Té con miel.
Capítulo 19.
Té con miel.
Duncan se inclinó abruptamente hacia el frente y se sostuvo con la diestra en la pared externa de la casa, luego una arcada salió de su boca justo antes de que evacuara con violencia el poco contenido de su estómago sobre la hierba seca. El olor ácido y el mal sabor de boca lo golpearon; después, sus ojos se humedecieron. Por poco y no logra llegar al patio.
Se frotó el abdomen con parsimonia y se alejó de allí rodeando la construcción, yendo hasta el frente y sentándose bajo el árbol cerca de la entrada de la propiedad.
Hasta hacía unos minutos atrás, tenía el conocimiento de que su padre había muerto de manera gloriosa y heroica en una sangrienta batalla por defender a la manada; no debatiéndose entre el amor de pareja y el amor paternal.
Su madre le había dicho que no era el responsable de ello, pero no podía evitar sentir que era así.
Además, otra vez quedaba en el medio, Julián le había dicho que nada le agradaría más que él y Mauricio se llevaran bien; su padre había deseado lo mismo para él y Fernando.
Ahora que lo pensaba, lo menos que quería era que en algún momento Julián estuviera en alguna situación como la de su padre, él no tendría por qué escoger; se odiaría así mismo si fuera el responsable. ¿Por qué esto le tenía que pasar?
Unos pasos sobre las hojas le alertaron, pero supo quién era.
—¿Estás bien? ¿Cuántos dedos ves?
Julián agitó con entusiasmo cuatro dedos ante su rostro.
Duncan sonrió con desgana ante el intento de su amigo por ser gracioso; —esos chistes no te van— contestó.
—Lo imagino, el payasito siempre has sido tú— se sentó a su lado.
—Gracias.
—No fue un cumplido.
Mirando al frente, Duncan cambió de tema; —¿cómo está mamá?
—Un poco asustada, cree que estás enojado con ella por no haberte contado las cosas antes.
—Hasta hace unas semanas creía que eso de la pareja destinada era un mito, si me lo hubiera dicho cuando era un cachorro muy probablemente no la habría creído.
—Sigues siendo un cachorro, y uno muy inmaduro.
Duncan no le rebatió, sólo suspiró y dijo, —por lo visto esta cosa del amor es complicada; no es como tener un crush y dejarlo pasar.
—Ya lo verás cuando te suceda.
El castaño viró para hablarle de frente, se inclinó hacia él y con más ánimo dijo, —Esperemos que nunca pase. ¡No quiero estar jodido como tú!
—Por un demonio, hombre— Julián tapó su nariz y su boca, —tu aliento huele a rayos.
Dafne sirvió un poco de té y esperó impacientemente en la cocina. Sabía que no había otra persona mejor que Julián para acercarse a su hijo. Ellos dos tenían una amistad muy especial, bastante especial. Y sobre eso, Dafne había descubierto un pequeño secreto de su hijo años atrás, pero nunca lo dejó expuesto; respetaba la privacidad de Duncan y aunque pensaba que, dadas las circunstancias, pronto debían hablar sobre ello.
Escuchó la puerta del frente ser abierta, Julián le dio una mirada positiva y entonces estuvo más tranquila. Duncan entró de prisa dirigiéndose al único baño de la propiedad y se encerró allí.
—Sólo necesita asimilarlo— dijo el pelinegro, aceptando la bebida que ella le ofreció; —si fue una noticia impactante para mí, imagínate cómo lo fue para él.
Ella asintió; no podía negar aquello.
La puerta del baño se abrió y Duncan se acercó a ellos.
—Tiene un poco miel— Dafne le había preparado su bebida preferida: té verde con miel.
El castaño lo aceptó y dio un pequeño sorbo, antes de sentarse en el taburete alto.
Como nadie más hablaba, Dafne se aventuró a abrir la boca; —Hijo, lamento haberlo ocultado.
—Está bien— respondió Duncan, mirando el vaso plástico y acunándolo entre sus manos, luego exhaló y levantó el rostro para decirle a su madre, —no estoy enojado ni te recrimino nada, te quiero mucho; es sólo que fue algo sorprendente.
—Gracias, bebé— le sonrió y alargó la mano para acariciarle la mejilla, —yo también te quiero.
Entonces su animado semblante regresó; —pero ma', debes admitir que fue una noticia inesperada, tan impactante y surreal como si me dijeras que no soy tu verdadero hijo.
—No exageres— ella también lo tomó con un poco humor.
Julián estaba feliz con ello, su amigo tenía una personalidad única que estaba seguro jamás le permitiría hundirse en una depresión; de repente se sintió un poco mareado, intentó apoyarse en la barra, pero con su mano golpeó el vaso plástico y el té cayó.
—Ey— Duncan había saltado de su taburete para sostenerlo, —¿qué sucede contigo estos días? Tu lobo está fuera de forma, te desmayas y ahora esto.
—Estoy bien— dijo cuando sintió las manos de Dafne pasearse por su rostro, midiendo su temperatura.
—No tienes fiebre— dijo ella, luego se acercó y lo olfateó un poco.
—¿Ma', qué haces?
El gesto de Dafne se ensombreció antes de pedirle a su hijo, —ayúdeme a llevarlo a la cama.
Julián iba a rebatir, pero notó que le faltaban fuerzas para zafarse de Duncan.
Cuando estuvo en el colchón, la mujer le atacó con preguntas.
—Ahora, háblame de tu pareja. ¿Cómo es, a qué se dedica?
—¿Eh?
Al pelinegro le sorprendió el repentino interés. Ella insistió. —¿Es mucho mayor que tú?
—No, sólo es dos años más grande y aún estudia, medicina veterinaria; vive sólo en la ciudad.
—¿Han estado juntos?
—¿Cómo dices?— exclamó Julián.
—¿Han tenido relaciones?
—¡Mamá, no seas entrometida!— Duncan salió a la defensa de su amigo.
—Hijo, esto es importante.
—Yy-yo... él y yo...— tartamudeó el pelinegro, de repente comenzó a sentirse un poco mareado de nuevo.
—Julián, nadie va a juzgarte, sólo di. ¿Lo mordiste, hubo coito; sí o no?
—No, y no— sus mejillas se tiñeron, si hace unos minutos no tenía fiebre probablemente ahora sí.
—Entonces es eso— la mujer se sentó a su lado, —has estado un tiempo considerable junto a tu pareja, pero como no se ha completado la unión tu cuerpo está algo débil, necesita de él y él de ti. Pero no te preocupes, con el tiempo el lazo se romperá y volverás a la normalidad.
—Vaya, eso explica por qué el gran lobo alfa mordió el polvo— Duncan se frotó el mentón pensativo.
—Pero yo no quiero romper el lazo— dijo Julián.
—Estén unidos o no, cuando por alguna razón se apartan, ya sea por la muerte o decisión de alguno de los dos, la separación prolongada les afecta de manera anímica y a veces física; nada que con el tiempo no puedan superar si así lo desean. En el caso de Fernando no puedo sobrellevarlo— explicó ella.
—¿Les afecta?— Duncan parpadeó tupidamente, —¿quieres decir que a ambos?
—Así es.
Duncan miró a su amigo alarmado, —¿Julián, cuando fue la última vez que hablaste con él?
—Hace un par de días que...— captó la idea de su amigo; si Julián, un gran lobo alfa se estaba sintiendo mal, un humano probablemente estaba igual, sino es que peor. La última vez Mauricio no había contestado el teléfono y pensó que se debía a que estaba trabajando o estudiando a manera de preparación para el siguiente periodo escolar; ahora ya no estaba tan seguro.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top