¿Tienes un mejor plan?

Capítulo 24.

¿Tienes un mejor plan?

Desde que abandonaron la estación de servicio hubo poca interacción entre ellos, Dafne estuvo más atenta al camino, Duncan se aplastó en su lugar y pareció distraerse mirando por su ventana y el pequeño espejo exterior, y Julián fue el único que hizo algunos comentarios para luego echar la cabeza hacia atrás y cerrar los ojos, eso sí, jamás soltó la mano de Mauricio, la cual sostenía entre ambos cuerpos. El humano entonces pensó que Duncan sí era un tonto paranoico e hizo bien en no alertar ni preocupar a todos, así que decidió hacer lo mismo que el castaño: mirar la vegetación por la ventana. Faltaban algunos kilómetros para llegar a una bifurcación, donde un camino les llevaría en aproximadamente una hora a Rilltown, cuando de manera brusca Duncan se enderezó en su asiento.

—Tranquilo, cariño, tomaremos otro camino— exclamó Dafne.

—¿Lo has notado también?— preguntó el castaño.

—Han cambiado de auto, pero puedo asegurar que es el mismo conductor del deportivo anterior— declaró, refiriéndose al vehículo que los siguió antes de que hicieran su última parada.

Julián apretó la mano del humano y este enseguida le dirigió una mirada interrogante.

—Mantén la calma, ¿de acuerdo?— musitó el joven alfa.

Mauricio supo que Julián no quiso decirle lo que sucedía, pero no había que ser muy inteligente para deducirlo, además de la información que había recibido de Duncan.

—¿Quiénes son?

—No lo sé, pero estarás a salvo, lo prometo.

Mauricio deseó que las palabras hubieran sido: estaremos a salvo; porque no le agradaba mucho la idea de que los demás, en especial Julián, se pusieran en peligro por defenderlo a él.

—¿Tomaremos una ruta alternativa?— Julián desvió su atención hacia el frente al lanzar la pregunta.

—En el cruce tomaré el camino opuesto a Rilltown, unos kilómetros más delante debe haber un retorno, otra opción es pasar la noche en el siguiente poblado— explicó la conductora, —eso deberá bastar, porque de lo contrario deberemos llamar a tu padre.

—Espero que eso no sea necesario— Julián exhaló y, justo en ese momento, el auto descapotable que venía a unos metros detrás de ellos aceleró sin previo aviso y pasó de ellos, segundos después el vehículo sólo fue un punto lejano en la carretera, dejándolos solos en el atardecer.

—Tal vez era sólo nuestra imaginación— habló Duncan.

—No lo creo— respondió Dafne; entonces atrás de ellos, de la maleza, emergió una furgoneta todo terreno y les dio alcance casi de manera inmediata, golpeándolos en la parte trasera del auto y sacándolos del camino.

Aún con el cinturón de seguridad puesto, Mauricio se sacudió con violencia cuando la furgoneta gris les envistió, segundos después se vio envuelto en los brazos de Julián, el pelinegro había arrancado, literalmente, su propio cinturón de seguridad para llegar hasta él.

—Oh, demonios— se escuchó el balbuceo de Duncan cuando todo dejó de dar vueltas alrededor, —creo que voy a vomitar.

Por fortuna el auto no se volcó, pero el golpe había hecho que giraran, como las manecillas de un reloj, frenando debido a un enorme árbol.

El castaño empujó con fuerza su puerta para poder salir y a varios metros devolvió las galletas saladas que había ingerido antes.

Dafne intentó hacer lo mismo, pero su puerta estaba atascaba puesto que el árbol estaba de ese lado, el impacto había sido bastante fuerte y los cristales, tanto de la puerta del conductor como la del pasajero, habían explotado haciéndose añicos.

Para Mauricio pareció irreal, reaccionó cuando sintió las manos de Julián paseándose por su rostro.

—¿Estás herido? ¿Te duele algo?

El humano parpadeó ante la avalancha de preguntas del pelinegro.

—¿Eh? Yy-yo...—no, no había daño, tal vez un poco mareado, nada más; pero miró con atención a su alrededor, vio su ventana rota y notó que uno de los pequeños pedazos de vidrio se había hecho un corte en la ceja derecha de Julián.

—¡Estás sangrando!— exclamó Mauricio, elevando las manos y con cuidado le tocó el pómulo, por donde bajaba el fino río rojo.

El sonido del motor ahogado y el sonido del switch del auto se escuchó, antes de la demanda de Dafne, —será mejor salir de aquí inmediatamente—, y luego se arrastró por su asiento hasta el lugar que había ocupado Duncan y salir por allí, intentar abrir su propia puerta había sido inútil, al igual que echar a andar el vehículo.

Julián asintió y de un solo movimiento arrancó el cinturón que aún mantenía apresado a Mauricio y le preguntó; —¿puedes moverte?

—Por supuesto que sí, pero tú...

—Olvida eso, no es nada— le interrumpió y tiró con suavidad de él para salir también.

Duncan maldijo mentalmente cuando terminó de vomitar, odiaba eso; había aprendido que era una forma en la cual su cuerpo manifestaba su estrés. ¿Por qué no podía ser normal y sólo morderse las uñas? Palmeó su rostro para espabilarse antes de regresar al auto. Encontró a su madre abriendo el capó y a Julián sacudiéndose los pedazos de vidrio de su cabello con la cuidadosa ayuda de Mauricio, el auto había impactado con el tronco del árbol del lado de su madre y del humano, ese último parecía intacto y eso no le sorprendía, seguramente Julián le había protegido. Tomó la botella de agua y se enjuagó la boca antes de ir a donde su madre e intentar ayudar a echar a andar el auto.

—¿Estás bien, cariño?— le preguntó ella, lanzándole una mirada rápida pero sin dejar de hurgar en el motor.

—Podría estar mejor— también se inclinó sobre el motor y entonces un fuerte aullido hizo incluso eco, seguido de varios más.

Mauricio y Julián, que parecían estar enfrascados en un debate sobre la condición de la ceja del pelinegro, permanecieron quietos y en silencio.

—No podemos quedarnos aquí por mucho tiempo— dijo Dafne, regresando al auto para revisar la guantera, allí guardaba las armas y el móvil, —pero primero llamaremos a tu padre— miró a Julián sabiendo que la idea no iba a agradarle, pero no había opción.

—Esto es genial— balbuceó ella cuando notó la inexistencia de señal telefónica en el área. Duncan lo intentó con el suyo, incluso Mauricio, pero ningún dispositivo tenía recepción adecuada.

Antes de salir de casa, Mauricio le había dejado un mensaje de voz a su amiga, era lo más cercano a una familia que tenía y probablemente ella le diría que estaba loco por faltar al trabajo e irse de viaje improvisado siguiendo a Julián; para evitarse el discurso había decidido dejar el mensaje. Ahora ni siquiera le podía dejar otro.

Los aullidos volvieron a escucharse, esta vez al parecer más cercanos, así que Dafne dijo que lo mejor sería moverse e ir a pie.

—Son sólo algunos kilómetros— argumentó la mayor del grupo.

—Pero pronto anochecerá— dijo Julián.

—¿Tienes alguna idea mejor? Sólo seremos tres contra quien sabe cuántos.

—¿Qué es lo que buscan, son enemigos?— se atrevió a preguntar Mauricio, tal vez no sería bienvenido a la charla, pero tampoco iba a quedarse callado.

La mirada de Dafne se posó en Mauricio, luego en Julián y luego de regreso al humano; —me temo que vienen tras Julián.

—Ma', no es gracioso— reclamó Duncan.

—Hace unos meses el alfa recibió una advertencia, alguien no desea la unión de las manadas por medio del matrimonio de Julián y Gina; pero sólo fue una carta anónima, se pensó que fueron sólo palabras al aire, incluso Adolfo pensó que Julián había hecho la nota— ella hablaba mientras se aseguraba de haber cargado las armas antes de entregarle una a su hijo.

—¿Qué? ¿En verdad cree que yo sería capaz?— el pelinegro se sintió ofendido.

—No, pero tu negativa ante el matrimonio era conocido, la idea sólo surgió— le entregó el cuchillo al joven alfa; —ahora andando.

Mauricio aseguró su mochila al hombro antes de asentir, no sabía exactamente lo que ocurría, pero debían moverse, los aullidos habían sonado bastante escalofriantes.

—¿Saldremos a la carretera o seguiremos por aquí?— preguntó Duncan al apartar una rama baja. Para entonces solo la luna les proveía de poca luz.

—Será arriesgado si caminamos al descubierto, no sabemos cómo ni cuántos son los que nos siguen, hacer autostop sería peligroso. Nos mantendremos cercanos a la carretera, pero sin...— ella detuvo su discurso y sus pasos, iba al frente del grupo y Duncan al final, así que fue la primera en divisar al gran lobo gris.

Mauricio se tensó en cuanto lo vio, sus dientes parecían un enorme serrucho, la saliva escurría por su hocico y sus ojos brillaban. Apenas fue consciente de que Dafne caminó lentamente en medio círculo, llamando la atención del animal, entonces Julián tiró de él para colocarlo tras su cuerpo. El humano retrocedió unos pasos más y la mochila que llevaba en la espalda chocó contra el pecho de Duncan.

—Ven aquí— Duncan le tomó de la muñeca y prácticamente lo arrastró a la densidad del bosque, tras un matorral.

—¿Qué haces?

—¿No te dije que te escondieras a la primera oportunidad?— le regañó.

—Pero Julián, él y...

—Guarda silencio— le hizo callar por unos segundos, demasiados para el humano.

Gruñidos y ramas rotas se escucharon, después un par de disparos ahogados, las armas tenían silenciador, pero aun así en la casi tranquilidad del bosque pudo percibirse, luego el lloriqueo del canino, y finalmente otro disparo.

Duncan elevó el rostro y olfateó el aire, —es mucha sangre— murmuró.

Mauricio se tensó, tragando fuerte y pesado.

—Pero no es de Julián ni de mamá; trata de mantener la calma, si entras en pánico podrán olerte.

El rubio asintió con lentitud, obligándose a respirar de manera pausada, cuando las hojas secas crujieron delatando unos pasos acelerados. Duncan se alejó de él de inmediato y su lugar fue ocupado por Julián.

Mauricio exhaló cuando el joven alfa le capturó con fuerza entre sus brazos.

—Dun, te debo una— exclamó Julián.

—Viejo, si hiciera una lista de lo que me debes te llevaría media vida pagarme. ¿Y dónde está mamá?

—Temo que mi teoría es cierta— Dafne llegó al instante, —ellos buscan a Julián, el lobo sólo quería atacarlo.

Ante las palabras de la mujer, Mauricio se separó del nombrado y lo miró mejor: el corte en su ceja ya no lucía tan mal, pero su ropa, a la altura del hombro derecho, estaba hecha jirones y tenía rastros de sangre, al igual que la parte baja de sus jeans. El humano tomó a su pareja del antebrazo y tiró de él para hacerlo girar.

—¿Pero qué te han hecho?— exclamó al mirar el rasguño que tenía en su omóplato, ¿de qué manera había luchado contra aquél animal para tener semejantes heridas en tan sólo segundos?

—Pierde cuidado, sanarán pronto, te lo he dicho— y lo así fue, mientras Duncan devolvía el contenido de su estómago, Mauricio intentaba curar el corte de su ceja y Julián le revelaba la ventaja en esos momentos de ser un lobo.

En realidad, esa explicación no dejó y jamás dejaría tranquilo al humano, ver los cortes en la espalda del pelinegro le preocupaba en demasía.

—¿Entonces, qué haremos?— preguntó Duncan a su madre, centrando su atención en ella, desviándola del otro par.

—No nos detendremos, debemos llegar a Rilltown lo antes posible, pero...—miró a Mauricio, —no será sencillo.

El castaño captó la idea, el humano no era tan rápido ni resistente como ellos, probablemente la caminata le cansaría pronto.

—Idearemos un plan— trató de sonar optimista, antes de que Julián se preocupara por ello.

—Lo sé, y tengo uno— dijo la mujer, —nos separaremos; están buscando a Julián, así que él y yo tomaremos un camino alternativo—, miró a su hijo a los ojos, —tú y Mauricio irán juntos, tal vez más lento, pero será lo mejor.

—¿Qué?

—¡De ninguna manera!

—Debe haber otra opción.

Como ella bien esperaba, la respuesta por parte de los tres fue inmediata: Duncan pareció sorprendido, Mauricio negó de inmediato y Julián enseguida quiso buscar una alternativa.

—Julián, ellos te buscan— continuó ella, —así que iré contigo para cuidar tu espalda, aun tomando otro camino nos apresuraremos y llegaremos pronto. En el caso de Mauricio es más probable que su olor sea desconocido para ellos, así que puede que sea más seguro estar lejos de ti por ahora, Duncan le guiará a Rilltown— miró al humano, —o de regreso a su casa, cómo él lo desee.

Mauricio apretó los puños a los costados de su cuerpo, otra vez le estaban dando la alternativa, podía desistir del viaje si así lo deseaba. Observó a Julián, pero en vez de mantenerle la mirada, el joven alfa la clavó en el suelo; el humano supo entonces que su pareja no quería interferir en su decisión, pero estaba nervioso y algo ansioso, no sabía cómo, pero lo percibía, Julián tenía temor de recibir una negativa por parte de Mauricio.

—Continuaré con el viaje a Rilltown— dijo por fin, —aunque la idea de ir separados no me gusta.

—¿Tienes un mejor plan?— preguntó ella, —créeme,a mí tampoco me agrada tener que hacerlo, pero tenemos más probabilidades deestar a salvo si nos dividimos. 

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NOTAS DEL AUTOR.

Lamento la demora. No prometo el próximo capítulo para el lunes, no sé como esté de tiempo/deberes esta semana; eso sí, no estará en hiatus. Gracias por leer ^^!

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