Capítulo XII
"Él iba a un ritmo diferente, pero deseaba participar en su mundo si le apetecía invitarme"
Se encontró como único espectador del grupo frente a él. Al parecer, Yuuri pudo convencer a sus compañeros de permitirle observar su danza. Después de todo, estaban a un par de días de la presentación, de esa manera podían asegurar que todo fuera perfecto.
Era la coreografía que tuvo el gusto de ver hace días. Aquella en la cual Yuuri le demostró tener un lado mucho más sensual del que había visto con anterioridad. La diferencia era que ahora estaban sus amigos y debía disimular su mirada.
Cada paso en conjunto tenía una buena apariencia, los integrantes poseían diferentes atractivos que daban como resultado una imagen visual completa y llamativa. Sin duda, todo estaba bien pensado y magníficamente ejecutado.
Se lamentaba tener planes para esa noche, pero era inevitable, una presentación en la orquesta era un evento importante e imposible de posponer. Al menos podía viajar a Moscú con la imagen de Yuuri bajo el manto nocturno, bailando hermosamente.
El grupo terminó exhausto, tomando un merecido respiro antes de felicitarse entre ellos con claro compañerismo. Incluso vio sonreír sutil a Phichit y Yuuri a ese inexpresivo coreano. Podía entender que ellos llevaban mucho tiempo de conocerse.
Yuuri acomodó sus guantes y movió unos mechones fuera de lugar en su frente; cuando los mismos siguieron regresando a su estado de desorden el japonés suspiró, rindiéndose. Prefirió calmar su sed antes que seguir intentando arreglarse.
Eso le gustaba de Yuuri. Se cuidaba lo suficiente, no poseía vanidad. En lugar de eso era alguien muy modesto incluso en sus amplias habilidades en danza.
—Viktor.
El hombre de mirada azulina vio al mejor amigo de Yuuri. Supuso que se quedó atorado en sus pensamientos al tiempo que Phichit intentaba iniciar una conversación.
—Perdón, me encontraba distraído...
—No importa—contestó amable—. Ahora que Yuuri se encuentra distraído podemos hablar un momento.
—¿Sobre qué?
—Después de la presentación vamos a salir por el cumpleaños de Yuuri. ¿Crees que puedas venir?
Viktor escuchó, con su rostro sorprendido a más no poder.
—No sabías de su cumpleaños...
—Oh, Dios...—exclamó por lo bajo Viktor, cubriendo su rostro con una mano. ¿Por qué no sabía un detalle tan importante como aquel? Ahora entendía porque la mirada de su bailarín lució algo apagada.
—Tranquilo, está bien.
Phichit le dedicó una sonrisa despreocupada y comprensiva. Sus ojos oscuros fueron a parar en su mejor amigo, quien, agotado mientras se colocaba los lentes en el puente de si nariz, se dirigía a ellos.
—Puedes recompensar esta ocasión después. Pero no en este momento, o sabrá que dije algo—terminó de hablar. Para cuando llegó el japonés la conversación había cesado.
No podía asistir. Con toda la tristeza del mundo, no iba a estar para el cumpleaños de Yuuri.
—Viktor.
—Lo siento. Estoy pensando mucho...
—¿Te preocupa algo?—preguntó Yuuri, notablemente inquieto al verlo. Relajó su expresión preocupada y pasó su mano por los cabellos ajenos, despeinando más de lo que ya estaban.
—Todo se encuentra de maravilla—respondió—. ¿Me llamabas por algo?
—Quería preguntarte a que hora vas a dejar a Makkachin. No sé si tenga tiempo libre hasta terminar la presentación.
— ¿Cuando puedo venir?
—En la mañana, cuando abra el estudio.
—A esa hora debo reunirme con la orquesta...—respondió. Las cosas parecían cooperar para ser menos factible ver al japonés antes de ir a Moscú.
Pensó en una solución. Lamentar la falta de coincidencias no lo iba a ayudar. Decidió pedirle a Yuuri que se encargara de su amigo hasta que regresara, no quería llevarlo sólo para pasar un par de noches. Lo iba a agotar, y aparte, para dejarlo sólo era preferible que alguien lo acompañara.
Después de todo, el canino estaba entusiasmado con Yuuri. Le gustaba su presencia, porque cada vez que se encontraban los tres, el perro buscaba la atención del japonés. Se seguro sentía algo especial en Yuuri.
—¿Y si voy a dejarlo en la mañana? Me refiero a dejarlo en tu departamento antes de tomar mi vuelo.
—Creo que es posible—respondió, probablemente haciendo un horario mental para saber que planes tendría esa mañana.
—Entonces pasaré por ahí.
Ese día amaneció muy frío. Debía tomar su vuelo en un par de horas y sus maleta se encontraba lista para irse. Su amigo, sentado a su lado, esperaba que la puerta fuera abierta para salir.
Las calles de San Petersburgo eran agradables de recorrer. Y aunque conocía cada lugar a la perfección, creía que seguía poseyendo su encanto. Fue por varias calles hasta llegar a un edificio de varios pisos, no estuvo seguro de cuál botón debía presionar, así que sacó de su bolsillo un papel que llevaba las indicaciones.
Tocó el que creyó, debía ser el quinto botón de entre el montón, escuchando el sonido del timbre.
—¿Hola?
—Hola, soy Viktor.
—Ahora abro, entra por la última puerta de la derecha—dijo Phichit y la señal se cortó. Seguido, escuchó el sonido de la puerta abriéndose.
Entró, cerrando a sus espaldas para continuar por varias escaleras hasta el quinto piso. Se adentró en el pasillo, con Makkachin a su lado hasta llegar a la puerta. Tocó un par de veces, esperando.
Escuchó en el interior voces, parecían que estaban discutiendo algo. No tuvo tiempo de indagar, la puerta se abrió y vio a un Yuuri claramente recién despierto.
Su cabello despeinado, su rostro somnoliento, sus vestimentas arrugadas y un abrigo encima, por el frío. No recordaba haber visto una escena tan adorable.
—¡Viktor!—exclamó el japonés sorprendido. De inmediato lo vio intentado arreglar un poco su cabello y ropa, sin tener el mayor éxito. No pudo evitar soltar una risita.
—Buenos días, Yuuri.
—Buenos días...—saludó tímido.
—Traigo a Makkachin—habló, pasando una maleta a Yuuri en la cual tenía algunos objetos que podría necesitar. El japonés la tomó desorientado—. Ahí hay comida y un par de juguetes. Aunque prefiere dormir y acostarse, no tendrás problemas para cuidarlo.
Viktor se agachó a la altura del perro, acariciando su cabeza.
—Pórtate bien, amigo. No quiero que le causes problemas a Yuuri, cuídalo mientras no estoy.
—Eso último deberías decírmelo a mi.
—¿Ah, sí?—sonrió, restando importancia al asunto.
Miró a Yuuri, se veía más despierto mientras se apoyaba en la entrada. Makkachin entró después de recibir una última caricia, explorando el lugar que sería su hogar por los próximos tres días.
—Gracias por cuidarlo hasta que regrese—dijo Viktor.
—Es un gusto. Además, adoro a Makkachin. Tal vez es una mala idea dejarlo conmigo, podría encariñarme demasiado y quedármelo.
—No harías eso—jugó Viktor—. Vendría todos los días a intentar llevármelo de regreso.
Yuuri rió.
Sentía que le fallaba por irse en esas épocas, pero no podía hacer nada. Deseaba ver su espectáculo y apoyarlo.
Se acercó al japonés, abrazándolo con suavidad. El cuerpo del más bajo se quedó quieto, no esperaba la acción del hombre frente a él. Titubeante y con sus manos temblando de forma casi imperceptible, devolvió el gesto.
Presionó ligeramente más fuerte, lo suficiente para no incomodar al bailarín. Y el ligero olor suave y floral proveniente de los cabellos oscuros, inundó sus sentidos de manera agradable. Unos cuantos cabellos golpeaban su mejilla, provocando un cosquilleo.
—Cuando regrese, salgamos.
—¿Q-Qué? ¿Por qué?
—¿Necesito una razón para querer compartir algo de tiempo contigo?
Los dedos de Yuuri de movieron un poco en su espalda.
—Supongo que no...
—Bien—dijo separándose. Si seguía mucho tiempo así iba a preferir quedarse a cumplir con sus obligaciones—. Espérame, volveré cuanto antes.
—¿Y a donde iría?—bufó Yuuri, sonriendo.
—No lo sé, pero tampoco lo pienses.
Dirigió su atención al reloj de su muñeca, debía regresar a casa para tomar sus maletas e inspeccionar que todo estuviera en orden antes de ir al aeropuerto.
—Nos vemos, Yuuri.
—Nos vemos... Viktor.
Dio la segunda revisión de todo y se encontraba en la puerta, listo para salir. En su mente la imagen de Yuuri despidiéndose le daba una sensación que no había experimentado en mucho tiempo. Ni siquiera salía y ya quería regresar.
Ocupó su celular, revisando algunos mensajes que habían llegado. Entre ellos de sus compañeros diciendo que debía llegar pronto, puesto que todos estaban apareciendo, menos él. Una idea surgió en su mente al recordar la anterior presentación.
De inmediato, buscó un lugar antes de marcar el número de teléfono.
—¿Hola? Quería saber si podían entregar un arreglo floral.... El mejor que tenga... ¿Pudieran conseguir unas cuantas de color azul? No importa si sale más costoso. Entiendo, claro.
Viktor escuchaba a la señorita al otro lado de la línea. Un arreglo grande y lleno de lirios y rosas blancas y azules. Eso le gustaba para Yuuri.
Después de terminar el pedido, dio la dirección y la hora en la cual quería que fuese entregado, el nombre de la persona y un mensaje extra en el arreglo. Lo cargó en una de sus tarjetas de crédito, satisfecho de haber terminado antes de marcharse.
Cerró bien la puerta a sus espaldas, tomó un auto hasta el aeropuerto y al cabo de varios minutos, llegó. No faltaron los reclamos de Yakov por no dignarse en llamar para que supieran donde estaba. Viktor no dio importancia a sus palabras, era obvio que llegaría.
—¿Dónde dejaste a Makkachin? Creí que Chris viajado a otro país por un tiempo—preguntó Mila con curiosidad.
—Está con Yuuri. Le pedí que lo cuidara unos días hasta que regresara.
—¿Estará bien ahí?
—Claro que si, Makkachin quiere mucho a Yuuri. A veces creo que lo quiere más que a mí...
—Si su dueño es un tonto me imagino porque...
Viktor no respondió. Estaba tan acostumbrado a esos comentarios. Solo era Yuri, siendo Yuri.
Después de la inspección del equipaje y varios lugares por los cuales pasar, pudieron entrar al avión. Eran cuatro horas de diferencia en avión desde San Petersburgo a Moscú.
Su cabeza hacía cuenta de las horas en su cabeza. Él tenía la presentación a en la tarde, para ser preciso a las cuatro en punto. Se tardaba dos horas. Salía a la seis y un poco más.
No, no aunque lo intentara era posible.
Llegó en la tarde, hospedados en un mismo hotel todos los músicos. Después de dejar sus cosas salieron para divertirse un poco con los integrantes con los cuales se llevaba. Yuri, Georgi, Mila y la mejor amiga de ésta, Tanya.
Conocían bien los lugares así que no les era difícil saber a donde ir. Después de varias horas juntos, decidieron volver cada uno a su habitación para descansar. Estaba cayendo la noche y Viktor se acostó en la cama de aquel hotel. Mirando el cielo anaranjado cambiar paulatinamente de colores mientras se fijaba en el reloj en su mano, contando los minutos que faltaban para que fuera veintinueve.
Le hacía falta Makkachin, porque la cama era más fría sin su fiel amigo haciéndole compañía. Ocultó su rostro en la almohada y cuando vio que había llegado la media noche, cerró sus ojos pensando en Yuuri.
Se acomodó el cabello. Yuri estaba afinando su instrumento con una calma innata. Lo único para lo cual él tenía paciencia era su violín, un regalo que recibió a muy temprana edad por parte de su abuelo. No tocaba si no era con ese instrumento y lo cuidaba como si fuera el objeto más preciado que tenía. Tal vez porque lo era.
Algo similar sucedía con el piano que tenía en casa. Lo cuidaba con esmero porque era un regalo que obtuvo de sus padres hace años.
El lugar se llenaba de personas en vestimentas elegantes. Lo demás, era lo que conocía de memoria. Esperar a que se llenara antes de poder presentarse todos juntos y por último, comenzar una de las melodías. Lo hizo con amor y dedicación, procurando que todos sintieran las notas.
Los minutos pasaron y se convirtieron en horas hasta terminar. Fue presentado y recibió flores, saludó con varios de los músicos como felicitaciones. Rodeado de una gran onda de aplausos por parte de todo el público.
Salió a los pocos minutos, con sus compañeros y a los lados. La tarde se volvía a esconder para dar paso a la noche. Se fijó en el oscuro firmamento y vio su reloj, seis y quince.
Un mensaje llegó a su celular cuando lo prendió.
《Gracias por las flores, son realmente hermosas. Voy a recordarlas cuando entre a escena.》
Su corazón saltó. Miró nuevamente la hora en su reloj.
—Debo estar loco...—murmuró para si mismo.
—¿Qué sucede, Viktor?—preguntó Yuri. La mirada del resto de la orquesta se posó en él. Los vio por unos prolongados segundos.
—Sí, estoy completamente loco—dijo antes de parar al primer taxi que pasó cerca. El rostro de todos mostró una clara sorpresa y sin decir nada más que un vago "lo siento", se subió al auto y pidió que acelerara hasta el hotel.
El taxi lo esperó abajo.
Entró a la habitación y metió en desorden todas las cosas en la maleta. Sin importarle el orden. Dio un rápido vistazo a la habitación, asegurándose de tener todo lo que dentro y salió para adentrarse nuevamente en el auto.
—Al aeropuerto, por favor.
El conductor se veía entusiasmado con la oportunidad de ir veloz, así que sin hacer nada más que una mueca parecida a una sonrisa, aceleró y se dirigió al aeropuerto con una velocidad que hubiera asustado a algunos. A Viktor no.
Su teléfono comenzó a sonar, vio en la pantalla el nombre de Yakov. No contestó, sabiendo bien que la ola de reclamos con respecto a su manía por hacer lo que le viniera en gana no tardaría en llegar. Y es que no lo pensó demasiado. Ellos tenían razón, a veces era muy impulsivo.
Llegó en unos minutos y pagó en taxi. Se adentró y de inmediato se acercó para comprar el boleto de regreso a su ciudad natal.
—Un boleto para San Petersburgo—pidió.
—El próximo vuelo sale en treinta minutos, ¿de qué clase prefiere ir?
Viktor dejó su tarjeta y pasó, con el boleto en mano, a la inspección de sus pertenencias desordenadas. Esperó con paciencia y cuando abordó el vuelo y comenzó a despegar, pensó en sus acciones.
—¿Qué estoy haciendo?—preguntó para el mismo, escondiendo su rostro entre sus manos.
En realidad, ese era un evento que no podía dejar pasar por nada del mundo. Era algo importante. Después de todo no sabía cuanto tiempo le quedaba para estar con Yuuri. Tal vez no iba a estar presente para su próximo cumpleaños, quizá en la próxima ocasión Yuuri viajaría a un lugar lejano y él se arrepentiría de no haber compartido ese día.
Porque Yuuri, eventualmente, se iba a marchar algún día.
Esas horas en el avión le bastaron para reflexionar un poco acerca de sus acciones en el pasado.
"Mi deseo era imitar su presencia en mi mente. Porque escuchar canciones que lo recordaran no me estaba siendo suficiente."
Después de las cuatro horas en el vuelo pudo salir. Eran más de las diez de la noche y la presentación debía haber terminado a las diez en punto. Pidió que en el tiempo que usara para dejar su maleta en el departamento, poder alcanzar a Yuuri antes de que el día acabará.
Dejó la maleta en cualquier lugar que pudiera, se lavó la cara y salió, al fin y al cabo llevaba el terno que usó para la presentación.
Fue al teatro, buscando a la distancia el lugar. Cuando se acercó vio a unas pocas personas saliendo del lugar. Se acercó a la entrada, encontrando los asientos vacíos y el telón cerrado, tal y como lo había esperado.
Entró, caminando varios pasos en el lugar. Escuchaba el sonido de sus zapatos haciendo eco en el lugar.
Al parecer, había llegado tarde.
Suspiró, rendido.
El esfuerzo no había valido la pena si ni siquiera alcanzó a ver a Yuuri cuando salía del teatro. Sus ánimos decayendo poco a poco.
—Viktor...
La mención de su nombre lo estremeció, volteó de inmediato para ver a Yuuri. Respiraba con dificultad, al parecer estuvo corriendo antes de entrar. En los ojos castaños había confusión, era obvio que no esperaba verlo después de decirle que regresaría en la tarde del siguiente día.
—¿Qué haces aquí?
—Feliz cumpleaños—dijo sonriendo con alegría. Vio los ojos chocolate resplandecer con un brillo que le resultó hermoso. Se acercó al japonés, abrazándolo con fuerza en el silencio del teatro que apenas tenía unas cuántas luces prendidas.
—¿Viniste para eso? —Preguntó Yuuri con una sonrisa—. Podías esperar hasta mañana.
—Siendo sincero, no podía.
Se separó y Yuuri mantuvo una impecable y extendida sonrisa.
—¿Quieres que te lleve a algún lugar?
—Ahora mismo voy a salir con los chicos de la academia—respondió. Viktor recordó los planes que tenía Phichit para el cumpleaños de Yuuri. Se sintió un poco decaído hasta que el chico de cabellos oscuros habló.
—¿Te importaría venir con nosotros?—preguntó. Su rostro bajó con un ligero sonrojo.
—Por supuesto que no...
Ambos salieron, uno a lado del otro. Los amigos de Yuuri lo esperaban a unas cuentas calles de distancia. Después de que el japonés diera un par de explicaciones dejaron el tema y se dispusieron a marcharse.
Viktor estaba cansado, pero en ese momento no le importaba, cumplió su meta repentina de llegar para ver a Yuuri. Incluso aunque fuera a menos de dos horas de terminar el día.
Miró al chico a su lado, con una pequeña sonrisa, sus ojos brillantes y escondiéndose en el borde de su bufanda oscura de color azul. Su mano cubierta por los guantes, balanceada de un lado a otro.
Las voces del grupo que hablaba tan entusiasta se dejó de escuchar. Y ver a Yuuri fijar sus ojos en él después de tan pesado día, le dieron una gran calma.
Viktor suspiró. Era tiempo de admitir que Yuuri no solo estaba colándose en sus pensamientos. Yuuri estaba entrando a su corazón sigilosamente.
A todas esas personas que han comentado, muchas gracias. No puedo creer que he leído comentarios tan largos, simplemente me dejan sin palabras. He puesto una parte de mi corazón en este fanfic y saber que les gusta tanto, es un sentimiento indescriptible que llena mi corazón. Es un poco difícil para mi explicarme, pese a lo mucho que sé describir otras cosas. No estoy acostumbrada a este tipo de atención jajajaja
Gracias por todo :')
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