¿Eres tú?
Capítulo 6.
¿Eres tú?
Mauricio colocó la diestra sobre su boca tratando de minimizar lo inevitable, luego estornudó tan fuerte que sus anteojos se tambalearon.
—Eso no es normal. ¿Estás seguro que duermes bien? No es conveniente que te enfermes cuando está por iniciar el periodo de exámenes— Efi le miró preocupada.
—Estoy bien— respondió el muchacho avanzando lo que faltaba para llegar al mostrador de la cafetería mediana.
—Te llevaré algo de cenar, hoy mamá hará su famoso estofado de pollo con patatas; conociéndote seguramente sólo has estado comiendo sopa instantánea.
Mauricio rió.
—¿Qué es tan divertido?— preguntó ella.
—Tú, tratándome como si fuese un niño.
—¿No lo eres? Pensé que sí, porque a veces te comportas como uno.
—¿Les puedo tomar su orden?— exclamó la amable chica al otro lado del mostrador.
Julián miró a través de la puerta de cristal del establecimiento; el muchacho llamado Mauricio platicaba amenamente con la chica de cabello esponjoso.
—¿Vamos a entrar o sólo a fisgonear?— Duncan miró también sobre el hombro del otro.
El pelinegro no le contestó, sino que empujó la puerta e ingresó al local sabiéndose seguido por su amigo. Caminó hasta colocarse al final de la fila que daba al mostrador; sólo un par de personas le alejaban de Mauricio y su acompañante, aún así podía sentir su aroma dulce y delicioso. Hasta el momento no sabía cómo podría entablar alguna conversación con ellos, podría acercarse y decir: "Oye, tú eres el chico del bar, ¿cierto?". Era un buen plan. Pero cuando vio que ambos pedían unos elaborados sándwiches y bebidas de frutas antes de ocupar la única mesa libre y de cuatro plazas, tuvo una mejor idea para el acercamiento; ese día la suerte estaba de su lado.
Pronto llegó al mostrador y gracias al cielo los chicos anteriores habían pedido bebidas embotelladas, nada que no tomara más de algunos segundos proporcionar.
—¿En verdad vas a comer algo? Acabas de tragar una hamburguesa— cuestionó Duncan.
—Pide lo que desees, pero date prisa.
El chico de cabello castaño se encogió de hombros y le pidió a la dependiente un par de gaseosas y un paquete grande de galletas saladas. Después de eso escuchó con atención el plan de Julián para acercarse a aquellos humanos.
—Deberías dejar uno de tus empleos; o por lo menos pedir permiso para la temporada de exámenes— dijo Efi al dejarse caer en la silla.
—No lo haré, estoy al día con la renta; lo menos que quiero es retrasarme con los pagos.
—Bueno, tal vez conseguir un novio guapo y rico no sería mala idea— subió y bajó las cejas de manera sugerente.
—Jamás.
—¿Qué; no quieres un novio? Mira que he pensado en varios prospectos para ti.
—Me refiero a que no sería cómodo eso que tú dices; dejar que alguien más me mantuviera— frunció el ceño.
—Estás muy acostumbrado a tu solitaria vida, deberías dejar que alguien cuidara de ti— le sonrió; y es que cuando recién se hicieron amigos, Mauricio estuvo algo renuente en aceptar la comida que Efi le llevaba y compartía con él los fines de semana, por eso decía que lo cuidaba como a un niño.
—No es eso, es que...
—Disculpen. ¿Podemos compartir mesa?
El discurso de Mauricio se vio interrumpido por un chico de cabello oscuro y ojos negros; estaba seguro que era Julián, el que había visto antes en el Red Sky.
Al notar que ambos humanos se quedaban casi mudos ante su presencia, Julián agregó, —es la única mesa en la cual mi amigo y yo podemos sentarnos juntos—, sabía que existía la posibilidad de que aquellos dos estuvieran esperando a alguien más, aún así no perdía nada con intentarlo.
Efi parpadeó saliendo de su letargo antes de decir con una gran sonrisa, —claro que sí, adelante— y se paró como impulsada por un resorte para ocupar el lugar junto a Mauricio y permitir que los dos desconocidos quedaran frente a ellos. Ambos eran bastante guapos, en especial el de cabello castaño y ojos claros, que sostenía dos gaseosas y un paquete grande de galletas saladas.
Mauricio le echó una mirada a Julián, ahora que lo veía sin el misterio de las luces tenues del bar y las parpadeantes de la pista de baile le parecía mucho más atractivo.
—¿También son estudiantes? No los había visto antes— dijo Efi animada, tratando de conversar.
—No, sólo pasábamos por aquí; es un bonito vecindario— contestó el de cabello castaño, destapando una de las latas de gaseosa para proporcionársela después al de cabello negro.
Ese gesto no pasó desapercibido para Mauricio, el castaño fue bastante servicial con Julián, además no podía evitar recordar su comportamiento en el Red Sky, se notaba que ambos se llevaban muy bien, que eran bastante íntimos. Pensó en llamarle por su nombre, pero casi inmediatamente desechó la idea debido a que siempre evitaba entablar mucha amistad con los clientes; no pensó que lo reconociera, es decir, cuando estaba en el Red Sky solía usar lentillas de contacto y el cabello recogido; ahora sus enormes anteojos y el cabello le tapaban el rostro.
—Lo es, es muy agradable— agregó la chica risueña; Mauricio estaba seguro que su amiga estaba en su fase "atrapa chicos", sólo cuando era así se tocaba el cabello, como justamente hacía en ese momento.
Confiando en que Duncan se haría cargo de los temas sociales, Julián se inclinó un poco hacia adelante sobre la mesa, aspirando con disimulo para identificar el aroma; era claro que era mucho más fuerte que la última vez que lo percibió, pero quería estar seguro de que la persona indicada era ella antes de "lanzarse" a la conquista.
—Mi amigo Julián tiene buen ojo para eso— el castaño pasó un brazo sobre los hombros del nombrado.
Entonces la chica aprovechó para averiguar su nombre, —Así que su nombre es Julián, ¿y cuál es el tuyo?
—Duncan— le contestó con una radiante sonrisa.
—Yo soy Efi— en realidad nunca le había gustado su nombre completa, en especial porque su madre lo usaba cuando la regañaba; —y él es mi amigo Mauricio.
—¡Orden veintiséis!— exclamó una mujer tras el mostrador.
Mauricio se puso de pie de inmediato; los sándwiches y ensalada que habían ordenado eran alimentos que se preparaban al momento, por eso habían ocupado una mesa primero mientras esperaban.
—Iré por ella— dijo el muchacho acomodando sus lentes y caminando hacia el mostrador.
Julián miró de soslayo al chico partir y prestó atención a lo que la muchacha decía.
—Sino estudian aquí, ¿de donde son?— indagó ella.
—Nosotros no somos de esta ciudad, hemos venido sólo de vacaciones.
—¿Vacaciones?— Efi hizo un mohín con los labios, —que afortunados son, nosotros pronto estaremos en exámenes y...
El discurso de la chica perdió importancia para Julián cuando notó algo extraño: el aroma había disminuido, casi desaparecido.
Olfateó con disimulo, ahora podía sentir el olor de la chica, era lavanda, pero nada más. Aspiró un poco más profundo, pero sólo consiguió llenarse del aroma a flores, no era desagradable pero no era lo que deseaba, además le picó la nariz.
Llevó la diestra a su rostro para cubrirse antes de estornudar.
—Espero no sea una epidemia— exageró Efi.
—¿Qué cosa?— preguntó Duncan mientras le extendía una servilleta a su amigo y este le daba un suave "gracias".
—Mauricio también he estornudado.
—Tal vez es sólo una alergia— argumentó el castaño.
—No creo que sea eso— murmuró Julián y se puso de pie, decidido a dirigirse al mostrador, donde Mauricio esperaba por la salsa extra que había pedido de último momento.
Julián miró al muchacho de espaldas, era tan alto como él, su cabello rubio cenizo era largo hasta casi descansar sobre sus hombros. Tragó saliva nervioso cuando un inexplicable deseo por abrazarlo y enterrar la nariz en su nuca para aspirar su aroma le invadió. ¿Podría ser él?
Con cada paso que daba el aroma le parecía más delicioso, se relamió los labios antes de detenerse a escasos centímetros de él.
Elevó el brazo, no pudo reprimir sus ganas de tocarlo; entonces al hacer contacto con su piel sintió tranquilidad y una repentina alegría; aunque su desconcierto fue más grande al darse cuenta de lo que en realidad sucedía.
Cuando Mauricio volteó el rostro para ver quién le había tomado del antebrazo, se encontró con los ojos oscuros de Julián, quien lo miraba expectante, sin parpadear.
—¿Q-qué ocurre?— tartamudeó por la sorpresa y por el nerviosismo que el repentino acercamiento del chico guapo le causó.
Entonces una pregunta escapó de los labios de Julián, —¿Eres tú?
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