Capítulo 13
Mientras tomaba de su tarro de cerveza, León no podía dejar de pensar en Ariana.
A decir verdad, llevaba las últimas semanas de su vida sin poder quitarse de la mente a aquella mujer.
Después de pasarse noches enteras deseandola como la deseaba, después de todo lo que había vivido junto a ella, y sobre todo después de que se enterara de que tenía una hija pequeña a la que sustentar, no era capaz de borrarla de su mente.
–Ya quita esa cara, amigo– le dijo Omar un tanto preocupado por él.
–Sí, León, vamos. Te trajimos para que te divirtieras un poco y te animaras– secundó Zac empleando el mismo tono de preocupación.
–Con todo lo sucedido no creo poder hacerlo– fue la respuesta de León.
–¿Pero qué es lo que te tiene así?–
–No me digas que sigues así por lo de Badgley. Te dijimos que ya te olvidaras de eso. El que no consigas aceptarlo y superarlo sólo te ha traído problemas–
–No estoy así por Badgley. Estoy así por... por Ariana–
Y ahí estaba el meollo. Zachary y Omar se miraron. Casi no podían creerse que en serio una mujer lo tuviera así. Nunca lo habían visto de aquel modo, ni siquiera cuando se había visto obligado a enfrentar la separación con su ex mujer.
–¿Ella está bien? ¿Qué es lo que te preocupa?– cuestionó uno de sus amigos.
–Me preocupa todo– contestó así sin más porque esa era la maldita verdad.
–¿Por qué?–
León perdió la paciencia.
–¡Porque sí, maldición!– exhaló. Se había pasado la noche entera soñandola, imaginandola, atormentandose al evocarla. –¿Cómo no voy a preocuparme por ella? Está sola, trabaja en ese maldito y peligroso lugar todas las noches hasta el amanecer, tiene una hija pequeña a la cual debe criar sin la ayuda del padre, y encima... ¡Encima sólo tiene veintitrés años, joder! Veintitrés...–
Zachary y Omar se sorprendieron al escucharlo.
–Creí que esta chica era... algo mayor–
–También yo– admitió el mismo León. Para trabajar de bailarina erotica tenía que serlo. No era posible que una jovencita se dedicara a algo así. ¡No era justo! –Es demasiado joven... demasiado joven para hacer lo que hace. Eso no está bien, alguien debería ayudarla–
–Y te mueres por ser tú quién la ayude, ¿no? ¿Es eso, León?–
Él exhaló.
–Jamás aceptara que yo la ayude. Es demasiado orgullosa, y celosa de su vida privada–
–Ah, pero tú eres un terco de primera– se carcajeó Zachary mientras le palmeaba la espalda. –Seguro persisitirás hasta que lo consigas y la conquistes–
–¿Que la conquiste? ¿De qué demonios hablas, Zac? Yo no estoy buscando ninguna relación. Y ella mucho menos. Estoy seguro de que ni siquiera le agrado–
–¿Que no le agradas?– el ojiazul dio un respingo. –Le tienes que agradar, le salvaste la vida–
–Eso la hizo darme las gracias, pero no la obliga a que yo le guste–
–Pues yo pienso que sí le gustas– opinó Omar que se encontraba analizando la situación con brazos cruzados. –Pero como bien dices, es orgullosa. Te va a costar, pero lo lograrás, lo tienes todo a tu favor–
–¿Todo a mi favor?–
–Eres guapo, no tanto como yo, pero estás galán– se hundió de hombros con gracia. –Alto y fuerte– continuó. –Justo como a las chicas les gustan, eres buen tipo, decente, honesto, trabajador Y seguro tienes ventajas sobre todos los demás sujetos a los que ha conocido. Ahora sabes que no está en buenos términos con el papá de su hija, y todos esos borrachos que están enamorados de ella y pagan por ir a verla bailar, ni siquiera serán competencia. Tú no eres como ellos, así que ya está, tienes la batalla ganada–
–Esto no es un concurso, Omar. Además, ¿no me escucharon o qué? Yo no estoy en busca de novia. Ariana tampoco está buscando a un hombre para compartir sus días. De hecho sospecho que detesta la sola idea–
–Pero tú puedes hacer que cambie de opinión–
León negó.
–¡Joder! ¿Pueden parar? Ni siquiera somos compatibles en nada–
–Pues yo creo que son exactamente iguales–
–Igual de tercos– secundó Zac mientras daba un sorbo a su cerveza.
–Dejen de decir estupideces– replicó él molesto.
Entonces Omar decidió que era hora de poner las cartas sobre la mesa.
–¿La quieres para follartela una vez y ya? ¿Es eso?–
A León le ardió el pecho, la sangre, todo. Apretó los puños.
–Por supuesto que no–
–¿Entonces?–
¿Entonces qué?
No había nada que decir ahí.
–Entonces nada– respondió el mexicano sintiendose más frustrado que nunca.
•••••
Apenas puso un pie dentro del Moonlight, Ariana se encontró con Chicano quien al parecer ya la estaba esperando. Se sorprendió muchísimo al verlo tan consternado, pero aún más le sorprendieron las preguntas que le hizo una vez que estuvieron lo suficientemente alejados del resto para poder charlar en privado.
Ella se sorprendió bastante ante su primer cuestionamiento.
–¿Con quién dejaste a Gianna? ¿Quién cuida de ella cuando estás aquí trabajando? ¿La dejas con alguien de confianza?–
Las preguntas la abrumaron. Frunció el ceño confundida y después negó.
–Eso no te importa– intentó alejarse de él, pasarse de largo porque tenía un montón de cosas qué hacer. Debía ondular aún más sus mechones, maquillarse con pedrería, colocarse el vestuario para la danza arabe, el cual nunca era fácil de poner, y mandar a la tintorería algunos otros de sus vestuarios, aprovechando que el asistente de Nicki estaría yendo.
Pero él la tomó de la muñeca y la detuvo.
–Sí me importa– le respondió.
¡Maldición! Le importaba. Todavía no entendía por qué pero le importaba.
–Pues no debería– Ariana se soltó de su agarre y lo miró desafiante.
Él exhaló.
–Escucha... Sólo estoy preocupado, ¿sí? Es imposible no hacerlo después de que la he conocido. No puedes culparme por eso. Es una niña lindísima, y... de cierta forma me considero tu amigo–
La castaña sabía que Chicano tenía razón. No podía culparlo. Todo lo contrario, debía agradecerle su preocupación. El que se preocupara por ellas era un acto muy lindo de su parte, pero no estaba acostumbrada a eso. Además era muy celosa de su vida privada, le costaba abrirse con las personas, sobre todo con los hombres, y maldición, aún más con él.
–Mi hija está bien– suspiró. –Jamás la dejaría si no estuviera segura de que está en buenas manos–
–¿Con quién?– León sabía que se estaba entrometiendo más de lo que debía pero no podía evitarlo. Saber que esa criatrura estuviera sana y salva era primordial para él. Necesitaba saberlo.
–Con mi vecina, la señora Doris. Es una mujer muy buena, cariñosa y responsable, tiene toda mi confianza–
El moreno la recordó.
–¿Tu vecina... sabe cómo te ganas la vida?–
Ariana asintió.
–Siempre he sido honesta con ella. Jamás me ha juzgado. Te repito, es una buena mujer–
A León le tranquilizaba mucho saber eso. No se lo dijo aún así. Sabía que ya estaba pasandose de los límites.
–¿Gianna... lo sabe?–
Ella arrugó la expresión de su cara.
–Desde luego que no– le contestó. –Tiene seis años–
Exacto, era muy pequeña. Aún así Ariana sabía que ni siquiera cuando su pequeña fuera mayor tendría el valor de decirselo. Eso no sucedería.
–¿Y entonces qué explicación le das para tener que salir todas las noches y volver en la madrugada?–
León pudo ver un atisbo de tristeza en sus preciosas facciones. Fue tal la sensación de desasosiego que una desesperación interna lo llenó haciéndolo desear borrar toda angustia en ella, cuidarla, provocarle seguridad y un montón de sonrisas. El anhelo lo dejó paralizado por segundos.
–Le digo la verdad, que tengo que trabajar y... que soy bailarina. Pero sólo eso. Ella ha visto un recital de ballet en televisión y cree que es algo así. No quiero ni imaginar que algún día descubra lo que en realidad hago–
–Si algún día Gianna se entera, tendrá que sentirse orgullosa de ti por todo el sacrificio que haces por ella. No tienes nada de qué avergonzarte, Ariana–
Pero sus palabras no la ayudaron, sino que la hicieron sentir mucho peor. Los ojos se le llenaron de lágrimas que de inmediato limpió.
–Claro que sí– fue su respuesta. Después se marchó dejandolo solo.
•••••
Desde entonces León no había conseguido sentirse en paz desde la última vez que hablara con Ariana.
La noche había transcurrido, como siempre, con demasiada lentitud. Entre borrachos e imbéciles que no hacían más que gritarles obscenidades a las chicas que bailaban, sus compañeros de trabajo enmiscuidos en sus propios déberes, el ruido de la música y el ambiente pesado del lugar, el moreno no había podido hacer otra cosa más que pensar en ella.
Cuando supo que se había llegado la hora de que apareciera y subiera al escenario, comenzó a sentirse más impaciente que nunca. Por alguna razón el sudor en su sien apareció.
Estaba anticipandose y todo fue peor cuando la vio salir.
Llevaba su habitual bata de seda que cubría la perfección que era ella. Una vez que cruzó el pasillo, no le dirigió siquiera una mirada, nada.
Ariana puso un pie en aquel espacio donde estaría bailando hasta llevar a cada hombre a sus límites, y León quedó desbocado.
Sus ojos verdes se clavaron primero en su delicado, pequeño y hermoso tobillo que iba adornado con una pulsera dorada. Ella había colocado la pierna de frente y se encontraba en posición para empezar en cualquier segundo.
Sin embargo el tiempo pareció detenerse mientras la observaba.
Iba descalza, y aquel hecho lo hizo desear tener en sus manos aquellos divinos pies para acariciarlos. Lo que intentaba ser una falda hasta sus pies no conseguía cubrirla en nada más que en la zona de enfrente y el trasero, los lados laterales eran inexistentes. Estaba anudada a unas braguitas del mismo color pero con enmarcado color oro.
Superiormente, llevaba sólo un sostén a juego que apretaba bien sus redondos pechos.
Su cabello estaba sujeto a una larga, larga y densa trenza que la hacía verse más atractiva, mucho más si aquello era posible, con sus labios rojos y su mirada seductora.
El mismo segundo en que la música oriental comenzó a sonar, ella empezó a moverse. Sus caderas fueron lo único que se movieron, a decir verdad. De lado a lado, una y otra vez, mientras León sentía que caía en el pozo de su hechizo, mucho más profundo.
Aquel especie de baile era conocido popularmente como La Danza del Vientre, y el mexicano podía ver el porqué.
Ariana no hacía más que ondular su cintura en coordinación con el movimiento de sus caderas. Su vientre perfecto y femeninamente marcado atraía las miradas de cada persona ahí presente.
Nicki que observaba desde su lugar de jefa al mando, sonrió levemente y realizó un gesto de total aprobación, y de orgullo también. En esos momentos se sintió como una madre orgullosa de ver lo que su hija había logrado.
La había conocido siendo una niña, una niña de edad, pero no de mente. Evidentemente abusada tanto fisica como emocionalmente, con una recién nacida en los brazos, sin dinero y sin un techo para dormir, no le había quedado otra opción más que aceptar su propuesta. En aquel entonces había sido inocente hasta la médula, quizás todavía lo era hasta cierto punto, y era eso lo que volvía locos a todos esos hombres. No lo dudaba ni siquiera un poco. Oh, pero había sido inteligente también, una aprendiz veloz. Había aprendido a mover bien esas caderas, a mover su cuerpo entero en las más eroticas danzas, y había aprendido a controlar sus gestos, a engañar, a hacerlos creer que estaba dispuesta a ser follada por alguno de ellos. La alumna había superado a su maestra, y Nicki no tenía reparo alguno en admitirlo. Ahora estaba convertida en una diosa de la sensualidad, una que sabía bien cómo sacarle provecho a ello. Su sonrisa se hizo más grande, y después le dio un trago a su martini.
León, al igual que todos los demás, continuó embobado por aquel sutil y fluido movimiento que formaba ondas en el aire. La coreografía estaba perfectamente aprendida, armonica y bien equilibrada. Aquella castaña era la reina del escenario.
La música arabe que sonaba de fondo había aumentado su ritmo, y Ariana había hecho lo mismo por instantes mientras su torso se inclinaba seductoramente y sus manos alzaban frente a sí el velo casi transparente que pretendía ocultar, y no ocultar, parte de su frontal.
León tragó saliva pero aún más que excitación, otra sensación diferente empezó a sucumbir en él.
La culpa. Una maldita culpa que lo recorría por desear ardientemente a aquella belleza andante, mientras que ella no era más que una mujer que sufría y trabajaba duramente por darle una vida digna a su hija.
Pero no podía evitarlo. El agudo deseo que suscitaba en él iba más allá de lo ordinario, le obsesionaba siempre, despierto y dormido. Ella se había colado en sus sueños y desestabilizaba sus pensamientos alborotando cada una de sus células viriles. Desde el primer momento en que la había visto, se había recreado en imágenes de desenfrenada lascivia mientras ella apenas y soportaba estar ahí, hacer lo que hacía.
Se sintió como un cerdo insensible.
Era un maldito pervertido, y su realidad fue como una bofetada en pleno rostro... ¡Peor! Una patada en las bolas.
Alzó sus ojos al techo y se maldijo.
>Ahora sí que estás jodido, León... Mucho más que jodido<
•••••
A las dos en punto de la mañana, León dejó su puesto sin importarle nada que no fuera ir detrás de Ariana antes de que ella se marchara en su dichoso taxi de confianza.
Agradeció eternamente cuando la vio salir del camerino vestida con jeans y un sueter delgado.
Se había recogido el cabello en una coleta con algunos mechones sueltos, dejando al descubierto su cuello perfecto. Estaba divina y como siempre, el moreno se quedó sin aliento, deseando besarla y recorrer toda esa preciosa extensión. Corrió para alcanzarla y la cogió del brazo haciendo así que se detuviera.
Se dio cuenta entonces de que se había desmaquillado y llevaba su rostro al natural.
León no pudo menos que admirarla. Sus pupilas color avellana matizadas con un tono miel, y rodeadas por un halo dorado. Poseía un cutis perfecto.
>Tan bonita...<
Tragó saliva y se concentró en lo que le interesaba esa noche.
–Yo te llevaré y no aceptaré un no por respuesta– le advirtió.
La chica que justamente había sacado su celular para confirmarle al taxista que podía pasar a recogerla, lo miró con ojos bien abiertos, desconcertantes al inicio, e irritados segundos después.
–Estás loco si crees que pienso obedecerte–
–Ah, claro que lo harás. Guarda ese celular–
–No lo haré–
–Ariana, no quiero discutir, por favor–
–Tú no me das órdenes–
Él se exasperó por lo terca que era.
–Y no pretendo hacerlo– le dejó claro. –Pero creo que puedo llevarte a tu casa sin problema alguno. Será mucho más seguro y cómodo para ti. Además no sé por qué me huyes tanto. Sólo quiero ayudar–
–No me gusta que te entrometas en mi vida. Pienso que te estás tomando demasiadas atribuciones conmigo–
Ella tenía toda la jodida razón, y León no pudo replicarselo.
La miró como frustrado y exhaló.
–Escucha... lo lamento, ¿sí? Lamento mostrarme como un entrometido. Pero... después de lo que vivimos... ya sabes dónde, considero que podemos ser amigos, y quiero ayudarte, me preocupo por ti–
Su cambio de actitud y las palabras que le dijo lograron que Ariana bajara un poco la guardia. Lo miró dudativa.
Él continuó insistiendo.
–Vamos, deja que te lleve, ¿o tan mala es mi compañía?–
La castaña suspiró.
–No, no es eso– deseó hacerle saber. A decir verdad, siempre resultaba agradable estar a su lado, al menos mientras no se pusiera a ladrarle ordenes.
–¿Entonces?–
–De acuerdo, iré contigo, pero ya deja de cuestionarme tanto. No me gusta–
León sonrió abiertamente, contento de saber que estaría con ella unos cuantos momentos más.
–Lo prometo, lo prometo– aseguró. –Sólo déjame pedirle a Big Show que se quede haciendo guardia hasta que Nicki y Ice se marchen. Esperame aquí, no te vayas a ir, por favor–
Un segundo más tarde él salió de vuelta al interior del bar, en busca de su compañero.
No tardó más de dos o tres minutos en volver. Llevaba su chaqueta de cuero en la mano y las llaves de su auto en la otra.
–Ya estoy listo, podemos marcharnos– le sonrió.
Un tanto nerviosa, Ariana asintió.
Dio media vuelta para que pudieran salir.
Lo hicieron en absoluto silencio.
El trayecto hacia el edificio en donde ella vivía también fue absolutamente silencioso.
León sintió mucho pesar de saber que estaban por llegar y que dejaría de tenerla cerca.
Aparcó el coche y estuvo a punto de decirle algo cuando la vio mirar hacia el frente con expresión de confusión y consternación.
La vio bajarse del vehículo rapidamente.
–¿Señora Doris, está todo bien?– cuestionó, y entonces él notó que le hablaba a su vecina, quien se encontraba de pie ante una de las ventanas.
–Ah, Ariana, qué bueno que llegas– exclamó la mujer mayor aliviada. –Ven rápido–
Con un nudo en la garganta, y experimentando instantaneamente los peores miedos en su interior, Ariana corrió para ir hacia ella.
Sin pensarselo ni un segundo, León la siguió, sintiéndose muy preocupado.
–¡¿Qué ha ocurrido?! ¿Dó...dónde está Gianna? ¡¿Dónde está mi hija?!– la joven madre temblaba horrorizada ante la sola idea de que algo le hubiese pasado a su pequeña.
–Oh, no, no, no, Giannita está bien– le aseguró rapidamente la señora Doris. –Ella está durmiendo en su habitación. Tranquila, cielo, no ha ocurrido nada malo–
El alivio que Ariana experimentó en ese momento fue superior a cualquier otra cosa. Llevó una mano a su pecho e intentó calmar los latidos de su corazón que por poco la habían hecho colapsar. Cerró los ojos y trató de tranquilizarse. Por unos instantes había sentido que la vida se le iba. Su hija era lo más importante que tenía y si algún día llegase a ocurrirle algo, se moriría.
–Estaba esperandote porque ha habido un problema con tu tubería, ve– le mostró la llave de donde salía agua sin freno.
Ariana había estado tan angustiada que ni siquiera se había dado cuenta de que eso estaba sucediendo.
–¿Qué pasó?– preguntó.
–No lo sé, supongo que la llave se averió. Tenía la esperanza de que llegaras con el taxista que siempre te trae y que él pudiera ayudarnos, pero...– miró entonces en dirección a León mientras se dedicaba a examinarlo.
–Compermiso– exclamó él en tono quedo. Sin preguntar ni decir nada más se dirigió al sitio en donde se encontraba el problema para intentar así solucionarlo.
Para la señora Doris fue completamente nuevo el ver a Ariana con compañía masculina. Era algo inaudito porque aquello sencillamente nunca había ocurrido. Fue consciente de su presencia desde el primer instante, sin embargo hasta ese momento pudo examinarlo bien.
A primera vista le agradó. Desde luego era un sujeto bien parecido, alto y con la fuerza necesaria para patear unos cuantos traseros si es que alguien intentaba hacerle daño a Ariana. Era acomedido y parecía decente. Eso fue suficiente para que le encantara la idea de ellos dos juntos.
Sonrió. Vaya que Ariana estaba necesitando a un buen hombre en su vida que la amara y viera siempre por su seguridad y la de Gianna. Le alegró muchísimo saber que al fin había llegado.
–Veo que ya están solucionando el problema– le dijo un tanto sonriente a Ariana. –Gianna está dormidita, y tú has llegado ya, así que mi labor ha terminado. Nos vemos por la mañana, cielo–
Todavía con su gran sonrisa, la señora Doris salió del departamento.
Antes de que Ariana pudiese agradecerle, se marchó, dejandola pensando en la razón por la que se había marchado tan feliz.
La castaña decidió no hacer más caso y entonces se acercó a Chicano.
En cuestión de minutos él había conseguido detener la fuga, cosa que ella le agradecía pues a esas horas de la madrugada habría resultado imposible encontrar a algún plomero, y hubiesen terminado inundadas.
–Listo. No era nada de la tubería. La llave se barrió, pero ya he puesto un poco de aceite de cocina para remediarlo. Cerré la llave de corriente, y ya la volví a abrir sin problema. Aun así será necesario cambiar la llave pronto, si no quieres que esto vuelva a ocurrir pronto–
–Te lo agradezco mucho–
León negó.
–No tienes nada que agradecer. Me da gusto haber sido de ayuda–
Se quedaron mirando fijamente unos cuantos segundos hasta que Ariana reaccionó notando que tenía la camiseta un poco mojada. Se había quitado la chaqueta de cuero para hacer el trabajo, pero ahora estaba intentando ponersela de nuevo.
–Oh, vaya, estás empapado– le dijo preocupada.
–Tranquila, no es nada–
–Claro que sí, yo...– Ariana se lamentó. –No tengo secadora para ropa, pero sí para el cabello, si quieres puedo usarla e intentar...–
–No, no– el moreno sonrió conmovido con su preocupación por algo tan simple. –No es necesario. De verdad. Esto se secará en unos minutos más, además en cuanto llegue a mi casa me pondré otra–
–De nuevo gracias– ella trató de parecer relajada pero no lo consiguió del todo.
–Ya te dije que no ha sido nada– de nuevo se miraron. León rompió un poco el contacto para mirar el lugar. –Entonces... ¿Aquí vives?–
Por instantes Ariana lo miró a él. La sala era diminuta, pero con aquel hombre ahí se lo parecía aún más. Por increíble que pareciera, consegiuía que su minúsculo apartamento pareciera todavía más pequeño.
Le robaba incluso hasta el aire.
Se negó a ponerse nerviosa por su causa una vez más.
–Sí–
Era un departamento pequeño. Una habitación diminuta para lo que debía ser la sala. Un sillón largo y una televisión. Una mesa al centro, y un comedor con cuatro sillas. Tenía pocos muebles pero estaba lleno de fotografías, y unas cuantas plantas que habían florecido.
–Es lindo, pero... ¿No crees que está un poco inseguro?–
–¿A qué te refieres?–
–A esto– le mostró mientras avanzaba a la ventana por donde momentos antes habían sido recibidos por la señora Doris. –Tus ventanas no tienen barrotes, ni seguros. Tu puerta sólo tiene el picaporte y una cadena fácil de romper. Haría falta poner un par de candados, cerrojos. ¿Viven tú y Gianna solas, cierto?–
Ariana negó.
–¿Ahora vas a ponerte a criticar mi casa?–
Él suspiró. La verdad era que aquel lugar era una pesadilla para cualquier experto en seguridad. No era un sitio seguro para una joven madre soltera y su hijita. Lo peor de todo era que estaba convencido de que a partir de ese momento se obsesionaría con el tema.
–Tienes razón, lo lamento. Es sólo que... ya sabes. Soy policía, a veces no puedo evitar inspeccionar los lugares. Sobre todo cuando alguien me importa. Tú me importas, Ariana–
Entonces todo el enfado en ella desapareció, pero en su lugar quedó otra sensación diferente.
–¿Por qué?– le preguntó, y en verdad necesitaba saberlo. –¿Por qué te importo tanto?–
León se quedó sin habla. No había esperado que fuese a replicar lo que él mismo había dicho.
–No lo sé, yo...– sus ojos verdes la traspasaron. Hubiese querido mentirle, decirle cualquier otra cosa pero no fue capaz. –Ariana, me gustas mucho– le confesó finalmente. –Ya lo dije. Me gustas– repitió. No encontró otra forma de hacerle saber lo atraído que se sentía por ella. Se sintió casi desesperado, aún más al ver que la castaña no reaccionaba ante su confesión. –Ah, maldición... ¿No te sucede a ti lo mismo? Te lo ruego, dime que no estoy solo en esto, dime que no soy el único que siente esto...– le suplicó. Albergaba la esperanza de que no fuera así. Su corazón deseaba creerlo. Su mente incluso conseguía engañarlo por instantes. Le decía con todas sus fuerzas que Ariana sentía lo mismo. ¡Tenía que ser así! Se acercó y la tomó de ambos hombros. –Yo siento que sí... Me lo dicen tus ojos... Me dicen que sientes lo mismo...–
Pero los ojos de Ariana se encontraban ahora llenos de pánico. Empezó a sentirse desesperada y acorralada.
Se alejó inmediatamente de él porque tenerlo cerca estaba afectandole ya demasiado.
–Ajelate...– le exigió. –No sé de qué demonios estás hablando. Lo mejor será que te vayas–
–¿Que no sé de lo que hablo?– León se molestó en serio. –Sé perfectamente lo que digo. Ariana, ya basta de negarlo. Esto no nos está llevando a ninguna parte–
–Ni nos llevará, así que dejalo ya así. Olvídalo, Chicano–
¿Olvidarlo?
¡Joder, no!
De nuevo se miraron fijamente.
–Como si fuera tan sencillo–
–Pues intentalo– Ariana rompió el contacto visual. Intentaba con todas sus fuerzas demostrar indiferencia y así conseguir ahuyentarlo, pero estaba logrando todo lo contrario.
León se negaba a dejarla ir, a seguir aparentando que no sucedía nada, todo así sin más.
La cogió del brazo y la acercó a él, sintiéndose de igual modo, desesperado.
Con su fuerza viril la atrajo hasta su pecho, su pequeño y menudo cuerpo estampandose contra la enormidad y dureza del suyo. De nuevo sus miradas se encontraron. La respiración se les cortó.
–Suéltame– exigió ella en un susurro, conteniendo el aliento y buscando por todos los medios ocultar lo mucho que su presencia, su cercanía y el contacto de sus manos la afectaba.
Pero León negó. La voz femenina sonaba enronquecida, ponía en manifiesto que no sólo él se estaba hundiendo en un mar de emociones.
Miró fijamente sus dilatadas pupilas y notó el pulso que le latía en el cuello.
La esperanza lo llenó.
–No hasta que admitas que sientes algo por mí–
–Irritación– respondió Ariana. –Porque desde que te conozco no has dejado de entrometerte en mi vida–
–Sabes que hay mucho más detrás de eso–
–¡No!–
Él no la soltó.
–¡Sí, joder! ¡Sí! ¡Admitelo ya!– trató de no gritar. Sabía que Gianna dormía en alguna de las habitaciones cercanas y no quería despertarla pero Ariana lo hacía perder el control en muchos sentidos. Bajó entonces sus manos hasta la fina cintura y las posó ahí sujetandola con firmeza. –De acuerdo– asintió, aunque odiaba presionarla no le estaba dejando otra opción. –Si después de esto me doy cuenta de que estaba equivocado, te dejaré en paz para siempre– inclinó la cabeza hasta llegar a la suya y capturó su boca en un ardiente beso cargado de intensidad, que los consumió desde el primer instante.
León no estaba dispuesto a mostrarle piedad esta vez. Traspasó letalmente los labos femeninos, enredó su lengua con la suya en un baile sensual, y le exigió, desde luego que le exigió, deleitandose después en los jadeos que ella emitía, en los temblores de su cuerpo mientras se estremecía ahí, justo en el calor de sus brazos, diciéndole todo lo que deseaba saber, todo lo que necesitaba saber.
Ariana gimió, y el moreno se bebió todos y cada uno de los gemidos.
>Maldición, sí...<
Estaba famelico por ella, anhelaba, añoraba. Luchaba contra la necesidad de desnudarla, de follarla y poseerla por completo. Su mente estaba ahora inundada de ellos dos, de imágenes crudamente eróticas. Su sabor lo estaba transportando a otro universo. No podía contenerse más. El deseó lo debilitaba, detonaba en su interior con la fuerza explosiva de la dinamita.
Había algo en aquella mujer que lo hacía perderse a sí mismo en todos los sentidos.
Otro estremecimiento lo atravesó.
Y entonces...
Entonces ella lo empujó mirándolo furiosa y limpiandose cualquier rastro físico de aquel increíble beso que le había robado.
Que habían compartido, porque la castaña había cooperado y bastante.
León sonrió contento y tan emocionado como hacía mucho no se había sentido.
Sí... Ariana sentía lo mismo que él.
–Vete–
–Ariana...–
–¡Vete ahora mismo!– lo empujó hacia afuera, y debido a la confusión, León no puso ni siquiera un poco de resistencia.
Abrió la boca para decirle algo, pero no tuvo oportunidad luego de que ella le cerrara la puerta en las narices.
La sonrisa perduró aún así en el rostro del mexicano.
Mientras salía del edificio, su sonrisa fue haciendose mayor y mayor.
Sacudió la cabeza en señal de alegría.
Ahora no tenía ninguna duda.
La preciosa bailarina no era indiferente, reaccionaba a sus besos, a su toque. Lo deseaba también. Y él... ¡Ah, maldición! Él estaba loco por ella.
•••••
El beso que Chicano le había dado...
Ariana no había conseguido dormir porque su mente volvía a evocar aquel recuerdo una y otra vez.
No podía borrar de su mente a aquel devastador especimen masculino. El rostro duro, su boca bien formada, su mandíbula fuerte incitándola a tocarlo, pero sobre todo sus ojos verdes recorriéndola completita y poniendo en evidencia que se sentía muy, muy atraído por ella.
La manera en que la había besado todavía la torturaba. A pesar de que había luchado internamente para poder olvidarlo, no lo había logrado, porque este volvía a revivir en su mente una y otra vez, volvía a quemarle los labios como si de nuevo estuviese sucediendo, volvía a dejarla impregnada de su pasión. Una pasión que la aterrorizaba.
Ahora se sentía fatal.
Faltal por haber respondido con la misma intensidad y no haber sido capaz de esconder sus emociones ante él. Fatal porque ahora nada estaba claro para ella dentro de su cabeza.
Todo estaba hecho un lío, y bien sabía que era desde que aquel hombre se había entrometido en su vida.
En esa parte en dónde los hombres eran parte de su trabajo, no de su intimidad ni de su vida personal. Pero todo había cambiado a raíz de él.
Primero la había perturbado hasta hacer que no pensara en nada más que en él, después la vida les tendía una trampa y los inmicuía en una real pesadilla juntos, después el susodicho se atrevía a besarla, dos veces. Y ella... Ella había quedado prendada desde el primero beso, quizás desde antes.
Pero lo cierto ahí era que debía deshacerse de cualquier sentimiento que estuviese empezando a sentir, también de los que estaba ya bastante desarrollados. Tenía que olvidarse de Chicano y dejar de pensar en él de aquella otra manera que poco tenía que ver con considerarlo un simple compañero de trabajo, incluso un amigo...
Negó y entonces cerró cualquier cosa que pudiese traicionarla, su corazón y su cabeza. Estuvo decidida a ganarles la batalla.
>¡No pienses más en Chicano!< se exigió. >¡No pienses más en los besos que te ha dado!<
Era obligarse a sí misma a hacerlo, o de otro modo condenarse a perderse por completo.
Exhaló y se dirigió a la habitación de su hija.
Fue una grata sorpresa encontrarla despierta, porque normalmente debía ser ella quien la despertara, una tarea que resultaba bastante dificil, pues pocas veces Gianna deseaba ir a la escuela.
–Buenos días, mi amor–
La niña talló sus ojitos aún adormilados y le sonrió con su dulce encanto.
–¿Dormiste bien?–
Ella asintió en respuesta.
A Ariana le alegró saber que al menos una de las dos había tenido una buena noche.
–Eso es genial, Gigi. Ahora sal de esa cama para que puedas ducharte y desayunar algo. ¿Te apetece avena con fresas?–
La pequeña asintió en acuerdo y su madre emitió una sonrisa cargada de mucho amor.
Cuarenta minutos más tarde, ambas estaban listas para salir de casa y emprender con su día diario.
Gianna cargaba su mochila tras su espalda mientras Ariana llebava en su mano su lonchera.
Salieron del departamento, y la castaña se ocupó de cerrar la puerta con llave.
No pudo evitar recordar lo que Chicano le había dicho. La seguridad ahí brillaba por su ausencia.
Eso la preocupó y deseó tener un poco de trabajo extra esa semana para poder así juntar un poco de dinero y pagar un mejor sistema de seguridad.
Estaba tan sumida en sus pensamientos que apenas y notó que la señora Doris hacía su aparición hasta que se giró.
Ella sostenía su escoba para barrer el portico del edificio como todas las mañanas. Se veía contenta y llena de energías. No parecía ser una mujer que se desvelara noche tras noche cuidando a la hija de su joven vecina que debía salir a trabajar a un club de strippers.
–Buenos días a las chicas más lindas–
–Buenos días, señora Doris– Ariana le sonrió. –¿Por qué no se queda un rato más en cama? Si quiere cuando regrese de dejar a Gianna yo misma puedo barrer esas hojas que tanto le molestan, así descansará usted un poco más–
La mujer mayor negó.
–La que debe descansar eres tú, Ariana. Irás a dejar a Giannita, y después volverás para tomar una larga siesta. Yo puedo ayudarte con la comida–
–Por supuesto que no, señora Doris, no puedo permitir que haga eso. Ya bastante hace por mí–
–¿Acaso estás llevando la cuenta? Pues olvídala. Hoy tengo ganas de cocinar, cielo, y tengo ganas de ver esa carita tuya sin ojeras al menos una vez, vamos, que te hace falta dormir bien–
Su vecina tenía razón, y Ariana lo sabía. Se sentía demasiado exhausta.
–Pero usted...–
–Yo me siento estupendamente, ¿no me ves?– sonrió alegremente. –Anda, hazme caso–
–De acuerdo. Es usted un ángel–
–¿Yo? Ni de cerca. Soy solo una amiga, que las quiere mucho–
–También la queremos–
Se sonrieron y entonces Ariana que la había tomado de las manos recordó algo muy importante. Debía explicarle a la señora Doris quién era Chicano antes de que comenzara a hacerse ideas, aunque bien sabía que podía ser tarde para eso.
–¿Qué sucede? Hay algo que quieres contarme, ¿cierto? Ya estaba empezando a desesperarme. Vamos, dímelo. ¿Quién era ese apuesto caballero que te acompañó anoche? ¿Apuesto? ¡Apuestísimo!–
–Es un amigo– esta vez le habló con absoluta seriedad. –Un muy buen amigo, a decir verdad. Le quedaba de camino y me dio un aventón pero se preocupó al verme histerica cuando la vi en la ventana esperandome, sólo eso–
–¿Sólo eso?– evidentemente la anciana deseaba saber mucho más.
–De acuerdo, ¿recuerda... la aventura que le conté que tuvo esta chica en las afueras de Minnesota?– miró a Gianna con discreción. No iba a hablar sobre ese tema abiertamente enfrente de ella.
–Claro que lo recuerdo– la señora Doris captó.
–Bueno, pues él estaba con ella cuando todo sucedió, y fue quien la rescató y la trajo de regreso a casa–
–Ya entiendo– la sonrisa de su vecina se hizo gigantesca. Ella entendía, entendía muchas cosas, los años que sumaban su edad, no era ninguno en vano. –Pues me da mucho gusto que... esta chica de la que me hablaste, tenga a este... amigo– hizo enfasis en la palabra de manera divertida. Divertida solo para sí misma, claro estaba. –No es bueno que la chica de la que hablamos esté sola, y mucho menos con su niña. Dime, ¿esta chica no ha pensado enamorarse?–
La respuesta fue tajante.
A Ariana le brillaron los ojos marrones.
–No– respondió. –Jamás lo hará–
•••••
Soñar toda la noche con Ariana no había ayudado en nada para que León pudiese descansar como era debido.
Despertó sintiendose como si hubiese estado de juerga por horas.
La realidad había sido muy distinta.
Después de haber salido del departamento de la castaña, no había hecho sino revivir el beso que le había dado una y otra vez.
Y mientras lo recordaba, y recordaba su sabor y la textura de aquellos deliciosos labios, una emoción muy grande le había recorrido el cuerpo entero y lo había mantenido despierto hasta que casi el sol había aparecido. Y es que besarla era ahora su cosa favorita en el mundo, y recien lo había descubierto.
Sonrió. Incluso con ojeras y sintiendose tremendamente cansado, no podía estar de mal humor, sino todo lo contrario. Por primera vez en muchos años se había despertado con una nueva ilusión.
Mientras tarareaba una canción, se puso en pie y colocó sus sandalias negras. Tomó una toalla para darse una ducha sin embargo antes de que pudiese entrar al baño, observó que su celular estaba sonando con una llamada entrante.
Le sorprendió muchisímo darse cuenta de que era Meloni quien llamaba.
¿Meloni? ¿Por qué?
Soltó un suspiro de nerviosismo. Finalmente decidió que debía contestar. Seguía siendo su jefe después de todo, aunque aquel último par de meses lo hubiese mandado a la mierda.
–¿Diga?–
–Qué bueno que respondes, León, yo... yo necesito hablar contigo. Es urgente. ¿Puedes venir a la comisaria hoy mismo?–
La petición hizo que el moreno frunciera el ceño sin comprender nada.
Después de terminar la llamada el moreno se sintió más extraño que nunca.
Había anhelado regresar a su trabajo, a la acción, y desde luego no había esperado que su jefe fuese a llamarlo.
Se quedó unos cuantos segundos mirando nada y pensando en nada, hasta que finalmente reaccionó.
Se sintió demasiado extraño. Parecía como si hubiese pasado una eternidad cuando realmente habían sido solamente un par de meses o poco más.
Decidió entonces que fuese cuál fuese el motivo, debía acudir al llamado.
Apresuró el baño, se vistió con rapides y se dijo que de camino compraría un poco de café y algo para desayunar en el auto.
Treinta y cinco minutos más tarde se encontraba ya entrando en el edifico que representaba la Comisaría Judicial de Green Bay, el lugar en donde había llevado trabajando muchísimos años, el lugar al que le había dado los mejores años de su vida.
Exhaló y se sintió más impaciente que de principio.
La recepcionista le sonrió.
–Buenos días, León, qué gusto tenerte de vuelta. Pasa, el capitán Meloni te está esperando. Me aviso muy temprano que vendrías. Bienvenido– la mujer, a quien conocía y estimaba le sonrió alegremente.
–Gracias, Sherlyn, entraré–
Caminó hacia el interior mirando hacia todos lados a su alrededor, como volviendo a familiarisarse con las paredes y con el ambiente.
Alzó la mano para saludar a los lejos a algunas personas que se sorprendieron al verlo, pues en definitiva no lo esperaban ahí, al menos no de momento.
Seis meses o hasta nuevo aviso de vacaciones forzadas había sido la noticia que había recorrido el departamento entero.
Empezó a sentirse un tanto fuera de lugar pero pronto se dijo que eso debía ser algo natural después de no haber puesto un pie ahí durante tantos días y semanas. Casi tres meses para ser un poco más exacto.
Exhaló.
Tocó a la puerta de su superior, y al igual que todas esas mañanas en las que iba a buscarlo para mostrarle reportes y avances de sus investigaciones, lo encontró de pie frente al gran ventanal que le ofrecía una increíble vista de la avenida.
León nunca había entendido qué era lo que tanto observaba si no abarcaba gran espacio.
–Buenos días– saludó cortesmente.
Todo lo contrario a la última vez que se habían visto, Meloni le otorgó una sonrisa amistosa.
–Ah, León, al fin llegas, pasa, por favor pasa, muchacho–
Christopher Meloni se mostró contento de recibirlo.
El moreno lo observó por unos segundos. Parecía ser el mismo de siempre. Aún así se sintió un tanto incómodo. Quizás iba a costarle dejar atrás el resentimiento que le provocaba. Sabía bien que el capitán no era una mala persona, sino todo lo contrario, pero el hecho de haberlo obligado a dejar su trabajo le había afectado demasiado.
Exhaló.
–Capitán... Quisiera que vayamos al grano. ¿Para qué me ha llamado?–
–Antes me gustaría saber cómo estás. Tu bienestar siempre me ha preocupado y lo sabes bien. Por favor toma asiento– le señaló la silla frente a su escritorio, y después ambos tomaron asiento. –¿Te ofrezco un café?–
–Estoy bien, gracias–
Se produjo un silencio que sólo fue interrumpido por un suspiro de Meloni.
–León... sé que... probablemente me guardes rencor por haber hecho lo que hice pero quiero que sepas que no me arrepiento. Tu salud mental estaba por sobre todas las cosas. El caso de la chica McConaughey y lo de Badgley... Te tenían mal. Tuvimos que tomar cartas en el asunto–
–Ya lo sé, Meloni– para él era dificil reconocerlo pero finalmente lo había hecho. –Creo que... al final de cuentas tenían razón–
–Y ahora te veo mucho mejor. Eso me da mucho gusto. Sobre todo porque... porque estoy muy interesado en reincorporarte al cuerpo policial, devolverte tu placa y todo lo que ello conlleva. Te quiero de vuelta aquí, y que sigas siendo mi mano derecha–
Su petición lo sorprendió. León no había esperado que en serio el capitán fuese a hacerle tal ofrecimiento. Ocho meses como mínimo le había dicho, y de eso no había transcurrido ni siquiera la mitad.
–¿De verdad?– se quedó perplejo.
–¿Qué más quieres que te diga, León? Haces falta aquí, hombre. Pero... dime algo. ¿Tú qué opinas? ¿Estás dispuesto a volver?–
¿Lo estaba?
¡Desde luego que sí!
Su trabajo era su vida. El verse obligado a dejarlo lo había desequilibrado todo, y ahora tenía la oportunidad de volver...
La idea le alegraba pero había algo que no le encantaba precisamente, y eso era el tener que renunciar al Moonlight, y con eso dejar de ver a Ariana.
Resopló decidido aún así. Ariana seguiría siendo una prioridad, pero no dejaría pasar aquella oportunidad.
–Siempre estaré dispuesto, Capitán– había esperado a aquel momento con ansias. No pensaba desaprovecharlo.
Meloni sonrió con gusto.
–Eso era lo que esperaba que dijeras– se puso en pie y fue hacia él para estrecharle el hombro. –¿Cuándo podrás presentarte a trabajar? Entiendo que llevas un tiempo lejos, y quizás necesitarás espacio para organizar tus cosas–
–Deme un par de días. Después me tendrá aquí–
–Hecho–
Cerraron el trato con un apretón de manos.
–Sigues siendo un gran policía, muchacho... Roman está orgullosisimo de ti, lo sabes, ¿cierto? Los ama a los tres por igual pero tú eres su hijo prodigio. Todo lo que él siempre quiso en esta vida. Ah en cambio yo vivo todo lo contrario. Shawn, es joven y por ahora sólo le interesa su música, pero Douglas... No ha hecho sino decepcionarme más y más–
–Quizás ese no sea un tema que deba tratar conmigo, capitán–
A decir verdad, incomodaba bastante a León, y lo hacía sentir una pena muy grande por el mismo Douglas.
–Tienes razón. Lo lamento. Y más lamento que tú y él hayan terminado su amistad cuando no eran más que dos crías. Quizás si aun fueran amigos mi hijo seria... diferente. Más honesto y más responsable, así como tú–
Y ahí estaba de nuevo, uno de los problemas más grandes que León tenía con Douglas como compañeros de trabajo. Meloni tenía esa fea costumbre, y la tenía desde que ambos habían sido niños, de compararlos.
–Ah, recuerdo bien cómo era– continuó él hablando con nostalgia. –Todo el tiempo estabas en mi casa, tú y Douglas eran inseparables...–
Sí, habían sido los mejores amigos, pero eso ya era cosa del pasado.
León tenía que cortarle.
–Si es todo lo que tenía que decirme le agradeceré si me permite marchar. Debo organizar algunas cosas–
Meloni asintió.
–Claro, claro, lo entiendo, muchacho. Ve y nos vemos el miércoles. Por favor mandale saludos a Roman. Dile que este jueves le patearé el trasero en ajedrez–
–Gracias, capitán–
León salió de la oficina de su superior y exhaló mientras se dirigía a la salida.
Estaba de regreso. No se lo pudo creer.
•••••
Ariana abrió los ojos con sorpresa y por instantes se sintió aterrorizada cuando sintió una fuerte y masculina mano que la sujetaba haciéndola girarse y detener su camino.
El alivio llegó a ella cuando se dio cuenta de que era Chicano quien la había interceptado. Pero también la irritación.
–Me asustaste– le recriminó. –Voy tarde, y además tengo muchas cosas que hacer–
Evidentemente lo último que ella deseaba era detenerse a hablar con él. Resultaba obvio sus deseos de alejarse cuanto antes, sin embargo León se dijo que no iba a dejarla irse.
–Tenemos que hablar– le dijo seriamente.
A ella le afectaba muchísimo tenerlo cerca. Su presencia hacía que su cuerpo ardiera, que la sangre le recorriera las venas a gran velocidad. Pero su tamaño... Cielo santo, su tamaño la hacía sentirse débil, vulnerable ante él. Era tan alto que tenía que alzar la cabeza para poder mirarlo. No le gustaba y a la vez le fascinaba la sensación.
El poder que ese hombre emitía era insondable e inabordable, pero la atraía. La seducía sin remedio. Estaba completamente perdida.
–Dame espacio– le exigió alejandose un par de pasos. Después logró soltarse. –Tú y yo no tenemos nada de que hablar, por cierto– lo vio exhalar con tensión.
León estaba poco dispuesto a darse por vencido. Ya lo había decidido.
–Oh, te equivocas, Ariana– casi le sonrió con ironía pero en realidad empezaba a desesperarse. –El beso que nos dimos...–
–El beso que me robaste– corrigió la castaña con toda intención.
–Ah, no– León negó rotundamente. Volvió a sujetarla. –No intentes ese camino, no te resultará. Sabes bien que sientes lo mismo que yo. Esta vez no nos besamos por la adrenalina del momento, hubo algo diferente y los dos lo sentimos. Ya deja de negarlo, Ariana, maldita sea–
–¿Eso es todo lo que quieres? ¿Qué lo admita?– la ella ahora estaba furiosa. –¿Qué ganarías con eso? ¿Alimentar tu ego?– le recriminó.
–¡No, joder! Sólo quiero que seas sincera conmigo, y también contigo misma– soltó otro tenso suspiro. –Escucha... yo tampoco me esperaba esto, ¿entiendes? Jamás había sentido algo así por una mujer como tú–
–¿Una stripper?– el corazón de Ariana se apachurró. Por más que intentó ocultar el dolor en su mirada no lo consiguió. Este quedó expuesto ante León que se horrorizó al darse cuenta del malentendido que habían ocasionado sus palabras.
–No fue eso lo que quise decir– se apresuró a aclararselo. –Me refería a una mujer diferente al resto–
–Cállate y sueltame– volvió a exigirle ella. –Ya has dicho lo que tenías que decir, ahora dejame ir–
El problema ahí era que el moreno no podía hacer tal cosa. Estaba resuelto a mantenerla cerca.
Antes de esa increíble mujer no había sentido ese ardor y ese anhelo que escrutiñaba y calentaba zonas en su interior que no sabía que existían, y que aun menos sabía que estuvieran tan frías.
–Ariana, entiendeme, por favor–
–Claro que te entiendo– el dolor en su voz era perceptible. –Entiendo que eres hombre y que me deseas– oh, y lo sabía muy bien. –Y entiendo también que te preocupa desearme. Tuve una hija a los dieciséis, llevo una doble vida, bailo semidesnuda en un bar de mala muerte. No soy el tipo de mujer por el que te enorgullezca sentirte atraído. Lo entiendo, te juro que lo entiendo–
Sus palabras lo hicieron rabiar.
León la sujetó con ambas manos acercandola de nuevo a él.
–Eso es pura mierda– exclamó enfadado. –Jamás había conocido a una mujer a quien admirara como te admiro a ti. ¿Sabes lo que pienso cada vez que te miro? Pienso en lo hermosa que estás, sí, maldita sea, y no puedes culparme por eso, pero también pienso en lo valiente que eres, en lo inteligente, en lo tenaz, pienso en tu fortaleza, en tus valores y en los valores que le inculcas a tu hija. Veo a una madre que está dispuesta a hacer lo que sea por sacar adelante a esa hija, veo valor, veo honradez... Pero, joder... sólo con mirarte se me parte el corazón porque no me dejas estar cerca de ti, y eso me duele... Me duele muchísimo, Ariana, no sé qué hacer–
La bailarina estaba a punto de llorar. Sus ojos marrones brillaban ante el reflejo de la luna. Luchaban por detener las lágrimas. Y lo consiguieron. Las limpió casi con rabia.
–Yo sí sé lo que tienes que hacer... Tienes que alejarte de mí. Tienes que ignorarme a partir de este instante– entonces se marchó.
Ariana atravesó las puertas del Moonlight. Seguía tan afectada que no prestó gran atención a su paso.
Accidentalmente chocó con una de sus compañeras. Con Chloe especificamente.
Genial...
–Disculpa– le dijo. –Venía distraída–
–Ya lo noté– asintió la rubia mientras la analizaba de la cabeza a los pies. Para nadie era un secreto la antipatía que sentía por ella. –Pero me alegra encontrarme contigo, así podemos charlar un poco–
¿Charlar? ¿Realmente Chloe le había dicho aquello? Pero si ellas dos jamás hablaban. Ni siquiera le caía bien.
–¿Qué se te ofrece? Tengo prisa– le dijo con frialdad, todavía intentando recuperarse de lo que había sucedido afuera.
–Nada en especial, Arianita, sólo... quiero decirte esto porque te aprecio y porque no quiero verte lastimada después–
–¿A qué te refieres?– ella no comprendió.
–A Chicano y lo que sea que ustedes dos se traigan– fue la respuesta inmediata de su compañera. –Mi intención es darte un buen consejo solamente, vamos, relajate–
–No necesito ningun consejo, Chloe–
–Yo pienso que sí. Y escúchame muy bien porque parece que se te está olvidando... Todas nosotras tenemos una regla de oro, ¿y sabes cuál es? No olvidarnos nunca de lo que somos. Mujerzuelas. MU...JER...ZUE...LAS. El amor no es para las chicas como tú y como yo. Grabate eso muy bien en la cabeza. No vayas a enamorarte de Chicano, ¿me escuchas? Porque él solamente puede quererte para un revolcón. Para los hombres, nosotras no tenemos ningún valor, y como ya dije... sería bueno que nunca lo olvidemos–
A Ariana le dio un vuelco en el pecho. Deseaba recriminarle a Chloe pero en el fondo sabía que tenía razón.
No mencionó nada al respecto. El nudo en su garganta se lo impidió. Simplemente continuó con su camino ante la mirada burlona de la rubia.
Contuvo un suspiro y esta vez fue más dificil vencer la batalla contra las lágrimas.
Tenía que alejar a Chicano a toda costa. Eso era todo lo que debía hacer.
No podía olvidarse de que era un hombre. Uno como cualquier otro, uno que la deseaba ardientemente.
Y lo peor de todo era que ese deseo no la asqueaba como ocurría con todos los demás, sino que efectuaba en ella un efecto contrario, la envolvía, la atraía a él de manera inevitable y devastadora.
¿También lo deseaba?
¡No, por supuesto que no!
Entró a su camerino y dejó caer su bolso en una de las butacas. Se acercó a su tocador y casi sin darse cuenta empezó a maquillarse con rabia.
Todavía no entendía porque no era capaz de admitirlo, al menos.
¿Pero de qué iba a servirle que lo admitiera?
El amor y las relaciones romanticas no estaban hechas para ella. No debía olvidarse nunca de eso. Tenía razones muy poderosas para rechazar a cualquier persona del género masculino.
No le agradaban los hombres, no los quería cerca, no quería saber nada de ellos, ni como amigos, ni como nada. Desde luego tampoco como amantes.
No estaba interesada en el sexo. Mucho menos en una relación de una sola noche. Que era lo que evidentemente Chicano buscaba.
No podía estar interesado en nada más que ella pudiera ofrecerle. Chloe había tenido razón, era una mujerzuela. Una obligada por las circunstancias, pero mujerzuela a final de cuentas.
•••••
Poco antes de las dos de la mañana, Ariana asomó la cabeza fuera de su camerino. En cuanto viasualizó a León en su sitio habitual se volvió dentro y cerró la puerta de un tirón.
–Tienen que ayudarme– suplicó a sus amigas. –Se los ruego, necesito de su ayuda–
Brenda y Maddie la miraron desconcertadas.
–¿Qué ocurre, Ari?–
–¿Está todo bien?–
–No, no está nada bien. Allá afuera está Chicano, seguramente querrá llevarme a casa y no puedo irme con él, no otra vez–
Las expresiones de sus amigas pasaron de la preocupación a dibujar dos grandes sonrisas. Compartieron miradas traviesas y divertidas.
–¿No quieres mejor que te ayudemos a que se queden los dos solitos?–
–¡No!– su expresión fue incluso de indignación.
–¿Pero cómo nos pides eso, Ari?– replicó Brenda. –Chicano está que se muere por ti, ese es un hombre de verdad, y encima está guapísimo. No tiene sentido–
–Lo tiene para mí. ¿Me van a ayudar o no?– Ariana estaba realmente exasperada.
–Danos una buena razón para que te ayudemos–
A la castaña no le quedó más remedio que ser sincera.
–Porque anoche nos besamos, porque me ha confesado que me desea, y porque no estoy preparada para enfrentarlo–
Esta vez Maddie y Brenda la comprendieron. Sabían lo dificil que era para su amiga. Ellas conocían toda su historia. Exhalaron.
–De acuerdo, nos iremos contigo a tu casa, y tendremos noche de chicas– sugirió Brenda. –Nalee se ha ido a una competencia de algo de Ciencias con su equipo de la escuela, y Narong se quedó en casa de unos amiguitos, así que por hoy soy libre–
–Tendré que pasar esta vez– suspiró Maddie. –No puedo dejar a mamá sola–
–Tranquila, Mad, yo lo entiendo– le dijo Ariana comprensiva. –Por favor ve a casa. Con Brenda me bastará–
–Ari, de verdad deseo que todo salga como deseas, pero más aún deseo que algún día encuentres la felicidad, y me refiero a un día más cercano que lejano– le dijo la pelirroja justo antes de abrazarla. –Espero que no te estés equivocando–
–No lo estoy haciendo– respondió Ariana. –Pero agradezco tu apoyo moral– le apretó la mano con calidez. Luego tomó sus cosas y se dirigió hacia la puerta para abrirla. –¿Brenda, nos marchamos ya? No quiero arriesgarme a...–
León se encontraba en el arco de la puerta.
Él se sorprendió y ellas también lo hicieron.
Brenda y Maddie se sonrieron. Poco tenía que ver que hubiesen comprendido sus motivos para querer rehuirle esa noche. Las dos estaban convencidas de que aquel mexicano grandote y muy apuesto era su hombre ideal.
–¿Qué haces aquí?– Ariana no pudo evitar sonar molesta.
–Yo...– el moreno estaba más que nervioso. –Deseo llevarte a casa–
–Agradezco tu preocupación, pero no hará falta. Mi taxi ya debe estar esperando–
–No quiero que te vayas sola– insistió él.
Se miraron fijamente.
En ese momento el celular de Maddie comenzó a sonar interrumpiendo el momento. Ella se disculpó y salió del camerino para poder atender la llamada. Aún así las miradas de Ariana y León no se apartaron.
–No lo haré– contestó ella. –Brenda irá conmigo. ¿Cierto, Brenda?–
A su amiga le habría encantado negarse y empujarla para que se marchara con aquel hombre los dos solos pero no pensaba fallarle por más tonta que le pareciera la idea.
–Desde luego. Tendremos pijamada– asintió con emoción.
León no pudo evitar sentir cierta decepción. Había esperado estar con Ariana aunque fuese por un corto momento.
–De cualquier modo yo puedo llevarlas a ambas. Me quedan de camino–
Ariana negó y se decidió a marcharse ya mismo.
–Sabes que no es verdad. Hasta mañana, Chicano– lo rodeó para poder salir y entonces se alejó.
Mostrándole una expresión de pena, Brenda fue detrás de ella.
Una vez que salieron del local comprobaron que efectivamente el taxi ya las estaba esperando.
Mientras abordaban el vehículo Maddie llegó hasta ellas corriendo.
–Esperen, iré con ustedes– les dijo en tono agitado. –Me ha llamado mamá. Le conté de sus planes y me insistió mucho en que viniera. No acepté hasta que me convenció de que en verdad se siente bien–
–Genial, ahora sí será una verdadera noche de chicas– sonrió Brenda con diversión. –Y vaya que todas la necesitamos. Sobre todo Ari–
•••••
Una hora más tarde, luego de que hubiesen llegado al departamento, luego de que la señora Doris se hubiese marchado, y luego de que hubiese ido a comprobar que su hija se encontrara bien y durmiendo segura en su cama, Ariana empezó a relajarse junto a sus amigas.
De camino habían pasado a una tienda de autoservicio y habían traído con ellas unas cuantas bebidas con alcohol para pasar el rato.
Luego de unos cuantos vasos de vodka sabor chicle, ninguna de las tres podía parar de reír, aunque trataban de no hacerlo tan alto, era una fortuna que la pequeña Gianna tuviese el sueño pesado.
–Yi...o brindo pooo.oor nuestr...a a...mistad– Brenda alzó su vaso. Ella y Ariana se encontraban sentadas en el suelo recargadas sobre los sofás de la sala. En uno de aquellos sofás, Maddie se encontraba mareada y casi quedandose dormida. Solía ser poco resistente al alcohol.
–¡Sa...lud!–
–¡Saluuuu...d!– exclamaron las demás y de nuevo estallaron en carcajadas.
Brenda bebió lo último de su vaso y se dispuso a beber un poco más. Estaban siendo nada conscientes de la resaca que tendrían por la mañana.
–Ten...go una pre...gunta pa...ra ti, Ari– le dijo entonces.
–¿Qué preg...unta?– cuestionó la castaña en el mismo tono de ebriedad.
–¿Po...r que no addd...mitesss que te gus...ta Chi...Chicano?–
El alcohol en sus venas estaba tomando su efecto desde luego.
–Porque me da mi...edo–
–¿De enamorar...te?–
–Sí...–
–No pued...e serrr ta...aan malo. ¿O... sí?–
Ariana se hundió de hombros y dio otro sorbo a su bebida.
–No lo s...é. Quizá...s sí–
–Y... quizás nop–
–No puedo saber...lo–
Brenda exhaló.
–Bueno, pe...rooo, ¿qué tant...o te gusss...ta? Es ca...liente–
–Muuuu...y caliente– convino Maddie adormilada.
Ariana se puso en pie y continuó bebiendo mientras se tambaleaba.
–Chican...o me ennn...canta– admitió libremente. –¡Me en...canta!– gritó pero después llevó su mano a la boca recordandose por sus escasos lucidos momentos que su hija dormía en la habitación. –E...s tan guap...o, tannn ma...cho. Nunca hab...ía co...nocido a na...die como él– suspiró porque aun alcoholizada, aquello le dolía.
–Qui...iisiera dar...te un con...sejo peeee...ro, ¿cómo ha...cerlo si mi pro...pia re...lación está a na...da de acabar...se?–
–¿De verrr...da?– Ariana volvió a tomar asiento a su lado.
Brenda asintió y comenzó a llorar como si fuese una niña pequeña. Inevitablemente la castaña se le unió en llanto.
–Cuando Hen...rie lo descubr...a todo me odiará...– sollozó. –Sé que me o...diará–
–Con to...do lo que dic...en creo que...que nunc...a querr...é tener no...vio. Moriré so...la y virg...en–
Las tres suspiraron. La madrugada era larga todavía.
•••••
Chicano...
Por culpa de Chicano se había emborrachado hasta la inconsciencia.
Decididamente Chicano era el absoluto culpable de los estragos que estaba haciendo el alcohol en ella.
Chicano tenía la culpa de que esa mañana estuviese sentada en su cocina con el estómago revuelto y la cabeza a punto de explotarle.
No quería volver a verlo jamás, se dijo y dio un sorbo a la taza de café negro que se había preparado momentos antes para así aliviar un poco sus malestares.
Escuchó entonces que tocaban a su puerta.
Debía ser la señora Doris, se dijo. Acostumbraba a veces visitarla por la mañana y almorzar juntas.
Atravesó la sala en donde Brenda y Maddie dormían sin parar de roncar. Una en el suelo y la otra mitad en el suelo y mitad en el sofá.
Negó para sus adentros porque no pudo creerse que en serio hubiesen tomado tanto.
Tocó la manija de la puerta y entonces la abrió.
Abrió los ojos un tanto exhaltada, y casi se fue de espaldas cuando encontró a Chicano ahí de pie.
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