Capítulo X
*Solo por si les interesa, para el baile estaba escuchando la canción Until the day I die de Luna sea, pero sólo el intro en la versión en vivo. Me encanta como toca Sugizo*
A sólo un par de semanas de la presentación que tendría la academia de Yuuri a finales de mes, se encontró en el mismo parque en el cual había visto a su bailarín. Era curioso que estuvieran en la misma situación, la diferencia radicaba en que esta vez ambos se conocían y Yuuri estaba consciente de que lo observaba.
El salón estaba llenó y muchos repasaban, sin embargo, Yuuri no quería bailar su parte frente a todos; así que por sugerencia de Phichit, salieron para encontrar un escenario más cómodo que se ajustara a los intereses del japonés. El único sitio que se les ocurrió fue aquel lugar tan calmado.
—¿Es muy importante este baile?—preguntó Viktor debido a la seriedad que había puesto Yuuri cuando le comentó que debía practicar algo en particular.
—Es la parte que tengo que bailar junto a Phichit y Seung-Gil. Ellos logran hacerlo, pero yo...
Viktor vio lo decaído que estaba. Debía ser una coreografía muy dura para verlo en ese estado al no poder lograrlo. Se acercó a él, posando una mano en el hombro ajeno para darle apoyo. Lo vio bailar muchas veces, creía firmemente que podía hacer lo que él deseara. Lo que a Yuuri menos le faltaba era el talento.
—Pero lo vas a lograr—dijo con una sonrisa—. Eres brillante y talentoso, lograrás presentarte en dos semanas con tus pasos pulidos. Y cuando lo hagas ellos verán lo que yo veo en ti.
Yuuri le sonrió, pasando su mano encima de la de Viktor.
—¿Lo qué ves en mí?
Desvió su mirada cuando se sintió descubierto sin razón alguna. No sabía porque de repente quería esconderse de los ojos castaños que parecían ver dentro de él. Esperaba que Yuuri no pudiera ver tan profundo como para descubrir algo que él desconocía.
—Claro, eres mi musa—dijo Viktor con una sonrisa, ocultando su preocupación—. Me llenas de inspiración.
—¿Entonces quieres que inspire gente?
—De preferencia que no te busquen e intenten pasar todo su tiempo contigo—respondió Viktor. No era su deseo ver a otra persona detrás de Yuuri.
Escuchó como en muchacho se rió por su comentario, pensando en que era un asunto divertido; cualquier otro lo hubiera tomado como un intento de monopolizar su tiempo. Pero esa idea no pasó por su mente, Yuuri debía ser una persona muy pura para no ser capaz de malinterpretar sus palabras.
A parte de talentoso era increíblemente dulce e inocente. Increíble para alguien que ha viajado mucho, y por lo tanto, debió haber visto muchas cosas impresionantes después de viajar por varias ciudades. Un chico con mucho conocimiento de diferentes culturas. Alguien de mente abierta y saberes profundos
—No creo que eso suceda—habló Yuuri, alejando su mano de la contraria para fijarse en su maleta. Ahí se encontraba una botella de agua fresca y sus lentes.
Cuando lo vio supo que debía apartarse para darle su espacio. En ese momento él estaba pensando únicamente en bailar, lo sabía por su mirada, aquella que demostraba perseverancia, esa parte que admiraba en secreto. Ya era otro él, el mismo que conocía después de varias presentaciones que tuvieron entre miradas furtivas de cada ensayo.
No dejaba de sorprenderse con cada baile. Podía pasar horas observado los movimientos de Yuuri. Aún con tanto tiempo viéndolo casi a diario, él lograba hacer magia con cada canción que elegía.
Jamás se aburriría de Yuuri. Tal vez nunca podría agotar el sentimiento embriagante de compartir tiempo con él.
A una distancia prudente, observó silencioso. Las luces iluminaban el lugar y Yuuri se encontraba parado en el mismo punto, con sus ojos cerrados en un lapsus de concentración único. Quizá buscando su propia inspiración.
Era una buena noche para salir, el cielo despejado, las estrellas, aquella luna que estaba menguante como si fuera una sonrisa. Además, las personas no pasaban por ese lugar en la noche, o por lo menos no se encontraban en medio del lugar y sólo lo rodeaban.
Yuuri se movió y lo que estaba a su alrededor no era tan importante como la imagen frente a él. Esta no era como otras ocasiones en las cuales era espectador tras un cristal o en primera fila con otras personas a su alrededor. Ahora tenía a Yuuri exclusivamente él. Era su bailarín dirigiéndose a un único público que estaba conformado de su persona.
Se sentía especial de esa manera.
Yuuri tenía una secuencia que nunca había visto antes, ésta era provocativa. Más aún cuando pasó los dedos por las hebras azabache, peinado hacia atrás. Un movimiento de cabeza al mismo tiempo, mostrando una atractiva curva desde la mandíbula, por el cuello para desaparecer en el borde de una camiseta azul marino. Otra mano, extendida hacia él como si lo estuviera invitando a acercarse.
Se sintió tan dispuesto a dejarse guiar, descontrolando su mente en un vaivén de emociones ajenas a lo habitual.
Luego miró hacia un lado, aun sosteniendo el cabello oscuro, cubriendo una parte del rostro y desplazándose hacia un lado. La mano que estaba entre esos cabellos recorrió hacia atrás, pasó por detrás de la oreja, hombro y bajo por el pecho. La otra mano resbaló de la cintura hasta donde alcanzaran a tocar las yemas por encima de la ceñida tela negra. Se detuvo en los muslos. Dio una vuelta completa con los brazos extendidos hacia arriba, dándole la espalda en una postura perfecta y tentadora.
Era lento, pausado e irónicamente rápido y casi desesperado. Las palabras se aglomeraban en su cabeza en un intento banal de expresar cual era la sensación que transmitía. Suave, bello, fino, atractivo, provocador, podía continuar con todos los sinónimos o palabras que paseaban por su cabeza cada vez que veía las manos con guantes negros recorrer su propio cuerpo como si supiera que era encantador. Como si supiera que podía tener a cualquiera a sus pies con tan sólo chasquear los dedos y obsequiar una sonrisa coqueta.
Confiado y seguro de su capacidad para atraer a quien quisiera. Atentó para mostrar lo que debía y precavido para guardar lo que no deseaba dar a conocer. No había rastro del muchacho tímido frente a él. Ahora era un chico que tensaba cada uno de los músculos en el cuerpo de Viktor, dejando también sus ojos secos por el hecho de no parpadear al no querer perderse un minuto de todo lo que veía.
El cuerpo de Yuuri conformaba una hermosa y apasionante pieza de arte.
Los dedos pasando uno por uno despacio por el cuello. Las vueltas que dio en un perfecto círculo que formaron sus pies como un compás. Los centellantes ojos que lo atrapaban por la profundidad misteriosa que poseía. Quería que Yuuri lo mirara con esa profundidad, con ese extraño y asfixiante encanto que lo haría pensar que era el único que se reflejaba. Que era el único que se podía perder en el vacío de aquel eco que sonaba cuando alguien caía en lo profundo de un abismo sin opción de regresar.
Si Yuuri lo hubiese invitado a caer en el fondo de algo desconocido, habría aceptado como si él tapara sus ojos con aquellas manos de seda. Podía morir en una dulce agonía si Yuuri sonreía y lo miraba de esa manera. Si podía atravesar los mechones nocturnos de su cabellera y respirar de su mundo un momento.
Si era capaz de cumplirse ese fugaz y repentino deseo, moriría con una sonrisa en los brazos de un ángel de sonrisa traviesa.
Emociones encontradas que le quitaron el aliento, olvidando por un momento que había dejado de respirar. Sus pulmones contraídos le exigían aire. Contenía el oxígeno como si hubiera sido robado en el segundo que Yuuri sonrió con una clase de complacencia tortuosa y supiera que clase de efecto lograba. Estaba cayendo en sus manos.
¿Qué había pasado con su chico inocente?
Temió que se acercara y pudiera escuchar como su corazón latió desenfrenado. El calor subió por su pecho hasta terminar en su rostro que ardía, y aseguraba, debía haberse tornado de ese característico color rojizo. Agradecía que fuera de noche y por ende difícil de percibir los colores en la piel a la lejanía.
Otro movimiento más, Yuuri tenía una mano acomodada a un lado de la cabeza, la izquierda estaba extendida y en ese mismo lado se encontraba toda la atención por unos segundos. Viktor creyó que terminó con ese gesto, pero el rostro de Yuuri se movió en su dirección.
El triángulo que se formaba con la posición le permitió únicamente ver un ojo chocolate, su pequeña nariz y los rosados labios apenas tocando el borde de la camiseta, cerrado a hasta que un suspiro lo obligó a volver a la realidad y separar su mirada de la escena que contempló como si fuera la más bella obra de arte.
Era obvio que ese baile era sensual y buscaba seducir a quien lo veía. Viktor respiró profundamente en un intento de calmar el cosquilleo de su estómago y la presión de su pecho. Se sentía asfixiado, Yuuri lo sumergió tan profundo en algo que nunca había experimentado con esa danza, que incluso tuvo problemas para enfocarse en la realidad.
Había repasado con lujo de detalle y casi descaradamente cada curva y parte que conformaba el cuerpo de su bailarín. Desde el fino brillo de sus rosados labios a la curva de su cuello estirado. De su pecho hasta su plano vientre y el espacio de su blanca piel que se descubrió por el desorden de bailar. Sus caderas estrechas y los muslos en curvas bien definidas, las pantorrillas y sus pies que siempre flotaban en un espacio al cual no podía llegar.
Había encontrado una clase de música diferente, una que no había escrito ni escuchado jamás. Una que hacia su corazón arder por un poco más.
Yuuri bebía de su botella de agua y él aún no tenía de regreso el aire que había sido arrebatado con esa presentación. Intentó idear palabras cuerdas y coherentes que pudieran ser dichas sin sacar alguno de sus pensamientos anteriores.
Los pasos dirigiéndose hacia él fueron lo necesario para que tomara el control de su agitada mente y se concentrara. Debía ser discreto y tener todo el autocontrol del mundo en sus acciones, porque en ese momento deseaba abrazar muy fuerte a Yuuri.
—¿Qué tal lo he hecho?
Viktor volvió a respirar. Ni todas las alabanzas del mundo podían llegar a describir lo que había hecho Yuuri con su danza nocturna.
—Si logras hacer eso para ellos, la audiencia será tuya.
—Entonces creo que por fin lo he logrado—sonrió satisfecho.
Había regresado su musa inocente, y con él, la calma de Viktor.
"Lograste eso y mucho más."
—Bien, puedo volver y decirle a Phichit que todo está listo.
—¿Únicamente eso no podías completar?
—No me sentía del todo cómodo—respondió con una sonrisa—. Pero creo que todo está en orden ahora. La mayoría practica las partes que creen que necesitan pulir.
Viktor lo escuchó con atención antes de que Yuuri se colocara su chaqueta y los lentes en el puente de su nariz. Verlo de mejor humor hizo que se contagiara con el mismo ánimo que el japonés. Sin duda alguna, él cambiaba su perspectiva muy rápido.
—Ya que estamos fuera podríamos ir a comer algo—dijo Viktor. De repente había notado que tenía demasiada hambre.
— ¿Qué tienes en mente?
—No lo sé. ¿Tal vez una hamburguesa y papas fritas?
—No es una buena idea que coma eso, mucho menos si estoy a un par de semanas de la presentación.
Lo miró curioso.
— ¿Tienes una dieta estricta?
—No tienes no idea...—murmuró. Aun así el hombre de cabellos plateados alcanzó a escuchar sus palabras. No podía dejar pasar esa oportunidad para conocer mejor a Yuuri.
—Entonces pedimos una ensalada para ti o algo así—ofreció—. Yo invito.
Yuuri acomodó la mochila en su espalda y dedicó una sonrisa antes de que ambos se dirigieran a cualquier lugar para comer. Con la propuesta aceptada se sintió feliz. Tenían el resto de la noche para pasar algo de tiempo juntos.
Una mano acarició suavemente su mejilla y vio los labios rosados curvarse. Dedos se enredaban en sus cabellos plateados. El cuerpo bajo él se sentía tibio y agradable.
—Viktor—escuchó como una suave caricia que lo mareo.
El aire caliente pegando en sus labios y las caricias en su cabello mantenían sus sentidos despiertos por el siguiente movimiento a realizarse. Se deslizó lentamente por los cabellos negros, pasando en ese sofocante calor que lo extasiaba.
Luego unos labios suaves se movieron sobre los suyos, buscado memorizar la textura y el sentimiento que quemaba en su pecho cuando los brazos lo envolvía, exigiéndole un acercamiento más profundo entre ellos.
Se separó, los ojos cafés fijos en los azules y una risa maliciosa y provocativa.
—Yuuri...
Sus ojos se abrieron de repente, mirando el reloj encima de su mesita de noche que marcaba que eran las dos de la madrugada cuando despertó. Makkachin sentado a su lado con cabeza ligeramente inclinada, mirando con curiosidad a su amo.
—¿Qué fue...?—preguntó para él mismo en búsqueda de una respuesta. Tenía calor, y aunque sentía los ojos pesados y cansados, el sueño se había marchado.
Se levantó de su cama, sentía la garganta seca, casi tanto como sus labios y su boca.
Llegó a la cocina, pero decidió no prender la luz, simplemente fue directo a la despensa y tomó un vaso. Dejó que el agua del grifo corriera un poco antes de llenar su vaso y cerrar la llave. Aunque el agua estuviera fría la bebió de un par de tragos largos antes de agachar su cabeza.
¿Qué había sido ese sueño?
Fue tan real que incluso sentía calor después de haber salido de su habitación en busca de algo que calmara su sed. Sentía sus mejillas arder y el recuerdo pasaba una y otra vez en su mente. La sonrisa, las caricias... Ese beso.
Abrió nuevamente el grifo y se lavó la cara en un intento fallido de despejarse. No había tenido un sueño así desde sus días de preparatoria. Y ni siquiera en esos días se acercaba remotamente a lo que acababa de soñar.
Ya era la segunda vez en la noche. La primera fue incluso algo dulce, pero la segunda logró quitarle el aire. La intensidad de los ojos cafés le hacía perder el sueño.
Suspiró antes de volver a su cama. Debía descansar pero aún pensaba en eso. Al día siguiente tendría unas horribles ojeras si volvía a repetirse un sueño como ese.
Con los labios de Yuuri tocando suavemente los suyos.
Pasó una mano por sus cabellos, estresado por la mala jugada de su imaginación y su mente creativa para realizar ese escenario. Para que fuera tan real ese sueño que incluso pensara que era la más pura realidad aunque no tuviera sentido alguno soñar con su inspiración, su musa, su amigo, de esa manera.
Viktor dejó uno de sus brazos descansar sobre sus ojos. Desorientado por la falta de descanso y el calor que sentía después de dos interesantes sueños que incluían a su musa y a él.
—¿Cómo voy a mirar a Yuuri a la cara?—preguntó antes de soltar un suspiro. Se movió en su cama, buscando alguna posición en la cual se sintiera cómodo, pero no lograba calmar los latidos de su corazón.
Las cosas estaban saliendo de su control y no entendía el porqué.
—Te ves espantoso—dijo Yuri cuando Viktor se presentó frente a él con unas orejas en su rostro.
—Gracias.
— ¿Me estás escuchando al menos? —Preguntó el rubio. Viktor estaba inusualmente agotado.
—Lo siento—dijo Viktor mirando el café humeante frente a él. Ya era su segunda taza, la noche anterior no pudo juntar sus ojos para dormir. Y posiblemente Makkachin tampoco porque siguió dormido hasta el momento en el cual salió del lugar.
Lamentaba tanto haber despertado a su caniche por su paseo nocturno en el departamento. El mismo acompañado de un gran estrés.
—Escucha, no es que me guste involucrarme en vidas ajenas, mucho menos si se trata de la tuya—comenzó Yuri, sus ojos verdes fijos en los zafiros adornados con un aire de cansancio extremo. Su amigo era un completo desastre.
—¿Pero...?
—Tienes que tranquilizarte. ¿Pasó algo con el bailarín?
—No exactamente—respondió. No quería decirle al quinceañero que Yuuri se coló en sus sueños toda la noche. Ya tenía suficiente con lo que defendía él por el simple hecho de pasar tiempo con Yuuri.
—Pídele una cita para terminar con esto de una vez.
—Él es mi musa, un buen amigo. No pretendo convertirlo en otro amante—expresó Viktor. Su cabeza daba vueltas, ahora iba a pensar en las palabras de Yuri.
El rubio comenzó a soltar una serie de maldiciones por lo bajo. Viktor rió, no entendía como alguien de apariencia casi angelical como Yuri podía tener un vocabulario tan extenso en cuanto a groserías. Si no fuera por su actitud él sería sin duda un ángel.
Aunque esa actitud es la que atraía a varias chicas en el conservatorio. ¿Qué pasaba con las mujeres y su gusto por los chicos rudos y malos? No lo entendía.
—Como sea. Si vas a lloriquear por ese tipo mejor me preparo mentalmente.
Yuri no se molestaba en ocultar el cansancio que tenía. Cada vez que hablaba con Viktor la conversación se dirigía a ese chico que sólo logró ver a lo lejos. Y podía ser mejor de esa forma, porque si lo veía no duraría en patearlo, era su culpa que el mayor fuera inaguantable.
—Bueno, me siento mejor—dijo Viktor, se llenó de energía después de reír un poco.
Ambos terminaron sus bebidas para poco después salir y regresar al conservatorio. El viento era fresco, una alegre mañana de invierno. Las personas caminando de un lado a otro y Yuri a su lado con un semblante más tranquilo.
Tendría tiempo para pensar las cosas, de seguro fue influenciando por la danza de Yuuri la noche anterior. Si él no tuviera esa clase de impacto en su persona, para empezar, no lo hubiera inspirado a crear música.
Yuuri no podía ser nada más. Las cosas iban bien de esa manera. No sentía nada más, tampoco lo quería.
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