[NINETEEN]

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Lead track: Heaven by Julia Michaels

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MOONFLOWER 

Jimin pensó que las cosas serían diferentes. Una vez que pudo recomponerse del emotivo momento en brazos de su tutor, la idea de que ambos se dejaran arrastrar por la espiral de deseo que por meses había estado agazapada bajo el maquillaje de las apariencias, tenía más lógica que lo que realmente había sucedido.

Min Yoon Gi no estaba ebrio como la noche en que tuvo que sacarlo de una estación de policía en Itaewon. Para nada, Park pudo ver la cordura y el cuidado en aquellos ojos grises mientras preparaba un baño de burbujas para él.

Burbujas que ahora casi no existían cuando el calor había regresado a sus maltratadas extremidades, después de aceptar el vaso con brandy que Yoongi le había servido.

Cómo había terminado allí, justo en las fauces del lobo para arrojarse sin paracaídas. Deseaba sonreír. Usar la ironía para burlarse de lo patético que era, pero el cansancio calando su alma se lo impedía. 

Después de cerciorarse que Taehyung estaba bien instalado en su habitación privada en K&M o que la desagradable presencia de Chanyeol no lo seguía, había regresado a su departamento en compañía de Felix.

El chico no le preguntó la gran cosa, pero había miradas que hablaban más que libros enteros y Jimin sospechaba que a partir de ahora hasta sus amigos tendrían que pagar por los orígenes turbios de su pasado.

La idea de que aquel fantasma volviera para eclipsar su existencia consiguió aplastar la idea de conciliar el sueño. Lo que comenzó como un paseo rápido hasta el Seven/Eleven más cercano, para comprar aquellas confituras que lo hacían engordar se convirtió en una caminata sin sentido bajo la lluvia.

Ni siquiera cuando varios coches le gritaron obscenidades por quedarse en medio del tráfico como un descolocado, se detuvo. Bajo la capucha de su sudadera podía ocultarse del mundo de los títulos y dejar sobre la superficie su esencia más retorcida.

En medio de la maraña de pensamientos y tribulaciones que lo acosaban como demonios, lo único que seguía emitiendo señales era la imagen pulida del hombre a quien deseaba a pesar de ser casi una blasfemia.

De todos los números y direcciones que conocía, la elegida estaba en el número 732 del complejo de propiedades privadas del área residencial de Itaewon.

Eran cuarenta minutos a pie desde el edificio vetusto donde él vivía hasta la mansión postmoderna de Min. Eran cuarenta minutos para asumir que le gustaba un hombre y no uno cualquiera. Solo Min Yoon Gi podría hacerse cargo de su apaleada existencia.

Solo Min Yoon Gi podría encausarlo con su humor ácido y la voluntad de un conquistador que no cree en lo imposible.

Jimin se aferró aquel hilo extraño que no pertenecía siquiera a su propio ser. La semilla que por meses había estado germinando en su interior estaba lista para eclosionar.

Lo supo en el momento justo que el pelinegro llegó al portón, deliciosamente despeinado, en ropa de casa y con aquellos lentes de pasta que estaba seguro no dejaba que nadie viera.

Jimin estaba loco. A Jimin le seguían gustando las mujeres, pero su caparazón humano necesitaba una inyección más potente que el consuelo aterciopelado de Haerim o cualquier otro amante sin rostro.

La adrenalina que lo había recorrido mientras besaba  a Yoongi era la prueba. Mejor que el alcohol o los coqueteos con la yerba cuando era más joven, el toque del doctor sobre su cuerpo era suficiente para hacerlo minimizar el dolor en su interior.

Yoongi era la cura en forma de veneno y por eso Jimin pensó que sería buena idea quedar ebrio esa noche. Perder la conciencia aún cuando tuviera que dar el salto para dejar de proclamarse completamente heterosexual.

Aquel pensamiento banal, en comparación  a la tormenta que estaba a punto de arrasar su vida, consiguió que se irguiera sobre el agua casi fría de la tina.

El cuarto de baño de Min era como el resto de su casa, una pieza exquisita de arquitectura en mármol gris y negro. Algo que exudaba masculinidad aunque aquellos conceptos podían  variar tanto como las decisiones que se toman bajo el pulso de la locura.

Jimin salió de la bañera para secarse levemente. La bata con las iniciales de su tutor se ajustó a su firme cuerpo antes de que se atreviera a mirar al extraño de ojos enrojecidos y cabello húmedo que lo cuestionaba en los espejos. Estaba hecho un desastre pero no le importaba caer un poco más.

Rehaciendo el camino a través del pasillo encontró dos puertas que debían corresponder a los dormitorios. El primero estaba intacto, seguro estaba destinado algún huésped que deseara pernoctar. Seguro destinado a sí mismo si Yoongi seguía en sus cabales.

La segunda puerta era la tierra prometida. Jimin pudo reconocer que entraba al reinado de aquel hombre solo por el aroma en la habitación.. perfume caro y esencia cítrica.

La cama con el cabezal empotrado en la pared recreaba el arco de un loto. Una colección de libros se apilaba en una mesilla baja mientras las alfombras verde pino hacían juego con la moqueta.

Un vestidor se alzaba hacia la derecha. Un vestidor lleno de camisas de marca y zapatos italianos. Jimin dejó que sus curiosos dedos vagaran por allí, que su piel húmeda se dejara envolver por el olor al cuero y al peligro.

Lentamente, alimentando su excitación mientras se apoderaba del frasco con loción para después del afeitado que identificaba a Yoongi y aplicaba un poco en su propia piel.

"Sí… este es el yo que quiero ser… quiero todo lo que tienes y sobre todo… te quiero para mí."

El pensamiento lo hizo estremecerse. Al punto de notar cómo su cuerpo reaccionaba bajo el tejido de algodón de la bata que únicamente portaba. Cómo había sido tan iluso, cómo no lo había visto antes.

Ni siquiera le importaba lo que le deparara el destino entre aquellas paredes si podía tener una noche con él. Si podía pecar antes de ver el cielo o quizás fuera el infierno lo que ansiaba poseer. Ya no importaba.

Decidido a saciar el hambre de afecto que pulsaba en su interior, el joven castaño abandonó el dormitorio de su tutor para alcanzar la planta baja de la casa de sus sueños. 

Allí, sentado sobre la alfombra y apoyando las hebras azabache en el bajo de uno de los juegos de sofá, Min Yoon Gi parecía tener todo el tiempo del mundo mientras una copa de vino tinto era acariciada por uno de sus largos dedos. 

—Tu cuarto de baño es magnífico…

Una pobre excusa para llamar la atención de aquellos ojos grises. Sin embargo, fue suficiente para que el cuerpo elegante del más pálido se reincorporara sobre el bajo del sofá. Jimin le sostuvo la mirada.

No sabía muy bien cómo proceder. Tan cerca y tan lejos. Si fuera una mujer no dudaría en arrancarle un beso y seducirle hasta hacerla gritar de placer, pero Yoongi era una criatura extraña y por ende, muy difícil de leer.

—Le daré tus impresiones al arquitecto ¿Tinto?

La invitación a que le acompañara llegó para alivio del castaño. Relamiéndose los labios terminó cediendo al impulso de acercarse. Sus rodillas desnudas tocaron la alfombra antes de aceptar la copa que Min rellenaba.

—Me encantaría …

Correspondió ahora más cerca y Min solo se limitó a mirarlo. Observar el descenso del líquido color rojizo por la garganta de su pupilo mientras el único sonido en la habitación lo componía la lluvia contra los ventanales era todo un deleite.

El halo de las luces del cenador conseguía que la puerta de acceso a la piscina brillara como un nítido espejo para encuadrar la imagen que más deseaba. 

Yoongi no estaba tan ciego como para no entender que algo había empujado a Jimin a sucumbir a sus deseos más ocultos.

Tampoco podía inmiscuirse en su vida cuando solo pretendía satisfacer su egoísmo en aquella especie de trato silencioso, pero joder… una cosa era acomodar todo aquello en su cabeza y otra decirle a su cuerpo que no reaccionara ante el espectáculo de aquel chico con aspecto de ángel bebiendo de la copa de su cordura como si fuera la representación de todos los pecados que estaba dispuesto a cometer. 

Cara o cruz, la suerte ya estaba echada y aunque Jimin solo había podido enfocarlo a él desde que entró a la habitación, las luces atenuadas daban la impresión de recrear un manto de luciérnagas sobre la estancia. La alberca y los paneles del invernadero refulgían más allá de la mirada color brandy de Park.

Yoongi le arrancó la copa que aún no terminaba antes de acabarla por sí mismo. Estaba seguro de que el menor iba a decir algo, algo que él no deseaba oír.

No era momento de ser racional y se repudiaría a sí mismo si lo estaba interpretando mal, pero cuando los labios ajenos cedieron a la caricia de su lengua supo que no habría nada de que lamentarse a excepción de no intentarlo.

Jimin saboreó el vino en la boca ajena. Antes de lo que podía calcular la excitación en su vientre alcanzó una cumbre peligrosa. Yoongi movió una de sus manos para abrirle el albornoz.

El aire frío que se filtraba desde la puerta que daba acceso a la piscina le arañó el pecho, consiguiendo que la erección en sus pezones fuera casi dolorosa.

Aquellos ojos grises le escrutaron antes de trazar un camino húmedo en dirección a las clavículas. Jimin ladeó la cabeza para poder admirar cómo la boca hinchada de su tutor coqueteaba con uno de sus botones.

Un ramalazo de éxtasis le golpeó la columna vertebral cuando Yoongi succionó la areola al tiempo que le pellizcaba el otro pezón.

Jimin gimió. No pudo contenerse de hacerlo mientras sus manos intentaban buscar un punto de apoyo sobre los cabellos negros de su tutor. 

"Más cerca, más fuerte… vamos… te necesito aún más."

Sus pensamientos giraron y su cuerpo se arqueó contra el borde del sofá. Yoongi correspondió a sus súplicas mientras le mordisqueaba aquellos contraídos montículos color café.

La necesidad en la entrepierna de Jimin se alzaba contra los muslos del mayor. La desesperación por obtener una respuesta lo llevó a intentar tocarse. Algo que Yoongi interrumpió hasta casi colocarlo sobre la alfombra. 

—No, corazón mío, déjame enseñarte este mundo con calma. Tenemos toda la noche… no lo arruinemos con prisa…

—Pero…

—Shhh… voy a encargarme. Déjame darte la primera vez que te mereces…

Ese conocimiento golpeó al más joven. Primera vez, Yoongi no se iba a conformar con tocarlo y quizás un poco de caricias ilícitas.

Para nada, conociendo su lado codicioso y el brillo depredador que resplandecía en sus iris, Jimin sabía que no había vuelta atrás. Mordiéndose el labio inferior consiguió alcanzar el bajo de la sudadera negra que exhibía el mayor.

Yoongi le dedicó un sonrisa casi adorable mientras el castaño se deshacía de la prenda con la torpeza que podía comprender el rubor en sus mejillas. 

La visión del torso desnudo de Min le secó la boca. La piel imaculada era únicamente adornada con el tatuaje de la cabeza de un tigre en el pectoral izquierdo, donde las letras enrevesadas en latín describían el lema de los estoicos.

"MEMENTO MORI" (Recuerda que eres mortal)

Jimin no pudo resistirse y su boca hambrienta fue a parar allí donde la tinta oscura ponía otro talante al atractivo sexual de Min.

Yoongi construyó un sonido que bien podría ser comparado con un gruñido cuando la exploración del joven se estancó en uno de sus pezones. La lengua del menor lo rodeó antes de morder con fuerza.

Las posiciones se volvieron a intercambiar y a Min le encantó la urgencia en las manos que trabajaban en la cintura de su pantalón hasta encontrarse con el calor que palpitaba en su entrepierna.

—Jiminnie… oh… corazón mío…

Se atrevió arullarlo mientras la boca ajena le colonizada el estómago. Sabía que tendría marcas producto aquellos dientes avariciosos, pero eran la prueba de que estaba obteniendo lo que había vivido a través de sus fantasías.

Cuando las manos que se ajustaban a su erección apretaron al punto de hacerlo perder el control recordó la máxima de que la presa debía conocer su lugar. Jimin casi gritó cuando fue devuelto a la alfombra.

El cuerpo semidesnudo de Yoongi brillaba bajo las luces que se reflejaban fuera de la sala de estar, pero no había nada que se comparara a la intensidad de sus ojos.

A la expresión desnuda de un hombre poseído por la fuerza primitiva del deseo. Jimin se rehusó abandonar aquellos ojos mientras Min le separaba los muslos y su boca se paseaba sin compasión por uno de sus tobillos.

Jimin tenía un trébol tatuado cerca del maléolo izquierdo. Yoongi presionó su lengua en la zona solo para hacer que la poca racionalidad del menor se desconectara. 

Una tortura deliciosa mientras lo provocaba con dedos conocedores hasta plantar su campamento entre sus piernas.

La tormenta estaba diluviando sobre Jimin y varias veces intentó controlar el avance de aquella lengua sobre su erección o lo que era peor, los dedos camino a una parte de sí mismo que apenas reconocía.

La primera incursión lo hizo gruñir, pero Yoongi se encargaba de distraerle con su diestra boca succionando su excitación  y una mano a la orden de pinzarle uno de los rubicundos pezones.

Jimin describía un arco necesitado sobre la alfombra, a punto de ver el cielo en manos de un chico malo que sabía exactamente cómo volverlo loco. 

Un chico que ni siquiera le había quitado el albornoz, pero que lo tenía más desnudo y embriagado de lo que se atrevía a admitir.

—Yoongi… Yoongi… por favor…

La bochornosa súplica llegó con el segundo dígito en su virginal contorno. Jimin se mordió los labios para no rabiar en voz alta. Sus caderas comenzaron a balancearse en busca de la liberación. No quería cerrar los ojos, no cuando los rizos pelinegros de su amante de abatían al sur de su cuerpo.

—Yoongi…

Volvió a implorar y sintió la punzada en los músculos de su entrada cuando un tercer dedo tocó el botón de lo irreal en su interior. Los ojos color marrón del castaño se llenaron con una lluvia de realización.

Las líneas de sudor que habían creado manos expertas resbalaron por su cuello antes de tocar el pecho que aún era martirizado.

Jimin explotó aún cuando se movía inconscientemente. Con los ojos abiertos y las manos presas sobre el cabello de Yoongi. Cabalgando su liberación mientras admiraba el morboso espectáculo que eran en el espejo de la puerta de acceso a la piscina. 

"Dios… yo soy esa visión… es esto lo que él ve mientras me hace volar. Yoongi tú…"

Lágrimas de placer y dolor se mezclaron en su rostro mientras percibía el vacío en su zona baja. Los dedos que lo habían colonizado sin compasión ahora volvían a la boca de su dueño.

Yoongi se tomó su tiempo para lamerlos con fruición y Jimin obvió el hecho de que estaba hecho un desastre para tomarlo de la nuca y arrastrarlo a su regazo.

Las lenguas se enfrentaron en un batalla feroz mientras el pantalón del pelinegro desaparecía. En la puerta de cristal de la piscina, solo se veía el aleteo del albornoz blanco en la espalda de Jimin cuando el menor intentaba absorber a su amante en aquel intenso beso.

Corazón mío…

Ronroneaba Yoongi al tiempo que Jimin se aseguraba de ejercer la presión necesaria para hacerlo llegar al éxtasis. No supo en qué momento su cuerpo había decidido volver a despertar, pero el más joven estaba listo para acompañarle mientras frotaba ambas masculinidades contra el estómago plano de Yoongi.

La boca del mayor seguía ocupada mordiéndole el cuello, el aire se les acababa pero ninguno parecía ser capaz de aceptar la idea de detenerse. Segundos después, el calor de ambas semillas se mezclaba entre sus dedos. Yoongi lo premió con un gemido gutural antes de besar la herida que sus dientes habían provocado en el hombro derecho del castaño.

Jimin intentaba hacer algo con su respiración mientras sentía cómo aquellas manos le retiraban el albornoz para acariciarle la espalda hasta quedarse sobre su trasero. La exploración de Yoongi terminó en varios apretones antes de abrirse paso hacia su interior. 

Lo estaba preparando para lo inevitable y Jimin le dio permiso para traer lo que les faltaba a fin de cerrar el acuerdo.

Cuando el cuerpo gloriosamente desnudo de Min estuvo a la vista de nuevo, Jimin empujó la aversión que le traía ver un frasco de lubricante y algunos paquetes de preservativos en la mesa baja de la sala de estar.

Él sólo reparó en el deseo grueso y caliente que su amante manejaba mientras le observaba detrás de sus pestañas. Nadie se lo pidió, pero Jimin se ocupó de tomar la mano de Yoongi hasta que sus dedos fueron el objeto de su boca. 

Se provocaron de esa manera. Él con su lengua, el otro con las manos hasta que el calor los golpeó una vez más. La decisión de que Jimin ajustara su primer ritmo no pareció tan alocada mientras sentía cómo Yoongi preparaba su cuerpo con los dígitos que había succionado.

A pesar de la necesidad que primaba en ambos, el mayor se tomó su tiempo para abrir lo más posible el camino dentro de su chico.

Un delicioso escalofrío se unió al gemido de Jimin cuando Yoongi rozó el anillo de músculos de su entrada por primera vez. Incluso cuando debía esperar para minimizar la sensación de ser asaltado, no le importó. Deseaba fundirse con él lo más posible si con ello podía prolongar la fiebre que le impedía pensar.

Fiebre de Yoongi, fiebre de ser venerado como nunca en su vida.

Mi amor… te sientes como el cielo…  Eres mi paraíso perdido, chico con rostro de ángel…

Jimin tuvo ganas de reírse por lo cursi que sonaba su compañero, pero no lo hizo. En su lugar se aseguró de estar hasta el tope del cuerpo de Yoongi. Absurdamente lleno y con ganas de estallar.

No esperes otra señal, tómame hasta la inconsciencia, cariño.

Si Yoongi se sintió afectado por la forma condescendiente con que le habló, nadie pudo notarlo. El ritmo de Jimin comenzó a construirse mientras conseguía rodear con las piernas las caderas contrarias.

La lluvia camuflaba los sonidos de la pasión y la humedad en aquella habitación. Por un intervalo casi incuantificable el menor condujo las acciones hasta que la urgencia los atrapó entre sus garras.

Sobre el cristal de la puerta, Jimin observaba cómo su cuerpo era profanado por los empujes secos del hombre que le sostenía una mano mientras su boca conquistaba su pecho. 

Entre sus muslos, entre sus piernas, abriendo el camino hacia el incendio de la liberación. Jimin mordió el lóbulo derecho de su tutor cuando una nueva oleada sacudió su existencia.

Los movimientos de Yoongi perdieron consistencia hasta que pudo percibir cómo se vaciaba en su interior. Aún cuando la barrera del preservativo lo salvaba de sufrir el aluvión de pasión compartida entre sus extremidades, Jimin subió más las piernas y se abrazó a la locura.

"La semilla que plantaste en mí se ha multiplicado. El jardín de los secretos está lleno de ti… hay flores de luna en el horizonte ¿Qué crees?¿Lo intentamos?"

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MOONFLOWER 

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