Primer día.
Desde pequeña, mis sentimientos eran extremadamente explosivos, en momentos la felicidad y el amor no existían dentro de mi, luego bombeaba por todo mi ser.
Siempre tuve una gran bipolaridad, cosa que no me molestaba en absoluto.
Era gustoso sentir tantas emociones y luego estar tan vacía.
Más eso alejaba a mis seres queridos poco a poco.
Yo no era suficiente para ellos, jamás pudieron conmigo.
O tal vez ellos no eran suficientes para mi, estaba destinada al cambio tan brusco que mi vida tomó.
Gracias a mi reciente broma a antiguos compañeros de clases, obtuve mi duodécima expulsión, esta vez, definitivamente.
No me molestó la idea, hasta que dieron a conocer mi siguiente parada en la vida.
Sería internada, mis padres habían tomado esa decisión, según ellos, es hora de acabar con mis rebeldías de una buena vez.
Gracias a mi carácter, jamás fui la hija favorita.
Y eso me lo recordaban a cada segundo.
Tomé una postura diferente para así estar cómoda, actualmente me encuentro viajando en auto junto a mis hermanas y mi madre, la cuál había decidido dejarme personalmente en mi nuevo hogar.
Bufé al escucharlos hablando del tema muy cómodamente.
— Estoy segura de que al fin encontrará su lugar allí. — ella rompió el silencio, mis hermanas asintieron con unas sonrisas malvadas en sus rostros.
— Sí, esa escuela es especial para gente como ella. — opino una.
— En unos meses podremos notar el cambio. — le siguió la otra y rodé los ojos.
— Es bueno para nosotros también, nos daremos un descans-
—— Los odio. — apoyé la cabeza en mi mano mientras miraba ausente por la ventana.
— No te enojes mi amor — Mi progenitora habló con dulzura.
— Mi amor una mierda. — Escupí haciendo contacto visual con ella, quién se había girado en su aciento para dedicarme una sonrisa más falsa que su nariz.
— Ves mamá, deben educarla cómo se debe.
Rode los ojos ante la irritante voz de mi hermana, siempre metiendose donde no la llaman al igual que la otra.
Intenté envenenarla en varias ocasiones, pero siempre se salva, así que tuve que rendirme con mi idea asesina.
— Oh, puedo ver el edificio a la distancia.
— Aver — mi otra hermana miro atravéz de la ventana.
Yo solo desvié la vista hacia mis sudorosas manos y pasé saliva.
Al estacionarnos, mi madre hizo bajar a mis hermanas mayores primero y luego yo.
Miré el gran edificio de más de cinco pisos tintado de colores demasiado alegres y vibrantes para mí sombría personalidad.
En las puertas un señor muy bien parecido, de descendencia asiática nos recibió con una sonrisa, intercambiamos palabras y nos reveló el paradero de la directora, al estar a varios pasos del lugar, una chica salió furiosa de su oficina dando un portazo y golpeando mi hombro en el trayecto.
Mire hacia atrás, era una pelirroja de baja estatura.
Importándome una mierda el estado de la chica o el respeto, entré sin llamar a la puerta.
Un fuerte escalofrío recorrió todo mi cuerpo, una mirada filosa me recibió, inmediatamente le devolví una peor.
Una dama exageradamente alta, no bastandole eso, usaba tacones, naturalmente rubia y notablemente pasaba los cuarenta, me recibió con una sonrisa que no me convencía para nada.
—— Bienvenida, tú debes ser la señorita Katerine Everglot.
— La misma.
En ese momento mi madre entro y se disculpó por mi comportamiento.
— No sé preocupe, es interesante la chica — respondió.
— Yo no trato mal a las personas para que piensen que soy interesante. — le corregí a mí madre.
—— ¿Y porque tratas mal a las personas? — se acomodyo en su lugar mientras escaneaba cada detalle de mi rostro y mi vacía expresión.
— Para que se alejen de mi — me encoji de hombros.
—— ¿Puede asignarle una compañera con un carácter igual de fuerte? Creo que de no ser así se suicidaría teniendo a mi hija a su lado. — Intervino mi madre preocupada, asentí dándole toda la razón.
—— Al contrario señora, una chica con características contrarias es la más indicada.
— Pobre chica... — susurró mi hermana.
— Confío en usted.
Resoplé, ahora tendría a una niñata tocando los cojones.
Unos pequeños toquecitos interrumpieron la conversación entre las mayores de la habitación, luego se introdujo una pequeña chica, de cabellos rubios, ojos claros, su ropa me causaba alergia, demasiado rosa en una sola persona.
— Kat, ella es Laia Walker, tu nueva roomie.
La miré de arriba a abajo, ella sonrió— Un gusto, espero que seamos buenas amigas — un tono de voz exageradamente agudo y tierno a la vez, asco.
— Hola, el gusto es solo tuyo, no lo comparto.
— Sip, nos llevaremos muy bien. — dijo ensanchando su sonrisa.
Luego del cansino papeleo, le encargaron a Laia alias rosita fresita mostrarme toda la escuela, me despedí fríamente de mis familiares y al fin pude ser libre, ya no los tendría a ellos juzgando cada detalle de mi existencia.
Laia me tomó del brazo y olfatee un poco su perfume, muy dulce— Me repugna tu holor.
— Ops, toda la habitación huele así, tendremos que abrir las ventanas entonces.
— Mierda si. — forme una mueca de desagrado.
Sentía todas las miradas sobre mí, suspiré incómoda, la misma pelirroja de antes se me acercó en ese momento.
— ¿Tu eres la nueva? Esperaba alguien más bonita, tienes cara de muerta.
Todos los presentes dejaron de hablar para prestarle atención a la escena.
— No hagas caso, está dolida porque la cambiaron de cuarto por ser un escalafón más bajo que tú. — habló la tierna Laia a mi lado.
— ¿Perdón? — puso exageradamente una mano en su pecho — ¿Y tú qué? ¿No sabes defenderte o eres muda? — dijo y me empujó con cierto asco, tentándome a clavar tornillos en sus claros ojos.
Ella sonrió. — Ya tengo grabada muy bien tu cara — murmuré mirándola fijamente, sin pestañear.
Laia habló — Vino aquí de traslado, nunca ha estado más de medio año en ninguna escuela y su última expulsión, tuvo que ver con el incidente, encontraron a una de las abusadoras de su escuela con el rostro degollado.
— ¿Cómo? — escuché a la pelirroja cuestionar.
—— Kat aceptó frente a todos los de seguridad que había sido ella la agresora, más ellos nunca encontraron pruebas concretas que pudieran inculparla, atribuyeron que fue una broma de mal gusto y la sancionaron por tomarse a juego un caso tan serio.
La chica retrocedió unos pasos y miré a la rubia a mi lado.
—— ¿Cómo sabes eso? — La miré.
Se encogió de hombros — Contactos, es una de las ventajas de tener la amistad de la directora.
— Quiero dormir, pero no lo haré porque me gusta la cara de muerta que me ocasiona la falta de sueño, también me gustan mucho degolladas — dije empujando el hombro de vuelta a la pelirroja.
Al tener distancia de aquella descerebrada miré a Laia confusa.
— ¿De dónde sacaste esa historia?
Ella sonrió — De eso se trataba el último anime que ví, se llama tijereteando.
—— Vale, me gustó ver su rostro contraerse del miedo, amo esas expresiones. — admití.
— Gracias, ahora, ella es una envidiosa, ni le hagas caso. — dijo mientras subimos las escaleras. — Primero te llevaré a nuestra habitación.
Asentí, caminaba tranquila hasta que ví a lo lejos a un chico en los casilleros arrecostado , este al igual que yo tenía pinta de no dormir la noche anterior, sus dos brazos estaban cubiertos con algunos tatuajes junto a una frase en su cuello, fumaba tranquilamente hasta que su mirada se cruzó con la mía, yo solo aparté la vista— ¿Quién es?
— ¿Quién? ¿El de los ojos claros?
— El que fuma.
Ella lo buscó con la mirada— Ah... Ese es Jungkook, es un antisocial, no te fijes en el.
— No iba a hacerlo.
— Pero tampoco te fijes en ese de ahí — me señaló al chico que se le acercaba a hablar al tal jungkook, un chico de estatura media, ojos claros y cabellera totalmente azabache, inegablemente lucía atractivo, pero ese tipo de personas no suelen ser de mi tipo. — Su nombre es Taehyung, es el muchacho más codiciado de la escuela, entiendo si llama tu atención, pero debes saber que él solo usa las mujeres para tener relaciones sexuales y luego de eso, le da amnesia y no las reconoce.
— ¿Hay una persona normal en esta escuela?
— Esta no es una escuela para gente normal, Kat.
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