[TWO]
—Es un suicidio, sin dudas estamos condenados por el resto del semestre.
Hoseok se dejó caer sobre el mostrador de la sala de Traumatología con una mueca disgustada en sus labios. Muy cerca del área de enfermeras, el resto de sus compañeros mostraba la misma expresión de ultratumba. El ultimátum del doctor Min solo había corrido la voz de que por culpa de Park ahora todos tendrían un horrible parcial al que enfrentarse.
—No creo que sea culpa de Jiminnie. A fin de cuentas, Yoongi siempre ha sido un hueso duro de roer.
—¿Yoongi?—cuestionó Haneul, una de las enfermeras más jóvenes de aquella área.
Namjoon asintió colocando el punto final en la hoja del tratamiento del paciente que estaba chequeando.
—Para todo el hospital será el doctor Min, pero para mi familia es solo Yoongi. No se come a nadie, aunque no lo crean.
—¡Já! Esa sí estuvo buena Kim. Cómo se nota que eres un privilegiado. Seguro que ya tienes la nota del parcial sin siquiera mover un dedo.
Lo señaló Hoseok y el moreno torció el gesto. Estaba a punto de responderle con el comentario cáustico que se merecía cuando la voz de Chae Young se hizo notar.
—Deberían medirse antes de hablar de un superior. Ya hemos tenido problemas antes por semejante atribución.
Hoseok se mordió la lengua para no expresar lo que realmente pasaba por su cabeza. La más afectada después de la primera conferencia era ella. Su puesto de responsable de los residentes había sido removido para que ascendiera Park. Namjoon pudo intuir lo que su mejor amigo pensaba antes de negar y dirigirse a otro nutrido grupo de carpetas que esperaba su revisión.
—No hace falta que aún te tomes el cargo a pecho. Esperemos que a Park la autoridad no le haga daño o que en el peor de los casos no te supere.
Lo último fue como una bofetada para la chica, pero Choi Chae Young no era dada a mostrar más de lo que quería poner en su máscara social. Con una fina sonrisa recorrió los metros que la separaban de ambos chicos. Hasta Haneul percibió su aire beligerante al dirigirse el castaño frente al mostrador.
—Por el bien de todos, conviene que Park se quede en su lugar, o es que acaso te has olvidado de tu querido padre, Jung.
El veneno de esa afirmación se deslizó sobre el semblante adusto de Hoseok. El señor Jung Eun Soo, el admirado neurocirujano, además de impartir conferencias por todo el orbe, era su soberano progenitor. Un estándar que tanto para él como para su hermana Jiwoo había sido casi imposible alcanzar. Chae Young jugaba bajo.
—Tú tienes más que perder en eso que los demás. Dejémoslo a la suerte. Apuesto una semana a que Park se va con el rabo entre las piernas y te devuelven el puesto ¿Qué dices Nam, tu plaza en la convención de Cirugía y Terapia Tradicional de Okinawa contra la caída del nuevo ayudante de Residencia?
El aludido salió de su labor para mirar casi con horror a Jung. Aún cuando Jimin no tuviera los recursos para disfrutar de una colegiatura holgada apostar por su fracaso era un acto demasiado vil.
Namjoon podía ser otro privilegiado pero nunca le habían inculcado obrar de mala fe. De hecho, los principios del juramento hipocrático prevenían sobre ese comportamiento, condenándolo al repudio del colegio médico.
—Hoseok, deberías aprender a callarte de vez en cuando.
Fue lo que dijo antes de dedicarle una mirada fulminante tanto al castaño como a Chae Young. Haneul que contemplaba el enfrentamiento, decidió asignarles otra sección de la sala con tal de que el trabajo limara asperezas.
Al final de ese pasillo, Park Jimin terminaba su ronda de la tarde, solo para comprobar con cierto pesar, que debía presentarse en la oficina del doctor Min.
—Me quedaré contigo.
Manifestó Taehyung cuando la última carpeta quedó sellada sobre el mostrador de la sala. El de ojos castaños y mejillas abultadas suspiró antes de retirarse los lentes y peinar su cabello hacia atrás con los dedos.
—No necesito una niñera para que ese cretino satisfaga su ego. Estoy bien. Sabes que lo expuse con mi respuesta.
—Y eso te hizo ganar la ruleta rusa. Recuerda por qué estamos aquí, en especial tu situación.
La mano del rubio se cerró sobre su hombro en un conciliador apretón, Jimin negó antes de humedecerse los resecos labios con la lengua.
—Sé por qué estoy aquí y hacia dónde iré. Por esa misma razón no puedo retroceder ante Min o cualquier médico con la cabeza demasiado metida en el culo como para admitir su arrogancia. He salido de cosas peores, Tae.
El otro construyó una mueca. Aquella actitud no llevaría al más bajo a ninguna parte, al menos a una donde saliera vencedor.
—Solo ándate con cuidado ¿Vale? Nos vemos en la cafetería antes de que empiece nuestro turno con Satanás.
—Y ya le has puesto un apodo demasiado ilustrativo.
—Es mejor que "cretino con la cabeza en el culo."
Ambos chicos rieron de la insólita broma a costa de su nuevo tutor. El buen humor se fue diluyendo a medida que los pasos del doctor Park lo hacían detenerse frente a la puerta marcada con letras grises con el apellido Min. Respiró profundo y destensó los músculos de la cervical con un crujido.
"Tú puedes, no le des el gusto de verte caer."
Se recordó antes de tocar la madera con los nudillos. Un seco "adelante" fue su respuesta y el joven doctor supo que estaba a punto de cruzar un umbral un poco más filosófico del que su razón podía analizar. Hay personas y situaciones que nos cambian para siempre.
Aún cuando Min no llevaba tanto tiempo en la docencia y aquel despacho parecía ser más un consultorio, Jimin reconoció la presencia de su dueño rodeándolo en cada rincón.
Desde la iluminación en tonos limpios que bañaba el escritorio de caoba, un librero hacia el fondo y un juego de sofás de cuero color crema, hasta la pequeña maceta que estaba cerca de la ventana acristalada, ahora de par en par, cada centímetro de decoración contenía la personalidad sobria de su nuevo tutor.
Ese que lo examinaba como alguna clase de raro espécimen detrás del abanico de pestañas que cubrían su mirada azul grisácea.
—Tome asiento, doctor Park.
Lo animó Min señalando uno de los sofás frente al escritorio. Jimin asintió, decantándose por el que estaba más cerca de la ventana y por ende, de la curiosa planta que descansaba en la maceta.
No sabía por qué había reparado en los detalles de la habitación como una especie de medida para no reparar mucho en el ocupante. Solo había atisbado que el traje de Min ya no estaba y en su lugar las sombras azules del uniforme de trabajo se insinuaban por debajo de la bata.
—Son flores lunares, tienen la particularidad de emerger una sola vez antes de morir en la misma noche.
—¿Qué?
Jimin se escuchó a sí mismo después de un instante en el que los pensamientos parecían anudarse en torno a nada en particular. Min esbozó una sonrisa condescendiente antes de acomodarse contra el respaldo de su silla. Como si se tratara de un perezoso gato observando a su presa.
—La planta en la maceta... esa que ha captado su atención, son flores lunares o moonflowers.
—Ah...
Los labios carnosos de Jimin se fruncieron ligeramente. Min reparó en el casi imperceptible temblor de las manos del chico, aquellas que permanecían sobre su regazo, arrugando la bata inconscientemente.
-Soy de los que se preocupa por proveer con información a todo aquel interesado. Es parte de mi naturaleza, así que si le apetece puede examinarlas después, a fin de cuentas, son una exótica adquisición...
"No tanto como usted."
Pensó Jimin y se vio obligado a removerse sobre el mullido sillón. Min percibió el cambio de postura disfrazando una media sonrisa arrogante con otra mueca.
—Pero bueno, no estamos aquí para hablar de botánica. No voy a repetirme con un sermón sobre su irresponsabilidad en mi clase. No es mi estilo y de no haber sido tan elocuente quizás el único que tendría que entregar un reporte sería usted...
—¿Entonces por qué incluyó a toda la promoción? Gracias a usted quieren mi cabeza en una pica.
Debía haberse arrepentido de su sinceridad, pero contra todo pronóstico Min sonrió. Una sonrisa de encías rosáceas que lo hacía ver atractivo y adorable al mismo tiempo. Jimin no sabía cómo reaccionar a ello, así que clavó sus pequeñas uñas contra la palma de sus manos.
—Usted no tiene filtro, Park.
Eso ya lo sabía. La mitad de su problemas venían de esa característica de su personalidad. No era capaz de mentir de manera creíble y mucho menos de guardarse sus cavilaciones. El doctor Min aún disfrutaba de su broma particular cuando rodeó el escritorio con una carpeta en la mano.
—Aquí está su nuevo horario de asignaciones. Nos restan treinta minutos para iniciar el turno de la noche. No le desearé buena suerte, porque ya me imagino la respuesta. Solo no me decepcione y trate de acomodar su lengua frente a los pacientes. Ellos son lo único que importa aquí.
Unos dedos elegantes extendieron la cartulina y Jimin apretó los dientes antes de aceptar el material. No hubo contacto entre sus pieles pero no era necesario. No cuando aquella mirada gris lo recorría de arriba abajo.
—Hasta entonces, doctor.
Espetó Jimin antes de incorporarse y abandonar la estancia. Después que la puerta se cerró detrás de él, Yoongi chasqueó la lengua y se miró los pies.
Una maldita erección le retorcía el pantalón de su equipo de trabajo y ahora no tenía dudas. Park Jimin, con su aspecto desaliñado, su voz de línea erótica y aquellos labios pecaminosos sería un problema si quería continuar trabajando allí.
—Deja de pensar en estupideces. Es solo un niño para ti. Ni siquiera parece interesado.
Se recordó mientras alcanzaba la ventana. Su mirada vagó en los colores de una ciudad bajo el interludio del atardecer y la noche hasta que sus dedos rozaron el pequeño brote que esa madrugada moriría después de ver el mundo una única vez.
"Flor de luna, solo aparece una vez."
Le había confiado su madre antes de regalarle aquella planta. Jimin la había observado casi con adoración y ahora Yoongi se preguntaba por qué el terso roce de los pétalos entre sus dedos le recordaba a la imagen de los labios del joven mientras este evitaba mirarlo de todas la formas posibles.
La sombra del día cayó como una mortaja sobre la figura alta de Min Yoon Gi, del otro lado de su ventana, Park Jimin sonreía a sus compañeros de colegiatura, totalmente ignorante de su nueva realidad.
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MOONFLOWER
El ambiente en Emergencias era parcialmente estable. Los teléfonos del puesto de atención parpadeaban cada dos minutos para reagrupar la rotación. Kim Taehyung aprovechaba esos interludios para regresar a su chat privado con la perspicacia de un experto en el arte de teclear desde el teléfono.
JJK
"Te daré una sorpresa."
Así rezaba su último mensaje y el rubio no podía evitar colocar un puchero en sus labios. Jeon Jungkook era un error de dimensiones apreciables. Debía saberlo incluso antes de caer en sus redes como una inocente perdiz ante el trato del más hábil de los cazadores.
La cena de Año Nuevo Asiático que habían ofrecido sus padres en Daegu atrajo a una pequeña multitud de viejos estirados a los que se vio obligado a escuchar por horas enteras. Por eso encontrar a alguien que solo le aventajaba dos años fue como sacarse la lotería.
No entendía qué pintaba Jeon Jungkook allí, con su masculina presencia, hechizando a cuanta criatura posara los ojos en él, cuando la mayoría en esa sala perseguía alguna recomendación para moverse a favor de la corriente en la sociedad. Tampoco supo por qué de tantas personas que pudieran captar la atención del pelinegro, él había sido el elegido.
Recordaba con aterradora precisión elevar su copa de champán en dirección aquellos brillantes ojos antes de llevarla a sus labios. Después de eso, Jeon se acercó.
La plática distendida donde no dejaban de encontrar excusas para mirarse o que los dedos se cruzaran fugazmente sobre el cuello de las copas no faltó.
Taehyung no tenía problema en aceptar su atracción por el pelinegro, como tampoco este parecía encontrar objeciones para acompañarlo a su habitación en el patio superior y expresarle en acciones lo que podía sonar obsceno en su boca.
"Una sola vez."
Pensó el rubio mientras Jeon se hundía en su cuerpo y le susurraba palabras en francés. Una sola vez para caer por toda una semana y ahora llegar a esto. No le había puesto la etiqueta, pero su cabeza era un lío. La seguridad de los kilómetros se había evaporado.
Jungkook le había dicho que en realidad había heredado una empresa después de licenciarse como Médico de Emergencias en Oxford. Taehyung se había mordido los labios al encontrar la verdad en Naver.
No sólo había tenido una aventura con un hombre prácticamente fuera de su alcance, sino que "la esperada sorpresa" incluía su beca en ese hospital.
—¡Tae!
—¿Eh?
—¿Qué demonios? La línea tres no para de sonar y tú hasta el cuello en el teléfono.
Espetó Jennie, la otra residente a cargo del puesto de atención. Taehyung comprobó con estupor cómo después de que ella tomara el auricular el resto de los bombillos que identificaban a las otras líneas se encendían de forma intermitente.
Algo había pasado mientras su drama personal se apoderaba de todo el raciocinio en él.
—Hospital General de Gangnam-Gu, Urgencias...
Se escuchó a sí mismo sobre el auricular antes que la palidez se esparciera por su rostro. Aún así se recompuso, tratando de calmar a la otra persona que emitía el parte.
—Derrumbe de una edificación abandonada a las afueras de Hongdae. Trece personas se reportan heridas, los bomberos trabajan por recuperar a los que aún no han sido identificados. Solicitan equipo para el área. Al parecer hay una mujer embarazada atrapada bajo una viga.
Taehyung informó la nefasta noticia al pequeño intercomunicador que llevaba consigo. Jennie ya coordinaba el envío de ambulancias al sitio mientras la respuesta de Min, el jefe del turno, se hacía presente en la línea interna.
—Salimos ahora. Preparen el quirófano y la entrada posterior para el recibimiento. Continúe informando Kim.
—Sí, doctor.
Tae tragó el nudo que a instantes le cerraba la garganta mientras intentaba seguir el ritmo de Jennie, apuntando datos y recibiendo más llamadas.
La suave cortina de paz que había estado sobre el Hospital al inicio del turno de la noche ahora estaba quebrada, mientras el doctor Min irrumpía en el salón común de los residentes.
Namjoon, Hoseok, Haneul, Chae Young y Jimin estaban allí. Por lo visto repasando el horario que minutos antes él le había confiado a Park.
El anuncio de que esperaban un lote de heridos producto a un derrumbe había resonado en los altavoces, lo suficiente para que los jóvenes estuvieran al corriente. La decisión que tenía que tomar no le agotó para nada.
—Hwang, te quedas a cargo de la preparación de la unidad y el quirófano. Apóyate en Kim y Jung.
—Pero...
La chica había abierto los ojos de par en par. Todo el mundo suponía que esa tarea iba sobre los hombros del nuevo líder de los residentes. El doctor Min no dio tiempo a que creciera más la tensión. Cada minuto iba en contra de la chica atrapada bajo las vigas del edificio.
—Shin y Park vienen conmigo ¡Vamos, muévanse de una jodida vez!
Como golpeados por un mazo invisible, los jóvenes se dispusieron a cumplir con las órdenes. Jimin estuvo en modo automático mientras él y Haneul seguían al doctor Min camino al helipuerto del hospital.
Nunca había salido en una misión al terreno y ahora se maldecía internamente por haber tomado el turno de Taehyung la noche anterior. El cansancio le acuchillaba los músculos mientras una masa de nervios casi le cortaba la respiración.
Mientras las luces de la ciudad le iluminaban el rostro, Jimin solo rezaba porque todo saliera bien. Porque en algún sitio su madre lo estuviera acompañando en una noche arrancada desde el mismo infierno.
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