Capítulo III

Miró el techo, suspirando por décima vez en esa noche. Aún tenía grabada en su cabeza toda la emoción que sintió. No podía sacar de su mente la imagen de aquel muchacho por el simple hecho de que veía una contradicción muy fuerte en él.

Cuando lo vio bailando en el silencio de la noche, era un ser libre, lleno de vida y pasión en cada uno de sus movimientos. En la presentación, vio una buena ejecución, pero había algo que le faltaba, aunque no podía explicarlo bien. Él era un músico, escritor, compositor; no era un bailarín ni tampoco un conocedor a fondo de ese tipo de cosas. Sólo era un espectador que tenía un pensamiento en su cabeza.

Fue diferente, y aun así, era fascinante. Repetía en su cabeza una y otra vez cada uno de sus movimientos acompañados al ritmo de la música. Podía decir que él había nacido con una enorme gracia para bailar.

La pieza faltante debía estar en su rostro, si no lo podía ver, no podía completar la imagen que se hacía de él. ¿Qué expresión hacía mientras se movía? ¿Estaba triste, preocupado o tal vez nervioso? La esencia de sus ojos chocolate lo hacían dudar acerca de lo que debía pensar.

El chico de la foto, el que bailó en la noche y el del escenario. Todos ellos parecían diferentes, aun sabiendo que eran el mismo. ¿Cuántas facetas tenía para poder desconcentrarlo de esa manera?

¿Quién era Yuuri? ¿El muchacho apasionado que bailaba como si pudiera prender fuego debajo de él? ¿O el chico de mirada inocente y dulce que sonreía tímidamente a la cámara mientras estaba con su mejor amigo?

Ya ni sabía cuantas preguntas se había hecho con respecto a él, pero no le quedaba otra cosa más que cerrar los ojos y descansar. Al menos sabía dónde podía encontrarlo, incluso si nada inteligente pasaba por su cabeza para poder abordar una conversación.

Viktor ni siquiera estaba seguro de que era lo que estaba esperando al terminar esa larga búsqueda que le estaba quitando el sueño una noche más.

—Suficiente, ya vete a dormir—musitó para sí mismo. Sus ojos azules terminaron en la ventana, parecía ser otra de esas noches en las cuales su cabeza iba a jugar a crear melodías incompletas en lugar de descansar.

Los dedos pasaron por el piano, largos, finos, deslizándose despacio y con elegancia por cada una de las diferentes teclas. Frente a él reposaban las partituras llenas, con las debidas indicaciones de la pieza que había elaborado hace mucho tiempo, antes de que su imaginación se fuera de vacaciones y regresara de improviso.

Los ritmos estaban bien, el sonido perfecto, la presencia extraordinaria, e incluso con todo eso, brillaba más por su ausencia que por su destreza. Su cerebro transmitía impulsos nerviosos y automáticamente reaccionaban. Su mente volaba en un lugar lejano de cualquier sonido que estuviera en la sala. Incluso si era su propia música la que interpretaba.

Yuri lo notó. Yakov lo notó. Los demás... sólo escuchaban y aplaudían sin entender que faltaba algo. Novatos que no conocían a Viktor a fondo. Aquellos estudiantes que no tenían idea de la interpretación verdadera, la completa entrega a una pieza, podían aplaudir por la destreza, no por el sentimiento del músico.

Viktor sabía eso, que más de uno notó la falta de entusiasmo que tenía ese día para tocar el piano. Que aunque todo se viera y escuchara perfecto, no estaba presente, en un mal sentido.

A los minutos de terminar la demostración en el piano, los oyentes se retiraron a sus respectivas actividades.

— ¿Qué fue eso, Viktor?—Preguntó Yakov con un gesto serio—. Si ya no sientes gusto al tocar, deberías dejarlo.

—Creo que necesito despejarme—dijo tomando sus cosas antes de marcharse. Se sentía algo perdido, no podía pensar bien ni tampoco pensar en la música en ese momento. Las preguntas en su cabeza se agolparon.

Yuri fue tras él, a pesar de tener una actitud algo tosca no iba a negar que se preocupaba por él. El día en el cual Viktor se acercó a confesar que se había quedado sin ideas, no supo que sentir. Ellos habían sido compañeros muchos años, jamás iba a cambiar el hecho de que Viktor era un gran escritor y compositor. Parecía tan fresco todo el tiempo que nunca pasó por su cabeza que en realidad su amor por la música se estaba perdiendo.

Era horrible dejar de amar algo con la intensidad y pasión de tantos años. Desperdició tanto tiempo complaciendo a todos que en algún momento se olvidó de complacer su propio oído y corazón.

— ¿Estás bien, Viktor?

—Sí—respondió el hombre de cabellos plateados, a unos cuantos pasos de cruzar la esquina. Yuri sabía que no era sincero, porque no volteaba para verlo.

—Escuché lo que dijo Yakov. Pensé que había vuelto tu inspiración y ahora no quieres tocar tus viejas canciones. ¿Qué es lo que está mal? —Se acercó hasta quedar con él a unos cuantos pasos.

—No tiene caso tocar esa canción, Yuri—contestó Viktor, encarándolo. Su mirada no era triste, sino más bien pensativa—. Hay tantas cosas que hice sin sentir nada más que un sentimiento de deber... no tiene ningún significado ahora. Puede sonar grandioso, pero no tiene el corazón.

Yuri hizo una mueca.

— ¿Qué pasó con tu estúpido bailarín?

Fue una sorpresa para Viktor escucharlo preguntar por él. Generalmente prefería evitarse cualquier tema que fuera acerca del su reciente inspiración.

—Lo encontré—respondió—. Incluso sé su nombre. Se llama... —hizo una pausa antes de sonreír—. Se llama Yuuri.

— ¿Qué? —El rubio se mostró extrañado, no podía creer que tuvieran el mismo nombre. Pero al fin y al cabo era común encontrar a personas con las cuales se compartiera nombre.

—Sí, es Yuuri—una sonrisa más amplia se formó en su rostro—. Es miembro de una academia de danza que ha decidido pasar por San Petersburgo.

— ¿Ya hablaste con él?

—No...

Yuri lo miró contrariado.

— ¿Y la información la conseguiste de...?

—El muchacho bailarín de la calle. Creo recordar que se llamaba Phichit.

El rubio se llevó una mano al rostro. No podía creer lo que estaba escuchando. La idea de ver a Viktor siguiendo a un chico lo desconcertaba un poco, no obstante, debía admitir que hubo un cambio notorio en su música después de conocerlo, había regresado una parte de él.

—Mira, no me gusta aconsejar a los demás, menos a un idiota como tú, quien nunca escucha lo que dicen los demás—dijo Yuri serio—. Pero si tanto te impactó, ve, habla con ese tipo y se acabó. Así de una vez averiguas que tan especial es cuando lo conozcas y puedes regresar. En menos de una semana tenemos un concierto y no puedes presentarte así. Lárgate y no vuelvas hasta estar inspirado.

Dicho eso, dio la vuelta, con sus manos en los bolsillos. Los adultos que conocía no podían ser más idiotas. No sabía si era él quien estaba adelantado para su edad o si no había ningún remedio para ese tipo de personas.

Viktor lo pensó. Yuri tenía razón cuando decía que no podía presentarse al concierto en su estado actual. Poseía varias canciones vacías y unas llena de sentimientos, a medio terminar.

¿Qué era un músico que perdía el sentimiento de las notas?

Nadie.

Así que caminó. Podía encontrarlo cuando quisiera, ahora conocía que se encontraban ubicados en un pequeño estudio en el cual pasaban el tiempo para practicar. Según el chico tailandés, no era muy grande, pero les servía para poder ensayar y realizar todas sus actividades. Las tardes la pasaban ensayando, ya que en las mañanas muchos salían a trabajar para poder vivir con calma el tiempo su tiempo de estadía en Rusia.

Vio el reloj que tenía en su muñeca. Uno pequeño de plata que marcaba cinco minutos antes de las siete de la noche.

Inseguro de ir, prefirió tomar un vehículo para llegar antes. Así estuvo, mirando por la ventana con una mezcla de impaciencia y nervios. Sus dedos golpeaban suavemente su pierna, en un ritmo constante. Podía ver las luces de las calles y las personas ser dejabas a atrás, una tras otra hasta llegar a la entrada del lugar que esperaba.

Pagó y observó el lugar en el exterior.

Habían unas amplias cortinas que cubrían las ventanas. Sin embargo, podía distinguir unas cuántas siluetas cercanas al cristal. Eso significaba que aún habían personas adentro, ensayando.

Se dirigió a la puerta, no tenía sentido titubear después de buscar por tanto tiempo. Giró la cerradura y se dispuso a entrar, sonó una pequeña campaña, alertando a varios de su presencia en el lugar. Los ojos se posaron en él por varios segundos, algunos se veían sorprendidos y otros, lo miraban con sospecha. Pasó un vistazo rápido por todo el lugar hasta fijarse en la persona que estaba frente a él.

Se acomodada unos guantes negros en sus manos, llevaba ropa ligera y pegada, con algunas gotas de sudor cayendo por su frente, seguramente por las horas de práctica.

Al parecer, sintió la mirada en él, porque sus ojos cafés terminaron encima de los suyos en un abrir y cerrar de ojos.

"Aunque lo hubiera deseado, jamás me habría olvidado de esos deliciosos ojos cafés"

¿Podría hablar contigo? —Soltó Viktor de repente. Yuuri se sobresaltó con la pregunta, mirando a su alrededor en busca de otra persona. Sus compañeros lo miraban con curiosidad por el hecho de haber sido intervenido por el ruso.

— ¿Qué?

— ¡Por favor! Sólo será un momento—habló rápido, acortando la distancia entre ellos para no hablar muy alto.

Yuuri lo miró confundido, sus mejillas llevaban un sutil tono carmesí por la vergüenza que sintió. Sin embargo, afirmó despacio con la cabeza. Viktor sonrió ampliamente, casi saltando con alegría cuando recibió una afirmativa.

Oficialmente, había encontrado su inspiración.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top