Capítulo 22

Están por ahí???

Sólo paso a agradecer a lxs que esperaron por tanto tiempo a que subiera un capítulo más de esta historia, y que ahora están leyendo esto. A lxs que siguen aquí.

No tengo más palabras, salvo decirles que nunca dejaría una historia mía sin terminar a menos que haya ocurrido algo grave.

Sólo dos personas de aquí saben lo que ocurrió, y quisiera ser abierta con todxs ya que ustedes siempre me han apoyado en todo, algunxs incluso desde mis primeras historias.

No quiero preocuparlxs porque ya todo está bien. Sucedió que mi hijo menor, Nicolás de ocho meses de nacido padeció neumonía en los meses pasados y estuvo ingresado en el hospital, fueron semanas que se me hicieron eternas. Por otro lado, yo estuve casi el mismo tiempo ingresada pues me vino una amenaza de aborto. Pocxs lo saben, pero estoy en espera de mi bebé número 4. Todo fue un caos en mi vida desde los últimos días de Julio hasta hace poco que por fin pude ver el arcoíris después de la tormenta. Mi Nico está bien, yo estoy bien, y mi Giselle también está bien (sí!!!!!! Va a ser niña! Después de tres hombrecitos al fin tendré una mini-yo). Ahora sólo debo tener el doble de cuidado y darle tiempo al tiempo.

Les agradezco sus buenos deseos. Espero de todo corazón no tener que alejarme de nuevo de esta plataforma que me ha dado tantas satisfacciones y donde conocí a seres maravillosxs como ustedes.

Les deseo felices fiestas a todxs, y les dejo un capítulo que pude terminar hace algunos días. Publicaré uno más antes de año nuevo.

Ly all 

Ángela

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Estaba durmiendo junto a ella. León no se lo podía creer. La tenía abrazada, pegada a su cuerpo, la sentía suave y firme, respiraba su floral y femenino aroma. No podía sentirse más feliz, más pleno... Pero también estaba tremendamente preocupado. Tremendamente furioso.

Ariana era hermosa. ¿Solamente hermosa? ¡Joder! ¡Era preciosísima! Desde el segundo uno en que la había mirado había quedado flechado. Mucho más que eso. Le había quitado el aliento, le había hecho arder la sangre en sus venas, había despertado en él un sentimiento que con el paso del tiempo no había hecho sino ir en aumento hasta hacerlo sentir que no le cabía más en el pecho.

Se había enamorado de ella locamente. La había ido amando día con día, noche tras noche, y finalmente se había encontrado en un lugar sin salida, en donde era imposible dejar de sentir lo que sentía. Lo que había empezado con un férvido y ardiente deseo de pronto había sido transformado y se había convertido en un intenso amor apasionado del que sabía bien jamás podría escapar.

La mujercita de cabello largo y castaño era el amor de su vida, era la mujer por la que su piel ardía, la mujer por la que estaba enloqueciendo su ansia de amarla y protegerla.

Enterarse del transfondo de todo, de lo que había sufrido desde que fuera una niña y hasta el momento en que para su desgracia se había encontrado en el camino con una bestia a la que ni siquiera se le podía llamar hombre, le había roto el corazón en mil pedazos. Pero también había despertado en él aquella furia asesina que era capaz de cualquier cosa por ella.

Estaba determinado a vengar su sufrimiento, pero también a mantenerla a salvo a como diera lugar. Lo único que deseaba era protegerla, y eso era lo que malditamente haría.

Se sentía tentado a salir del departamento solamente para buscar a aquel cabrón. Su única finalidad era despedazarlo, machacarlo, hacerlo añicos con sus dos manos.

Estaba ansiando tenerlo enfrente. La tensión y una profunda adrenalina le recorrían las venas solo con imaginarlo. Se sentía demasiado ansioso.

¿Cómo es que aquel desgraciado hijo de perra se había atrevido a ir hasta ahí para seguir atormentándola?

>Como se le vuelva a acercar, le meto una bala entre ceja y ceja<

No podía permitir siquiera que volviese a respirar el mismo aíre que Ariana y Gianna.

>Gianna< pensó en la dulce pequeña que mejoraba al mundo con su simple existir.

Cerró los ojos y se dijo que no podía permitir que Davidson les volviera a hacer daño.

Ariana simplemente le pertenecía, y su hija también, maldición, la sentía suya, así que tenía que deshacerse del bastardo que intentaba dañarlas.

>Son mías, ambas. Y yo las voy a proteger...< prometió.

Todavía pensaba en todo el problema cuando sintió a su amada removerse con inquietud.

Frunció el ceño y se enderezó un poco para poder observar qué era lo que ocurría.

Al parecer ella estaba teniendo pesadillas.

Un escalofrío la recorrió, de su femenina voz salieron agudos lloriqueos. Continuó removiéndose incómoda. Las facciones de su delicado rostro se distorsionaban por la angustia que reflejaba.

–Ariana...– León empezó a llamarla con la intención de despertarla. –Ari, nena, despierta, es sólo una pesadilla– le dijo preocupado.

Un segundo más tarde ella abrió sus marrones ojos y emitió un jadeó desesperado en busca de aire. Parecía como si se estuviese ahogando.

–Hey, hey, tranquila, preciosa. Estoy aquí contigo... Soy yo... León–

Con la respiración agitada y sus pulmones en medio de una batalla, Ariana lo miró fijamente cuando despertó por completo.

El alivio que experimentó fue descomunal.

Segundos antes había estado soñando con Pete. Dentro de su pesadilla él la perseguía dentro de un laberinto sin salida, y reía despiadadamente mientras le describía con lujo de detalles todo lo que le haría para hacerla pagar por haber escapado de su casa siete años atrás.

El terror y todas las demás emociones habían sido tan reales que todavía le estaba costando separarlos de la realidad.

De pronto el pasado regresaba, volvía a tener dieciséis años, volvía a sentirse indefensa, aterrorizada.

Para su bendita fortuna ahí estaba León a su lado... León que no se le había despegado desde que se enterara de todo su pasado, León que con su mera presencia le transmitía calma y una reconfortante sensación de seguridad. El hombre que la amaba con todas sus fuerzas y que estaba tan dispuesto a pelear con garras por defenderla.

En ese momento, mientras continuaba mirándolo, así asustada y con un montón de lágrimas agolpadas en sus pupilas, Ariana sintió cómo se enamoraba más de él, cómo el amor que ya sentía aumentaba de manera sobrecogedora.

Lo amaba con toda su alma, por sus virtudes, por su valentía, por su fuerza, por su lealtad. Lo amaba por quien era y ya no había poder en el mundo que le permitiera seguir negándolo.

Muy consciente de lo que hacía, se acercó contra el grande y moreno cuerpo masculino, necesitaba de su calor, y aquello fue precisamente lo que encontró. Se acurrucó contra él abrazándose a la gran masa, posó sus manos frías sobre el pecho desnudo, y estas se calentaron al momento. Su amante estaba ardiendo y la castaña no pudo resistirse.

–Hazme el amor, León...– le susurró, su aliento le acarició la mandíbula. –Necesito volver a sentirme limpia... Necesito que borres todos estos recuerdos que han vuelto a torturarme... Solamente tú puedes lograrlo, por favor...–

Verla suplicando le rompió el alma a León. Escuchar su débil voz y los sollozos de su garganta lo volvieron loco de ira, mucho más hambriento de venganza. Las ganas de salir en medio de la noche para encontrar al gusano malnacido y hacerlo pagar de una vez por todas, regresaron, pero de momento las pasó a segundo plano. Primero estaba Ariana. Ella siempre sería su prioridad. Nadie ni nadie cambiaría aquello.

Su virilidad se endureció al instante, y ardió ante la necesidad de tenerla desnuda y hundirse en su suave y dulce cavidad.

Observó entonces sus ojos, esas pupilas color caramelo que bien había aprendido a conocer, vio dolor en su mirada, todo derivado a la pesadilla que aquel infeliz la había obligado a vivir.

Aquellos ojos se fijaron en los suyos con una angustia tan profunda que le debilitó el corazón al mexicano, sintiendo como si lo hubiesen atravesado con una lanza. La sensación incluso peor. Notaba una opresión interna. Y saber que seguía sufriendo le ponía hecho una furia.

La amaba tanto, maldición... Jodidamente demasiado.

Con su mano sujetó el rostro femenino para levantarlo. Al verla pálida y agotada, contuvo una maldición. En su lugar capturó su boca devorándola en un beso abrazador que de poco en poco fue volviéndose tierno, lento, calmado. Apenas un roce de labios, el suficiente para aportar consuelo.

León la estrechó contra su cuerpo para poder sentirla más cerca, y para que ella lo sintiera a él.

Ariana estaba desesperada por el contacto con ese hombre. Tomó con fuerza su cuello y se restregó en el fuerte, moreno y masculino torso, demostrándole que necesitaba entregársele de todas las maneras en aquel preciso momento.

Por momentos el beso que parecía no tener fin, fue aumentando de intensidad, una vez más.

Se besaron apasionadamente. En la habitación se escuchaban sus respiraciones agitadas e incluso los golpeteos de sus corazones.

El mexicano desprendió sus labios, pero no la soltó. Se dedicó a depositar más besos por su mandíbula, trazando un húmedo y caliente camino hacia el lóbulo de su oreja.

Voraz, la tomó de la cintura para arrastrarla consigo y posicionarla en la cama, bajo él. Colocándose encima, justo entre sus piernas y yendo directo a devorarle el cuello, sobreexcitado al escucharla gemir cuando su mano apretó los redondos pechos.

Ah, y cómo le fascinaban esas perfectas esferas de carne. Podían volverlo loco solo con mirarlos. En el Moonlight podían ser la perdición de decenas y decenas de hombres, pero sabía que sólo él podía tocarlos, sólo él podía reverenciar tan increíble belleza de mujer utilizando sus caricias, su lengua. Se le hizo agua la boca por las ganas que tenía de saborearlos, de saborearla a ella.

Escucharla gemir cuando devoró uno de sus pechos lo hizo sentir invencible. Sentir sus delicadas manos enredarse en su cabello, le puso a hervir la sangre. Saber que ella lo disfrutaba, que la estaba haciendo gozar, lo ponía al borde.

–Eres tan hermosa que me haces querer tenerte así por el resto de mis días– jadeando, León volvió a apretarla, y capturó el otro pezón para darle la misma atención –Deliciosa, nena... Me vuelves loco–

–Oh, León...–

–Eso es, preciosa... di mi nombre... No dejes de decir mi nombre– el moreno fue descendiendo hasta llegar por entre sus piernas, separándoselas para colocarse justo en medio.

Sus manos no soltaron sus pechos, y enterró la cabeza ahí en aquel dulce centro.

Los gemidos femeninos aumentaron.

Ariana se estremeció y se retorció de un lado a otro, siendo empujada hacia el vacío, convirtiendo toda su energía en una exigente punzada de deseo que incrementaba e incrementaba. Las venas palpitándole en medio del silencio, todo sobre un elevado acantilado de placer, que la recorría de la cabeza hasta la planta de sus pies.

León se deleitaba en el roce sobre el inflamado nudo de placer, se incursionaba entre los húmedos pliegues.

Todo parecía demasiado mágico.

De pronto él sintió que necesitaba a aquella mujer tanto como seguir respirando.

La llevó entonces al orgasmo, haciéndola explotar y gritar de placer. Segundos después subió hasta sus labios para besarla, dejando que saboreara su propio sabor.

León mismo se escuchó jadear. No podía separarse ya de ella. La besó ardientemente, y no podía dejar de hacerlo. La deseaba con todas sus fuerzas.

Sus caricias fueron tornándose llenas de desesperación, mientras al mismo tiempo iba limpiándole el rastro de lágrimas que había dejado al llorar momentos antes.

Ariana soltó un gemido más. Respondió a todos y cada uno de sus besos con el mismo ardor con el que le eran dados. Sentía el vello del pecho masculino raspar en sus senos, los músculos de su abdomen sobre su vientre, los brazos alrededor de ella, sujetándola con toda pasión y deseo, sus piernas entrelazadas con las suyas, la erección de proporciones gigantescas.

Su clítoris seguía palpitando por los espasmos, y por la lujuria que le escurría. Le dolía, necesitaba, ansiaba. La tensa escalada en su vientre estaba siendo prolongada. No podía hacer nada, ni pensar, ni respirar, salvo dejarse llevar por el instinto.

Todo en su vida había cambiado por aquel mexicano. Y ya no podía soportar más el mero hecho de no tenerlo dentro, empujando entre sus muslos. Posó sus manos en su nuca y lo besó con mayor intensidad.

León contuvo una oleada de nueva energía. Había pensado que la preciosa mujercita necesitaba ternura y delicadeza, pero se daba cuenta de que era todo lo contrario. Ariana lo deseaba salvaje aquella noche.

Oh, y él estaba dispuesto a darle todo lo que pidiera, cualquier cosa, no importaba qué. Siempre la complacería.

Se alzó ante ella colocándose de rodillas, pero sin apartarse, se desabrochó los pantalones y liberó el miembro que ya estaba rojo por su reluciente emisión, después la tomó de la cintura para acercarla a donde ansiaba tenerla. Su pene rozó entonces aquel preciado lugar en donde estaría envuelto en unos instantes más.

El gemido largo y ahogado de Ariana retumbó en las paredes, una vez que fue penetrada.

León ancló ambas manos en la finura de su cintura y empezó a embestirla en ritmo constante.

Las sensaciones la hicieron volar desde el primero.

Él le alzó las piernas para sumergirse hasta el fondo, hasta que estuvo completamente perdido en su interior. El resplandor se hizo más voraz y dulce, y todo su cuerpo ardió de placer.

La intención había sido hacerle el amor de manera suave y delicada, pero en respuesta a ella, pronto tuvo que hacérselo a un ritmo frenético.

Ariana se dejó caer contra el colchón y dejó que el moreno la hiciera suya una y otra vez.

Mientras la sujetaba con total firmeza, él movía sus caderas a la par, embistiéndola en un delicioso vaivén que la mantuvo gimiendo.

Parecía como si corrieran al viento. Sombras y ecos los rodeaban, les nublaba la mente.

Sus cuerpos fueron absorbidos por una intensa pasión, por la multitud de sentimientos y emociones que compartían el uno por el otro, y se perdieron en el éxtasis de sentirse y amarse.

La lujuria los consumió. Fue inevitable. Como también lo fue para Ariana el levantar la cara para buscar más besos.

León se los dio a placer. La besó con fogosidad y ardor. Devoró su boca capturando cualquier sonido.

La intensidad y la pasión incrementaron. Las llamas del fuego eran impalpables pero ellos podían sentirlas quemando en sus pieles, el sudor resbalando de entre sus cuerpos, que en ese instante estaban tan unidos...

Las manos masculinas se movieron hacia todas partes. Imposible les fue quedarse quietas, ni siquiera un instante más. Los dedos se apretaron contra la esbeltez de su cintura, y se movieron hacia atrás. Fueron recorriendo más y más piel, hasta que una de ellas llegó hasta sus espléndidos pechos. La palma los apretó y después los acarició.

León no se detuvo, gruñó y jadeó encima de ella. Estaba enloquecido de deseo, de ardor y de amor.

Ariana estaba en la cama con él, desnuda y cubierta de sudor, su voluptuosa boca gimiendo su nombre, mientras le clavaba las uñas rojas en los hombros, mientras él volvía a devorarle los pechos, sin dejar de taladrarla implacablemente.

No podía contener su instinto animal, la bestia dentro de sí que le gritaba con fuerza que aquella hermosisima criatura femenina le pertenecía.

Una mujer que solo con mirarlo a los ojos conseguía tenerlo de rodillas dispuesto a hacer cualquier maldita cosa por ella, por verla bien, por protegerla y mantener en su rostro la divina sonrisa.

Una mujer de la que habían abusado de manera imperdonable, y a la que habían obligado a vivir un infierno. Una mujer de noble corazón que luchaba diariamente por sacar adelante a su hija, a la que amaba con todas sus fuerzas.

Así como la tenía, bajo su cuerpo, bajo su pasión y el dominio de su ferveciente tacto, toda la crueldad que ella había sufrido en su vida, parecía no haberla tocado.

Era pura magia, fantasía, un hada que estaba en el mundo real con el único propósito de hechizarlo.

>Mía...< le dijo entonces su mirada.

>Tuya< respondió el alma silenciosa de Ariana, que para ese momento le había entregado ya su corazón.

Tomándola por la espalda, la hizo entonces levantarse, provocando que su cabello se siguiera el movimiento hasta acariciar la menuda y delicada espalda, y su propio brazo.

Ahogando un gemido de sorpresa y placer, Ariana fue directo a sus labios. Con su mano tocó su cuello para después bajar a su pecho.

Se besaron con fogosidad, atrapando los sonidos de su unión entre sus bocas, combinando sus alientos, y resintiendo uno al otro el golpeteo de sus corazones.

Para ese momento solo los besos podían expresar lo que querían decirse.

Las penetraciones fueron ahora más densas y más profundas. León la hizo moverse por encima de él, y a su vez se movió con ella, adorando cómo gemía y se le entregaba en cuerpo y alma.

La amaba demasiado, y ahí era cuando más la amaba todavía, cuando le pertenecía, cuando le daba toda su confianza, todo su ser.

Y eso era todo lo que necesitaba. Era suya. De corazón y espíritu.

–Oh... León...–

–¿Te gusta?– le preguntó él jadeando. –¿Te gusta lo que te hago?–

–S...sí... ¡S...sí! ¡Sí, León! ¡Sí!– lo tomó entonces del rostro y lo besó con ardor.

El tono desesperado de Ariana se le clavó al León en la sangre. Fue como dejarlo en carne viva.

No había mansedumbre entre ellos cuando se unían de esa manera, nada suave, nada dulce. Cuando ella pronunciaba jadeante su nombre y sus manos estaban sobre él.

La castaña seguía jadeando, no podía respirar bien, su corazón golpeteaba en el pecho, y podía escuchar latido tras latido retumbando en su cerebro.

Podía escuchar los de él también.

>Te quiero, León... Te amo con toda mi alma<

Deseaba decírselo, pero no tenían que hablar. Podían sentir. Tampoco tenían que hacer votos. Ya todo estaba ahí.

Aquel increíble hombre la había bañado de tanto amor que la sensación y el sentimiento de suciedad que por años la había mantenido presa de pronto no existía más. Sólo podía sentirse amada, eso y nada más. Protegida desde el primer momento en que la había tocado. Algo había hecho efecto en su interior antes de que cada pieza encajara en su lugar. Sabía que aquel hombre había llegado para cambiar su mundo entero.

Sus frentes permanecían unidas, se miraban fijamente, él la acariciaba por todas partes, ella se aferraba a la anchura de sus hombros mientras se mecían en la cama, entre sus suspiros y gemidos, cabalgando las suaves y altas olas.

Los fuertes y musculosos brazos la envolvieron. León la apretó contra su pecho, con su mano acarició su cabello y la instó a besarlo con más intensidad.

–Ya no puedo vivir sin ti, Ari– le dijo entre besos, entre más jadeos. Su respiración ronca, áspera, más masculina que nunca. –Te tengo metida en las venas... Maldita sea, dime que sientes lo mismo... Dímelo, preciosa, antes de que muera de la angustia– le suplicó. Estaba dispuesto a morir por ella.

Ariana no fue capaz de hablar, pero posó ambas manos en su duro pecho, y después se aferró a él con todas sus fuerzas. Le ofreció el cuello para que la besara, gimió de placer, le acarició la nuca con arduo deseo. Después se miraron fijamente.

Nada. De su boca no salió ni una sola palabra, salvo su nombre.

–Oh, León...– se acercó para besarlo apasionadamente.

La emoción brincó dentro del pecho del moreno.

Aquella era toda la respuesta que necesitaba. Su corazón estuvo a punto de explotarle en el pecho.

La tomó de nuevo por la espalda para recostarla de nueva cuenta.

Empujó entre sus piernas con mucha mayor intensidad, haciendo que su vagina se contrajera perdiéndose en el orgasmo que la consumía. Un orgasmo como el que ninguno de los dos había tenido nunca.

La castaña tembló. Emitió un último gemido y quedó desmadejada bajo él, casi arrastrándolo con ella cuando alcanzó el clímax, con gritos jadeantes. Una profunda y turbadora sensación que borraba los pensamientos, los miedos, las dudas y que sólo dejaba los sentimientos, las emociones.

Lo besó entonces de aquel modo, con el corazón en la mirada, con toda la pasión de su alma, y supo que León no iba a resistirse.

Segundos después lo sintió estallar en su interior. Se removió gustosa porque agonizaba de placer cada vez que aquel mexicano la llenaba con su semen, cada vez que lo sentía palpitar dentro de ella, su miembro corriéndose hasta dejarlo vacío.

Todavía no era capaz de hablar ni pensar con coherencia, pero de poco en poco fue cediendo el estruendo que lo rodeaba, y de una fue cayendo en la cuenta de que estaba aplastandola.

Con rápidez se removió quitándole su peso y saliendo así de ella. Pero no se alejó, sino que se mantuvo muy cerca. La cogió de los brazos y se acostó a su lado.

–Estoy contigo, mi amor– León susurró mientras la abrazaba. –Jamás volverás a estar sola. Yo te voy a proteger, con mi vida entera si es necesario... Es una promesa, mi reina– emitió sus últimas palabras en un español que la derritió por completo.

Ariana tragó saliva y escondió la cara en el hueco de su cuello, abrazándose mucho más a él, viéndose rodeada por su fuerza y toda aquella esencia viril.

León le acarició el cabello y depositó un beso en su sien, haciéndola sentir todo su amor.

Dulces y femeninas lágrimas aparecieron, y él las limpió con paciencia y ternura.

–No quiero verte llorar nunca más– le dijo convencido de que haría cualquier maldita cosa por evitarle el llanto.

Lo que no sabía era que su preciosa castaña lloraba de paz, de felicidad. De algo que jamás había sentido.

Se sentía amada, valorada, respetada, protegida...

Casi no podía creerse que estuviese viviéndolo. Se sentía como en un sueño.

Lo miró fijamente, y observó por prolongados instantes cada milímetro de su hermoso y masculino rostro. Lo tomó de la cara acariciando la piel áspera y cubierta de barba oscura.

–Te amo, León– le dijo entonces sin dejar de mirarlo.

Pero para ese momento el moreno ya no necesitaba escuchárselo decir. Lo había visto en sus ojos, lo había sentido en el palpitar de su corazón, en sus reacciones a él y en lo caliente de su piel mientras le hacía el amor.

Se le hizo un nudo en el suyo, y un segundo más tarde le explotó en el pecho.

La amaba con toda su alma, con todas sus fuerzas.

–Yo también te amo, preciosa... Te amo con cada suspiro que echa fuera mi alma–

Ariana lo sabía. Le había quedado claro un par de meses atrás. Y había estado tan aterrorizada. Pero ya no se sentía de ese modo. Todo el miedo se había ido.

Ahora podía dormir en paz, tan en paz como no lo había hecho en los últimos años de su vida.

Aquel duro pecho que la cubría le producía sensaciones de seguridad y bienestar.

Él la había hecho enteramente suya y ella necesitaba ahora refugiarse en su poderosa fuerza masculina.

Se le acurrucó entonces y suspiró. Lo sintió entonces abrazarla con más vigor, apretando su delicada espalda contra el rudo pecho, como si encontrara sosiego en el contacto, y la sensación fue maravillosa. Encajaban como si estuviesen hechos el uno para el otro. No tenía duda de ello.

Tenía ahí a su mexicano de metro noventa para que velara su sueño, para que la rodeara con sus viriles brazos y le susurrara al oído todo el amor que sentía por ella.

Cerró los ojos y momentos más tarde se quedó profundamente dormida porque ese era el hombre de su vida, porque a su lado podía dejar de pensar, descansar. Confiaba en él más que en nadie.

Y mientras la mantenía bajo su calor y protección, bien abrazada contra su cuerpo, León no pudo quitarse de la cabeza el rostro de aquel hijo de puta que tanto daño le había hecho a su amada.

Pete Davidson...

>Voy a atraparte, cabrón... Grábatelo bien. Voy a atraparte y entonces juró por lo más sagrado que desearás no haber nacido<

•••••

Se sentía estupendo... ¡Ah, jodidamente estupendo! Despertar con ella en los brazos, acurrucada contra su pecho mientras la protegía.

Había dormido toda la noche con el rostro enterrado en el largo y sedoso cabello femenino, las piernas entrelazadas con las suyas, los brazos fuertemente anclados alrededor del delicado cuerpo, abrazándola y manteniéndola todo lo cerca posible...

La suave cadencia de su respiración era tranquilizadora, señal inequívoca de que Ariana no había pasado sola las horas oscuras de la noche, y de que alguien más grande y más fuerte había dormido a su lado para protegerla.

Maldición.

Le encantaba. Ansiaba vivir aquello por el resto de sus días. Lo deseaba con todas sus fuerzas. Exhaló, y de poco en poco fue poniéndose en pie, teniendo sumo cuidado de no despertar a su amada.

Era temprano por la mañana, y le hubiese fascinado quedarse ahí, junto a Ariana, seguir abrazándola y respirando el delicado y femenino aroma, disfrutando de ella y de su esencia, pero por otro lado, y muy importante, no podía permitirse correr el riesgo de que Gianna también fuera madrugadora, y los encontrara ahí, juntos.

Era impensable.

Le dio un vuelco en el pecho cuando vio que su amada se removía y empezaba a despertar.

La vio arrugar sus preciosos ojitos y después abrirlos de poco en poco.

Sabía bien lo hermosa que era ella al amanecer, pero verla nuevamente le quitó el aliento.

Cielo santo, aquella belleza hecha mujer le había dicho que lo amaba mientras le hacía el amor.

Parecía increíble. Pero había sucedido.

Por segundos se quedó sin habla, hasta que consiguió reaccionar.

Le sonrió maravillado.

–Buenos días, nena–

Un tanto tímida, Ariana cubrió la desnudez de su cuerpo utilizando una sábana.

Al mirarlo recordó innegablemente cada preciso momento de la noche anterior, cuando se habían amado hasta el amanecer, y ella le había dicho por primera vez que lo amaba.

Pero es que le había parecido tan natural hacerlo que no hubiese podido ser diferente.

El te amo salido de sus labios había sido lo más sincero en su vida hasta ese momento.

Se permitió entonces recorrerlo con la mirada. Observó el brilló de sus profundos ojos verdes, y como cada vez se sintió conectada.

–Buenos días, León– le sonrió también mientras sentía cómo todo en su interior se alborotaba.

–¿Te sientes mejor?– preguntó él y enseguida la tomó de las manos.

–Estoy bien–

El moreno subió entonces sus manos para acariciarle el rostro, con sus dedos lo hizo tierna y protectoramente.

–Lo único que quiero es cuidarte, Ariana. No permitiré que nadie te haga daño nunca más– se acercó entonces a ella, y depositó un beso en la frente, haciéndola sentir más segura, más amada si era aquello posible.

–Jamás había sentido esto con nadie, León– le confesó ella entonces.

Él asintió.

–Lo sé, tampoco yo. ¿Sigues teniendo miedo?–

La vio negar, y su corazón se disparó.

–El miedo desaparece cuando estoy contigo–

León la abrazó con mucha más fuerza.

–Yo te prometí que siempre te protegería... Y pienso cumplir mi promesa, Ariana. Nadie volverá a ponerte las manos encima. Nadie volverá a hacerte daño. Tampoco a Gianna. Moriría por ustedes si fuera necesario–

Los dos se miraron fijamente.

Hasta el momento habían compartido cosas inimaginables, y todo se resumía en esa última noche juntos, en su calor corporal volviéndose uno.

Ella ahora estaba descalza y ataviada con una de sus camisetas. Era un sueño erótico hecho realidad. Sus piernas desnudas eran preciosas, su cinturita muy fina, las caderas redondeadas... Hermosa, hermosísima mujer.

¡Joder! Verla lo hizo pensar en lo malditamente bonita y atractiva que era, pero también en que era pequeña y delicada, y en lo viril y protector que lo hacía sentirse.

Inhaló aire profundamente. Deseaba tanto besarla con ardor y volver a hacerla suya, pero había un pequeño inconveniente.

Se puso en pie al tiempo que colocaba sus calzoncillos negros.

–Debo irme. No puedo arriesgarme a que Gianna entre y me vea aquí. No sería correcto– dijo con seriedad. Después empezó a vestirse. Segundos transcurrieron cuando se giró para mirarla. –No quiero irme sin antes estar seguro de que estás bien–

Ariana no fue capaz de responder algo inmediatamente. Sólo podía pensar en lo lindo que era preocupándose porque Gianna no fuese a verlo, en el maravilloso amor que le profesaba, en la devoción que sus ojos parecían tenerle cuando se posaban en ella.

–Yo... estoy bien– respondió suavemente.

El moreno no pudo contenerse más. Terminó de abrocharse el cinturón y avanzó hacia ella. La tomó de la cintura y la acercó a él.

–Por favor dime que no fue un sueño cuando dijiste que me amabas mientras te hacía mía– su voz casi sonó a suplica. Sus manos la apretaron con mayor renuencia a soltarla. –Dímelo, nena, te lo ruego–

Ariana sintió su corazón desbordarse. Subió las manos al enorme pecho y con sus palmas lo acarició.

–No estabas soñando, León– ella lo miró con sus grandes ojos color miel y sus largas, largas, larguísimas pestañas.

A León le bombeó el corazón cada vez con mayor fuerza. Su respiración se cortó pero entonces sonrió.

Jamás había sido tan feliz... ¡Ah! ¡Verdaderamente se sentía feliz!

Aquella preciosa criatura era su mujer. Suya...

Se inclinó para besarla. Sus besos le sabían tan dulces. Quería besarla por la eternidad, pero debía marcharse. Tenía asuntos muy importantes que atender, como atrapar y destripar a Pete Davidson.

–Quiero que sepas que no pretendo ser tu amo, ni tu celador. No deseo el control de tu cuerpo, ni de tu alma o de tu mente, pero anhelo con toda mi alma permanecer en tu corazón– alzó su mano y le acarició el cabello colocándoselo tras su oreja adornada con un par de aretitos.

>¡Es tan hermosa!< le gritó su interior. De nuevo contuvo su deseo por ella.

Ariana negó porque ciertamente aquel ya no era un tema que le preocupara.

–Te amo– exclamó justo antes de depositar otro beso en sus labios.

De nuevo León se sintió el bastardo más feliz del universo. Sin duda debía serlo.

–Yo también te amo, Ari... Te amo como loco–

Se besaron de nueva cuenta y entonces fue ella quien se apartó para decirle algo.

–Quédate a desayunar–

En esos momentos no había algo que León deseara más.

–¿Pero... y Gianna?– le recordó.

La castaña exhaló. Por un segundo, solo por un segundo se había olvidado de ese pequeño detalle.

Entonces una idea brilló en la cabeza del mexicano.

–Ya sé– se acercó a la ventana para abrirla. Se sentó en la barda y sacó una pierna al exterior.

Consternada, Ariana se acercó para evitar que fuera a cometer una locura.

–¡¿Qué haces?!–

–Tranquila, nena. Sólo treparé por la salida de emergencia. Pasaré a comprar bollos de mantequilla y después entraré por la puerta para desayunar con ustedes–

La idea le encantó a Ariana. Además sabía que Gianna estaría encantada de desayunar con León.

–Por favor ten cuidado– le pidió.

Él la miró por unos cuantos segundos, inexpresivo. Enseguida le mostró su blanca sonrisa.

–Lo tendré– le prometió. –Cierra la puerta y no habrás a nadie. Yo avisaré cuando esté de regreso... Ah, casi no puedo esperar–

León la besó una última vez y enseguida se marchó por la ventana.

•••••

Le pertenecía a él...

Ariana lo sabía en su misma alma. Le pertenecía y quizás lo había hecho desde el primer instante en el que se miraron a los ojos aquella lejana noche en el Moonlight.

Todo había cambiado en su vida a partir de entonces. Ella misma lo había hecho. Tanto que ya no era capaz de reconocerse.

En ese momento ella no podía dejar de mirarlo.

El verlo junto a Gianna no hacía sino maravillarla.

León había sabido cómo ganarse el corazón y la confianza de la pequeña.

Oh, y no podía culparla.

No querer a aquel atractivo mexicano tendría que ser algo imposible.

Era tan bueno, tan dulce, tan protector y entregado con lo que le apasionaba...

Y las quería a ellas. Las quería en su vida, quería amarlas y protegerlas. Parecía increíble.

Continuó pensando en ello mientras escuchaba encantada a su hija hablarle de la plantita que había sembrado bajo el edificio. Gianna estaba tan emocionada, tan relajada, como si conociera a León de toda su vida. Y él la miraba con ternura extrema.

Ariana se dijo que estaba viviendo un sueño. Tenía que serlo porque todo era tan perfecto.

No pudo evitar sentir cierta sensación de tristeza cuando lo escuchó decir que ya era hora de marcharse.

–León, no quiedo que te vayas– le dijo Gianna tomándolo del brazo una vez que él se puso de pie.

–Gigi, amor, León tiene que irse a trabajar– Ariana le acarició la cabecita y sonrió porque se sentía igual que su hija. Tampoco deseaba que él se marchara.

En el rostro de León se mostró el pesar y un deseo muy grande de no separarse nunca de ellas.

–Prometo que estaré aquí en unas cuantas horas, y mientras tanto... yo llevaré a Gianna a la escuela. Ve por tu mochila, princesa–

Emocionada y sintiéndose muy contenta, la niña abrió sus bonitos ojos marrones como dos platos. De inmediato corrió a su habitación.

–No tienes que hacerlo. Vas tarde a la comisaría– replicó Ariana pero bien sabía que no habría manera de convencer a ese hombre de irse así sin más.

León negó.

–No quiero que salgas por ningún motivo. Yo llevaré a Gianna y también la recogeré y la traeré de vuelta. Mientras tanto un policía estará cuidando el edificio. Hace un media hora que está aquí. Le pedí que revisara el área y me ha confirmado que todo marcha con normalidad–

Ariana se sintió muy protegida por él, y lo amó un poco más de lo que ya lo amaba. Siempre se encargaba de su seguridad, siempre procuraba el mantenerla a salvo.

Ah, lo amaba tanto...

–Gracias por esto que haces. Gracias por todo–

Aprovechando que Gianna se demoraba en su habitación, León se acercó a la castaña y la tomó de la cintura. Le fascinaba sujetarla así porque era tan delicada, y en sus brazos lo parecía aún más. Estaba loco por ella.

–No agradezcas, Ari. Me moriría si algo malo te ocurriera. Pero te juro que no voy a permitirlo. Nadie te tocará un pelo–

Ariana exhaló con fascinación sin dejar de mirarlo. Subió entonces sus manos por la dureza de sus biceps, y estas llegaron hasta el fornido pecho.

A León le dio un escalofríos de excitación al sentirla tocándolo con tanta suavidad. Se estremeció y no pudo resistirlo más. Bajó su boca para probar la suya. Tan dulce...

Se basaron profundamente pero se separaron con rápidez.

Se tomaron de las manos y se miraron.

–Antes de irme... Quisiera hacerte una pregunta importante, Ariana– le dijo él un tanto serio.

–¿Qué cosa?–

–¿Tú... estarías dispuesta a mudarte?–

Ella no comprendió del todo.

–¿Cómo que mudarme? ¿Te refieres a... dejar este departamento?–

–Sí. ¿Estarías dispuesta a dejarlo?– como vio que Ariana no respondía, León se impacientó un poco. –Escucha, nena... Voy a hacer todo lo posible por atrapar aquel maldito cabrón pero mientras eso sucede es de vital importancia mantenerte fuera de su alcance. No puedo arriesgarme a que se acerque de nuevo a ti–

–Pero... ¿A dónde iría? No tengo otro lugar. He vivido aquí con Gianna por años–

–Lo sé, y no quiero que te preocupes por eso. Yo tengo un departamento. Lo adquirí hace tiempo pensando en dejar la casa de mi padre y mis hermanos pero hasta ahora no lo he hecho, quizás por comodidad, o porque en el fondo soy muy familiar–

Ariana parpadeó un tanto sorprendida consigo misma. Nunca se había detenido a pensar en si León tenía hermanos o no, en sus padres, o siquiera en el lugar donde vivía. Estuvo a punto de cuestionarle algo relacionado a ello cuando lo escuchó hablar de nuevo.

–Preciosa, creo que en esta ocasión no tienes nada que pensar. Las cosas están claras. Ese malnacido conoce tu ubicación. Vives aquí sola con una niña de seis años. No quiero darle ni siquiera la oportunidad de que intente hacerles daño. Las necesito lejos de aquí, por favor di que aceptas. El departamento está completamente amueblado y tiene todo lo necesario. La casera lo mantiene limpio por una paga semanal, así que no habrá problema alguno. Esta misma tarde pueden estar ocupándolo–

–No lo sé, León... Es... es muy precipitado–

–Nada es precipitado si se trata de tu seguridad y la de Gianna. Nena, no lo hagas díficil. ¿Quieres que me arrodille y te suplique? Porque estoy dispuesto a hacerlo–

Ariana negó.

–No, cielos, no, León, no bromees ahora–

–No estoy bromeando– hablaba en serio. Malditamente en serio. –Te prometo que podrás volver a este lugar en cuanto me haya encargado de la amenaza. Sólo dame tiempo–

León se sentía realmente angustiado, sobre todo al ver la negativa que mostraba ante la idea de mudarse aunque fuese temporalmente. No podía obligarla. Sin embargo se sintió un tanto aliviado cuando la vio exhalar y la escuchó ceder.

–De acuerdo. Yo... pondré todo de mi parte para que Pete desaparezca de nuestras vidas de una vez por todas–

El moreno sonrió y tomó una de sus manos para besarle el dorso.

Gianna regresó entonces, muy contenta porque León la llevaría a la escuela.

Él sonrió en cuanto la vio. Fue hacia ella y tomó su mochila, negandose a que ninguna de las mujercitas Butera hiciera el mínimo esfuerzo en su presencia.

–Ya estoy lista, León–

–Eso veo. Oh y estás lindísima– le dijo él con ternura haciendola sentir muy especial. –¿Nos vamos?– le ofreció la mano para que la tomara.

–¡Sí!– contenta, Gianna la tomó. –Adiós, mami–

–Adiós, mi amor. Diviertete y aprende mucho– Ariana se inclinó para besar la mejilla de su hija para darle un abrazo.

Cuando se enderezó, León se acercó a ella.

–Nunca las dejaré solas, ¿entiendes? Ahora son mi vida entera–

El corazón de Ariana palpitó con fuerza.

–Lo sé– respondió apenas en un susurro.

Le creía y confiaba en él más que en nadie.

Lo conocía apenas hacía un par de meses pero sentía que lo había esperado durante toda su vida.

•••••

Había mandado vigilar el edificio con dos de los mejores policías con los que contaba la comisaría, sin embargo León no conseguía permanecer tranquilo.

Sentía una opresión en el pecho que no lo acosaba a cada segundo que transcurría.

Sabía perfectamente que no volvería a respirar con tranquilidad sino hasta que Pete Davidson estuviese preso, o muerto.

Pero si era sincero prefería por mucho la segunda opción. Y se esforzaría en que sucediera, vaya si lo haría.

Tenía unas ganas inmensas de matarlo a golpes. Deseaba infringirle tanto dolor que el muy hijo de puta deseara no haber nacido nunca.

Lo que le había hecho a Ariana era monstruoso, inhumano.

Ella había sido una niña... ¡Tan solo una niña, maldición! Le rompía el corazón saber que había estado sola, que no había tenido a nadie que la protegiera.

Mierda...

Sólo por eso mandaría a aquel bastardo al infierno. No tardaría en hacerlo. No descansaría hasta ver su sangre correr. Esa escoría no estaría respirando el mismo aire que Ariana por mucho tiempo.

León no fue consciente de lo sumergido que había estado en sus propios pensamientos y en el boligráfo casi hecho polvo dentro de su puño, sino hasta que Omar y Zac se lo hicieron saber.

–Joder, León... ¿Qué le hiciste a ese pobre boligráfo?– exclamó uno de sus amigos con bastante sorpresa.

–Vaya, hermano. Te ves mal. ¿Qué ocurrió? ¿Está todo bien con tu familia? ¿Alex?–

–No, no. Ellos están bien– negó León todavía afligido.

–¿Entonces qué sucede?–

Llevandose una mano a la cara, y negando con fatiga, León exhaló.

–Se trata de Ariana–

Omar y Zac lo comprendieron todo. Aquella misteriosa mujer era sin duda prioridad en la vida de León.

–¿Qué pasa con tu amada?–

–Necesito que investiguen todo lo que puedan sobre Pete Davidson, nació en Tallahassee, y todo lo que sé es que es un parasito y una amenaza para la sociedad–

–¿Adicto?– cuestionó Zac.

–A la marihuana, probablemente, quizás heroína o crack. Ya te lo dije, es un parasito– asintió León. –Necesito su historial, antecedentes, nivel de estudios,

Zac rió.

–Pan comido. Déjalo en mis manos. En un rato más te tendré toda la info–

–¿Se puede saber quién es este imbécil?– preguntó Omar con curiosidad.

–Es un cabrón que le hizo mucho daño a Ariana. Es el padre biologico de Gianna– León escupió las palabras con tanto odio que no podía contenerlo.

–Auch– exclamó Zac.

Omar permaneció en silencio pero de igual modo se sintió consternado.

–Haré cualquier cosa para mantenerlo jodidamente lejos de ellas– advirtió. –Necesitaré de toda su ayuda–

–Cuenta con eso, León– asintió Omar.

–Claro, hombre– secundó Zachary.

–¿Sabes en dónde se encuentra él ahora? ¿Radica en Tallahassee?–

–No sé en dónde mierda radique esa basura, pero justo ahora está en Green Bay, ha estado merodiando a Ariana desde no sé cuándo, y justo ayer se atrevió a acercarsele, seguramente con las peores intenciones. Afortunadamente llegué a tiempo. Mientras yo viva no permitiré que le ponga ni un dedo encima. Soy capaz de matarlo... Estoy deseando matarlo, maldita sea–

León se notaba tenso, consternado, afligido, y de entre todo, desesperado también, pero muy determinado.

La convicción en sus ojos verdes brillaba ardientemente. Estaba dispuesto incluso a morir si era necesario.

–Tranquilo. Te ayudaremos en todo– le dijo Omar. –Ese mequetrefe dejará de ser un problema pronto y así Ariana podrá estar en paz–

–Es lo que más quiero– exhaló León intentando relajar un poco los músculos, aunque sin lograrlo. –Que ella viva en paz, que no tenga nada porque preocuparse–

–Quieres hacerla feliz– le sonrió Zac.

León no lo negó.

–Sí– asintió y su mirada resplandeció. –Le bajaría las estrellas si me lo pidiera...–

–¿Quién iba a decirlo, eh León? Estás muy enamorado– comentó Omar cruzándose de brazos y recargandose sobre su escritorio.

–¿Y saben cuál es la mejor parte?– preguntó él entonces y la sonrisa en su rostro se hizo gigantesca. Parecía que volaba en una nube. –Ella me ama también... Me lo ha dicho con sus propios labios... Me ama...– parecía increíble de creerlo pero era verdad. –Y voy a hacer todo para que ella esté bien. Mataré a Pete Davidson así tenga que morir yo en el intento. Juro que lo haré–

•••••

Brenda y Madelaine llegaron en punto de las once de la mañana, tal y como habían dicho por mensaje más temprano.

Una llamada esa mañana había bastado para que supieran que algo le ocurría a Ariana, y no habían tardado en correr a su departamento.

Lo primero que hicieron al verla fue abrazarla.

Las tres compartieron el abrazo más sincero entre amigas.

Cada una, aunque de distinto modo, habían vivido las más díficiles circunstancias, y debido a ello ahora estaban increíblemente unidas.

–Nos da un gusto enorme saber que estás bien, Ari– le dijo Brenda después de que el abrazo terminara.

Maddie no se le separó.

–Debió haber sido muy dificil para ti volver a ver a ese... a ese... ¡Cielo santo! Ni siquiera sé cómo nombrarlo–

Brenda volvió a acercarse.

–Por favor dinos que no se acercó a ti. No se acercó a ti, ¿cierto?– la tomó de las manos.

Ariana exhaló.

–Gracias por estar aquí, niñas. Pero no tienen nada de qué preocuparse–

–Si nos dices que ese cabrón encontró tu ubicación luego de tantos años, y vino hasta la puerta de tu casa para amenazarte, claro que nos vamos a preocupar– le dijo su asiática amiga, seriamente.

La pelirroja la secundó.

–Ya estoy mucho mejor. De verdad no tienen por qué preocuparse. Creo que todo estará bien– Ariana en verdad lo creía así.

Resultaba imposible no sentirse de aquel modo, no sabiendo que León estaba a su lado. Él le brindaba esa sensación de seguridad que nunca antes había experimentado. Con él se sentía valiente y capaz de enfrentar cualquier cosa.

Fue entonces cuando sus amigas sonrieron. El verla en paz tenía únicamente una explicación.

–Teniendo a un hombre como León haciéndola de tu guardaespaldas personal, claro que todo estará bien, Ari–

–Por favor dinos que León le dio su merecido a ese maldito. ¿Le rompió los dientes?–

–No lo hizo porque cuando se vieron las caras, León no estaba enterado de nada–

–Pero lo habría hecho si lo hubiera sabido– replicó Brenda sin dudarlo.

Ariana lo sabía bien. León había metido los puños por ella tantísimas veces que no le quedaba duda alguna de que era capaz de matar a Pete con sus propias manos por todo lo que le había hecho. Interiormente rogaba al cielo porque ese encuentro nunca ocurriera. No deseaba que su amado manchara sus manos con la sangre de alguien que no valía la pena.

–¿Pero entonces... le contaste a León sobre tu pasado, Ari?– preguntó Madelaine.

La castaña asintió.

–Lo hice– la voz se le quebró pero la repuso prontamente.

Brenda y Madelaine se miraron sorprendidas, sabían que hablar de aquello era algo que Ariana no habría hecho con cualquier persona. El que lo hubiese hecho con León significaba demasiado.

–¿Qué te dijo? ¿Cómo reaccionó?–

–Seguro se puso como loco. Apuesto a que ahora no piensa en nada que no sea acabar con esa escoria–

–Él...– a Ariana se le cortó la voz mientras lo recordaba. Se estremeció. –Él me dijo que me ama, que jamás volveré a estar sola y que... se encargará de Pete–

Brenda y Madelaine sonrieron. No esperaban menos de un hombre como León.

–No cabe duda que ahora estás con un verdadero macho, Ari. Estamos tan felices por ti–

–¡Sí! Nos da un gusto enorme saber que ahora tienes quien te proteja–

–León no permitirá que ese gusano se acerque a ti de nuevo, estamos seguras de eso–

–Lo sé– Ariana también sonrió, aunque ella lo hizo con suavidad.

–Entonces no tenemos nada de qué preocuparnos. Tu superhéroe mexicano tendrá todo bajo control– no había duda de eso.

–Oye, pero... Ari traes una cara que...– Brenda la miró con sospecha y diversión combinados. –Pasó algo más entre ustedes, ¿no es así?–

–¿Sí?– Madelaine indagó del mismo modo.

Ariana las miró con ilusión, sin embargo no dijo nada.

Sus amigas se exasperaron.

–¡Habla ya!– le pidieron.

–Vamos, no nos tengas así–

–Yo le dije que lo amo–

–¿Lo hiciste?– ellas casi no se lo pudieron creer.

Cuando la vieron asentir ambas gritaron de emoción. La tomaron de las manos y las tres se abrazaron.

–Ari, eso es maravilloso.

–¡Lo es!–

–Los dos se merecen ser muy felices–

Ariana asintió. También estaba muy emocionada, llena de un montón de ilusiones.

–Me daré una oportunidad con él. Los dos nos amamos, y... creo que no me arrepentiré–

–No lo harás, amiga. A kilometros se ve que son el uno para el otro– le dijo Brenda mientras volvía a abrazarla.

–Secundo eso– afirmó Madelaine.

–Desde que conocimos a León, supe que se moría por ti, Ari. No lo podía disimular. Ahora me ha quedado claro que te ama, y nada me pone más contenta. Te mereces a un hombre que esté loco de amor, que te proteja, pero sobre todo que te haga muy, muy feliz, a ti y a Gianna– Brenda hablaba con toda sinceridad.

–Por cierto, ¿ya se lo dijiste a Gigi?–

–No, pero sé que para ella será la mejor noticia. Adora a León–

–Más que adorarlo, Gigi está encantada con él. Creo que nuestro amigo Chicano les robó el corazón a ambas–

Ellas estaban en lo cierto. Ariana lo sabía bien.

Había sido imposible no enamorarse de aquel moreno de ojos verdes. ¿Cómo no iba a hacerlo, si era el hombre más maravilloso del mundo entero? El único que le había mostrado lo que era el amor y el respeto, quien la había hecho ver su valor.

Gracias a León ahora podía valorarse y sentirse plena al ser mujer. La mujer del mexicano...

Su celular comenzó a sonar en ese momento haciendola salirse abruptamente de sus propios pensamientos.

Tomó su celular mientras Brenda y Madelaine hechaban un vistazo para ver de quién se trataba.

Sonrieron picaramente cuando viero que precisamente era León quien llamaba.

La instaron a responderle rapidamente.

–¿Hola?– la voz de Ariana sonrió timida pero enamorada.

Sus amigas la pusieron aún más nerviosa pero se sintió fascinada de que su amado la hubiese llamado. A pesar de haberse despedido de él un par de horas atrás ya sentía que lo extrañaba muchísimo.

–¿Cómo estás, preciosa? ¿Todo marcha bien?– le preguntó preocupado.

–Sí, León, todo está bien–

–Ah, muñeca me vuelve loco que digas mi nombre. No sabes cuánto me gusta escuchar tu hermosa voz. Me tranquiliza muchísimo saber que estás bien. ¿Nadie ha... tocado a tu puerta?– de nuevo sonaba angustiado. El asunto de Pete Davidson lo tenía histérico.

–Sólo Brenda y Maddie, han venido a visitarme. Todavía están aquí–

–Oh, saludalas de mi parte. Me quedo más tranquilo de saber que tienes compañía, nena. Estaba torturandome pensando en que estabas sola. Por favor llamame si algo extraño sucede. No abras más esa puerta sin antes preguntar de quién se trata–

–Eso haré–

–De cualquier modo no quiero que estés asustada. Tengo vigilancia en distintos puntos de tu edificio. Ese cabrón no podrá llegar a ti sin que antes le metan una bala entre ceja y ceja. Estás bien protegida, eso puedo jurartelo–

–Así es justo como me siento... Protegida por ti– Ariana no tenía más miedo. Nunca lo volvería a tener. León le daba toda su protección. Siempre estaría a salvo a su lado. Oh, y lo que más deseaba era permanecer a su lado.

Qué maravilloso era el amor, pensó.

–Bien. Llamaba para escuchar tu melodiosa voz, y para asegurarme de que estuvieras sana y salva pero también para pedirte que prepares una maleta con tus cosas y las de Gianna. Lleva contigo todo lo indispensable, incluídos papeles importantes, y demás. En un par de horas iré por ustedes. Ya tengo listo el lugar donde vivirás, te encantará, ya lo verás–

–¿Qué hay con el Moonlight? Le dije a Nicki que esta noche volvería–

–Tendrás que decirle que tampoco te es posible ir hoy. Ella deberá entenderlo–

–No lo sé, León. Ya fueron muchas noches de ausencia. Seguro ella y Ice querrán matarme–

León se sintió un poco irritado con respecto a ese tema. No quería tocarlo todavía pero no pudo evitarlo.

–¿Has pensado en la posibilidad de... renunciar a ese empleo?–

Ariana se quedó en silencio por unos cuantos segundos. Se tensó y tuvo que alejarse de sus amigas.

–¿A qué viene tu pregunta?–

–Yo... No lo sé, nena, sólo responde, ¿quieres? Quiero que sepas que yo te amo y siempre respetaré y apoyaré tus decisiones–

–La verdad es que... lo he pensado mil veces... Una y otra vez. Sabes que detesto lo que hago ahí, pero no me queda otra opción–

–Sí las hay, preciosa. Siempre las hay, pero creo que deberíamos hablar de esto después, ¿te parece?–

–Vale–

–Por lo pronto haz lo que te pido. Te veré en un rato más. Contaré los minutos como un preso para poder besarte de nuevo–

Ariana se sonrojó.

–De acuerdo, León–

–Te amo, Ari. Eres tan bonita que no puedo quitarme de la mente tu carita llena de belleza. No puedo creer que te estoy diciendo todas estas cosas– no se sentía avergonzado aún así, sino muy orgulloso por lo que sus labios expresaban. La amaba con toda su alma.

–Yo también te amo, León. Te amo muchísimo, mi amor–

Mi amor...

León fue el sujeto más feliz de todo el universo. Se sintió extasiado.

–Ah, maldición, ¿ahora cómo haré para concentrarme en el trabajo?–

Ariana soltó una carcajada.

Así que eso era el amor...

Le pareció increíble poder experimentarlo.

•••••

De camino al departamento de Ariana, León fue bastante alerta.

Su experiencia y habilidades como parte del cuerpo de policía le permitieron analizar la zona con profunda y sin temor a cometer ningún error.

Nada extraño parecía ocurrir. Había revisado cada centimetro a los alrededores del edificio y también al interior. Además los guardias que había mandado esa mañana le había asegurado que casi no hubo movimiento desde que llegaran.

–¿Están seguros de que no pasó nada fuera de lo común? ¿Ningún sujeto larguirucho y de ojos hundidos se apareció por aquí?–

–Negativo, Navarro. Nadie se ha acercado, salvo una mujer con sus dos hijos pre adolescentes, y una chica universitaria que se dirigía a sus clases matutinas. Eso es todo–

León les agradeció y les pidió que no bajaran la guardia, pronto llegarían sus relevos y podrían irse a descansar.

Mientras subía escaleras no pudo evitar pensar en que quizás Davidson se había largado al saber que Ariana no estaba sola...

Eso deseaba creer, pero parecía demasiado bueno para ser verdad.

Tratandose de aquel cabrón y de la seguridad de su amada, no podía dar nada por sentado. No pensaba relajarse ni siquiera dos segundos, no hasta que viese con sus propios ojos el final de aquella basura.

>Estés donde estés, te voy a encontrar, malnacido. No huirás sin antes haber pagado por toda tu mierda<

Iba a seguir buscandolo, y lo iba a encontrar, costara lo que costara.

El corazón se le calentó de anhelo y mil emociones más cuando Ariana abrió la puerta para recibirlo.

Vio sus ojitos marrones brillar, y tuvo que tragar fuerte para resistirse y no besarla. Gianna estaba ya en casa desde hacía unas cuantas horas, así que no podía comerse a besos a su preciosa madre mientras ella estaba por ahí mirando. Se contuvo pero se dijo entonces que más tarde, cuando estuvieran los dos solos la besaría con todo el fuego y la pasión que sentía por ella.

–¡León!– Gianna corrió hacia él en cuanto lo vio. Lo abrazó con ternura, y el moreno experimentó cálidos sentimientos paternales. Estaba ansiando poder contarle a la pequeña que a partir de ese momento los tres serían una familia, claro junto a Alex. También debía hablarles a ambas de su hijo, pero todo a su debido tiempo. De momento lo que más importaba era atrapar al degenerado y mantenerlas a ellas a salvo.

–¡Ah, la princesa más hermosa del mundo está aquí!– él la recibió y la abrazó.

Había hecho lo posible por estar libre para ir a recogerla de la escuela a la hora de salida pero lo había citado la casera de su departamento para que le entregara las llaves. Brenda y Maddie habían acompañado a Ariana a recogerla, mientras uno de los policías las escoltaban. Él había estado pendiente en todo momento.

–León, en la escuela me enseñardn todo sobe los pingüinos. Me gustadon muuuuucho. ¿Kees que pueda tened algún día un pingüino?–

Él no pudo evitar soltar una carcajada.

–Oh, cariño, daría todo por conseguir a un pingüino para ti solita, pero eso no podrá ser. Los pingüinos deben estar en su habitat, de otro modo morirían–

La carita de desilución en Gianna golpeó fuertemente a León.

–Oye, ¿pero qué te parece si lo cambiamos por un perro? ¿Te gustaría tener un perro?–

–¡Síííí!– la ilusión infantil en la niña regresó de inmediato. La idea de tener una mascota canina la emocionó bastante.

Sin embargo Ariana no pensó lo mismo.

–¿Qué?– abrió los ojos como dos platos. –No, León, por favor. No se te vaya a ocurrir obsequiarle un perro. En este edificio no se permiten las mascotas–

El moreno se hundió de hombros.

Ella negó y lo tomó del brazo arrastrándolo a la cocina para poder hablar sin que Gianna fuese a escucharlos.

–Bueno, tampoco se permiten en el edificio donde vivirán ahora, pero... Quizás en algun futuro tu nuevo hogar sea una gran casa con un patio hermoso... ¿Lo habías imaginado alguna vez? ¿Has pensado en la posibilidad de que... seamos una familia?–

¿Lo había imaginado?

Ariana se quedó muy quieta mientras su corazón daba un vuelco dentro de su pecho.

Muchísimas veces. Tantísimas que no podía ni contarlas. Y lo maravilloso de aquellos sueños era que hacía un buen tiempo que ya no se imaginaba solamente a ella y a Gianna viviendo ahí, sino también a León. Los tres juntos.

Parecía tan hermoso que de pronto sintió muchas ganas de llorar. Solo un par de noches atrás no habría creído que algo así fuese posible, ahora veía la posibilidad tan real y tan cercana.

León exhaló.

–Lo último que deseo es que te sientas presionada, Ari, pero quiero dejar las cosas muy claras. No estoy contigo para pasar el rato o para ver qué sucede. Estoy firmemente convencido de que te amo y de que eres el amor de mi vida. Y te has metido en un buen lío, nena, porque jamás te dejaré ir. Estás atada a mí para siempre– río con encanto. Desde luego bromeaba pero sus palabras iban muy en serio. –Lo que más anhelo es pasar el resto de mis días contigo. Dime que también anhelas lo mismo– la sujetó de la cintura y la acercó a él transmitiéndole de su viril escencia, haciendola entrar en calor. Se inclinó para besarle los labios.

Ariana cerró los ojos y se quedó sin aliento mientras era besada.

Cuando se separaron pudo tomar aliento.

Apoyó entonces sus dos manos por encima del duro pecho, permitiendose tocarlo con las palmas.

–Deseo lo mismo, León–

Él sintió como la emoción recorría su cuerpo entero. Tuvo que tragar fuerte para no estremecerse. Seguía teniéndola bien sujeta, no quería dejar que se alejara todavía.

–Pronto lo haremos realidad– le prometió.

–¿Estás hablando en serio?–

–Malditamente en serio, preciosa. Quiero estar junto a ti hasta el día en que mi alma dé su último suspiro. Quiero cuidarte y hacerte muy feliz. A Gianna también. Quiero ser el padre que nunca ha tenido, quiero darles a ambas todo mi amor y mi protección. Todo este día me sentí como volando en una nube... Todavía no puedo creer que me hayas aceptado. Me siento el rey del mundo–

Ariana sonrió. Las palabras de León le daban mucha ternura pero también le llenaban el corazón.

¿Qué fuerza sobrehumana había intervenido para que de pronto la vida decidiera compensarla por tanto sufrimiento al presentarle a aquel maravilloso ser masculino?

Él acercó todavía más, y depositó un beso en su frente para después abrazarla.

–Soy adicto a tu olor, ¿lo sabes?– lo escuchó decir. –Qué bien hueles, joder–

Ariana solo se alzó en puntillas para esta vez ser ella quien lo besara. También estaba loca por él, y eso era decir muy poco.

Segundos transcurrieron en los que ninguno de los dos dijo nada, sin embargo luego de aquello, León fue el primero en hablar.

–¿Llamaste a Nicki para decirle que hoy no irás al Moonlight?–

–Sí–

–Bien–

Ariana rió.

–¿No preguntarás si se puso histérica?–

–¿Lo hizo?– cuestionó aunque a decir verdad poco le importaba. Esa noche Ariana no asistiría a trabajar y ya estaba.

–La verdad es que entendió y no me recriminó nada–

–¿Qué excusa le diste?–

–Le dije la verdad–

León frunció el ceño.

–¿Y por verdad te refieres a...?–

–Ella sabe sobre Pete. Sabe lo que significa el hecho de que me haya encontrado, y entendió mi ausencia, completamente–

–Siempre me ha parecido extraño que confíes en Nicki–

Nadie lo entendía. Pero la realidad era que pocos conocían a la verdadera Nicki.

–Sé que ella muestra una imagen dura frente a todos, pero te aseguro que en el fondo no es la perra frívola que quiere hacer creer. Desde el primer momento en que la conocí no ha hecho más que ayudarme–

–¿Cómo fue que la conociste?–

Ariana emitió una sonrisa cínica.

–No me lo vas a creer... Fue el día en que me dieron el alta luego de dar a luz a Gianna. Recuerdo haber estado sola, sin un lugar al cual ir, sin dinero, sin nada, salvo mi bebé recién nacida en los brazos, y una vida destrozada sobre mis hombros...– la castaña exhaló. –Me senté en una banca frente al hospital, me sentía asustada y mi corazón se rompió porque yo amaba a mi hija pero me había dado cuenta de que no podía quedármela. Pensaba en llevarla a las puertas de una iglesia, y rogar porque le dieran una vida digna, pero entonces como si fuera una peculiar especie de hada madrina, Nicki apareció, me ofreció empleo en su club y un sitio donde vivir con mi hija. Desde entonces he estado muy agradecida con ella–

León entendía todo perfectamente. Entendía que en su momento, Nicki había sido la única que había ayudado a Ariana. Aún así había un tema del que debían hablar.

–Una vez me dijiste que bailar en el Moonlight no era tu cosa favorita del mundo–

Ella realizó una expresión de disgusto.

–Sabes que lo odio– el tono de su voz lo confirmaba. –Pero no he tenido otra opción. Solo el Moonlight pudo darme el ingreso ecónomico que necesitaba para sacar a Gianna adelante–

–Lo sé...– asintió León. –Pero, Ari... Tú no quieres seguir ahí. Me lo has dicho cientos de veces–

–El hecho de que no quiera seguir trabajando como stripper no quiere decir que dejaré de hacerlo. No puedo dejarlo, León–

–Sí que puedes–

–No...–

–Si tú así me lo permites yo puedo ayudarte–

Ariana negó inmediatamente.

–Si estás insinuando el mantenerme a mí y a Gianna, olvídalo–

–Sé que no dejarías que hiciera eso, pero sí quiero que entiendas una cosa, ya no estás sola. Quizás lo estuviste durante muchos años pero ahora me tienes a mí–

–Sí, pero no pienso abusar de tu ayuda–

–¿Abusar? Oh, nena, ojalá abusaras. Yo sería el más feliz, pero eso no es lo que quiero proponerte–

La castaña lo miró sin comprender.

–¿Entonces a qué te refieres?–

Él tomó aliento.

–Bueno... Tú bailas muy bien, ¿no? Me atrevo a decir que lo haces como una profesional. De hecho lo eres–

–¿Eso qué tiene que ver?–

–Mucho, Ari. Yo conozco a un tipo que está por abrir su gimnasio...– se refería a Gonzalo, su hermano quien pronto cumpliría una meta en su vida que era la apertura al público del Bodybuilding. –Este tipo es muy allegado a mí, y me debe muchos favores así que puedo pedirle que te dé empleo. Podrías trabajar como instructora de baile o cosas así. Dime, ¿te agrada la idea? Tampoco quiero que te sientas presionada, pero sí que sepas que hay otras alternativas, y que yo estoy dispuesto a ayudarte en todo lo que tú me permitas–

La realidad era que la idea no disgustaba a Ariana para nada. Trabajar en un gimnasio sonaba mil veces mejor que hacerlo en un club como bailarina erótica. No había punto de comparación para ella. Sin embargo todavía habían cosas para las que necesitaba tiempo. Todo estaba yendo demasiado rápido. No deseaba sentirse aturdida o abrumada.

Gracias al cielo su León era el hombre más comprensible del mundo.

–¿Podrías darme tiempo para poder darte una respuesta?– le pidió.

Él pareció embobarse con la dulzura de la sonrisa que le dedicó.

Asintió prontamente.

–Maldición, qué bonita eres...–

Ariana rió.

Sabía que no se había equivocado al decidir amarlo con libertad. Qué feliz estaba siendo últimamente y todo era gracias a él.

Se acercó entonces para besarlo, teniendo cuidado de que Gianna no fuese a verlos.

Pronto planearía cómo decirle a su hija que ella y León eran novios.

Ah, la palabra novios le fascinaba.

•••••

Aquella noche León con ayuda de Gianna se encargaron de preparar las quesadillas más deliciosas del mundo, y convirtieron una cena tan sencilla o algo bastante especial.

Ariana lo pensó de ese modo.

Había disfrutado muchísimo ese momento, sobre todo tomando en cuenta que sería la última vez que cenaran en ese departamento hasta no sabía cuándo. Tampoco sabía todavía cuándo podrían volver.

Habían invitado a la señora Doris, y los cuatro habían pasado un momento muy agradable.

Entre lágrimas, Ariana se había despedido de quien fuera su vecina durante los últimos seis años de su vida. Nunca nadie le había tendido la mano para ayudarla desinteresadamente hasta que había conocido a aquella bondadosa y maternal mujer, quien para ella había representado como el papel de una madre. Gianna la quería como si fuera su abuela.

Habían estado muy emotivas durante la despedida, a pesar de que únicamente sería por un tiempo.

Conmovido, León les había prometido que él mismo se encargaría de ir a recoger a la señora Doris para que fuese a visitarlas a su nuevo departamento.

Luego de aquello había conducido por media hora hasta llegar a la zona en la que ahora vivirían.

Ariana miraba por la ventana de la camioneta con evidente curiosidad. Casi no podía creerse que en realidad se estuviese mudando al departamento de León.

Se sentía emocionada debido a ello. Lo que sentía por ese hombre no era mínimo en ninguna manera.

Sin embargo extrañaría su hogar.

Creía firmemente que las cosas se acomodarían en algún momento. Confiaba demasiado en León como para estar segura de que pronto Pete estaría tras las rejas. Una vez que eso sucediera, entonces podrían empezar a planear su vida juntos.

Exhaló mientras se relajaba en el asiento.

Cuando por fin llegaron, él bajó del vehículo y corrió para ayudarlas a hacer lo mismo. Siempre era un caballero con ambas.

Lo primero que hizo fue ir en busca de la casera, quien debía encontrarse en el pórtico esperándolo.

Era una mujer de mediana edad con evidente prisa. Los saludó cortezmente aún así. Sonrió y les dio la bienvenida no sin antes ponerse a su servicio.

León tomó la manita de Gianna, quien estaba emocionada y muy ansiosa por conocer su nueva habitación. Llevaba en su maleta sus juguetes favoritos, incluída la muñeca que él le había obsequiado, y el león de felpa que tanto quería.

Sintiendo que la adoraba con toda su alma, y que haría cualquier cosa por verla feliz, le había prometido que llenarían esa habitación de muchos más juguetes. Pensaba llenarla de mimos y consentirla exageradamente. Después de todo la pequeña se merecía a un papá que lo hiciera. La vida había permitido que su padre biologico fuera una escoria, pero esa misma vida les estaba presentando la oportunidad de formar un vínculo inquebratable, y él no iba a malditamente desaprovechar la oportunidad. Quería a Gianna como una hija y hasta más.

La cargó y la llenó de tiernos besos. Ella rió y se abrazó mucho más a su gran cuerpo.

Después miraron a Ariana, quien los miraba maravillada.

–Es hora de subir, ¿no crees?– la invitó.

La castaña asintió y pronto los alcanzó y se les unió.

León sujetó bien a la princesa con un brazo, y con el otro recibió a su amada. La atrajo hacia sí y se acercó inclínandose para darle un beso en la frente.

A Gianna se le llenaron los ojitos de emoción al verlos juntos. Era pequeña, pero entendió bien el mensaje, lo que significaba. Contenta, se abrazó del cuello masculino y se sintió entonces la niña más feliz y segura del mundo.

Cuando llegaron al cuarto piso, se dirigieron juntos al departamento. León abrió y luego de dejar a Gianna en el suelo, alzó el brazo invitándolas a entrar.

–Bienvenidas a su nuevo hogar... temporal– les sonrió y pensó en que desde luego sería temporal. Quería vivir con ellas, y para ello tenía que comprar una casa. Con patio además porque no pensaba defraudar a su hija con la promesa de que tendría un perro.

Su hija...

Una sensación estupenda le inundó el pecho.

Eso era Gianna ahora, y lo sería para siempre. Su hija.

Sonrió y entonces entró detrás de ellas.

–¿Te gusta?– le preguntó a Ariana.

–Es muy bonito León. Creo que estaremos muy cómodas aquí–

–Me alegra escuchar eso. No hace falta preguntarle a Gi. Vela–

La niña corría por todas las habitaciones bastante emocionada.

–Todo está limpio y también hay comida en el frigorifico y en la alacena. La habitación de en medio será de Gianna. Tiene vista al lago, creo que le gustará. La grande será la tuya, Ari...– desde luego quedaba implícito, y bastante claro, el hecho de que León pasaría ahí muchas, muchísimas noches haciendole el amor con pasión y ardor.

El mero pensamiento la enardeció.

Se miraron fijamente pero ninguno de los dos pronunció palabra alguna.

La castaña se sonrojó. A él le dio un vuelco en el pecho.

Carraspeó para poder seguir hablando mientras les mostraba todo el lugar.

–Y dime, ¿te gusta?– le preguntó.

Ariana asintió.

–Es muy lindo aquí, León. De nuevo gracias–

–No, ya te dije que no me agradezcas por nada– negando volvió a acercarse a ella. La tomó de las manos. –Sabes que te amo, tengo que protegerte– bajó el tono de su voz. –No dejaré que nadie vuelva a hacerte daño nunca más– tomó un mechón de su cabello y lo acomodó detrás de su oreja mientras pensaba en lo increíblemente bonita que ella era. A veces no podía creerlo. No podía creer que ese nivel de belleza en una mujer pudiese existir. Sin duda lo tenía loco. Le dio un beso en la frente y después fue en busca de Gianna. –¿Tú qué dices, princesa? ¿Qué te pareció tu habitación? ¿Es linda?–

–¡Sí, sí! Es muy bonita–

La preciosa carita infantil lo miró con emoción.

Él no pudo más que sentir cómo su ser se embargaba de ternura.

–Me pone muy contento saber que te ha gustado–

–León, peo...– de pronto la expresión en Gianna cambió. –¿Mami y yo no vivilemos más junto a la señoda Dolis?– cuestionó con su adorable vocecita. Parecía ahora confundida y preocupada.

Ariana fue consciente entonces de que no le había explicado bien a su hija de qué iría todo aquello. Había estado muy ocupada haciendo el equipaje y demás.

–Ah, Gigi, escucha...–

León la interrumpió haciendo una seña con su mano.

–Yo me encargo– le sonrió y entonces se acercó a la niña y después se inclinó con ella para poder hablarle y quedar a su misma altura. –¿Te preocupa no ver más a la señora Doris? La quieres mucho, ¿no es cierto?–

Una tanto triste, Gianna asintió.

–Shi...–

León tomó ahora sus diminutas manitas. Hablaría con ella y le haría entonces la misma promesa que ya le había hecho a su madre.

–Yo mismo iré por ella y la traeré aquí para que puedas verla. Quizás no pueda hacerlo todos los días, pero te aseguró que vendrá a visitarte muy seguido–

–¿Ya no puedo vivid ahí?–

–Claro que puedes, princesa. Solo pasa que... ahora tengo una misión muuuuuuuy importante, y eso es cuidarte a ti y a tu mamá– miró a Ariana que los miraba atenta, por breves segundos pero después volvió con la pequeña. –Ustedes son muy importantes para mí, y yo tengo que protegerlas, pero para eso tienen que vivir aquí, al menos por un tiempo. Después, cuando... me encargue de algunos inconvenientes, te prometo que todo volverá a la normalidad. ¿Confías en mí, Gianna?–

–Sí, León– la niña se abrazó de él. –Yo sé que tú cuidas a mi mami y a mí. Te quiero mucho– lo abrazó y al moreno se le llenó el pecho de mil emociones.

–Yo te quiero mucho más, pequeña, y te juro que siempre estarás bien, siempre estarás a salvo porque yo me encargaré de eso–

Ariana deseaba llorar. Le estaba costando demasiado el contenerse.

Apenas y podía creer que en verdad tuviesen a aquel hombretón grande y fornido, fuerte, valiente y enteramente dispuesto a dar la vida misma por ellas dos, si fuese necesario. No podía creerse que por primera vez en su vida tenían a quien las protegiera. Era maravilloso.

Ella lo amaba por eso y más.

Tragó y discretamente limpió un par de lágrimas que se le habían escapado.

León se puso en pie sin despegarse de Gianna, y se dirigió esta vez a su amada mujer de ojos marrones.

–Demos un paseo por el lagos y después cenemos algo. Creo que a Gianna le gustará mucho–

–De acuerdo, vayamos– le sonrió Ariana.

Todavía era extraño, pero hermoso.

Se sentía como si ya fuesen una familia. ¿Por qué no? Ahora lo eran.

Ese hecho la hizo suspirar de felicidad.

Juntos acudieron a un restaurante cercano en donde cenaron y rieron por las ocurrencias de Gianna.

Para Ariana fue fascinante ver el drástrico cambio que se presentaba en su hija. La mejoría que había adquirido para hablar y desde luego la confianza en sí misma.

Se sintió como una madre muy orgullosa y doblemente feliz porque León estaba a su lado.

Después de cenar decidieron caminar un poco por el lago Michigan, que a esas horas se veía hermoso a la luz de la luna.

Era una noche bastante agradable, y los tres la estaban disfrutando.

Había otras familias dando un paseo nocturno, parejas de enamorados, niños jugando.

Un ambiente bastante grato.

Decidieron sentarse en una banca mientras Gianna jugaba alimentando a las palomas.

–Gigi está feliz– no pudo evitar comentar Ariana mientras la observaba.

León sonrió y también la miró.

–Lo sé. Es maravilloso ver cómo va descubriendo el mundo, cómo disfruta de él–

Ariana no pudo estar más de acuerdo. La había llevado en su vientre, la había dado a luz, y el crecer junto a ella estaba siendo lo más grato de su vida entera.

De pronto León tomó su mano y la acarició con amor.

Le ponía furioso pensar en todo lo que Ariana había sufrido a los dieciséis años.

¡Maldición!

A los dieciséis él había andado por ahí disfrutando de su adolescencia, yendo al cine con sus amigos, jugando videojuegos, siendo libre y feliz. Mientras que ella...

Le habían hecho demasiado daños. Tanto que aún le impresionaba el hecho de que conservara aquel tipo de inocencia que siempre veía en su expresión, en su mirada.

>Pero no más, mi amor. Nunca más volverán a dañarte porque tendrán que matarme primero<

–Gracias por permitirme estar cerca de ustedes. Soy el hombre más feliz del mundo desde que las tengo a mi lado–

–Nosotras también lo somos contigo, León–

–¿Cuándo podré decirle a Gianna que amo a su madre con toda mi alma?–

La castaña se sonrojó. Siempre lo hacía, y a él le fascinaba.

–No tengo inconveniente en que lo hagas. Creo que Gigi es muy inteligente y lo entenderá. Además te adora–

Y decir aquello era poco. Su hija empezaba y terminaba sus días hablando de él, y a menudo quería llamarlo para darle los buenos días o para contarle sobre las cosas geniales que le habían pasado en la escuela o en cualquier lugar.

–Yo la adoro también, Ari– de pronto se puso nervioso. –La quiero tanto como a ti. Y sabes de sobra que lo que más anhelo es formar una familia juntos. Si tú me lo permites... quisiera tomar el papel del padre de Gianna. Deseo protegerla, proveerle todo lo que necesite, pero sobre todo estar ahí todos los días para ella, ganarme el derecho a que algún día pueda llamarme papá. Por favor, dime que dejarás que lo haga. Yo te juro que no le fallaré, jamás lo haré. Tampoco habrá diferencias si... si tú y yo tuviesemos más hijos. Ella siempre será mi princesa, dirás que estoy loco, pero... incluso pienso en la posibilidad de adoptarla legalmente, que lleve mi apellido para así protegerla también conforme manda la ley–

A Ariana le dio un vuelco. Su corazón palpitó al mil.

Las palabras de León la dejaron sin aliento.

Era demasiado. Demasiadas emociones en un solo segundo. León y ella juntos, la mudanza, la idea de ser una familia, y ahora... Gianna siendo adoptada por él.

¡Cielo santo! ¿Estaba viviendo un sueño? No podía creerselo todavía.

–León...– susurró. Estaba sin palabras. El nudo de emoción en su garganta le impedía hablar.

El moreno negó.

–Por favor no digas nada. Sé que todo esta yendo demasiado rápido, pero... es lo que siente mi corazón. Sólo estoy siendo honesto contigo. Te daré tu tiempo y trataré de llevar las cosas despacio, solo quería que supieras cuales son mis intenciones–

Ariana continuó sin decir nada. Lo miraba fijamente. Sus ojos color miel brillaban con intensidad aquella especial noche.

Era consciente de que su relación iba escalando peldaños importantes, que estaban en otro nivel ahora. Pero no estaba asustada, sino todo lo contrario.

–Te amo– fue todo lo que pudo decirle luego de prolongados segundos. Subió su mano que siempre estaba tan femenina con uñas largas y estilizadas, pintadas de un color blanco que la hacían verse coqueta y elegante.

A León le encantaba ser acariciado por esas manos.

–Yo te amo a ti, preciosa. No imaginas cuánto– entonces tomó esa mano que lo acariciaba y llevó el dorso hasta sus labios para depositar ahí un beso. –Siento que estoy viviendo un sueño contigo, Ari. Te juro que jamás había sentido algo así–

–Yo siento lo mismo– confesó ella. –Me siento como en un cuento de princesas–

–Con la pequeña diferencia de que yo no soy un principe, sino un policía– bromeó León. Después volvió a mirarla con fijeza pensando en lo hermosa que era, y en lo hermosa que se miraba en ese momento especialmente. En sus ojitos brillantes se albergaba toda la belleza de la tierra, en toda ella estaba la fuerza y el valor de la grandiosa mujer que era. La sonrisa en su delicado rostro que provocaba un par de hoyuelos en sus tersas mejillas. El cabello largo y sedoso del color del caramelo se arremolinaba gloriosamente en su cara debido al viento. Tragó saliva. –Y que tú no eres una princesa, sino una reina... Mi reina– la última palabra la pronunció en español.

Ariana no pudo evitarlo. Tomó el masculino rostro con ambas manos, y lo acercó a ella.

Los dos se besaron ahí junto al lago, mientras la noche era iluminada por la luna y las estrellas, olvidandose de cualquier otra cosa que ocurriera a su alrededor.

Gianna sonrió al verlos, y fue hacia ellos para ser abrazada por ambos.

El mexicano y la castaña volvieron a mirarse.

Aquello era el inicio de algo nuevo, algo hermoso. De su nueva vida juntos.

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