandes pasos hacia atrás. Comenzó a murmurar disculpas en su dirección, eso había sido demasiado embarazoso.

Sam, en cambio, tenía una pequeña sonrisa en sus labios.

—Te fue bien, ¿no?

Asintió, con las mejillas encendidas en un tono rojizo. Deseando que él pudiera olvidar ese arrebato de emoción, y confianza, por parte de ella.

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Luna terminó ese día escuchando la historia de Rain y como el señor Billy lo había ido a visitar a casa de Sue Clearwater para contarle las maravillosas leyendas de la tribu quileute. Poco entendió de ellas, pero su hermano se encontraba maravillado por eso.

Había conseguido trabajo, le gustaba volver a clases y tenía una amiga. Ella en serio iba a caer enamorada de la vida en Forks.

Luna se metió esa noche en la cama, con una sonrisa que no podía borrarse ni aunque lo intentara. Cuando sus ojos se cerraron, terminó soñando con unos brillantes y profundos ojos negros.


Pequeña aclaración que esto es pre crepúsculo, es decir que Sam aún no se ha transformado.

Ay, no saben como me da ternura Rain. Es mi primer oc de menos de 10 años, y me encuentro fascinada con él.

Y desde ya les digo que siento bastante pena por Leah, me está costando escribir los capítulos siguientes porque se que va a sufrir mi bebé ):

Espero que les esté gustando la historia <3

Valoren mi esfuerzo votando y/o comentando✨

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