Como en las películas.
Capítulo 21.
Como en las películas.
La superficie sobre la cual estaba apoyada su mejilla era sólida, pero tibia y cómoda, subía y bajaba a un ritmo suave y relajante. Mauricio se obligó a abrir los ojos, los días anteriores se había sentido muy cansado e incluso tuvo fiebre, eso lo recordaba a la perfección; incluso la llegada de...
—¿Julián?— murmuró mirando hacia arriba y reconoció al nombrado, el pelinegro dormía plácidamente en su cama y al parecer el peso extra sobre su pecho desnudo no le incomodaba en lo absoluto.
Mauricio se removió con cuidado para evitar despertarlo, pero fue inútil.
—Ey— habló Julián después de frotar sus ojos, —¿cómo estás, te sientes mejor?
Por supuesto que sí, parecía que había dormido por muchísimas horas, se sentía lleno de energía.
—¿Qué fue lo que sucedió, hace cuanto tiempo que estás aquí?— preguntó.
El alfa alargó la mano y acarició la mejilla del otro, —llegué a la ciudad anoche, vine a verte y te encontré enfermo— se acercó y le abrazó con fuerza, el humano le correspondió, incluso rodaron un poco arrugando más las sábanas.
Julián amaba su olor, así que enterró la nariz en su cuello y aspiró con fuerza para llenar sus pulmones; luego agregó, —me preocupé mucho, tenías fiebre, Duncan y Dafne me ayudaron a cuidar de ti.
Mauricio se alejó para incorporarse, observando alrededor y buscando indicios de los mencionados.
—Ellos no están aquí— explicó Julián, pasando su mirada rápidamente por el pecho desnudo de su pareja, en especial en el piercing que adornaba su pezón derecho, era una pequeña barra metálica que lo atravesaba; —están esperándome en el auto.
El humano elevó sus cejas curioso y sobre todo sorprendido, iba a preguntar quién era Dafne, pero mejor hizo una cuestión que le pareció más importante;—¿te irás de nuevo? Pero si recién llegaste.
Aún no sabía si debía irse solo, quedarse para siempre en la ciudad o llevarlo consigo, pero no quería mentirle ni seguir ocultándole nada, así que mejor dijo: —no pude resolver el asunto con mis padres.
Mauricio notó la aflicción en sus palabras, tomó la mano de Julián entre las suyas y las besó, —¿es algo muy grave y difícil de resolver?
—Ee-es... —suspiró resignado a contar todo, lo más probable era que pensara que estaba loco, pero durante el camino a la ciudad Dafne le había alentado y dando esperanzas, si estaban destinados debía funcionar, de alguna forma u otra; —es complicado; mis padres me han prometido en matrimonio.
Mauricio parpadeó tupidamente y luego sonrió incrédulo, negando con la cabeza, —eso es imposible, los matrimonios arreglados no existen.
—Es una costumbre en mi familia; en la manada.
—¿En la qué?— entrecerró los ojos, dispuesto a no caer en la broma.
—Mauricio, hay algo que debo decirte.
—Me doy cuenta, e intuyo que será algo que no me agradará.
Julián se sentó también y se removió hasta apoyar la espalda en la cabecera de la cama, entonces habló.
Mauricio escuchó con atención cada cosa, desde la naturaleza de Julián, el hecho de que "se casaría" debido a su posición de nacimiento y edad, hasta la comprobación de lo que antes era el mito de la pareja destinada, incluso la necesidad de estar juntos; pero el pelinegro también fue bastante claro en que, si él lo deseaba, podía desaparecer de su vida, la separación sería difícil, pero no imposible. Julián no iba a obligarle a permanecer a su lado.
Luego el silencio los invadió.
Cuando el relato comenzó, el humano quiso reír por lo fantasioso que sonaba todo, pero el semblante serio de Julián le decía que era verdad, o que al menos él lo creía, y por respeto a ello permaneció todo el tiempo callado y prestando mucha atención.
El joven alfa quería abrazar de nuevo al humano, pero se obligó a darle su espacio, para qué asimilara la información, o se burlara de él.
Mauricio no lo podía entender bien, era la historia más descabellada que había escuchado; si Julián quería ahuyentarlo sólo pudo haber dicho "que prefería a las mujeres", evocando el hecho de que él era su primer chico, no tenía que inventarse algo tan elaborado y absurdo, donde incluso Duncan era un lobo.
Pero la convicción, y sobre todo la congoja, en su semblante y palabras hicieron que creyera en ello. Siendo estudiante de la rama científica sabía que la transformación en lobo era imposible, pero también sabía que debía estar abierto al nuevo conocimiento. ¿La explicación de las parejas destinadas y almas gemelas sería la razón de sus constantes sueños con Julián desde que se fue hace algunos días? Los sueños eran extraños, incluían un bosque, la luna llena y juraba haber escuchado el aullar de los lobos.
Lo cierto es que estaba enamorado de Julián, lo había admitido durante el tiempo que estuvieron separados; con tal de estar a su lado, incluso la idea de dejar truncos sus estudios pasó por su mente. Y ahora estaba esta nueva información.
Después de un tiempo considerable, segundos, tal vez minutos; el mayor se relamió los labios antes de exclamar, —supongamos que creo lo que dices y acepto estar contigo, ¿deberé convertirme, me morderás?
—Si decides permanecer conmigo, como mi pareja, la mordida es parte del ritual de apareamiento; pero no te convertirás.
—¿No es como en las películas?
—Por supuesto que no; básicamente existen tres tipos de mordidas, con la que herimos a nuestro contrincante en una lucha, con la que nos apareamos y con la que se convierte a alguien.
"Aparear" era una extraña palabra que se sentía fuera de contexto; pero mejor preguntó: —¿Haz convertido a alguna persona en... en lobo?— Mauricio dudó en decirlo, incluso escucharlo en su propia voz era surreal.
—No, nunca.
El humano clavó su vista en el colchón por unos instantes, recogió sus propias piernas y las abrazó pegándolas a su pecho, —¿puedes transformarte ahora, o sólo cuando hay luna?
—Nuestro primer cambio ocurre cuando hay luna llena, a partir de entonces podemos hacerlo cuando queramos, pero debemos aprender a controlar a nuestro lobo.
—¿A controlarlo?— levantó la mirada, de repente se sintió bastante curioso.
—Es como si fuéramos dos entes en uno— Julián se encogió de hombros, —en momentos de estrés a veces el animal es quien toma el control y nos ponemos salvajes.
—Entiendo— sí, tenía sentido, aunque aún no era lógico que un hombre pudiera convertirse en un animal, anatómicamente era absurdo, así que exclamó, —quiero verlo; si no es mucho pedir quisiera... quisiera ver a tu lobo.
Por lo repentina de la solicitud, Julián parpadeó un poco sorprendido, pero de inmediato asintió. Salió de la cama y se desabrochó los jeans, las prendas inferiores eran las únicas que vestía.
—¿Q-qué haces?— preguntó el humano, la idea de ver a Julián desnudo no era mala, pero aun así quiso saber.
—No quiero arruinarlos, este par es uno de mis favoritos— se deshizo de las telas y las arrojó sobre la cama, en el lugar que antes ocupaba, luego caminó lo suficiente hasta una distancia en la cual Mauricio pudiera apreciar la transformación.
Sus huesos crujieron, los poros de la piel se abrieron para dar paso a un grueso y oscuro pelaje; la boca se estiró alargándose, las uñas crecieron mientras que los dedos se retraían. Mauricio dejó de respirar por unos segundos, hasta que la transición se completó; entonces tuvo frente a él al enorme cuadrúpedo de pelaje negro y brillante, de ojos verdes, el que le salvó la otra noche.
—¿Ee-eras tú, en el callejón?— incluso la pregunta era tonta, por supuesto que lo era.
El animal gimió, flexionó sus patas y se echó, pegando el estómago al piso doblando sus orejas hasta su cabeza, nunca dejó de mirarlo, eran dos bonitas esmeraldas. Un animal grande y poderoso, con colmillos y enormes patas, que seguramente destrozarían el rostro de cualquiera de sólo un movimiento, estaba allí, echado y mirando al humano con los ojos suplicantes.
Con cautela, Mauricio bajó de la cama y se acercó un poco, extendió la mano y antes de tocarlo preguntó si podía hacerlo. Como respuesta el gran lobo elevó el rostro, se sentó sobre sus cuartos trasero y él mismo pegó su húmeda nariz en la palma de la mano del chico.
—Esto es increíble— sonrió Mauricio, —en verdad eres tú.
Inexplicablemente mágico, no había forma en que pudiera decirlo mejor, si alguien le preguntara no tendría palabras para describirlo, pero él sabía que tenía a Julián frente a él. El lobo abrió las fauces, pero Mauricio no tuvo miedo, dejó que la larga y húmeda lengua le acariciara la mano; segundos después se encontraba acariciando al cuadrúpedo, sintiendo lo grueso y suave que era su pelaje.
De repente alguien tocó y Julián se elevó en toda su altura, parando las orejas y acercándose a la puerta.
Volvieron a tocar y esta vez Mauricio se colocó la pijama completa de prisa y se acercó también, vio por la mirilla y notó que era Duncan y mujer, unos centímetros más baja, a su lado; su cabello también era castaño.
—Creo que son tus amigos— anunció el humano antes de abrir, aún no estaba de humor para llamar a Duncan por su nombre.
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