Capítulo 7

León regresó a su puesto sintiéndose más frustrado que minutos antes.

Verdaderamente no podía creerse el nivel de frustración del que estaba siendo víctima.

No podía dejar de apretar los puños, no podía detener la intensidad con la que su sangre recorría sus venas, no podía tranquilizarse.

Sentía que era capaz de ir hacia alguno de los hombres sentados en la mesa, disfrutando de las gemelas afroamericanas que bailaban en tanga fosforescente, sí, podía desquitar su furia peleándose a golpes con cualquiera de aquellos imbéciles.

¿Por qué no hacerlo?

Armar una pelea sin razón alguna bien podría ser motivo de despido. Si Nicki o Ice T lo echaban, quizás estarían haciéndole un favor.

Temía perder por completo la razón, y eso por seguro sucedería si continuaba un segundo más ahí en el Moonlight. ¡Joder! Un segundo más cerca de Ariana, siendo consciente de ella y de lo que lo hacía sentir.

Estaba tan sumido en sus tormentosos pensamientos que no notó a la rubia que se aproximó a su lado.

Saltó sorprendido cuando la escuchó hablarle.

–¿Qué tal tu noche?–

Se trataba de aquella bailarina de nombre... Ah, maldición, ni siquiera lo recordaba.

Trató no parecer demasiado huraño. Asintió con la cabeza a manera de saludo.

–Nada que resaltar– respondió, y a pesar de sus esfuerzos, terminó rindiéndose. No intentaría sonar más amigable de lo que parecía. Aquella noche en especial no sentía ganas de entablar conversación con nadie, mucho menos de hacer amigos.

–Mmm, ¿estás seguro?– insistió ella y lo miró como analizándolo.

–¿Por qué mentiría?–

La chica se hundió de hombros.

–No lo sé, apenas te conozco, pero... me gustaría conocerte un poco más. ¿Recuerdas mi nombre?–

¡Joder!

No, no lo recordaba, pero no deseaba ser grosero.

–Eh... ¿Dolly?–

Ni siquiera estaba cerca. Lo supo cuando vio la expresión en el rostro femenino.

–Chloe– la stripper le sonrió como para despreocuparlo. –No te preocupes, no me ofenderé–

–Claro, Chloe–

Ella continuó mirándolo mientras sonreía sensual y descaradamente. Se sentía extasiada de estar mirándolo de tan cerca. Consideraba que aquel hombre era un espécimen de macho como ningún otro. Su tipo era exactamente el que le gustaba, el que la volvía loca; tan alto que debía inclinar la cabeza para poder mirarlo, sus hombros tan anchos que le impedían visualizar cualquier otra cosa detrás de él, sus brazos más grandes que sus propios muslos, las manos inmensas, los dedos largos... Su mirada penetrante y su esencia viril.

La hacía imaginarse a sí misma yendo hacia él, desnudándolo, acariciando todo lo que encontraría bajo su ropa...

–Y... Dime, Chicano, ¿te has acostumbrado ya a este mundo?–

León no podía dejar de mirar la puerta. La maldita puerta de los shows privados. Rogaba en su interior que pronto se llegara el momento en que por fin la viera salir.

–Creo que sí– respondió descuidadamente.

–Me alegra escuchar eso– Chloe volvió a sonreírle. –¿Qué otra cosa haces además de trabajar aquí?–

–¿A qué te refieres?– León frunció el ceño. Esa chica en verdad quería que se pusiera a hablarle de su vida fuera de ahí. Ah, no había manera.

–Sí, por ejemplo cuáles son tus pasatiempos, qué te gusta hacer, a dónde te gusta salir... Veo que eres un gran fanático de ejercitarte. Los resultados son evidentes– la mirada femenina volvió a deslizarse por todo él de manera provocadora. El coqueteo estaba siendo ahora más abierto, más evidente.

Sin embargo León tenía toda su mente y toda su concentración ocupadas en otra cosa mucho más importante.

¡Ah, cielo santo! ¡Por fin!

Vio salir a Ariana de aquella condenada habitación y sólo entonces sintió que podía volver a respirar con normalidad. Exhaló y volvió su atención a la rubia como intentando disimular.

–No soy un tipo interesante, no creo que te interese saber sobre mí–

Ella continuaba sonriéndole.

–Te equivocas, Chicano, te equivocas muchísimo. Claro que me interesaría saber sobre ti. ¿Sabes? Me tienes muy intrigada–

León siguió a Ariana con la mirada hasta que la vio dirigirse al escenario y subir por los escaloncillos. ¿Presentaría su número esa noche?

Por lo visto en efecto sería así.

Iba vestida de negro. El color le sentaba sensacional. El body de encaje le moldeaba el cuerpo de manera maravillosa.

Todos los hombres gritaban y babeaban por ella. Él mismo sentía que la baba se le escurría. Debía verse patético.

¡Maldición!

–¿Chicano?–

Chloe alzó la palma de su mano frente al rostro del moreno en un intento de recuperar su atención, o al menos algo de ella.

–Eh... ¿Sí?– se sintió avergonzado. Temía haber quedado en evidencia.

–Te decía que me intrigas mucho– la rubia o era demasiado distraída o demasiado inteligente. Desde luego la segunda opción era más viable. Fingió que no había notado el interés que él demostraba por Cat.

–Ah, bueno... Me gusta mirar football, salir a correr... comer chocolate...– no se le ocurría otro dato sobre sí mismo el cual pudiese darle a la chica.

¡Maldita sea!

Por si fuera poco en aquel momento observó a Vince que se le estaba acercando a Ariana.

Al parecer el imbécil, además de imbécil, era muy obstinado. No quitaba el dedo del renglón a pesar de la paliza recibida en noches pasadas.

León se preparó para ir hasta él pero se detuvo al ver que la castaña le hacía frente.

No podía escuchar lo que decían pero hacía grandes esfuerzos por leerles los labios. Aún así no lo consiguió.

A lo lejos la castaña parecía tener control de la situación. Consiguió mantenerlo a distancia de ella.

–Aléjate, Vince, Ahórrate problemas con Big Show– le advirtió.

–¿Con Big Show o con tu novio el mexicanito?– Vince enarcó una ceja.

–Yo no tengo novio– fue la tajante respuesta.

El hombre abrió la boca y exaltó los ojos como aparentando sorpresa e incredulidad.

–Creo recordar que me dijiste que tenías novio... y después ese simio se apareció para golpearme–

–Mi vida privada no es tu asunto, ahora no te me acerques más. Puedo ir en este instante con Nicki y con Ice, contarles lo que intentaste hacerme, y así te vetarían para siempre de aquí–

–Tú no harías eso– Vince hizo una mueca de dolor pero en realidad estaba burlándose de ella.

–Por supuesto que sí– Ariana no lo dudaría y se lo dejó en claro con la expresión determinada en su mirada.

A Vince no le quedó otra opción más que ceder aunque fuese un poco. Exhaló.

–Ah, de acuerdo– pareció molesto. –Ya te pedí perdón pero creo que debo volver a hacerlo. De verdad lo lamento. Estaba borracho y nunca quise lastimarte, además es verdad todo lo que dije. Estoy enamorado de ti, Cat. ¿Por qué no puedes darme una oportunidad?– su tono cambió del enfado a la suplica.

Ariana negó.

–Yo no doy oportunidades a ningún cliente. A ninguno–

–Pero yo no soy un cliente común y corriente. Creo que tengo cierta preferencia, ¿no? Derecho de antigüedad–

–Me importa un bledo qué tipo de cliente seas, Vince. Sólo necesito que me dejes en paz–

–¿Qué es lo que quieres entonces? ¿Eh? ¿Dinero? Yo te puedo dar muchísimo– él comenzó a descontrolarse. Para nadie era secreto que era mentalmente inestable, que tenía muy poca paciencia y que explotaba con facilidad. –¿Qué te parece esto?– sacó su billetera. –Te doy ahora mismo diez mil dólares, diez mil dólares si pasas una noche conmigo. Una, Cat–

A Ariana se le revolvió el estómago.

–Ni aunque me dieras todo el dinero del mundo aceptaría acostarme contigo. Yo no estoy en venta– tenía que dejárselo en claro.

–¿No estás en venta?– Vince se burló sin tapujo alguno. –¡Ay, por favor! Bailas para excitar a los hombres, ¿eso no es venderte? Las mujeres como tú son lo que son, no tienen dignidad, así que déjate de actuar como la más santa y acepta mi propuesta–

Por unos cuantos segundos, la bailarina se permitió mirar al imbécil que tenía enfrente. Quizás parte de lo que él decía podía ser verdad. Ella estaba en el negocio de los hombres destacados sobre todo por sus pollas. Y era buena en eso. Pero jamás, jamás, bajo ninguna circunstancia permitiría que alguno de ellos la tocara. Primero muerta.

–Eres asqueroso, Vince... Y así me acostara con todos los hombres de aquí, no lo haría contigo porque me repugnas–

Después de haber soltado aquellas palabras sin remordimiento alguno, Ariana se alejó de él y subió sin más al escenario.

El público aplaudió inmediatamente nadamás verla. Los gritos de entusiasmo y lascivia se escucharon al instante.

Para Cat no sería una noche normal sin todos aquellos cumplidos de mal gusto, si es que se les podía llamar así.

Ella sonrió y entonces If You Seek Amy de Britney Spears empezó a reproducirse.

Salió del fondo del escenario y quitó la bata que la cubría, quedando solamente vestida en lencería blanca mientras una estola de plumas rojas le colgaba de ambos hombros. Desde el momento en el que ella apareció, la multitud de varones, embutida en el club, estalló en aplausos atronadores y gritos de emoción.

La bailarina caminó sensualmente, una pierna y después la otra, con ambas manos en la cintura hasta conseguir llegar al centro. Inclinó la cabeza haciéndola girar y dar una vuelta completa mientras su larga y sedosa cabellera hacía el recorrido formando un remolino.

Acto seguido, sujetó la estola cerrando los dedos alrededor y presionándola hacia abajo mientras doblaba sus piernas y estas bajaban en la misma dirección.

León no deja de observarla, mientras que Chloe notaba con gran enfado, cómo él caía hipnotizado por su rival a tan solo unos cuantos segundos. La rubia se dijo entonces decidida que no iba a dejarse vencer, mucho menos si no había tenido todavía la oportunidad de haber peleado. Pelearía, desde luego.

–Entonces... ¿Son ciertos los rumores?– le preguntó fingiendo que no se había fijado en el interés que el mostraba por su compañera stripper, quien bailaba arriba del escenario.

A León le costó todo un mundo dejar de mirar a Ariana para mirarla a ella.

–¿Qué rumores?–

–¿Sales con Cat?– esta vez Chloe fue al grano.

–¿De dónde sacaste eso?– él frunció el ceño y negó.

–Lo escuché por ahí–

–No creas todo lo que escuchas...–

¡Ah, joder!

Ariana había levantado una pierna para lanzar una patada al aire con los altísimos tacones puestos y ahora arqueaba su torso mientras meneaba las caderas de tal forma que sus pechos quedaban expuestos cada vez que contraía sus ardientes movimientos en postura sugestiva.

Ahora León estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no mirarla y por fingir indiferencia, pero maldita fuera, era imposible.

La bailarina incitaba a tener un orgasmo instantáneo, a todos en el lugar.

–¡Mamacita, ven con papá!–

–¡Qué rico te mueves, primor!–

–¡Danos más, belleza!–

Eran algunos de los cumplidos que podían escucharse, sin embargo algunos otros hacían que León casi perdiera la compostura.

–¡Ven aquí, puta!–

Fue ese último el que lo hizo ponerse en pie.

Sus ojos de águila captaron el momento en que un desconocido de entre el público se abría paso entre la multitud, lanzándose hacia Ariana cogiéndola del rostro e intentando besarla a la fuerza.

Un segundo más tarde, León ya había conseguido sujetar al borracho y alejarlo de la bailarina, decidido a hacerlo añicos.

Los asombrados ojos de Chloe lo siguieron hasta verlo salir del establecimiento. Entonces muchas cosas quedaron confirmadas para ella.

Afuera, León empujó al imbécil hasta hacerlo caer al suelo. Después lo levantó atrapando un puño de su camiseta, y soltándole un golpe voraz en el rostro.

–¡Jodido imbécil! ¡Aprenderás tu lección!– de nuevo lo golpeó sin medida alguna. Un puñetazo, y otro más, y otro hasta que el crujido de su mandíbula obligó a Big Show a detenerlo.

–¡Eh, Chicano! ¡Es suficiente, amigo! ¡Vamos, es suficiente!–

Pero León deseaba hacerle más daño.

–¡Hijo de puta!–

–¡Lo vas a matar! ¡Ya es suficiente!–

El moreno lo soltó finalmente. Se encontraba demasiado alterado. Con su mano limpió el sudor de su frente, acomodó su cabello despeinado. Apenas y se fijó en su camisa ahora desabrochada debido a la violencia con la que había reaccionado.

–Que no vuelva a aparecerse por aquí. ¡Prohíbele la entrada, Big Show!– le exigió a su compañero.

–Te aseguro que este pobre diablo no volverá a pararse por aquí– sonrió el grandote.

Cuando regresó al interior del lugar, las cosas habían vuelto a la normalidad. Un par de chicas, de las cuales desconocía sus nombres, bailaban sobre el escenario mientras los hombres las miraban y bebían de sus cervezas. La música taladrando en las paredes, el olor a humor penetrando en sus sentidos. Todo como de costumbre, pero Ariana ya no estaba.

León no se lo pensó, porque de hacerlo sabía que terminaría cuestionándose cosas que no deseaba admitir. Se abrochó los botones y caminó directo hasta el camerino, donde sabía la encontraría.

Pero antes siquiera de que pudiese entrar, chocó con ella que recién salía.

Por fortuna había cubierto su cuerpo con una bata de seda color vino.

Los dos reaccionaron con susto, se miraron fijo y nerviosos.

Él tartamudeó.

–Yo... yo quería saber si estás bien–

La sintió temblar como reacción al encontronazo físico.

Se alejaron de inmediato.

Ella desvió la mirada mientras acomodaba un mechón de cabello tras su oreja repleta de pequeños aretitos. Los cuales hipnotizaron al guardia por unos instantes.

–Estoy bien– la escuchó responder.

León asintió y quitó su atención de los aretes.

–El tipo no volverá a molestarte– le dijo en tono serio y firme.

Ariana exhaló.

–¿Qué le hiciste?– no hubiese querido preguntar pero sintió la necesidad de hacerlo.

–Lo eché de aquí– respondió él

–¿Pero... lo golpeaste?–

–Pues sí– el moreno asintió sin culpa ni pena.

–Pero estaba borracho– replicó Ariana.

León frunció el ceño y se molestó.

–¿Esa es justificación para intentar toquetearte y besarte a la fuerza? ¿Vas a enfadarte cada vez que le doy su merecido a imbéciles que se pasan de la raya contigo?–

De nuevo se miraron, y el guardia fue plenamente consciente de lo íntimo que había sonado su cuestionamiento. Se sintió verdaderamente desconcertado por sus reacciones hacia ella.

Ariana decidió no responder a su pregunta. Gracias al cielo uno de los dos era sensato ahí.

–Gracias. De nuevo–

Esta vez León negó.

–Sólo cumplo con mi trabajo. Con permiso– dio media vuelta y se marchó.

Para la castaña fue difícil observarlo alejarse mientras se recuperaba de su cercanía.

Admitió entonces que el hombre la afectaba en un nivel que no era capaz de describir.

Sus ojos verdes la afectaban, su voz, su esencia. El mero hecho de cómo la miraba...

–Chicano...– murmuraron sus labios, y se sorprendió a sí misma preguntándose de nuevo, cuál sería su verdadero nombre.

•••••

La cafeína no siempre hacía su efecto, sin embargo León seguía tomando un montón de tazas diarias debido a la fuerte adicción que había creado.

Algo imposible para él sería comenzar el día sin su buena dosis de café.

Se encontraba bebiendo sorbo tras sorbo mientras pensaba.

Sus pensamientos conseguían llevarlo a todas partes sin embargo estos fueron interrumpidos cuando Gonzalo atravesó la cocina.

Vestía un conjunto deportivo humedecido por el sudor, y calzado Nike. Llevaba el cabello recogido con una liga. Evidentemente recién llegaba de correr. Se dirigió sin detenerse hasta el refrigerador de donde sacó una botella de agua para beber.

–¿Despierto a esta hora, Leoncito?–

–No podía dormir– respondió el hermano mayor. Solía despertar más tarde debido a las altas horas de la madrugada en las que llegaba.

Gonzalo arqueó las cejas y mostró una sonrisa morbosa.

–¿Ah, no podías dormir? ¿Algún motivo en especial?–

León gruñó. Otra cosa imposible era estar de buen humor cuando Gonzalo se proponía ser el hermano más molesto del mundo.

–Ninguno–

–Pues yo creo que sí... A ver, veamos, ¿cuál es la principal causa de insomnio en los hombres?– el chico de cabello rizado fingió una pose analítica. –Amor y deudas... Y cómo tú no estás endeudado, creo que la respuesta correcta es la primera opción. ¿Estás enamorada, hermanito? ¿Acaso alguna de las strippers robó tu corazón?–

–No digas estupideces, Gonzalo– León estuvo a punto de lanzarle el líquido caliente que contenía su taza. Para su fortuna no lo hizo.

–No aguantas ni una sola broma, León. Anda, vamos, relájate y cuéntame cómo te ha ido en el Moonlight– Gonzalo se recargó en la isla y continuó sonriendo de oreja a oreja. Terminó de beber su botella. –¿Verdad que es el mejor trabajo del mundo?–

–Estoy pensando seriamente en renunciar–

–¡¿Qué?! ¿Te volviste loco?–

>Probablemente< fue el primer pensamiento de León.

Una castaña de ojos marrones lo tenía al borde. La imagen de aquella mujer y su increíble belleza abarcaron toda su mente por algunos instantes haciendo que se sintiera mareado.

Cerró los ojos y negó.

–Estoy hablando en serio–

–No puedo creerlo– el hermano de en medio se mostró indudablemente enfadado. –Consigo para ti el empleo con el que cualquier hombre soñaría, y me dices que quieres renunciar. ¡Qué bonito!–

–Ese empleo no es para mí, Gonzalo– León se lo había estado repitiendo una y otra vez intentando convencerse de eso.

–Bien, ¿y entonces de qué trabajarás?– Gonzalo lo miró seriamente y cruzó ambos brazos en su pecho. Se mostró dudativo. –Quizás pueda conseguirte algo como animador de eventos... No olvídalo, con esa cara que te cargas harás de todo menos animar–

–Qué gracioso eres. ¿Cenaste payaso?–

–Tomé mis pastillas para ser el más guapo de la familia, sólo eso, Leoncín–

León rodó los ojos con fastidio.

Alexander apareció en ese instante. Llevaba todavía sus pijamas, y como era su costumbre desde pequeño, no llevaba puestas sus sandalias, sino únicamente un par de calcetines blancos.

Tomó el cartón de leche y la caja de cereal. Desde siempre aquel sería su desayuno favorito.

–Eh, tío Gonzalo, ese soy yo– argumentó refiriéndose al galardón como el más guapo de la familia Navarro.

León se soltó a reír y a Gonzalo no le quedó más opción que aceptarlo.

–Diablos, lo peor es que no puedo contradecirlo, porque es verdad– exclamó.

–Buenos días, papás, buenos días, tío Gonz–

–Buenos días cachorro–

–Buenos días, sobrino favorito–

–Tío, soy tu único sobrino–

–Cierto–

Los tres rieron.

Mientras desayunaba, León miró con orgullo a su hijo. Alex era muy apuesto, sin duda había heredado lo mejor de sus dos padres, pero no había duda de que se estaba convirtiendo en una réplica suya. Exhaló porque anhelaba ser el mejor papá del mundo, deseaba ser para él el mejor ejemplo a seguir. No quería fallarle.

–Creo que ya va siendo hora de que te meta al gimnasio. ¿Qué dices, eh Alexín?– le preguntó Gonzalo irrumpiendo de nuevo los pensamientos de su hermano. –¿Quieres convertirte en un adonis como tu tío favorito?–

–¡Sí!– respondió el chico emocionado. Ciertamente comenzaba a avergonzarse de sus brazos delgados. Otros chicos tenían ya algunos músculos y él no deseaba quedarse atrás.

–Ah, maldición, no sé si mi hijo esté a salvo contigo, Gonzalo– replicó León.

–Claro que sí, lo haré una bestia– prometió.

–Por favor, papá, déjame ir con mi tío. Quiero ejercitarme y ser muy fuerte–

León soltó el aliento.

–Mientras no lo hagas mujeriego y borracho como tú, todo perfecto–

Gonzalo hundió los hombros inocentemente.

•••••

Tenía que ser su maldito día de mala suerte, pensaba Ariana mientras veía con tensión la pantalla de su celular.

Había estado sonando toda la mañana y hasta el momento no había dejado de hacerlo.

¿Quién diantres le había dado su número telefónico a Vince?

Desde luego no había atendido ni una sola llamada.

Sabía que era él porque antes le había dejado un mensaje de texto confesándole su identidad y pidiéndole que respondiera.

Oh, pero era un maldito imbécil si se pensaba que ella iba a interrumpir su tiempo con Gianna para atenderlo. Cada minuto que pasaba con su hija eran sagrados y no los cambiaba por nada.

Justo se encontraban horneando un delicioso pastel de chocolate.

Solían aprovechar los sábados para hacer postres y disfrutar sus mañanas juntas.

Eran esos los momentos que atesoraba en su corazón. Ver a su pequeña sonriendo y aprendiendo a vivir la vida. La recordaba siendo una bebita preciosa con esos ojazos marrones que le había heredado, y todavía le parecía increíble lo grande que estaba y cuánto había crecido.

–¡Mami, listo!– le dijo la niña entusiasmada cuando el timer comenzó a sonar.

Ariana se colocó sus guantes y se dispuso a sacar con cuidado el esponjoso pan.

–Wow, huele muy bien. ¿O qué te parece a ti, Gigi?–

Su pequeña asintió contenta. El olor era delicioso y todo era gracias a la cucharada extra de vainilla que habían colocado en la mezcla mientras la batían.

Una vez que colocó el pan sobre la barra, Ariana preparó los utensilios para decorarlo.

Gianna se mostró mucho más emocionada. Aquella era su parte favorita, el decorado.

Las dos se dedicaron a untar el pan de betún y adornarlo con chispitas de colores.

Terminaron embarradas pero se sonrieron.

–¿Te gusta hornear pasteles con mami?–

–¡Sí, sí! ¡Me encanta!–

La voz de su hija era lo más tierno que Ariana había escuchado en su vida entera. Adoraba escucharla, sobre todo porque eran demasiado pocas las veces en las que se animaba a hablar. Estaba decidida a hacer de ella una niña mucho más segura de sí misma, a darle la confianza que necesitaba para que no sólo se atreviera a expresarse con palabras sino también para que se atreviera a mucho más, a soñar, a creer, a luchar.

La miró con ojos embargados de amor. La amaba demasiado, tanto que se había asustado muchísimo aquella primera vez que la había sostenido en sus brazos. Ahora era ella quien la llenaba de valor.

Acarició su carita maternalmente, y los sentimientos continuaron fluyendo.

Para su mala suerte su atención se desvió cuando escuchó y observó que su celular volvía a sonar con una llamada más.

Ariana soltó el aliento sintiéndose ahora cansada e irritada. Se decidió entonces a bloquearlo diciéndose que aquello era lo que debió haber hecho desde un principio.

Maldito Vince y malditos hombres.

Jamás dejaría de odiar a aquellos machitos que se creían con el derecho a importunar a una mujer.

Inevitablemente su mente evocó la imagen de Chicano... Alto, moreno y fuerte. Devastador.

Él la había defendido no una, sino varías veces ya. Además le había dicho que merecía respeto. Sí, con su voz varonil y furiosa se lo había repetido mientras la miraba fijamente.

–No importa lo que hagas o a qué te dediques, no es una invitación para ser atacada sexualmente por nadie... Eres una mujer, un ser humano, y sólo por eso tienen que respetarte–

De una u otra manera, Ariana estaba segura de que... aquel hombre era diferente.

¿Pero por qué no podía dejar de pensar en él?

•••••

Una nueva noche, un nuevo dólar.

Aquel era el pensamiento de cada una de las chicas que trabajaban en el Moonlight.

El pensamiento de Ariana también, desde luego.

Tomó aliento, apretó los puños y decidió mantenerse firme cuando Nicki la abordó en la entrada para hacerle un cuestionamiento.

–¿Tomarás el privado de hoy?–

El trato entre ambas había sido simple. Dos privados a cambio del ochenta porciento de su sueldo habitual más un bono extra.

Gianna necesitaba zapatos escolares y una mochila nueva. Además deseaba comprarle esa muñeca que había visto en el aparador de camino a casa, y llevarla también al cine el siguiente fin de semana.

Asintió de inmediato.

–Bien, entras en cinco. Prepárate– su jefa se alejó para continuar supervisando las actividades de la noche.

Ariana exhaló, y se dijo que exactamente eso era lo que haría. Se prepararía. Nunca era fácil entrar a esa habitación y bailar íntimamente para un solo hombre pero aún así tenía que hacerlo.

Se sintió con muchos más ánimos cuando pensó en que serían solamente unos cuantos minutos. Podía soportarlos, sin embargo todo se fue al traste al toparse de frente con quien menos esperó ver.

–¿Lista, amorcito?– Vince se había acercado a ella tan sigilosamente que sólo fue consciente de su cercanía hasta el momento en que le habló, haciéndola sobresaltarse. –Te espero allá adentro–

Luego de guiñarle el ojo se alejó.

Ariana palideció y se preguntó por qué esta vez había sentido algo diferente en su mirar y en su manera de hablarle. Un escalofrío la recorrió y se sintió acobardada.

Sintió deseos de dar media vuelta y salir corriendo de ahí pero sabía bien que no podía hacerlo. No podía huir. Había pactado con Nicki y echarse para atrás no era una opción.

Soltó un suspiro y se convenció de que mientras más pronto entrara ahí, más pronto terminaría la pesadilla.

Sus pies comenzaron a moverse, inició su camino hasta la habitación privada pero antes de que pudiese dar siquiera el segundo paso, una desconocida mano atrapó su muñeca impidiéndole avanzar.

Sorprendida y aterrorizada a partes iguales, Ariana se giró para poder mirar al hombre que se había atrevido a tocarla.

La impresión la llenó cuando se dio cuenta de que era... Chicano.

Él no la soltó sino que le mantuvo la mirada. Parecía angustiado.

–No entres– le pidió. Su voz casi sonaba a suplica.

La castaña no comprendió de primer instante. Todavía confundida, abrió la boca para decir algo pero las palabras no aparecieron.

El pecho del moreno inhaló y exhaló. Sus ojos no flaquearon sin embargo al instante fue consciente de que el contacto sobraba por mucho. Abrió sus dedos y la soltó. Bajó su brazo a un costado.

–¿Por qué me pides eso?– fue la pregunta de Ariana.

León apenas y pudo escucharla. El susurro había sido demasiado suave.

Él había visto cómo aquel imbécil se regocijaba por haber conseguido un privado con la hermosísima Cat. Lo había visto comérsela con la mirada, siguiéndola con lujuria mientras ella charlaba con Nicki, después lo había visto acercársele y entonces no había soportado más.

¡Mierda!

No lo había soportado. No soportaba la idea de aquel bastardo tocándola, respirando el mismo aire.

No podía dejarla que entrara.

–Tengo que entrar. Es mi trabajo–

–Dile a Nicki o a Ice que no quieres hacerlo y listo. No pueden obligarte– insistió y joder, seguiría insistiendo. Se sentía igual de violento que la misma noche en que lo había encontrado intentando atacarla en el estacionamiento trasero.

–Hice un trato con ellos– Ariana estaba reacia a acceder a su petición. Además no entendía por qué tanto interés.

Oh, pero Chicano estaba demasiado interesado.

–Y una mierda– le dijo ahora enfadado. –¿Qué no recuerdas lo que quiso hacerte? No puedes ir con él y... y... ¡Joder! No sé qué demonios sea lo que hagan ahí adentro, pero ese Vince es peligroso, ya deberías de saberlo–

Ariana lo miró en silencio sopesando cada una de sus palabras. Sus grandes ojos marrones parpadearon a la par, después adoptaron un tono sombrío.

–Si crees que entraré ahí a... a ofrecer algún servicio sexual, estás equivocado. Bailo, y eso es todo–

Nada de aquello tenía sentido, sin embargo ella no podía soportar que Chicano creyera que era la clase de mujer que se acostaba con hombres por dinero. Tenía que dejárselo en claro. Era muy importante que lo supiera.

León la miró prolongadamente. Como analizando su respuesta. Fueron segundos eternos para la castaña. Después lo vio asentir.

–Eso lo hace aún más peligroso. Él intentará algo más. No entres, maldición– casi parecía desesperado.

La bailarina negó cansada ya de todo aquello.

–Escucha, me gano la vida de este modo desde hace años, ¿de acuerdo? No soy ninguna niñita virgen a la que debas proteger. He hecho esto cientos y cientos de veces. Además estaré protegida. Vince no se atreverá a hacerme nada aquí con tanta gente–

Sólo entonces León entendió que no habría modo de convencerla de lo contrario.

La frustración lo llenó, y también otro sentimiento que no fue capaz de definir.

Furioso consigo mismo, se dijo que no era su maldito asunto. No debía importarle, pero... ¡Maldita fuera! Le importaba, y le importaba muchísimo.

Su mirada verde continuó fija en ella. Apretó los dientes pero consiguió mantenerse sereno.

–Estaré aquí cerca– le dijo. –Cualquier cosa que suceda, sólo tienes que gritar y yo entraré a romperle los dientes a ese animal– después se alejó.

Impresionada por lo acontecido en esos últimos minutos, Ariana lo miró sintiendo cómo luego de haberse quedado sin aliento comenzaba a recuperarlo. Hasta ese momento había sido consciente de que se había pasado todo el tiempo conteniendo la respiración.

No terminaba todavía de comprender por qué le daba esa sensación de desmayo cada vez que ese hombre la miraba o se acercaba a ella.

La pregunta la acosó por instantes.

¿Por qué se sentía tan atraída por su fuerza y por su simple presencia?

Pero... ¿Le gustaba realmente?

Quizás sólo era curiosidad mera lo que sentía por él. Pero una vocecilla en su interior le decía que todo era mucho más profundo de lo que su mente la quería hacer creer.

La realidad era que le fascinaba. Le fascinaba cuando Chicano estaba cerca, la hacía sentirse como si fuese una adolescente encandilada por una estrella del rock, dominándola el deseo de arrojarse a sus brazos y dejarse llevar a donde fuera que él quisiera llevarla.

¿Qué tan normal era aquello?

Ni un poco, al menos no para ella. Estaba perdiendo la razón. Jamás había sentido nada de aquello por ningún hombre. Ninguno. Se suponía que los odiaba a todos, los despreciaba por lo que le habían hecho en el pasado.

Sin embargo de algo estaba segura... Aquel mexicano no era como los demás.

•••••

–Al fin llegas. Te tardaste– la voz de Vince la hizo temblar desde el mismo momento en que entró a la habitación.

Ariana no respondió de inmediato.

Se mantuvo callada y aquello no hizo sino enfadar a su detestable cliente.

–¿No dirás nada? ¿Acaso te comió la lengua el ratón?–

–No tengo nada que decir, Vince– respondió ella con frialdad. –Vine aquí a trabajar. Empecemos con esto–

Vince mostró una sonrisa burlona y después encendió un cigarrillo que sacó de alguna parte.

Apenas lo hizo, Ariana reconoció al instante el inconfundible olor a marihuana.

Cielo santo, ese olor le recordaba muchísimo a Pete. Tragó saliva y comenzó a ponerse nerviosa.

¿Cómo diantres había conseguido introducir ahí marihuana? Se suponía que antes de entrar cada uno de los clientes debía pasar por un filtro de seguridad para evitar que introdujeran armas, drogas, cualquier cosa prohibida.

–Sabes que no está permitido fumar aquí, ¿no? Ice T se enfada muchísimo cada vez que alguien intenta saltarse las reglas– le dijo como intentando no sonar asustada, pero lo estaba y mucho.

Con cinismo, Vince miró a su alrededor y después se hundió de hombros.

–Yo no veo a Ice T por ninguna parte. Ni a Nicki, ni a Big Show, ni a tu noviecito el mexicanucho de mierda– le dio otra calada al porro como retándola.

Ariana sabía que tenía razón. Y en esos momentos él tenía todas las ventajas a su favor.

Era un hombre grande, borracho, drogado y caliente. Y ella no llevaba consigo ni su spray pimienta ni nada que pudiese ayudarla. Debía tener mucha calma y tratar de ser más inteligente para poder salir bien librada si cualquier otra cosa ocurría.

–Estaré aquí cerca... Cualquier cosa que suceda, sólo tienes que gritar y yo entraré a romperle los dientes a ese animal–

Recordar lo que le había dicho Chicano momentos antes la hizo desear que estuviera ahí. Con él, indudablemente se sentía a salvo. Pero lamentablemente estaba fuera de aquella habitación y aparentemente no había ningún motivo para que ella gritara pidiendo su auxilio.

–Y dime... Nenita, ¿a ese imbécil no le molesta que te desnudes para un montón de hombres? ¿Que menees el culo y nos excites?–

Vince seguía con la idea de que ella y Chicano eran una pareja. Ariana sabía que debía insistir y sacarlo de su error pero no mencionó ni una sola cosa al respecto.

Él se hundió de hombros ante la falta de respuesta.

–Supongo que es un pequeño sacrificio que ha aceptado correr por lo hermosa que eres... Oh, pero estoy seguro de que tarde o temprano terminará botándote. Se dará cuenta de que sólo eres un juguete desechable. Una mujer para usar y después desechar como la fulana que eres...–

A Ariana no le ocasionaban nada sus insultos. Se mantuvo impasible.

–¿Quieres que empiece ya con el baile?– le preguntó quedamente.

Vince soltó un gruñido.

–Ya tardaste demasiado, amorcito, y empiezo a impacientarme. Mejor será que muevas ese delicioso culito y empieces a mover las caderas como a mí me gusta–

Ariana se estremeció.

La vida había hecho de ella una chica inteligente, precavida y hábil. Se preparó mentalmente para empezar su erótico baile pero también para estar alerta. Con Vince cualquier cosa podría suceder.

Criminal comenzó a sonar.

Por un par de segundos la castaña se quedó paralizada.

No pudo soportar ver al hombre frente a ella. El asco era difícil de contener.

Las reacciones de Vince la hicieron querer vomitar. El cómo la miraba y se llevaba la mano a la entrepierna acariciándose el bulto que sobresalía de entre la tela de sus pantalones no hizo sino aturdirla. Su estómago se revolvió y se llenó de adrenalina.

No fue capaz de moverse pero hizo grandes intentos para poder lograrlo. Sin embargo de nuevo se quedó paralizada cuando lo vio ponerse en pie e ir hacia ella.

Él la sujetó y la estampó contra su grande cuerpo apretándola con fuerza. Acercó su cara, llenando su campo visual, deforme y grotesca en cada espeluznante detalle. Su aliento agrio y húmedo, robándole el aire.

–¿Crees que pagué todo ese dinero para tener que soportar tu cara de asco? ¡¿Te crees mejor que yo, perra estúpida?!–

–¡Suéltame, imbécil!– Ariana intentó golpearlo en el pecho para conseguir liberarse pero el agarre de Vince se hizo mucho más agresivo.

Vince no estaba dispuesto a soltarla. No iba a soltarla.

–Oh, olvídalo, princesa... ¡Te tengo en mis manos!– el pervertido sujeto le sonrió.

Ella trató de empujarlo de nuevo. Utilizó ambas manos para poder hacerlo pero su captor consiguió inmovilizarla al rodearla con un brazo.

–¡Suéltame, Vince! ¡Suéltame!– exclamó Ariana horrorizada. –¡¿Te has vuelto loco?!–

–Y un carajo que te voy a soltar, amorcito... Creo más bien que esta noche debo darte una lección que nunca deberás de olvidar...–

–¡No puedes tocarme!– tuvo que recordarle la castaña en medio de sus desesperados intentos de quitárselo de encima. Estaba segura de que podría sacar cierta ventaja de la situación, pero no conseguía pensar claro. Estaba demasiado asustada, demasiado envuelta en el horror para procesar los datos.

Él pareció enfurecer aun más. La cogió del brazo retorciéndoselo hacia atrás y provocándole mayor dolor, a sabiendas de que si lo jalaba un poco más terminaría fracturándoselo.

Ariana también lo sabía así que se quedó muy quieta.

–Voy a tocarte todo lo que me dé la gana. Estás en mi poder... Vas a ser mía– prometió.

La promesa la hizo estremecerse de terror. Volvió a removerse pero Vince fue tan rápido que un segundo más tarde ya la tenía recostada sobre el sofá de cuero. No tardó en ponérsele encima buscando aplastarla para impedirle que huyera.

Mientras la bailarina luchaba por tragar aire, el hombre encima de ella aprovechó para subirle la diminuta faldita y acariciarle la piel desnuda que encontró.

–¡No! ¡No! ¡Noooo!–

Vince la apretó con mayor brusquedad. Otra carcajada despiadada salió de su boca.

–Me muero por follarte, Cat, mi amor, pero primero quiero ver esas tetas...–

–¡Aléjate, Vince! ¡Maldición, aléjate!–

–No acostumbro tomar ordenes de mujeres, y mucho menos de putas como tú, así que cierra la maldita boca y abre las piernas, sé útil para algo–

Ella maniató impidiéndole que sus manos lograran el objetivo de desnudarla.

Combatieron enérgicamente.

–¡No me vas a tocar! ¡No lo harás!–

Gracias al cielo, la bailarina tenía uñas muy afiladas. Le rasgó la mejilla ocasionando que un canal de sangre se dibujara en su desagradable rostro.

La furia del agresor incrementó como era de esperarse. La miró. Sus ojos de depredador más amenazantes que nunca mientras limpiaba el rastro de sangre utilizando el dorso de su brazo.

–Pagarás por esto, perra inmunda... Lo pagarás caro...–

Después fue por ella.

Sus grandes y toscas manos la atraparon aunque ella intentó huir.

Ariana peleó con manos y piernas, luchó por todos los medios, utilizó cada recurso a su alcance. Intentó patearle los genitales pero Vince fue mucho más hábil.

La empujó sobre el sofá y volvió a colocársele encima casi ahogándola. Aplastó sus pechos con el contundente peso de su grande cuerpo. Presionó para hacerle daño deliberadamente. Rió malévolo e inclinó su rostro. Pasó su lengua por todo su cuello y la saboreó.

–¡No! ¡Nooo!– con sus puños la castaña lo golpeó. –¡Me das asco! ¡Me das asco, maldito desgraciado!–

–¿Te doy asco, primor?– le preguntó burlón. –Eso es una lástima...–

–Eres un poco hombre, Vince– aun debajo de él, atrapada por su poder y dominio, Ariana no estuvo dispuesta a ponérsela fácil ni dejarse vencer. Al menos tenía que hacerle saber lo mucho que lo despreciaba. –¿No puedes conseguir a una mujer sin que la obligues a estar contigo?–

Él la miró con un furioso destello de fuego en sus ojos oscuros. Apretó los puños pero después tiró de su larga cabellera castaña alzando su rostro para enseguida propinarle un puñetazo haciendo que su labio sangrara.

–Pero si tú no eres una mujer, primor... ¡Eres una puta!–

•••••

No resistía ni un solo segundo más.

León no podía soportar otro instante.

Colocó sus dos manos sobre la barra de bebidas y después apuñó los dedos consiguiendo que sus venas se tensaran ante el movimiento.

–¿Está todo en orden, Chicano, querido? Te veo un tanto tenso– Nicki se acercó a él y lo cuestionó. La mujer era bastante observadora. Se había dado cuenta de su comportamiento momentos antes así que había decidido averiguar de qué iba todo aquello.

–Está todo bien...– respondió él pero era evidente que no hablaba con la verdad. Finalmente se vio en la obligación de ser sincero. Quizás Nicki podía hacer algo. –No, no lo está. Escuche... allá adentro está metida Ariana, una de sus bailarinas, con un imbécil llamado Vince–

La morena parpadeó sorprendida y confundida de ver al guardia tan desesperado por tal motivo.

–Ya lo sé– asintió. –Vince compró un privado esta tarde. Ariana lo está atendiendo–

León negó. Soltó el aliento. La tensión no lo había abandonado y lo reflejaba en su expresión.

–Es que usted no entiende. Ese... sujeto intentó atacarla hace algunas noches. La amenazó, intentó golpearla y... trató de abusar de ella. ¿No cree que puede resultar peligroso? El cretino puede hacerle daño–

Nicki sonrió. Comenzaba a comprender lo que sucedía.

–Tranquilo. No lo hará. Vince conoce bien las reglas de este establecimiento. Es un cliente muy antiguo–

León no pudo creerse que no hubiese conseguido nada.

Big Show se acercó en ese instante.

–¿Qué es ese olor?– cuestionó.

–¿Qué olor?– replicó Nicki.

–Es marihuana– informó León sin dudarlo siquiera. En sus años trabajando como policía había aprendido bien a identificarlo.

–¡¿Qué?!– Nicki se exaltó de inmediato y mostró toda su preocupación. –Ay, no esto no le gustará nada a Ice. ¿Alguien fumando marihuana en el Moonlight? ¡Inaceptable!– ahora estaba enfadada. –¡Atrápenlo, Biggy, Chicano, para eso les pago!–

León asintió. Casi pareció contento. Gracias al cielo ahora tenía una excusa valida para entrar a aquella maldita habitación e interrumpir el maldito espectáculo.

Caminó decidido.

¡Sí, joder!

Decidido a sacar a Ariana a como diera lugar.

Sin embargo, a pesar de las mil situaciones que habían estado atravesando su mente, torturándolo con todo lo que pudiese ocurrir... Fue una completa sorpresa encontrarse con lo que se encontró.

Vince, el cabrón hijo de puta en aquel jodido sillón rojo escarlata, besándole el cuello, manoseando los pechos, la cintura, las piernas y todo el cuerpo de Ariana. Ella llorando e intentando librarse...

¡Ah!

La sangre le recorrió con adrenalina por sus venas. Una furia lo recorrió intensamente. La bestia interna dentro de él rugió.

León enloqueció.

•••••

–¡Joder, Chicano, casi matas a ese cabrón!– exclamó Big Show todavía sorprendido. Abrió los ojos por la impresión y mostró una enorme sonrisa en el rostro. Decir que le había dado gusto le parecía muy poco. –Mentiría si dijera que no lo disfruté– rió y después aplaudió un par de veces.

León se encontraba a unos cuantos metros de él. Se ocupaba de limpiarse una herida en el pómulo que aquel bastardo había conseguido asestarle. Soltó el aliento. Ciertamente no estaba de tan buen humor como parecía estar su compañero.

–No me agradan los hombres que abusan de las mujeres– fue su simple respuesta.

Big Show continuó mostrando su entusiasmo.

–Pues me alegro. Ese Vince se lo tenía bien merecido. Además intentar follarse a Ariana a la fuerza... Eso ha sido demasiado. Por fortuna nos hemos librado de él y no lo veremos más por aquí–

Él moreno asintió. No podía estar más de acuerdo.

Lo tranquilizaba muchísimo saber que el imbécil no volvería a poner un pie en el sitio.

–Más le vale– murmuró.

Si volvía a verlo rondando el Moonlight lo mataría.

¡Cielo santo! ¡Y lo cerca que había estado de hacerlo!

Había ido directo por él sin pensar en otra cosa que no fuese machacarlo.

Sus puños habían cobrado vida propia y lo habían golpeado una y otra, y otra, y otra vez, sin detenerse ni un solo segundo. Asestando con fuerza en su cara, en su nariz, en sus dientes, tiñéndole el rostro entero de sangre hasta que esta escurriera por su cuello y empapara la camisa azul que llevaba puesta.

León no podía asimilar todavía el nivel de violencia que había experimentado entonces. Había sido una fuerza destructora dentro de él, casi asesina. Y lo había dominado por completo, había perdido el control, su mente nublada por la furia y por el deseo de hacer que pagara por lo que había intentado hacerle a Ariana.

¡Mierda!

Se había detenido únicamente porque ella se lo había pedido. Evidentemente la chica tenía mucho más cerebro que él. En ambas veces le había hecho ver que mancharse las manos con aquel desgraciado no valía de nada. Aún así se sentía orgulloso de haberle dado su merecido.

Y maldita fuera, todavía se sentía demasiado violento, casi como si deseara ir detrás del malnacido y terminar lo que había empezado.

>Ariana...<

Pero la bailarina le importaba más. Mucho más.

Dejó de lado la bolsa de hielos que momentos antes le habían traído para bajar la inflamación y de inmediato se puso en pie.

Big Show lo miró con el ceño fruncido.

–¿A dónde vas?– le preguntó.

–A ver cómo está Ariana– respondió León sin más y entonces se marchó, dejando a su compañero un tanto confundido.

Bastó caminar unos cuantos metros para que pudiese encontrarla.

Ella no había salido del camerino desde todo lo acontecido.

Entre Brenda y Madelaine habían estado intentando tranquilizarla, consolarla y curar sus heridas con algo de alcohol etílico, pero la castaña parecía todavía demasiado afectada, aunque no había querido decirle nada a sus amigas para no preocuparlas más.

Permanecía en silencio pero los ojos marrones se le abrieron con sorpresa en cuanto lo vio aparecer.

Chicano estaba en el arco de la puerta con la mirada fija en la suya.

Ariana creyó que él estaba ahí sólo para reprenderla y decirle en su cara un te lo dije, sin embargo en su expresión no leyó nada más que preocupación. Algo que la confundió muchísimo. Era demasiado extraño el ver aquel sentimiento en un hombre, sobre todo si era dirigido hacia ella. Los hombres solían expresarle un montón de emociones pero nunca preocupación.

–¿Estás mejor?– le preguntó después de resoplar.

Tanto Madelaine como Brenda se miraron impresionadas. Ambas dibujaron una sonrisa de sorpresa en sus rostros. Después volvieron toda su atención a su amiga y al guardia recién llegado.

–Sí– respondió Ariana nerviosa todavía.

León notó su nerviosismo pero sus ojos verdes se concentraron en el golpe en su labio. Estos destellaron con ira infernal.

Negó rotundamente.

–No lo creo. Será mejor que te lleve al hospital– su voz autoritaria no dejaba espacio para replicas.

Aún así ella se opuso.

–¿Al hospital? No es necesario–

Nicki apareció en ese instante. Abrió la boca para hablar pero se calló abruptamente cuando encontró a Chicano ahí.

–Sí, lo es. Te golpearon y llevas la evidencia en la cara. Necesitas que te revisen ya mismo– dijo él y estaba convencido de ello.

Ariana preocupada por tal hecho corrió para mirarse al espejo.

Su labio no había estado tan hinchado momentos antes. Pensó en Gianna. ¿Qué demonios iba a decirle? La angustia se vio reflejada en sus facciones.

El nudo en su garganta le impidió hablar y León tomó ese silencio como su rendición.

–Andando– le dijo seriamente.

–Chicano tiene razón, querida– Nicki decidió intervenir. –Debes atenderte ese golpe, así puedes preguntarle al médico qué te recomienda usar para que no se ponga peor–

–Ari, no te pongas terca. Es necesario que vayas– secundó Brenda.

–Sí, pero...–

–Pero nada, amiga– la interrumpió Madelaine. –Vamos, nosotras iremos con ustedes. ¿cierto, Brenda?–

–¿Qué? Olvídenlo– Nicki negó de inmediato. –Puedo prescindir de una de mis bailarinas, incluso de uno de los guardias al menos por un par de otras– miró a Ariana y después al moreno. –¿Pero de tres bailarinas? Se han vuelto locas. Ustedes se quedan, y yo iré con ellos pero los alcanzaré en unos momentos más. Antes debo dejar aquí todo en orden–

–Suerte, Ari– Madelaine se hundió de hombros. Ella y Brenda la abrazaron y le mostraron su total apoyo.

–Cuídala mucho, Chicano–

Él asintió.

–Mi coche está en la parte trasera– le informó a Ariana.

A la castaña no le quedó más opción que acceder.

Soltó el aliento resignada y se dispuso a seguirlo.

Ninguno de los dos habló mientras se dirigían a la salida.

Una vez que llegaron al auto él se ocupó de abrirle la puerta y ayudarla a entrar.

Sus pensamientos corrieron a toda velocidad al ser consiente de la cercanía de aquella preciosa mujer, del hecho que estuviese de nuevo en su auto.

Era hermosísima... ¡Joder! Pero además de hermosa se veía pálida y asustada.

Viajaron en silencio por algunos minutos hasta que finalmente ella lo rompió con un cuestionamiento que lo tomó en absoluto por sorpresa.

–¿Puedo preguntarte algo?–

León no volteó a mirarla. Su mirada permaneció concentrada en el camino mientras conducía, aún así se tensó.

–Claro–

Le siguió otro prolongado silencio que consiguió impacientar a León.

–¿Por qué te preocupa tanto lo que me pase?– cuestionó Ariana luego de unos instantes.

Los dedos masculinos se apretaron sobre el volante.

¿Qué mierda iba a responder a eso?

¡Joder!

Pero tenía razón.

¿Por qué le importaba tanto?

Qué buena pregunta.

Lo grave de la situación era que él no tenía una respuesta exacta para eso.

–Por humanidad, señorita Ariana... Por humanidad–

•••••

Todo era obra de la caridad.

Ariana siempre había odiado que tuvieran lástima de ella porque la hacían sentir como si fuera de nuevo aquella niñita indefensa y estúpida que había sido. La hacían remontarse a aquellos años de su vida en los que no había sabido cómo defenderse de la gente que le había hecho daño.

En el recorrido al hospital, ninguno de los dos había hablado de nuevo luego de la fría respuesta que él le había dado. Algo muy conveniente para la castaña pues lo último que se le había antojado en tal situación había sido entablar conversación alguna. Además no deseaba tener ninguna relación con aquel hombre, ni siquiera amistosa.

Era cierto, la había salvado ya dos veces de ser atacada, tres si contaba al odioso borracho que había intentado besarla, pero él le había dicho que sólo cumplía con su trabajo.

Sólo cumplía con su trabajo...

Se escuchaba tan extraño.

¿Estaría ahí, esperándola en la sala de emergencias porque sólo cumplía con su trabajo?

>Humanidad< le había dicho pero aún así no terminaba de entenderlo.

Era un tipo bastante raro. Parecía letalmente peligroso y aún así... Ariana sentía que podía fiarse de él. Al menos lo sentía sincero.

Negó decidida a alejar de su mente todos esos turbios pensamientos. Habían intentado violarla, casi le habían abierto el labio y por poco le fracturaban el brazo, y ella estaba ahí, pensando en aquel sujeto.

Estaba loca.

–¿Necesitaré puntadas?– le preguntó a la enfermera que la atendía, y rezó internamente para que no fuera así. En su profesión el cuerpo era lo más importante, sin embargo tener un rostro atractivo y sin imperfecciones sumaba un montón de puntos. En su caso la había hecho ganar mucha más popularidad entre su público masculino. Había sido su belleza lo que la había llevado a convertirse en la estrella del Moonlight. ¡No podía arriesgarse a perderla!

–Tranquila– le sonrió la amable mujer. –No necesitará nada de eso. Sanará por sí sola. Ahora sólo deberá tomar analgésicos para el dolor y unos cuantos antiinflamatorios. Eso será todo–

–Gracias... ¿Entonces ya puedo irme?– se sentía especialmente desesperada por regresar a casa con su pequeña.

La enfermera dudó por unos cuantos segundos más.

–Eh... es mucho más complicado, señorita Butera. Por favor sea paciente. Debemos atender la fisura en su muñeca–

¿Fisura en su muñeca?

¡Genial!

>Muchas gracias, Vince<

•••••

En la sala de espera, León se encontraba bastante tenso.

No podía dejar de pensar en aquel bastardo intentando abusar de Ariana, golpeándola y aprovechándose de su maldita ventaja al ser más grande y más fuerte que ella.

¡Ah, quería matarlo!

¿Pero por qué se ponía así? ¿Era por ella?

¡No! Desde luego que no era por ella, joder. Intentó convencerse de eso.

Se habría puesto así con cualquier otra. Habría defendido así a cualquier otra. Odiaba a los desgraciados que abusaban de su fuerza y de su tamaño para someter a las mujeres, a los niños o a cualquier otro ser más débil que ellos.

Era simplemente desalmado. Un acto atroz. Esos malditos eran escoria, tenían que desaparecer del planeta tierra. Exterminarlos. Él con gusto exterminaría a Vince. Ganas no le habían faltado pero un cargo de homicidio sin duda habría complicado su situación en la estación de policía.

Pensaba en todo aquello cuando se dio cuenta de que el doctor que había atendido a Ariana salía de Urgencias y se dirigía hacia ahí.

Prontamente se puso en pie.

–¿Cómo está Ariana?– fue lo primero que le preguntó.

–¿Es usted familiar suyo?–

–Eh... soy su novio– la mentira era necesaria. Sabía que de haberle dicho que eran compañeros de trabajo y que apenas y se conocían le habría valido para que no le informaran nada.

–Claro. La señorita se encuentra bien. Sufrió una pequeña contusión en la cabeza y su muñeca izquierda tiene una fisura–

Mientras León oía cada palabra que el doctor decía, aumentaban sus ganas de tener cerca a Vince otra vez para terminar de aniquilarlo, para hacerlo arrepentirse incluso hasta de haber nacido.

–Maldición...– no pudo evitar que sus labios sisearan con furia.

–Por favor tranquilícese, todo está bien. Ya hemos revisado sus signos vitales y todo parece estar en orden. Ella puede irse ya mismo de aquí, sin embargo voy a pedirle que mantenga reposo al menos por las siguientes doce horas, así descartaremos cualquier otra reacción. Es importante también que la joven se mantenga en vigilancia. Si comienza a sentir mareos o malestares en general deberá regresar aquí inmediatamente–

León asintió.

Estuvo a punto de cuestionar algo más pero todo quedó olvidado cuando la vio aparecer.

Ariana todavía estaba pálida. No había recuperado su jovial y fascinante color de tez. Parecía muy delicada, más joven de lo que seguramente debía ser. A él le dieron ganas de cogerla en brazos y... ¿Y qué? ¡Mierda!

Apretó los puños y se quedó quieto en su sitio mientras un sentimiento de frustración lo embargaba.

El doctor le sonrió a su paciente.

–Le explicaba a tu novio todos los cuidados que deberás tener, al menos hasta que pase el tiempo de riesgo. Pero estoy seguro de que todo irá bien, eres una joven muy sana. Se nota que practicas deporte, así que eso te ha ayudado muchísimo–

¿Deporte?

Claro, si contaba como deporte el hacer malabares en un tubo y bailar eróticamente cada noche.

–Disculpe... ¿Mi... novio?– aquello fue quizás lo que más la había sorprendido.

León que no estaba dispuesto a dejar que descubriera su mentira, se adelantó y la cogió de la mano.

–Es hora de irnos, mi amor, pero pasemos antes al área de pago–

Ella entendió que Chicano había mentido con el hecho de que eran pareja. Se quedó pasmada por un segundo.

El doctor se despidió de ellos.

–No hace falta que me acompañes a pagar– le dijo Ariana en tono serio. –¿En dónde está mi bolso?–

El moreno frunció el ceño y negó.

–Yo pagaré los gastos–

La expresión de Ariana fue en absoluto de negativa.

–¡Estás loco!– exclamó enfadada.

–Cálmate– le pidió él. –Tienes que estar tranquila–

–¡No!– la castaña perdió la paciencia. –Ya basta. Yo pagaré y se acabó–

Se miraron desafiantes. A León le habían enseñado que un caballero siempre pagaba la cuenta. Ariana le había dicho que necesitaba dinero, por eso había accedido a hacer esos malditos privados. Desde luego no había estado en sus planes el gastárselo todo en una jodida factura médica. ¡Sólo quería ayudarla! ¿Tan malo era eso?

Para fortuna de ambos Nicki apareció en ese instante como siempre llamando la atención de todos a su paso, por su vestimenta tan extravagante, los altísimos tacones que solía manejar y el denso maquillaje que jamás pasaría desapercibido.

–¡Ah! ¡Ahí están!– se alegró de encontrarlos. –No discutan más por la cuenta, ya la he pagado– les mostró el recibo y después miró a su bailarina estrella. –Tranquila, linda que esto va por la casa. Tómalo como una especie de seguro. Dime, ¿cómo estás? ¿Qué dijo el doctor?–

–Estoy bien, gracias Nicki–

–Tuvo una contusión y una fisura en la muñeca– añadió León.

–Oh, joder– la morena emitió una mueca de dolor y enojo. –¿Y el golpe en tu cara? ¿Cuántas puntadas te pusieron?–

Ariana negó.

–Ninguna–

–Bendito sea el cielo– Nicki había estado igual de preocupada. Exactamente por las mismas razones que ella. –Ese maldito de Vince no volverá a molestarte. Ha quedado fichado de por vida del Moonlight–

–Eso me tranquiliza muchísimo. Gracias de nuevo, jefa–

–¿A mí?– Nicki dio un respingo y luego sonrió. –Agradécele a Chicano–

La bailarina y el guardia se miraron fijamente.

Algo eléctrico e intenso chocó ante el cruce de sus miradas.

Fue él quien desvió la mirada. Resopló con mayor tensión.

–Las esperaré afuera– anunció secamente. Después se alejó.

Sólo hasta que lo vio desaparecer, Ariana se dirigió a su jefa con voz suplicante.

–Nicki, por favor dime que tú me llevarás a mi casa– le pidió en tono desesperado.

Ella se mostró en absoluto desacuerdo.

–¿Qué? ¿Y dejar que te pierdas la oportunidad de pasar más tiempo con ese dios griego? Mejor dicho, con ese dios mexicano. No soy tan mala jefa como parezco, Ari, querida–

¡Cielo santo!

Tenía que ser una broma.

Preocupada, Ariana negó.

–Pero es que no quiero pasar más tiempo con él. Me pone incómoda– confesó.

Nicki soltó una carcajada larga y tendida.

–Sí, claro, "incómoda"– se burló. –En mis tiempos solíamos llamarle de otro modo, si sabes a lo que me refiero– arqueó las cejas juguetonamente.

Ariana enrojeció al comprender lo que había intentado decirle.

–Él y yo no... Quiero decir, yo no...– necesitaba aclarárselo, necesitaba que lo entendiera. –No me gusta Chicano, no estoy interesada en él–

–Oh, vamos, querida– evidentemente Nicki no le había creído del todo. –Yo sé exactamente de lo que hablo. He aprendido a conocerte bien. Sé cuándo un hombre te da asco, lo cual ocurre todo el tiempo, pero no esta vez. Tu expresión es diferente con Chicano, así que mi consejo es que no lo combatas– se hundió de hombros simplemente.

–¿Que no combata qué?– para ese momento Ariana ya se encontraba bastante irritada.

La respuesta de Nicki la hizo enfadar aún más.

–La atracción entre ustedes dos– ella le guiñó un ojo traviesamente.

•••••

Cuando Ariana y Nicki salieron del hospital, observaron a León de pie frente a uno de los postes de luz que alumbraban el estacionamiento.

Secretamente la castaña había albergado la esperanza de no encontrarlo, de que él se hubiese marchado ya, desentendiéndose de la situación al ver que la jefa había llegado. No había sido así.

En cuanto las vio se acercó a ellas.

–¿Listas para marcharnos?– les preguntó.

Nicki sonrió.

–He traído mi camioneta, pero sería estupendo que llevaras a Ari a su casa. ¿Te molestaría hacerlo, Chicano? Yo... debo volver al Moonlight cuanto antes–

En esos momentos Ariana odió muchísimo a su jefa. No podía creerse que en serio la hubiese dejado sola en eso, así sin más, como si la situación de verdad fuese romántica, como si al final de aquella noche ella y aquel hombre que tenía enfrente fuesen a terminar entera y profundamente enamorados.

Sin duda Nicki había enloquecido.

–No será ninguna molestia– aseguró él.

A la castaña no le quedó más que soltar un suspiro.

Ya no le quedaban más opciones. Todo, absolutamente todo había jugado en su contra aquella noche.

Había perdido pero se encontraba tan cansada para siquiera lamentarlo o intentar ganar alguna otra partida. Se rindió. No le importaba ya nada, salvo llegar a casa lo más pronto posible y dormir abrazada de su pequeña Gianna. La extrañaba muchísimo.

–Bueno, me despido– les dijo Nicki todavía sonriendo pícaramente. –Ari, cuídate mucho, lindura. Chicano, de nuevo gracias– después de aquellas últimas palabras, la morena se marchó dejándolos solos.

De nueva cuenta, y al igual a como había hecho horas antes al salir del Moonlight, el guardia le mostró el camino para ir hacia su auto.

Ariana que recordaba perfecto en dónde habían aparcado se adelantó unos cuantos pasos. Él caminó tras de ella. Y mientras lo hacía se dijo que únicamente lo había hecho para cuidar que no fuese a caerse o algo por el estilo, no porque quisiera tener un primer plano de aquel espectacular trasero.

>Maldito pervertido. Eres un maldito y jodido pervertido, León<

Y es que era más que espectacular aquella exquisita parte de la anatomía femenina. La elegante columna vertebral descendía deliciosamente hasta aquella perfecta y redondeada retaguardia que moldeaba la delgada y corta faldita.

Soltó el aliento y apretó sus manos. Estas le habían comenzado a hormiguear por el deseo que tenía de tocarla.

Abrió la puerta y la invitó a entrar.

Ambos permanecieron callados. Ninguno de los dos tenía nada que decir.

Esta vez él no tuvo que preguntar por su dirección pues la había memorizado a la perfección.

Condujo por largos minutos mientras la castaña no hacía más que mirar por la ventana.

Fue hasta que se dio cuenta que habían llegado, que ella lo escuchó hablar.

–Esta vez te acompañaré hasta la puerta– León fue claro. –Necesito asegurarme de que llegues con bien–

Ariana no le dio ninguna respuesta.

Su acompañante tomó tal silencio como si hubiese aceptado lo que le había dicho.

El moreno se bajó con rapidez del vehículo y abrió la puerta para ayudarla a bajar.

La bailarina aceptó su mano pero luego de un par de segundos lo soltó. La descarga de electricidad fue notoria para ambos.

–Vivo en el tercer piso– informó Ariana. –Quizás si me acompañas hasta el elevador sea suficiente...–

Desde luego León negó renuente.

–No, no será suficiente– contestó.

>¡Vaya, mandón!< pensó ella con irritación.

Evidentemente era un hombre acostumbrado a ejercer su voluntad y que se le obedeciera en todo. La Ariana que estaba acostumbrada a no rendirle cuentas a nadie estuvo a punto de replicarle y mandarlo al demonio. No deseaba que la señora Doris lo viera... ¡Santo cielo! Y aún menos deseaba que él viera a Gianna. Solamente Nicki, Ice, Brenda y Madelaine sabían de la existencia de su hija. No quería que nadie más lo supiera, mucho menos el guardia que seguía siendo un completo desconocido para ella.

Rezó internamente para que no sucediera nada que después fuese a lamentar.

La voz masculina la sacó estrepitosamente de sus pensamientos.

–Deberías poner una denuncia contra Vince– le dijo Chicano una vez que se bajó para ayudarla a salir del vehículo.

–¿Disculpa? ¿Qué?– Ariana salió aceptando su ayuda, pero lo miró confundida y aturdida a partes iguales.

–Una denuncia– repitió él. –Deberías denunciar a ese imbécil–

Ella negó.

–No haré tal cosa– respondió.

Su respuesta no fuel del agrado de León. No la comprendió en nada.

–¿No te das cuenta de que es peligroso? ¿Qué más tiene que suceder para que te convenzas?–

–Nada. Ya sé que es peligroso– le quedaba claro. Ariana había tomado a Vince por un idiota inofensivo y había estado a nada de pagar muy caro aquel error. Si no hubiese sido por Chicano...

–¿Entonces? No veo qué te detenga– insistió él.

Pero la castaña tenía sus razones, desde luego. Debía protegerse, y aún más proteger a Gianna. Entrar en asuntos jurídicos sería permitirle a todo el mundo que se involucraran en su vida privada. Eso no sucedería.

–Nada, no me detiene nada, pero aún así no lo haré– respondió tajante.

Una frustración inmensa llenó a León.

La bailarina no parecía tener miedo, y él estaba preocupado por ella como el infierno.

La miró convencido de que había mucho más en la negativa de aquella bailarina a querer poner una demanda en contra del bastardo que la había importunado.

Para ese momento, Ariana ya no se atrevía a mirarlo, acto que sacó ventajoso para poder mirarla por más tiempo.

¡Qué hermosa era! Incluso así. Con la piel demacrada, el labio hinchado, los ojos cansados...

Convencido estaba de que sería igual de bella al amanecer...

¿Pero qué decía?

¡Ah! Necesitaba aire cuanto antes, y una ducha de agua fría. ¡Muy fría! Tan helada que se le entumiera todo el cuerpo, sólo así resistiría pasar aquella noche.

Exhaló.

–No estoy de acuerdo, pero... es tu decisión–

La buena noticia ahí era que Ariana no tenía por qué tomar en cuenta la opinión de ese hombre. No era nadie en su vida.

–Gracias por respetar mi deseo–

Ambos entraron al edificio y subieron las escaleras hasta la tercera planta.

–¿Te sientes mejor?– le cuestionó la voz viril, haciéndola casi temblar.

–Mucho mejor–

–¿Traes los medicamentos?

–Están en mi bolso–

–Bien, entonces...– León se llevó una mano a su negra cabellera y enterró los dedos en su propia nuca. –Debo marcharme–

–¿Y por qué no lo haces ya?– Ariana volvió a mirarlo.

Él le sostuvo la mirada.

–Estoy esperando a que entres a tu departamento–

–No hace falta...–

Pero León la interrumpió con una pregunta más.

–¿Con quién vives?–

–Eso no es tu asunto– la castaña se mostró ahora mucho más reacia a hablar de lo que consideraba su vida privada.

–Lo sé, pero... sólo quiero asegurarme de que tendrás compañía. Por si comienzas a sentir mareos o algo por el estilo. Si eso sucede deberás volver al hospital. No puedes quedarte sola–

–Vivo con una amiga. Ella me ayudará si lo necesito– mintió Ariana para cubrir su verdad.

–Bien. Entra–

De nuevo estaba dándole ordenes

Ariana rodó los ojos y se dispuso a entrar a su departamento. Le urgía que ese hombre desapareciera, no solo de su vista sino también de su vida, sin embargo se giró para mirarlo una última vez.

–Gracias por... todo– no era ninguna maleducada ni malagradecida, así que se veía en la necesidad de agradecerle por todo lo que había hecho por ella.

Una vez que las palabras salieron de su boca, le dio de nuevo la espalda y esperó escucharlo marcharse.

Pero él se mantuvo ahí.

–Ya te lo dije. Lo hago porque es mi trabajo–

La bailarina escuchó su contestación tras su espalda. Después escuchó sus pasos alejándose.

Y mientras salía del edificio, la idea de que aquella mujer ocultaba algo continuaba martillándole en el cerebro a León.

¿Pero a él qué demonios le importaba?

No le importaba, se dijo e intentó creerlo de verdad. No ni siquiera un poco.

Pero entonces... ¿Por qué seguía teniendo ese maldito y urgente impulso de descubrir quién era ella? ¿Por qué se sentía tan conectado a su ser? ¿Por qué no podía sacársela de la mente?

•••••

La señora Doris tiró la taza de té que había estado bebiendo cuando vio el rostro Ariana.

–¡Cielo bendito, pero qué te sucedió? ¿Quién te hizo eso?– le preguntó llena de angustia.

–Tranquila, señora, Doris. Estoy mejor de lo que luzco– la joven intentó despreocuparla y mostrarle que de verdad estaba bien.

–No, no estás bien. Te golpearon, ¿quién te golpeó?–

–Me caí–

Aquella era una enorme mentira, y Doris que no tenía ni un pelo de tonta no la creyó en absoluto.

–No intentes engañarme, linda. Ese es un puñetazo. ¿Te lo dieron en el bar, cierto? ¿Te golpeó alguno de esos sucios degenerados que lo frecuentan? ¿Y qué es eso que traes en la mano? ¿Es una férula?–

A Ariana no le quedó más opción que admitir la verdad. Jamás lograría convencer a su vecina de lo contrario.

–Por favor, no hable tan fuerte. No quiero que Gianna despierte y se entere– la castaña miró con angustia hacia la habitación de su pequeña.

–Gianna no es ciega. Lo verá–

–Me maquillaré o... o le diré que...–

–¿Que te caíste?– la señora Doris seguía enfadada y muy preocupada.

Ariana bajó la mirada avergonzada dándose cuenta del lío en el que estaba metida en ese instante. Resistió las lágrimas que amenazaron con desbordarse de sus pupilas.

Entonces la anciana exhaló.

Bajó su enfado pero se mostró aún más consternada.

–No debes sentir vergüenza por esto que te hicieron– le dijo a la chica. –Toda la vergüenza cae en eso malditos aprovechados que intentan abusar de las mujeres. Ojalá la vida les dé su merecido algún día–

En ese momento Ariana no quiso comentar que ya Chicano se había encargado de ajustar cuentas. Vince se había quedado sin dientes, seguro tendría la nariz fracturada y alguna costilla rota.

Recordar la furia con la que el moreno la había defendido la dejó sin respiración y sin aliento. Su corazón latió con fuerza.

–No puedes seguir exponiéndote de esta manera, Ari. Debes dejar ese empleo–

–No me queda más opción, señora Doris–

–Siempre hay otras opciones–

–No para mí. Esto es todo lo que sé hacer– la castaña estaba resignada a ello. Su voz sonó llena de tristeza y conmovió a su vecina.

Ella se acercó y la tomó de las manos.

–La vida ha sido muy injusta contigo, cariño–

–Está bien– Ariana se hundió de hombros e intentó mostrar una sonrisa. –Me he hecho fuerte gracias a ello– ahora estaba hecha de acero.

La mujer mayor respondió a su sonrisa.

–De eso no me queda la menor duda. Eres de acero, cariño, pero aun así un ser mortal. Por favor cuídate mucho. Eres todo lo que tiene Gianna, hazlo por ella–

–Lo sé. Le prometo que no dejaré que algo así vuelva a suceder– la bailarina se lo había prometido a sí misma. Pero con angustia se dijo que ojalá bastara solo con desear y prometer que nada parecido volvería a ocurrir.

Mientras la señora Doris se dirigía a su departamento, no pudo evitar soñar despierta con aquel apuesto príncipe de los cuentos que llegaría para sacar a Ariana de aquel infierno. ¿Pero podría existir ese príncipe?

Tendría que ser alguien valiente, y muy especial, alguien que pudiese ver el gran tesoro que era esa maravillosa y hermosa mujer, alguien que se la mereciera y que se atreviera a luchar por ella.

Sí, eso mismo. Alguien que se ganara su corazón y su alma.

•••••

Aquella noche Ariana despertó sudando y llena de pánico, el aliento entrecortado, los golpeteos de su corazón taladrándole el pecho, la garganta seca, los ojos llenos de lágrimas por derramar.

Había estado removiéndose por toda la cama hasta arrugar las sábanas y sus almohadas.

Aliviada se había dado cuenta de que todo se había tratado de una pesadilla.

Sí, las pesadillas habían regresado.

Los recuerdos indeseables se habían estrellado en su mente como un tren descarrilado.

De nuevo había estado soñando con Pete, con su maldad y con todos esos desgraciados que habían pagado dinero para tener el derecho de ultrajar su cuerpo.

Había regresado en el tiempo y de nuevo se había encontrado ahí, con un hombre encima de ella, el aliento masculino chocando contra su cuello mientras sudaba como un cerdo. Las gotas de sudor resbalando por su cuerpo y mojándola, sus largos dedos toqueteándola, su boca llenándola de saliva detestable, la lengua afilada recorriéndola entera, mientras él bramaba como un asno, empujando asquerosa y despiadadamente entre sus piernas hasta desplomarse encima de ella, justo antes de apartarse rodando, haciendo resonar todos los muelles de la cama de fierros para quedarse después tendido boca arriba, gordo y pegajoso como un gusano.

Ariana cerró los ojos buscando desesperadamente eliminar todas aquellas imágenes de su mente, pero los recuerdos estaban grabados en su piel, en su cabeza, en su alma. No podía deshacerse de ellos por más que lo intentara. El pasado la perseguiría para siempre.

–Muy bien, Arianita, estuviste excelente esta noche, primor–

Aquella voz fría, resbaladiza y despiadada siempre estaba presente en sus más horripilantes sueños.

Mientras lloraba, se acurrucó protectoramente. Se quedó quieta, agradecida de que ya hubiese terminado y de no tener que soportar más vejaciones aquella noche, aparte de un corte en los labios y una fisura en la muñeca. Resignada a que quizás la noche siguiente una pesadilla más la torturaría.

El asco por sí misma la invadió.

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Les adelanto: en el siguiente capítulo esta historia dará un giro que nadie esperará. Comenten mucho y no se la pierdan!

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