Que quede entre nosotros.

Capítulo 23.

Que quede entre nosotros.

Faltaban pocos días para el inicio del nuevo ciclo escolar, pero eso a Mauricio lo tuvo sin cuidado cuando resolvió aventurarse con Julián y sus amigos. Ir a Rilltown sin ser esperado, y probablemente no deseado, era un riesgo; pero cuando decidió que Duncan ya no sería quien cuidara de Julián lo había hecho en serio. Si eso de las parejas destinadas era cierto, entonces era su deber estar allí con Julián, no sabía cuál era el ritual de su familia, no sabía dónde estaría en la jerarquía, si es que lo aceptaban; pero eso no importaba, porque aún si todo salía mal y terminaban echando a Julián de su manada, él le ofrecería su hogar y ambos podrían regresar juntos a ese apartamento. Por eso ahora quería ir, quería estar con él.

Terminó de empacar unas cuantas prendas en su mochila y la cerró.

—¿Estás seguro?— volteó al escuchar la pregunta y observó a Julián con los brazos cruzados sobre su pecho, recargado en el marco de la puerta principal; los otros dos se habían quedado en el auto mientras el humano empacaba unos cuantos objetos personales.

—Es la segunda vez que me lo preguntas— colgó la mochila en su hombro y se acercó.

—Lo sé, pero no quiero que...

—Que me arrepienta— Mauricio completó la frase y colocó ambas manos sobre los hombros del pelinegro, —tranquilo, eso no sucederá.

Julián deshizo su pose y suspiró, —lo que menos quiero es...

—Causarme problemas; entiendo, y quiero que tú también comprendas que dejarte ir no me parece una buena idea, no puedo hacerlo.

El joven alfa sonrió y ladeo el rostro antes de alargar el cuello para darle un beso en los labios al humano, —me agrada tu plan, y será mejor que nos demos prisa, sino Duncan vendrá a buscarnos.

Mauricio luchó contra su instinto de rodar los ojos y se obligó a no dejar en evidencia su molestia; empujó con suavidad a Julián fuera del lugar y le dio la espalda para colocar la llave dentro del cerrojo antes de decir: —¿acaso en todo momento Duncan y tú están juntos?

—La mayoría de las veces.

Mauricio no esperaba tanta sinceridad, así que agregó a su interrogatorio, —¿así es y será siempre?

—Él es mi mejor amigo, es casi mi hermano.

—¿Así como Bernardo?— fue la manera más sutil que encontró para preguntar por qué si era como un hermano no mantenía su distancia como lo hacía el verdadero.

Julián meneó la cabeza, tal vez pensando en cómo explicarlo, al final decidió decir las cosas como eran: —además de ser mi amigo, Duncan es un beta y en un futuro, si yo llegara a ocupar el puesto de mi padre, él hará lo mismo con el de su madre; sería mi mano derecha y qué mejor que ser amigos.

—¿Qué quieres decir con que si llegaras a ocupar el puesto de tu padre?

—Últimamente ya no estoy muy seguro de quererlo— frotó su nuca.

¿Qué significaba eso? Mauricio esperaba que su presencia no tuviera que ver en ello, no sería agradable ser la razón por la cual Julián renunciara a lo que por derecho le correspondía. Iba a abrir la boca para indagar sobre ello, pero como la mayoría de las veces le sucedía, o al menos eso pensaba, Duncan apareció en el pasillo.

—Viejo, mamá dice que se den prisa.

.

Mauricio tomó con firmeza la mano de Julián, tenía algo de miedo por lo que el destino le podría deparar, pero no se iba a arrepentir; no después de darse cuenta de que el castaño miró un par de veces a Julián por el espejo retrovisor. Julián y Mauricio iban como pasajeros, en la parte de adelante iba Dafne y el conductor era Duncan.

—Cariño, si gustas, en la próxima estación cambiamos de lugar— se ofreció Dafne, apenas iban a llegar a la mitad del camino y se sentía lo bastante descansada para tomar el volante, el letrero que recién pasaron marcaba que pronto llegarían a dicho lugar.

—Eso sería genial, porque necesito ir al baño y también algo de comer.

—¿Otra vez, hijo?

—Por supuesto, Duncan es un glotón— intervino Julián desde donde estaba.

—Y tú no te quedas atrás— se defendió el conductor, y mirándolo por el espejo retrovisor agregó, —comes mucho más que Bernardo y yo juntos, me pregunto si Mauricio no tendrá objeción alguna si en un futuro te pones gordo.

Fue una forma en la cual Duncan decidió tratar de incluir al humano en la charla, él no era tonto, se había dado cuenta de sus últimas reacciones y lo que menos quería era ser una molestia, se lo había dicho a su madre e iba a cumplirlo: "si él es feliz con Mauricio, está bien para mí; no voy a hacer algo estúpido y arruinar las cosas". Sin embargo, Mauricio parecía no querer cooperar ya que, en vez de unirse a la broma de Duncan, le lanzó una mirada bastante seria por el mismo espejo.

El humano quiso patear con fuerza el asiento que tenía enfrente, Duncan era demasiado hablador y confianzudo; pero sus ganas de venganza se esfumaron cuando la risa melodiosa de Julián se hizo escuchar, en verdad parecía disfrutar de las ocurrencias de su amigo.

—Te apuesto que el primero que se pondrá gordo serás tú— le retó el pelinegro.

—En tus sueños— rio Duncan también antes de colocar el direccional para aparcar en la estación de servicio.

Apenas tuvo ambos pies sobre el pavimento, el joven beta caminó a los sanitarios dejando a los otros tres descender con menos prisa.

—Discúlpenlo, tiene la vejiga muy pequeña— comentó Dafne.

—¡Ma', te escuché!— reclamó Duncan desde la distancia antes de entrar a su destino.

Sólo entonces Mauricio rio sobre ello.

—Es bueno escuchar tu voz, has estado muy callado, muchacho— le dijo la mujer.

—No soy de muchas palabras— se encogió de hombros, eso era verdad, pero además de ello aún no sentía la suficiente confianza con Dafne, y con Duncan ni se diga; así que para evitar ser interrogado señaló con la cabeza la tienda veinticuatro horas y dijo, —ahora regreso, traeré algo de beber— dio un ligero apretón a la mano que aún sujetaba antes de soltarla y caminar los pocos metros hacia la tienda de autoservicio.

Julián suspiró en cuanto vio al humano alejarse.

—Estará bien, ya lo verás. Sólo debe asimilar las cosas, no es algo fácil— ella le palmeó la espalda con suavidad, —suficiente ha hecho con venir.

—A veces me pregunto si eres adivina o algo así— le miró con falsa seriedad.

—Nada de eso, más bien soy bastante perceptiva y muy observadora, y justamente hay algo que debes saber— al decir lo último, Dafne bajó la voz y con un movimiento de cabeza y un leve empujón le indicó que rodeara el auto. Una vez que ambos estuvieron del lado contrario a la tienda y los sanitarios, la beta dijo, —hace unos kilómetros, creo que un auto nos estuvo siguiendo por un buen trecho de carretera, luego pasó de largo y nos dejó muy atrás.

—¿Qué, quién, es mi padre?— la idea de que al alfa hubiera mandado por él no era tan descabellada.

—No, no sé quiénes son, pero no pertenecen a nuestra manada. Duncan me habló sobre los ataques que pensaron eran aislados, sospecho que son los mismos.

—¿Y qué demonios quieren?— fue una pregunta al aire, dudaba que la mujer lo supiera.

—Yo iré al volante a partir de ahora. ¿De acuerdo? Si aparecen de nuevo seré cuidadosa y trataré de perderlos.

—Sí, claro.

—No sé si Duncan lo haya notado todavía, pero será mejor que quede entre nosotros por ahora, no es conveniente que todos estemos tensos por ello y mucho menos que tu humano se inquiete— suspiró, —ojalá sólo haya sido mi imaginación.

Julián asintió, mordiendo su labio inferior y deseando lo mismo.

A través de la puerta del frigorífico de la tienda de autoservicio, Mauricio miró las botellas individuales de agua, si llevaba sólo tres de ellas sería evidente y descortés. Al final decidió que ofrecer un poco de agua a Duncan no era problema, así que abrió la puerta y tomó cuatro botellas.

—Espero que además de eso planees llevar su bebida favorita, muy pocas veces Julián se satisface sólo con agua.

El humano dio media vuelta y se encontró frente a frente con Duncan, el castaño estaba apoyado con su codo derecho en uno de los altos estantes metálicos y con la zurda sostenía una bolsa mediana de galletas saladas.

—¿Me estás espiando?— frunció el ceño.

El joven beta se enderezó y elevó las manos a la altura de su pecho, cubriéndose de un ataque imaginario aún con la bolsa en la mano, y dijo: —oye, yo recién acabo de llegar, sé que quisieras estar a solas con Julián en vez de hacer este largo viaje, pero no te enfades ni lo tomes en contra mía.

—Siempre te crees muy gracioso. ¿No?

—El humor es bueno y saludable, eso dicen varios médicos. ¿Has escuchado sobre la risoterapia?

—Mira, payaso, ya fue suficiente, no todos estamos muy cómodos con tus bromas y malos chistes.

Duncan, en vez de sentirse ofendido, frotó su barbilla y en un tono sereno exclamó, —vaya, por lo visto tú y Bernardo tendrán algunas cosas en común, si el desagrado hacia mi persona los hace unidos, que así sea; Julián estará más que contento con ello.

—¿Tanto te importa Julián?— intuía que sí, pero decidió preguntar directamente.

—Mucho— respondió el castaño sin chistar y agregó, —pero no me malinterpretes, por favor. Tu amiga lo hizo una vez y mi madre también; te aclaro que yo sólo quiero lo mejor para mi amigo y como inevitablemente tú eres parte de ello hay algo que debes saber— se acercó un paso.

—¿Qué es?—. Duncan era tan alto como él, pero la manera en la cual infló el pecho y se mostró serio, por poco le hace dar un paso hacia atrás.

—Durante las últimas horas de viaje había un automóvil sospechoso, estoy casi seguro que nos estaban siguiendo y dudo que el padre de Julián los haya enviado, creo que es conveniente que sepas qué hacer en caso de un ataque.

—¿Uu-un ataque?— pensó que tal vez había escuchado mal.

Duncan asintió, —si algo llegara a suceder, si nos viéramos amenazados te pido por favor que no trates de intervenir ni hacerte el héroe.

—¿Hacerme el héroe? Muy bien. ¿Qué sugieres que haga, huír?

—Eso sería perfecto, huye y escóndete.

Mauricio bufó, no le sorprendería que Duncan tratara de quedarse con el crédito, —¿Y quedar como un cobarde? No cuentes con ello—, era obvio que tendría miedo, de hecho, ya lo tenía, pero eso no iba a admitirlo; no sabía cómo sería un enfrentamiento entre hombres lobo, seguramente algo más salvaje y sangriento que una pelea entre perros comunes.

—Si fueras cualquier otra persona te diría que eres un completo idiota— y era cierto, con Bernardo y Julián usaba adjetivos como "idiota" e "imbécil".

—¿Si yo fuera cualq...?

Mauricio quiso saber, pero Duncan le interrumpió tajante.

—Eres importante para Julián; si intentas participar en un enfrentamiento, aun estando en su forma de lobo, él estará más preocupado por lo que pueda sucederte que por su adversario, se desconcentrará y eso puede costarle incluso la vida. Es mejor que estés fuera del camino, si en verdad quieres ayudar esa es la mejor manera. ¿Entiendes?

Tenía lógica, pero estaba seguro que su temperamento le haría difícil huir si veía en peligro a Julián.

—¿Lo entiendes?— repitió Duncan elevando una ceja, sólo entonces Mauricio asintió por fin.

—Bien— el castaño retrocedió, dándole más espacio al humano, —y espero comprendas que será mejor que quede entre nosotros— después agregó con tono mucho menos serio y ondeando la mano libre, —no quiero alterar a medio mundo y luego quedar como un tonto paranoico si estoy en un error sobre el automóvil sospechoso.

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NOTAS DEL AUTOR.

¡Capítulo recién salido de mis dedos! Con dedicatoria y todo, ya que sin su respuesta esta parte no hubiera sido posible, al menos no hoy ; ) Gracias por seguir esta historia. Nos leemos el lunes.

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