Capítulo XXII
El sonido de su celular lo hizo despertar. Escuchó que sonó por varios segundos. Viktor iba a permitir que siguiera sonando, hasta que escuchó un leve quejido y abrió apresurado sus ojos para observar. Recostado sobre él, con sus ojos somnolientos y cerca de despertar, se encontraba Yuuri.
El japonés se levantó, apoyándose sobre el colchón y el pecho de Viktor, parpadeó un par de veces antes de fijarse en los ojos del ruso. Su rostro se tiñó de rojo y desvió un momento la mirada antes de volver a verlo y sonreír levemente. Viktor sonrió de regreso y el sonido de su celular dejó de escucharse para él.
—Buenos días, Viktor—dijo con timidez Yuuri. El saludo agrandó la sonrisa en los labios del ruso. Parecía un sueño que su amado bailarín estuviera saludándolo apenas despertara. Desde ese punto, con los cabellos oscuros despeinados, y las cobijas cayendo por la curva que conformaba la espalda y cintura, era una bella vista que apreciar en la mañana. Él sólo deseaba que las cosas pudieran ser de esa manera siempre.
—Buenos días, Yuuri—respondió al saludó, apoyando sus dedos en la superficie blanda para poder levantarse. El japonés se sentía torpe en sus palabras, no podía decir nada coherente para una situación así. Viktor, por su parte, pasó una de sus manos por la mejilla contraria, acariciándola despacio mientras tomaba su teléfono y se disponía a contestar.
—¿Hola?
—¿Has visto la hora?—preguntó Yuri al otro lado de la línea. Viktor separó el aparato de su oreja para fijarse en la esquina superior y observar la hora.
—Oh—murmuró, hacienda una mueca.
—¿Dónde estás?
Para la sorpresa de Viktor, la voz de Yuri sonaba calmada. No supo que era lo que pasaba por la mente del rubio o si despertó de buen humor de la nada, pero no era común escucharlo tan relajado.
—En casa—contestó—. ¿Yakov está por ahí?
—En unos minutos puede que te llame porque no pareces y tienes un ensayo esta tarde.
El ruso miró a Yuuri, él lo miraba confundido. Sus ojos demostraban que se encontraba aun cansando.
—Iré en la tarde—dijo con una sonrisa—Estoy ocupado.
—¿Ocupado?—. Hubo un par de segundos de silencio—. Oh, estás con él.
—Sí—respondió. Vio a Yuuri tirarse de espaldas en la cama, escuchando a media la conversación. Viktor lo miró atentamente, olvidando por un momento que tenía a Yuri al otro lado de la línea. Su amado se encontraba perfectamente recostado, a pocos días de irse. Debía aprovechar el tiempo—. Ya te dije, iré en la tarde, ¿sí?
—Como digas, sólo procura llegar, idiota.
Antes de despedirse el rubio cerró el teléfono y lo dejó sobre la mesita de noche. Yuuri tenía una mano sobre sus ojos, cubriéndolo en silencio antes de sentarse en la cama y mirar a varias direcciones. Viktor supuso que estaba buscando su ropa.
—¿Quieres desayunar?—preguntó Viktor. El japonés dirigió su atención a él y afirmó con la cabeza en silencio. Sus mejillas seguían teñidas de un leve color rosado. En un principio se preocupó por la actitud de Yuuri, pero al ver la leve sonrisa en el rostro y el juego de dedos supo que era parte de su tímida personalidad acostumbrarse al ambiente.
Decidió levantarse primero, tomando la camisa azul de Yuuri que reposaba frente a la cama. Una vez que la tuvo la pasó alrededor de los brazos del japonés cuando éste se sentó para observarlo en silencio. Sonrió con cariño y besó su frente.
—Toma y usa lo que necesites—dijo—. Puedes uso lo que gustes del armario...
Recibió una sonrisa, pero casi de inmediato el japonés desvió su mirada, confundiendo a Viktor.
Se fijó en el rubor de sus mejillas y cómo se negaba a voltear. Entonces, pasó una mirada sobre él para entender que no había notado su desnudes. Quiso reírse por la actitud, pero optó por contener su risa. Le sorprendía que se sintiera tan tímido de hablarle después de todas las cosas que hicieron y dijeron.
De todas formas, por la tranquilidad de Yuuri buscó su ropa interior y una camisa y se retiró de la habitación para darle su espacio.
¿Qué se suponía que debía hacer?
Agitó la cabeza, sacando los pensamientos revueltos de su cabeza. Él quería aprovechar el tiempo que tenían, pero ni siquiera podía intercambiar palabras con Yuuri.
¿Qué estaba pensando su bailarín en ese momento? Él parecía estar igual o más confuso que él.
Suspiró. Por el momento debía encargarse de preparar algo de comer. Con todos los acontecimientos del a noche anterior incluso habían olvidado cenar. Y una vez que el japonés saliera de la ducha iba a tener mucha hambre.
Fue a la cocina, dando vueltas sin saber qué hacer. Decidió utilizar la cafetera y recordó tener pan fresco en un funda de su despensa. Lo sacó y se preguntó si a Yuuri le gustaba el tan tostado o suave. Las preguntas pasaron por la cabeza de Viktor. Él conocía a Yuuri y muy bien, lo que hacía, como era, las pequeñas acciones que realizaba imperceptiblemente, su pasado y presente. ¿Entonces por qué se sentía tan desorientado por no saber que le gustaría desayunar a su bailarín?
Existían aun esos mínimos pero importantes detalles que le fallaban. Por las veces que fueron a las cafeterías sabía que a Yuuri le gustaba el café con dos cucharadas de azúcar. Pero él prefería no tomar otros aperitivos y nunca aceptaba que él pagara.
Decidió dejar la mitad un suave y la otra mitad tostada, buscando en su despensa un acompañamiento. Podía escuchar el sonido de la cafetera indicando que estaba listo el líquido; y la tostadora con los panes listos. La cocina se inundó con el olor de la comida y Viktor se percató de tener más hambre de lo que creyó.
Entonces, escuchó el sonido de la puerta de la cocina. De inmediato volteó para encontrarse con Yuuri en la entrada de la puerta. En sus manos estaba su celular, pero lo dejó a un lado en cuanto se fijó que la atención estaba sobre él.
Pasaron unos segundos. Vio las mejillas de Yuuri teñirse nuevamente y sonrió. Él llevaba una camiseta suya, una simple de color blanco que le quedaba ligeramente holgada. Sus lentes colocados nuevamente en su lugar y la toalla en su cabeza, cayendo sobre sus hombros. Verlo de esa manera le daba al departamento el toque hogareño que él no había sentido en mucho tiempo.
—No sabía que querías para desayunar, así que...—comenzó a hablar Viktor antes de tomar una taza en sus manos—. Pensé que estaba bien café o quizá pan.
Antes de que el japonés pudiera responder se volteó, buscando la caja que tenía a un lado suyo.
—También tengo cereal—siguió hablando—. O puede que prefieras huevos, o frutas.
Cuando dio la vuelta se encontró con Yuuri cerca y se sorprendió cuando éste pasó los brazos a los costados de él. Se confundió por el gesto espantado que tenía el japonés hasta que escuchó su voz.
—Se está quemando—murmuró. El ruso se percató del olor, al parecer, pensar tanto y mirar a Yuuri hicieron que su distracción quemara el pan, no mucho, pero lo suficiente. Una vez que el japonés se encargó del pequeño problema escuchó un pequeño suspiro de alivio antes de que se volvieran a mirar.
Yuuri soltó una risa y él lo acompañó.
Su silencio fue más rápido de romper después de eso. Ambos acomodaron las cosas sobre la mesa y se sentaron. Makkachin se acostó a los pies de Viktor, en ocasiones sentándose y agitando su cola cuando le apetecía uno de los alimentos.
Los minutos pasaron, y entre conversaciones que carecían de sentido, se la pasaban riendo, con una sonrisa en sus rostros. Una vez que terminaron se encargaron de lavar los platos, por más que Viktor se negó Yuuri siguió insistiendo ayudarlo.
Viktor se preguntó si era posible seguir de esa manera.
—¿No debes ir al conservatorio?
—No, está bien—respondió el ruso—. Iremos más tarde, por el momento creo que no es una buena idea aparecer. Tal vez Yakov no este de buen humor...
—¿Iremos?—repitió como una pregunta Yuuri, mirando atentamente al ruso.
—Claro, tú dijiste que estarías en la práctica de hoy, ¿no es así?
El japonés afirmó entusiasmado. Después de esa conversación entró al baño para darse una ducha. Aunque creyó escuchar la voz de Yuuri hablando, supuso que estaba charlando con Phichit e indicándole que se encontraba a salvo en su departamento.
Al salir, Yuuri se encontraba jugando con Makkachin. Le gustaba que su mascota recibiera tan bien al japonés, eso significaba que se había encariñado con su bailarín.
Se acercó al par y pasó sus dedos por el suave pelaje de Makkachin. El caniche ladró un par de veces mientras agitaba feliz su cola, probablemente feliz por la atención que estaba recibiendo.
—Viktor—llamó Yuuri. Su expresión se había colocado repentinamente a una seria e incluso nerviosa. El tonó de su voz no le gustó al ruso, provocaba que los nervios llegaran a él.
—¿Sucede algo malo?—preguntó, manteniendo su semblante calmado.
—Quiero disculparme contigo—habló el japonés, confundiendo a Viktor, la mirada de Yuuri miraba por lo bajo antes de enfocarse nuevamente en él—. Porque hay cosas que no te dije antes... Como la coreografía por la cual me buscaste en primer lugar.
—¿Qué tiene eso? —preguntó, creando ideas en su cabeza, pero esperando que fuera Yuuri quien las confirmara.
—Cuando llegué a San Petersburgo tuve la idea desde un principio, era muy vaga. Cuando me viste bailar la idea se fue momentáneamente y cuando nos encontramos comencé a armarlo con rapidez—explicó el japonés ante la seria expresión del ruso—. El problema es que ya la tuve después... pero no te lo dije porque... tenía miedo que después de eso no tuvieras razones para hablar conmigo.
Viktor escuchó atentamente antes de soltar una pequeña risa que fue aumentando en una más animada. El japonés se preocupó por la reacción antes de fruncir ligeramente su expresión entre confusión y ligera irritación, no entendió que pasaba por la cabeza del ruso.
Abrazó a Yuuri . Había sentido preocupación. Las palabras expuestas por el muchacho de cabellos oscuros no lo molestaban, sólo le hacía pensar todo el tiempo en el cual creyó que quizá podía incomodarlo, entre otros pensamientos.
—¿Hay algo más que debas confesar?
—Creo que no—respondió Yuuri, buscando algo que no hubiera mencionado antes. Viktor suspiró—. ¿No estás enojado?
—Enojado no, más bien sorprendido—habló el ruso—. No esperaba que dijeras eso. Aunque creo que esa preocupación estaba de más.
—¿Por qué lo dices?
—Aun si me la hubieras mostrado esa noche, no hubiera podido alejarme—respondió, sabiendo que probablemente iba a decir más de lo que planeaba—. No pude sacarte de mi cabeza desde que te vi aquella noche.
Sintió la cabeza contraria esconderse en su pecho. Yuuri no estaba acostumbrado a ese tipo de palabras, pero sabía que se encontraba feliz por la manera en la cual lo abrazó.
Esa misma tarde ambos salieron al conservatorio. Se tomó la libertad de ir de la mano con Yuuri, él no dijo nada, mantenía su agarre con el de Viktor.
El conservatorio tenía ese ruido leve que Viktor conocía tan bien, pero le pareció extraño que muchos de los músicos novatos estuvieran mirándolo mucho. Lo más probable era porque no estaban acostumbrados a verlo llegar con alguien, mucho menos un extranjero y de la mano.
No prestó atención a los murmullos, en lugar de eso se encaminó hasta el salón que servía para el ensayo de toda la orquesta. Apenas entró la música que escuchó unos segundos antes de entrar fue silenciada y la mirada de los presentes terminó sobre ellos. Viktor formó una sonrisa a los presentes y saludó, sabiendo que podía venir una reprimenda por parte de Yakov.
—¿Así que ya te sientes mejor?—preguntó Yakov. Él se dedicó a afirmar con la cabeza sin entender lo que decía el director de la orquesta—. Yuri me dijo que despertaste enfermo.
—Ah, sí, por supuesto—respondió—. Pero ya me siento mejor.
Recibió un asentamiento de cabeza.
—Por cierto, traje a Yuuri para que escuchara la práctica, no hay ningún problema, ¿verdad?
El mayor inspeccionó a Yuuri tal y como lo hizo la primera vez que lo vio, analizando al bailarín. No entendía que vio el pianista en aquel extranjero, pero dado los resultados positivos que estaba dando a la imaginación de Viktor, no podía quejarse.
—Mientras permanezca callado...
Viktor afirmó varias veces. Yuuri estaba confundido, no entendía nada de la conversación que tenían los rusos, reclamándose por no pedirle a Otabek o Emil por unas clases de ruso. Estaba completamente desorientado y a duras penas logró entender un par de palabras.
—Dice que puedes quedarte—aclaró Viktor—. Puede que practiquemos un par de horas, ¿te molesta? Si quieres podrías regresar con Phichit.
—Hablé con él temprano, no hay ningún problema.
—Entonces espérame.
—¿Eso quiere decir que vamos a ir a algún lugar después?—preguntó Yuuri con un ligero sonrojo.
—Bueno, si tú quisieras salir conmigo—respondió, aunque sus palabras había sonado muy parecido a una pregunta.
—¡Viktor, deja de coquetear con tu novio y ven a practicar!
El gritó de Yuri resonó por las paredes de salón en un perfecto inglés que logró entenderse. El rostro de Yuuri terminó por pintarse de rojo y Viktor se preguntó si lo había visto en otra ocasión de esa manera. Se rió por las palabras del rubio, sabiendo que usó ese idioma en específico para molestar al japonés.
—¡Ahora mismo voy!—respondió.
Después de eso se retiró para estar en la práctica.
Su atención variaba entre las partituras, cuando Yakov le indicaba algo y sus ojos terminaban irremediablemente sobre el japonés. A veces lo veía sonreírle o soltar una risa silenciosa cuando se volvían a ver.
Varios de los músicos se dieron cuenta de las observaciones furtivas de Viktor y su acompañante. Más de uno no tardó en percatarse de la situación y Mila buscó a Yuri para darle una confirmación, sin embargo, al verlo entendió que él tampoco lograba comprender que sucedía.
Escuchó más de una vez que Yakov le decía indicaciones, y aunque prestaba atención no podía evitar voltear donde Yuuri. No podían dar quejas sobre él, porque cada pieza que interpretó fue perfectamente realizada.
Al final había tocado con tanta tranquilidad que se sorprendió de que la práctica hubiera terminado. Todos hablaban entre ellos y él sólo observó las partituras una por una. Yuuri lo esperaba y él estaba dispuesto a salir en cuanto terminara de arreglar las cosas.
Mila fue quien se acercó a Yuuri para hablar y de esa manera, Yuri fue quien se posicionó a su lado.
—¿Qué sucedió entre ustedes?
—No mucho, lo amo, él me quiere y pasó la noche en mi departamento—respondió antes de despegar sus ojos de su bailarín para encargarse de sus partituras.
—Creo que tú no sabes cuál es la definición de "no mucho"—habló Yuri con su ceño fruncido y sorprendido. Aunque creía entender lo que había ocurrido y una parte de él deseaba preguntar, prefirió negarse de la información.
—¿Entonces están saliendo?
—No exactamente...—respondió con una mueca.
—¿Qué quieres decir con eso?
El mayor guardó las partituras, ofreciéndole una sonrisa calmada al violinista. Infló su pecho con aire fresco y avanzó un par de pasos ante los atentos orbes verdes.
—¿Acaso importa en esas circunstancias?
No espero a que Yuri contestara, prefirió alejarse con sus cosas bajó el brazo.
De alguna manera las cosas se sentían bien así, ¿por qué preguntarse tanto?
Después de almorzar juntos Viktor acompañó a Yuuri de regreso a su departamento. Phichit se veía muy tranquilo e incluso alegre de verlos juntos; como si supiera que las cosas entre ellos iban muy bien pesé a la cantidad de cosas guardadas en cajas, y lo vacío que lucía el lugar sin las cosas que ellos llevaban y no iban incluidas en el departamento.
Como si hubiera sido un plan anticipado por el tailandés, lo invitó a quedarse con ellos con la excusa de haber cocinado de más para esa noche. No hicieron mucho, en realidad Phichit guardaba las cosas frágiles con una envoltura de papel periódico viejo y gastado. Mientras, él se encontraba con su Yuuri en la habitación de este último, ver las paredes vacías y el armario apenas con las paradas de ropa contadas para esos días era demasiado triste.
La casa ya parecía estar vacía, y eso que ambos se encontraban ahí y tenía a Yuuri a sólo unos metros de él. Con el extraño encanto de verlo vestido con una de sus camisetas, aquella que le quedaba muy bien.
Se colocó detrás de él, pasando los brazos alrededor de él para abrazarlo. Sintió el leve saltó que dio el japonés cuando lo abrazó de esa manera, sin embargo, no percibió la timidez que solía tener las primeras veces que ambos estuvieron tan juntos.
¿Qué debía esperar de ellos? Con Yuuri a pocos días de irse y ambos queriéndose.
La cabeza de Yuuri reposó en él, permitiendo el gesto cariñoso. Sus ojos tenían un leve destello de dudas, y Viktor pensó que probablemente eran las mismas que las suyas por el simple hecho de saber que Yuuri no iba poner en juicio algo más.
—¿Qué haremos esta semana?—preguntó Yuuri, y la pregunta quedó en el aire unos segundos en los cuales el ruso reflexionó las palabras expuestas. Una manera muy sutil que mostrar el tiempo que faltaba aunque las cosas selladas con cinta adhesiva y guardada también pudieran lograr el mismo efecto.
—Aún tenemos cosas que hacer y lugares a los cuales ir—habló Viktor con un tono dulce—. ¿Sabes? El próximo martes vendrán a escucharme personas importantes para saber qué tan lejos puede llegar mi carrera como músico. Ya sabes, no sólo estar en Rusia, sino también en otros países.
—Suena maravilloso—respondió Yuuri con una curva en sus labios, Viktor captó la acción como algo sincero.
—Pensaba que podrías venir, si es posible...—dijo bajando el tono de su voz gradualmente. El vuelo salía el martes, pero no supo cuando era.
—Creo que podría intentarlo...
—Claro que si no se puede, aun tienes las entradas que te regalé, ¿verdad?
Yuuri soltó una risa.
—Claro que las tengo—contestó, separándose de Viktor para acercarse a la mesita de noche junto a la cama en busca de las entradas—. No podría tirar a la basura algo que me has regalado.
Viktor se sentó en el borde de la cama, observando a Yuuri mirar las entradas. Sus ojos demostraban lo entusiasmado que estaba y no pudo sentirse más feliz. Él no era el tipo de personas que pidiera favores, pero por Yuuri era capaz de ir con alguna influencia si eso lo hacía feliz.
—Por cierto, nunca me explicaste correctamente como obtuviste estas entradas.
—Oh, eso...—murmuró Viktor—. Conozco a una bailarina que tiene prestigio en todas las academias de ballet de Rusia, su nombre es Lilia y solía estar casada con Yakov.
—¿El director de la orquesta?
—Sí, él—respondió. Yuuri se sentó a su lado para escucharlo atentamente. En ese momento parecía un niño entretenido con una historia—. Bueno, yo la conocí cuando era su esposa y cuando mi padre era parte del conservatorio. Es decir, hace mucho tiempo. Cuando comencé a componer ella tuvo la confianza suficiente para usar una de mis composiciones. La usaron para todas las presentaciones de un grupo de bailarinas de ballet que ella dirigía.
—¿La he escuchado?
—Lo dudo—negó varias veces con su cabeza—. Sólo fue conocido durante un corto plazo entre aquellos que saben de ballet, digamos que no fue exactamente un Claire de lune o la composición de El lago de los cisnes.
—Eres muy duro contigo mismo—dijo Yuuri con una sonrisa.
—Lo dices porque no la has escuchado—respondió.
—¿Entonces lo tocarías para mí?
—Las veces que quieras.
La respuesta directa hizo a Yuuri avergonzarse. Ocultó su rostro con uno de sus brazos y tiró su cuerpo contra la cama, acostándose mientras escuchaba la risa del ruso. Aunque Yuuri tenía sus momentos de valentía para decir o hacer algunas cosas, seguía existiendo ese bailarín tímido.
—Quiero llevarte a muchos lugares—dijo Viktor, acostándose a lado de Yuuri. Ambos miraban el techo y el ambiente entre ellos se sentía pacífico y agradable.
—Podrías... venir a Japón—musitó Yuuri con inseguridad, llamando la atención del ruso—. Vivo en un lugar miuy tranquilo. No es una ciudad muy movida como San Petersburgo o como Moscú...
—Nunca me has contado mucho del lugar donde se encuentra tu familia—habló Viktor—. ¿Qué era lo que más te gustaba?
—Me gustaba la tranquilidad, el paisaje, las aguas termales y la comida—respondió, enumerando las cosas que permanecían intentas en su memoria.
—Quizá pueda ir a Japón, aunque debería pensar en un lugar donde quedarme—
Ambos voltearon para mirarse. Yuuri acomodaba su mejilla sobre su mano mientras seguía extendiendo la sonrisa para el ruso.
—Siempre tendrás un espacio en mi hogar.
—¿Ah, sí?—sonrió.
—Sí.
Viktor se acercó al japonés para depositar un dulce beso en sus labios.
Las mismas palabras pasaron por la mente de ambos cuando cerraron los ojos para enfocarse en el tacto ajeno: cinco días y contando.
Hola :33
Quiero disculparme si es que me demoro con las actualizaciones. A decir verdad he estado cumpliendo algunas promesas que debo y a principios de marzo doy pruebas para ver si logro ingresar a una universidad del Estado, por lo cual me encuentro estudiando y escribiendo poco a poco. (Mis matemáticas han estado peor de lo que creí e.e)
Creo que no queda mucho para Moondance, ya estoy por terminar el fic y he subido (como prometí) otro fanfic que será dulce como este.
Gracias por leer :33
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