Capítulo XIII

A la día siguiente aprovechó el tiempo de relajación y descanso que tenía Yuuri para llevarlo a rastras al conservatorio. En todo el tiempo que llevaban conociéndose de a poco, siempre iba al estudio. Nunca se había tomado el tiempo para dar a conocer el lugar en el cual pasaba gran parte de su tiempo y pasó gran parte de su vida.

Así que ahí estaba, un Yuuri caminando por los pasillos. Su rostro ligeramente rojo por la atención que tenía de todos los estudiantes sobre él. Eso debido a que nunca lo habían visto y encontrarlo en compañía de Viktor con una gran sonrisa, era curioso.

—¿Está bien si entro?

—No hay problema, estás conmigo—respondió, una pequeña sonrisa apareció en sus labios—. Cuidaré de ti.

Yuuri afirmó con la cabeza, mostrando un poco de timidez por las palabras antes de seguir caminando.

El conservatorio tenía extensos pasillos y estaba bien iluminado. Viktor pasó por varias puertas hasta encontrar el salón donde componía. Muchos años de su vida se encontraban en esas paredes, como un pedazo de su historia. Aquel espacio que utilizaba únicamente para él.

—Aquí es...—dijo, abriendo la puerta para permitir a Yuuri pasar primero. Él entró al salón y se animó a observar con detalle todo lo que se encontraba dentro.

Viktor cerró la puerta a sus espaldas, enfocándose en un entuciasmado Yuuri que veía la decoración de las paredes, las partituras encima de uno de los escritorios y el gran piano con cola que ocupaba una gran porción del lugar.

Vio a Yuuri tomar las hojas de sus canciones, observado una por una con un gesto sorprendido. Viktor recordó que todas llevaban el nombre del japonés, porque había preferido dejarlas con el nombre del chico que cambiar todas y no saber cual era cual.

—Esto es...—murmuró el chico de cabellos oscuros, cambiando hoja por hoja sin dejar de ver los títulos expresados en cada uno de las partituras compuestas—. Yo estoy...

Se sintió por un momento en aprietos, pero la sensación fue borrada de inmediato. Viktor se acercó y tomó varias de las partituras que Yuuri no había recogido y se las entregó el mismo. Su corazón se sintió un poco agitado, pero se supo controlar.

—Te dije que me inspiraste—dijo Viktor antes de sonreír—. Esto es lo que me has ayudado a crear.

El rostro ajeno se tiñó de rojo, bajando ligeramente la cabeza. Sin embargo, sus ojos estaba fijos en las hojas que seguía observando en silencio.

—Son muchas... No puedo creer que hayas hecho todo esto...

—Te invitaría al proceso creativo en vivo y en directo—dijo Viktor.

—¿Es eso posible?—preguntó Yuuri, confuso por las palabras del ruso.

—Claro que sí. Podrías sentarte a mi lado o frente a mí—explicó mostrando a Yuuri un asiento—. Y esperaré a que tenga ganas de improvisar algo para ti.

—¿Improvisar?—repitió Yuuri con una sonrisa—. ¿Entonces pretendes que esperé sentado en una esquina, mirándote hasta que se te ocurra algo?

—Nunca mencioné la parte de observarme mientras esperábamos. Sin embargo, también sería útil si bailaras para mi.

El japonés soltó una risa, su rostro adquirió un color más rojizo. Las manos juntaron las hojas contra el pecho, con extremo cuidado, como si estuviera sosteniendo algo delicado. La mirada chocolate fija en él mientras la risa se desvanecia hasta dejar una suave curva en los labios ajenos. Viktor cerró un poco sus ojos, encontrando una parte de su persona luchando contra el instinto de quererlo más cerca.

—En lugar de eso, también podría tocar algo que creé—habló Viktor.

—¿Se puede?

—La música se crea para ser escuchada, Yuuri. Más que eso, esta música la hice pensando en ti, así que... creo que todas estas canciones son tuyas...

Los ojos de encontraron y Yuuri huyó de los zafiros. Un silencio muy extraño que el ruso nunca había sentido en su vida, se tornó en el lugar. Yuuri parecía de alguna manera, nervioso.

Se acercó al piano, era la primera vez que le iba a tocar algo en el piano de esa manera. Algo directamente para Yuuri, sin un público delante de él, sin Yuuri entre la multitud. Eran únicamente él y su bailarín, en un lugar tranquilo. Distante de los oídos críticos para concentrarse en su musa que hacía su corazón latir.

—Escucha lo que hago, Yuuri...

Se sentó, cerrando sus ojos unos segundos antes de desplazar despacio sus dedos sobre las teclas. Vio de reojo a Yuuri aproximarse, aun con las hojas en una de sus manos. Asentó uno de los codos en la tapa del piano, dejando el mentón apoyado en el torso de la mano mientras observaba en silencio el movimiento de sus dedos.

Las notas sonaban claras. Y cuando subió sus ojos un par de veces en las ocasiones en las cuales tenía un segundo, vio a Yuuri observando su rostro fijamente. La mirada sobre lo hacía estremecer ligeramente, nunca había visto que los orbes castaños del bailarín tuvieran una expresión así. Algo que no podía describir, pero que era lo suficientemente profundo para sentirlo en su piel.

Cuando terminó, su atención fue a parar a su musa.

—Tocas tan hermoso, Viktor... Nunca vi tanta belleza en alguien cuando toca...

Su respiración se cortó, las palabras tocaron un punto en su mente que no terminaba de procesar a Yuuri pronunciando de manera lenta y tentadora las palabras; todo a través de los labios rosados que vio por un segundo fugaz antes de confundir su mente.

—Y-Yo, e-es decir...—tartamudeó Yuuri, apresurado, sus palabras sonaban torpes y arrastradas por los nervios—. Quiero decir, eres un músico asombroso. Y lo que tocas es bello...

Viktor se tomó unos segundos para llenar su cabeza de pensamientos coherentes, porque, definitivamente, no estaba listo para escuchar algo así. Mucho menos para el fuerte golpe en su pecho que le arrebató el oxígeno ante la leve insinuación de Yuuri en calificarlo como alguien con "belleza".

Lo había escuchado antes, pero con otras palabras. No esa en particular y mucho menos con el tono de voz y la expresión de Yuuri.

—No es que conozcas muchos músicos tampoco...—respondió Viktor, buscando calmar el ambiente. Sentía calor y sus mejillas probablemente estaban en peligro de teñirse—si es que no se encontraban ya—, rojas.

Yuuri era a veces tan atrevido y otras tan tímido que no terminaba de entenderlo. No podía descubrir que era lo que iba a hacer o decir. Era imposible leer lo que pensaba, y aunque eso lo desesperaba, también lo mantenía atento.

Yuuri era impredecible y lo sorprendía.

—Pero aun así...—respondió Yuuri, parecía intentar encontrar palabras adecuadas—. ¿Entonces debería ver a más músicos.

—Me rompes el corazón, Yuuri—se quejó con dramatismo—. Se supone que eres mi musa, no deberías pensar en ir con otros músicos.

—Dices que no conozco músicos...—continuó hablado Yuuri con una sonrisa.

—Me lastimas, Yuuri—dijo Viktor—. Voy a demorarme en curar lo que has hecho.

—Lo siento—se disculpó con sinceridad cuando vio al ruso esconderse en sus brazos. Su actitud se vio cambiada a una más nerviosa cuando vio que el hombre no le respondía.

—Bueno, si de verdad lo lamentas puedo perdonarte, pero...

—¿Pero...?

—Debes bailar para mi—respondió antes de mostrar una sonrisa suspicaz. Yuuri suspiró al ver que cayó en la trampa del mayor.

—¿Entonces que quieres que baile?

—¿Eh? —. Viktor lo miró confundido.

—La oferta expiró.

—¡Espera! ¡Eso es injusto!

—Te di la oportunidad y la desperdiciaste, no es mi culpa—respondió Yuuri.

Hizo una mueca antes de echarse a reír con el japonés. Se sentía feliz de poder jugar con Yuuri de esa manera, en esos pocos momentos donde dejaba de lado su timidez para seguir el juego con algo.

Esos eran momentos preciados.

—¡Viktor!—La puerta del salón se abrió de abrupto. Yuuri se sobresaltó por el ruido, separándose del piano de inmediato.

Viktor palideció cuando escuchó la voz conocida para él.

—Hola, Yakov—saludó, dando la vuelta para encarar al hombre que estaba muy enojado—. ¿Qué tal todo?

—¿Dónde estuviste estas últimas veinticuatro horas?

—Ya sabes, por ahí... soy un adulto.

—¿Y por eso dejas a toda la orquesta preocupada en una calle de Moscú? ¡Ni siquiera te dignaste en llamar!

—¿Cómo iba a saber que se preocuparían de esa manera?

El hombre frente a él estaba realmente enojado. Viktor intentó sonreír y hacer que se relajara. No quería que le diera un infarto por el enojo, porque no debía estar enojandose. Aunque bien sabía que era su culpa y si él vivía estresado o preocupado era por ello.

—Vitya, no puedes hacer lo que te venga en gana de esa manera. La próxima vez si tanto te urge regresar, al menos da señales de vida.

—Lo siento, lo siento—respondió—. De todas formas, ya voy a disculparme con todos.

Yakov volteó los ojos hasta encontrarse con Yuuri, quieto cual estatua en su lugar. Con su rostro visiblemente preocupado y un poco intimidado. Parecía querer encontrar muchas respuestas de ver a un muchacho japonés en el salón.

Aunque si bien había escuchado de la boca de Mila y Yuuri que Viktor pasaba tiempo con un bailarín extranjero, no se había involucrado demasiado en el tema. Eso hasta que comenzó a atar cabos en su cabeza apenas vio al chico de cabellos oscuros.

—¿Y tú eres...?

—Yuuri...—respondió, flanqueado con el nivel de su voz. Yakov abrió la boca para decir algo, pero fue interrumpido de abrupto por Viktor.

No quería que las cosas se salieran de control. Ya había tendió suficiente por el momento, porque sabía que tendría más gritos cuando Yuri decidiera llegar al conservatorio.

—Él es... Él viene conmigo, sólo será por un momento más.

Yakov los miró unos segundos y rodó sus ojos, cansado. No quería lidiar con ese par.

—Como sea... No te olvides de disculparte—dijo terminando de hablar para después marcharse.

El ambiente se relajó después de eso. Yuuri se mantuvo callado, con sus manos juntas y su mirada recorriendo diversos lugares del salón.

—Lo lamento, suele enojarse cuando hago algo impulsivo.

—Está bien, sólo me asustó un poco...

—Él hace eso cuando está enojado. Pero no importa, se ha preocupado por mi desde que era un estudiante. Con el tiempo entendí que cada reclamo que me daba era porque en realidad se preocupaba por mí.

—Eso es... lindo de su parte. Que cuide tanto de ti.

—Supongo... Ha estado a mi lado en estos años de carrera. Cuando era adolescente tuvimos muchos problemas, me reclamaba a menudo por no cumplir mis obligaciones como debía.

—Como un padre.

—Podria decirse...—. Viktor reflexionó por un momento.

Aun recordaba muchos de los años que pasó en el conservatorio el año en el cual su padre no se encontraba en ese mundo. En ese entonces solía pensarlo mucho para que la imagen de su padre no fuera borrada, aunque el tiempo lograba desgastar algunas cosas.

Sin embargo, tenía varias fotos guardadas de sus padres cuando eran jóvenes. Desde fotos de ellos recién casados hasta otras en las cuales estaban ellos dos, vivos y cuidando de él.

—Él te llamo de una manera extraña hace un momento. ¿Cómo era...?

—¿De una manera extraña?—preguntó, entendiendo casi de inmediato a que se refería Yuuri—. Entiendo, fue la segunda vez que me nombró. A veces me dicen Vitya, bueno, él me ha llamado así siempre.

—¿Por qué?

—Es una manera más de decir "Viktor".

—Ya veo...

El hombre sonrió cuando vio a Yuuri analizar sus palabras. Luego, sonrió con dulzura al ruso.

—Vitya...

Miró a Yuuri sorprendido. Las palabras suaves una vez más lo dejaron sorprendido, y también con una clase de calor en el pecho. No sabía cuánto podía durar con Yuuri diciendo demasiadas cosas que lo desorientaban más de lo que cualquier cosa lo había hecho en el pasado.

Quiso decir algo, pero no pudo.

Pasó una mano por sus cabellos y desvió la mirada, no pudiendo sostenerla mucho tiempo en cuanto se encontró ahogado en sus pensamientos. Podía acostumbrarse a Yuuri diciendo su nombre de la manera que le gustara. Que lo llamara así lo impresionada aun más que lo anterior.

Después de eso, intentó cambiar el tema de conversación. Pudo lograrlo después de unos minutos, revisando otras partituras mientras Yuuri escuchaba. Su entusiasmo por lo que decía era un deleite para Viktor, había hablado de eso mucho a años, había dado demostraciones y clases. Nada igual a aquello, porque se sentía calmado y Yuuri prestaba absoluta atención a cada cosa que decía.

Le alegraba verlo feliz por algo que hacía bien.

Una vez que los minutos pasaron y Yuuri tuvo que irse, lo acompañó hasta la puerta del conservatorio y después de despedirse, lo vio marchar.

"Cuando estoy contigo, las cosas salen de mi control."

Caminó por décima vez en el salón de estar de su departamento. El suelo estaba lleno de partituras esparcidas en el piso y una serie de instrumentos colocados en el suelo y los muebles.

Pasó las manos por su rostro antes de retirarse de regreso al piano en medio del salón. Quiso hacer algo completo, pero se detuvo cuando la imagen de la sonrisa de Yuuri pasó por su mente. Suspiró, otro de esos sueños raros apareció esa moche.

Lo malo no era soñarlos, era que su imaginación se las ingeniaba para conseguir una continuación e incluso un final. Era una mezcla entre lo que estaba escuchando, la música que sonaba y sus propios pensamientos luchando en su cabeza.

Las notas incompletas en el suelo eran prueba de su malestar. También el pobre de Makkachin que daba vueltas en la casa, intentando averiguar lo que estaba ocurriendo con su dueño mientras daba vueltas de un lado a otro.

Esa noche había tocado todo un repertorio de música, intentado calmar su mente llena de ideas. Es especial, de borrar la escena de esa tarde.

Cuando Yuuri lo miró y dijo esas palabras supo que era imposible borrar ese recuerdo o esa sensación de su mente. Y cuando lo escuchó llamarlo de una manera tan casual "Vitya", también supo que su voz se iba a repetir cientos de veces, cual cinta, en su mente.

¿Qué diría Yuuri si supiera que lo pensaba tanto?

Él había buscado a un desconocido por toda la ciudad como si fuera un loco. Lo vio bailar en más de una ocasión. Le escribió docenas de hojas con melodías que pensaba. Tocó un concierto imaginando que era él la única persona que lo escuchaba. Bailó con él. Confío en él.

Y luego,en una noche, tocó para él, pidiendo que se quedara más tiempo para estar a su lado. Comparó la sensación de un hogar a estar a su lado. Viajó de improviso de una ciudad a otra, sólo para verlo en su cumpleaños.

Cuando vio una de sus danzas, soñó con sus ojos, su sonrisa, su voz, su cuerpo y sus labios. Soñó con su mirada fija en él y su nombre en un suave murmullo que deseaba escuchar para poder dormir.

Ahora pensaba en él antes que cualquier otra cosa. Pensaba en Yuuri.

Quería abrazar a Yuuri, tomar la mano de Yuuri, ver la sonrisa de Yuuri, escuchar la risa de Yuuri, ver los ojos de Yuuri al despertar.

Quería besar a Yuuri, estar cerca de él.

Las señales eran muy claras, aunque se negara todo ese tiempo a admitirlo.

Se sentó en uno de los muebles, mirando el techo del departamento silencioso. Él y sus pensamientos profundamente descubiertos para dar una señal de rendición.

Él quería a Yuuri.

—Estoy enamorado...—murmuró antes de suspirar.

Viktor Nikoforov había caído en el amor con su misterioso bailarín.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top