Capítulo IX

Viktor jugaba con el lápiz frente a él, moviéndolo con su dedo índice en reiteradas ocasiones. Suspiró y miró las partituras esparcidas sobre la plana superficie del escritorio. No había visto a Yuuri más que en una ocasión en esa semana, él estaba muy ocupado practicando para su próxima presentación y no estaba invitado a esas prácticas súper secretas. No porque Yuuri no quisiera, sino porque fue una disposición.

Había pedido que se vieran cuando pasaran unos días, porque después de trabajar debía practicar y terminaba cansado. Aceptó dejarlo tranquilo en esos días, no quería cansarlo más de lo que estaba por tanto esfuerzo. No obstante, se aburría mucho, tal vez Yuri tenía razón, quizá en realidad estaba haciendo una mala costumbre el ir a verlo todos los días. Esperar ansiosamente que terminaran sus clases para ir con Yuuri.

No quería que verlo fuera una costumbre, pero terminaba en la penosa situación de pensar en él cuando debía estar concentrado en sus responsabilidades. Las cumplía todas, en realidad no estaba en ningún apuro, sólo que no parecía un trabajo.

—Yuuri...—murmuró.

Tuvo un pequeño conflicto. Algo en él se sentía diferente. Se había encariñado demasiado con su musa danzante.

Una idea pasó por su cabeza. Yuuri debía saber lo que creaba para él. Sólo una canción, quería que escuchara que no era una broma cuando decía que lo inspiraba a componer melodías. Aunque no estaba seguro si era una buena idea mostrar todas las partituras con su nombre, eso podía asustarlo.

Sonrió levemente, eso debía ser otro día.

Olvidó el asunto un momento. Debía viajar a Moscú a finales de mes para dar una presentación ahí, aparte de eso debía asegurarse que todo estuviera en orden. Desde la melodía nueva que presentaría hasta sus viejas sinfonías que podía repetir de memoria. Debía hacerse de la idea que Yuuri no iba a estar esta vez para cautivarlo.

Deseaba poder verlo en primera fila en la siguiente presentación.

No, en realidad no quería eso.

Quería verlo en primera fila en todas las presentaciones que pudiera.

La sensación de tener a una sola persona como público era muy encantadora, era fácil envolverse en ese sentir tan cautivador. No encontraba la necesidad de que muchas personas escucharan. Le gustaba componer y que la gente disfrutara de ello, pero quería disfrutar de su propia música a su manera.

Un artista también debía complacerse a sí mismo.

Makkachin se acostó a su lado, mirándolo en silencio.

—Oh, Makkachin...—exclamó Viktor—. ¿Por qué me siento tan aburrido?

No hubo una respuesta, pero en cambió recibió una lamida cariñosa en su mejilla. Él sonrió, abrazando a su amigo.

Dio una respiración profunda y lenta. Se sentía muy feliz a pesar de su aburrimiento.

Se levantó después de unos segundos para salir al salón principal. Tenía un cuarto en el cual le gustaba pasar tiempo cuando tenía deseos de tocar y no hacer mucho ruido. Los inquilinos de los otros departamentos eran tranquilos, pero la mujer que vivía en la puerta continua siempre estaba de mal humor.

Por eso aquella habitación era a ideal para tocar cuando era muy entrada la noche.

Su piano no estaba ahí, claro que no. Ese lo dejaba en el salón principal, le gustaba verlo ahí y no iba a moverlo por ningún motivo; era el único instrumento con el cual no le importaba si todo el edificio lo escuchaba a la madrugada. Aunque, por respeto a los demás inquilinos,  no tocaba entrada la noche, sólo se dedicaba a escribir.

Ese día que tenía libre lo podía aprovechar para practicar, divertirse un momento o tocar parte de la melodía que compuso gracias a Yuuri. Aun si estaba incompleta le gustaba escucharla y recordar lo que había visto esa noche.

La escena permanecía grababa en su cabeza, todas las noches, como si fuera una cinta vieja que no se desgastaba. Su pensamiento era fresco como pintura en un lienzo. Cuando pudiera ver a Yuuri bailar esa coreografía perfecta, tendría la melodía lista.

Entonces una pregunta pasó por su cabeza.

¿Qué iba a pasar cuando él terminara la melodía?

Se la daría a Yuuri.

¿Y después?

Viktor pasó una mano por sus cabellos, un sentimiento de zozobra llenó su pecho.

Con ese nuevo sentir, se dirigió a su piano. No necesitó partituras para escribir lo que pensaba. Cuando se dio cuenta, sus dedos daban un recorrido por las notas lentamente, en una melodía que lo reconfortaba. Era su forma de liberarse unos minutos.

Siempre fue de esa manera, desde que era un niño y no tenía control de las cosas. Cuando un sentimiento lo ofuscaba era propenso a cobijarse en la música. Así estuviera triste, feliz, enojado, pensativo; la música era un lenguaje claro para él. Era una forma de expresarse y desahogarse con cada cosa que pasaba su vida. Desde los momentos tristes hasta la bella noche en la cual vio a Yuuri y le hizo recordar su amor a componer.

Se imaginó muchas cosas, entre ellas el día que bailó con Yuuri. Con sus ojos fijos en él, solamente en él mientras ambos se movían. La forma en la cual sus largos dedos presionaban suavemente los suyos y sonreía. El tono de su risa tan natural como una suave caricia en sus oídos. 

Quería entender cómo era posible ser tan atractivo y al mismo tiempo tan dulce e inocente. Debía ser una ilusión, alguien de su edad no podía ser así.

Una vez que se detuvo, pensó con claridad.

Yuuri se colaba la mayor parte del tiempo en sus pensamientos. Aunque creía que era porque la mayor parte de lo que hacía terminaba relacionándose con él.

Ya tenía una nueva melodía, otra que tendría otro significado.

—Tu instrumento favorito es el piano, ¿no es así?

Viktor sonrió al muchacho que tenía al caniche acostado en sus piernas mientras acariciaba su cabeza.

Aunque amaba tocar el piano, también disfrutaba de otros instrumentos. El lugar que le correspondía en la orquesta era como pianista, por lo cual era su instrumento principal.  A su cargo estaban los acompañamientos y solos, aquellos que ejecutaba con gusto.

—Sí, podría decirse—respondió—. Aunque todco muchos otros. Tal vez si un día vienes a visitarme pueda tocar algo para ti.

Los ojos de Yuuri se iluminaron y a Viktor le encantó verlo emocionado.

—Quizá algún día—respondió con timidez, escondido en el borde de su bufanda oscura.

—Y tal vez si toco algo podrías a cambio bailar lo que haga para ti.

Yuuri lo miró, haciendo un pequeño gesto que demostraba vergüenza. El japonés era una persona fácil de avergonzar, siempre que no sabía responder esperaba unos segundos y desviaba su mirada en busca de una respuesta.

—Dependería de que quisieras, no sé si pudiera inventar algo en ese momento—respondió.

—No será nada del otro mundo, no es como si fuera a poner algo imposible. Después de todo, tú sabes bailar muchas cosas, ¿no es así?

—Sí, después de un tiempo se aprende—murmuró Yuuri.

Eso llamó su atención. Aquellas palabras podían significar que Yuuri tuvo dificultad para aprender a bailar ciertos géneros. Se sorprendió, puesto que parecía muy cómodo en todas sus clases e igual cuando bailaba. 

¿Podía haber algo que lo incomodara en un baile?

— ¿Tuviste dificultades aprendiendo a bailar algo en específico?

—Sí, hubo un par de bailes que me tardé en aprender—dijo un poco más tímido.

— ¿Cuáles?

—Tango y... también flamenco.

Viktor recordó esos nombres, rememorando haber presenciado antes un par de bailes. Esas melodías cargadas de guitarras y notas apasionadas. Compuso hace mucho tiempo esa clase de música por un pedido que le dio una academia prestigiosa en Moscú.

Aún tenía en mente ciertos pasos y la pareja bailando eso. Sus pensamientos se mezclaron en su imaginación cuando pensó en la posibilidad de Yuuri bailando ambas danzas tan pasionales. La música, el momento, las vestimentas.

¿Podía ser tan bueno bailando aquello como él se lo imaginaba?

Pero esos eran bailes en pareja, ¿no? Eso significaba que tuvo que practicar con varias chicas hasta poder dominarlo. Otras bailarinas que debían ser tan talentosas como lo eran Yuuri y debieron conocer muy bien como eran sus pasos. 

De sólo pensarlo tuvo que bajar su mirada y enfocarse en su adorable perro que estaba dormido como si nada. Aquel animal no tenía sus complicados pensamientos. Sintió una clase de calor en su cuello que amenazaba subir por sus mejillas.

—¿No te gusta bailar eso?

—No, no es eso—dijo Yuuri—. Para una presentación tuve que aprender y fue algo difícil lograrlo. En algún momento terminé por disfrutarlo.

Viktor decidió cortar el tema cuando la incomodidad de Yuuri era claramente palpable. No quería exceder alguna de sus palabras y arruinar las cosas. Prefería ver al japonés calmado y con una de sus amables y tiernas sonrisas.

—Ya veo...

Quiso saber porque de repente su actitud había cambiado. Debía tener algún recuerdo que lo hiciera inquietar de esa manera; no encontraba otra razón para incomodar tanto al chico de cabellos oscuros que miraba sus manos como si fueran la cosa más interesante del mundo, con su rostro rosado.

—Estaba pensando que quizá podrías venir a la representación se tendremos este mes—dijo Yuuri. Viktor se sintió alegre.

—Me encantaría, ¿cuándo es?

—El veintinueve—respondió feliz el japonés. Viktor se sintió mal de inmediato, esa era la fecha en la cual debía tocar en Moscú. Y probablemente no era posible que viera a Yuuri ese día.

—Lo siento. Tengo que viajar el veintiocho a Moscú para tocar al día siguiente. No estoy seguro si podré ir—respondió a in animarse a sonreír. Sin embargo, el japonés sonrió con calma y de manera comprensiva al hombre de ojos azules.

—Está bien, será para otra ocasión. De todas formas ese día también debes tocar y no podré estar ahí.

—De verdad lo siento—repitió.

 Yuuri sólo sonrió, restando importancia al asunto.

Ese día en particular debía encontrarse como observador de los jóvenes. Yuri de igual manera estaba a su lado, observado al grupo que tocaba en busca de cualquier error. A pesar de escuchar varias fallas en sus técnicas vio a varios que estaban felices de tocar ese día. Gente talentosa que hubiera querido conocer en otro tiempo para poder tener sus cinco sentidos y su mente en ellos.

Aún pensaba en el rostro que tenía Yuuri cuando le dijo que no podía ir. Le alegraba que él lo invitara a la presentación, eso significaba que lo tomaba en cuenta. Mas no podía dejar sus obligaciones, de no ser porque ambos tenían presentación el mismo día se lo hubiera llevado con él a Moscú.

Él debía tocar en la tarde y tardaría mucho, Yuuri se presentaría en la noche. Con San Petersburgo a cuatro horas de Moscú en avión era imposible arreglar el tiempo para verlo. Tendría que ser en otra ocasión, porque se iban a quedar una noche en Moscú.

En dos semanas se debía marchar y no podía hacer nada para evitarlo. Por lo cual decidió dejar pasar el asunto y concentrarse en sus respectivas obligaciones.

—Es sólo una presentación, deja de gastar energías en algo inútil—dijo Yuri—. Puedes verlo en otro momento.

—Lo sé, pero cuando lo vi...—habló Viktor, aún si decía que todo estaba bien creyó ver algo de decepción en sus ojos. Ese sentimiento no se borraba de su cabeza.

—Ya se le pasará. De todas formas, él te dijo que estaba bien, ¿no? Si sigues insistiendo podrías incomodarlo.

Viktor lo pensó unos segundos.

—Tienes razón. Debería dejarlo pasar.

Yuri estaba al tanto de las cosas que pasaban y cuando lo escuchaba, a regañadientes, era una buena idea hablar con él para poder reflexionar. Existían algunas cosas que prefería no decirle para que el rubio no se asqueara—como él decía—.

No supo en que momento le estaba contando a un quinceañero todo lo que pasaba con un bailarín con el cual pasaba la mayor parte del tiempo.

Se preguntó si debía considerar que algo sucedía en su vida.

—Yuuri tiene un admirador muy fiel—dijo Phichit tomando unas fotos al japonés que se encontraba estirando. Viktor vio con curiosidad al tailandés mejor amigo de su musa.

—¿Quién?—preguntó. No había visto a nadie en particular que fuera a ver a Yuri todos los días, nadie excepto él. A menos claro que haya estado más preocupado viéndolo al bailarín que a las personas a su alrededor.

—Un niño que viene casi todos los días—habló alegre Phichit.

Yuuri no respondió a eso. Se rindió en intentar que su amigo guardara silencio con lo que decía., cosa que le pareció muy curiosa al ruso.

En el estudio se encontraban con varios bailarines. No supo si eran todos muy amables o si más bien era cuestión de costumbre verlo en ese lugar. Algunos rostros se le hacían conocidos más que nada porque era amigos de Yuuri y los vio repasar varios pasos de baile con él.

Eran chicos de varias nacionalidades que estaban reunidos. Todos hablaban entre ellos en inglés para entenderse, pero en ocasiones escuchaba como Yuuri mezclaba algunas palabras en lo que suponía, se trataba de tailandés, para hablar con su mejor amigo.

—Hey, Phichit.

Viktor vio como el muchacho se marchaba cuando alguien más lo llamó. Entonces, aquel espacio en el cual se encontraba junto a Yuuri se sumió en afonía. Él tenía entre sus manos los lentes de marcos azules de Yuuri, se los había encargado cuando comenzó a calentar.

Ese día lo dejaron entrar en vista de que repasarían cosas poco relevantes. Había grupos repartidos en diferentes sitios, eso a con el fin de enfocarse en diferentes tiempos de la coreografía que tenían en mente. Se preguntó si sería algo tan artístico como la última vez que los vio presentarse.

—Así que Yuuri tiene un admirador...—habló Viktor, llamando la atención del mencionado—, que mal, tengo que compartir a mi musa. Y yo que creí que sólo te tendría para mi.

—No bromees con eso, Viktor, te van a escuchar—dijo Yuuri apenado, mirando a varios lados por si un par de oídos curiosos decidían que era una buena idea escucharlos.

—No es una broma—respondió sonriendo, pero para su propia sorpresa, había sonado más serio de lo que planeaba.

Ambos se miraron en silencio, Yuuri abrió la boca un par de veces, como si estuviera planeando decir algo; pero las palabras morían incluso antes de tocar sus labios. Esa situación se daba muy seguido, uno de los dos decía algo que terminaba en silencio sin poder responder con claridad.

Yuuri rió, negado con la cabeza y aunque Viktor estaba más tranquilo de que el silencio haya sido interrumpido de una vez, también se sentía algo molesto por no ser tomado en serio.

No podía culpar a quien observaba a Yuuri como un admirador todos los días.

Él tampoco era capaz de apartar su mirada de Yuuri.

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