Sé libre.
Capítulo 16.
Sé libre.
—Amigo, esto apesta— exclamó Duncan arrugando la nariz al entrar a la casa, era un lugar sencillo, con una habitación y espacio justo para la cocina y una pequeña sala de estar.
—Lo sé, debí prever algo así— dijo Julián desde el dormitorio. Por mandato de su padre había sido "hospedado" en un lugar a los alrededores de Rilltown, a unos cientos de metros de la casona principal; para llegar a ella debía atravesar prácticamente todo el poblado.
—No, viejo, enserio; no huele muy bien.
—Hay que abrir las ventanas, el lugar ha estado cerrado por varias semanas— Dafne corrió la cortina para dejar que la luz de sol entrase por la ventana más grande. En el pasado Dafne no sólo había cuidado de Duncan, desde cachorros él y Julián se metían en problemas juntos, era inevitable no preocuparse también por él.
Julián tiró del plástico que cubría la cama y luego salió de la habitación para encontrarse con los otros dos; —si piensa que con esto cambiaré de parecer, pierde su tiempo— y era cierto, Julián nunca le temió al trabajo o entrenamiento físico, pero sí le tomó por sorpresa la repentina decisión y orden de Adolfo.
—Al menos no te encerró en el calabozo— agregó Duncan, pasando distraídamente los dedos sobre la barra de la cocina, quitando la fina película de polvo en ella.
—Haberlo convertido en un alfa sólo de título es peor— dijo la mujer, —lo siguiente será desconocerlo como su hijo, y lo último desterrarlo.
—Ma', no lo asustes.
—No lo hago, sólo creo que Julián debe pensar mejor las cosas— Dafne giró para mirar al nombrado a los ojos y decirle; —Tal vez no lo demuestra con éxito, pero el alfa te quiere mucho y desea lo mejor para ti, casarse no es tan malo como parece, con el tiempo le tomarás cariño a Gina; sino terminan enamorándose, ten por seguro que al menos serán buenos amigos.
—Pero yo no quiero eso.
—¿Entonces qué es?
Dafne era amable y le apreciaba bastante, incluso, en algunas ocasiones, había acudido a ella por consejos primero y antes que a su propia madre. Pero era muy pronto para contarle sobre Mauricio.
—No lo entenderías— miró sus pies, no quería que su mirada le delatara.
Pero Dafne era inteligente, y preguntó curiosa —¿Acaso hay alguna señorita que...?
—No digas tonterías, madre— Duncan le interrumpió oportunamente, —después de conocer y estar unas cuantas horas con Julián, ninguna chica en su sano juicio le querría.
Dafne le clavó una mirada afilada a su hijo, y Duncan supo que estaba en problemas: "no digas tonterías, madre", una frase que no quedaría impune.
—Gracias por todo— habló Julián de nuevo, —pero si no es molestia, quisiera dormir un poco.
El viaje desde la ciudad no era muy largo, pero era un excelente pretexto para declararse cansado.
Dafne apretó los labios y asintió con la cabeza, —llama si necesitas algo, ¿de acuerdo?
—Lo haré— le sonrió con desgana y luego miró a su castaño amigo; esa mirada que sólo ellos dos comprendían.
Y así fue, horas más tarde, cuando la luna se levantó en lo alto del cielo, un gran lobo de pelaje café llegó hasta la puerta trasera de la nueva morada de Julián, traía entre los dientes una bolsa de tela.
—Puedo prestarte algo, lo sabes— dijo Julián cuando abrió para dejar que el lobo ingresara, quitándole del hocico su carga.
Los huesos del animal crujieron, creciendo y reacomodándose, los poros de su piel se abrieron para retraer el grueso pelaje. Un par de segundos después Duncan estaba junto a él de pie, desnudo.
—Gracias, pero no quiero tener tu olor; mamá sospecharía que estuve aquí— respondió el castaño al arrebatarle la bolsa a Julián, de ella sacó unos pantalones de chándal, y así, sin colocarse ropa interior, se enfundó en ellos.
—¿Qué no sospecha tu madre?— ironizó y rodó los ojos, luego caminó a la sala de estar. Además de dormir un poco, Julián había quitado los plásticos de los muebles, limpiado un poco y ordenado sus pertenencias; si su padre quería que la pasara mal, estaba muy equivocado.
—¡Hombre, esto es maravilloso!— Duncan corrió por la casa, pasando a su amigo y se echó en el viejo sofá, rebotando en él y sacándole un par de rechinidos, —eres libre; puedes desvelarte, escuchar música al volumen que desees— metió la diestra a la bolsa de tela y sacó una botella, —o beber hasta la inconsciencia; nadie te dirá ni reclamará nada, porque ahora vives sólo.
Julián frunció el ceño y le reprendió. —¿Estás loco? En primer lugar, esto no es libertad, en unos días vendrá Gina y yo debo resolver cómo deshacer ese estúpido pacto de matrimonio. Y en segundo, dices que no quieres oler a mí, pero sí quieres apestar a alcohol; no subestimes a tu madre, tendrás problemas.
—Yo sólo trato de ver el lado positivo de las cosas— con la botella en mano se puso de pie para encaminarse a la cocina, —te han echado de la casa, sé libre.
Las dos últimas palabras parecieron más un canturreo por parte del castaño y Julián lo conocía bastante bien como para saber que esa frase tenía otro significado. ¿Acaso Duncan estaba sugiriendo que escapara?
—¿Vasos de plástico, cubiertos desechables y sopas instantáneas?— exclamó Duncan desde la cocina, con la cabeza prácticamente metida en la alacena, luego lanzó un silbido y agregó, —el alfa sí que está molesto contigo, ¿eh?
—¿Qué quieres decir con eso?— preguntó Julián, caminando en su dirección.
El beta tomó un par de vasos plásticos, los colocó sobre la barra ahora limpia y se dispuso a abrir la botella de licor; —de usar una vajilla antigua y cara, has pasado a baratijas. ¿Qué otra cosa he de querer decir?
—No. Lo otro; lo de ser libre.
Duncan sonrió sospechosamente, sirvió ambos vasos y luego le ofreció uno a su amigo. —¿Qué crees tú que quise decir?— lanzó la pregunta antes de dar el primer trago.
—¡Odio que intentes hacerte el misterioso, habla de una jodida vez!
Duncan supo que Julián ya no estaba de humor para sus bromas y decidió ponerse un poco más serio. —Viejo, no le des tantas vueltas al asunto. ¿Quieres estar con Mauricio? Pues ve con él, anda, huye de aquí. Sabes que tu padre no va a cancelar la boda; la unión de la familia Arrieta y De la Rosa es un hecho.
Porqué eso era, la unión de las familias era "necesario" para el fortalecimiento de ambas manadas.
El pelinegro suspiró, apoyándose en la barra dijo, —no puedo hacerlo, no soy un cobarde. Además, escapar de aquí me haría un errante, sabes que un lobo sin manada no es bien visto; el sólo hecho de estar conmigo pondría a mi pareja en peligro.
Y era cierto, un lobo errante por lo general era un rebelde, alguien que no se ajustó a las leyes y normas de un grupo, alguien incluso considerado como un delincuente.
—¿Has escuchado el dicho: más vale decir aquí corrió que aquí murió?
Julián miró molesto al castaño, otra vez se estaba haciendo el chistosito.
—Huir no quiere decir que seas un cobarde— agregó en su defensa, antes de que Julián volviera a gritarle.
—Eso díselo a mi padre— el joven alfa tomó con fuerza el vaso entre sus dedos.
—Lo haría, pero él sólo escucha a... ¡eso es!
—¿Qué?
—Si le explicas a tu madre y a la mía la situación, hay una pequeña posibilidad de que entre ambas logren que tu padre, por lo menos, no te eche. Ser desconocido como futuro alfa, pero quedarte bajo la protección de la manada, delegado a las tareas como delta o incluso un omega, es mejor a nada; al menos no intervendrán en tu deseo de tomar o no una pareja.
Porque una cosa era sabida por el círculo íntimo, las personas a las que Adolfo escuchaba y tomaba en cuenta antes de tomar una decisión eran: su esposa, Beatriz; y su beta, Dafne.
Julián miró su reflejo en el líquido, el vaso plástico era de un rojo brillante; suspiró y dijo, —no lo haré; no puedo decirles.
—¿Por qué no?
—Mi madre siempre habla de preservar y heredar, quiere nietos; la idea de que mi pareja sea un hombre jamás la aprobará. Su hijo mayor, el macho, no puede estar enamorado de otro macho— explicó antes de dar un gran trago.
—¿Y qué hay de la mía; mamá es open mind?
—Suficiente mal he hecho con arrastrarte conmigo. Si ella llegara a apoyarme mi padre podría sancionarla. Aún tengo algo de tiempo para pensar qué hacer, con suerte puede que tampoco Gina desee esta unión.
Duncan torció los labios, —Nada más para que conste: no me arrastraste, me gusta el peligro.
Julián le miró serio, —Dun, por favor, no te atrevas a decirle a tu madre.
—Me ofendes, hermano.
—Dilo.
—No puedo, mamá tiene sus métodos.
—¡Promételo!
—Está bien, está bien. Prometo no hablar de ello con mamá.
Horas antes, esa misma tarde, Dafne le había preguntado a Duncan sobre la "búsqueda de la pareja destinada" y si habían salido con chicas durante su estancia en la capital. Él había evadido el tema con éxito, pero siendo demasiado evidente; así que sabía que su madre tarde o temprano continuaría con dicho interrogatorio.
Duncan sólo esperaba poder zafarse de nuevo.
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