Capítulo XVII
A sólo un par de días para que terminara el año, Viktor se encontraba con sus amigos, hablando de sus últimos deseos para ese año mientras se encargaban de arreglar sus instrumentos.
El último concierto de ese año iba a caer el treinta de ese mes. Era un último esfuerzo para poder relajarse el último y primer día del año. Los estudiantes del conservatorio eran los únicos que se encontraban en vacaciones y descanso.
Se fijó en el menor del grupo, él había afinado su instrumento con anterioridad por lo cual lo tenía colocado a su lado. Los irises esmeralda observaban con atención la pantalla de su teléfono celular, como si estuviese viendo la cosa más interesante del mundo.
—Yuri, ¿qué estás haciendo? —Preguntó Mila, acercándose al rubio quien guardó su celular con rapidez.
—No te importa.
—Tal vez no, pero si me da curiosidad—respondió con una sonrisa. Viktor miró expectante a los adolescentes. Ambos estaban teniendo una discusión por lo que estuviera haciendo el rubio en su celular.
El mayor esbozó una sonrisa, sabiendo bien de que se trataba. Podía ser un despistado, pero no era un tonto como para no notar que Yuri había encajado muy bien con Otabek y ellos se mandaban textos a diario.
—Ustedes dos—se escuchó el reclamo de Yakov—. ¿Van a seguir molestando o podemos comenzar el repaso?
Yuri refunfuñó por lo bajo y Mila se disculpó por el alboroto causando antes de posicionarse en su lugar. Vio a ambos llenarse de calma y seriedad mientras tomaban sus respectivos instrumentos. Esa era una de las facetas más importantes y destacables de ambos. La actitud de ambos era diferente cuando tocaban.
Él esperó en silencio, escuchando como la melodía se iba formando hasta el momento en el cual le correspondiera introducirse en la canción con sus hábiles dedos.
Esa práctica había sido una de las más amenas que había tenido en mucho tiempo. De alguna manera las viejas notas que compuso ahora tenían forma, aunque en un principio se negaba a tocarlas. Renovó unas cuantas para que se asemejaran más al sentimiento inicialmente planeado, encontrando algo que fue de su agrado y del gusto de los oyentes.
Podía decir que se sentía nuevamente en el apogeo de su carrera, con la frente en alto y toda la felicidad del mundo para continuar.
Esa tarde que pasó ensayando no tuvo mayor carga. Podía decir que se encontraba en forma para la presentación y que tenía incluso después de eso las energías renovadas.
Después de una oleada de ovaciones entre integrantes de la orquesta tuvieron el resto de los días libres hasta el último día del año. Aquel en el cual tocarían para un gran grupo de personas a unas pocas horas de recibir un nuevo año.
Se despidió de sus amigos más jóvenes y se dispuso a marcharse, igual que siempre, al estudio en el cual podía encontrar a su bailarín. Sin embargo, cuando salió del edificio se encontró con una sorpresa.
Yuuri estaba arrimado en la pared junto a la puerta principal. En sus orejas se encontraban colocados sus auriculares. Su semblante serio y concentrado no era algo nuevo de ver, pero este en particular creyó verlo únicamente una vez. Algo estaba aquejando al japonés.
—Yuuri—llamó Viktor. El chico no respondió, al parecer, la música impedía que su voz fuera escuchada. Se acercó, posicionándose frente a él. Notó entonces que llevaba un par de bolsas de compras a los lados.
El japonés le regaló una sonrisa antes de retirarse los pequeños objetos de sus cavidades auditivas.
—Hola, Yuuri—saludó, contagiándose de la sonrisa contraria—. ¿Qué haces aquí?
—Estaba haciendo las compras de la semana—respondió Yuuri, sus mejillas sonrojadas le daban un aspecto adorable—. Pasaba por aquí y recordé que se está acabando el año y aun no cenamos...
Viktor lo pensó. Siempre habían ido a cafeterías, pero nunca a un lugar en específico para pasar el tiempo. De igual manera, la noche en la cual iban a cenar en su casa, Yuuri se retiró antes de poder evitarlo.
—Bien, vamos a cenar—respondió. Se apresuró a tomar las bolsas de las compras antes que el japonés y sonrió.
—No es necesario que cargues eso por mí. No son demasiadas cosas...
—Está bien—respondió—, viniste a buscarme y además compraste todo, creo que es justo que yo cargue las cosas por ti.
—Vine a invitarte—dijo Yuuri, pegando la parte posterior de su cabeza en la pared—. Ya has hecho mucho, ¿podrías permitirme hacer algo para ti?
El aliento fue robado de los pulmones de Viktor. No supo si las palabras que decía Yuuri tenían algún significado especial, pero por el tono de su voz le hacía divagar entre ideas.
"Cada palabra que decía afectaba el estado de mi corazón, como si mis oídos fueran dependientes del sonido de su voz."
— ¿Y qué tienes en mente?
El japonés arrebató los comestibles de las manos ajenas, manteniendo una ligera sonrisa misteriosa. La curiosidad en el ruso aumento, colocando cada uno de sus sentidos en alerta para intentar comprender que estaba pasando por la mente contraria.
—Acompáñame.
Sin decir una palabra más vio los pasos del chico y se dispuso a seguirlo. El humor de Yuuri le pareció más que animado, algo extraño. Le gustaba ver su sonrisa, pero había algo en sus ojos que le hacía pensar que no se encontraba del todo bien.
Pensó en todas las cosas que podían afectar a su bailarín. Aunque en el último tiempo, si recordaba todas las conversaciones que tuvo con él, creía entender varias cosas.
El nombre de las calles eran conocidas y supo de inmediato que estaban dirigiéndose al departamento de Yuuri. Eso tenía sentido si el japonés dijo que había hecho las compras de la semana.
Cuando llegaron a las puertas y Yuuri se dejó de lado las fundas llenas para abrir la entrada, Viktor volvió a tomarlas por inercia. Algo en él le impedía dejar que Yuuri hiciera todas las cosas solo. Antes de notarlo buscaba ser de ayuda para el joven de cabellos negros.
Yuuri iba a decir algo por sus acciones, pero bastó una sonrisa para que el japonés desviara la vista, suspirara y siguiera el camino hasta el departamento.
Únicamente estuvo una vez en ese lugar, apenas logrando ver un poco del interior cuando dejó a Makkachin en el hogar de Yuuri. En ese momento lo estaba viendo desde el interior. Era un lugar bastante acogedor y ordenado. No poseían mucha mueblería, era obvio que no la podían tener si su estadía en las ciudades era efímera.
Supuso que lo que tenían era lo que les bastaba para tener una vida cómoda hasta el momento de marcharse. Un mueble pequeño, una televisión de un tamaño considerable varios muebles llenos de discos de música, entre otras cosas.
—Acompáñame—pidió Yuuri, mostrándole el camino hasta la cocina.
Una vez dentro dejó las cosas sobre el mostrador que estaba a un lado del lavabo. Ambos permanecían en silencio, titubeando cada uno de sus movimientos.
— ¿Y qué vamos a cocinar? —Preguntó Viktor.
—Te quería enseñar un platillo en específico—contestó Yuuri con una sonrisa—. Amaba comer esto cuando estaba en Japón, es mi favorito. Se llama katsudon.
— ¿Katsudon?
—Sí—.Yuuri se acercó a las fundas de supermercado, sacando los alimentos y ordenándolos.
— ¿En qué puedo ayudarte?
—Yo voy a cocinar—respondió Yuuri—. Considéralo un regalo por no tener nada por tu cumpleaños.
—No es necesario—rió Viktor, en ocasiones el japonés era demasiado terco. Y aunque ese era un defecto, le gustaba que fuera para realizar un detalle con él.
Sin hacer caso a las protestas del dueño de la casa, buscó algo que hacer, así fuera lavar las verduras. No quería dejar a Yuuri solo en la labor mientras lo observaba en silencio en una de las sillas del comedor.
No fue de mucha ayuda, puesto que la mayor parte del trabajo lo hizo Yuuri. De hecho, él no pudo entender partes de la receta que el japonés le indicaba con tanto esmero. Intentó memorizar la mayor parte, creía que podía servir para una ocasión futura el saber cocinar el platillo favorito de su bailarín.
El olor que desprendía la comida era muy agradable y exótico. Aquel aroma invadía sus fosas nasales, abriendo su apetito. Ver el enorme tazón frente a él fue una sorpresa. Al parecer, Yuuri tenía un gran apetito.
Tomó los palillos a un lado del plato y tuvo varios intentos fallidos de manejarlos de manera apropiada. Cuando creía dominarlo uno se caía o terminaban chuecos. Frunció ligeramente su gesto, no lograba entender como comían con esas cosas tan extrañas.
Yuuri soltó una risita.
—Los estás colocando mal—dijo, levantándose de su lugar y extendiendo el cuerpo por sobre la mesa para llegar a sus manos. Sintió los dedos de Yuuri acomodando el cubierto oriental—. No pongas demasiada presión en los dedos...
Dejó de escuchar las palabras, Yuuri estaba demasiado cerca y no podía dejar de observarlo. El japonés levantó la mirada cuando no obtuvo una respuesta por parte de Viktor. Se quedaron quietos, observándose como si fuera la primera vez que cruzaban palabras.
—La comida se va a enfriar...—murmuró Yuuri, alejándose para dar espacio al ruso.
Ambos se volvieron a acomodar, el bailarín pasando sus dedos por los mechones negros de su frente, notablemente avergonzado. Una vez más, Viktor logró ver algo en su semblante que era diferente de lo habitual.
—Quiero saber si te gusta, come...
Viktor salió de su ensañamiento, afirmando con la cabeza. Sostuvo los palillos, intentando no fallar nuevamente. Revisó lo que estaba en el platillo y con cuidado, intentó cortar con los palillos. La carne era suave, y fue relativamente fácil para alguien que estaba intentándolo por primera vez.
Sus ojos se abrieron, era realmente delicioso. Sonrió ampliamente mientras saboreaba la carne, sintió un pequeño dolor ocasionado por el sabor. Hace tiempo que no experimentaba esa sensación con comida, sabía exquisito. Yuuri resultó ser muy bueno cocinando.
—вкусно—dijo por lo bajó y Yuuri rió. Lo vio notablemente alegre, con sus luceros brillantes al darse cuenta que la comida fue de su agrado. Luego lo vio comer, sin borrar la expresión jovial.
—Me alegra que te parezca delicioso.
Viktor lo miró con curiosidad.
— ¿Me entendiste?
—Levó un tiempo aquí, hay algunas frases que se quedaron en mi cabeza.
—Vaya—.Viktor lo miró con sorpresa—. Entonces debes saber un poco de cada idioma, después de todo, tienes compañeros de muchas nacionalidades.
—En realidad, sólo he aprendido unas pocas frases en tailandés y coreano, lo demás suelo olvidarlo rápido, no es como si pudiera entenderlos a todos o aprender tan rápido...—admitió Yuuri con pena.
—En todo caso, no sabía que cocinabas tan bien.
—Uno se acostumbra cuando tiene que alimentarse, aunque aprendí la mayor parte por mí madre—respondió Yuuri como si no fuera la gran cosa—. Al principio tuve muchas fallas, me alegra no haber terminado intoxicado.
—No creo que sea para tanto...
Obtuvo una mirada seria de Yuuri, quien incluso dejó de comer para observarlo.
—Está bien, te creo.
Siguieron comiendo. Le encantaba ver que Yuuri se encontrara de esa manera, satisfecho con cada bocado y risueño hasta el último de ellos. Él también terminó su platillo y el japonés se levantó para dejar los platos en el lavabo.
—Por cierto—preguntó Viktor al notar el lugar vacío—. ¿Dónde está Phichit?
—Salió con Seung-Gil. Dijo que no volvería hasta tarde y no lo esperara despierto—respondió Yuuri antes de voltear hacia su persona—. Por lo tanto, tú eres mi única compañía esta noche.
—Ya veo...—farfulló. Se sentía inusualmente nervioso. Estar a solas en el departamento de Yuuri era demasiado para procesarlo.
Una vez que la mesa fue recogida y dejaron todo en su lugar se dirigieron a la sala de estar. Al no tener nada más que hacer para pasar el tiempo se sentaron juntos para mirar algo de televisión.
La tensión entre ambos era notable. Pese a tener momentos de paz y buena convivencia habían momentos como esos. Ocasiones en las cuales no podía encontrar las palabras necesarias para iniciar una conversación. Viktor quería luchar contra eso, pero terminaba por decepcionarse de sí mismo por su comportamiento de adolescente enamorado.
No quería arruinar las cosas con Yuuri. Su relación marchaba bien y aunque no pudiera denominarla, era especial a su manera. Yuuri no era como otro amante o persona en la cual estuvo interesado alguna vez. Su sola presencia lograba despertar más sensaciones que en sus momentos de intimidad con anteriores parejas.
Aunque la programación de ese día fura monótona e insípida, no importaba, porque a su lado estaba la persona más bella e interesante del mundo. Con los irises castaños inmersos en pensamientos lejanos y el fondo de las voces de la pantalla como si fuera un murmullo poco importante cuando lo veía.
Estiró su mano, alcanzando las hebras oscuras entre sus dedos. Los sintió sedosos al tacto, finos y suaves; retirando en un lento movimiento los mechones del rostro contrario. La tención de Yuuri era absolutamente suya en ese momento, lo sabía porque sus pupilas estaban adheridas a las propias, buscándose incesantemente.
—Si te veo un solo minuto más de esa manera, voy a enloquecer—habló Viktor, acercándose al japonés. Movió sus dedos en el cabello ajeno, proporcionando una suave caricia mientras los ordenaba.
Yuuri exhaló de golpe el aire de sus pulmones, como si no hubiera soportado el peso del oxígeno dentro de él. Vio un deje de aflicción en sus facciones dulces, efectivamente, estaba guardando algo para él y no se atrevía a decirlo.
—Dime que te sucede, Yuuri—pidió el ruso—. Me inquieta verte de esta manera. Estás así no solo desde hoy cuando llegaste, sino desde antes. El otro día vi algo parecido a lo que estás haciendo...
—La verdad...—comenzó a hablar Yuuri. Una de sus manos se posó encima de la de Viktor, sintiendo el calor de la piel ajena que parecía dejar una marca.
—Continúa...
—Voy a regresar a casa en febrero—respondió Yuuri, su voz sonaba repentinamente vaga, hasta un poco seca.
Viktor sintió que su agarre se debilitaba por la noticia. Eso había dolido mucho más de lo que esperaba que dolería desde el momento en el cual supo que Yuuri era solo un pasajero inolvidable.
Cuando su mano quiso bajar y regresar, Yuuri la sostuvo con más fuerza. Lo miraba atento, con desilusión y Viktor supo que él esperaba que dijera cualquier cosa. No supo si le dolía más la noticia o los ojos del japonés buscándolo con desesperación.
—Viktor...—murmuró.
Al escuchar su nombre solo se pudo acercar, envolviendo los brazos alrededor del asiático. Lo junto hacía sí mismo, intentando robar parte del calor ajeno. Necesitaba tenerlo cerca, era la única forma en la cual podía demostrarle que estaba escuchándolo. Tenía miedo de hablar y que se cortara su voz o peor, decir algo de lo cual se podía arrepentir.
—Tienes un tiempo limitado aquí, Yuuri—comenzó a hablar, tomando aire—. ¿Extrañas mucho tu hogar?
Yuuri guardó silencio. Una de las manos del chico estaba en su pecho y el otro a un costado, temblando ligeramente.
—Sí...demasiado—murmuró en voz baja.
—Lo entiendo—dijo, acariciando sus cabellos—. Está bien extrañar tu hogar, no has estado en Japón seis años.
La frente contraria fue a parar a su cuello, la respiración contraria le causaba un ligero cosquilleo. No lo alejó, al contrario, dejó que Yuuri se acercara cuanto deseara. Si él hubiera rechazado su tacto le habría lastimado demasiado. Aunque eso era poco probable, porque Yuuri nunca se había alejado de él.
—Yuuri...—murmuró, intentando encontrar una parte coherente de entre todos sus deseos egoístas que querer acaparar a Yuuri el mayor tiempo que pudiera—. Stammi vicino...
El japonés lo empujó, para sorpresa de Viktor, contra el brazo del sillón. Sintió la cabeza pegarse esta vez a su pecho, escondiendo su rostro entre su camiseta y las manos.
Tuvo miedo, su corazón latía muy rápido y era probable que Yuuri lo pudiera escuchar por la cercanía entre ambos. Era una manera de delatarse sin decir palabra alguna. No podía controlar muchas cosas, y esa era una de las tantas que estaba descubriendo en el tiempo que pasaba con el bailarín.
Respiró profundo, intentando cambiar la incómoda posición en la cual se encontraban. Estiró un poco sus piernas y terminó acostado de una manera poco convencional. Yuuri se mantenía estático encima de él, lo podía comparar con un animal pequeño y asustado que estaba intentando no ser descubierto.
Con un brazo, volvió a abrazar al japonés. Se veía demasiado indefenso y vulnerable, como nunca antes lo había visto. Para su sorpresa, cuando intento acariciar sus cabellos la mano contraria ya había buscado primer la suya.
Sus dedos se entrelazaron, buscando un silencioso consuelo mutuo. Viktor acariciaba sutilmente el dorso con su pulgar.
"Momentos como aquel, eran en los cuales me sentía más vivo que nunca. Cuando había olvidado como era querer vivir fervientemente, su respiración se volvía mi oxígeno."
"Sé que significa el dolor de perderlo, pero sólo puedo pensar en el gozo de tenerlo cerca aunque sea en un momento fugaz."
Una paz embriagadora lo llenó. Tenía aun el sabor amargo de la noticia en su boca, pero era extrañamente dulce. Yuuri se mantenía junto a él, y por un momento creyó sentir su corazón latir casi tan fuerte como el suyo. Aunque podía ser parte de su imaginación por la satisfacción que se adueñaba de su ser.
Sentía los ojos caer lentamente, su respiración volverse más liviana al tiempo que en algún momento él y Yuuri tenían la misma secuencia cuando llenaban sus pulmones de aire. Juntos como nunca lo habían estado, y al mismo tiempo, lo suficiente apartados para que la distancia quisiera ser acortada por Viktor.
Muy pronto cayó rendido ante el sueño.
Esa era su primera vez durmiendo con Yuuri.
Hola :3
Lo sé, me quedó algo triste, lo siento. No es mi intención que pasen el último día del año con depresión o algo así...
Quiero desearles a todas un feliz año, espero que el próximo sea muy prospero para todas las personitas que leen esto, que logren alcanzar sus metas y que esta vez si se cumplan los propósitos de año nuevo XD
Muchas gracias por leer :33
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