⠀⠀⠀⠀⠀⠀━━━ : 𝐓𝐇𝐄 𝐓𝐑𝐈𝐂𝐊𝐘 𝐎𝐍𝐄 𝐏𝐑𝐄𝐋𝐔𝐃𝐄.

━━━ ❛ WOLF SPIDER PRELUDE ❜ ━━━

❛No hay decisión que podamos
tomar que no venga con algún
tipo de equilibrio o sacrificio.❜ 

Simon Sinek.



Oh, Victoria Clare había tomado una decisión muy grave.

La hija mayor de Althea siempre se había caracterizado por ser poseedora de una calma innata y un temple de hierro; jamás podrías verla alterada por sus emociones, pues ella se se encargaba de esconder de manera muy exitosa lo que realmente sentía tras el mínimo atisbo de una sonrisa. La larga vida le había enseñado que era lo mejor, su relación con su madre le mostró que la exposición innecesaria de las emociones solamente perjudicaría su juicio en situaciones sumamente estresantes. Ella lo sabía muy bien, lo había vivido, y se le había vuelto costumbre actuar así.

Por supuesto que Victoria estaba acostumbrada a perder y a vivir perdiendo. Había perdido a su hermana antes de que esta pudiera abrir los ojos por primera vez, había sido criada lejos de su casa, había bajado a Midgard con la pura intención de alejarse de su madre y todo el dolor que le causaba... únicamente para acabar perdiendo al único amor de su vida en el proceso.

Luego de los acontecimientos con el Capitán América y Red Skull durante la guerra contra los nazis, todos habían continuado con su vida y seguido el curso del tiempo. Menos Victoria. El corazón de ella se había quedado detenido en los cuarenta, cuando la guerra terminó y Steve Rogers se desvaneció.

Tanto Peggy Carter como Howard Stark habían continuado sus vidas, ambos se habían casado, ambos habían tenido hijos. Mientras que Victoria seguía inmersa en su mundo, sin avanzar, ni detenerse. Parecía haberse quedado paralizada en el momento en el que aquella nave cayó en el océano y su piloto, no salió a la superficie. Entonces, cuando Howard Stark murió en aquel accidente automovilístico, la situación empeoró para ella. Perder a su gran amigo, a su mejor amigo, aquel que siempre había estado para ella. El que le contaba los años y le decía reina.

La inmortalidad siempre la había molestado,  la había perseguido y la había ahogado tanto que había terminado odiando cada minuto que seguía con vida. Vivir se le volvía tan difícil después de haber perdido tanto. Después de haber perdido los amores más puros que existen: el amor verdadero y el amor de la vida. Y ahora que ninguno estaba, ¿qué sentido tenía todo lo demás?

O al menos pensaba que nada más tenía sentido, hasta el día escuchó acerca de la aterradora situación por la que Aetas, el pedazo desterrado que antes pertenecía a su planeta de origen, Olympia, estaba atravesando. Ese día lo cambió todo.



Sus ojos estaban fijos en otros que ahora estaban cerrados, sus manos sostenían con demasiado cuidado un par de frágiles y diminutos dedos tan fríos como el hielo, y en su rostro se extendía una sonrisa de dicha, de alegría, tan pura como el alma de la pequeña bebé que entre sus brazos arrullaba. Pero la inusual sensación de alivio y regocijo que se extendía por sobre su pecho no era la misma que acompañaba a aquellos que compartían la habitación con ella.

La Diosa de las Almas y el Padre de Todo incluidos.

—¡Nos desafiaste, fuiste contra todo lo que te dijimos e hiciste tu voluntad en tierras en las que no tenemos voto! —vociferó Odín hacia la Diosa de la Justicia, que continuaba sin inmutarse ante sus reclamos. Entonces, dirigió sus gritos hacia el Dios del Trueno—: ¡Y tú también, Thor! ¿¡En qué estabas pensando cuando se te ocurrió acompañar a Victoria y desatar una guerra sangrienta en Aetas!?

Althea resopló.

—No es como que tome demasiado convencer a Thor. Sólo tienes que ofrecerle una pelea, y mi dulce hija seguro le ofreció una bastante buena.

—La guerra ya estaba ahí, Padre, y ninguno de ustedes dos había querido hacer algo al respecto. Nosotros lo hicimos —repuso el rubio, y sus palabras al final transparentaron un tono tan arrogante como la sonrisa que ahora cubría su rostro—: Aetas estaba a punto de declararle la guerra a Olympia y no tardaría mucho en hacerlo a Asgard. Teníamos que mostrarles quiénes mandan verdaderamente, ¡tienen que temernos!

El rostro del Padre de Todo se tornó rojo de pura rabia. El cuerpo le tembló entero cuando gritó con toda la fuerza de sus cuerdas vocales:

—¡Se robaron a una bebé!

—¿Acaso se le llama robar cuando se le roba a un ladrón? —inquirió Victoria en voz bajita, tan calmada y tranquila que hizo que su madre se enervara de molestia.

—¡Ya fue suficiente de tu actitud! —le gritó la rubia—. ¡Murieron inocentes, Victoria! Destruiste reliquias sagradas, atacaste a Amethyst sin piedad alguna y desobedeciste un mandato expreso de tu reina. Rompiste leyes tanto de Olympia como Asgard, y no tenías ningún derecho a hacer eso.

La castaña se quedó helada y a la escucha de los gritos de su madre. Cuando finalmente habló, su voz sonó tan fría como el hielo.

—Tengo el derecho que me otorga ser tu primogénita y también la legítima heredera al trono de Olympia.

Un siseo bajo escapó de entre los labios de Odín y en consecuencia Althea cerró los puños.

—Nunca has querido ser reina, Victoria —le contestó el Rey de Asgard—. Tú misma estás mostrando la ironía detrás de tus palabras al proclamar tu derecho de nacimiento únicamente porque te resulta beneficioso en estas circunstancias.

La expresión fría de Victoria flaqueó.

—Amethyst es tu hermana, madre, y por eso mismo conoces mejor que yo la naturaleza de el terrible y despiadado ser que es. Estaba tratando de arruinarte, de destruir Olympia y también iría por Asgard. Esta bebé estaba...

—Destinada a morir —completó Althea, en medio de un suspiro ahogado.

Victoria asintió.

Varios milenios atrás, mucho antes de que Thor naciera e incluso antes de que Hela fuera desterrada de Asgard, se suscitó la Gran Devastación. Cuando Odín y su verdadera primogénita aún arrasaban imperios enteros a voluntad, Olympia era más grande y Althea no estaba sola. Su hermana, Amethyst, y su hermano Cyrano, reinaban con ella.

Pero como a cada rayo de luz le llega oscuridad, la prosperidad inmensa de Olympia debía llegar a su final. Amethyst, la menor de los hermanos y la personificación misma del tiempo, fue la causante de ello.

Amethyst era hermosa, tan simpática y encantadora que nadie se lo podía imaginar. Pero era incorregible. En el corazón de la mujer de cabellos color ceniza reinaba una oscuridad aterradora; un dolor inquebrantable e irrefrenable carcomía su alma desde el principio de los tiempos, como un veneno que se extendía por sus venas y le cegaba la vista. Siempre deseó fervientemente tener la posición de sus hermanos: la corona de Althea y el poder de Cyrano. Pero siendo la menor, ellos pensaban que simplemente no le correspondía. Su ambición fue lo que la orilló a causar estragos, y como Diosa del Tiempo, se le daba muy bien jugar malas pasadas a quienes la provocaban.

Empezó por su hermano, Cyrano, el representante de los océanos. Poco a poco y con mucha paciencia envenenó su corazón, le llenó la cabeza de ideas que sólo ella respaldaba y de manera muy persuasiva, consiguió convencerlo de apoyar a la Diosa de la Muerte en la Conquista de Asgard, para que sólo así ella pudiera reinar el dorado planeta. Muy poco sabía Amethyst que Odín había decidido cambiar su convicción, que la muerte no le servía más, y que ahora sólo quería tener otro hijo, preservar la paz y proteger la vida... Y como en cada instancia de su vida, Althea lo apoyó. Cuando la Diosa de las Almas descubrió lo que su pequeña hermana estaba tratando de hacer, que estaba usando a Cyrano como su títere y que había encantado el tiempo para que Hela pudiera reinar Asgard, decidió detenerla. Odín tenía su propia catástrofe sangrienta en Asgard con su primogénita, así que la rubia quedó sola y a la merced de sus dos hermanos furiosos.

Olympia tenía algo para los tres: el cielo puro de Althea, donde moraban libremente sus almas; el océano de Cyrano, tan cristalino como inverosímil, donde habitaban las más hermosas e increíbles de las criaturas; y la tierra de Amethyst, donde el tiempo era suyo. Y cuando la devastación tocó su suelo, ella enfureció. La pelea de los tres hermanos acabó en una explosión colosal que acabó dividiendo a la gran Olympia y la condenó a la eterna separación.

Del destello de luz de un rayo, Azariel y Aetas nacieron.

Pero cada causa es una consecuencia, y esa no fue la excepción. Althea se vio obligada a tomar represalias contra sus hermanos, y con el apoyo del Padre de Todo, el destierro se alzó en todas las tierras. Odín confinó a Hela al Hel, con su vida como seguro de que su única hija jamás pudiera salir a causar estragos. Amethyst fue encerrada en Aetas, sin sus poderes, condenada a pasar el resto de sus días observando desde una ventana la prosperidad de su hermana. Cyrano acabó recluido en Azariel, en el fondo de los mares, arrepentido por sus acciones decidió pasar el resto de sus días en un exilio auto-impuesto.

Y justo así, Althea y Odín quedaron solos, y en los Nueve Reinos se respiró paz.

Tiempo después corrió la noticia de que Frigga estaba embarazada, y un tiempo bastante inusual, la esposa de Cyrano, Cyrene, también. Años después Althea tendría a su primogénita, Victoria, justo en el ala de una alianza peligrosa que más tarde acabaría forjando el destino del universo entero.

Amethyst escuchó en silencio las noticias de los nacimientos: el nacimiento de Thor, el de Crystal, el de Loki, el de Victoria, y el de Zafiro. Y cada vez que una nueva noticia llegaba a sus oídos, su alma dolía. Su corazón se hinchaba de pura agonía, sus gritos llegaban hasta lo más alto de las montañas... hasta que alguien los escuchó.

Urian era el Dios del Castigo, y fue quien desencadenó el alma de Amethyst y le hizo compañía en su destierro. Pero la compañía se convirtió en algo más y con el tiempo, uno de los anhelos más grandes de Amethyst se hizo realidad: se volvió madre. Y llamó a su hija Rea, a sabiendas de que la niña era hija del tiempo mismo, que sería capaz de ver a través de su velo, que sus ojos verían lo que nadie más había podría. Y siendo hija del castigo, la vista se ponía más interesante. De nuevo, muy poco sabía Amethyst. En sus planes estaba alzarse de nuevo, hacer pagar a sus hermanos por lo que le habían hecho, y contaba con la ayuda de Urian para hacerlo. Pero cada decisión viene con un sacrificio, y en orden para liberarse de su prisión y poder poner un pie fuera de Aetas, sangre de su sangre se debía derramar, y la hija que tanto anheló debía perecer.

Por ese motivo la Diosa de la Justicia, Victoria Altheasdottir, invadió Aetas. Por eso arrasó con todo a su paso, destruyó las reliquias sagradas que le daban fuerza a Amethyst... y se llevó a la bebé consigo. Porque la verdad era que Victoria no podía dejarla morir. No sabiendo que su hermana había muerto de forma similar.

—Esta bebé —murmuró Althea, tragando saliva duramente y señalando con dedos temblorosos a la criatura que su hija arrullaba contra su pecho—, no es tu hermana.

—Ya sé —respondió Victoria de vuelta, de la misma manera—. Pero ella me necesitaba a mí tanto como yo la necesitaba a ella.

—Victoria no tenía una mala intención al hacer lo que hizo, Padre. Estaba tratando de salvar una vida inocente, todos debemos comprender eso.

Loki, el príncipe menor de Asgard, se había mantenido en silencio durante toda la conversación. Probablemente porque él ya les había advertido que aquello era peligroso, porque desde lejos los había visto marchar con su martillo y su espada a una guerra sangrienta, y había sido lo suficientemente inteligente como para prevenir el resultado de la misma. Y probablemente también porque su padre estaba que hervía de ira.

Odín asintió sin mirar a su hijo.

—Gracias, mi hijo. Pero lo que tus hermanos hicieron es grave, y tarde o temprano todos veremos las consecuencias de sus actos —exhaló con dificultad antes de dirigirse a la menor—. ¿Qué hiciste con Urian, Victoria?

Ella pestañeó.

—Encerrado en las profundidades del Monte Alma, con la guardiana vigilando.

—¿Y el cuerpo de Amethyst?

—Encima de la Llama Sagrada en el Santuario de Olympia.

Se hizo un silencio prolongado, en el que únicamente se escucharon sus respiraciones pesadas y el pequeño y dulce gorgoteo que se escapaba de entre los labios de la bebé.

Al final, Althea se volvió a su hija.

—Siempre decides quedarte en Midgard, ¿qué vas a decir cuando vuelvas con una bebé? —inquirió, alzando una ceja.

—A quienquiera que sea digno de merecer una explicación de mi parte —repuso ella, con obviedad—. En ese caso, que tú me la has entregado. Que tú la salvaste de un peligro mayor. Lo repetiré todos los días de mi vida, me lo diré a mí misma tantas veces que acabaré creyendo mi propia mentira y será la única que predique, la única en la que piense y la única a la que haga alusión. Que tú me mandaste a esta bebé para que yo la cuidara.

Su madre resolló, repentinamente adolorida.

—No debiste hacerlo —susurró Althea, con la vista fija en el techo y los ojos cerrados—. Amethyst no está muerta, tú lo sabes. Va a despertar. La rebelión que estaba planeando llegará, probablemente el día de mi muerte, cuando yo no esté ahí para protegerte, Victoria. Reclamará a su hija, liberará a Urian y tú vas a estar...

—Sola no —intervino Thor en medio de un gruñido vasto—. Yo lucharé al lado de mi hermana justo como lo he hecho hoy, como lo haré siempre. Si Amethyst quiere atacar de nuevo, le daremos la pelea otra vez.

Odín asintió.

—Esto desatará una guerra algún día, cuando menos lo esperen... Y seguramente cuando yo no esté, cuando Althea también se haya ido.

Un escalofrío helado recorrió la columna de Victoria cuando acarició el rostro de la bebé.

—Entonces que así sea —decidió.









[NOTA ORIGINAL, 2018]:

N/A: finalmente pude escoger el rumbo que quería para Moondust y por primera vez me siento cómoda con la forma con la que llevaré la historia 💛 El primer intento no me gustó, no tenía sentido y no coincidía con mi universo, pero ahora sí está todo listo y planeé hasta el último detalle jojojo

Muchas referencias aquí y un datazo de la segunda parte de Disturbia y la cuarta parte de Sapphire 🙆

Anyway, espero que les haya gustado el prólogo. Espero ansiosa poder leer sus opiniones

¡Les amo mucho, nos leemos muy pronto!

Peters virtuales para todas 💛

Ashly se despide xx





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