Capítulo 12

No había nada mejor que estar en casa.

León siempre se había considerado afortunado por la familia que tenía. Tener a su padre era una enorme bendición del cielo, Gonzalo y Camila aunque lo sacaran de quicio todo el tiempo, eran sus hermanos y los adoraba. Alex por su parte era su tesoro, el regalo más grande que le había dado la vida.

Había emprendido aquel viaje con la mentalidad de que quizás no habría regreso, pero estaba de vuelta.

Su corazón agradecía el poder estar ahí en casa y con las personas que tanto amaba, sin embargo... sin embargo sentía en su pecho un vacío que no podía explicar todavía.

El motivo era Ariana, y no le sorprendía ni un poco.

Se había acostumbrado a ella, y ahora el no tenerla a su lado no hacía sino hacerlo sentir incompleto.

–Papá, te quiero mucho– la voz de su hijo que se había acercado para abrazarlo, lo sacó de sus pensamientos.

Sonriente, él le devolvió el abrazo.

–Yo te quiero mucho más, cachorro. Mucho, mucho más– le revolvió el cabello y lo miró.

A veces le gustaba mirarlo y recordar la carita infantil que había tenido de niño. Para él seguía siendo el mismo, siempre sería su pequeño hombrecito.

–¡Ah, muero de hambre!– exclamó Camila mientras rebuscaba en el refrigerador.

Por fortuna nadie ahí se había preocupado de su ausencia. León había tenido la precaución de informarles que saldría de la ciudad y estaría ausente todo el fin de semana.

–Propongo que hoy desayunemos fuera de casa, así le damos un buen recibimiento a mi hermanito Leoncín– Gonzalo rodeó a su hermano mayor con su brazo. Tuvo que alzarse un poco pues a pesar de ser alto, León lo seguía sobrepasando con unos cuantos centímetros.

–¡Sí! ¡Muero por pancakes de IHOP!– exclamó Alex encantado con la idea. Adoraba aquel restaurante.

–El cachorro manda, así que ya está. No perdamos tiempo que mis tripas me gruñen– secundó Gonzalo con la misma sonrisa divertida que siempre llevaba en el rostro.

–¡Sí, sí, sí!– Camila aplaudió. –Los chilaquiles que sirven ahí están diez, diez–

–Eso es un insulto, Camila– irrumpió Román que entraba a la cocina y tomaba asiento frente al antecomedor. –No es posible que una franquicia americana sirva buenos chilaquiles–

La pelinegra fue hacia su padre y lo abrazó por detrás.

–Ay, papito, tranquilo. A ti te gusta su café, ¿o no?–

–Pues... sí– admitió.

–Además a tu nieto favorito, nuestro Alexito, ama desayunar ahí–

Román miró a Alex y se sonrieron.

La sonrisa de Camila también apareció.

–Entonces andando–

Gonzalo aplaudió. Camila corrió por su chaqueta. Y Alex jugueteó con su tío luego de que él le gastara una broma sobre el hecho de ser el nieto favorito.

–Por favor esperen en la camioneta y ahora los alcanzo. Debo hacer una llamada– les dijo León.

Una vez que los observó a todos salir de la casa, tomó su celular y comenzó a marcar.

Sabía bien que Ariana no tenía celular en esos momentos pero había memorizado el número de su casa cuando al llegar a Green Bay, lo primero que había hecho ella había sido llamar.

Esperó un segundo, dos, tres, cuatro, cinco... Ella no respondía.

–Vamos, Ariana, responde... Por favor responde–

Necesitaba escucharla, escuchar su dulce y femenina voz, saber cómo estaba. Lo necesitaba más que respirar.

–¿Hola?–

Oír su voz fue como una caricia para sus oídos.

Sonrió y su corazón brincó de emoción.

–Ariana– exclamó contento. –Ho...hola. Perdona que llame tan temprano, pero es que... quería asegurarme de que estuvieras bien–

–Tranquilo. Yo también soy madrugadora. Estoy muy bien. Agradecida de estar en casa–

–Lo sé, me siento del mismo modo, aunque debo admitir que no pasé una buena noche... Tuve pesadillas– a eso sumándole el hecho de que todavía llevaba su delicioso aroma impregnado en las fosas nasales. Todavía podía sentirla durmiendo a su lado. La había extrañado demasiado.

–En cambio yo dormí como un oso– rió Ariana.

El sonido de su risa le llegó a León al alma.

–Me tranquiliza saber eso. Significa que podrás superar bien lo que vivimos–

–Sé que fue horrible, pero te aseguro que no soy tan débil como parezco–

Él negó.

–No te considero débil en lo más mínimo. Jamás lo haré. Me demostraste toda tu fortaleza y tienes toda mi admiración–

Las palabras hicieron que la castaña se sonrojara y que le diera un vuelco en el pecho.

–Por cierto, también llamaba porque mi contacto me ha informado que Lundgren salió del país. Creo que tienes razón y en serio se olvidará de nosotros–

–Esa es una excelente noticia, pero... ¿Quién es ese contacto del que hablas? ¿Qué tan confiable es? ¿Lo conoces?–

–No. No lo conozco pero confío en él. Es un hombre al que ha obligado a estar en su organización, y el cual desea detener todas sus atrocidades. Contactó a la policía de Chicago, y por estar relacionado con el caso de la hija de McConaughey pasaron el caso a Wisconsin–

–¿Pero cómo sabes que no es una trampa?–

–Porque si así fuera me habría delatado desde mucho antes–

–¿Entonces quién delató a tu amigo?–

–Él mismo. Cometió el error de ir armado y llevar una identificación. Lo torturaron hasta que le sacaron la verdad y después lo mataron–

–Lo lamento mucho–

–Está bien. Quizás sea mejor que ya no hablemos de esto–

–Tienes razón. Yo... tengo que colgar– le había prometido a Gianna que prepararían pancakes y estaba esperándola pero eso no lo mencionó. –Te veo más tarde en el Moonlight–

–¿Irás a trabajar?– cuestionó León casi incrédulo.

–¿Tú no piensas ir?–

–Sí, pero... quizás hubiese sido buena idea que te quedaras a descansar–

–De descansar ni hablar. Nicki no está nada contenta–

–Entiendo, entonces... más tarde nos vemos– aún así el hecho de saber que en unas horas la vería hizo que el corazón del mexicano brincara con emoción. Y de anhelo.

Sí, de anhelo.

Ansiaba poder mirar sus preciosos ojos y su dulce sonrisa. Cerraba los ojos y podía imaginarla... Era preciosa. Perfecta.

¿Pero qué era aquel sentimiento tan profundo?

¿Por qué se le paralizaba el corazón cada vez que la miraba o que escuchaba su voz, incluso cada vez que la pensaba?

¿Se estaba enamorando de ella?

¿Cómo saberlo? A sus casi cuarenta años estaba completamente oxidado en el tema. Tanto que no sabía qué responder a esa pregunta.

Por otro lado... Jamás había sentido eso que estaba sintiendo ahora, ni con Emma, ni con nadie.

¡Maldición!

Tragó saliva.

–Nos vemos, Ariana–

–Adiós, Chicano–

•••••

Poco antes de marcharse al trabajo, León condujo hasta el departamento de Zachary en donde había quedado de verse con él y con Omar.

Una vez que estuvo ahí con ellos les contó todo lo acontecido en los últimos días, desde el momento en que lo habían contactado hasta su regreso con Ariana a Green Bay.

Era de esperarse que sus amigos no se lo tomaran del todo bien.

–¡Estás loco, León!–

–¡¿Pero perdiste la cabeza?!–

–¡¿Cómo pudiste atreverte a algo así?! ¡En definitiva estás demente!–

–¡Mucho más que demente!–

–¡¿Y por qué demonios no nos avisaste?!–

–¡Sí! ¡Habríamos ido contigo!– argumentó Zac.

–¡No!– negó Omar mirando a su amigo. –¡Te habríamos detenido! ¡Lo que hiciste fue una locura! ¡Una estupidez!–

León exhaló y desvió su mirada irritado por las recriminaciones de sus amigos. Ellos jamás lo habían entendido.

–Creímos que este descanso te haría bien, que te quedarías quieto, descansarías y pensarías mejor las cosas, pero... ¡Hiciste todo lo contrario!–

–Tenía que hacerlo– fue la seca respuesta de él. –No podía dejar pasar esta oportunidad, ya se los dije, ¡¿por qué no pueden entenderlo, joder?!–

Cruzado de brazos, Omar lo miró con reproche.

–Lo único que entendemos aquí es que Meloni tuvo razón al darte de baja–

–Pues gracias por los ánimos– respondió León en tono irónico. Después se puso en pie enfadado. –¿Pero saben qué? No me arrepiento, no me arrepiento de nada. Hice todo lo que pude, todo por rescatar a Elle. Aunque al final... no pude hacerlo–

–Era obvio que no podrías. Estabas solo contra esos malditos criminales. ¡De milagro estás vivo, hombre!–

–Omar...–

–Sabes que tengo razón. Encima de todo expusiste la vida de esa chica... ¿Cómo dices que se llama?–

–Ariana. ¡Ah, maldición! Eso es lo único que sigo reprochándome. Si le hubiese pasado algo jamás me lo habría perdonado–

–A ver, a ver, hagamos una pausa de toda esta pelea– intervino Zachary con su peculiar sonrisa. Él siempre estaba de buen humor. –No nos explicaste cómo es que se vio envuelta en toda esta situación–

–La noche en que me interceptaron ella... no debió estar ahí pero tuvo mala suerte. Se la llevaron junto conmigo, y ya les conté todo lo demás. Cuando la vi se me fue el alma a los pies– León cerró los ojos y experimentó la misma sensación de horror. Temblaba sólo de volver a recordarlo. –No puedo explicar el miedo que sentí... Pensé que se la comerían viva. Es una mujer hermosísima, mucho más que eso... Parece como de otro mundo– explicó y su mirada resplandeció mientras la describía. –Un festín para aquellos pervertidos–

–Pero entonces... es hermosa, ¿eh?– Zachary se había fijado en el tono que León había empleado. –Caramba, hasta te brillan los ojos, amigo– rió emocionado.

León exhaló dándose cuenta de que con aquel comentario había revelado gran parte de sus sentimientos.

–Pues sí, sí lo es–

–Sí, pero... ¿Te gusta?–

¿Que si Ariana le gustaba?

Oh, maldita fuera. Pensaba en ella a cada instante, hacia que se le paralizara el corazón, lo excitaba de manera desenfrenada... ¡Lo tenía loco!

–¿Eso qué tiene que ver?–

–Nada– respondió el ojiazul todavía sonriente. –Pero sería un gran acontecimiento. Jamás sales con chicas, y sería muy buena idea que por fin te consiguieras una novia–

–Zac, no desvíes el tema de lo que es importante– le replicó Omar con absoluta seriedad. –León cometió una enorme estupidez–

–Sí, pero creo que importa mucho que nuestro amigo por fin encuentre a la mujer de su vida...–

–¡Bueno ya, los dos!– León habló con dureza. –No les conté esto para que me trataran como a un niño–

–¿Y cómo querías que reaccionáramos?– continuó Omar enfadado. –¡Casi te matan, maldición! ¿Acaso querías el mismo destino de Badgley? ¿No pensaste en tu familia? ¿En tu hijo? ¡De verdad que estás loco!–

León desvió la mirada y exhaló con pesar.

–Eso no es nada nuevo. El secuestro de la niña McConaughey me enloqueció de desesperación y frustración. Y ahora... voy a tener que vivir sabiendo que no pude hacer nada por ayudarla–

Ver toda la aflicción en su amigo, hizo que Omar suavizara su dura expresión y se acercara a él en apoyo al igual que Zachary.

–Hiciste más de lo que habría hecho cualquier otro policía–

–Sí, viejo. Hiciste más de lo que nunca hará el idiota de Douglas–

–Y eso es lo que más me pesa... Saber que nunca la encontrarán...– León exhaló con mucha tristeza. –Saber que jamás volverá a casa con sus padres–

Y le dolía en el alma.

Miró a un punto fijo y sintió cómo el dolor en su interior lo torturaba como hacía meses lo hacía.

Fue Zachary quien habló sacándolo abruptamente de sus tormentosos pensamientos.

–Bueno, pero ya no pienses más en eso. Mejor... cuéntanos más de esa chica que vivió esa aventura contigo, ¿cómo dices que se llama?–

Omar realizó aquella expresión de censura que ocasionalmente hacía cuando su amigo y compañero soltaba alguno de sus imprudentes comentarios. Se acercó a su refrigerador para tomar unas cuantas latas de cerveza las cuales repartió entre ellos y después abrió una para sí mismo.

León sabía que Zac no dejaría de insistir en el tema así que debía encararlo de una vez por todas.

–Se llama Ariana–

–¿Y es sólo tu amiga?–

En realidad él no sabía si aquella bella mujer lo consideraba un amigo. Esperaba que no porque deseaba ser más, mucho más.

–Algo así–

–¿A qué te refieres con algo así?– Zachary era siempre demasiado persistente. Sonrió y abrió su lata para darle un sorbo.

León se rindió.

–Como sé que no dejarás de joderme, te lo voy a decir... Sí, me gusta, y me gusta muchísimo, ¿de acuerdo? Además me tiene muy intrigado. Es un misterio para mí, toda ella lo es...–

–¿Significa que es muy discreta?–

–Tanto que no sé nada de ella. Siento que nunca podré llegar a conocerla como...–

–¿Cómo tú quisieras?– Zac enarcó una ceja curioso.

Exhalando, León se puso en pie.

–Ella es... es una stripper. La conocí en el lugar donde ahora estoy trabajando. Y no quiero que la juzguen, nadie tiene derecho a juzgarla. Al parecer... tiene una vida muy dura. Estoy seguro, lo presiento porque sé que no está ahí por gusto, sé que esconde algo y que... que odia bailar para todos esos asquerosos hombres, yo lo sé, lo veo en sus ojos cada vez... ¡Maldición!–

–León...– lo llamó Omar entonces. –¿Estás enamorado de esta chica? ¿Te enamoraste de ella?– su amigo pensaba que quizás la respuesta era demasiado obvia. Su expresión lo delataba.

–Yo...– él realmente no sabía qué contestar. A su edad aún no había conocido aquel amor del que todos hablaban.

Lo que tenía claro era una sola cosa. Eso que sentía por Ariana no lo había sentido nunca por nadie. Nunca.

•••••

La noche en el Moonlight transcurría tan normal como cualquier otra.

Ariana había llegado temprano y había tomado su parte consiguiendo que Nicki la perdonara por haberse ausentado el fin de semana sin ninguna explicación previa. Había resultado bastante fácil pero lo difícil había sido convencerla de que no se había escapado con Chicano por meros fines románticos.

No le había agradado para nada saber que aquel rumor se había esparcido, sin embargo poco tiempo tenía como para darle más importancia de la que merecía.

León por su parte permanecía en su sitio habitual de vigilancia.

Era cierto que las cosas marchaban como si nada hubiese sucedido.

Ellos habían vivido unos días de infierno pero ahí todo estaba igual que antes, nada había cambiado, salvo ellos.

Y se habían decidido a olvidarlo, a no permitir que sus mentes volvieran a evocarlo, pero... ¡Maldita fuera! Cada vez que se miraban, incluso a la distancia, cada vez que por coincidencia o no coincidencia, sus ojos se encontraban en medio del tumulto, lo recordaban.

Olvidarlo iba a resultar imposible.

–¡Muy bien, hecho mi amigo!–

–¡Eres el puto ídolo, viejo! ¡El puto ídolo!–

–¡Felicidades, campeón!–

Eran los meseros. Se habían acercado a León para felicitarlo por alguna razón que él no comprendió. Frunció el ceño confundido. ¿De qué hablaban esos imbéciles?

Su expresión de interrogación no detuvo en nada aquel mini festejo.

Estuvo a punto de cuestionarles de qué iba todo aquello cuando por fin supo los motivos.

–Has conseguido lo imposible, Chicano... Mira que conquistar a la mismísima Ariana. Creímos que era imposible pero tú... ¡Tú lo has logrado!–

–¡Y encima te la llevas todo un fin de semana! ¡Jodido cabrón con suerte!–

Por lo visto todos ahí en el Moonlight habían armado una novela sobre su ausencia y la de la bailarina, mientras ellos vivían una de sus peores pesadillas.

–Están equivocados– les dijo con seriedad. –El hecho de que los dos nos ausentáramos fue solamente casualidad. No sucedió nada fuera de lo común–

–¡Sí, claro!– no le sorprendió en nada que no le creyeran. Solían ser siempre morbosos y muy burlones. Rodó los ojos y exhaló.

Johnny el cantinero apareció. Parecía muy feliz pues iba abrazado a su nueva conquista, un afroamericano fornido y de expresión alegre.

Le sonrió y enarcó las cejas.

Días atrás le había dicho que Ariana no estaría interesada ni en él ni en ningún otro sujeto que se le acercara e intentara pretenderla. La sorpresa en su cara pero también la aprobación al saber que se había equivocado al proclamar que la castaña jamás estaría interesada en nada romántico y mucho menos sexual. En el fondo los había shippeado desde siempre. Alzó su dedo pulgar y se lo mostró emocionado.

León se llevó la mano al rostro sintiéndose frustrado.

Poco tiempo transcurrió cuando la rubia de nombre Chloe se le acercó.

–Entonces eran puros rumores, ¿eh, Chicano?– se dirigió a él en tono de reproche aunque después intentó disimularlo. –La feliz parejita del Moonlight tuvo un fin de semana inolvidable mientras todos aquí nos moríamos de preocupación, ¡qué curioso!–

La irritación del moreno fue en aumento. Lo último que hubiera deseado en su primer día de regreso había sido tener que soportar los cotilleos y habladurías de todas esas personas que tan lejos estaban de conocer lo que había ocurrido realmente.

A Ariana le sucedió algo bastante parecido.

Apenas se quedó a solas con sus amigas en el camerino, ellas la abordaron obligándola a tomar asiento en la butaca frente a su tocador.

Se aproximaron y la miraron ávidas de información.

–¿Y bien?–

–Ariana Butera, de aquí no saldrás sin habernos contado todo, y por todo me refiero a TODO–

–¡Habla ya!–

–No sucedió nada de esa telenovela que se están armando en sus mentes, así que ya quiten esas caras, parecen tontas– les respondió Ariana casi molesta.

–Pero te fuiste con él, Ari– replicó Madelaine. –Tuvo que haber sucedido algo, vamos, dilo, que nos morimos de curiosidad–

–Ni pienses que nos vas a dejar así. Necesitamos una explicación de todo– secundó Brenda en el mismo tono insistente. –Vamos, suéltalo–

La expresión de irritación de la castaña no hizo que sus amigas dejaran de insistir en el tema.

Ariana se vio obligada a hablar.

–Nos secuestraron–

–¡¿Qué?!–

Desde luego ni Brenda ni Madelaine habían esperado escuchar algo como eso. Las fantasías románticas que habían estado imaginando acerca de su amiga y el apuesto y viril guardia de seguridad del club, en nada tenían que ver con esa nueva información.

–¿Cómo que los secuestraron? ¿Ari, qué? Estás bromeando, ¿no?–

Cansada y resignada a que jamás podría olvidarse de esa pesadilla, Ariana exhaló.

–Ojalá todo se hubiese tratado de una broma, pero no fue así–

–Pero...– la chica asiática y la pelirroja estaban bastante consternadas y también desconcertadas. –¿Pero cómo pasó algo así? ¿En qué momento?–

–La última vez que te vimos fue después del show en Milwaukee. Dijiste que irías a tu habitación y que harías una llamada–

–A Chicano lo vimos salir del hotel pocos momentos después de que tú lo hicieras. Pero él llevaba sus maletas en mano–

–Si, yo también lo recuerdo. Estábamos con Big Show en recepción–

–Bueno, ¿pero cómo los secuestraron?–

–Es largo de explicar, y... creo que no lo entenderían–

Nadie lo haría, nadie comprendería las razones que había tenido Chicano para enfrentarse a aquellos desalmados.

–Pues inténtalo, no nos puedes dejar así, ahora mucho menos–

–Encontré a Chicano cerca de una farmacia– nos les contó que habían discutido. –Unas personas lo interceptaron, y a mí también. Nos llevaron a ambos–

–¿A dónde?–

–Ahora sabemos que fue a un lugar en medio de la nada al norte de Minnesota, pero en aquel momento no teníamos ni idea–

–¿Y... les hicieron algo? ¿Ari, a ti te hicieron algo?– preguntó Brenda muy temerosa de la respuesta. Ella y Madelaine se sintieron aliviadas cuando la vieron negar.

–No, pero ganas no les faltaron. Por fortuna logramos salir de ese infierno–

–¿Cómo consiguieron escapar?–

–Gracias a Chicano ahorita estoy aquí contándoles todo esto. Sin él no hubiese sobrevivido. Le estaré eternamente agradecida–

–Volvemos al romanticismo, ¡yay!– celebró Madelaine. –Secuestrada junto a un tipo grandote y muy guapo, el cual te rescata del peligro... ¡Uy! Me suena a novela–

Ariana se negó a evocar todo lo vivido con el moreno, lo sucedido ante la cámara, el beso que habían compartido... Le dio un vuelco en el pecho y se esforzó por disimular el tumulto de emociones que la habían embargado.

–No hubo nada de romántico, Maddie– le dijo con excesiva frialdad. –Sólo podíamos pensar en huir y sobrevivir. Y fue todo–

–Eso es lo que tú piensas, Ari, pero a estas alturas no puedes negar ya que Chicano está que se muere por ti–

La castaña estuvo a punto de replicar pero Brenda la interrumpió para continuar hablando.

–No digas tonterías, Brenda–

–¿Tonterías? Nada de eso. Sabes que lo que digo es cierto, y después de haber estado más de dos días junto a él creo que ya debió haberte quedado más que claro–

Ariana se negó a estremecerse frente a ellas y delatarse.

El beso... La manera en que la había besado, mirado y abrazada. No podía olvidarlo a pesar de que se lo había prometido a sí misma.

–Casi nos matan– negó en desacuerdo. –Chicano estaba más ocupado ideando un plan para salvarnos. Por favor ya no insistan más en el tema, porque lo único que deseo ahora es olvidarme de esos horrorosos momentos–

Esta vez Maddie y Brenda dejaron de insistir. Expresaron con sus rostros lo mucho que sentían lo que su amiga se había visto obligada a vivir. Podían ver en sus ojos que había sido un absoluto infierno.

–Gracias al cielo estás aquí y no pasó nada que debamos lamentar–

–Sí, Ari. Eso es todo lo que importa–

Se acercaron a ella para abrazarla y tomarla de las manos.

–No insistiremos más con lo de Chicano. Seguro fue una pesadilla para ustedes–

–Mucho más que eso– asintió la castaña con pesar.

–¡Ariana! ¡Ariana!– la voz de una de sus compañeras bailarinas llamándola se escuchó desde el pasillo. –¡Chica, ya es tu turno!– le informó cuando se asomó por la puerta. –Nicki dice que debes hacer méritos en compensación por las minivacaciones que te dio–

La castaña rodó sus ojos con fatiga. La realidad era que no sabía lo poco preparada que se sentía para volver al Moonlight hasta ese momento en que debía subir al escenario y desnudarse frente a su habitual público.

Se puso en pie observándose al espejo al tiempo que bajaba la bata de seda que la cubría.

Estaba divina, y ella no era quién para negarlo. En ese campo laboral así eran las cosas.

El body de látex se le adhería a las curvas como una segunda piel. Se llevó las manos precisamente a su diminuta cintura para poder observarse mejor. Tenía suerte de tener aquel tono de tez tan afrodisiaco. Muchas ahí debían tomar sesiones de bronceado pero no ella. La vida la había favorecido muchísimo... ¿Espera, lo había hecho? Tenía un cabello espectacular que únicamente cuidaba con champú naturista, sus pestañas eran largas sin necesidad de utilizar postizas, sus ojos grandes y muy marrones, la ayudaban a mentir bien a la hora de realizar striptease, su nariz era delicada y respingona, sus labios carnosos, su cuerpo de estatura pequeña pero tenía las redondeces adecuadas, esas que volvían loco a cualquier hombre que le pasara por enfrente.

Se ajustó la diminuta prenda poniendo especial atención en hacer que sus pechos resaltaran y después arrojó su cabello tras su espalda.

Estaba exquisita. No había decepcionado a pesar de que por dentro volvía a sentirse vacía y triste.

Suspiró porque sus sentimientos ahí no importaban. Debía salir de una maldita vez a calentarles la bragueta a todos aquellos idiotas.

No se despidió de sus amigas sino que salió de su camerino así sin más no sin antes tomar con una de sus manos el accesorio que faltaba para completar su caracterización de esa noche.

Mientras caminaba por el pasillo haciendo que sus botas negras con tacón de aguja que llegaban hasta sus rodillas resonaran contra el suelo.

Visualizó a Chicano a lo lejos, y entonces sintió cómo la respiración se le cortaba.

La imagen devastadora de aquel hombre que seguía afectándola escandalosamente, fue suficiente para que su corazón se detuviera y diera un vuelco un segundo después.

Inevitablemente, y aún a la distancia, sus ojos se encontraron con los suyos.

Ella lo miró fijamente, miró sus ojos verdes y brillantes que la escrutaban con una intensidad tan concentrada que se sintió atravesada.

A pesar de las bailarinas que habían terminado su número y que empezaron a pasar entre ellos rumbo al camerino y que bloquearon su campo de visión de forma intermitente, continuaron mirándose durante varios instantes.

Fue ella quién rompió el contacto visual.

Debía seguir su camino e ir directo al escenario.

I See Red comenzó a sonar de fondo. La sensual música consiguió hacer que todos se quedaran en silencio y a la espera.

Algunos gritos y silbidos se escucharon pero después cesaron.

Nadie en el público estaba seguro de que los rumores fuesen a resultar ciertos y en serio la hermosa Cat hubiese regresado. Habían escuchado que su stripper favorita había renunciado y que jamás volvería, eso los había hecho entrar en una profunda depresión. Sin embargo Nicki les había asegurado que ella estaría de vuelta y mientras tanto se aferraban a esa esperanza.

Cuando la vieron aparecer efectivamente en medio de una cegadora luz.

Y entonces el espectáculo comenzó.

Did you really think... I'd just forgive and forget, no... After catching you with her... your blood should run cold, so cold... youuuuuuuu ♪

El arte de desvestirse estaba bien aprendido para Ariana, hasta ese momento había conseguido dominarlo mejor que nadie. Era una maestra del tubo y ella lo sabía bien.

Caminó hasta el centro donde cerró cinco de sus dedos alrededor del frío metal y curvó su boca en una provocativa pero tenue sonrisa apenas perceptible.

Uno, dos, tres segundos transcurrieron y ella no se movió. Permaneció ahí de pie mientras la canción continuaba su curso.

You're a foooooooooooool, if you thought that I'd just let this go... ♪

La castaña movió su mirada hacia la barra y sujetándola con la otra mano dio comienzo a sus cotoneos sensuales atrayendo por completo la atención de todas las personas a su alrededor. Todas.

I see red, red, oh red... A gun to your head... head... to your head... Now all I see is red, red, red... ♪

Sus movimientos como cada vez, fueron calculados desde la frialdad de su interior pero para sus emocionados admiradores eran sugerentes, los hechizaba.

La chica bailaba como si toda sexualidad y erotismo emanara naturalmente de ella.

Oh, y lo hacía, desde luego que lo hacía...

Fue lo que pensó León al verla.

Tragó saliva y como cada noche ahí en el Moonlight, se sintió furioso consigo mismo.

Nunca antes se había interesado tanto en alguien como en ella. Y lo peor de todo era que jamás había sido así.

Se había involucrado con unas cuantas mujeres a lo largo de su vida, mujeres menos complicadas y que no le exigían nada a un hombre. ¡Y mierda! No importaba que bailara en un maldito cabaret, Ariana no era esa clase de mujer.

¿Pero sería que sólo estaba interesado en ella porque la deseaba? ¿No le había quedado claro después de todo lo que habían vivido juntos? ¿Podría ignorar ahora los sentimientos que había estado desarrollando por esa hermosa y delicada mujercita?

¿Sentimientos?

No, nada de eso. Era sexo nadamás. Simple y puro deseo.

Lo volvía loco, y más ahí, así, vestida de una sexy conejita, bailando seductoramente.

Deseaba que estuviera sentada sobre su regazo.

>¡AAAAAAAAAHHHHHHH!< el gritó interno sacudió todo en su interior.

¿A quién engañaba?

A sus treinta y seis años estaba cegado como un adolescente urgido por sexo, sin una pizca de pensamiento lógico.

Todo su mundo giraba en torno a ella, su jucicio se veía afectado por ella, todo hasta un punto que le resultaba dificil admitir.

Recordaba el beso que se habían dado y todo en él se desbocaba ansiando volver a probar sus deliciosos labios.

No podía olvidarlo y todo hubiese sido más fácil si la mujercita no estuviese bailando de aquel modo y con aquel vestuario tan caliente. Mucho más fácil si no fuese tan, tan, pero tan hermosa.

El baile parecía eterno, y no era que se quejara, le encantaba la idea de que estuviese delante de él por horas, días. Y después hacerla suya hasta la locura, hasta hacer que su nombre estallara en su boca y retumbara en cuatro paredes.

>Maldita sea, se me está poniendo más dura sólo de imaginarlo<

Pero el mero hecho de mirarla bastaba para provocarle una intensa erección.

–¿Qué me hiciste, Ariana?– susurró combatiendo la bochornosa debilidad que lo amenazaba.

Lo cierto era que él no comprendía sus propios sentimientos, pero sabía que la deseaba de una forma hasta ahora desconocida.

Para la castaña fue inevitable perder toda su concentración en cuanto se dio cuenta de que Chicano se mantenía más que pendiente de ella.

Su corazón sufrió un vuelco más.

Después frunció el ceño casi enfadandose. Se suponía que tendría que ser capaz de ignorarlo, siempre había ignorado a todos los hombres a su alrededor. Ni siquiera los miraba porque aquella era la única manera de poder bailar, de no sentirse cohibida ni vulnerable o incluso hasta ultrajada.

Era consciente de que aquella no era la primera vez que lo había sorprendido mirandola, sin embargo luego de lo sucedido, muchas cosas habían cambiado entre ambos.

Y lo sabía, ella lo sabía. Sabía que aquella noche todo era distinto. Había algo que la afectaba en lo más profundo.

Desvió la mirada intentando concentrarse en la coreografía de candentes movimientos pero no lo logró durante mucho tiempo. Contra su voluntad, su mirada volvió a buscar aquella fuente de su nerviosismo encontrandose de nueva cuenta con los ardientes ojos color esmeralda.

Se vio obligada a hacer un esfuerzo contundente para no perder el ritmo.

Cielo santo, el mexicano se había metido en su cabeza, invandiendolo todo a su paso, su mente, sus sentidos, sus emociones, su capacidad para razonar.

Desesperada, le dio la espalda, a él y a todos los demás. Y en ese momento oyó el rugir de gritos y aplausos acompañados de silbidos y aullidos.

Todavía sintiéndose afligida y desorientada, Ariana caminó hacia los escaloncillos sin mirar atrás. Tomó la bata pero no se molestó en cubrirse con ella, caminó directo hacia el pasillo a sabiendas de que debía enfrentar a Chicano una vez más. Pero no le importó.

Pasó por un lado de él sin mirarlo ni siquiera por un instante, se dirigió al camerino directamente.

León la observó pasar a su lado y no se preocupó ni un poco por disimular. Su penetrante mirada la siguió incluso hasta que cerró la puerta.

•••••

A las dos de la mañana en punto, León corrió a las puertas traseras del Moonlight con el único propósito de alcanzar a Ariana antes de que se marchara.

Se sintió aliviado cuando la vio salir justamente por una de aquellas puertas. El miedo a que se hubiese marchado ya, se esfumó pero tuvo que darse prisa para poder alcanzarla.

–¡Ariana!– la llamó mientras corría pero ella no se detuvo.

No estuvo seguro de que lo hubiese escuchado pero aún así aceleró sus pasos.

–¡Ariana, espera!– la tomó del brazo cuando llegó a su lado y la hizo girarse para que lo mirara. –Espera, por favor–

Ella parpadeó aparentemente sorprendida de verlo ahí. No había esperado que realmente fuese a buscarla cuando la jornada de trabajo terminara.

–Llevo prisa– le respondió con más frialdad de la que pretendía mostrar. La verdad era que se sentía bastante nerviosa. No habría querido estar cerca de él porque todavía no conseguía dominar ni comprender todo lo que sentía al tenerlo frente a frente.

Intentó zafarse pero el moreno no la soltó.

–Yo te llevo. Creo que empezará a llover en cualquier momento– le dijo y por el tono de su voz supo que no estaba dispuesto a aceptar un no.

Sin embargo Ariana tampoco estaba dispuesta a ceder. No podía permitirse el volver a estar sola con él ni una vez más.

Buscó desesperadamente una excusa para librarse y se sintió llena de pánico cuando no encontró nada para decirle.

–No– negó simplemente.

León frunció el ceño.

–¿No?– dio un respingo confundido.

–No– repitió ella.

–¿Por qué no? Vamos, es peligroso que te vayas sola. Déjame hacerte compañía, así podemos charlar un poco–

–Yo no tengo nada que hablar contigo. Sé de lo que quieres que hablemos, y olvídalo. Necesito olvidarme de toda esa pesadilla–

–Yo también quiero olvidarlo– León resopló fuertemente. –Aún así quiero acompañarte–

–No hace falta–

–Sí–

Ariana miró a su alrededor como esperanzada a que su taxista de confianza apareciera.

Le había asegurado por mensaje que iba de camino y que estaría ahí en menos de cinco minutos.

Para su fortuna no le mintió.

Lo vio aparecer haciendo que sonriera y mostrara una expresión de alivio.

–Mi taxi está aquí–

–Dile que se vaya–

¡Qué increíble que era! La castaña no se podía creer tanta terquedad.

Oh, pero ella podía llegar a ser mucho más terca.

–No haré eso. Jeremy hizo el esfuerzo de venir hasta aquí, además necesita el dinero. Me voy con él. Adiós– Ariana no mencionó otra cosa.

Se dirigió hasta el taxi y lo abordó. Minutos más tarde el conductor arrancó y se marcharon de ahí ante la atenta mirada de León.

La joven bailarina experimentó entonces un poco de tranquilidad una vez que estuvo lejos pero su corazón no dejó de latir. Su mente no dejó de evocarlo a él, a Chicano.

Suspiró mientras se dejaba recostar contra el asiento.

Había vuelto a su vida normal, pero nada estaba ahora dentro de su normalidad.

Estaba empezando a sentir cosas por un hombre... ¡Sí, un hombre! Uno de esos especímenes igual a los que tanto daño le habían hecho, a los que tanto daño seguían haciéndole.

Angustiada miró por la ventana y se dio cuenta de que en efecto comenzaban a caer gotas, señal inequívoca de que les esperaba una noche de lluvia.

Lo más peligroso para ella era saber que Chicano no se parecía en nada a ninguno de ellos.

•••••

Se había ido la cama pensando en él, y después había cerrado los ojos pensando en él.

En Chicano.

Para su mala suerte sus sueños no habían incluído a aquel atractivo y varonil hombre, sino todo lo contrario.

Sus pesadillas habían regresado. Pete y toda su maldad habían vuelto a aparecer en sueños, junto a todos aquellos cerdos que habían pagado dinero por el derecho de violarla. Lo peor de todo era que ahora no solamente ellos habían protagonizado su espeluznante vuelta al pasado, sino que ahora habían compartido créditos con esos desalmados rusos que habían amenazado su vida.

Todo había vuelto a su mente como si de una película se tratase.

Y lo había intentado, por su vida que lo había hecho. Había intentado por todos los medios olvidarse de todo, enterrarlo y no volver a evocarlo nunca más pero no lo había conseguido.

Cerraba los ojos y ahí estaban todos sus horrorosos recuerdos, los abría y seguían ahí.

El brutal miedo la aguijoneaba sin piedad, convertía sus emociones en fuertes crisis que la torturaban con tanta frecuencia, conduciéndola hacia las puertas que marcaban el inicio de su pesadilla y la llenaban de dolor, un dolor tan potente que la hacía gritar.

En la oscuridad de su habitación, Ariana lloró amargamente. Lloró sin obtener ni un poco de consuelo. Recostada en su cama se removió entre las cobijas y se incorporó arrastrando las rodillas y escondiendo la cara entre ellas.

Abatida, se hundió más, y sollozó aún más, sabiendo que jamás podría dejar atrás ese pasado. Jamás podría escapar porque estaba condenada.

Centenares de lágrimas fueron derramadas, como tantas habían sido derramadas ya a lo largo de su joven vida.

Furiosa con todos aquellos malditos que la habían condenado a vivir con aquella tortura, se puso en pie. Ya le habían desgraciado la vida entera, pero no dejaría que le arruinaran aquel sábado en el que había planeado disfrutar todo su tiempo junto a su hija. Gianna era lo único que debía importar. Lo único que importaba.

Les esperaba un gran día.

Sin embargo volvió a llenarse de angustia cuando al entrar a la habitación de su pequeña descubrió que ella también había estado teniendo pesadillas.

La pequeña se removía en su cama y tenía su carita angustiada con cierta angustia. Emitía sonidos muy parecidos a los sollozos.

Se acercó cautelosa para poder despertarla cuidadosamente. Colocó sus manos sobre el infantil cuerpecito, y trató de hacerla abrir los ojos.

–Calma, calma, mi amor, mami está aquí– le dijo con voz muy suave y excesivo amor maternal. –Gigi, todo es un mal sueño, tranquila–

Con mucha paciencia y dulzura consiguió hacer que su pequeña despertara.

Gianna abrió sus asombrosos ojos marrones revelandole a su madre lo asustada y perturbada que estaba debido a sus pesadillas.

–¡Mami!– exclamó su vocesita afligida. Después se lanzó a ella rodeandole el cuello con los bracitos. Ella era lo más sagrado que tenía en su vida y siempre estaría dispuesta a hacer cualquier cosa por verla bien, feliz.

–Todo está bien, mi amor, ya pasó. No fue real. Sólo fue una pesadilla– la abrazó con mucha más fuerza.

De poco en poco Gianna fue calmandose y dejó de llorar.

Soltó un suspiro y después de mirar a su progenitora se sintió a salvo. Le sonrió incluso.

–Qué bonita eres, Gigi. Eres la criatura más dulce de este planeta. Soy muy afortunada de tenerte– Ariana acarició la tierna carita y después el sedoso cabello tan parecido al suyo. –Te amo mi princesa hermosa, te amo con toda mi alma–

Volvieron a abrazarse.

La pesadilla quedó olvidada para Gianna. Y eran precisamente aquellos momentos en los que Ariana podía olvidarse de las suyas.

–¿Te parece si... preparamos pancakes para el desayuno?– le preguntó entonces.

La niña asintió emocionada porque adoraba desayunar pancakes con miel de maple.

Para mala suerte de ambas, Ariana recordó que la harina se había terminado. Por fortuna era un pequeño problemita que tenía solución. Irían al supermercado ya misma y aprovecharía para comprar algunos otros artículos que necesitaba.

•••••

Mientras caminaban por el pasillo de repostería, Ariana revisaba el porcentaje calorico de un frasco de mermelada. A su hija podía permitirle ingerir un poco de azúcar los fines de semana, o incluso cuando obtenía buenas notas en la escuela, pero ella debía cuidar su alimentación diariamente. Vivir de su cuerpo era un gran sacrificio. Se lo decían las verduras, la leche de almendras y todo el montón de alimentos bajos en grasa que llevaba en el carrito. Solía llevar una dieta estricta, por órdenes de Nicki desde luego, pero se había acostumbrado ya, incluso hasta le gustaba. Sin embargo esa mañana estaba dispuesta a romper su regimen alimenticio para tomar un delicioso desayuno junto a su pequeña.

Alzó entonces la mirada para observarla. Unas cuantas niñas, al parecer todas hermanitas, se habían acercado a ella para sonreírle e invitarla a jugar ahí en los pasillos del supermercado aunque fuese solo por unos cuantos instantes. Eso hizo sonreír a Ariana pero lo siguiente que sucedió borró por completo su sonrisa.

Gianna se giró dandoles la espalda a las niñas, se sintió cohibida e insegura. Corrió a las piernas de su madre en busca de protección. Solamente con ella se sentía a salvo. En el mundo exterior todo le daba terror, especialmente interactuar con otros niños.

Ariana exhaló con pesar y abrazó a su hija. Cada día que transcurría la preocupaba mucho más. En lugar de mostrar mejorías, la veía más retraida, más distante, más ermitaña.

Juntas caminaron hasta poder llegar a la caja registradora, pagaron y después se dirigieron a las puertas de salida. La joven castaña seguía pensando, muy preocupada en lo sucedido, tan sumida en sus propios pensamientos y en sus propias angustias, que no fue consciente de por dónde caminaba.

Chocó con una inmensa figura que la hizo retroceder. Tomó la manita de su hija con mucha más fuerza, y no la soltó. Por lo contrario la colocó tras de sí como intentando protegerla.

–Disculpe– escuchó una voz masculina que le hablaba.

Un segundo más tarde, Ariana se quedó de piedra al descubrir a quién pertenecía aquella familiar voz.

–Chicano...– el nombre salió de sus labios sin que ella lo pretendiera. Parpadeó sorprendida y se mantuvo paralizada por instantes haciendola sentir que de pronto era trasnportada a aquel mundo alterno, aquella doble vida en la que no era madre, en la que era solo una mujer cualquiera que bailaba eroticamente para un montón de hombres.

¡Cielo santo, Gianna!

Al recordar a su pequeña el horror la llenó porque nadie, absolutamente nadie que perteneciera a aquella otra vida debía saber de la existencia de su hija. Pero su reacción llegaba tarde, Ni siquiera pudo intentar ocultarla.

Fue testigo plenamente de cómo los ojos verdes de Chicano se clavaban en la niña que se mantenía detrás de ella.

–¿Mami?– la llamó.

El corazón de León explotó al comprender que no había posibilidades de que fuese su pequeña hermanita, su sobrina, o la hija de sus vecinos a la que cuidaba por unos cuantos dólares. No. La había llamado mamá... ¡Joder!

¿Sólo joder?

¡Doblemente joder!

No podía ser posible...

No, no... ¡Condenadamente no!

La Ariana ardiente y sensual que bailaba semidesnuda cada noche en el Moonlight, la Ariana de mirada hechizante y ojos marrón caliente, la Ariana de pechos estupendos, de caderas candentes... La Ariana joven y sombría. ¡Esa Ariana no podía ser madre!

¿Cómo era posible algo así? ¡¿Cómo?!

–¿Es tu hija?– cuestionó sin poder hacer nada para que sus labios no emitieran tal pregunta cuando la respuesta resultaba más que obvia.

Se miraron fijamente y si ella había planeado mentirle, el poder de sus ojos verdes la hizo desistir.

–Sí...– respondió. Pero no mencionó nada más. Tenía la garganta cerrada. Un nudo en el pecho que le impedía hablar.

Deseó desaparecer y sin embargo se dio cuenta de que ya no tenía en absoluto la atención de Chicano. Él sólo miraba a Gianna. ¡A su Gianna, cielo santo!

La joven madre se sintió angustiada. León en cambio sonrió lleno de ternura.

Para sorpresa de Ariana lo siguiente que él hizo fue ponerse en cuclillas para quedar a la altura de la pequeña.

–¿Cómo te llamas, bonita?–

Gianna observó a León fijamente. Lo estuvo analizando durante segundos que a la castaña le parecieron eternos, pero no al moreno. Él continuó sonriendo mientras la miraba también con toda paciencia y admiración también. Tenía enfrente a la niña más hermosa del mundo, lo más divino que había visto en su vida. Tan hermosa que no parecía real, sino más bien una muñequita. Una de carne y hueso, con increíbles ojitos... ¿Ojitos? No. Ojazos color marrón, así como la miel, identicos a los de su preciosa madre.

Compartían con ella la misma intensidad de la mirada y lo tenían cautivado.

Lo estuvo aún más cuando escuchó la tierna e infantil vocecita.

–Gi...Gianna–

Ariana abrió la mirada bastante desconcertada con lo que sucedía. Su hija jamás respondía a los saludos de ningún extraño, mucho menos lo habría hecho con un hombre, sobre todo uno tan grande y de aspecto severo como lo era Chicano, sino todo lo contrario, se atemorizaba y corría a esconderse tras de ello. Le pareció demasiado extraño. No lo entendía. ¿Por qué no le temía como al resto de las personas?

–Es un nombre lindisimo, como de princesa, ¿no te parece?–

Gianna asintió y en su carita podía observarse una suave sonrisa que la hacía mucho más dulce ante cualquier persona.

Otra sorpresa para Ariana fue ver la fluidez y el encanto con el que él charlaba con su hija. Jamás habría imaginado que le gustaban los niños y que siendo como era supiera cómo tratarlos y fuera hasta capaz de utilizar ese tono tan delicado y simpatico.

León se puso en pie y después comenzó a buscar en la bolsa de su camisa su más reciente compra, una deliciosa barra de chocolate, de la cual era adicto desde siempre.

Se la mostró.

–¿Te gusta?–

Esta vez la expresión de Gianna fue de mucha mayor emoción. Asintió y esa belleza hecha sonrisa surgió efecto.

De nuevo él se quedó maravillado.

Maravillado además de ver lo mucho que se parecía a Ariana. ¡Caramba! Parecían clonadas.

Tenían incluso el mismo cabello castaño, pero la dulce niñita lo llevaba recogido en dos trencitas.

–Mi hija no come golosinas antes de la comida– aquello fue lo primero que Ariana había mencionado desde el encuentro.

León no se sintió culpable ni mucho menos, sonrió y se inclinó de hombros.

–Bueno, puede guardarla para más tarde, después de que coma sus vegetales–

Ariana no pudo poner más objeciones.

Sin embargo supo que debía marcharse cuanto antes. No era nada bueno que Chicano se hubiese enterado de la existencia de Gianna, mucho menos lo sería seguir ahí con él.

–Gigi, es hora de marcharnos, mi amor. Dile gracias al señor–

–Gracias–

–De nada, bonita. Disfrutalo, bueno cuando tu mami te dé permiso– volvió a sonreírle. A decir verdad no era capaz de mirarla y no sonreír. –Oh, pero espera. Déjame llevarlas. Llovió toda la noche y al parecer la lluvia planea continuar. No quiero que se mojen–

Ariana abrió la boca para negarse pero justo en ese momento la lluvia emprendió robandose su atención y haciendola maldecir por su mala suerte.

Vivía solamente a unas cuantas cuadras. Habría llegado en un dos por tres de no haber sido por aquella interrupción.

–Tomaremos un taxi, no queremos desviarte– respondió tajante.

–Sabría que dirías eso– León había aprendido a conocerla bien. –Y creeme, lo que más me encanta es que me desvién, adoro pasar tiempo al volante. Entonces, ¿nos vamos? Te ayudo con la compra–

La castaña estaba tan distraída sumida en sus propios pensamientos que le permitió tomar la bolsa.

Deseaba seguir negandose, pero la lluvia no tenía aspecto de que fuese a detenerse pronto. Por otro lado la idea de caminar entre el agua y causar así que su hija se enfermara estaba meramente descartada. ¡Ni hablar!

¿Pero aceptar su ofrecimiento?

–Podemos esperar a que la lluvia pare. De verdad, no quiero ser molestia–

–Ariana, creo que después de lo que vivimos ya sabes dónde, las formalidades entre nosotros están de más. Deja de ser tan orgullosa y evita así que Gianna pase hambre y frío aquí. Podrían pasar horas antes de que deje de llover–

Aquella mención bastó para que ella terminara cediendo. Por su hija era capaz de todo.

Accedió y León se sintió muy contento internamente. Sonrió porque le gustaba mucho pasar tiempo con Ariana, y por alguna razón ahora también con la niña. Era adorable, ¿cómo no iba a gustarle estar cerca de ella? Sentía como si le diera vida.

Les pidió que lo esperaran ahí mientras acercaba el coche, pues no quería que se mojaran ni siquiera un poco. Tomó el paraguas que normalmente llevaba en la guantera, y lo utilizó para cubrirlas hasta que ellas entraron.

Una vez que estuvieron dentro encendió el motor. Por el retrovisor le sonrió a la pequeña quien le devolvió la sonrisa timidamente.

No tardaron mucho en llegar, e ironicamente justo cuando lo hicieron la lluvia se detuvo.

Ariana pensó en que de haber esperado unos cuantos minutos más ella y su hija habrían podido volver sin la ayuda de Chicano. Exhaló.

–Gracias– le dijo.

–No fue nada– León se hundió de hombros. –Me quedo tranquilo de asegurarme que están en casa sanas y salvas–

–Esta es una zona segura. No hay razón para creer que no llegaríamos con bien–

–Uno nunca sabe– respondió él.

La castaña miró a Gianna y sintió un nudo en la garganta.

Para su fortuna observó que la señora Doris bajaba las escaleras y se quedaba en el pórtico recogiendo el correo. No las había visto todavía.

–Gigi... Ve con la señora Doris, ¿quieres, cariño? Dile que iré en un momento–

Gianna asintió.

–Espera, espera– le pidió León. –Fue un gusto conocerte, pequeña–

La respuesta fue otra maravillosa y tierna sonrisa infantil. Fue más que suficiente para él.

Enseguida la niña salió del vehículo no sin antes agitar su manita para despedirse de su nuevo amigo.

–Es una niña divina. Debes estar orgullosa de ella–

–Lo estoy– asintió Ariana en completa seriedad.

–¿Cuántos años tiene?–

–Hace poco cumplió seis–

Él se quedó en silencio, seguramente preguntándose a qué edad la había dado a luz.

Pero lo siguiente que dijo no fue nada parecido.

–Supongo que le pediste que fuera con tu vecina porque me dirás algo que no quieres que ella escuche–

–Supones bien– asintió ella con seriedad. –No quiero que divulges en el Moonlight que... que tengo una hija. Nadie lo sabe, solamente Maddie, Brenda lo saben, bueno también Nicki y Ice, pero solo ellos–

–No soy ningún bocazas, y creo que ya deberías de saberlo. Lo que no entiendo es por qué quieres ocultar la existencia de Gianna–

–No la estoy ocultando, la estoy protegiendo– replicó Ariana molesta de que él lo creyera así. –Como comprenderás mi hija no sabe que me dedico a... entretener hombres y tampoco quiero que lo sepa nunca. La quiero lejos de todo lo que implique ese mundo–

León comprendió sus razones y no la cuestionó más. Aún así seguía muy intrigado.

La idea de que aquella mujer a la que tanto estaba deseando era madre de una enternecedora pequeñita como lo era Gianna, le daba otra dimensión a las cosas. Todavía seguía bastante sorprendido.

–¿Por qué no me lo dijiste antes?– la cuestionó.

Ella no comprendió.

–¿Qué cosa?–

–Que tienes una hija–

–Porque... porque eso no es de tu incumbencia–

Frunciendo el ceño, León exhaló.

–Estuvimos a punto de morir juntos, vivimos la peor pesadilla juntos, ¿y me dices que no es de mi incumbencia? ¡Joder!– los dos se quedaron en silencio. La tensión fue en aumento y cargó el ambiente. De nueva cuenta fue él quien habló. –¿Qué edad tienes tú?– hacia mucho tiempo que se había hecho esa pregunta pero en esos instantes necesitaba saberlo, necesitaba saber la edad de Ariana a pesar de que no se había atrevido a preguntarle.

–Veintitres–

Los ojos verdes de León relampaguearon con un sentimientos que no pudo decifrar. Algo en su pecho dolió porque no había imaginado que fuese a ser tan joven. Tan malditamente joven...

–¡Maldita sea!– el enojó lo embargó. –¿A qué edad la tuviste? ¿A los doce?– solo de pensarlo se le revolvía el estómago.

–A los dieciséis– la voz de la castaña pendió de un hilo.

León pudo imaginarlo... Pudo imaginar a la inocente niña cargando con aquella pobre criatura.

Una furia desconocida lo embargó. Apretó el volante con sus dos manos.

–¿Dónde está el padre?– la pregunta sonó más brusca de lo que pretendía pero no pudo evitarlo. –¿Estás casada con él?–

La expresión en el rostro femenino se lo dijo todo. No hizo falta que contestara.

Otra presión en su pecho lo sofocó.

–Gianna no tiene papá– contestó tajante. –Y no, no estoy casada. Jamás lo estuve y jamás lo estaré, ¿me oyes? Lo único que me importa es ella, mi hija es todo lo que tengo, y si trabajo en ese maldito lugar es solamente porque deseo darle lo mejor, darle una vida diferente a la que yo tuve. Ese es mi único objetivo en este mundo, hacer de ella una mujer de bien, pero sobre todo hacerla feliz, que sepa que su madre daría la vida misma si fuera necesario–

A León se le calentó el corazón solo de escucharla. El verla hablar de aquel modo le cortaba el aliento. Ariana amaba muchísimo a su hijita. Mucho más que eso, estaba completamente dispuesta a hacer cualquier sacrificio por ella.

Y en esos momentos, mientras la observaba, su aspecto tan frágil, tan delicado e indefenso que le costaba relacionar a la sensual y frivola mujer del escenario con aquella jovencita temblorosa pero determinada a proteger a su pequeña.

Se sintió mareado.

•••••

Camila no podía creerse todavía lo bien que la pasaba cuando estaba junto a Shawn.

Literalmente hacía solo unas cuantas semanas que lo había conocido pero sentía que era parte de su vida desde siempre.

Hasta cierto punto así había sido. Habían pasado su infancia juntos, habían sido los mejores amigos del mundo, pero eso él no podía saberlo. Porque si se enteraba... si se enteraba Shawn seguramente dejaría de hablarle, se enfadaría y no volvería a buscarla nunca más.

Oh, pero eso no sucedería, su principe encantador no se enteraría nunca.

Sonrió cuando lo vio acercarse con un helado de vainilla en cada mano.

Era tan guapo...

–Toma– le dijo cuando le entregó el suyo. –Le pedí al chico que me atendió que pusiera una cereza en tu helado para que fuera así uno muy especial, solo porque tú eres especial–

Además de guapo era increíblemente lindo.

–Muchas gracias–

–¿Me das las gracias a mí?– negó prontamente. –Gracias a ti, Mariana, gracias a ti por estar aquí conmigo. Eres la mejor compañía que podria tener. Haces mis días más felices–

A Camila le palpitó el corazón. Se sentía como en un cuento de hadas.

Ella sentía lo mismo. Agradecía el tiempo que pasaba a su lado, contaba las horas para volver a verlo cada vez que debían despedirse, la hacía feliz cuando estaban juntos.

¡Cielo santo! Sentía que cada vez estaba más enamorada.

–Qué bonita eres... ¡Caramba! No puedo esperar más– devoró el helado en unos cuantos helados y lo tragó con prisa. –Mariana...– la tomó de las manos. –¿Quieres ser mi novia?–

¡Aaaaah! Eso no estaba pasando... ¡No estaba pasando!

¡Sí!

¡Estaba pasando!

Camila estuvo muy cerca de sufrir un colapso.

¿Qué iba a responderle?

Sonrió encantada. Quizás no hacía falta que le diera una respuesta. Lo tomó de las mejillas y después le plantó un beso en los labios.

•••••

Aquella noche en el Moonlight las cosas marcharon de manera diferente para León. Todo había cambiado para él y nunca nada sería igual.

Jamás volvería a ver a Ariana de la misma manera. Jamás.

Todo transcurría como cualquier otra noche normal. La música sensual sonaba de fondo, los hombres babeantes y excitados observando a la stripper estrella, unos en completo silencio, otros más emocionados que gritaban obscenidades hasta quedarse sin voz, Cat en el centro del escenario moviendo su pequeño pero voluptuoso cuerpo, sus delicadas manos recorriendo los redondeados pechos atrapados en el encaje rojo, descendiendo un segundo después por su cintura y más allá, enloqueciendo a todos a su alrededor, hechizandolos y cargando el ambiente con ardor y erotismo.

Ariana era preciosa. Las luces de las marquesinas le iluminaban el rostro acentuandole los pómulos, la boca, sus brillantes ojos.

Ahí, de pie en su lugar habitual, León sintió por un momento que estaba en el paraíso, sólo podía pensar en besarla, en hacerle un montón de cosas y que ella se las hiciera también. Sus manos se estremecían por las ganas que tenía de tocarla, de acariciar sus exquisitas curvas. Deseaba comersela a besos, devorarla, disfrutar de su belleza y bebersela entera, perderse en todos sus encantos.

Pero tampoco podía olvidarse de lo sucedido esa mañana, en lo que había descubierto.

¿Quién iba a decirle que todo eso estaba debajo de aquella espléndida fachada de conejita Playboy?

No lo habría imaginado nunca.

Su aspecto era el de una mujer sexy, más atractiva de lo que pudiese ser cualquier otra chica normal, con esos ojos marrones tan maravillosos, ese remolino agitado de cabello color castaño de mucho mejor aspecto que el de las modelos en los anuncios de acondicionadores y champús, sus labios carnosos haciendo contraste en el delicado rostro, las formas deliciosas y más femeninas que nada en ese mundo. Una mujer que parecía no pertenecer a la extensa gama de los simples mortales. Una mujer que era mamá de una hermosisima niña, la cual debía ser protegida a toda costa...

No podía dejar de pensar en las diferencias que existían entre la Ariana del Moonlight y la Ariana real, la mujer y madre que vivía el día a día, que sufría, que sentía, la que estaba totalmente resuelta a sacar a su pequeña adelante. La que había tenido dieciséis alguna vez.

¡Mierda!

Y ahí, todavía de pie, mientras seguía mirandola y deseandola, León sintió que el respeto que sentía por ella incrementaba aún más.

Pensó en lo joven que era, y que por más que luchara por hacerlo nunca terminaría de encajar ahí, aunque ciertamente formaba parte de ese universo.

La diferencia estaba en que de haber tenido otra opción, seguramente no lo habría elegido.

La realidad era que una chica de su edad debía estar estudiando alguna carrera universitaria, debía estar disfrutando su juventud, debía estar ansiosa por comerse el mundo. Una chica como ella no debía estar ahí en el Moonlight.

•••••

León esperó ansioso a que Nicki y Ice le permitieran marcharse pronto. Se suponía que debía quedarse una hora más pero necesitaba estar libre para poder ir en busca de Ariana y conseguir así llevarla hasta su casa. Afortunadamente Big Show no había tenido objeción y había aceptado cubrirlo.

Un tanto exaltado, recorrió el largo pasillo que lo llevaría hasta el camerino para encontrar a la castaña pero su preocupaciún aumentó cuando una de sus compañeras strippers le dijo que la castaña se había marchado hacía ya unos cuantos minutos.

Se sintió frustrado y desilucionado también, pero entonces tuvo la esperanza de encontrarla tal vez en el estacionamiento trasero, justo donde solía esperar a que su taxi de confianza apareciera.

Caminó con prisa y justo a medio camino escuchó un femenino grito que le destrozó los sentidos.

–Ariana...–

De inmediato salió corriendo hacia la salida, abrió la puerta empujandola violentamente, su corazón latiendo a mil por segundo, la sangre hirviendo en su interior con terror.

Lo desconcertó bastante encontrar la escena que encontró.

Ariana estaba junto a un borracho al que intentaba consolar.

–¡Es... que... yo la amo... la a...amooooo!– sollozaba el extraño mientras se abrazaba de las piernas de ella impidiendole el que pudiese moverse. –¡La am...ooooo!–

León se acercó decidido a quitarselo de encima y darle su merecido, sin embargo con un gesto, ella le pidió que no lo hiciera.

–Tranquilo, tranquilo todo va a estar bien– le dijo ella al embriagado sujeto en tono muy suave, casi como si estuviese tratando con un niño.

–Scarlet es... es el amor de... de mi vid...a–

Ariana exhaló.

–Pues si tanto amas a Scarlet deberías ir a casa con ella. No vuelvas más por aquí–

Para su sorpresa como la de León, el hombre se puso en pie liberandola y comenzó a limpiar sus lágrimas.

–Sí, sí... e...eso haré– sonrió incluso. Se tambaleó un poco por lo bebido que estaba pero consiguió mantenerse en pie. –Voy...a bus...carla... le pe...diré que se cassssss...e conmi...go–

–Eso es, ve y buscala. Seguro te está esperando–

Más entusiasmado que borracho, el hombre comenzó a alejarse hasta que desapareció por entre los autos.

León entonces se le acercó.

–¿Qué demonios fue eso?– cuestionó.

Ariana se hundió de hombros.

–No tengo idea– contestó. –Pero como viste, el tipo es inofensivo–

Quizás este lo había sido, pero no todos eran del mismo modo. Negó de inmediato.

–Tienes que dejar este trabajo ya mismo. Es muy peligroso para ti–

–¡¿Qué?!– la castaña no se pudo creer que realmente estuviese diciendole aquello. Desde luego se indignó. –¡Estás loco!– lo acusó enfadada.

–No, no lo estoy. Estoy preocupado por ti, por tu seguridad. ¿Qué acaso no piensas en tu hija?

¡Ah, maldición, él no había dicho eso! ¡No lo había hecho!

Una furia rebosante azotó en el interior de Ariana.

¿Quién se creía que era para acusarla de algo así?

Lo miró furiosa.

–Es exactamente en mi hija en quien pienso a cada instante. Sólo por ella estoy aquí, ya te lo dije. Gianna es lo más importante para mí. El sacrificio que supone trabajar en un lugar como este es unicamente porque mi deseo es darle el mejor presente y futuro posibles–

–Tiene que haber otra opción...– insistió León.

Ariana negó sin darle oportunidad de seguir hablando.

–¿Crees que no busqué otras opciones antes de llegar hasta aquí? Lo creas o no siempre me he preguntado cómo hubiese sido mi vida si hubiera tenido más opciones–

El dolor en su voz le dolió a León dejándolo angustiado como nada. Fue una nueva tortura para él. Ninguna mujer, ninguna, y especialmente ella debía verse en una situación como esa. Lo lamentaba profundamente.

Soltó el aliento.

–Déjame llevarte a tu casa– le suplicó.

Pero Ariana negó sin mencionar una sola palabra.

El taxi apareció justo en ese momento llamando la atención de ambos.

Aún en silencio, ella se dirigió hasta el vehículo y lo abordó sin mirar atrás, consciente de que Chicano, todavía la observaba, pero resistiendose rotundamente a dedicarle una mirada más.

León la observó mientras el nudo en su pecho se hacía más y más denso.

Las cosas habían cambiado bastante en... ¿Los últimos días?

Ansiaba tener con aquella preciosa bailarina toda la intimidad posible que podía haber entre un hombre y una mujer, y lo ansiaba con todo su ser, pero su instinto le decía que quería mucho más que acostarse con ella. Quería más que una sola noche, más que tenerla entre sus brazos una sola vez. Deseaba mucho más.

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Capítulo publicado desde Luanda, Angola. Saludos y espero que me dejen muuuchos comentarios. Les quiero siempre.

La historia se pondrá... 🔥🔥🔥

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