Capítulo 9
No.
No podía gritar.
Si gritaba la situación se agravaría.
Cielo santo, pero no podía soportar más aquella mano que parecía querer llevarla a las profundidades del infierno. Estaba asqueada, aterrorizada, a punto de perder la consciencia, no sin antes vomitar de repugnancia.
Tenía que detenerlo... Tenía que...
–Eh... ¿Boss? ¿No tiene apetito?– la voz de Chicano, por fortuna, detuvo las caricias de aquel detestable y temeroso hombre. Ese había sido el objetivo y él suspiró al ver que lo había logrado.
Lundgren lo miró, pareció enfadarse por la interrupción.
–¿Cómo dices?–
Ariana apretó los dientes y casi cayó al suelo aliviada pero atemorizada al mismo tiempo solo de pensar que ese viejo asqueroso pudiera volver a ponerle las manos encima. De cualquier modo agradeció mentalmente el hecho de que interrumpiera el toqueteo con aquella pregunta.
–Digo que...– León se aclaró la garganta. Acomodó su chaqueta luego de que los hombretones lo hubiesen liberado. –Que Catherine puede prepararle un exquisito banquete para la comida. Usted ha viajado durante muchas horas y seguro está hambriento–
–Pues...– el jefe ruso pareció dudar y llevó la mano que había estado recorriendo la piel de Ariana a su propio estómago, el cual gruñó. No era un secreto que le encantaba la comida y disfrutaba de ella como nadie más ahí. –El ofrecimiento suena tentador...– se lo pensó un poco más. Sin duda alguna prefería saciar el apetito culinario y dejar en segundo plano el apetito sexual, al menos de momento. –De acuerdo... Ve a cocinar, sí. Estoy cansado de la mierda que normalmente estos inútiles cocinan para mí. Acompáñala, Vélez– ordenó a León. –Seguiremos discutiendo sobre tu preciosa cocinera después de que me haya preparado el almuerzo–
Los dos se dirigieron entonces al interior de la gran mansión. Permanecieron en silencio mientras eran dirigidos a la sofisticada cocina.
El hombre que los había acompañado le entregó a León lo que parecía ser un radio y después se marchó. Una vez que estuvieron solos lo primero que Ariana hizo fue lanzarse contra él exigiendo furiosa y aterrorizada una explicación.
–¡¿Qué demonios es esto?!– susurró pero su tono de voz fue completamente de ira. –¡¿En dónde estamos?! ¡¿Por qué me trajeron aquí?!–
–¡Shhhh! ¡Baja la voz!– le exigió León en el mismo tono. Se inclinó para poder mirarla con fijeza. La diferencia de estaturas siempre estaba ahí, presente en medio de ambos. Con sus fuertes brazos él intentó hacer que se calmara. –Tranquila, tranquilízate, te lo explicaré pero necesito que mantengas la calma–
–No me pidas que mantenga la calma– negó Ariana renuentemente. –¡No me pidas eso! ¡¿Quiénes son esas personas de allá afuera?! ¡¿Qué es lo que quieren?! ¡¿Por qué estamos aquí con ellos?! ¡¿Chicano, qué está pasando?!–
–¡Joder, silencio!– le exigió el moreno. –Ya basta, Ariana. Te van a escuchar. Cierra la boca y no vuelvas a llamarme Chicano de nuevo. Aquí me llamo Vélez, ¿queda claro? Vélez–
Ella tembló.
–¿Ese... ese es tu nombre real?– cuestionó con la voz en un hilo. –¿Vélez?–
Lo vio negar.
–Estoy aquí de encubierto con un nombre falso– respondió y sin embargo no le dijo cómo se llamaba realmente. Seguía con la misma incógnita y casi no pudo creerse que a pesar de las circunstancias todavía estuviese pensando en esa estupidez. En ese momento lo último que debía importarle era el nombre de ese hombre.
Negó consternada. Nada le quedaba claro todavía.
–¿Có...cómo que encubierto? ¡Te exijo que me lo expliques todo ya mismo!–
León perdió de poco la paciencia. Se acercó a ella sujetándola de los hombros, provocando que no pudiese ver nada más que no fuera él. Bajó su rostro a unos cuantos centímetros del suyo para hablar y que lo entendiera.
–Necesito que escuches, y que escuches con atención– de igual modo él susurraba contra su oído pero su voz era firme y apremiante. –¿Cómo llegaste hasta este lugar? No tengo ni puta idea. Se confundieron, o qué sé yo, pero te has metido en un buen lío por el simple hecho de estar aquí. Estamos rodeados de cámaras y micrófonos ocultos, lo sé por los cables que vi conectados en algunas de las paredes. Si quieres salir viva de aquí, deberás cerrar la boca y hacer todo lo que te diga–
–Pe...pero... ¿Pero quiénes son ellos?–
–Son criminales de la peor calaña. Son unos hijos de puta capaces de cualquier atrocidad, y no dudarán en volarnos los sesos a ti y a mí si nos descubren–
El terror en Ariana incrementó. Abrió sus bonitos ojos marrones. Ella negó llena de angustia deseando desesperadamente que todo fuera una pesadilla, que terminara pronto y pudiese despertar para continuar con su vida normal, junto a Gianna, en el Moonlight... ¡Oh, santo cielo! ¡¿Qué era aquello?!
Angustiada y todavía desconcertada empujó al moreno consiguiendo que la soltara.
–¿Cómo puedo saber que no eres uno de ellos? ¡No te conozco!–
Las facciones de León se endurecieron con enfado. La miró bastante enojado, incluso ofendido. Volvió a sujetarla esta vez utilizando un poco más de fuerza sin pretenderlo. De nuevo bajó el volumen de su voz.
–Porque no lo soy, y te guste o no vas a tener que confiar en mí si no quieres morir–
–Pues no confío en ti. No sé quién eres, no sé por qué me has traído aquí, no sé qué es lo que quieres–
León negó.
–Creo que ya he dejado en claro que no sé por qué mierda te han traído si se suponía que sólo debían interceptarme a mí. Te dije que te fueras, ¿te lo dije o no te lo dije?– la vio asentir. –No entiendo qué demonios fue lo que salió mal, o por qué decidieron traerte, pero el punto es que estás aquí y ya no puedes escapar. Y si crees que yo soy una amenaza, no te imaginas la fiesta que se montarían estos cabrones contigo. Ellos no tienen escrúpulos, así que joder, no me compares con esos pedazos de escoria–
Ariana sabía que decía la verdad. Genial. Maravillosa noticia. Chicano no era un cruel criminal. ¿Pero eso de qué le servía? Su vida seguía estando en peligro.
Lágrimas de miedo inundaron sus pupilas pero cerró los ojos para detenerlas. Su orgullo no le permitía llorar en aquel momento por más justificado que esto fuera.
–Ahora, tienes que grabarte bien esto... Te contraté para ser la cocinera de este sujeto. Te pagaré dos mil dólares por trabajar todo el fin de semana. No lo conoces, jamás habías oído hablar de él, y tampoco te importa. No has preguntado ni pedido detalles porque no te interesan. Tu trabajo aquí es cocinar y ya es todo. Voy a separarme y tienes que asentir con la cabeza si me has entendido...–
La vio asentir y se alejó.
Cerró los ojos consternado y se giró un segundo para darle la espalda.
Todo se había ido a la mierda. Absolutamente todo.
A partir de ese instante sólo iba a poder pensar en una sola cosa... Y eso era en sacar a la castaña de ahí, y sacarla cuanto antes, pero la pregunta continuó atormentándolo. ¿Cómo? ¿Cómo lo lograría?
Necesitaba tiempo para idear un nuevo plan.
>¡Joder! ¡Joder! ¡Joder!<
¿Por qué todo se había complicado de aquella manera? ¡Mierda! ¡¿Por qué?!
Él se habría enfrentado a tal situación con agilidad e inteligencia, habría sido hábil veloz, inteligente, y sobre todo sin miedo. Pero maldita fuera, ahora se sentía tremendamente asustado. Lo llenaba de terror pensar en el daño que podían hacerle a Ariana.
Ella se acercó a él, específicamente a su oído.
–¿Qué haremos?– el temblor en su voz le hizo añicos el pecho a León.
De nuevo sus ojos verdes quedaron fijos en la hermosura de sus marrones.
Aquel era el mismo cuestionamiento que se estaba haciendo. No podía permitir que la tocaran. ¡Infiernos! Sentía que moriría si la tocaban.
Exhaló.
–Déjamelo a mí y te prometo que todo estará bien. Por ahora... tenemos que cocinar algo gourmet para el gran Boss o de otro modo sospechará que mentimos–
–Pero... yo no sé cocinar nada gourmet– una preocupación más para Ariana. Era buena en la cocina, no podía negarlo, pero no podía ni imaginar cocinando para aquel mafioso ruso, la sopa caliente con croquetas de pescado que solía cocinarle a Gianna, o los hotcakes en forma de Mickey Mouse. –Además no hay nada en esta cocina– abrió el refrigerador y las gavetas, todo estaba vacío. Se sintió de nueva cuenta a punto de llorar.
León por su parte mantuvo la cordura. Tomó el radio que le había sido entregado.
–La cocina está vacía– expresó.
Luego de unos segundos obtuvo respuesta.
–Los alimentos están en el ala oeste de la casa. Sólo tienes que recorrer el sub pasillo hasta el final. Sólo tú puedes entrar. Nadie más–
Soltó otro tenso suspiro luego de guardar el aparato.
–Espérame aquí. Yo traeré todo lo necesario. Sólo necesito que hagas una lista–
Ariana negó aterrada.
–¿Pretendes que me quede aquí sola? ¿Y... y si entra alguno de ellos?–
–Te juro que me daré prisa. No te pasará nada–
La vio tragar saliva y enderezar la espalda. Sabía que todo estaba siendo demasiado duro para ella. Lo lamentó profundamente pero sabía bien que lo peor no había sucedido todavía.
Tomó un trozo de servilleta y el bolígrafo que llevaba en sus pantalones.
–Vamos, escribe. Piensa en alguna cena deliciosa que hayas cocinado antes para alguien y anota ahí lo que necesitarás–
El cerebro de la bailarina estaba funcionando solamente en su cincuenta porciento. Aún así trató de concentrarse. Una comida deliciosa...
Tardó más de lo deseado pero finalmente pudo hacerlo.
Pasta a la boloñesa con albóndigas bañadas en salsa de tómate.
¡Eso era! A su pequeña le encantaba. Incluso la señora Doris había dicho que cocinaba aquel platillo como si fuese una experta en la cocina. Recordar a Gianna y a su vecina hizo que le doliera todo en su interior. Pero en ese momento se dijo que no debía pensar más en ellas o en serio terminaría volviéndose loca. Se preguntó entonces si al tal Boss le agradaría la comida italiana. Esperaba que sí. Rogaba al cielo que así fuera. Con mano temblorosa terminó de anotar los ingredientes y le entregó la servilleta al moreno, pero sus manos entraron en contacto piel con piel. Una descarga eléctrica los recorrió.
Ella alzó su cabeza para mirarlo, él por su parte la inclinó.
Sus miradas conectaron esta vez de manera diferente. Algo indescriptible flotó en el ambiente y ambos fueron conscientes de ello.
León se mantuvo quieto, muy quieto pero no pudo reprimir la oleada de deseo que lo invadió. Un deseo primitivo, porque la chica estaba preciosa con su carita de preocupación y los dos sabían que sólo él podía salvarla de aquel peligro al que se enfrentaban. Se prometió entonces que la sacaría de ahí costara lo que costara, pero también se reprochó el estar pensando en sexo cuando la situación no lo ameritaba.
>Venga, venga, deja de pensar con la verga. Concéntrate en protegerla. Sólo en eso, León. Sólo en eso<
Silencioso, salió de la cocina y cerró la puerta tras de sí. Recorrió el pasillo que le habían mencionado y cuando llegó al final se encontró con la bodega. Al abrirla notó que era una especie de congelador gigante con temperaturas diferentes en distintas zonas. Tomó una canasta y empezó a revisar la lista escrita en la servilleta.
Tenía que ser rápido.
Carne molida, tocino, cebolla, ajo, salsa inglesa, puré de tómate, tómate, hierbas finas, fideos, queso parmesano, comino...
Casi con el corazón en la garganta se dio prisa en regresar.
Corrió por el pasillo mientras volvía a recriminarse una y otra vez el no haberse quedado de ver con esos bastardos al menos dos o tres cuadras más lejos.
Lo hecho, hecho estaba aún así. No podía hacer nada por regresar el tiempo.
Un débil grito femenino de terror estalló entonces haciendo que todas sus alarmas internas se encendieran. El sonido quemó un camino que bajó por su pecho y palpitó en sus venas.
No había sido la televisión. Había sido real, humano y... familiar.
>¡Ariana!< gritó para sus adentros y aceleró el paso.
No tardó ni un instante más en regresar a la cocina. Abrió la puerta y encontró a la castaña arrinconada contra la pared.
El maldito simio que había llegado junto a Lundgren la mantenía acorralada mientras una malévola y lujuriosa sonrisa afeaba aún más su tenebrosa cara.
Se mantuvo sereno aunque en el fondo deseaba ir hasta él y arrancarle la cabeza. Abrió y cerró los puños en un intento de controlar su furia.
–Déjala en paz– no le hubiese gustado sonar tan agresivo pero fue más de lo que pudo manejar.
El alma regresó a Ariana sólo con ver de vuelta a Chicago. Había estado presa de aquel hombretón y también del pánico. Por segunda ocasión en la última hora había estado a nada de desmayarse por causa del terror.
La atención del enorme rubio se movió de ella al recién llegado. Él se le acercó con toda la intención de intimidarlo.
León no cambió su expresión, no movió ni un solo ápice de su ser. Se mantuvo impasible.
–¿Tú quién ser para darme órdenes a Brock?–
Brock. El maldito hijo de perra se llamaba Brock. El moreno lo memorizó.
–Catherine tiene que cocinar para el Boss. Si la comida se retrasa seguro lo haremos enfadar–
El grandote gruñó pero pareció entender su punto. Era evidente que él tampoco deseaba hacer que el jefe se molestara.
Lo miró con cinismo y después a la mujer. Entrecerró sus temibles ojos azules y después la pequeñísima parte inteligente en su cerebro lo convenció de que lo mejor era marcharse. Dio media vuelta y salió.
Sólo entonces la respiración de Ariana volvió a su normalidad aunque le costó un poco recuperarla. Se abrazó a sí misma y movió sus manos de arriba abajo como intentando limpiarse. La sensación de sentirse sucia sólo por el acoso y la mirada de aquel sujeto, no la abandonó.
–¿Qué te hizo ese animal?– la cuestionó León y no pudo evitar mostrar lo alterado que estaba. Dejarla sola había sido un grave error. –¿Estás bien? ¿Te tocó?– deseó revisarla pero el lenguaje corporal femenino le dijo que ni siquiera se acercara. Ella necesitaba su espacio.
–Estoy bien– consiguió responder ella. –Gracias al cielo volviste a tiempo–
–Sí, pero... ¿Te dijo algo?–
–No lo sé– se hundió de hombros todavía aturdida. –Su inglés es muy malo, no entendí ni una palabra–
–Ya– asintió él un poco más calmado. –Tranquila. No voy a dejar que se te acerque de nuevo. Me mantendré a tu lado– lo malo ahí era que si quería mantenerse con vida tanto así mismo como a la castaña, debía seguir las instrucciones de Lundgren. Esperaba que fuese cuales fuesen no incluyeran a la bonita cocinera. Esperaba realmente que fuesen a dejarla en paz.
Pero sabía que aquello era pedir mucho.
Ariana le había gustado no solamente al Boss, sino también a todos sus hombres, enfatizando al maldito Brock. Lo había visto en la mirada de cada uno de ellos. Y sabía que algo espeluznante se avecinaba. Se lo decían sus entrañas.
Tuvo un horrible presentimiento que lo dejó desbocado.
–Ahora tengo que preguntarte yo si tú estás bien– la suave voz de la bailarina lo hizo volver su mirada hacia ella. Otro vuelco más le golpeó el pecho.
–Eh... sí. Todo estará bien. Te lo prometí, Ariana–
Y así muriera en el intento, cumpliría aquella promesa.
•••••
Camila no podía creerse que Shawn la hubiese buscado esa misma mañana para almorzar juntos.
La tarde anterior, después de haber compartido un agradable momento mientras bebían de su caramel machiato había sido especialmente extraordinaria. Habían charlado por horas, y ambos lo habían sentido como si hubiesen sido solo minutos. Habían reído y habían disfrutado al darse cuenta de que tenían muchas cosas en común, así como otras no tanto.
Al anochecer, los dos se habían sentido un poco triste de saber que su tiempo juntos debía terminar y tenían que volver a sus respectivas casas.
Luego de aquello Camila se había ido a la cama con una sonrisa ilusionada, sin embargo antes de quedarse dormida unos cuantos pensamientos la habían hecho razonar. Solamente se habían tomado un café, no era como que iban a terminar casándose y teniendo un felices para siempre. Por otro lado, ¿qué probabilidades había para ellos siendo que sus hermanos se odiaban tanto? O al menos Douglas odiaba a León. Un odio que había influido bastante en Shawn, si mal no recordaba. Había soltado entonces un suspiro de resignación y se había dicho que era mejor no pensar más en ese asunto si de cualquier manera ella estaba en la Facultad de Idiomas y él en la de Ingeniería. Las probabilidades de volverse a ver eran nulas tomando en cuenta que el campus de la universidad era gigantesco.
Por eso se había sorprendido demasiado al verlo ahí, sonriéndole yesperándola justo afuera de su salón de clases. Se veía lindísimo mientras dirigía aquella sonrisa solamente hacia ella. Sostenía un frappe en sus manos y en cuanto se acercó se lo entregó.
–He traído esto para ti. Ayer dijiste que te encantaba–
Un detalle muy bonito de su parte el recordarlo.
Camila no supo qué decir de primera cuenta. Se sentía maravillada.
–Yo... yo... Muchas gracias, Shawn–
–No, no agradezcas. Yo sólo quería verte y por eso vine hasta aquí a buscarte– se había tomado el tiempo para recuperar el aliento y limpiar el sudor de su frente para lucir fresco y no delatarse ante ella dejándole ver que había corrido muchísimo con el único propósito de estar ahí antes de que la clase terminara. La chica le gustaba pero temía asustarla. Deseaba llevarse las cosas con calma porque con ella sentía algo que jamás había sentido con ninguna otra.
–Qué lindo eres–
–La linda eres tú, Mariana– él se quedó embobado mirándola pero a los instantes reaccionó. Carraspeó nervioso. –Eh... ¿Has acabado tus clases del día?– comenzaron a caminar hacia el campus.
–Sí, justo voy de camino a casa–
–¿Te molesta si te acompaño?–
No, no la molestaba, al contrario, le encantaría pasar mucho más tiempo con él pero no podía arriesgarse a que reconociera su casa. Después de todo, en el pasado había pasado ahí muchísimos momentos.
Se sintió triste por tener que darle una negativa pero entonces una brillante idea surgió.
Le permitiría acompañarla hasta la entrada del barrio. Sí, eso haría.
Sonrió.
–Claro–
Shawn le regresó la sonrisa mientras continuaba mirando a la pelinegra.
Él insistió entonces en que le permitiera cargar su mochila. Camila se sintió de nuevo como en un cuento.
La universidad no estaba muy lejos de su casa así que caminaron tranquilamente y sin ninguna prisa.
Su charla se hizo interminable y las risas no faltaron.
Sorpresivamente se dieron cuenta de que lo ocurrido el día anterior entre ambos no había sido solamente la emoción del momento.
Les quedó claro que de ahí podía surgir algo hermoso.
Camila se sonrojó. Shawn también.
–Hasta aquí está bien. No quiero que te desvíes más– le dijo ella.
–¿Desviarme? Nada de eso. Yo feliz de acompañarte– aseguró entusiasmado.
–No, no, de verdad– insistió la chica preocupada. –Yo...–
Él exaltó los ojos y realizó una mueca.
–Ya, ya entiendo. Seguro tienes un papá muy celoso y te haría un montón de preguntas si te ve conmigo. Lo comprendo, y yo en su lugar haría lo mismo si tuviera una hija tan hermosa como tú–
Camila rió. Le encantaba estar con aquel chico. Su sentido del humor era estupendo. Guapo y simpático, estaba frente al hombre de sus sueños, no lo dudaba.
–No seas exagerado–
–No lo soy– negó Shawn seguro. –Y bueno, hasta aquí llegó yo–
Se miraron con nerviosismo.
Fue él quien tomó la iniciativa. Se acercó a ella haciendo que su corazón colapsara al pensar en que en serio la besaría.
Sin embargo Shawn no hizo tal cosa. Depositó un beso en su mejilla, después soltó su aliento y le sonrió como si el contacto no lo hubiese afectado.
–Nos vemos después, Mariana–
–Hasta luego, Shawn–
Sumida en sus propios sueños, Camila cruzó la calle y se dirigió a su casa que quedaba a unas cuantas cuadras de ahí.
No contó con que a medio camino Gonzalo fuera a interceptarla en su coche.
–Eh, hermanita, ¿vas a decirme quién era el tipo que te acompañó hasta la avenida principal?–
Ella se mostró impresionada y preocupada. Su expresión fue idéntica a la de una pequeña niña que hubiese sido descubierta haciendo una terrible travesura. Se puso pálida.
–¿De...de qué tipo estás hablando? Nadie me acompañó hasta la avenida–
Gonzalo soltó una risa irónica mientras se bajaba de su vehículo para confrontarla.
–Ya claro, sé perfectamente que estos ojitos que tengo no necesitan lentes para ver bien. Yo los vi, Camila Mariana, no me lo niegues, así que ahora dime quién es– ni León ni él solían comportarse como hermanos celosos, al menos no mientras ningún chico la rondara.
–Nadie que te importe– respondió molesta.
–Pues sí me importa, así que habla. ¿Es tu novio?–
–¡No!– Camila se enfadó de verdad y lo empujó para alejarlo de ella. Después comenzó a correr.
Al llegar a su casa se encontró con su padre que la miró con el ceño fruncido al verla aparecer así.
–¿Estás bien, Camila? ¿Cómo te fue en la escuela?– cuestionó Román.
–Estoy bien, papá, y me fue de maravilla. Estaré arriba–
La pelinegra subió las escaleras con la misma rapidez. Entró a su habitación y cerró la puerta tras de sí.
Lo siguiente que hizo fue dejarse caer en la cama y mirar hacia el techo mientras esa sensación extraña recorría su interior...
Shawn le gustaba muchísimo.
No podía dejar de pensar en él. Y por eso lo lamentaba, lo lamentaba en grandes cantidades porque en cuanto supiera quién era ella seguro la mandaría muy lejos.
Exhaló tristemente y abrazó una de sus almohadas.
¿Por qué era tan difícil ser una chica de diecinueve años?
•••••
León no podía creerse que estuviese pensando en sexo en un momento como ese.
El pensamiento que dominaba sus sentidos era uno solo... Y ese era sacar a Ariana de aquel sitio. Maldición pero el ponerla a salvo era un amplio concepto que desde luego no incluía el besarla, ni el tocarla, mucho menos el perderse en su tersa y suave piel, recorrer los lugares más secretos de su ser y saborearla... saborearla hasta hacerla alcanzar un orgasmo indescriptible.
¡Ah, joder!
Y por si aquello no fuera suficiente, era tan imbécil que estaba destrozando las verduras que su cocinera estrella lo había mandado a cortar.
Debía detener cuanto antes todas aquellas eróticas y explicitas imágenes que bombardeaban su mente, aunque lo verdaderamente grave del asunto era que esos sucios pensamientos eran los mismos que atravesaban por la cabeza de Brock, de Lundgren y de todos los demás, especialmente de esos dos que los vigilaban.
¡Maldición!
Miró nervioso en dirección a Ariana.
Ella se encargaba de la salsa para la pasta que terminaba de cocerse en el fuego de la estufa. Aparentemente lucía tranquila pero su lenguaje corporal no lo engañaba. Las manos le temblaban, se mantenía cohibida con la cabeza baja. Tenía miedo, tanto como él.
La hora del almuerzo se acercaba y para entonces debían tener una suculenta comida preparada.
¿Pero cómo podrían lograrlo si uno de aquellos rusos la apuntaba con un rifle y el otro miraba a la castaña como si estuviese a punto de comérsela?
Parecía una misión imposible. León lo sabía y ella también lo sabía.
Los nervios la estaban aniquilando. Temblaba tanto que temía equivocarse en algo y echar a perder la comida.
Para su mala suerte, si es que no había sido suficiente ya, un diente de ajo se le cayó al suelo. Con el corazón en la garganta, Ariana lo miró fijamente. No podía agacharse porque de hacerlo... de hacerlo les mostraría una buena parte de su trasero a aquellos dos matones, y de paso también a Chicano.
Gracias al cielo fue precisamente él quien recogió el maldito diente de ajo. Seguía sin entender por qué estaba ahí, pero se sentía profundamente agradecida por tener al moreno de aliado en aquella casa del horror. Rezaba internamente porque al jefe ruso no fuese a ocurrírsele separarlo de ella. Lo necesitaba cerca.
Algunos minutos más tarde, por fin tuvieron el almuerzo listo.
Todo se veía delicioso y eso hizo que Ariana tuviera un poco de esperanza.
Seguro el tal Boss terminaría de convencerse de que era una cocinera y estaba ahí solo para satisfacer a su estómago. Exhaló.
León se acercó rápidamente a los hombres que los vigilaban para avisarles que habían terminado.
Compartieron unas cuantas palabras y después ambos se marcharon.
El moreno se acercó una vez más a la castaña.
–Avisarán a Lundgren que puede pasar a la mesa. Debemos servirle, a él y a su visita–
–¿Visita?–
–Me han dicho que una persona importante está aquí, y almorzarán juntos. Seguro es algún socio, otro criminal. Pero tú tienes que actuar con tranquilidad. Recuerda que no sabes nada de ellos. Para ti son sólo empresarios. No pierdas la calma ni demuestres miedo. Yo estaré tras de ti en todo momento. ¿Estás lista?–
Ariana negó.
León soltó el aliento tenso.
–Aún así debemos salir ahí y enfrentarlo–
–Lo sé– asintió ella.
Los dos se miraron.
Saber que estaban juntos fue reconfortante para ambos, aunque no lo comprendieron.
•••••
Los cubiertos resonaban una y otra vez contra los platos de porcelana martillando en los oídos de León, torturándolo despiadadamente.
Una delicada melodía sonaba de fondo, pequeño detalle que sólo añadía más terror a su parecer.
El hijo de puta al que todos llamaban Boss era un sádico capaz de cualquier cosa y eso tenía al moreno con los vellos de punta y un constante escalofríos recorriéndole la espina dorsal.
Manteniéndose alerta en todo momento, no quitó desvió su mirada de Ariana.
Ella se inclinaba para servirle un poco más de pasta ocasionando que sus pechos casi se salieran por el escote de su sencillo vestido. ¡Joder! Aquel vestido les estaba trayendo bastantes problemas. La castaña se lo había puesto con la única intención de ir a la farmacia a comprar crédito para su celular. Había planeado ponerse una larga pijama cuando estuviese en su habitación de hotel, pero demonios, nada había sucedido como lo había planeado. Ni siquiera había alcanzado a llamar a Gianna.
>Gianna< su corazón volvió a romperse. Negó para sí misma. >Mantente serena, Ariana. Tienes que hacerlo<
Tenía el rostro pálido pero consiguió mantener el tipo. Mirada baja y boca cerrada.
Muy a su pesar León admitió una cosa... La mujercita tenía nervios de acero. Cualquier otra ya se habría puesto a gritar o llorar acurrucada en alguna esquina, comiéndose las uñas por el miedo. Pero ella no. Se mantenía tranquila, al menos lo hacía a simple vista. Sus gestos eran medidos con eficacia y parecían formar parte de una estudiada coreografía. Desde luego no podía ser de otro modo. Estaba ya acostumbrada, era lo que hacía cada noche. Sin embargo y como el infierno que ninguna de aquellas noches había estado tan cerca de la amenaza de ser ejecutada por unos cuantos mafiosos rusos.
>Cálmate, cálmate. No van a ejecutar a nadie. A Ariana no. Tú la sacarás de ahí. Solo mantente en tu papel<
Exhaló intentando parecer relajado pero la tensión no lo había abandonado.
Hasta ese momento el almuerzo había ido bastante bien, tomando en cuenta que cualquier error podría ocasionar sus muertes. La exquisita comida había sido devorada en segundos, y las bandejas así como los refractarios se encontraban ahora vacíos, señal inequívoca de que había estado deliciosa.
Ariana volvió a inclinarse tomando la botella y vertiendo el vino espumoso, llenando las copas con la eficacia y sensualidad de una mesera en un bar de strippers.
A León se le contrajo el estómago.
Habían ocho pares de ojos masculinos clavados en el cuerpo femenino, nueve si contaba los suyos. Los dientes comenzaban a dolerle por la fuerza con que los apretaba. Por instantes sentía que no podía respirar más. El temor era letal. Tragó la bilis que llenaba su garganta.
El Boss y su invitado, un tipo americano de expresión seria no habían hablado de asesinatos, ni tráfico de drogas o de personas, ni ninguna ilegalidad, sino más bien habían estado discutiendo sobre política y fútbol, pero mientras más vino iban consumiendo, más miraban a la cocinera con mayor insistencia.
La castaña por su parte hizo acopio de todo su esfuerzo para lucir despreocupada y no encogerse de miedo. Fingir se le daba bien y para tranquilizarse se dijo que aquello era como una noche en el Moonlight. Sí, eso, pero con la pequeña diferencia de que estaba completamente a merced de todos ellos. Si les daba la gana le metían un balazo a Chicano y a ella la violaban todos en grupo.
Sonrió pero lo que deseaba hacer era salir corriendo de ahí. Su corazón latió con una fuerza descomunal. No resistía ni un solo segundo más junto a aquellos hombres. Sentía sus miradas sobre ella, miradas ardientes y de deseo, asquerosos alfilerazos que le quemaban la piel y la hacían sentirse más sucia que nunca.
–Acércate, lyubimaya– Lundgren la llamó haciéndola sobresaltarse y perder por unos momentos la compostura. Obedeció. Era eso o morir.
El jefe ruso sonrió ante su petición cumplida. Le agradaba que obedecieran sus órdenes de inmediato. Alargó su mano ignorando por completo el temblor de su figura y el horror en sus ojos marrones. Acarició un mechó de cabello pero prontamente bajó para rozar con sus dedos la tersura de sus delgados y estilizados brazos hasta detenerse en las redondeadas caderas. Mientras lo hacía no dejó de mirarla deleitándose en la estupenda vista que ella le presentaba.
Si aquello fue difícil para Ariana, lo fue también para León. El ver a aquel infeliz tocándola no hizo sino provocarle náuseas y un odio asesino que inteligentemente controló.
La castaña no había gritado gracias al cielo, ni siquiera había ahogado una exclamación pero estaba petrificada.
Hans Lundgren estaba ahí, toqueteándola a su antojo, relamiéndose los gruesos labios mientras pasaba su detestable mano por la parte interna de su muslo, y ella no podía hacer malditamente nada para detenerlo, para defenderse.
–Agradable...– lo escuchó murmurar y el tono de su voz la asqueó aún más. La intimidad repugnante de su indeseado contacto la tenía al borde de vomitar. –Suave y firme... Tan apetecible...–
León se preparó entonces y analizó sus opciones. Era imposible luchar contra seis guardias armados a la vez. Era cierto que todos estaban absortos en las espléndidas tetas de Ariana pero dispararían sus armas en el mismo segundo en que lo vieran moverse.
Ella estaba a nada de gritar o de desmayarse, cualquier cosa que sucediera primero. Los pulmones se le habían cerrado y no podía respirar más. Por si aquello fuera poco, un segundo más tarde todo empeoró. Cometió el error de mirarlo a los ojos, lo que le hizo contraer los labios con un rictus espeluznante. Aquel hombre en realidad no la veía, a pesar de estar mirándola directamente a la cara. La miraba, sí, pero no la veía a ella realmente; solo se recreaba en las imágenes que tenía en la mente. En sus ojos brillaba el puro y más sádico deseo.
Ariana no lo soportó más y dio un paso atrás.
–Pe...perdón. Debo ir a... a...– negó intentando calmarse. –A buscar el postre–
Tratando de no demostrar todo el alivio que sentía León se movió de su sitio.
–Iré a ayudarla– anunció.
Estaba de suerte porque el Boss asintió en acuerdo. Luego volvió a su charla con su invitado.
Dándose prisa, el moreno consiguió llegar hasta la cocina.
Encontró a la chica dándole la espalda a la puerta y tapándose la cara con ambas manos.
–Ariana...– la llamó angustiado. Se acercó a ella y trató de descubrirle el rostro para mirarla.
La vio negar.
–Apártate– jadeó agudamente sin apartar una mano de su boca. –Voy a vomitar. Déjame pasar... ¡No me estorbes!–
–No, no, no– él negó. –No vas a vomitar. Vas a regresar al comedor y actuarás como si nada ha ocurrido– la expresión masculina era de pura determinación. Dura como el acero.
Ariana negó apretando sus labios temblorosos y abriéndolos consecutivamente, casi asfixiándose por el trabajo que le suponía coger aire.
–No, no puedo... ¡No puedo!– exclamó mientras las lágrimas asomaban sus pupilas. –Ese hombre no hace más que tocarme... y mirarme de ese modo... Creo que quiere... él... él va a...–
León talló su cara con una de sus grandes palmas. Inhaló y exhaló. Después se inclinó para sujetarla de los hombros y hacerla entrar en razón.
–Estoy tratando de ayudarte– la miró como si quisiera grabar cada palabra a fuego en su cabeza. –Pero necesito más tiempo. Tienes que volver–
Ella no contestó. Permaneció en silencio a pesar de que seguía estremeciéndose de horror.
–¿Quieres seguir viva o no?– siseó él ahora enfadado.
Gianna abarcó todos y cada uno de los pensamientos de Ariana. Su Gigig, su vida entera...
–Sí...– respondió.
–Bien, pues necesito que ganes más tiempo para mí. Sirve el postre, ofréceles café. Mantente alerta y ten los ojos bien abiertos. Estate preparada para cualquier cosa. Y sea lo que sea lo que me veas hacer, no grites. ¿Lo has entendido?– exhaló. –¿Lo has entendido?– repitió.
La vio asentir.
–Lo he entendido– susurró titubeante.
–Gana más de tiempo para mí– le había pedido Chicano. Pero... ¿Qué precio tendría que pagar a cambio?
Unos cuantos minutos más tarde los dos regresaron al comedor. Llevaban en bandejas un flan napolitano con caramelo que Ariana se había dado el tiempo de preparar. Era instantáneo, de aquellos que venían en cajitas de cartón, pero al colocarlos en finos vasitos de vidrio pasaban perfectamente como un postre gourmet.
Tanto ella como León estaban a la defensiva, sin embargo ninguno de los dos se imaginó que sucedería lo siguiente que sucedió.
Lundgren se puso en pie. Momentos antes él y su invitado habían comenzado una acalorada disputa en ruso. Las palabras que habían intercambiado habían sido cada vez más cargadas de violencia. El ambiente se había tornado incluso más tenso. Ellos mismos habían entrado en tensión.
Entonces, el Boss sacó una semiautomática de alguna parte de su saco de vestir, y así, sin dudárselo ni siquiera un poco disparó en contra del hombre que hasta momentos antes había estado degustando el almuerzo en su mesa.
El desconocido cayó desplomado al suelo y nadie ahí pareció sorprenderse. Eliminar a quienes le estorbaban o lo molestaban frente a sus empleados era algo que el ruso tenía por costumbre. Lo hacía para asegurarse de que todos tuvieran en claro lo que podía pasarles si lo traicionaban o si no seguían sus órdenes.
Todo lo contrario sucedió con Ariana que miró el cadáver todavía en shock, sin siquiera haber podido asimilar el disparo del que había sido testigo. Aún así tuvo la suficiente sangre frío para no mostrarse más afectada de lo que ya estaba, para no romper en llanto.
Deseó con todo su ser que aquella pesadilla terminara. Lo que más anhelaba era volver a casa y abrazar a su hija. Destrozada se preguntó entonces si volvería a verla. Ese cuestionamiento le rompió el alma y el corazón porque ciertamente había más posibilidades de que nunca la viera de nuevo. Ese hecho le dolió como nada.
Se sumergió tanto en sus propios pensamientos y en su propio dolor que no fue consciente del momento en el que Lundgren le pidió a Chicano que se acercara.
Nervioso, León obedeció a su petición.
–¿Qué se le ofrece, Boss?– la voz estuvo a punto de flaquearle pero consiguió mantenerla firme.
–La comida de tu bonita cocinera ha sido todo un manjar, pero... Me gustaría ahora que satisficiera otro tipo de apetito...–
Al moreno se le retorcieron las entrañas en un puño.
–Pe...pero...–
–¿Pero qué? ¿Crees que soy imbécil y me voy a tragar ese cuento de que ella está aquí sólo para cocinar?– lo miró desafiante. Después se giró hacia ella y torció los labios con gesto de mofa. –Catherine– la llamó. –Vuelve a la cocina, lyubimaya. Ahí esperarás nuevas órdenes–
Como autómata, e incluso agradecida, Ariana asintió y se marchó rápidamente.
A León le dolió el pecho como se lo hubiesen partido en dos.
–Boss... Esta chica no es una prostituta profesional. Ella no ofrece servicios sexuales. Es cocinera– intentó hacer que lo entendiera pero mucho se temía que tenía la discusión perdida.
–Una cocinera a la que trajiste aquí para follarte a tu antojo. No quieres compartir, Vélez, eres un egoísta–
–No me la estoy follando– afirmó. –La traje como cortesía para usted. Sé que es un buen degustador de alimentos–
En aquello no se equivocaba. Hans Lundgren tenía un gran apetito y el comer era una de sus actividades favoritas.
–Lo soy– afirmó. –Y he quedado fascinado con lo que sus delicadas manos prepararon para el almuerzo. Tanto que estoy preguntándome qué habrá para la cena–
Un rayo de esperanza se encendió en León. Casi deseó sonreír.
–De hecho... Tiene pensado un rollo de carne bañado en salsa de champiñones, patatas en crema, vegetales gratinados y pimientos asados con pan de ajo. De entrada tendrá salchichas calabresas con un maravilloso soufflé hecho a base de quesos y mantequilla. De postre una tarta de chocolate suizo. Desde luego, todo acompañado del mejor vino– había enumerado rápidamente. Gracias al cielo la bodega de víveres estaba bien surtida y estaba seguro de que podrían cumplir con semejante menú.
Lundgren parpadeó sorprendido, antes de emitir un suspiro.
–Bien, ante toda esacomida tan deliciosa creo que puedo ser razonable...– habló en tono amable peroaterrador. –Si me veo lo suficientemente entretenido, claro–
El terror que León sentía creció y se extendió por todo su cuerpo. Le dio temor preguntar pero tenía que hacerlo.
–¿Entretenido?–
Al jefe ruso le brillaron los ojos tan azules como los mares de Grecia.
–Sabes bien a qué me refiero, Vélez, quiero que tú y tu amiguita me entretengan un poco– rió luego de ver la expresión del mexicano. –Tómalo como un trato–
–No estoy entendiendo, Boss–
–Claro que lo entiendes. Mis hombres y yo tenemos bastante tiempo ya sin la compañía de una hembrita, mucho menos de una tan hermosa como esa que ha venido hasta aquí contigo. Imaginarás lo calientes y ganosos que estamos, pero... he decidido no tocarla siempre y cuando prepare para mí esa espectacular cena. El trato es el siguiente... Ya que yo no la tocaré, quiero al menos ver, y quiero que mis muchachos también vean. Llévatela a una de las habitaciones donde instalamos cámaras y fóllatela ahí. Si es a la fuerza mucho mejor. Nosotros observaremos todo por el monitor– Lundgren lo observó con mirada opaca, impenetrable pero al instante comenzó a impacientarse. –No te sientas presionado, Vélez. Si dudas de ti mismo, estoy seguro de que a mi buen Brock le encantará sustituirte, e incluso lo haría aquí en la mesa frente a todos, ¿no es así, Brock?–
Los ojos de reptil del rubio grandote resplandecieron pervertidamente. La posibilidad de follar con la cocinera lo hizo muy feliz y lo demostró con la fea y enorme sonrisa en su tosca cara. Gruñó y asintió.
Sintiendo que sus bolas se habían encogido, que el corazón se le había detenido y el nudo en su garganta terminaría por ahogarlo, León dio media vuelta y se dirigió a la cocina a toda prisa.
Lundgren soltó una carcajada encantado con lo que sucedía.
–¡Recuerda ser brusco con ella! ¡No me gusta el porno soft, me aburre!– le gritó antes de que desapareciera. Después sonrió emocionado. –Muchachos, pónganse cómodos. La diversión está por comenzar– después cambió a su idioma nativo. –Vesel'ye nachnet sya seychas–
•••••
Lo primero que hizo al entrar a la cocina fue coger a la castaña del brazo agresivamente y arrastrarla hasta la puerta.
Ariana movió las piernas con rapidez para no caerse. Chicano le hacía daño en el brazo aunque ella sabía que no era intencional. Estaba segura de que algo había ocurrido, algo malo. Lo sabía por su expresión. Sus facciones parecían desfiguradas por la angustia. Parecía perdido y sin salida. Su piel morena había palidecido. Además esas malignas vibraciones se habían intensificado.
León retuvo el aliento pero finalmente lo soltó. Su gran cuerpo musculoso había entrado en completa tensión y la pequeña bailarina lo había notado.
Tenía que decírselo, ella tenía que estar enterada de lo siguiente que sucedería.
No podía simplemente echársela al hombro, arrojarla en la cama más próxima y...
Uno de los rusos entró sin tocar antes siquiera. Los miró a ambos con frialdad. El hombre al igual que el resto parecía tener agua helada en las venas en lugar de sangre.
–El jefe empieza a impacientarse. ¡Darte prisa, americano!–
León resistió las ganas de romperle la cara. Apretó los puños pero se apresuró en tomar la mano de Ariana sacándola prontamente de la cocina.
–Soy mexicano, imbécil– siseó lleno de furia.
Subió escaleras a toda velocidad y a su vez la obligó a ella a igualar el ritmo. Trastabilló al tropezar con la alfombra del pasillo y él la sostuvo con fuerza, ayudándola a recuperar el equilibrio sin mirarla a la cara. La arrastró hasta la tercera habitación donde abrió de golpe la puerta y después la cerró tras de sí, asegurándose de que el pestillo estuviese puesto.
–¿Chicano, qué ocurre?–
–No tengo mucho tiempo para explicarte, y además... ellos están mirándonos–
–¿Ellos? ¿El Boss y su gente?–
Antes de responder a sus cuestionamientos, León la sujetó con poca delicadeza y la hizo girar colocándola de espaldas y pegándola a su propio torso. Tarde se dio cuenta del espejo que había frente a ellos y que los hacía mirarse fijamente sobre el reflejo.
La nuez de adán le tembló a León pero aquello era de vida o muerte.
Ariana se sintió de pronto aterrada por la implacable mirada en sus preciosos ojos verdes y viriles. No entendía nada de lo que sucedía, hasta que alucinada lo observó sujetarla con un solo brazo para empezar a quitarse la camisa negra que llevaba puesta revelando la morena y bronceada piel masculina.
Él bajó su cabeza para hablarle al oído mientras sus musculosos brazos la rodeaban manteniéndola presa.
–Es hora del show– le susurró. Su voz caliente pero fría a la vez. –¿Ves la cámara que está en el techo?–
Todo fue evidente para Ariana.
–No...– le dijo atemorizada. –No puedes hablar en serio...–
–Lo lamento muchísimo– era sincero.
–¡No!– ella protestó desesperada al comprender que le habían ordenado a Chicano el forzarla. Se giró y le golpeó el pecho utilizando todas sus fuerzas. –¡No! ¡No! ¡No!–
Las manos de León volvieron a atraparla. La ciñó con firmeza y utilizó la otra para cubrirle la boca y hacer que dejara de gritar.
–Esto es todo lo que he conseguido. Era Brock en la mesa del comedor o yo ante la cámara. ¿Lo entiendes? La única razón por la que no tienes a esa bestia empujando entre tus piernas allá abajo es porque acepté el trato que me propuso el Boss–
–Oh, cielo santo...– musitó Ariana destrozada. –Esto no puede estar ocurriendo...– sollozó.
A León le dolió el pecho. Deseó hacer desaparecer de la tierra a aquel pedazo de mierda, desalmado y sin escrúpulos, solamente por el dolor y el terror que este había ocasionado en esa mujer que ahora lo miraba sin esperanza alguna.
Se sintió perdido. Lundgren se las cobraría caro si los descubría. No dudaría en dejarlo a él incapacitado antes de obligarlo a ser testigo de lo que le hiciera a ella. Después los mataría a ambos. Para ese momento ya había entendido que todo se trataba de un voto de confianza. El hijo de puta lo estaba calando.
–Chicano...– la escuchó decir. Bajó sus ojos para mirarla. Ella se veía tan bonita aun en aquellas circunstancias. Tal delicada, tan inocente que le rompió el corazón.
La interrumpió y negó mientras tocaba un mechón de su largo cabello caramelo, maravillándose al confirmar que era de verdad. Tan suave y sedoso como anunciaba su aspecto.
–Entiende que no será real. Sólo fingiremos, ¿de acuerdo? Sólo eso– le prometió. –No tienes nada que temer–
Los recuerdos de todas y cada una de aquellas violaciones de las que Ariana había sido víctima se agolparon en su cabeza, en su mente. La humillación y el dolor la golpearon sin piedad alguna pero consiguió recobrar el dominio de sí misma y también lo miró.
–Supongo que... tienes razón. Sólo... Por favor, sea rápido–
Pero León no se movió.
–¿Confías en mí?–
Ella asintió.
–Toda mi confianza está puesta en ti. Eres mi única esperanza aquí–
¡Ah, joder! El corazón de León sangró, pero mientras más pronto comenzara más pronto terminaría.
Desabrochó los tirantes del delgado vestido y lo lanzó lejos. La dejó en un sencillo sujetador de algodón blanco. Sabía bien que los bastardos que miraban por el monitor estarían deseando verlo dejarla totalmente desnuda, recrearse en la imagen de sus pechos. Pero no iba a hacerlo. No les iba a dar el gusto a esos gusanos malnacidos, y tampoco a sí mismo.
Sentir placer con aquel acto tan corrupto lo mandaría directo al infierno.
La tomó en brazos para cargarla y entonces la llevó hasta la cama sin que ella pudiera hacer otra cosa que no fuera mirar a la cámara con los ojos tan abiertos como platos.
La arrojó entre las colchas sin delicadeza y fue hasta que lo vio desabrocharse el cinturón que reaccionó dando un respingo.
León se inclinó para posicionarse sobre ella y volvió a cubrirle la boca cual atacante con su víctima.
–Vamos a interpretar los papeles de esta película, y tenemos que hacerlo de manera muy convincente para que esos hijos de perra no nos maten– pensó en que los besos resultarían demasiado íntimos, así que se inclinó para fingir que besaba su cuello pero en realidad Ariana sólo sintió la raspura de su barba. –Te pondré la mano en la entrepierna, tiene que parecer como si te estuviera haciendo daño así que en cuanto te toque tienes que gritar. ¿Me has entendido? Ahora niega con la cabeza como si estuviera amenazándote. Venga, ¡hazlo!–
Ella lo hizo. Lo hizo con frenesí.
–¡No!– sollozó y gritó fuertemente. Escuchó su propia voz y casi no pudo creerse que algo así le estuviese sucediendo. –¡No me hagas daño! ¡Te lo suplico! ¡No lo hagas!– sus dedos lo arañaron.
–Muy bien– la animó León antes de seguir manoseando su cuerpo. –Sigue– ordenó por lo bajo. –Sigue, grita, lucha contra mí, muévete–
Obedientemente Ariana luchó, se retorció y lo golpeó.
Él le sostuvo las muñecas como intentando detener sus golpes y las alzó sobre su cabeza utilizando una sola mano haciéndola sentirse ahora sometida y aplastada, como si luchara sin aliento contra un muro de piedra.
Luego de segundos, el moreno la soltó y le alzó la barbilla para mirarla a los ojos. La vio emitir un jadeo entrecortado. Ella estaba exhausta pero se esforzaba por no ahogarse en sollozos.
Entonces León se movió pero fue lo suficientemente astuto para arrastrar consigo un trozo de la colcha que los cubrió parcialmente a los dos. Después llevó sus manos hasta su propia entrepierna como simulando que sacaba su miembro.
Lo siguiente que sucedió fue que impulsó su cuerpo contra el femenino utilizando la suficiente dureza como para hacerla gritar tal y como si la hubiese penetrado realmente.
«Fingir»
Ariana sólo sentía cómo los embates la golpeaban en los muslos y la movían una y otra vez haciéndola chocar con las almohadas. El hombre sobre ella le pedía con la mirada que siguiera la actuación pero para ese momento se sentía incapaz de hacer nada más. Estaba paralizada. Finalmente consiguió clavarle las uñas en sus enormes hombros y jadeó sollozando ante cada embestida.
Le estaba sucediendo algo muy extraño. Se sentía como si estuviera cambiando la sintonía de su cuerpo por otra totalmente distinta; se olvidó incluso de que tenían espectadores que los miraban por la cámara. Un enorme fuego surgía en su interior, ardía en su garganta y en su pecho, se retorcía y se abría camino en sus entrañas. Era doloroso. Pero... increíble.
No estaba segura de si era una emoción o una sensación física lo que la atravesaba de pies a cabeza. Parecía demasiado intenso para ser placer, pero se sentía como un agudo éxtasis mezclado con terror. Y la envolvió, la estremeció.
Chicano no estaba violándola, estaba salvándole la vida, la estaba protegiendo. Lo sentía, sentía su piel caliente en lo más profundo de su alma. Y estaba consciente de que era la voluntad de acero de aquel moreno lo que la mantenía entera, lo que la inyectaba de energías.
Cerró los ojos con fuerza. Sabía que aquella farsa era un vano intento y que estaba condenado al fracaso, pero se sintió querida. Y solo por eso... solo por eso sintió que podría enamorarse de él, podría amarlo, podría...
Su voz volvió a llamarla.
–Te prometo que saldremos de aquí– le dijo al oído mientras pretendía besarla en aquella zona. –Pronto todo esto será sólo un recuerdo borroso, una pesadilla, y lo olvidaremos–
Ariana deseaba agradecerle, hacerle ver que estaba agradecida con él desde el fondo de su corazón pero algo en su interior fue más fuerte y la dejó noqueada.
Gritó y entonces se desmayó.
•••••
Cuando comenzó a parpadear y abrió los ojos, Chicano permanecía en silencio.
Tenía la piel húmeda de sudor y todos los músculos tensos. La miraba con los ojos muy abiertos y parecía conmocionado, horrorizado.
Suspiró aliviado cuando se dio cuenta de que empezaba a reaccionar.
Todavía impresionada por todo lo sucedido, Ariana alzó su mano para tocarle la cara con rasguños y bajando hacia los arañazos que le había hecho en la barbilla.
–Lo siento– movió sus labios pero el sonido no salió de su boca.
Él entendió lo que había dicho y negó inmediatamente.
–No importa– repuso del mismo modo.
Se miraron en silencio pero unos bruscos golpes en la puerta se robaron la tranquilidad del momento.
–¡Vélez! ¡El Boss ha ordenado que bajes!–
La orden lo hizo estremecerse. No sabía qué era lo siguiente a lo que tendría que enfrentarse. El corazón se le estrujó y supo que a la castaña le había sucedido lo mismo.
Le dirigió un gesto tranquilizador reafirmando su promesa de que todo estaría bien.
Después se marchó de la habitación sin pronunciar ni una sola palabra.
Al salir al pasillo se aseguró de que no hubiese ninguno de aquellos rusos por ahí esperando a que la chica se quedara sola. Sólo hasta que estuvo seguro bajó las escaleras.
Al regresar al comedor donde Lundgren y sus hombres lo esperaban sintió como una dolorosa patada en las bolas. El estómago se le revolvió al ver la pantalla en donde habían estado observándolo junto a Ariana en esa asquerosa cama. Imaginarse lo que esos cerdos habían estado haciendo mientras tanto lo hizo desear arrancarles la cabeza a todos.
Sin embargo le tranquilizó ver que el jefe ruso había ordenado que la apagaran. No sabía de qué hubiese sido capaz si la imagen de aquella mujercita después de lo sucedido hubiese perdurado en el monitor.
–Eres blando, Vélez– fue lo primero que Lundgren le dijo. Su tono de burla fue horripilante.
León tragó saliva.
–Le repito, Boss, la chica no es una prostituta–
El mafioso caló el cigarrillo que fumaba. Clavó su azulada mirada en él como si fuera un insecto al que quisiera aplastar.
–Y eso es una lástima. Esa preciosura ganaría millones si se dedicara a esto. En cambio tú, follas como si fueras un jodido virgen–
–No me ha entusiasmado demasiado. No es mi tipo–
–Claro– Lundgren no era idiota. –Qué extraño, porque la miras como si te fascinara. Presiento que no deseas admitir que te encanta ese aire de inocencia que la chica se carga a pesar de que ya te las has follado–
–Boss, permítame hablar por favor–
–Permiso denegado– sonrió el rubio. –No tienes que preocuparte, Vélez. No estás aquí por tu manera de follar o tu gusto en mujeres. Quiero que trabajes para mí y eso es todo. Te quiero en las filas de mi negocio y sobre todo quiero que seas un distribuidor no sólo en este país sino también en todo el continente americano. Hasta ahora has pasado bien las pruebas que te he puesto, incluso pienso compensarte con un plus por el detalle de preocuparte porque yo comiera delicioso–
–Yo... yo le agradezco–
–¿Pero por qué agradeces?– rió malévolo. –Todavía no puedes cantar victoria. No sin antes haber superado la última prueba...–
León irguió la cabeza.
–Estoy aquí para obedecer sus órdenes–
–Me complazco en escuchar eso. No esperaba menos de ti, Vélez. Quiero que esta noche duermas muy bien porque mañana será tu gran día–
–Mañana– asintió el moreno.
Lundgren amplió su sonrisa. Sus dedos juguetearon ansiosos por llevar a cabo el terrorífico plan que su retorcida mente había ideado.
–Mañana todos nos turnaremos ese apetitoso coño de la pequeña cocinera, y después tú la matarás. Sólo así demostrarás que eres uno de nosotros–
Las facciones de León pasaron de la tensión al horror. Se desfiguraron con desesperante pánico. La sangre se le heló en las venas.
Como si supiera lo que ocurría con él, el jefe ruso soltó una aterradora carcajada que lo hizo sobresaltarse hasta sentir que el corazón le colapsaba.
–Imaginó que será difícil para ti ya que es obvio que te has encariñado con la gatita, pero así será mucho más significativo para mí. De ese modo no me quedará duda alguna de que en serio tienes las agallas y los cojones para pertenecer a mi clan. Cabe mencionar la gangbang con la cocinera de protagonista se llevará a cabo con o sin ti. Eso no está en discusión. Mis muchachos se han puesto cachondos con tu espectáculo rosita y yo quiero compensarlos porque han sido muy buenos trabajando. La única diferencia será que si no aceptas, los mataremos a los dos juntos y ya está–
–Lo haré, Boss– respondió León de inmediato. Necesitaba que el cabrón desgraciado se convenciera de que en verdad lo haría. ¡Ah, maldito fuera! Lo había cogido de las bolas así sin más. No le estaba dejando ya ninguna escapatoria. Lo estaba obligando a adelantar todo lo que no había tenido el tiempo todavía de planear.
>¡Qué hijo de puta! ¡Maldito hijo de puta!<
–Chico listo, Vélez. Eres chico listo y sabes lo que te conviene– Lundgren no había dejado de sonreír. Se la estaba pasando en grande. –Mañana a esta hora serás uno de los nuestros–
Los pensamientos de León viajaron a toda prisa.
No sabía cómo enfrentarse a aquello, cómo seguir avanzando. La realidad era horrible, y no podía ser peor.
Se le estaba acabando el tiempo y a Ariana también.
Además... Además su última oportunidad de averiguar el paradero de Elle y poder así sacarla de aquel infierno se le esfumaba de entre los dedos.
Se había jurado que la rescataría y que la regresaría con sus padres, oh y había estado dispuesto a todo por conseguirlo pero... ¡Mierda! No a costa de la vida de Ariana.
Pedía perdón, y se sentía como la peor basura existente en el mundo pero no podía entregar a la castaña y dejar que la despedazaran. Sencillamente no podía porque sabía que daría incluso hasta su propia vida con tal de protegerla.
•••••
¿Volvería a ver a Gianna? ¿Saldría viva de ahí y podría volver junto a su pequeña? ¿Sucedería algún día?
Las preguntas la atormentaron dolorosamente mientras el peor infierno vivido sucedía afuera de aquella puerta por la que Chicano había salido momentos antes.
–Gigi...– susurraron sus labios. Llevó su mano al corazón. Le dolía profundamente. Imaginaba la hermosísima carita de su pequeña, su infantil y preciosa sonrisa, el brillo de sus marrones ojitos. Anhelaba abrazarla, sentir el consuelo de su cálido cuerpecito. Tomó una almohada y la apretó contra su pecho añorando con toda su alma poder sobrevivir y correr junto a su hija para decirle cuánto la amaba.
Se sentía perdida, como si estuviese en medio de una guerra en la que no tenía idea de cómo debía luchar, y en la que estaba desarmada encima de todo.
El miedo florecía dentro de ella, terriblemente real al igual que la tristeza y la desolación.
Le parecía tan lejana su vida hasta antes de ir a parar ahí. Su vida junto a su Gianna, compartiéndolo todo juntas, y trabajando en el Moonlight cada noche. Pensar en eso la hizo sentir peor y que no lo había apreciado lo suficiente cuando había tenido la oportunidad, cuando había sido libre. La libertad le parecía ahora todo un lujo.
Aquel día había traspasado incontables barreras antes inimaginables, fantasiosas, pertenecientes a una película de horror. Y seguía muy alterada.
¿No sería genial retroceder el tiempo y evitar de alguna manera aquel secuestro? ¿No sería genial que no estuviera en medio de la nada junto a todos aquellos delincuentes rusos? ¿No sería genial que no la quisieran matar?
>Chicano...< el grande y fuerte moreno volvió a su mente y se negó a irse. Se agarró de él desesperadamente. Se aferró a lo que en esa circunstancia representaba para ella.
–Eres mi única esperanza...– le había dicho y había sido completa y enteramente sincera. Ese hombre lo significaba todo en esos momentos. Era su ancla y su fortaleza, su protector. Gracias a él no se la habían comido viva todavía. La había protegido hasta donde había podido.
Era algo así como una especie de... de ángel. Sí, un ángel, por más extraño que esto sonara.
Exhaló.
Estaba cansada, muerta de miedo y se sentía muy débil. Se preguntó entonces qué le depararía el siguiente día.
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La historia viene cargada de muuuuuucho drama como ya lo han visto. Dejen sus comentarios si quieren leer más y +
–Boss es jefe en ruso (lo sé, también en inglés)
–Lyubimaya es término cariñoso hacia las mujeres, algo así como lindura o cariño
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